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Cómo ser un escritor de éxito

Agonía de la creación, de Leonid Pasternak.
Agonía de la creación, de Leonid Pasternak.

Ya se sabe cómo funciona la industria de las letras, 50 sombras de Grey vende unas toneladas de ejemplares y a la mañana siguiente tenemos, en la primera fila de las estanterías de cada librería del universo, una docena de novelas con amantes jugando a meterse bolas de billar por el culo. El código Da Vinci arrasa entre las lecturas del metro y nos llueve el marketing salvaje de cientos de thrillers que exploran el significado oculto de las dieciséis estampas de perros jugando al póquer de Cassius Marcellus Coolidge. Crepúsculo consigue aflojar la goma de las bragas de medio planeta y de repente tenemos legendarias criaturas terroríficas convertidas en pálidos adolescentes que suspiran profundo con mirada intensa y pinta de tener una rave en los intestinos. Los hombres que no amaban a las mujeres se corona como blockbuster y una colección de escritores de suspense brotan de golpe en los helados paisajes de Europa del norte. Paulo Coelho publica en papel la copia de seguridad de sus conversaciones de Whatsapp, se convierte en un éxito y sus lectores sentencian que tanta profundidad les ha cambiado la vida mientras miccionan en tonos arcoíris. Alguien escribe un flyer de bienvenida al pensamiento new age, lo titula El secreto, contrata al maquetador de Geronimo Stilton y acaba amontonado bolsas con el símbolo del dólar estampado. Un yuppie dice que una fábula sobre productos lácteos sustraídos es indispensable para cualquier empresa y una muralla de cuentos para críos, disfrazados de revelaciones para encorbatados, acabará atrincherando la sección Actualidad.

¿Cómo ser un escritor de éxito? ¿Quién coño lo sabe? Y sobre todo ¿a quién le importa?

Paso 1: Buscar un editor

En 1887 un poema titulado «Like a Giant Refreshed» llegó a las mesas de cinco editores. Tres lo rechazaron y dos aceptaron publicar la obra si el autor se hacía cargo de los gastos. Entre las respuestas oficiales recibidas se encontraban un «El mercado está lleno de cosas similares», un «Tenemos cubierta nuestra lista de ediciones para la siguiente temporada» y un «Es evidente que tiene algo especial, pero no lo suficiente para asegurar ventas». La persona que había enviado el manuscrito era un corresponsal de St. James’s Gazette, pero lo cierto es que no era el verdadero autor de la obra. En realidad había copiado palabra por palabra el poema «Samson Agonistes» que aparecía en Paradise Regain’d, una obra del poeta John Milton, para algunos el segundo literato más notable de las letras anglosajonas después de William Shakespeare. El objetivo era obvio, demostrar que los ojeadores de nuevos talentos no tienen olfato para detectar la genialidad.

John Milton, no tan bueno como para asegurar ventas. Imagen: DP.
John Milton, no tan bueno como para asegurar ventas. Imagen: DP.

Cien años más tarde, un ocioso Chuck Ross reescribió la novela Steps de Jerzy Kosinski. Firmó la obra como Eric Demos, metió el texto en catorce sobres y los lanzó a los buzones de catorce editoriales. A pesar de que el Steps de Kosinski se había llevado un National Book Award For Fiction, y que más adelante David Foster Wallace se pondría las rodilleras a la hora de elogiar esa obra y trazarle líneas paralelas con Kafka, el texto no pasó el primer corte de ninguna editorial, entre las que para más guasa se encontraba la que había editado originalmente Steps. Y entre las respuestas de rechazo Ross se encontró con esto:

Muchos de nosotros hemos leído tu novela admirando el estilo de escritura. Encontramos un punto de comparación con Jerzy Kosinski cuando leemos los crudos y escalofriantes capítulos que has construido. El problema del manuscrito, tal como está, es que no consigue llegar a ser una obra redonda. Tiene momentos muy espectaculares, pero da la impresión de ser un boceto incompleto. No vemos la manera de publicar este trabajo en particular en su estado actual.

En los ochenta la escritora Doris Lessing, futura nobel de literatura en 2007, sospechaba que su editorial aceptaba sus manuscritos por llevar su nombre estampado y no por la calidad de los mismos. Para corroborar esto presentó dos novelas bajo seudónimo (Jane Somers) y el resultado fue el esperado: ambas fueron rechazadas. En 1991 un periodista de The weekly llamado David Wilkening encargó a su secretaria (evidenciando un conocimiento borroso de las labores administrativas) que copiase la novela The Yearling de Marjorie Kinnan Rawlings, ganadora de un Pullitzer en 1939. El volumen se paseó por veintidós editores (incluyendo al editor original) retitulado como A cracker comes to age, para coleccionar hasta trece respuestas de rechazo. Solo una de las editoriales, Pineapple press, se dio cuenta de la fotocopia y reconoció la obra original. The Sunday Times repitió en 2006 la prueba con cuarenta editoriales, envió los primeros capítulos de dos obras ganadoras del premio Booker, In a free state de V.S. Naipaul y Holiday de Stanley Middleton, cambiando nombres de personajes y el autor. El resultado: una veintena de negativas y solo una respuesta interesada por una de las obras.

Paso 2: Autopublicación = Profit.

«Móntate un blog». Con la autopublicación online comenzó Manel Loureiro narrando un apocalipsis zombi en un blog y hoy el hombre pasea tres libros de la saga Apocalipsis Z y vende montañas en Estados Unidos. Erika Leonard (E.L. James) comenzó a escribir una fan fiction erótico-pornográfica-festiva de Crepúsculo (titulada Masters of the universe y sin relación aparente con He-Man) y la publicó en internet bajo el nick Snowqueen’s Icedragon. El éxito de visitas la animaría a retocar el trabajo para eliminar a los personajes crepusculianos y convertirla en una obra propia llamada 50 sombras de Grey. Aquella creación, pese a su prosa de Cash Converter y de ser una obra calificada despectivamente como mommy porn, le favoreció un contrato editorial y arrasó en ventas (arrebatando el puesto de best-selling author en el Reino Unido a la mismísima J.K. Rowling). Otra que tuvo suerte fue Amanda Hocking, una desconocida que se forró de golpe al poner a la venta sus párrafos en Kindle.

Y luego está el porno con dinosaurios.

Portada de Taken by the T-Rex. La escritora aseguraba que pagaba 5 dólares por el diseño de cada portada, y también que probablemente era demasiado dinero. Imagen: Christie Sims.
Portada de Taken by the T-Rex. La escritora aseguraba que pagaba cinco dólares por el diseño de cada portada, y también que probablemente era demasiado dinero. Imagen: Cortesía de Christie Sims.

Un género completamente nuevo y revolucionario, la dinosaur erotica. De repente varias historias con portadas terroríficas y títulos tan sugerentes como Taken by the T-Rex, Ravished by the Triceratops, Taken by the Pterodactyl o Dino Park After Dark se presentaron en los catálogos de lectura online y empezaron a cosechar lectores sedientos de un nuevo y dilatado tipo de erotismo: aquel que solía orbitar alrededor de dinosaurios montando damiselas.

El caso es que toda esa orfebrería literaria que encamaba lo sensual con lo primitivo era obra de Christie Sims y Alara Branwen, los seudónimos de dos veinteañeras universitarias y compañeras de habitación que, cansadas de sufrir para costearse los estudios, decidieron probar suerte con la autopublicación de la literatura erótica más absurda que se les ocurrió (basada en sus propias experiencias, aseguran). Entregas de extensión ridícula, algunas apenas llegan a las veinte páginas, y que obviamente se basan más en explotar lo disparatado de follar con una criatura prehistórica que en contar algún tipo de historia. El producto tuvo un éxito inesperado (las críticas en Amazon de los lectores de Taken by the T-Rex suelen ser descacharrantes) y como resultado las dos chicas comenzaron a amasar suficiente dinero como para dejar de lado los trabajos basura y dedicarse exclusivamente al noble arte de la escritura, abriendo su producción a nuevas entradas de protagonistas mucho más exóticos: Taken by the Pegasus, Riding the Dragon o Taken by the Gryphon.

A la vista de los beneficios, a las visionarias no les faltaron imitadores: desde la inquietante adaptación a la acera de enfrente de Turned Gay By Dinosaurs de Hunter Fox hasta lo descarado de alguna versión española del fenómeno.

Paso 3: Hacerse un nombre

En 1983 la televisión británica comenzó a emitir un ingenioso anuncio de las Páginas Amarillas de aquellas tierras. En el mismo se mostraba a un anciano recorriendo varias librerías de segunda mano preguntando por un mismo libro: Fly fishing de J. R. Hartley. Al no obtener ningún éxito en su redada librera, el protagonista del spot se refugiaba en su casa entristecido hasta que su hija le arrimaba una copia de las Yellow Pages. El anuncio finalizaba con el octogenario hablando por teléfono con una librería en la que había localizado el perseguido Fly fishing. Y entonces el espectador asistía al desenlace revelador cuando el hombre solicitaba que el libro le fuese reservado y escuchábamos su respuesta a una pregunta del otro lado del teléfono: «¿Mi nombre? Oh, sí. Me llamo J. R. Hartley».

La campaña era original pero para Roddy Bloomfield, escritor de deportes, era mucho más que eso. Era una maniobra publicitaria paralela y enorme de algo que ni siquiera sus responsables habían tenido en cuenta: otro libro. Bloomfield encargó a Michael Russell, un experto en pesca con mosca, la tarea de escribir en 1991 un libro. Lo tituló Fly fishing y lo publicó bajo el seudónimo de J. R. Hartley. En la cara de hormigón de Bloomfield se dibujó una sonrisa cuando el texto se convirtió en best-seller. Aprovechando la inercia y junto a Russell perpetraría otras dos secuelas: J.R. Hartley Casts Again: More Memories of Angling Days en el 92 y Golfing by J. Hartley en el 95, otros dos best-sellers.

J.K. Rowling, intentando despojarse de la maternidad del niño mago, se lanzó a construir una de detectives para un público adulto. El libro llamado The Cuckoo’s Calling (El canto del cuco) fue publicado bajo el seudónimo de Robert Galbraith y pese a las críticas favorables vendió una miseria (presumiblemente unos quinientos ejemplares de una tirada de mil quinientos). Cuando un columnista del Sunday Times investigó un poco se descubrió que el agente del tal Gralbraith era el mismo que el de la señora Rowling; y una vez arrebatado el disfraz (que muchos acusaron de maniobra publicitaria) las ventas de The cuckoos calling se dispararon de manera demencial: de ocupar el puesto número 4.709 en la lista de ventas de Amazon saltó directamente a la primera posición.

Paso 4: Trolling

A mediados de los cincuenta el locutor Jean Shepherd se colaba en los hogares a través de un late night radiofónico. Y se daba el caso de que Shepherd estaba cabreado con el sistema mediante el cual se confeccionaban las listas de best-sellers literarios en aquella época, utilizando tanto los datos de venta como las demandas de libros que estaban a punto de salir. A Shepherd se le ocurrió burlarse de este tipo de listas aprovechando las ventajas de la radio e invitó a todos sus oyentes a encaminarse hacia las librerías y preguntar por un libro que no existía de un autor que tampoco era real. Para hacer las cosas más fáciles el locutor ideó una sinopsis de la trama, un autor ficticio (Frederick R. Ewing) y lo enmarcó todo con un título prometedor: I, libertine. Los oyentes tomaron la empresa tan en serio que al final la obra ficticia acabó realmente entrando en la famosa lista de best-sellers del New York Times.

Cierto tiempo después, Shepherd compartía mesa con el editor Ian Ballantine y el novelista Theodore Sturgeon cuando el primero de ellos se ofreció a publicar una novela escrita por Sturgeon y basada en la falsa obra ideada por Shepherd. En 1956 I, libertine se convertiría en realidad y su portada (obra de Frank Kelly Freas) incluiría un chiste privado delicioso: en un cartel se podía distinguir un esturión y el bastón de un pastor. O lo que es lo mismo, Sturgeon (esturión) & Shepherd (pastor).

Mike McGrady era un columnista del Newsday de los sesenta que estaba convencido de que la cultura americana había abrazado un estándar de vulgaridad tal que cualquier texto de mierda podría llegar a ser un éxito monumental si se le añadían suficientes escenas de sexo. Para demostrar su teoría McGrady reunió a más de una veintena de colegas de profesión delante de una mesa, entre ellos a dos premios Pullitzer (Gene Goltz y Robert W. Greene), y propuso escribir entre todos un libro premeditadamente malo y espantoso. Cada participante se encargaría de un capítulo y eximiría cualquier tipo de calidad de las letras mientras lo rebozaba todo de sexo gratuito. Los implicados se esforzaron todo lo posible en divertirse construyendo un monstruo de Frankenstein incoherente sobre una esposa infiel de gira por las camas de vecindario, aunque hacerlo intencionadamente mal no resultaba sencillo: varios capítulos tuvieron que ser revisados por estar tan bien escritos como para no ajustarse al criterio de calidad en negativo exigido. El resultado final sería una pieza repleta de pasajes descriptivos vergonzosos: «En ese momento ella estaba masajeando su punto de mayor altitud suavemente con una botella de Johnson & Johnson baby lotion de color rosa» o «Entonces él la despojó de sus pantis negros, hubo un sonido de celofán como si estos hubieran sido pelados de las rodillas». Y como remate una soberbia dedicatoria en la primera página: «Para papá».

Varios de los autores de Naked came the stranger. Imagen: Cortesía de Newsday.
Varios de los autores de Naked came the stranger. Imagen: Cortesía de Newsday.

El grupo tituló la obra Naked came the stranger y atribuyó su autoría a una ficticia Penelope Ashe. La hermanastra de McGrady se atrevió a ceder su cara como imagen de la misteriosa escritora y se animó a pasearse por las editoriales con el libro en las manos y cara de buena persona. Lyle Stuart, conocido por fomentar una línea editorial con mucha teta suelta, accedió a publicarla y puso en marcha su procedimiento habitual de edición: mangó sin permiso una foto del culo de una chavala a una revista húngara, la estampó en la portada como reclamo de carnes prietas e imprimió aquello en 1969. El libro zarpó hacia las librerías y semanas más tarde la mujer que ponía rostro a la ficticia autora se paseaba por talk shows y entrevistas.

Cuando Naked came the stranger había vendido más de veinte mil copias, y McGrady ya empezaba a tener agujetas de tanto descojonarse en privado de lo cateto de la sociedad americana, se decidió que ya iba siendo hora de desvelar la broma y el responsable del hoax junto con el resto de implicados dieron la cara para explicar la naturaleza y origen del producto. El público lejos de tomarse a mal que lo hubiesen tratado como idiota reaccionó como era de esperar: saliendo disparado a reservar una copia. Mes y medio después la novela había cuadruplicado el número de ventas. Y unos años más tarde alguien rodaría una versión porno del material original a cuya proyección asistiría la autora de la Naked came the stranger original. O más bien diecisiete pedazos de ella.

Mucho tiempo después, inspirados por la iniciativa de McGrady, un grupo de escritores de fantasía y ciencia ficción acordarían escribir entre todos una obra tan horrenda e incoherente como les fuese posible con un único objetivo: demostrar que en PublishAmerica, una empresa que se jactaba de publicar solamente textos de calidad elevada, no tenían ni zorra sobre la exquisitez literaria. ¿La razón? Que dicha casa había menospreciado a los autores de ciencia ficción y fantasía.

James D. Macdonald escritor y crítico, dirigió el proyecto y coordinó metódicamente a cuarenta autores para gestar un libro prodigiosamente horrible. Se trataba de Atlanta Nights y las imperfecciones de su esqueleto eran una maravilla de la planificación: personajes que cambiaban de raza o género de golpe o resucitaban sin explicación alguna, un par de capítulos distintos creados por diferentes escritores explicando lo mismo, un chaparrón de faltas de ortografía, dos capítulos idénticos letra por letra, un capítulo ausente (el libro salta del 20 al 22) y otro cuyo número se repite (hay dos 12), un capítulo generado enteramente por un programa de ordenador que remezclaba secciones anteriores, un giro de guión en su etapa final que sentencia que todo ha sido un sueño para continuar como si no lo hubiese sido. Y la mofa definitiva: las iniciales de todos los personajes bautizados en la historia deletrean la frase: «PublishAmerica is a vanity press». Alguien definió perfectamente Atlanta nights: «El mundo está lleno de libros malos escritos por amateurs, pero este es un libro malo escrito por expertos».

PublishAmerica, ajena a todo esto, recibió la pieza y dio el visto bueno para publicarla en 2004. Los autores decidieron no seguir adelante con la gesta rechazando el contrato y revelando públicamente la trampa. PublishAmerica dijo que había mirado mal y que mira, que mejor no, nunca, nada.

Paso 5: Intentar no morir siendo objeto de mofa

En 1970 Jim Theis escribió con tan solo dieciséis años una de las novelas de fantasía heroica más emblemáticas de la historia. Publicó su criatura en un fanzine y de algún modo esta llego a las manos del escritor de sci-fi Thomas N. Scortia, quien fascinado con el descubrimiento lo remitió a otra escritora, Chelsea Quinn Yarbro, que a su vez enseñó el manuscrito a otro grupo de autores. Y así, poco a poco como una bola de nieve, el texto de Theis empezó a circular de forma furtiva entre los más selectos clubs de ciencia ficción y fantasía. Aquella novela se llamaba The eye of Argon y encandilaba a todo aquel que la leía. Pero por las razones equivocadas.

The eye of Argon era un accidente de tren literario, un desastre heroico, una pieza tan mal escrita (Theis parecía puntuar a ciegas y usaba tan erróneamente las palabras que muchos dudaban que el autor fuera una persona real y no un chiste) que su lectura resultaba involuntariamente cómica. Era el Ed Wood de la fantasía. Y lo mejor de todo es que la novela llegaría a convertirse en un party-game muy celebrado en el que un grupo de personas se turnaban para leer el texto en voz alta con una única norma: en cuanto el orador no pudiera contener la risa perdía su turno. Dave Langford explicaba cómo funcionaba el juego en las convenciones más importantes de sci-fi: «El reto de la muerte consistía en leer The eye of Argon en voz alta, con gesto serio y sin descojonarse. El reto Gran Maestro consistía en hacerlo tras haber inhalado helio».

Alguien localizó a Theis para entrevistarlo y este declaró que el cachondeo y la burla con los que se había recibido a algo que escribió treinta años antes le cabreaba hasta quitarle las ganas de volver a escribir cualquier otra cosa en un futuro. Theis murió en 2002 pero su obra alcanzo la inmortalidad, entre las carcajadas y convulsiones de sus lectores, por ser increíblemente mala pero involuntariamente jocosa.

Cómo ser un escritor de éxito

¿Cómo ser un escritor de éxito? Preguntádselo a alguien que lo sea.

O poneos a escribir, lo que sea, ahora mismo. Y dejad de perder el tiempo con artículos tramposos que plantean una pregunta para la que ni tienen respuesta, ni les interesa tenerla. Vosotros podéis ser el próximo Jim Theis, eso es lo único importante.

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43 Comentarios

  1. Pingback: Como ser un escritor de éxito

  2. Manos a la obra.

  3. Pingback: Cómo ser un escritor de éxito (Jot Down) | Libréame

  4. Yo estoy deseando encontrar la clave del fenómeno «Perdida». ¿Por qué la editorial decide gastar semejante pasta en marketing en el libro de dicha autora? ¿Quién es y qué conexiones tiene Gillian Flynn? ¿Por qué no lo hicieron con su primer libro? Desde el principio, la campaña publicitaria me pareció brutal, enormemente cuidada y masiva. Lo leí por recomendación de alguien de quien normalmente me fío. Supongo que la editorial debió pagar publicidad en su medio y de ahí el entusiasmo (nada nuevo, por otro lado). Aún así, todavía no había comenzado el bombo en España. Las primeras 100 o 200 páginas me entretuvieron, a partir de ahí estaba deseando acabarlo cuanto antes. Ya estaba bastante asombrada con la publicidad en los autobuses, pero cuando supe que David Fincher iba a dirigir la adaptación cinematográfica, me quedé estupefacta. Ahora ya hasta «The New Yorker» le dedica sesudos análisis y loas. Convertir un libro en un best seller vía bombo publicitario es algo que las grandes editoriales hacen constantemente. La cuestión para mí sigue siendo, ¿quién es Gillian Flynn y por qué este libro?

  5. EXCELENTE (y descojonante) artículo. El ejempo de la JK Rowling, cuya «novela seria para adultos» fue tibiamente acogida por el respetable – al estar escrita bajo seudónimo – indica hasta qué punto la gente va «a donde va Vicente». Si extrapolamos las anécdotas evocadas hacia el mundo de la política, de las afinidades ideológicas y del voto, los criterios se tornan preocupantes. Pero eso, en la vida real «no sucede», verdad ?
    En otro orden de cosas, quisiera citar la «última moda» literaria, la del regreso de la nazi-xploitation, o los sucesores «finolis» de Sven Hassel y similares. Desde el goncourtizado «Les bienvieillantes», hasta la moda de detectives alemanes que buscan asesinos en medio de matanzas y deportaciones («La noche de los generales», de Litvak, debió dejar huella por lo que se ve), el morbo «carnicerías-SS», svasticas, gorritas-calavera y Einsatzgruppen varios se está vendiendo como rosquillas. Peligrosa resurrección teñida de pseudo-denuncia. Un detective investigando un asesinato en el Madrid de Bankia y Podemos vende menos que meter al mismo detective en Cracovia en el 42. (y si se parece al guapo y heroico von Stauffenberg, que debe seguir erotizando cada noche a Ben Pastor, mejor claro: Las mujeres leen mucho). Así que aconsejo a todo escritor poco inspirado que extrapole su chapucilla al Tercer Reich (agujero negro cuya capacidad de dilatación temática sigue siedo sorprendente) y las ventas están aseguradas.
    Felicidades de nuevo por este excelente artículo.

  6. Muy bueno. Por cierto, yo siempre he sospechado que las autoras anónimas de esas novelas eróticas de dinosaurios eran en realidad dos chavales. Si pretenden vender un libro con su nombre serían tachados de frikis pajilleros salidos. Pero si se hacen pasa por dos chicas de 20 años, pues ya se las mirará de otra forma y se considerará que el libro será rarito pero también sexy.

    El hecho de que se mantengan en el anonimato pudiendo dar entrevistas y disfrutar de la fama (¿qué chica de es edad no querría tenerla?) creo que es un punto a favor de ello.

  7. Genial.
    Como el involuntario y bizarro talento en los experimentos literarios descritos.
    A tomar nota.

  8. Isismoking

    Fragmento de el ojo de Argón:

    «Con un gran crujido la cabeza roedoril se separó de su tembloroso torso, lanzando un chorro de vísceras carmesíes, y dejando un rastro pegajoso de vértebras separadas, tráquea partida, esófago y yugular, hueso hioide dislocado, pellejo purpúreo estirado y vil, y músculos plenos de sangre.»

    APOTEOSICO.

  9. Que maravilla de artículo, enhorabuena.

  10. ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
    No soy un best seller, soy un best troller

  11. Para mí, una de las mayores sorpresas de los últimos tiempos han sido las novelas esas de dinosaurios. ¿Quién iba a pensar que acabarían siendo un éxito? Esto demuestra que nadie sabe qué podría triunfar y qué no. Hay que probar.

    Por suerte, hoy en día y con la autopublicación es mucho más fácil hacer llegar obras al público sin tener que pasar por intermediarios que te dicen «no». Pero aquí el problema sigue siendo el mismo: ¿cómo hacer que la gente te conozca?

    Ahora con internet se pueden hacer todo tipo de promociones de un ebook, desde sorteos y entrevistas a colocarlo en reserva para acumular ventas el día del lanzamiento. Así es como lo conseguí con mi primera novela El Consultor.

  12. La hora de Ving Rhames

    ¿Cómo se un escritor de éxito?

    Vaya a un programa de telebasura, tipo Operación Triunfo, dedíquese a soltar borderías a diestro y siniestro. Olvídese de los concursantes, aquí lo que interesa es hacerse un nombre a base de soltar bilis.

    Cuando se empiece a hablar de usted el motivo que sea, saque algún libro de autoayuda soltando obviedades bañadas en un fina película de cinismo postmoderno.

    Si le llega la pasta, monte una agencia de publicidad.

  13. ¡Demasiado bueno!

    Acabo de descubrir esta página web y tus posts gracias a un amigo, que me ha mandado este link vía Facebook.

    Una pasada. Tienes ahora a una fan más. Y si sirve de algo, soy blogger y un intento de ser escritora (¿de éxito? who knows).

    Gracias por las risas!

  14. Ja ja ja ja ja. Me he reído mucho leyéndote y eso que el título del artículo no me llamaba mucho.

    El caso es que yo soy lectora editorial y me fijo en cada pequeño detalle, es imposible no detectar que hay capítulos calcados o los errores que mencionas. No concibo que alguien haya podido leer libros con tantos errores y estos se hayan publicado.

    Pero bueno, hay tantas cosas que no entiendo en este mundo. Como que la gente lea 50 sombras de Grey o a Paulo Coelho pero mira, ahí están…

    ¡Un saludo!

  15. Jose Serralvo

    ¡Magnífico!

    Para completar, os dejo una receta de best-sellers igual de jocosa que tu artículo, que me hizo reír a carcajadas hace unos meses (a cargo de la Sargento Margaret):

    http://patrulladesalvacion.com/2014/07/07/sensibilidad-intimismo-evasion-y-autorrealizacion/

    Ingredientes para cocinar un best-seller del Chef Folch i Folch.

    1ºUna mujer.

    2º Que se encuentra en una situación muy difícil que –me juego el cuello- va a superar.

    3º De esa superación va a salir una nueva mujer más completa, más fuerte, más mejor y más güena.

    4º En un país exótico.

    5º En un tiempo pasado (más de 70 años atrás).

    6º Un amor prohibido con un hombre –muy vivido y con mucho mundo- de otra cultura.

    7º Una trama “soft” con espías o traficantes o camelleros o políticos corruptos o…. Pero muy de fondo, que lo principal es la sensibilidad y el intimismo de nuestra chica.

    8º Machismo y misoginia que harán sufrir a nuestra heroína, pero le permitirán auto compadecerse y, al tiempo, que la lectora se identifique con ella.

    9º Más amor.

  16. «Dino Park after dark» es el mejor título de un libro desde el Libro del buen amor.

  17. ¡Gracias por hacerme reír tanto! Es una gozada desde el principio y me gustaría que siguiese mucho más.

    Sin embargo, y a pesar de algunos ejemplos, aún siento cierta desconfiada curiosidad por saber cuántos autores de éxito han publicado en editoriales «formales» sin el halo de un contacto —sin un padrino, un apellido, un amante, un triste coleguilla en la casa: sin aval—, digamos que a partir de los años cincuenta.

    Nuevamente: ¡muchas gracias!

  18. Pingback: Lecturas de juernes | El Quinto Hábito

  19. Yo diría que la mejor vía para ser un escritor de éxito hoy es salir en la tele, a poder ser como presentador de un programa de éxito. Cuando la audiencia esté ya familiarizada contigo entonces publica la novela -no tendrás problemas para encontrar editorial- con tu rostro en la portada del libro o, si vas de estupendo/a por la vida con ínfulas de autenticidad, en la faja promocional.

    !Y a vender!

  20. Tendré que agradecerle al autor este artículo.

    Gracias por las tres o cuatro carcajadas que he soltado y las correspondientes miradas de «¿qué le pasa a ese?» que me han hecho en el metro.

  21. Pingback: #HeEstadoLeyendo en noviembre | Nur Costa

  22. Pingback: Cómo ser un escritor de éxito | Vita Brevis Ars Longa

  23. Creo que me he enamorado de Jot Down

  24. «Poneos a escribir, lo que sea, ahora mismo.» Y no hay más.

  25. Pingback: #Leyendo en noviembre | nurcosta

  26. Interesante entrada!

  27. El marketing hace un papel importante, no cabe duda. Pero como el boca a boca no hay nada.
    ;)

  28. Buen post! Es de gran ayuda para que muchos escritores tengan claros aquellos pasos por los que necesitan pasar (u obstáculos que deben asumir) para conseguir sus objetivos y ser escritores de éxito. Me encantaría dejar un post que contiene información complementaria sobre aquellas preguntas necesarias que debes hacerte para convertirte en un escritor exitoso.
    https://www.sinjania.com/escritor-de-exito/

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