Hay muchos significados simbólicos atribuidos a las flores, uno de ellos es que las flores y la muerte han mantenido siembre una estrecha relación que, como poco, nos debería inspirar cierto respeto. Aun en un intento de evitar la imagen de un Al Pacino ensangrentado, pistola en mano, ataviado con una roja camisa de flores, metáfora y sinestesia todo en uno, las flores no nos dan buena espina cuando de vestirlas se trata.
Y con formas de nieve, el mar y el cielo atraen a las terrazas
de mármol la multitud de jóvenes y fuertes rosas.
Arthur Rimbaud, «Fleurs»
Las flores las carga el diablo. Desde hace varios años, las flores siempre vuelven. Pasarelas primavera-verano plagadas de print floral, como si de rejuvenecer la estación se tratara, y así nos empalagamos mientras quizá sucumbimos a sus brillos. Son el sabor del verano, el turrón del estío.
Pero una cosa son las camisas de flores en Benidorm, que a todos nos hacen gracia o nos han solucionado más de un apuro en un festival, y otra muy diferente que pasen a ocupar un lugar en el armario. Porque puede resultarnos agradable la pintura de Manet, pero ¿en qué momento uno decide acogerlo en su estilismo? Piénsenlo, esto significa admitir y propagar que comulga con ello. Que se las pondría para sacar al perro, para ir a comprar el pan, y hasta sucintamente debajo de un traje gris un viernes cualquiera. De un tiempo a esta parte, ha habido ejemplos que nos confirman que esta tendencia se está extendiendo.
Los hechos
Mad Men, la quintaesencia del estilo en la serie más aclamada por su vestuario de un tiempo a esta parte, y un hombre, Don Draper, el mismo que destila whisky y humo con la mirada, nos regalaba esta imagen al principio de la quinta temporada. Inauguraba verano, esposa, y probablemente juventud.
Ya otra serie, con mucha menos clase, nos había mostrado que las camisas de flores son para el verano. Pero las insistencias de Modern Family siempre nos parecieron una hipérbole caricaturizada que jamás se materializaría.
A su vez, otro hombre, en esta ocasión el arriesgado director de cine David Lynch, quien practica la meditación trascendental desde hace varios años, plasmó su visión holística en una colección de ropa con motivos florales.
A esto llegó The Guardian en los albores del verano anunciando que las flores habían llegado por fin para quedarse. ¿Qué había de nuevo para semejante afirmación?
Rimbaud, señores. Y no es que nos pongamos pedantes a la primera de cambio, es que literalmente la influencia de obras como la de Arthur Rimbaud o Las flores del mal de Charles Baudelaire, unido (creemos) al fracaso de la explosión flúor de años anteriores, han hecho que diseñadores de la talla de Gucci, Alexander McQueen o Dries Van Noten presenten la camisa floral en su versión más oscura, con impresiones dibujadas más ligeras pero rotundas, afiladas, con fuerza. Y que triunfe. Las revistas Esquire y GQ ya se han apuntado al carro: «It’s time to flower- up».
Buscar el consuelo
Echemos la vista atrás. Si la camisa de flores ha llegado para quedarse, busquemos algo a lo que agarrarnos. Algunos hombres respetables tuvieron que hacerlo en su momento:
De aquí a la eternidad (1953). A menudo acudimos a esta película en busca de la famosa foto del beso en la playa, y nos dejamos que fue uno de los primeros papeles protagonistas para la camisa de flores. Si Frank Sinatra lo hizo, todos podremos.
A Elvis Presley no le quedó otra. Rodar tres películas seguidas en Hawaii no le dejaba escapatoria. Menos mal que además nos dejó una de las bandas sonoras más exitosas, la de Blue Hawaii (1961). Tras este primer título, le seguirían Girls, girls, girls (1962) y Paradise, Hawaian style (1965).
Las flores de nuevo en un asunto delictivo, de la mano de los hermanos Coen con Raising Arizona (1987), esa película de culto de la que hablamos poco y vemos menos de lo que deberíamos. Si algún día nos toca acabar en la cárcel, que sea como Nicolas Cage.
Y no en la cárcel, pero casi, acabó Leonardo Di Caprio en aquel Romeo + Julieta (1996) de la modernidad. Antes de ser el Lobo de Wall Street, un joven Di Caprio vestía de hawaiano y le sentaba como los ángeles, no así a su banda de pistoleros. Suponemos que fue cosa de la ambientación en Verona Beach, el caso es que los tipos duros floreados no son algo del pasado. Lo que no sabemos es qué habría pensado Shakespeare de esto.
Y por si no es suficiente para nuestro recio parecer, no hay nada que un mito de los noventa no pueda ablandar. Claro que a Kurt Cobain le tocó vivir una época pop y una vida subversiva, aunque tuvo tiempo de convertirse en el referente de toda una generación.
En 1988, los artistas que tocaban bajo el sello de Sub Pop empezaron a tocar grunge, el nuevo nombre que le pusieron a su rock plagado de influencias. Kurt Cobain se convirtió en mesías del movimiento, que quedó plasmado en la portada de la revista The Face en los noventa. Raya en el ojo, cigarro y vestido de flores. Había nacido un icono.
Cómo llevarlo con naturalidad
… Y que no parezcamos disfrazados.
Al 90%, la clave de la magia está en escoger el estampado adecuado, porque hay flores y flores. El otro 10% está en la hechura de la camisa. En esto, lo mejor es no salirse de lo clásico: el corte recto de la camisa hawaiana.
Para tranquilizar nuestra percepción, quizá sirva un poco de historia.
Hay toda una mitología en torno al origen de la camisa hawaiana, que va desde su nacimiento en las islas Filipinas a la isla de Samoa. Tan importante era en esta región del pacífico sur que hasta principios del siglo XVIII era la moneda de cambio.
La kapa era un modelo de tela simple que se encontraba en estas zonas, hecha y teñida a base de golpes con la corteza del árbol de la morera. Efectivamente esta tela era la moneda de cambio en esta pequeña parte del mundo.
Entre los años veinte y treinta, se notó mucho la presencia de población japonesa, que introdujeron la seda y la alternaron con el algodón. Musa- Shiya The Shirtmaker, uno de los mejores sastres japoneses de Honolulu, supo hacer negocio con ello, haciendo camisas que ayudaban a los visitantes a sentirse como verdaderos turistas en vacaciones, a desconectar del mundo. Tenemos el material, y tenemos el business.
Durante la Segunda Guerra Mundial y los patrones de vestimenta para el trabajo y los negocios, la camisa hawaiana, atuendo diario de varias islas, fue descartada, y varios fabricantes y artesanos intentaron «ajustarla» al gris discreto y a la formalidad impuesta, que poco cuajó entre las gentes. Fallaba el marketing. Por suerte en los años cincuenta la camisa hawaiana vivió una época dorada, coincidiendo con un notable aumento del turismo, y así creció la producción, que además se diversificaba en calidades y motivos. De esta época hoy se guardan piezas que alcanzan los diez mil dólares.
La camisa hawaiana, o la «aloha shirt», tenía ese algo especial que solo las cosas únicas tienen. Su estilo, antes de existir la televisión, mucho antes de la globalización, se dibujó observando la naturaleza, que regalaba motivos a raudales. También el ukelele y el surf de Waikiki estaban en estas camisas, aun cuando ni siquiera eran vintage.
Gran artículo!! Las flores deberían marchitarse de una vez por todas! Para las fiestas veraniegas y/o/u horteras podemos ir tirando con lunares o semejantes!! jajaja
Sólo por la imagen de Don Draper en TODA la quinta temporada de MadMen queda demostrado que las flores en un hombre amariconan y quitan carácter salvo que tengas el estilo insuperable de un gaylord. Creo recordar que en «Muerte entre las Flores» no había ni un solo plano de ningún ser masculino con floripondios. Por algo será.
«Solo hay dos tipos de hombres que lleven camisa de flores: los fiesteros obesos y los maricones. Y Bart no parece un fiestero obeso.»
Vale, pero yo siempre dudo qué corbata ponerme con esas camisas
Me pregunto cómo se escribe un artículo así. ¿Uno tiene un hilo porque recuerda imágenes de gente vestida con flores o más bien uno abre google y descubre referentes conocidos floreados y se inventa un hilo con lo que le va saliendo?
Definitivamente la guayabera. Con un discreto glifo colorido. Denota el vitalismo y desenfado de la hawaiana pero con un toque varonil de elegancia indiana.
Junto con el sombrero de panamá y el habano en la boca, siempre la visto cuando recorro mi hacienda y superviso la cosecha de caña de azúcar.
Yo hago lo mismo, pero hábleme del caballo: trencitas en la cresta y cola recortada, NOT.
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No se ha nombrado a Magnum, esto es de traca.
Yo estoy llendo al psicologo para que me ayude a que me atreva a vestir esa tipo de camisas….
Siempre que no se llegue al punto de no retorno de la fotito de Kurt Cobain, sí.
No sé a qué vienen tantas dudas. Los mejores jardineros son hombres, eso sí, de pantalones a cuadros. Y los capullos son atributos esencialmente masculinos. ¿Y ellas? Ellas son las espinas de nuestras rosas, tan punzantes, tan lacerantes, tan sutilmente dolorosas.
Los hombres con estampados de flores perfectamente podrían ser la reencarnación de lucifer. Algo maligno bulle en su interior, sin lugar a dudas.
creo que los hombres pueden vestir como quieran, gracias por el post!
llevar calcetines blancos con chanclas, vestir de chándal teniendo ya una edad, las camisas hawaianas… desde luego que sobre gustos no hay nada escrito…
Me encanta usar ropa con flores, hasta mis calzoncillos los uso con flores y eso no quiere decir que sea gay, ni nada de eso.