La crisis tiene sus cosas buenas. Ahora no es extraño que un español tenga a su pandilla dispersa por varios países. Gracias al paro que les ha echado puedes hacer turismo barato yendo a visitarles. No llegamos al nivel de los exyugoslavos, forzados a abandonar su país por las ridículas guerras nacionalistas y las crisis consecuentes, que pueden dar la vuelta al mundo de barbacoa en barbacoa sin dejar de comer ćevapi un solo día. Pero todo se andará. Por ahora no vamos mal, cada vez tenemos más bases. Más diáspora. ¡Bien!
Con este panorama, Alemania, como es normal, es un país en el que todos tenemos montones de amigos. En el caso que nos ocupa en esta entrega de «Busco en la basura algo mejor», hablaremos de Martín y María José, una pareja que se está ganando la vida en Kassel. Nos encontramos en Berlín hace un año y pude escuchar historias alucinantes de sus experiencias en este país entre cervezones, comida turca y tíos modernos que iban descalzos por la calle.
Por ejemplo, Martín un día tuvo que visitar una antigua fábrica de pieles por asuntos del curro y se encontró en una habitación un montón de máscaras antigás numeradas y sin usar, todas apiladas contra la pared. Desde la II Guerra Mundial llevaban ahí. Y lo que es mejor, en otra pared, al lado, había una pintada. Decía: «Salamanca, arte, saber y toros». Eso no era de los nazis, suponemos, era un vestigio de nuestro paso en los años sesenta como mano de obra barata.
Pero la historia buena era la de María José. Había conocido a un caballero en Kassel que era propietario junto con su mujer del Foto Motel. Un hotel lleno de fotos, juguetes antiguos, máquinas de fotos viejas, un piano… Todo un museo. Se llama pitze Eckart (1949, Iserlohn) y él y su mujer, Elfi, son artistas. Montan en el salón de su casa conciertos de música experimental, improvisación y rollos de ese estilo. No obstante, lo que más me interesó de lo que me comentaron de él fue uno de sus trabajos fotográficos.
A finales de los años 2000, se pusieron de acuerdo dos museos de Alemania, uno de Erfurt, ciudad de la antigua RDA y otro de Bad Arolsen, en lo que era la RFA, para sacar un libro de fotografías: West Menschen / Ost Menschen (Gente del oeste / Gente del este). Imágenes cotidianas a un lado y otro del telón de acero.
Me consiguieron un ejemplar y, ojeándolo, las historias que había detrás de cada fotografía que pitze Eckart les había contado me parecieron increíbles. Lo suficiente como para traerlas aquí. Estas son algunas de las fotos de la mitad correspondiente a la vieja Alemania Federal de este maravilloso libro y, «en exclusiva» para este blog, sus relatos. Habla pitze Eckart.
«Eran las bodas de plata de este hombre (señalando al del centro). Mi mujer y yo nos mudamos a Korbach para trabajar y econtramos una casita en las afueras. Nuestra casera era una mujer muy amable y su marido, que era enorme, era ciego. Había estado en las SS. Supongo que por su gran tamaño, no creo que fuera una mala persona. Era evidente por sus características físicas que lo alistaron en las SS.
Tenía un perro lazarillo muy malo que se escondía debajo de los camiones. El hombre también tenía la manía de, cuando llovía, coger una regadera, llenarla de agua y ponerse a regar las plantas del jardín.
De vuelta al día que saqué la foto, estas tres personas, que destacaban entre los invitados de la celebración, se sentaron en una mesa aparte. Yo no tenía, por lo demás, nada que ver con ellos, pero me dijeron: «son nuestras bodas de plata, haga por favor un par de buenas fotos, señor Eckart».
Los tres eran ciegos, por este motivo se llama la imagen «Alte Kameraden» (viejos camaradas). Al final de la guerra, los rusos les obligaron a limpiar campos de minas. Era un batallón de castigo. Les dijeron: «ustedes son los más malvados entre los soldados y ahora que son nuestros prisioneros de guerra, van a encargarse de limpiar campos de minas». El término «Batallón de castigo» venía de los nazis, del batallón de castigo 999, para tareas especialmente peligrosas en el frente.
Se debieron quedar ciegos por un explosivo, después de la guerra era frecuente. Cuando yo iba al colegio, un compañero encontró una granada y como vio que brillaba, la golpeó. Perdió ambas manos y le destrozó la cara.
Korbach está cerca de Bad Arolsen, un principado. El príncipe heredero, Josias, fue miembro de la Totenkopfdivision y era el jefe de la Policía de Thüringen y Hessen, así como jefe de Buchenwald. Estuvo en los primeros procesos después de la guerra y fue condenado, pero debido a su mala salud fue liberado al poco tiempo. Él estaba en la prisión de Dachau y se marchó rápidamente al castillo en Schaumburg an der Lahn, que era propiedad de la familia Waldeck.
Waldeck es un lugar muy especial de Alemania. Fue el último principado que tuvo el país. Un principado muy, muy pequeño con un castillo enorme para la familia principesca, que hoy todavía sigue allí, es la mayor terrateniente de la región y mantiene aún esta terrible historia en secreto. Ningún historiador puede investigar a la familia. Siguen bautizando a sus hijos con nombres como Wittekind (Viduquindo). Hubo muchos encuentros después de la guerra de camaradas de la SS Totenkopfdivision en el castillo… Y durante mucho tiempo nadie dijo que eso fuera un escándalo. Era, sencillamente, el «pasado pardo» de la región de Waldeck».
«Lo especial de la foto no tiene que ver con la toma ni con el encuadre. En aquel momento trabajaba en una casa de la juventud, en una instalación municipal, y tenía la foto en gran formato colgada en mi despacho. El asunto de la foto era la lactancia.
En aquella época en Alemania era absolutamente imposible que una mujer diera el pecho. En el hospital era normal que el bebé recién nacido fuera llevado inmediatamente a la sala de nidos y la mujer permaneciera en su habitación mientras que su hijo era amamantado por una nodriza.
Y si una quería amamantar a su propio hijo, era una batalla. Se pesaban los senos y te decían: «sus pechos son muy pequeños. Usted tiene solo 30 gramos y deberían ser 50. Tendríamos que añadir 20 gramos con el biberón».
Por otro lado, cuando por ejemplo ibas a un restaurante y el niño tenía hambre, pensabas ¿qué hacemos ahora? Era un tabú. La mujer se tenía que esconder debajo de la mesa a dar el pecho a su hijo.
Entonces, como protesta por todas estas situaciones absurdas, puse esta foto en la pared de mi despacho. A veces entraba alguien a mi oficina y era gracioso cuando decía:
—Menudas tetas tiene esta.
Y yo respondía:
—Sí, es mi mujer
—Oh, discúlpeme».
«Esta foto la tomé en los años setenta en la ciudad de la que provengo, Iserlohn, donde fui al colegio. Allí, durante mis estudios universitarios, trabajé como cartero. Había vuelto para fotografiar las calles donde diez años antes había trabajado. No tenía previsto fotografiar a personas, pero de repente, este hombre, al que no conocía, pasó por delante. Me propuse como fuera que saliera en la foto y, como a él no le apetecería, vino hacia mí y me escupió.
En aquel momento no había ninguna legislación aplicable a la fotografía. Ahora todo el mundo de alguna manera tiene interiorizado que hay una legislación que dice que se tiene derecho a la propia imagen y solo bajo unas circunstancias determinadas te pueden fotografiar.
En los años setenta la gente no era tan sensible. Te puedo poner un ejemplo: en esta década podías ir a un gran concierto de rock de Emerson, Lake and Palmer, que estaban en ese momento entre los veinte grupos más importantes del mundo, y los organizadores te llevaban delante del todo y te decían, «aquí tienes mejor sitio para sacar fotos». Ahora hacen controles a la entrada y te quitan la cámara. Era otra situación».
«Es un taller para discapacitados con el que estuve relacionado. Están con las tiras de papel encerado en las que se introducían cerillas.
No las conocía, se nota en su mirada».
«Tampoco conocía a esa joven. La foto la tomé durante la documenta, delante del museo Fridericianum. En Korbach, que era donde vivíamos, había muchos punks. Yo era el responsable de la casa de la juventud y se escuchaba mucho a los Sex Pistols y los Dead Kennedys. Sí había un movimiento punk.
Estudié Pedagogía, pero lo que quería realmente era dar clases en el movimiento sindical. Como no era políticamente sencillo, no conseguí ningún puesto y acabé en la nueva casa de la juventud. En los años ochenta, se tenía la idea de que la juventud se autogestionaba, de que podían autoorganizarse, aunque fuera en una ciudad de treinta mil habitantes como Korbach. Pero el centro tenía mala fama entre los vecinos porque siempre había muchos problemas por excesos con el alcohol y peleas. Al final lo demolieron.
Llegué al centro después de que se fuera al garete. Lo curioso es que yo venía del mundo sindical, donde teníamos una estructura muy cuadriculada, con los enlaces sindicales y los comités de empresa. Fue sorprendente llegar de pronto a una casa joven donde todos decían ¡queremos una discoteca! Y se les dejaba hacer una discoteca de la que desaparecían todos los vinilos y se bebía un montón.
Transformamos la casa de la juventud en un centro de formación. Montamos talleres de serigrafía y fotografía. He leído recientemente que no ha vuelto a haber una época como esa, al principio de los años ochenta, donde todo el mundo conocía lo que era la apertura del diafragma, la distancia focal y el tiempo de exposición. Fue el punto álgido de las cámaras Réflex».
«No es sangre lo que tiene en la cara, es henna de color rojo, de la que se usa para teñir el pelo. Era un fin de semana que nos fuimos con los jóvenes a Dörnberg que está en las cercanías de Kassel. Allí había un centro juvenil del estado de Hessen, unas instalaciones educativas donde los grupos de chavales tenían la posibilidad de pernoctar. Disponían de treinta habitaciones, una cocina y espacios de trabajo.
Esta chica pertenecía a una tribu social. Los jóvenes se sienten más fortalecidos cuando están absorbidos por estos movimientos. Tenía afinidad con el punk, por eso se tiñó el pelo de rojo y aparentaba ese aspecto de estar acabada, que en casa de sus padres no hubiera podido tener».
«Esto es el muro de Berlín, era como una instalación artística de Dalí, una situación surrealista. Había una plataforma separada a una distancia del muro desde la que se podía ver el lado este. Lo que hacían estos jóvenes era una mezcla de turismo, afirmación y formación política. Algo más típico del lado oeste».
Ahora me he propuesto realizar una serie de fotos que vuelve a estar relacionada con Waldeck. Es un trabajo que tiene que ver con la transformación del paisaje natural en paisaje cultural. Waldeck es una zona natural con grandes bosques de hayas y arroyos, sin embargo es un paisaje marcado por el hombre, fundamentalmente para la economía. Me interesa este aspecto que es tan típico, no es símplemente naturaleza salvaje, sino paisaje donde está la acción del hombre. De momento me fijado en tres elementos: las avenidas arboladas, las canteras y los cobertizos. Me he comprado un Smart con un portabicicletas y una bicicleta eléctrica y cuando tengo tiempo, con el hotel tengo poco, me voy a Waldeck, me informo previamente de dónde puede estar lo que me interesa, subo con la bicicleta las montañas y fotografío. Tuve un acuerdo con Bad Wildungen para mostar las fotos en su museo para el 2015, pero me doy cuenta de que no me viene bien trabajar bajo presión así que en principio estoy haciendo las fotos para mí.
Fotografías: pitze Eckart
Traducción: Dieter Stepner
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