Música

In memoriam: Nicky Hopkins

Nicky Hopkins. Foto: DP.
Nicky Hopkins. Foto: DP.

Se han cumplido veinte años de la muerte de uno de esos individuos a quien casi todo el mundo ha escuchado pero cuyo rostro casi nadie conoce. Los calificativos con los que la prensa resumió siempre su figura («músico de sesión», «pianista de los Rolling Stones», etc.) vienen a significar que nunca fue una estrella, aunque puso su habilidad al servicio de muchos otros que sí lo eran. Pero así es el negocio musical; unos tienen las cualidades para triunfar en el negocio —no pocas veces son cualidades puramente extramusicales las que marcan la diferencia— y otros sencillamente no. Pero aunque muchos no levanten una ceja cuando escuchan pronunciar su nombre, Nicky Hopkins ha participado en una lista de canciones tan impresionante que bastaría para atiborrar de clásicos varias máquinas de jukebox por sí sola. Incluso se publicó un libro sobre su vida (… y al piano, Nicly Hopkins) en cuyo subtítulo se lo calificaba como «el más grande músico de sesión de la historia del rock», afirmación que no es demasiado exagerada y que puede dar una buena idea de la cantidad y magnitud de sus colaboraciones, especialmente durante los años sesenta y setenta. No vamos a citarlas todas aquí, ni es esa la intención de este artículo; en cualquier documento de recopilación de créditos las encontrarán ustedes. Sencillamente vamos a recordar algunos momentos en que iluminó nuestras vidas con su piano, ese que como dijo Ray Davies, «podía convertir una canción cualquiera en una joya».

Empezó su carrera de manera bastante temprana. A mediados de los años sesenta, y siendo todavía muy joven, Nicky Hopkins era ya el teclista británico más solicitado en la escena rhtyhm & blues de su país. No resulta extraño. Quien le hubiese escuchado desgranando enérgicos solos en algunos de sus trabajos como recién llegado podrá entender el que los músicos británicos se interesasen instantáneamente por aquel teclista que, sin ser estadounidense, parecía llevar el rhythm & blues en la sangre. Aquí, por ejemplo, podemos escucharle cuando era todavía un adolescente que acababa de abandonar los estudios para entrar en la banda de Cyril Davies, por la que también pasaron Mick Jagger, Bill Wyman, Ian Stewart o Ricky Fenson:

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Hopkins tocaba el piano desde los tres años de edad y su habilidad le había permitido hacerse merecedor de una beca en la prestigiosa Royal Academy of Music de Londres. Sin embargo, su formación en la música sinfónica no le impidió enamorarse del rhythm & blues. Es más; a los dieciséis años abandonó repentinamente la academia para enrolarse en bandas de la escena local, donde su prestigio creció rápidamente. Tanto, que prácticamente todos los grupos británicos más importantes de la década quisieron contar con sus servicios en un momento u otro: Beatles, Rolling Stones (con los que grabó unos cuantos discos), Kinks (con los que también grabó varios álbumes), The Who, Led Zeppelin, etc. Su talento para concebir con precisión y con rapidez —algo importante en un estudio— partes de piano que enriquecían una canción sin chocar con las melodías principales o con el resto de la instrumentación lo convirtió rápidamente en el pianista de elección a contratar cuando se trataba de enriquecer canciones de rock y similares.

Aunque siempre tuvo que pelear con un serio inconveniente: la mala salud. Hopkins padecía la enfermedad de Crohn, un trastorno crónico que le dificultaba viajar y que le hizo rechazar algunas importantes giras con los mismos grupos que lo contrataban para el estudio. Esa mala salud era un secreto a voces; siempre tuvo un aspecto macilento, pálido y por temporadas enflaquecido hasta los huesos. Por lo general demasiado débil para afrontar la exigente agenda de un tour extenso. Aun así, todo el mundo escuchó su piano, que estaba presente en un gran número de éxitos de la época. También las bandas estadounidenses comenzaron a requerir sus servicios (podemos escuchar su piano en los temas más insospechados, como «Volunteers» de Jefferson Airplane o «Baby’s House» de Steve Miller Band). Entre tanto, tenía tiempo para grabar cosas tan curiosas como una versión instrumental de «Goldfinger»:

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A finales de los sesenta había pocas personas que encendiesen una radio y no le hubiesen escuchado alguna vez. Se le podía oír —por citar algunos de muchos discos— en el White Album de los Beatles, en el Beggar’s Banquet o el Let it Bleed de los Stones, en casi cualquiera publicado por The Kinks hasta entonces, en el The Who sings My Generation de The Who… Eso sí, una de sus quejas fue la de que su trabajo era poco reconocido, especialmente a nivel financiero. Las bandas le pagaban por sesión, como es costumbre, pero Hopkins afirmaba que casi nunca cobraba royalties de nada de lo grabado aunque hubiese colaborado activamente en la composición. Incluso decía que en ocasiones se apropiaban de partes que había compuesto él y ese fue supuestamente uno de los motivos por los que rompió su relación con The Kinks, con quienes como decíamos colaboró en varios discos. Hopkins decía que los únicos que lo incluyeron con justicia como miembro de pleno derecho del grupo en un disco, tanto a nivel de créditos creativos como de cobro de derechos de autor, fueron los hippies californianos de Quicksilver Messenger Service, a quienes ayudó a componer y grabar el que quizá fuese su mejor disco. Y desde luego, sin él y su piano no hubiesen podido registrar joyas como «Edward, The Mad Shirt Grinder»:

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A principios de los setenta continuó grabando con los Rolling Stones (Sticky Fingers, Exile on Main St., Goats Haad Soup), The Who (Who’s next, The Who by Numbers) y varios de los ex-Beatles, por citar los nombres más relevantes. Sin embargo, parecía condenado a que casi nadie reparase en su existencia. El material instrumental que había editado a su nombre durante los sesenta no había interesado demasiado a nadie, así que continuaba siendo un mercenario desconocido del público. A veces incluso se solapaba su presencia abiertamente, como ocurría en el videoclip de «Angie» de los Rolling Stones, donde veíamos a Mick Taylor fingiendo que interpretaba una parte de piano que realmente era de Hopkins. No obstante, como músico «a sueldo» su impronta solía ir bastante más allá de la simple interpretación de una parte predeterminada de piano. No solamente dejaba patente su estilo, con frecuencia muy reconocible hasta el punto de que muchas canciones no hubiesen sido lo mismo sin él. Además llegó a dejar algunas gemas de su autoría en los discos donde participaba. Por ejemplo, una de sus asociaciones importantes de finales de los sesenta y principios de los setenta fue con el guitarrista británico Jeff Beck. Pues bien, un día, durante las sesiones de estudio, Beck escuchó a Hopkins tocando una melodía propia y se enamoró instantáneamente de ella. Insistió en grabarla, cediendo todo el protagonismo al piano y permitiéndole así un momento de gloria inédita a Hopkins, ya que la bellísima y conmovedora pieza acabaría plasmada en el álbum:

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A veces tocaba lo justo para ir llenando el sonido de una canción sin que el público pareciera reparar en lo importante de su presencia (supongo que todo el mundo ha oído esto alguna vez). Otras veces desgranaba sus características armonías en temas maravillosos de los que nadie se acuerda, y otras veces añadía la guinda a lo que de por sí era una canción con vocación de clásico. ¿Un ejemplo? Resulta particularmente relevante su aportación en discos como el Imagine de John Lennon. Una maravilla como «Jealous Guy» jamás hubiera sido lo mismo sin el piano de Hopkins, en lo que probablemente sea una de sus más inspiradas y estremecedoras colaboraciones:

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O, sin salir del mismo álbum, el fabuloso piano eléctrico de «How Do You Sleep?», donde su solo, pese a su brevedad, es uno de mis momentos favoritos de todo el álbum (ya casi al final, sobre el minuto 4:56). Además, en el videoclip podemos verle brevemente (dado que aparecía en el film Imagine):

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En los setenta, el prestigio entre sus colegas de profesión, ganado durante años de incansable trabajo de estudio, y el apoyo de varias de esas grandes estrellas con las que había estado colaborando, permitieron que empezase a grabar discos en solitario. Pero esos álbumes, donde por cierto Nicky ejercía también como cantante, no tuvieron gran éxito y la mayoría acabaron descatalogados, pese a que en ellos hacían acto de presencia artistas invitados de primer nivel. Quizá el público no se interesó por un músico de estudio sin un gran carisma, aunque aquellos álbumes sonaban bien y pese a que contenían buenos temas. Quizá para algunos, habiendo escuchado a Hopkins en tantos clásicos ajenos, resultaba difícil apreciar sus canciones. Hubo incluso quienes pensaban que aquellos discos no reflejaban lo mejor de él. Aunque probablemente el principal problema era su voz, poco característica, poco personal. En todo caso es un hecho innegable que aquellos discos contienen algunas bellas canciones muy dignas de recordar:

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Por lo demás, el poco reconocimiento popular que pudiese tener seguía llegando de su trabajo como pianista de sesión para los Rolling Stones, John Lennon, George Harrison, Rod Stewart y los demás grandes nombres que seguían requiriendo sus servicios. Incluyendo por ejemplo una importante participación en la banda sonora de la película Tommy, el musical de The Who, o cuando a las Pointers Sisters les daba por versionear a los Stones. O como cuando los malogrados Badfinger, cuya triste historia ya contamos en su día, decidieron que necesitaban de sus habilidades al teclado. Puede que sus discos en solitario no causaran un gran impacto, pero seguía siendo indispensable en grabaciones ajenas, por que ejemplo en aquella versión del «You are so Beautiful» de Billy Preston que grabó Joe Cocker, y donde el piano tenía que hacerse cargo de casi todo el peso de la canción. Como de costumbre, Nicky Hopkins no fallaba. Por algo todo el que se lo pudiera permitir reclamaba su presencia en el estudio:

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Con el tiempo, sin embargo, su actividad se hizo menos frenética. Su enfermedad no le daba tregua y redujo sus viajes incluso más, moviéndose solamente cuando la ocasión, por su rentabilidad, lo requería. Se estableció definitivamente en los Estados Unidos, en Mill Valley, el mismo lugar de California que había inmortalizado aquella canción que cedió al grupo de Jeff Beck. Allí siguieron sus habituales trabajos como pianista de sesión, aunque se producían a un ritmo menor. En ocasiones eran trabajos lucrativos, aunque musicalmente puedan sorprendernos, como cuando grabó su piano para Julio Iglesias o para la bella Belinda Carlisle, a la que se estaba intentando lanzar como superestrella internacional. También el por entonces encumbrado Meat Loaf le invitó a una grabación, prueba de que Hopkins era un pianista solicitado y de importante caché. En 1989 grabó con el único ex-Beatle con el que le faltaba trabajar en solitario, Paul McCartney (aunque lógicamente ya había trabajado con los cuatro juntos cuando eran The Beatles), pero la frecuencia de su aparición en trabajos clásicos había disminuido casi a cero y muchos de sus momentos mágicos quedaron atrás. Cheques aparte, parecía más interesado en componer bandas sonoras u otras maneras fáciles y cómodas de ganar un dinero.

No resulta extraño. Aunque era un hombre joven, su precaria salud y la crónica enfermedad intestinal que había padecido siempre le fueron debilitando y definitivamente le jugaron una mala pasada justo al cumplir los cincuenta. Tuvo que someterse a una operación a causa de su trastorno, y las cosas se complicaron. No sobrevivió. Para el recuerdo quedan las innumerables canciones en las que participó; invito a cualquier lector a que indague en la larguísima lista de discos donde Nicky Hopkins añadió su fascinante toque particular. Es la mejor manera de ir enamorándose de su sonido, hasta que llegue el momento en que llegue a una inevitable conclusión: sí, efectivamente, Nicky Hopkins era insustituible.

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11 Comments

  1. Descomunal Hopkins (mas como musico de estudio que en solitario en mi humilde opinion). Sobre si es el mas importante o mejor musico de sesion de la historia, es probable que este en ese grupito que merezcan tal reconocimiento. Aunque claro, estando por ahi Hal Blaine…

  2. Joseph

    Gracias por rememorar a Nicky Hopkins.
    La única razón por la que sigo tolerando una escucha atenta de muchos álbumes de los Rolling, es por que se que invariablemente ahi esta Nicky para poner todas las cosas en su sitio.

    Y ni hablar de las grandes aportaciones que como musico de sesion realizo.
    Igual que muchos, prefiero al Nicky escueto y preciso, amén de inspirado, formando parte de un grupo, que al Nicky solista.

  3. Pep llambias

    Los Kinks le homenajearon con una canción : » He is a session man » . Tal como lo contáis , parecían unos desalmados los Davies .

  4. Me alegra mucho que se le haya dedicado un artículo a un grandísimo músico como fue Nicky Hopkins. Pena de mala salud, porque este tipo era puro arte. De su faceta de estudio ya se ha comentado todo, pero el placer de verle y escucharle en directo con los Stones defendiendo el Exile es una delicia.

    Uno de las últimas colaboraciones que le conozco es en el debut de Izzy Stradlin and the Ju Ju Hounds (disco tremendo), poniendo su talento al piano en «Take a look at the guy», en la que otro viejo conocido como Ronnie Wood ponía la voz y su guitarra.

    Un saludo.

  5. Perdón, pero me ha fallado la memoria y al ponerme a escuchar el disco me he dado cuenta de mi error. En «Take a look at the guy» se encarga del piano Ian McLagan, siendo Nicky Hopkins el pianista de «Come on now inside», que cierra el disco.

  6. robert

    Shes´s like rainbow

  7. devilinside

    gimme shelter. Por cierto, no debía llevarse tan mal con los Kinks cuando el Ray Davies hizo una nota necrológica en el NY Times

  8. Impresionante su colaboración en Face to Face de The Kinks tocando no el piano sino el clavicordio (harpsichord) -ya ha comentado alguien que los Davies le dedicaron la canción «Session Man»-.

    Sería interesante conocer las canciones del White Album de The Beatles en las que intervino.

  9. eggman

    Metió buen piano con la Jerry Garcia Band durante unos pocos meses, aunque luego no se acordara de nada por la cogorza que llevaba encima.

  10. KinksNickyHopkins

    Gran dedicatoria le hizo Ray Davies en Session Man en el album Face To Face. Y gran trabajo de Nicky en la canción Days con el melotron. Gran teclista de sesión que trabajó con todos los grandes de la música contemporanea.

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