Antes de empezar el US Open de 2014 se daba en el circuito una situación realmente insólita: ningún jugador menor de veinticinco años había sido siquiera finalista de un torneo de Grand Slam ni había ganado un Masters 1000. De hecho, solo cinco de los cincuenta primeros de la clasificación ATP habían nacido en la década de los noventa: Milos Raonic, Dominic Thiem, Jerzy Janowicz, Grigor Dimitrov y Vasek Pospisil. Un sexto lo hizo a finales de diciembre de 1989: el japonés Kei Nishikori.
Si esto no les parece raro, puede que no sean conscientes de que los que nacieron en 1990 tienen ya veinticuatro años, que no es poco para un deportista y menos en el mundo del tenis. Si comparamos con otras décadas, los resultados son elocuentes: el primer jugador nacido en los ochenta en ser finalista de un Grand Slam fue Marat Safin, campeón del US Open en 2000; el primero nacido en los setenta fue Michael Chang, campeón en Roland Garros en 1989, y el primero nacido en los sesenta fue Ivan Lendl, finalista en Australia en 1981. Todos en plena posadolescencia.
Para encontrar un fenómeno parecido hay que remontarse al principio mismo de la Era Open, cuando veteranos exprofesionales copaban prácticamente el palmarés y John Newcombe establecía récords de longevidad. Tuvieron que pasar cuatro años de la década de los setenta para que alguien nacido en los cincuenta —concretamente en 1953— consiguiera ganar en Australia a los veinte años. Se trataba del mítico Jimmy Connors.
Como ven, la precocidad en el tenis es más la regla que la excepción, pero el deporte profesional, por razones que desconozco, tiende en los últimos años a estancarse y la generación de los ochenta sigue dominando en muchas disciplinas sin relevo aparente a la vista: Purito, Contador y Valverde siguen disputándose las grandes vueltas, Gasol y Navarro dirigen la selección española, Cristiano Ronaldo y Messi se repartirán un año más el Balón de Oro y el de Plata… y no hay nadie que se acerque ni de lejos a Usain Bolt o Mo Farah.
Volviendo a la previa del US Open, el gran noventero que aparecía en el horizonte era Grigor Dimitrov. Dimitrov, búlgaro de enorme talento, ganador de todo lo ganable en su etapa como junior, ha conseguido este año meterse por fin en el Top 10 de la ATP y alcanzar sus primeras semifinales de un torneo de Grand Slam, concretamente Wimbledon. El problema de Dimitrov es que ya tiene veintitrés años, una edad a la que todos los grandes campeones ya habían repetido finales y campeonatos. Incluso un genio tardío como Federer, al que se le estuvo esperando durante bastantes años hasta que estalló por fin, ya tenía tres Wimbledons, un US Open y un Open de Australia antes de cumplir los veinticuatro. De Nadal, Borg o McEnroe, por poner algunos ejemplos, mejor ni hablamos.
Junto a Dimitrov, el otro candidato a romper la hegemonía ochentera era Milos Raonic, campeón en Washington y protagonista de una gira veraniega, en general, más que aceptable. Raonic es otro caso de maduración tardía que por fin, a sus veintitrés, ha alcanzado los primeros puestos de la ATP. Los dos parecían destinados a dar un golpetazo sobre la mesa pero el caso es que ninguno llegó ni a cuartos de final. Dimitrov cayó en octavos ante Gael Monfils y Raonic lo hizo en la misma ronda ante Kei Nishikori, una decepción que a la larga ha ido sabiendo más dulce.
Kei Nishikori, ¿un Michael Chang a la japonesa?
A Kei Nishikori se le echa en cara a menudo su fragilidad. No es un tío de dos metros con brazos como mazas. Sin embargo, resiste, a la manera de su entrenador, Michael Chang. Difícil de batir, lleva años pululando por el Top 20 sin conseguir dar ese paso adelante que ya insinuó en Madrid, cuando estaba venciendo con mucha comodidad al mismísimo Rafa Nadal sobre tierra batida antes de lesionarse la espalda y acabar retirándose en el tercer set.
Nishikori es un miembro destacado de la primera «generación perdida», la de finales de los ochenta, y principios de los noventa, es decir, la de los Dolgopolov, Gulbis, Tomic, Donald Young y compañía. Todos aparecieron más o menos a la vez en torno a 2010-2011 y todos han ido fracasando en sus intentos por llegar a la élite, una élite copada por el llamado «big four» —Djokovic, Nadal, Federer, Murray— desde hace seis años y que solo ha tenido algún motivo de inquietud con jugadores como Ferrer, ya en sus treinta y dos, o Del Potro, el único en ganar un torneo de Grand Slam aparte de los cuatro mencionados durante todo el período que fue del Open de Australia de 2005, victoria de Safin, al Open de Australia de 2014 que ganó Wawrinka.
Que Nishikori iba en serio lo suponíamos desde principios de temporada pero fue precisamente la lesión en la espalda la que rompió por completo su preparación. Sus resultados desde entonces no habían sido lo que se dice ilusionantes, pero llegó Nueva York y las cosas cambiaron: no solo venció a Raonic en cinco sets sino que volvió a hacerlo contra Wawrinka en cuartos. Enfrentado a Djokovic en semifinales, superó el decisivo tie break de la tercera manga y acabó ganando en cuatro. Fue una enorme sorpresa. Al fin y al cabo, Djokovic había sido finalista en Flushing Meadows los cuatro años anteriores.
¿Cómo le fue al resto de jóvenes en el torneo? Regular tirando a mal. Dominic Thiem, veintiún años recién cumplidos, consiguió meterse en octavos de final pero apenas pudo ganarle siete juegos en todo el partido a Thomas Berdych. Con todo, no fue mal resultado, como tampoco lo fue el del australiano Nick Kyrgios, derrotado en tercera ronda por el treintañero Tommy Robredo. Kyrgios, a los diecinueve años, es el adolescente de moda. En Wimbledon echó a Nadal del torneo a base de aces y se metió en cuartos de final. En Nueva York se quedó a un partido de llegar a la segunda semana. Si será un nuevo Tomic —Bernard es uno de sus grandes amigos del circuito— o perseverará hasta convertirse en una versión mejorada de Raonic aún no lo sabemos.
Thiem y Kyrgios, en cualquier caso, fueron un oasis de juventud dentro del desierto neoyorquino: de los ocho cuartofinalistas, seis tenían veintisiete años o más. Excepto Cilic y Nishikori todos rondaban los diez años como profesionales.
Marin Cilic y su escandaloso caso de dopaje
Es difícil trazar una línea clara y precisa entre la juventud y la madurez en el deporte profesional. Podemos ponernos de acuerdo en que Federer, con treinta y tres años, está en el segundo grupo o que el mencionado Kyrgios, con diecinueve, está en el primero, pero, ¿con veinticinco años, qué eres? Depende de tu trayectoria. Por ejemplo, Andy Murray nació en mayo de 1987 y deslumbró al mundo ya en 2006, cuando llegó a octavos de final de Wimbledon y US Open. Hemos oído hablar tanto de él o de Djokovic, nacido un par de semanas más tarde, que nos parecen veteranos cuyo rendimiento tarde o temprano tiene que declinar.
Sin embargo, aparece un Wawrinka, nacido dos años antes, al borde de la treintena y lo festejamos como «aire nuevo». Aparece un Marin Cilic, nacido solo un año después, y se habla de la rebelión de los jóvenes.
El caso de Marin Cilic es particularmente extraño, propio de un jugador errático. Ganador de su primer torneo antes de cumplir los veinte años, Cilic lo tenía todo para triunfar en el tenis: con un físico privilegiado que combinaba altura —casi dos metros— con agilidad, sus continuas lagunas mentales que le convertían en una decepción constante. Su puesto más alto a final de año había sido el decimocuarto, repetido en 2009 y 2010. Cuando no estaba lesionado, sencillamente se venía abajo. Imposible olvidar aquellos cuartos de final del US Open de 2012 contra Murray en los que arrasó al británico durante set y medio… para acabar cediendo las dos últimas mangas por 6-2 y 6-0.
Quizá buscando en otro lado lo que tenía que buscar en su cabeza, Cilic protagonizó el verano de 2013 uno de los episodios más escandalosos que se recuerdan. Un episodio del que, por supuesto, apenas se volvió a hablar hasta esta pasada semana. Después de llegar a Wimbledon como cabeza de serie y finalista en Queen´s, una extraña lesión impedía al croata disputar su partido de segunda ronda. Fue un año algo raro en Londres, así en general: hasta siete jugadores y jugadoras tuvieron que retirarse en segunda ronda, la misma en la que Federer perdía con Stakhovsky. Antes, Nadal lo había hecho frente a Steve Darcis y Serena Williams lo haría algo más tarde ante Sabine Lisicki.
Un torneo loco lo tiene cualquiera y es hasta de agradecer, pero pocas semanas después supimos que lo de Cilic no era una lesión de rodilla sino una investigación por dopaje que se acabaría confirmando. Según la ITF y la ATP, Cilic había ingerido niquetamida, un estimulante que incide en el sistema nervioso central. Lo escandaloso no es si realmente había querido doparse o si había sido un accidente, como él mantenía, al no darse cuenta de que la niquetamida era uno de los componentes de las pastillas de glucosa que estaba tomando. Lo escandaloso es que le obligaran a mentir y a retirarse para ocultar el positivo hasta que se confirmase. «Suspensión voluntaria», lo llaman, y algo así hace que inmediatamente salten las alarmas cada vez que un tenista no se presenta a un torneo o a un partido por lesión.
Cilic apeló al TAS y el TAS consideró en parte su defensa, algo que no hizo en otros casos que conocemos muy de cerca. La excusa de las pastillas de glucosa hizo que la suspensión de siete meses pasara a cuatro y el croata pudiera iniciar la temporada 2014. En ningún momento se le exoneró del positivo, como se ha dicho, simplemente se consideró que la sanción era exagerada y debía rebajarse al no apreciar intención.
Después de la sanción, Cilic volvió a por todas y en febrero de 2014 sumó dos títulos y una final. A partir de ahí, un nuevo bajón: de los ocho siguientes torneos solo alcanzó los cuartos de final en uno, Madrid, cayendo ante Kei Nishikori. Revivió en Wimbledon, donde llegó a ir ganando a Djokovic por dos sets a uno también en cuartos de final y si las cosas no le fueron mejor en Toronto y Cincinnati fue entre otras cosas porque se cruzó con Wawrinka y Federer, respectivamente, en tercera ronda. El talento, parecía, estaba al acecho.
Los hombres con los que nadie contaba: una final impensable
En resumen, al empezar el US Open, Cilic no era ni mucho menos un favorito como no lo era Nishikori. A punto de salir del Top 20 de la ATP, el croata consiguió un par de victorias fáciles para empezar, superó el escollo de Kevin Anderson, que no es poca cosa, y en octavos de final se cruzó con el francés Gilles Simon. Simon es otro ejemplo de jugador trabajador que empezó a destacar relativamente joven y que sin darse cuenta va a cumplir los treinta en apenas dos meses sin ningún resultado realmente memorable en su palmarés, algo parecido a lo que le sucede a su compatriota Gael Monfils, aunque este es dos años más joven.
Si Monfils estuvo a punto de dar la campanada y derrotar a Roger Federer en cuartos de final —dispuso de una ventaja de dos sets y dos puntos de partido en el cuarto—, Simon se vio en una situación parecida ante Cilic, cuando se impuso en el primer set y estuvo a punto de hacerlo en el segundo. El encuentro se fue a cinco mangas y acabó imponiéndose el croata, pero le costó una barbaridad. Algo debió de cambiar ahí porque Cilic no volvió a perder un set en todo el torneo: ni contra Berdych en cuartos, ni contra Federer en semifinales ni contra Nishikori en la final. Solo uno de estos nueve sets llegó al tie break.
¿Suponen el triunfo de Cilic y la final de Nishikori un cambio generacional? Es absurdo plantearlo así. Cilic, como decíamos, lleva ganando torneos desde 2008 y Nishikori va a cumplir ya veinticinco años. Lo cierto es que es un alivio ver que al menos esta generación empieza a ganar algo ya y no se pierde por completo. Con todo, seguimos esperando al nuevo Becker, Kuerten, Hewitt o Del Potro, al tipo que, desde la arrogancia adolescente, aparezca de la nada y acabe ganando un grande o rozándolo con los dedos. He mencionado esos nombres por no mencionar los de Sampras, Agassi, Nadal o el gran campeón que se les ocurra que ya fuera una estrella mundial antes de los veinte años.
No pedimos eso. No exigimos grandes estrellas que nos conmuevan. Simplemente, más competencia. Tal y como va el año, nada indica que Djokovic, Federer y Nadal no vayan a acabar los tres primeros de la clasificación ATP. Igual que en 2007. Si eso no es un estancamiento, Cilics, Wawrinkas o Nishikoris aparte, que baje Dimitrov y lo arregle.
Como creo que no se atreve a sugerirlo en el artículo ya lo digo yo:
Intuyo que el motivo por el cual la generación de los 80 sigue dominando tanto aún respecto la de los 90 tiene que ver con el dopaje y la crisis economica global. La burbuja de dinero se redujo bastante y el dinero se concentró mucho más conservadoramente. En deportes donde el dopaje tiene más efecto, donde más dinero te da mejor dopaje y tener mejor dopaje te genera más victorias y más dinero, se hizo mucho más dificil a los deportistas prometedores llegar a los círculos mayores.
Lo de las desapariciones súbitas es habitual en el mundo del tenis, y, a juicio de los mal pensados, entre los que me incluyo, puede ser debido a investigaciones por dopaje e incluso a «sanciones no publicitadas» cuando se descubren casos de dopaje…
Totalmente de acuerdo, tiene que ver con el dopaje, pero de ese tema la prensa española no habla.
El dopaje esta acabando con el deporte. En la misma UCI publican los positivos y sanciones «ocultos» en sus boletines (como la sanción a Menchov, que han esperado a que se retire para ponérsela), el Tenis tufa a lo mismo, en el atletismo caen como moscas,…
Ademas todo el mundo sabe donde están «las farmacias». O es que Girona tiene unas condiciones especiales para, que casualidad, tantos ciclistas de elite fijen su residencia, o por que van todos al Teide? Y luego sale la señora Victoria Ley, máxima responsable antidopaje fardandando de políticas, cuando todo el mundo sabe donde se dopan!
Tenistas que de repente están como motos, atletas que rompen records uno tras otro, Justin Gatlin después de dos años sin competir por tramposo va y termina invicto la temporada haciendo tiempazos. Atletas que les pillan mandando emails preguntando por sustancias y no pasa nada (parece ser que solo era por curiosidad, y me rio) En natación países que no eran nadie de repente son potencia…
Y por que en el Fútbol parece que hay mas manga ancha o algo así, por que cada año juegan mas partidos y se cansan menos, cada vez hay mas lesiones musculares por fatigas.
El ciclismo es un escándalo, la vuelta la va a ganar un dopado condenado que ya gano un Giro viniendo de la playa (ja!) que ademas es pupilo del protagonista de la cosa mas aberrante que se recuerda en el mundo del doping, esa ascensión a Hautacam con el plato grande! El ganador del Tour también pupilo de un elemento como Vinocurov, el del Giro, al igual que sus compatriotas, se pasa el año en Colombia sin competir y luego gana sin despeinarse, Cobo, Horner y demás sputniks made in Matxin. A Heras se le devuelven las vueltas que gano dopado, en el equipo con la mejor red dopante de los 2000, por defectos de forma…
Los TUE a todo quisqui, que oye, mis colegas con asma no son capaces de correr 200 metros, pero medio pelotón tiene asma y el otro medio enfermedades exóticas (hola SKY!)
O se cambia de rumbo con el dopaje, o el deporte va a ir a la mierda. Se pasa a permitir sustancias y los controles pasan a ser preventivos (no te metas mas de esto que te va a dar una ostia al corazón,…) o se coge el toro por los cuernos y tolerancia 0, te pillamos adiós licencia de por vida.
Estos señores (y señoras) ademas se salen con excusas que huelen a podrido y se les da el visto bueno. Un deportista de élite va a ser tan idiota de tomarse una pastilla, un gel, un medicamento, una pomada sin saber lo que se toma? Que son, mujeres de políticos? Infantas que no se enteran de nada? Este señor tendrá su equipo de entrenadores, dietistas, masajistas, MÉDICOS, que sabrán lo que se puede tomar y lo que no. Cilic no debería de poder entrar a un Gran Slam ni de espectador. Por que vamos, en las pastillas de glucosa no viene su composición no? A Contador le salio mal la jugada del solomillo (el «listo» de el ademas «ayudo» a la ganadería española, dando a entender que utilizaban sustancias ilegales, ni se molesto en poner la excusa de que venia de china), pero cada vez tragan mas en el TAS
Menuda chapa que he soltado…
Tienes mas razón que un santo.
También esta la otra opción (aviso a navegantes: el que sea yo el que la saque en la conversación no me convierte en defensor de la idea), la pseudo-legalización del dopaje como se hace en EEUU.
No hay mas que ver el aspecto de cualquier jugador (en cualquier deporte) antes y despues de llegar a las ligas profesionales (especialmente evidente para nosotros en el basket, ya que gran parte de los jugadores han pasado por Europa).
En parte estoy de acuerdo con el objetivo de este artículo, que, según yo, es el de expresar su malestar por el monopolio tenístico reinante, en el cual 4 tenistas se reparten la torta, mientras el resto, cual plebeyos en la Edad Media, esperan que les tiren algunas sobras por encima de los castillos para ver si algo agarran. Pero por otra parte, ¿no creen que este monopolio se debe al surgimiento de dos tenistas que, simplemente, poseen cualidades que los hacen más poderosos que la misma élite? Hablo de Federer y Nadal, tenistas que, al menos el suizo, ya aseguró su pase a estar en el Top 5 de la historia del tenis. No creo que tengan la culpa de ser los que más se esfuerzan y se superan a sí mismo cada día. Si te sirve de consuelo, ya es evidente el desgaste de Federer, producto de su edad, así que, al menos por ahora, el monopolio pasará a Nadal, Djokovic y Murray. Que el resto de mortales se dispute el cuarto lugar.
Y soderling? No despertó inquietud con dos finales de RG y un master 1000, y varios jugadores saliendo a palos de la pista levantando el los brazos de ganador?
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