Hace un par de semanas estaba en un parque de atracciones en Massachusetts, haciendo cola para subirme a una vieja montaña rusa de madera. Era un espléndido día de verano en Nueva Inglaterra, y el parque estaba lleno, animado, ruidoso; era difícil no estar de buen humor. En la cola, esperando detrás de mí para subirse al tren, había una familia blanca con tres niñas. Los trenes de la montaña rusa acomodaban dos por fila, así que se colocaron en dos parejas, mientras una de las hijas, de diez o doce años, iba sentada en el coche de delante. Por el azar de la cola, a un chaval negro quizás dos o tres años mayor le iba a tocar sentarse con ella.
Hasta aquí, nada anormal —nadie dijo nada, todo el mundo era cordial, todo el mundo estaba de bueno humor—. Antes de subirse al tren, sin embargo, el chico negro no estaba de pie detrás de su compañera de fila. En vez de hacer cola de forma normal, dejando 30-40 centímetros de distancia, el chaval esperó su turno lejos del andén, más de un metro más atrás. Era una imagen curiosa: un parque lleno de gente, una larga cola para subirse a una atracción y alguien dejando espacio activamente, manteniendo la distancia.
El resto del día me dediqué a mirar colas y espacios, a fijarme en si esa imagen era algo inusual o era algo común. Para mi sorpresa, no lo era; muy a menudo chicos afroamericanos jóvenes, en fila en cualquier parte, mantenían una distancia mayor con otros visitantes del parque. No era algo explícito, directo o abiertamente discutido. Nadie parecía estar pidiendo esa clase de distancia; nadie parecía quejarse cuando no existía. Aun así, era algo común, persistente —una especie de separación inconsciente entre blancos y negros, incluso en la cola de un parque de atracciones.
El motivo de esta distancia es algo casi inseparable de la vida diaria de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, complejo y difícil de describir. Es algo que sucede en todo el país, incluso en los supuestamente más civilizados estados del norte, aunque es más habitual en el sur. Es la persistencia de viejos prejuicios del pasado, de viejas actitudes y concepciones, que hace que los afroamericanos sean a menudo prejuzgados como «peligrosos» en el día a día.
Cualquier familia negra o grupo de amigos en Estados Unidos ha hablado más de una vez sobre qué hacer cuando se encuentran con un policía. Qué deben hacer para no parecer amenazadores, hostiles o sospechosos. Qué deben hacer si un policía les grita, empuja o les insulta. Cómo deben hablar y comportarse para no poner nervioso a nadie y evitar una confrontación. El mensaje siempre es el mismo: las manos siempre visibles, nunca alzar la voz, nunca correr o dar la espalda, nunca responder a provocaciones. Un compañero de trabajo me comentaba el otro día cómo su madre siempre les decía que nunca debían correr en la calle, y menos delante de policías, ya que corrían el riesgo de que les persiguieran. La distancia en el parque de atracciones, en cierto sentido, es un reflejo de estas precauciones, de esta prudencia que la comunidad afroamericana debe mostrar de forma implícita.
Los negros en Estados Unidos tienen una probabilidad mucho más alta de ser parados por la calle por un agente del orden. Driving while black («conduciendo mientras eres negro») no es un crimen en ninguna parte, pero lo cierto es que los afroamericanos sufren controles aleatorios mucho más a menudo, ya que la policía siempre tiene tendencia a verlos con malos ojos. El sistema legal parece estar en su contra: son detenidos muy por encima de otros grupos y tienen una probabilidad mucho más alta de ir a la cárcel durante más tiempo a igual tipo de delito. También parecen ser víctimas de la violencia policial de forma mucho más habitual y recurrente: la policía usa SWATs mucho más a menudo para sospechosos negros. Aunque el consumo de drogas es parecido en todos los grupos raciales, los afroamericanos van a la cárcel en una proporción muy superior. Las estadísticas son demoledoras: aunque los afroamericanos viven en áreas con mayores tasas de criminalidad, el sistema penal americano es desproporcionadamente severo con ellos.
En los últimos meses ha sido un gotear de noticias constante de jóvenes afroamericanos desarmados tiroteados por policías o civiles que creían estar peligro. Mike Brown, el chico que murió tiroteado en Ferguson, Missouri, la semana pasada, es otro más en una larga serie de casos: Ezell Ford, John Crawford, Eric Gardner, Oscar Grant, Robbie Tolan, Billey Joe Johnston, Amadou Diallo, Aiyana Jones, Sean Bell, Tarika Wilson, Khalif Snowden y muchos otros. Aunque cada caso es distinto, hay un patrón sostenido de violencia policial y muertes violentas en barrios negros, a menudo recibidos con indiferencia por parte de las autoridades, y en no pocos casos los agentes implicados nunca son acusados de ningún delito. Aunque no hay buenos datos a nivel nacional, los que hay indican que la policía en muchas jurisdicciones es bastante más propensa a recurrir a sus armas de fuego contra afroamericanos que contra otros grupos raciales. No es en absoluto sorprendente que la comunidad negra empiece a estar harta.
La muerte de Mike Brown hace unos días está ligada a todas esas muertes. Los problemas raciales, la tensión, la violencia policial, forma parte de la caída de las viejas ciudades industriales americanas y la emergencia de la pobreza urbana en Estados Unidos. Ferguson es un suburbio cercano a la otrora próspera ciudad de St. Louis. Como tantas ciudades del Mid-West, St. Louis fue uno de los centros de la colosal industria manufacturera americana en la primera mitad del siglo XX. La población creció de 78.000 habitantes en 1850 a 857.000 cien años después; la ciudad se benefició de tener uno de los primeros puentes sobre el Mississippi, llegando a albergar unos Juegos Olímpicos en 1904. La segunda mitad de siglo trajo la desindustrialización, como en tantos otros lugares, y St. Louis se vio atrapada en una espiral descendente de tensiones raciales, paro, salida de las clases medias (blancas) hacia los suburbios y pérdida de población. La ciudad tiene ahora 318.000 habitantes y casi la mitad de la población es afroamericana. En 1940, eran un 13%.
St. Louis es relativamente inusual dentro de las grandes ciudades americanas en que nunca fue capaz de absorber sus suburbios; Ferguson, aunque teóricamente es una localidad independiente, forma parte del área metropolitana de la ciudad. Los problemas de Ferguson son un reflejo tardío de los males de la gran ciudad de la que depende; la primera oleada migratoria en los cuarenta hizo que muchas familias blancas se mudaran a Ferguson, quintuplicando su población entre 1940 y 1970. A partir de ese momento, el crecimiento se estanca: las familias de clase media blanca empiezan a mudarse de nuevo a otros suburbios más lejos del centro, mientras que muchos afroamericanos empiezan a salir de St. Louis y ocupan su lugar. Ferguson pierde casi un tercio de sus habitantes entre 1970 y 2013, pasando de 29.000 a 21.000. La población pasó de ser un 73% blanca en 1990 a un 67% afroamericana en 2010. Tanto Ferguson como St. Louis tienen tasas de pobreza elevadas (22 y 27%, respectivamente), un reflejo de la decadencia de ambas ciudades.
La población en Ferguson puede haber cambiado, pero no así su política. Seis de los siete concejales del Ayuntamiento son blancos; igual que cincuenta de sus cincuenta y tres policías. La tasa de pobreza para afroamericanos es más del doble que para blancos. La comunidad negra de la ciudad se había quejado con razón en repetidas ocasiones de que la policía aplicaba un doble rasero. Son pobres, están infrarrepresentados en todas partes, la policía les maltrata y el sistema político les ignora sistemáticamente. No es extraño que se sientan perseguidos y marginados; realmente lo están. Cuando el 9 de agosto Michael Brown, un chaval de dieciocho años que iba a empezar a ir a la universidad en unos pocos días, fue tiroteado por un policía sin motivo aparente según varios testigos, la indignación contra los constantes abusos y violencia policial era más que justificada.
Ferguson, aun con todas sus tensiones, es una ciudad pequeña donde los conflictos raciales son relativamente recientes. La respuesta de las autoridades fue increíblemente torpe hasta el punto de que lejos de calmar los ánimos no hizo más que empeorar las cosas. Para empezar, la policía se negó a publicar el nombre del agente que había efectuado los disparos o su informe sobre el incidente. De forma incomprensible no tomaron apenas medidas la noche después del tiroteo y las pequeñas protestas rápidamente se les fueron de las manos con saqueos y disturbios. Al día siguiente, en vez de intentar calmar los ánimos, pidieron ayuda a St. Louis y básicamente sacaron los tanques a la calle. En vez de ir con uniformes de calle e intentar evitar que las protestas pacíficas durante el día degeneraran en violencia, los cuerpos de seguridad aparecieron vestidos como un ejército de ocupación, con cascos, máscaras de gas, blindaje, fusiles de asalto y vehículos acorazados, creando aún más indignación (la militarización de la policía es otra historia separada y también reciente). Tras varias noches de caos Jay Nixon, el gobernador de Missouri, se vio forzado a quitar el control a las autoridades locales y enviar a la policía estatal. Tras una noche de calma, el jefe de la policía de Ferguson, en una surrealista rueda de prensa, reveló el nombre del agente que efectuó los disparos, Darren Wilson, e hizo público un vídeo que mostraba a Mike Brown robando un paquete de cigarrillos de una tienda media hora antes del tiroteo. Era un intento obvio de criminalizar a la víctima; ante la indignación general tuvieron que aclarar horas más tarde que Wilson no sabía que era sospechoso. El daño, no obstante, ya estaba hecho y los disturbios se repitieron, acabando la noche del sábado con un manifestante herido de bala.
Lo más triste de toda esta historia es que a pesar de que no sabemos qué sucedió realmente el 9 de agosto entre Mike Brown y Darren Wilson, en el fondo esto importa relativamente poco. Brown pudo haber intentado agredir al agente, tal como defiende la policía, pero la realidad de marginación, malos tratos, y el lento goteo de afroamericanos que son objeto de palizas, detenciones injustificadas, vejaciones y acoso policial seguirá estando ahí, igual que antes. La muerte de un chico en un suburbio de Missouri será un accidente. La reacción asustada de un policía de mal humor será una anécdota, pero sobre todo es un síntoma, otro más, de la vieja historia de discriminación, marginalidad y oportunidades perdidas que los afroamericanos siguen sufriendo en Estados Unidos.
Si os fijáis, no estoy utilizando la palabra que empieza por R; no estoy hablando de racismo. Ferguson y todas las muertes anteriores, igual que las aterradoras cifras de detenciones, encarcelamiento y pobreza no son, el sentido estricto, fruto de odio racial; no es un racismo explícito, de creer que otros son inferiores. Es algo más sutil, el resultado de años de pobreza acumulada, la progresiva muerte de las grandes ciudades, la desaparición de los viejos puestos de trabajo industriales de baja calificación y buenos sueldos y décadas de políticas públicas hostiles y políticos culpando a los pobres de su pobreza. Muy poca gente en Estados Unidos es abiertamente racista estos días, pero muchos no dudaran a atribuir los problemas de la comunidad afroamericana a sus propios errores, no al fracaso del sistema. Los prejuicios, la idea de que los negros son peligrosos, o de que cometen más crímenes, o que deben ser vigilados más de cerca, son tan o más insidiosos que los viejos odios raciales, porque son socialmente aceptables.
Estados Unidos es una sociedad increíblemente próspera y tolerante. Aun con sus problemas y desigualdades, ningún país acoge inmigrantes con la misma facilidad, y ningún otro país alberga la diversidad de la sociedad americana. Aun así, detrás de esa diversidad se oculta con frecuencia una brutal desigualdad, a menudo increíblemente concentrada en algunos grupos raciales. La sociedad americana parece haber aceptado estas desigualdades durante las últimas décadas, porque los más perjudicados acostumbraban a ser «los otros» (negros, latinos, etcétera), no la clase media blanca. Ferguson, y otras ciudades que han sufrido disturbios en tiempos recientes, son una señal de que los perdedores de siempre empiezan a estar bastante hartos. El problema, como siempre en Estados Unidos, es que los perdedores no son solo negros: la desigualdad ha afectado a todos los grupos, no solo a las minorías. Como siempre que se habla de desigualdad en América, los conflictos raciales a menudo crean divisiones donde no debería haberlas.
Una nota final: la respuesta policial en Ferguson ha sido tan brutalmente desproporcionada como épicamente incompetente. Estos disturbios nunca hubieran escalado de esta manera en España; la policía nunca hubiera utilizado tácticas tan indiscriminadas y brutales, y nunca hubieran permitido saqueos. La policía española utiliza más agentes a pie, sin blindados, y no usa gases lacrimógenos por muy buenos motivos.
Siempre que algo lo escribe Roger (ya sea en Politikon o cualquier otro sitio) me invade la misma sensación de mediocridad ajena. Noto un abuso sistemático de generalizaciones muy cogidas con pinzas, extrapolaciones inconsistentes e interpolaciones incoherentes. Se contradice a sí mismo en el mismo texto y sobretodo noto una pomposidad en las conclusiones no acorde a la información de la que deriva.
Una razón tan buena como otra para volver a ver The Wire.
p.d: El tema de los «saqueos» es interesante. Mas allá del rasgo étnico, en EUA parece existir una tendencia a «saquear» cosas a la mínima bastante interesante. Que tengan muy clara esa línea entre «la normalidad» y «el caos» y que en ese caos todo parece permitido (a la hora de saquear tiendas).
p.d: ¿Seguro que ciertas dinámicas no se nos están pegando aquí en España? (tanto por los que van a manis y terminan saqueando tiendas, como por la militarización de la policía)
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El último párrafo debe ser una broma, utilización de la ironía que se va de las manos y se convierte en una parodia…
Pero me temo que lo dice en serio.
El resto del artículo…en fin, ya lo ha dicho el primer comentario.
«El motivo de esta distancia es algo casi inseparable de la vida diaria de la comunidad afroamericana en Estados Unidos, complejo y difícil de describir.»
¿Complejo y difícil de describir? En tres palabras, Lincoln, Gore Vidal. Haga usted el esfuerzo, bájese de la montaña rusa y lea este libro que ilustra a la perfección lo que parece ser «complejo y dificil de describir»…sic
En Los Simpsom, que no deja de describir la vida en los suburbios estadounidenses, cada dos por tres sacan las antorchas, saquean tiendas, intentan linchar a alguien…
Es algo que está debajo del barniz, y el barniz es muy fino.
Ese «barniz» es la «political correctness» y sí, es muy fino. La mayoría de los blancos tienen sobre los negros los mismos prejuicios de siempre. Siguen siendo percibidos, según las encuestas serias, como: 1) perezosos, 2) violentos y 3) poco fiables.
«Estos disturbios nunca hubieran escalado de esta manera en España; la policía nunca hubiera utilizado tácticas tan indiscriminadas y brutales, y nunca hubieran permitido saqueos.»
Tú debes vivir en otro planeta, ¿verdad? Porque aquí en Madrid estamos hartos de ver cómo los antidisturbios se hartan de bañar a manifestantes pacíficos en toneladas de gas lacrimógeno, romper cámaras a periodistas perfectamente identificados, patear a detenidos esposados en el suelo, y otras lindezas, siempre con el beneplácito de las autoridades del Ayuntamiento y la Delegación del Gobierno. Te diría lo ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio, pero, total, para qué…
No estaba muy empapado del contexto de este caso. Pero no extraña en absoluto que haya abuso de violencia, brutalidad policiaca. Sobretodo en Missouri, uno de los estados con más y marcadas diferencias sociales de ese país.
Dando continuidad a la historia del parque de diversiones, debo asentir. En un par de ocasiones que he llevado a mis hijos a esos centros temáticos de disney world, he notado lo mismo, la gente blanca de clase media guarda siempre una distancia respecto del latino moreno y de los afroamericanos. Es muy notable, y dice mucho de su muy particular ideosincracia.
Por otra parte, el cuerpo policial de aquel país, es extremadamente violento. Y gozan de mucha impunidad.
Vaya, vaya, uno de los de Politikon hablando de racismo… para decir que no, que no se trata de eso. Pero oiga, en cuanto oyen hablar de Palestina sacan a pasear el asunto del antisemitismo con una alegría digna de mejor causa.
Además en Jot Down se acostumbran a leer cositas bastante bien escritas, independientemente de que ideológicamente se encuentren más acá o más allá. ¿Quién ha enchufado a estos?
Ved el video en Youtube del asesinato:
http://www.youtube.com/verify_controversy?next_url=/watch%3Fv%3Dj-P54MZVxMU%26bpctr%3D1408588632
«Los prejuicios, la idea de que los negros son peligrosos, o de que cometen más crímenes, o que deben ser vigilados más de cerca, son tan o más insidiosos que los viejos odios raciales, porque son socialmente aceptables.»
No comprendo este párrafo ni tampoco la justificación de por qué no utilizas la palabra racismo al referirte a lo ocurrido en Ferguson. El artículo estaba gustándome hasta aquí. Que haya 3 agentes negros de 53 no es racismo? Que disparen 6 veces a un chaval de 18 años negro que estaba con los brazos en alto y lo intenten justificar con que robó un paquete de cigarros no es racismo? El índice aberrante de pobreza entre los afroamericanos de Ferguson no se debe al racismo? El miedo SISTEMÁTICO al hombre negro, que causa violencia, desconfianza y rechazo, no es racismo? Y eso de que en Estados Unidos la mayoría no son ya abiertamente racistas… sin comentarios.
Sobre este tema, curioso el GIF que he visto hoy en MetaPicture:
http://themetapicture.com/it-shouldnt-be-like-this/
En Canadá, que presume de ser un país mas tolerante que EEUU con los temas raciales, los barrios tambien tienden al monocolor. Solo hay mezcla en los sitios de trabajo, y no en todos.
Los negros USA son en gran parte el equivalente a los gitanos de España; delincuencia desmesurada, subsidios por doquier, etc. No tiene más misterio que eso, excepto en las mentes de los progres donde todo se basa en el racismo de tooooooda la sociedad hacia nuestros angelitos negros jaja
Mientras tanto, hindúes, coreanos, ameríndios, cholos, judíos, árabes, polinesios y un sinfín más de razas y etnias, llegan a América y prosperan sin problemas.
» Aunque el consumo de drogas es parecido en todos los grupos raciales, los afroamericanos van a la cárcel en una proporción muy superior». ¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad? El consumo de drogas no suele ser delito.
Paco, el consumo y la posesión, por baja que sea la cantidad, de drogas suele ser delito en EEUU. Y en muchos otros sitios (del Primer Mundo, y muchos de ellos europeos) también.
Me hubiera gustado que el autor hubiese añadido una pregunta mas a su articulo (no conozco los datos pero creo que es interesante) y es cuantos policias son asesinados al año por delincuentes afroamericanos en comparacion con asiaticos, latinos, blancos..etc?
Igual tiene algo que ver con como los policias evaluan la peligrosidad de ese tipo que tienen delante en la calle
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