Durante la segunda parte del partido contra el Sttutgart, Guardiola decide renunciar a su falso nueve y a su media punta y saca a dos tanques como Mandzukic y Pizarro. Puede que usted no sepa de qué partido le estoy hablando ni tenga el más mínimo interés por los equipos alemanes de media tabla, pero hay algo que le ha tenido que llamar la atención: Guardiola, el esteta Guardiola, el sensible Guardiola, sacando dos delanteros centro para que rematen balones a la olla o permitan segundas jugadas. Eso lo hacen Martino o Luis Enrique en el Barcelona y tienen que salir escoltados…
A quien le chocó, desde luego, fue al autor del libro, Martí Perarnau, que le acabó preguntando al propio Pep si no se había traicionado a sí mismo con ese cambio. Guardiola, actuando como si no entendiera la pregunta, se limitó a contestar «yo solo quería ganar el partido».
Y lo ganó.
Hay en torno a Guardiola una mística en ocasiones estomagante. Una mística que, no seamos inocentes, él mismo ha alimentado en sus escasas y a menudo contradictorias entrevistas. Lo que yo llamo «escolástica», es decir, el manoseo constante de determinados conceptos tácticos sin atender a las necesidades concretas de un equipo y una temporada. Un cierto fundamentalismo por el que jugar bien es más importante que ganar y además solo se puede jugar bien si se juega como yo digo.
Esa tensión entre idea y realidad sobrevuela Herr Pep de principio a fin. El autor hacía alusión en la presentación del libro a un posible «síndrome de Estocolmo» que le restara valor objetivo al libro. Sinceramente, es el mismo miedo al que uno se enfrenta como lector y es cierto que la admiración del periodista por el entrenador se palpa en cada capítulo, pero no se desata, no se convierte en una hagiografía sin más y eso en parte tiene que ver con lo cambiante del propio personaje Guardiola y su equipo de ayudantes.
Guardiola, más allá de la retórica
A partir de esa tensión, el libro progresa. Hay al principio un claro ensimismamiento en «la idea», «el idioma», representado en balones y rondos para los «buenos salvajes» alemanes que vienen de ganar ni más ni menos que liga, copa y Champions. Ese «choque cultural», como lo llama al autor, resulta narrativamente exagerado, por mucho que el propio Perarnau asegure que se ha quedado corto en la descripción de las primeras torpes sesiones donde el atletismo quedaba en segundo plano para sorpresa general. Extraña, por ejemplo, y mucho, que un defensa central como Boateng, internacional por su país, asegure que nadie le ha enseñado a defender en línea, coordinado con sus compañeros, pero supongo que a veces el deporte profesional es mucho más rudimentario de lo que queremos imaginar.
En cualquier caso, esta sensación de que Guardiola está evangelizando a los bárbaros del norte va desapareciendo conforme avanza la temporada y llega la competición. La competición en la narrativa deportiva es lo que Hume a Kant: acaba con cualquier sueño dogmático. Hay partido cada tres días, hay lesionados, hay jugadores que no entienden su rol, hay dudas internas y externas. Hay vida. No entiendo por qué esta clase de insiders no abundan más y son vistos con tan malos ojos por clubes, federaciones y jugadores. Vivir el día a día de un equipo como el Bayern de Munich ayuda a aficionados y prensa a entender. Entender la victoria y entender, también, la derrota, porque la derrota siempre llega. Ir más allá del «son unos genios» o «son unos inútiles».
Conforme avanza Herr Pep el tono se germaniza y uno se olvida del Barça, de la escolástica, de la táctica, del choque cultural y del juego de posición y empieza a sentir la urgencia por la solución. El día a día. El siguiente partido. Ganar, ganar y volver a ganar. Dice Perarnau que no se imagina a Guardiola metiendo a su equipo en el área y buscando contraataques pero que dentro de esos límites el único objetivo es la victoria. Sin heroísmos. Todas las obsesiones, las dudas, los miedos, los vídeos en el famoso cuarto con una bombilla del Camp Nou convertido en despachito del Allianz Arena tienen un objetivo menor: la perfección de un estilo, y otro mayor: que ese estilo conduzca a la victoria. Guardiola no es Beckenbauer, de acuerdo, pero tampoco es Cruyff. No es «salgan y diviértanse». De hecho, leyendo el libro no da la sensación de que jugar con Guardiola sea especialmente divertido. Un reto, sin duda, pero divertido, no sé. Repeticiones constantes de movimientos y posiciones, una arquitectura que desplaza determinadas espontaneidades…
Si el Bayern acaba imponiendo su dominio en Europa entenderemos por qué; si acaba fracasando estrepitosamente, las claves también quedarán a la vista.
El trauma ante el Real Madrid
Curiosamente, Perarnau se maneja mejor en la derrota que en la victoria, supongo que por aquello de Tolstoi y las familias desgraciadas. El Bayern de Guardiola perdió poquísimo y cuando lo hizo, lo hizo con estrépito. Para el autor, supongo, narrar el triunfo resultaba repetitivo e incluso incómodo, una continua demostración de que el método funcionaba. La derrota, en cambio, es un filón, empezando por el debate surgido tras el partido del Bernabéu en la ida de semifinales de la Champions. De nuevo la tensión entre la idea, su ejecución, y aún más, la eficacia de esa ejecución. Yo creo que el Bayern jugó peor ese partido de lo que creen Martí y Pep, pero al menos ahora sé por qué ellos opinan lo contrario. La vuelta en Munich da para una tesis doctoral y es el verdadero conflicto que el protagonista del libro debe resolver para seguir adelante: ¿puede un equipo alemán remontar una eliminatoria siendo paciente y esperando su momento?
La pregunta sigue en el aire porque Guardiola decidió ir por las bravas, con cuatro delanteros, y acabó paseado por Aquiles a las puertas de Troya, lo que ayuda a que el misterio se prolongue al menos un año más.
En definitiva, Herr Pep es un buen libro porque es un libro con tensión, no una recopilación de tópicos sobre angelicales canteranos. Hay una visión amable del entrenador pero no molesta, hay cierta indulgencia con algunos errores pero esa indulgencia no impide que el lector saque sus propias conclusiones, hay escolástica pero sobre todo hay pragmatismo: un tío que está dispuesto a dejarse la vida con tal de aplastar al contrario, de follárselo. El placer de la competición, la adrenalina…
Algunas repeticiones, que resultan molestas y se deben según el autor a las prisas de las editoriales por tener el libro cuanto antes, quizá puedan solucionarse en ediciones posteriores. Por lo que sabemos, el libro se está vendiendo como rosquillas.
Es lógico: un personaje fascinante en lo claro y en lo oscuro, un equipo ganador y unos jugadores que alternan campeonatos de Europa con campeonatos del mundo. Lo ilógico, insisto, es que no se publiquen más libros así. Supongo que la propaganda, la hagiografía, el dossier de departamento de comunicación alargado hasta las doscientas cincuenta páginas son más fáciles de controlar.
Pero resultan infinitamente más aburridos.
Cuando sea presidente de la República catalana, supongo que saldrá la segunda parte
El destino de Pep no es ser President sino mito fundacional como la Virgen de Covadonga o la de Guadalupe.
Su aparición en pantalla gigante cual ectoplasma en el aquelarre soberanista bendiciendo a los almogavars fue un momento místico sobrecogedor.
Que agudeza, Roberto
Empecé hace unos días y lo dejé, para retomarlo en breve, pero no me enganchó como imaginaba. Vale que apenas he llegado a septiembre, pero efectivamente, las reiteraciones le bajan un poco a uno la moral, sobre todo sabiendo de lo alto que está el listón con Perarnau. Soy pepista, a veces más pepista que el pep, pero reconozco que debe ser un poco coñazo estar con él. O ser él
Para que sea un buen libro debe hablar de algún personaje interesante o con relevancia, no un señor que dirige a once personas que corren detrás de un balón de fútbol… igual espera un Pulitzer o algo…
Respetable pero decimonónico punto de vista.
No sé, ni siquiera decimonónico. Con ese criterio Oliver Twist no habría salido nunca del banquillo. Y el Lazarillo de Tormes tampoco
¿Qué definimos cómo interesante? ¿lo que tu consideras interesante, lo que un grupo suficientemente representativo de la sociedad le interesa o hay un baremo sobre lo que es de interés u lo que no?
La verdad que como personaje no se si valdría para hacer un libro pero como entrenador es admirable, para mi esa es la verdad.