Afrontémoslo: guías de Londres hay millones. Sin embargo, por alguna razón la mayor parte de la gente que visita Londres acaba con las mismas fotos en su Facebook. Basta ya de venir a Londres en Ryanair, comer fish and chips (y quejarse porque uno esperaba varitas de merluza Pescanova), beber pintas de San Miguel porque las copas son pequeñas y caras y hacerse selfies con el primer cliché londinense que se cruza en el camino.
Esto no aspira a ser ni un best of de Trip Advisor ni una puesta al día de las Historias de Londres de Enric. He aquí una guía pretenciosa de Londres. Una serie de lugares que pretenden ser más de lo que son, y por eso molan. Les rogamos que, si deciden hacernos caso y seguir nuestros consejos, hablen bajito y se abstengan de subir fotos a Facebook en cuanto roben una señal wifi.
CLUBES: EL LONDRES MÁS RANCIO
No, no hablamos del Ministry of Sound. De hecho, en estos clubes probablemente nunca consigan entrar. Los genuinos clubes de Londres son un agujero que transporta en el tiempo a una era en la que todo el mundo vestía de traje, no había teléfonos móviles y las mujeres no entraban a según qué sitios. Formar parte de estos clubes no es solo cuestión de dinero, sino más de paciencia: se tarda hasta ocho años en ser admitido y para ellos hace falta contar con un número de apoyos entre los miembros existentes. Y no, ni los padres pueden enchufar a los hijos ni se admiten invitados. Será por eso que los clubes son uno de los últimos reductos sin jeques árabes.
El rey de los clubes retro de Londres es Boodle’s. Fundado en 1762 por el que después sería primer ministro Lord Shelbourne, Boodle’s ha visto pasar por sus salones a personajes claves de la historia británica como el creador de James Bond, Ian Fleming, el economista Adam Smith y el incuestionable Winston Churchill. Se dice que fue en Boodle’s donde Beau Brummell, el tipo a quien debemos la palabra dandy, hizo su última apuesta que acabaría dando con sus huesos en el exilio francés por ser incapaz de pagar.
El más antiguo de los clubes de Londres fue durante años la sede de los tories (mientras que los más progresistas whigs iban a Brook’s). En White’s la clientela del club incluye al eterno aspirante a rey de Inglaterra, que celebró en él su despedida de soltero bañada en botellas de champagne Bollinger antes de casarse con Diana Spencer (su hijo William es también miembro hoy día). Las mujeres no son admitidas y, aunque la reina fue invitada en 1991, David Cameron abandonó el club para ser más políticamente correcto.
Brook’s es el último de los tres grandes, y el único que dejó entrar una vez a una mujer: la reina Isabel. Semejante aperturismo es sin duda debido a que Brook’s es el más moderno de los tres: abrió sus puertas en 1764. El proceso de unirse a los otros mil cuatrocientos miembros del club incluye varios filtros que se alargan durante dos años… sin ninguna garantía de éxito. El penúltimo en ser rebotado por la gente de Brook’s fue James Murdoch, hijo de. Antiguos miembros incluyen a William Pitt hijo, el economista David Ricardo y el novelista Patrick O’Brian.
Si no han conseguido colarse en ninguno de los anteriores, siempre les queda la opción del Handlebar Club. Para lograrlo, eso sí, tendrán que olvidarse del afeitado durante un tiempo. Desde 1947, un grupo de fanáticos del bigote se reúnen el primer viernes de cada mes en el Windsor Castle Pub de Marylebone. Hace falta ser miembro, pero la entrada al pub es gratuita. Los miembros llevan corbata o pajarita color burdeos, y los amigos e invitados color azul oscuro. Las barbas están totalmente prohibidas; el Handlebar no es un club para hipsters.
EL CENTRO, SIN EL CENTRO
El centro turístico de Londres —más o menos el trapecio cuyos bordes son Hyde Park al oeste, Oxford Street al norte, Kingsway al este y el Támesis al sur— es por lo general un sitio intransitable que no sabe lo que es la temporada baja. Sin embargo, si uno logra llegar se olvida de la columna de Nelson, los logos de Picadilly y el Primark de Oxford Street, hay cosas que hacer sin ser mainstream.
Presenciar una subasta
Una de las entidades británicas más clásicas es, desde hace dos décadas, propiedad de un francés. En Christie’s se ha subastado de todo, desde documentos de George Washington himself hasta el vestido negro de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. A principios de 2014 Sir Alex Ferguson anunció la subasta de su colección de vinos acumulada a lo largo de los últimos veinte años. Algún afortunado (y rico) aficionado del Manchester United se llevó seis botellas de Pétrus 2011 y una camiseta del club por 8ocho mil quinientas libras. Presenciar una de estas subastas es posible registrándose en Christie’s con un simple pasaporte. Levantar la mano para hacer una oferta ya es otro tema.
Hacer la revolución con un helado en la mano
¿Qué mejor manera de diferenciarse de Haagen Dazs que lanzar un helado hecho con leche materna y llamarlo Baby Gaga? Sanidad retiró el producto a los pocos días, pero el manifesto de The Icecreamists había triunfado. No es de extrañar que el logo de la compañía sea una variante de la Jolly Roger, la bandera pirata. Desde su sonado lanzamiento en 2011, The Icecreamists hacen la revolución bola a bola en su local de Covent Garden.
Cenar en una cripta
No vamos a mentir: la iglesia de St Martin in the Fields, en pleno Trafalgar Square, es bastante mainstream. Lo que sabe menos gente es que en ella se esconde The Café in the Cript, donde se puede comer y beber entre piedras sepulcrales. Los miércoles por la noche hay jazz en directo. Y todo a un precio bastante razonable. ¿Quién dijo que la Iglesia necesitaba ser financiada por el Estado?
Tener criterio hablando de gin & tonics
Para empezar, jamás le llamen gintonic, sino gin & tonic. El gin viene de Londres, pero en realidad el G&T en el Reino Unido es una bebida que no está de moda y la mayor parte de bares la sirven pequeña y caliente. The London Gin Experience, en cambio, propone un recorrido por la historia de algunas de las marcas más conocidas, desde Beefeater hasta Sipsmith. Y todo eso, cada sábado a las once de la mañana.
Bubbledogs
No es casualidad que esté en Fitzrovia, junto a las agencias de publicidad, el que posiblemente sea el local más pretencioso de esta lista. Bubbledogs se sube al carrito de comida rápida deluxe como aquel Fast Good de Ferran Adrià y ofrece perritos calientes con champagne.
Lo bueno: no ofrecen Moët Chandon (que en España se considera la rehostia cuando es champagne de supermercado). Lo malo: los perritos calientes son peores que los de cualquier puesto callejero de Berlín. La clientela es en su mayoría publicistas demasiado jovencitos como para pagarse una cena en Roka, el japonés al otro lado de la calle, que es el que de verdad mola.
Bounce
Situado en Chancery Lane, zona de abogados y consultores, Bounce es un bar erigido en el que —dicen ellos— es el lugar donde se inventó el ping pong. La comida es fullera pero a quién le importa: en el bar hay una multitud de mesas de ping pong donde emular al doble de acción de Forrest Gump. Ojo al momento en el que se apaga la luz y hay que jugar siguiendo las pelotas fluorescentes. With all due respect.
TÉ: EL CLICHÉ INEVITABLE
Imposible evitar el cliché del té, pero lo cierto es que a diferencia del gin & tonic, el té lo bebe todo aquel que ostenta pasaporte británico. Si en Francia el Estado subvenciona el pan para evitar la revolución, en Inglaterra la clase dirigente hace lo mismo con el té: en muchos lugares de trabajo el café es de pago mientras el té es gratuito.
Prêt-à-Portea ofrece una experiencia de té tan pedante que dan ganas de atizar al maître. Situado en pleno corazón del pijerío londinense —en el hotel Berkeley, Knightsbridge— no es tanto la bebida lo que cuenta como la repostería con forma de trench coat de Burberry o zapatos de Manolo Blahnik. La colección primavera-verano 2014 incluye una camisa con geometría gráfica de cereza y mousse de chocolate blanco cortesía de Victoria Beckham. A pesar de que ella no coma.
Para compensar tanta modernez, nada mejor que irse a tomar el té a la tea room más antigua de Londres. El Brown’s Hotel, en Mayfair, lleva ciento setenta y siete años sirviendo el té; algo sabrán del asunto.
EL SOUTH BANK TAMBIÉN EXISTE
Hacer cima en el O2
El O2 es una especie de Palau Sant Jordi con esteroides. En el interior del O2 se celebran los conciertos más multitudinarios de Londres, y cada año se disputa en él el Barclays ATP World Tour Finals de tenis. Sin embargo, desde el verano de los Juegos está abierto Up at the O2, una experiencia que permite escalar la cúpula del recinto y disfrutar de una vista inédita al borde del Támesis. A pesar del traje y el arnés, la escalada es facilita, apta para familias con niños a partir de diez años.
Salir a la búsqueda de Banksy
No muy lejos de la estación de Waterloo (pronúnciese como la ciudad belga, «Waterlo» en lugar de esa horterada de acabarlo en u) está Leake Street, la única zona de Londres donde está oficialmente permitido el grafiti. En 2008, el túnel que allí hay fue dado a conocer por Banksy, pero desde entonces otros muchos artistas del espray de pintura han dejado su huella… sobre las de Banksy. Lo bueno de este túnel es que sus paredes cambian constantemente de aspecto, con lo cual siempre se puede hacer una foto única. O casi.
Y POR SUPUESTO, EL ESTE HIPSTER
Meca del postureo hipster, Shoreditch fue durante años un barrio que solo se puede definir en esa bisectriz entre lo cutre y lo peligroso que es el adjetivo dodgy. A medida que las agencias de publicidad se fueron moviendo desde el Soho hacia Shoreditch y el precio de la viviendo se disparó, el hipsterismo verdadero se desplazó hacia Dalston primero y Peckham después. Hoy Shoreditch está a punto de mainstream, pero mientras Zara no abra una tienda seguirá teniendo gracia. El término «Shoreditch twat» es parte del vocabulario habitual londinense para referirse a cretinos que van (disfrazados) de creativos.
Entrar en el armario (y tomarse un gin & tonic en él) del Callooh Callay
El nombre viene de una expresión utilizada por Lewis Carroll, y el bar refleja la atmósfera surrealista del creador de Alicia en el País de las Maravillas: una vez dentro del bar se puede acceder a la Jub Jub room, una estancia oculta a la que se entra a través de la puerta de un armario. Para ganarse el acceso el barman exige recitar de memoria diálogos de la Alicia en el País de las Maravillas versión Tim Burton. Es broma, no son tan crueles como para recurrir a Tim Burton.
Escalar un falso castillo
A pesar del rimbombante nombre, no se trata de un castillo de verdad, sino una estación de agua en el este de Londres creada a mediados del siglo XIX para evitar que la gente bebiese agua del Támesis. En los años noventa fue reconvertido en un insólito centro de escalada en el barrio de Stoke Newington.
Sobrevivir al Blitz
Si hay dos cosas que los ingleses adoran (además del football), son reírse de sí mismos y disfrazarse. Por eso que en Londres nadie levanta una ceja cuando el metro se llena de zombis, pin-ups, superhéroes y otras yerbas. Las fiestas de disfraces son tremendamente populares, pues resultan la ocasión perfecta de desihnibirse sin que a uno le reconozcan. La Blitz Party nos lleva de vuelta a 1940, días de pintalabios rojo y lluvia de bombas sobre Londres. Con música en directo en un búnker antiaéreo, las chicas se ponen vestidos de época y los chicos se visten de oficiales de la RAF. El único momento en el que los ingleses no se ríen es cuando uno se viste de soldado alemán. Y si no que le pregunten a Max Mosley.
Me quedan por conocer demasiadas partes de España como para aventurarme al extranjero.
Eso dice mi amigo pastor de un pueblo de La Mancha cada vez que alguien menciona un viaje al extranjero.
AL del comentario anterior, di q sí. Para qué salir teniendo Jotdown, q es como viajáis los de provincias
És el que em passa a mi amb Catalunya i la resta de la península.
Et c’est maintenant que tu me bouffes la bite, aprés avoir baisé ta mére et ta soeur.
Para pretenciosa, la foto que abre el artículo: vaya basura de HDR más penosamente hecho, que arruina lo que podría haber sido una bella imagen.
Peor que la técnica fotográfica de la imagen me parece lo que se ve en ella: esos engendros arquitectónicos acristalados absurdos merecen una buena bomba.
Cuánta razón tenía (y tiene) el orejudo:
http://www.youtube.com/watch?v=0iriNIKeBLY
A mi me pasa igual que al 1 y al 3. Me ofrecieron un viaje gratis con todos los gastos pagados y podía escoger entre Australia, Madagascar y Villabotijo del Cerro Torcido. Este último sitio aún no lo conozco. Por supuesto fue mi elección. A Australia y Madagascar que les den.
Por cierto ¿de donde saca el autor que Waterloo en inglés se pronuncia como una «o» y no como una «u»? Exactamente como una «u larga» /u:/. Y además dice que la pronunciación correcta es «una horterada». ¿?
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Dios son planazos!!! Vivo en el este así que es postrero moderno hipsteriano lo tengo controlado, disfruto con el arte, tengo pendiente lo de Bansky, pero está en agenda <3
Y sin duda quiero meterme en el armario ese, para luego salir (jujuju, que humor de buena mañana zeñó! XD)
Me ha gustado mucho, a pesar de los trolls que te comentan…molas!
Chuuu!!
Vaya, acabo de aprender que todos los ingleses son tan horteras de pronunciar «Waterloo» acabado en U porque ES JUSTO ASÍ COMO SE PRONUNCIA. En inglés claro, si hablas espanglish pronúncialo como te de la gana
A lo mejor, y solo a lo mejor, Waterloo se pronuncia con O final porque no es una palabra inglesa, sino belga. A lo mejor el inglés no es el único idioma del mundo y pronunciarlo todo a la inglesa es una catetada, igual que lo sería hablar de, no se, New York diciendo literalmente «n-e-w».
Que no hay ninguna obligación de saberlo ni de saber valón, pero tampoco hay que pasarse de listo. Y los ingleses (y todo el mundo) pueden pronunciar «u» si les da la gana, pero eso no hace que esté bien.
Se pronuncie como se pronuncie en Belga, el sitio (la estación, la zona que la rodea, el puente) en Londres (donde se habla inglés) se pronuncia con /u:/.
En cuanto alguno de los lingüistas aquí presentes me explique qué idioma es el «Belga» me quedare más tranquilo con la pronunciación de «Waterlo». Curiosamente en Bruselas todo el mundo lo acaba en /u/, pero que sabrán los putos belgas de pronunciar sus localidades, ¿no?.
Os olvidáis de dos sitios increíbles de Londres: Notting Hill, pasearse un sábado por la mañana por ese mercado y perderse en el, es de las sensaciones mas bonitas que viví en la capital británica. El segundo lugar es Candem Town, esta claro que es una zona turística, pero quien lo conoce siempre te invita a descubrir nuevas cosas .
Que yo sepa el Southbank es el tramo que va del puente de Westminster hasta el Tower Bridge en la orilla sur (igual estoy equivocado). El O2 está en la orilla norte del río a la altura de Greenwich (enfrente, mejor dicho), que por cierto, los londinenses a los que he escuchado lo pronuncian «grinich».
En cuanto a cómo se pronuncia Waterloo, déjense de peleas de gallitos fonéticos y háganle caso al gran Ray Davies: https://www.youtube.com/watch?v=Cyh__QQD2js
Ups, no, el O2 no está en la orilla sur del Támesis… estaba convencídisimo que sí, porque desde lo alto del Observatorio de Greenwich parecía que sí. Fallo mío.
Vaya por Dios, lo que quise decir es que NO está en la orilla NORTE.