Viene de Capitalismo indignado: ¿Sirven las empresa para hacer la revolución?
Peru Sasía, como él mismo reconoce, es un indignado adelantado a su tiempo y ese es el espíritu de la peculiar cooperativa que preside desde que empezó a soñarla en 2000 y abrió sus puertas tres años después de la mano de universidades, redes de economía solidaria, ONG y el apoyo de Cáritas. Su Fundación de Inversión y Ahorro Responsable, mejor conocida como FIARE, obtuvo el 16 de julio de 2014 la última autorización que necesitaba para operar como entidad financiera en España de la mano de la Banca Popolare Etica, con quien se fusionaron dos años antes para absorber rápidamente su larga experiencia compitiendo de tú a tú con bancos convencionales en Italia y ganar peso hasta alcanzar las cincuenta mil colaboradores. Los socios de FIARE habrán invertido desde que se pusieron en marcha hasta que inauguren en otoño su primera sucursal a pie de calle en Bilbao, que es donde nacieron, alrededor de cuatro millones de euros… «Y eso sin contar con lo que nos hubiera costado el trabajo voluntario que no hemos tenido que pagar o el alquiler de los espacios que nos han cedido gratuitamente», advierte Sasía para remachar, a renglón seguido, que «todo lo hemos hecho sin deudas, sin deber nada a nadie».
El primer gran puntal de los principios de esta empresa, según su presidente, es «responder al derecho al crédito que tienen iniciativas como el pequeño cooperativismo, el comercio justo, la cooperación al desarrollo, la agricultura ecológica, la lucha contra la exclusión o la formación en determinados valores». Uno de los muros que muchas propuestas serias y viables de este tipo no pueden sortear pasa por el acceso a financiación, que es costosísima, y el poco interés que despiertan en unos bancos que están diseñados para mirar sus beneficios con la calculadora en la mano y no mediante el dificilísimo y escurridizo Excel del impacto social.
El segundo gran puntal consiste en lo que Peru Sasía llama «construir ciudadanía», es decir, en «generar una red de seguridad de organizaciones comprometidas con el proyecto, que, por ejemplo, en 2014 llegaron a quinientas en toda España». De esta forma, la entidad financiera ya no es simplemente una empresa, sino una enorme comunidad con docenas de tentáculos esparcidos geográficamente. Su función también recuerda, en parte, a aquellas pequeñas sucursales bancarias de los pueblos que, más allá de prestar o captar dinero, ayudaban a vertebrar la vida en común de Paco el panadero, Patricia, la dueña del bar con las mejores croquetas de queso, o Juan, el señorito que paseaba su nuevo tractor por los trigales como si fuese un Rolls-Royce.
El tercer gran puntal está directamente relacionado con «recoger la indignación de unas personas que necesitan saber y decidir qué se hace con su dinero en todo momento», algo que comparten desde hace años los liberales, que reclaman que todas las entidades informen, pidan permiso y paguen a los titulares de los depósitos utilizados para financiar sus operaciones de crédito. El presidente de FIARE se propone conseguirlo estableciendo «un canal continuo de comunicación y consulta con nuestros clientes», que crecen como ciudadanos al asumir la responsabilidad sobre cómo se utilizan sus ahorros y sobre los riesgos que comportan sus decisiones. Es cierto que no les ofrecerán cualquier proyecto de inversión, sino «solo aquellos que superen el doble corte de una comisión específica e independiente que evalúe el impacto social y de una comisión de viabilidad económico-financiera tan rigurosa o más que la del resto de las entidades». No quieren contribuir a empedrar el infierno con otra ración de buenas intenciones.
No es país para opacos
De ese peligro también huyen los catalanes de Coop57, una cooperativa de crédito que entre 2008 y 2013 concedió treinta y cinco millones de euros en préstamos. «Todos se concedieron después de un estudio técnico absolutamente financiero, con la mayor transparencia, especialmente de cara a nuestros socios, y por supuesto con una evaluación de impacto social», advierte su responsable de comunicación Xavier Teis.
Coop57 nació en 1995 para ayudar a algunos de los trabajadores de la editorial Bruguera, el sello de Zipi y Zape y Mortadelo y Filemón, a intentar colectivizar una empresa que se derrumbó después de muchos tumbos en 1986 y a financiar la transición del empleo de toda la vida a un mercado laboral ayuno de certidumbres. Bruguera era una vieja pyme familiar, fundada por Juan Bruguera Teixidó en 1910 con otro nombre, El Gato Negro, y una estructura típicamente piramidal. Los gestores en los que delegó la tercera generación de la familia no fueron capaces de lidiar con la crisis económica de principios de los ochenta, pasaron de lo piramidal a lo faraónico sacando al mercado muchos más títulos de los que podían venderpara obtener grandes beneficios y, finalmente, contrajeron una deuda que terminó arrasando el mismo proyecto que publicó Crónica de una muerte anunciada por primera vez en España tan solo cinco años antes de anunciar su propia muerte. Esa experiencia, trufada de ironía y tragedia, condicionó unos principios fundacionales de Coop57 que, según Xavier Teis, pasan por «apostar por una economía basada en las personas, por ser una empresa organizada democráticamente, por dar prioridad a la inserción laboral y por producir con vistas a satisfacer las necesidades humanas y no a maximizar el beneficio».
En 2014 batieron su récord al alcanzar el número de seiscientas entidades financiadas, unas entidades de servicios que tienen que ser siempre miembros de la cooperativa, y la cifra de tres mil socios colaboradores, que depositan voluntariamente sus ahorros a cambio de participar en las decisiones estratégicas de la empresa y de obtener unos intereses que se establecen anualmente en asamblea. De un modo parecido a FIARE, surfearon con maestría el tsunami de la indignación que cristalizó en 2011 hasta el punto de que las aportaciones de los socios colaboradores, que pueden perderse totalmente si quien recibe el crédito no devuelve el dinero, pasaron de siete millones y medio de euros en 2010 a más de veinte millones de euros solo tres años después. Incluso muchos de los indignados que no abrían sus propios negocios para mejorar el capitalismo o reemplazarlo por otro sistema apostaban por apoyar plataformas que sí parecían cumplir con aquella misión.
Urquinaona no es Manhattan
FIARE y Coop57 no luchan por sus ideas y negocios en solitario, sino que pertenecen a organizaciones como la Red de Economía Solidaria de Cataluña, mejor conocida como «la XES» por las siglas de su nombre en catalán. Allí comparten convicciones y a veces también espacio, como ocurre con el edificio de tres plantas, diáfano y sin columnas que han alquilado en la barcelonesa calle Casp (Coop57 no se encuentra físicamente allí), a pocos metros de la plaza de Urquinaona. Es una estructura donde cada cooperativa tiene su espacio marcado por un tarjetón que cuelga del techo y que reserva la azotea para albergar la cocina y una pequeña terraza descubierta con placas solares, macetas de huerto ecológico y una amplia mesa rústica de madera. Allí, en esa terraza, es donde Xavier Palos, coordinador de la XES, quiere explicarme «a qué nos dedicamos, quiénes somos y por qué muchas veces nuestros hijos pequeños no son capaces de entender lo que hacemos». Es verdad que cuando los héroes de películas o cómics, que los enanos de la casa suelen devorar, intentan salvar el mundo no suelen sacar, a renglón seguido, el pliego de constitución de una cooperativa. Ni siquiera lo hacen las enfermeras y enfermeros, médicos, bomberos, abogados justicieros o policías que todos quisimos ser cuando descubrimos que había que conformarse con ayudar a los demás sin tener superpoderes.
Pero con superpoderes o sin ellos, lo cierto es que la XES ha logrado tejer una sorprendente constelación de servicios cooperativos a partir unas pequeñas unidades que no han dejado que ni su misión ni su autonomía se diluyan. Xavier Palos distingue dos momentos claves en la historia reciente de esta red de redes El primero fue «su fundación en 2001 gracias al enorme empuje del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre [la plataforma que utilizan cientos de ONG y movimientos sociales para reunirse y hacer de contracumbre al Foro Económico Mundial de Davos, donde participan directivos de multinacionales e intelectuales liberales], que nos enseñó a ver que existía otra globalización posible y que no estábamos ni mucho menos solos». El segundo, recuerda, «fue probablemente el estallido del 15M, porque multiplicó por diez nuestras actividades de difusión, aprendimos a soñar a lo grande y empezamos a atrevernos con nuevos proyectos». En septiembre de 2011, trece miembros de la XES decidieron integrarse más y crear un enorme grupo cooperativo (ECOS) con miles de socios. En 2012, la XES inauguró la Fira d’Economia Solidària de Catalunya y, recuerda Palos, vinieron doce mil personas a la primera y veinte mil a la segunda un año después. «La feria sirve para demostrar que somos la alternativa al capitalismo». Docenas de firmas han hecho cola en las últimas dos ediciones y para la tercera, a finales de octubre, ya han superado las ciento setenta empresas inscritas.
Comparten piso en la calle Casp desde el Observatorio DESC, dedicado al análisis del mercado de la vivienda y lugar de nacimiento de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que ha liderado desde allí mismo Ada Colau durante los últimos años, hasta NUSOS, orientada a la difusión cultural y gestora de subcontratas de entidades como el Museo de Ciencias Naturales de Barcelona, o consultoras como Hobest, Calidoscoop o Labcoop, focalizadas en transformar a los miembros de las ONG en unos emprendedores sociales que no dependan tanto de las ayudas y subvenciones públicas. Por supuesto, los más de cien miembros de la Red de Economía Solidaria no entrarían aunque quisieran en el edificio y acaban de alquilar otro de setecientos metros cuadrados.
Renovar las renovables
Entre ese centenar largo destacan Som Energia y Arçcoop. La primera es una plataforma que compra en el mercado solo la electricidad que provenga de fuentes cien por cien renovables y se la proporciona a sus socios a través de la red de las compañías tradicionales. Reconocen haber invertido, a veces en solitario y otras con colaboradores como AE3000, más de dos millones de euros en desarrollar cinco pequeños huertos solares, que producen lo que consumirían casi doscientas cincuenta familias según sus cálculos, y en construir una considerable planta de biogás de quinientos kilowatios en Lérida. En el sitio web de esta empresa con más de quince mil socios se leen claramente sus intenciones: «No debemos esperar a que los gobiernos lo hagan por nosotros, lo podemos hacer nosotros si nos lo proponemos». Es uno de los puntos en los que estos progresistas y muchos liberales, cegados hasta hoy por sus diferencias en otros muchos asuntos, podrían compartir pasión, intereses y agenda.
«Fuimos críticos con las renovables en los últimos años no porque no nos gusten, a muchos de nosotros nos encantaría que las energías limpias triunfasen, sino porque el Estado ni debe asumir el papel del capital riesgo poniendo el dinero de todos en ellas, ni debió hacerlo con tasas a las eléctricas que se han demostrado un fracaso», advierte Juan Ramón Rallo, director del Instituto Juan de Mariana, que es el principal think tank liberal español y no acepta ningún tipo de subvención pública para financiarse.
Arçcoop también dedica parte de su actividad a las energías verdes, pero desde el ángulo del sector financiero. Ofrecen esencialmente asesoramiento y gestión en la compra de seguros para proteger unos proyectos e instalaciones que necesitan como el agua cubrir y limitar los riesgos. «Poseen una rama de correduría de seguros, donde han conseguido convertirse en los líderes europeos en el segmento de los productos éticos, y tienen también una cooperativa de consumo responsable», matiza Xavier Palos, coordinador de la Red de Economía Solidaria de Cataluña.
Fuera del mundo cooperativo, dentro del sector financiero y con más ganas de mejorar el capitalismo que de reemplazarlo se encuentran las dos mayores plataformas de crowdfunding de habla hispana. Verkami nació en 2010 y Goteo en 2011 con la idea de canalizar millones de euros salidos directamente de las donaciones de sus usuarios hacia creaciones artísticas con dificultades para encontrar mecenas. El momento de su concepción no fue un accidente: seguían la estela del éxito de la mayor firma mundial del sector, Kickstarter, que abrió sus puertas en Estados Unidos en 2009 basándose en un modelo tan sencillo como cobrar un porcentaje por cada campaña exitosa; además, las ayudas a la cultura, que habían escalado a toda velocidad entre 2000 y 2007, descendieron gradualmente desde 2008 y, a partir de 2011, se desplomaron como un arcón de madera de diez toneladas que se parte en pedazos, risco a risco, mientras se precipita por un acantilado. Las ilusiones de docenas de jóvenes músicos, diseñadores de videojuegos o productores audiovisuales, desconocidos en su mayoría, parecían haberse mudado al bulevar de los sueños rotos.
Los mileuristas pueden ser grandes mecenas
Joan Sala y sus hijos, Adrià y Jonàs, los tres dueños y socios de Verkami, han intentado demostrar desde 2010 que estas amarguras, como en la vieja canción de Sabina, no tenían por qué ser tan amargas. Así, sus campañas, que han resultado exitosas en un 70% de los casos frente al 40% del que presume Kickstarter, se han extendido a ámbitos tan diversos como el cultivo de aceite orgánico o el patrocinio de medios de comunicación en plena denuncia contra el abuso. Así fue cómo la diminuta revista gratuita catalana Café amb Llet, editada y dirigida por Albano Dante y Marta Sibina, consiguió financiar la publicación de un libro que documentaba gravísimas irregularidades en el sistema regional de salud, pagó a sus abogados cuando un asesor de Artur Mas los llevó a los tribunales y logró sacar a la calle ciento cuarenta y cinco mil ejemplares mensuales durante cuatro meses, más que La Vanguardia o la edición regional de El País, para inundar Cataluña con una información alternativa en cuyas páginas no se admite publicidad de ningún miembro del Ibex35.
«Por supuesto, la música es lo más sencillo y para los juegos de mesa, en fin, hemos contratado a algún especialista», reconoce Jonàs, que dejó una beca posdoctoral en Físicas para apostar por el negocio que su padre, biólogo, y su hermano, historiador del arte, también querían fundar desde su «garaje familiar» en Mataró. El libro de poemas de Patricia Heras, la joven que se suicidó por culpa de la presión policial según el documental Ciutat Morta que produjo Metromuster, se publicó póstumamente gracias en gran medida a los ciento veintiún donantes que sus amigos captaron en Verkami. Pidieron miil quinientos euros para cubrir la mitad de los gastos de impresión y obtuvieron dos mil ciento noventa euros.
A diferencia de las subvenciones dirigidas por estados o administraciones, clientelistas pero también cuantiosísimas, esta plataforma busca tres grandes objetivos además de «ayudar a llevar las creaciones a cabo». El primero es configurar una comunidad de personas afines a partir de un proyecto que les emocione. Un ejemplo sencillo, recuerda Jonàs Salas, «puede ser que si ayudas a producir un libro o una película, los beneficiados te recompensen invitándote a la presentación o al rodaje… Una presentación y un rodaje de los que pueden salir nuevas ideas y amistades, porque vas a conocer gente con la que ya has colaborado de algún modo y con la que compartes intereses». El segundo objetivo implica cultivar la responsabilidad de los creadores que buscan mecenas, porque «son ellos los que llevarán el peso de la promoción de sus ideas en las redes sociales y son ellos los que tendrán que asumir la vergüenza y el descrédito si no dan las recompensas que prometieron a sus donantes», y de los mecenas que pierden su dinero por fiarse de unos creadores que se niegan a cumplir. El tercer objetivo de Verkami pasa por defender unos principios que no son neutros: «Creemos en el emprendimiento social y ecológico, no aceptaríamos ninguna campaña que justifique discursos de odio y tendríamos muchas dudas a la hora de abrir la puerta a iniciativas que sirvan para oponerse a derechos que consideramos fundamentales para las mujeres como el aborto». Al margen de eso, apunta, «nos esforzamos mucho por trabajar con todos por igual y no queremos ser jueces de nadie».
Goteo, una ONG lanzada por el colectivo de software libre Platoniq, comparte esa misma agenda moral pero la lleva más lejos. Para empezar, amplían la idea de comunidad y apuestan por el llamado crowdsourcing, es decir, que su plataforma permite ofrecer equipos, herramientas y habilidades (y no solo donaciones monetarias) para hacer realidad los proyectos que se propongan. En este sentido, recuerda Enric Senabre, cofundador de la ONG, ponen en marcha «dinámicas de cocreación en las que juntamos a la gente en grupos pequeños donde les animamos a plasmar conjuntamente sus ideas en un prototipo físico, un collage por ejemplo, y a preguntarse si el resultado beneficiará a la sociedad, si tendrá crowdbenefits».
Es a la hora de establecer el fruto de cada campaña o producto para la comunidad cuando muestra el hocico lo que Yolanda Quintana llamaba la «ética hacker». Mercè Moreno, actual coordinadora de campañas, subraya que «la cultura es un bien común que no puede ser privatizado» y que «dos de las grandes metas de Goteo son distribuir entre la gente un poder que antes estaba concentrado y darles la posibilidad de mejorar la sociedad con sus ideas y donaciones». Para ello, advierte Senabre, «es fundamental el empleo del código abierto, pedimos a los que saquen adelante sus proyectos con nosotros que elaboren un manual para que sus obras sean replicables y trazables en el ciberespacio, exigimos que la iniciativa que se quiera financiar tenga un claro retorno colectivo (si todo sale bien) y ofrecemos un completo repositorio de campañas pasadas que cualquiera puede consultar en nuestra Web para inspirarse». Aprovecharon la experiencia de proyectos como Burn Station, una base de datos y herramienta de distribución de grupos de música independiente, o el Banco Común Conocimientos, un experimento de crowdsourcing que llegó a convocar miniferias de intercambio de habilidades para decenas de usuarios.
Aunque Senabre apunta que «Goteo es producto de la indignación que estalló en mayo de 2011», buena parte de su financiación la han aportado desde el principio organismos oficiales como el Ministerio de Cultura o el CoNCA catalán, centros dependientes de la Administración como el Instituto de Cultura de Barcelona o el Centro de Cultura Contemporánea de Cataluña y plataformas que defienden el procomún y los principios delsoftware libre como ColaBoraBora gracias en gran medida al apoyo del Gobierno vasco y la Diputación Foral de Vizcaya. Todo ello no le impidió a Platoniq, tan solo meses antes de fundar Goteo, diseñar herramientas como el Tweetometro (un sistema para votar mediante tuits en las asambleas) o Bookcamping (la biblioteca abierta y colaborativa nacida a la luz del 15M) o, ya mediante las donaciones de Goteo en enero de 2012, facilitar la creación y lanzamiento de tuderechoasaber.es, el sitio Web con el que la Fundación Civio y Access Info tramitan las solicitudes de miles de españoles que exigen más transparencia (y ponen en aprietos) a instituciones de todo tipo y condición. De hecho, Mercè Moreno y Enric Senabre creen que su plataforma es un canal ideal para que el dinero de la responsabilidad social corporativa de muchas firmas y buena parte de las ayudas públicas se dirijan hacia iniciativas que de verdad interesan a la gente (campañas que están en marcha) o se den a conocer al mismo tiempo que potencian la implicación de los usuarios que se animen a cofinanciarlas con sus ahorrillos. Esto es lo que han bautizado como «capital riego» para marcar distancias con el viejo, ciclópeo, temido y probablemente necesario capital riesgo.
Tal vez la financiación y creación colectiva de estos dos pequeños gigantes, Goteo y Verkami, no lleguen nunca a suplir el maná de las viejas subvenciones; quizás las cooperativas como ECOS tampoco puedan reemplazar a las grandes multinacionales para las que quieren ser alternativa aunque la facturación de negocios como el suyo representen el 12% del PIB español o ciento cincuenta mil millones de euros; es igualmente probable que entidades como Coop57 o bancos éticos como FIARE se vean reducidos a un espacio mínimo frente a imperios transnacionales como el Santander o el BBVA. Muchos de ellos no abandonarán una misión que pasa por poner sobre la mesa un capitalismo que insista en la responsabilidad individual (como ahorradores, productores, creadores y consumidores), en una visión política del mundo (donde los valores progresistas, liberales y piratas se abrazan, pero no así muchos de los conservadores), en la sostenibilidad (favoreciendo desde cada hogar las energías más limpias excluyendo, por lo general, la nuclear) y en la comunidad (con negocios que intentan configurar colectivos nuevos en el ciberespacio, vertebrar barrios desestructurados o justificar que el conocimiento más relevante deba ser libre, replicable y gratuito). Otros, los más progresistas, contemplarán estos pasos como la meta volante hacia el final de un capitalismo que consideran genéticamente injusto. Todos ellos, en suma, aspiran a recomponer los sueños rotos de una sociedad arrasada por el paro y la frustración, por la corrupción, el saqueo, la estafa o como prefiera llamarse. Su trabajo, delicado y constante, quiere ser también una empresa, un proyecto duradero que cambie las cosas y les permita vivir cómodamente de defender aquello en lo que creen. Si se puede emprender la revolución, ellos se comprometen a intentarlo. Y a disfrutar y hacer disfrutar a sus socios y clientes con su labor. Al fin y al cabo, el sentimiento que predominó en las plazas durante aquellos lejanos mayo y junio de 2011 no fue ni la ira, ni la rabia ni la tristeza. Fue la esperanza y, por eso, una de las últimas pancartas que se vieron colgadas en Sol fue esta: «No nos vamos, nos mudamos a tu conciencia». No, esto no termina aquí.
El título en sí ya es un sinsentido.
La manía de confundir conceptos económicos con políticos.
Es como decir «Boeing demuestra con sus aviones que otra fuerza de gravedad es posible».
Muy pero muy buen posteo.
Quiénes son los liberales a que se refiere en el cuarto párrafo? La gente que acude a locales de intercambio de parejas (conocidos también como «clubes liberales»)?
La verdad es que este periodista se luce con los títulos, Gonzalo Toca parece que a pesar de escribir artículos sobre temáticas interesantes no entiende mucho que de ‘capitalismo indignado’ o de ‘empresas que hacen posible otro capitalismo’ nada de nada. Economía Solidaria, Empresas Procomun, Anticapitalismo en práctica son conceptos que se ajustan más.
Estamos hablando de alternativas a un sistema difunto que solo siembra miseria y explotación, un sistema que no tiene «otra via» más que su propia destrucción y si no actuamos la del planeta entero y las posibilidades de vida humana.
En todo caso gracias por interesante Gonzalo pero no seas tan películero en los titulares anda.
Hola Fernando,
Gracias por el consejo y por el tono educado de la crítica. Oye, me ha hecho gracia lo de «peliculero».
Como te puedes imaginar, discrepo de lo que comentas. De todos modos, creo que el papel de los autores no es debatir con los lectores (bastante tenéis con leer nuestros textos), pero sí aclarar los conceptos. Si te parece, te explico porqué elegí las palabras “capitalismo” e “indignado”:
“Indignado”: el motivo es que la inmensa mayoría de las iniciativas que enumero o surgieron al calor de la indignación o multiplicaron su actividad y tamaño significativamente gracias al cabreo generalizado. Es importante esa multiplicación, porque sin ella no hubieran adquirido el volumen e influencia que las han convertido en verdaderas alternativas capaces de transformar el sistema.
“Capitalismo”: tenemos dos tipos de colectivos en este reportaje; por un lado vemos a los que se proponen hundir el capitalismo y reemplazarlo por otra cosa y por otro aparecen los que desean mejorarlo sustancialmente. Los dos colectivos y sus miembros viven en un sistema capitalista y aceptan gran parte de sus reglas con la idea de subvertirlo o mejorarlo. Por ahora, son una respuesta al capitalismo dentro del capitalismo igual que la alterglobalización es una respuesta a la globalización dentro de la globalización. Por supuesto eso no quiere decir que con el paso del tiempo y si ganan influencia cooperativas como la vuestra, no consigáis vuestro objetivo y acabéis con un sistema que consideráis horrible y autodestructivo para la inmensa mayoría de la población y el medio ambiente.
Aunque seguro que no te he convencido, espero, eso sí, que se haya entendido mejor lo que había detrás de los titulares. Por cierto, hacéis un trabajo muy interesante en L’ Apòstrof. En serio, me gusta.
Un saludo.
Otro capitalismo es una quimera. Esta es la web del Foro Español de Inversión Socialmente Responsable donde participa Fiare con otros «reformadores» del capitalismo http://www.spainsif.es/miembros La nueva estrategia del gran capital es hacer negocio con la pobreza que genera, la llamada base de la piramide transformando derechos en necesidades.
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