Artículo Premium. Jot Down Magazine para Alhambra Reserva 1925.
«Nunca envíes a un humano a hacer el trabajo de una máquina». Lo dijo el agente Smith, toda una autoridad la materia. Y tenía razón, al menos si lo miramos desde su propio punto de vista. Para su desgracia, ni él ni ninguna otra máquina se ha distinguido jamás por tener un punto de vista demasiado amplio, o acaso un punto de vista a secas. Mientras esto sea así —crucemos los dedos, nosotros que los tenemos—, seguirá habiendo tareas en los que la regla aplica a la inversa y las manos humanas no son solo la mejor opción, sino la única. Tareas que necesitan eso mismo, un punto de vista. O pasión, si prefieren. E incluso alma. Llámenlo como quieran o por su nombre, que siempre es lo mejor: artesanía. Esa alquimia misteriosa que hace de cualquier producto, cualquiera, uno superior. Hoy repasaremos algunos de los trabajos que, se ponga como se ponga, nunca podría hacer el agente Smith:
Trabajar el vidrio, por ejemplo. Y, en concreto, soplarlo. Hubo un tiempo en el cristal no se soplaba y este solo se presentaba en bloques, de modo que se usaba poco más que para confeccionar cuentas de collares y otros ornamentos.
Diego Rodriguez, maestro soplador de AR1925.
En el siglo I, sin embargo, los fenicios descubrieron que soplando el vidrio incandescente se podía moldear. ¿Cómo? Con un crisol, una pipeta y mucha pericia. Esa es la razón por la que, hasta el día de hoy, los mejores productos de vidrio que se producen siguen siendo artesanales. No digamos ya cuando se trata de convertir el cristal en arte.
Otra cosa muy vieja: los libros. No son objetos particularmente delicados, y sin embargo la encuadernación artesanal sigue siendo un oficio que goza de salud. ¿Por qué? En realidad, por la misma razón que con el vidrio. Bajo las manos expertas, un manojo de hojas cosidas a dos tapas duras pueden acabar convertidas en una verdadera obra de arte.
En otras ocasiones la obra de arte ya existe y se trata de que recupere su antiguo esplendor. Es a lo que se dedican los profesionales de la restauración arqueológica, otro oficio en el que las técnicas no son siempre artesanales, pero sí lo son las manos que las acometen. Aquí no hay dos trabajos iguales ni automatismos que valgan. La formación del restaurador, su sensibilidad y su conocimiento de la pieza original son determinantes para que un friso griego, un templo egipcio o una escultura romana luzcan como en sus tiempos de gloria.
Igual que ningún ordenador puede crear la música que sí hace un humano o que ninguna máquina puede ejecutarla como los dedos, tampoco se sabe de ninguno que haya fabricado un instrumento mejor que el mejor artesano.
Incluso a veces no se sabe siquiera cómo lo hace el propio lutier, como ocurre con los violines de Antonio Stradivarius. Aunque se han manejado todo tipo de especulaciones para explicar su sonido excepcional —desde el barniz que utilizaba el autor hasta la particular morfología de la madera en la época en que vivió, conocida como la Pequeña Edad de Hielo—, lo cierto es que nadie hasta hoy ha conseguido fabricar ningún instrumento de cuerda mejor. Ni, por descontado, ninguno más caro.
Y hablando de instrumentos, es probable que no conociera este: el órgano de perfumes. Es una manera algo poética de designar el antiguo banco de trabajo de los perfumeros, pero el paralelismo con los instrumentos musicales no deja de ser acertado. La creación de un perfume es como la creación de la música o de la pintura. Técnica aparte, requiere creatividad, sensibilidad y ese toque humano sutil, pero imprescindible, que lo convierte en un oficio puramente artesanal.
Cuando la ciencia química es infinitamente más avanzada que en la época en la que los humanos empezamos a crear perfumes, es muy significativo que la formulación de estas esencias siga siendo un trabajo exclusivo de manos —y narices— artesanas.
La razón por la que es así también está en los pósteres antiguos, esos clásicos de propaganda bélica o de corridas de toros de mediados del siglo XX que hoy tienen algo que los hace especiales. ¿Encanto? ¿Delicadeza? Un poco de ambas, porque también eran productos artesanales. Aunque la litografía sea una técnica para reproducir en serie obras originales, lo cierto es que ninguna prensa da mejores resultados que con los ajustes que solo conoce un maestro artesano.
Y lo mismo ocurre con las imágenes, esas estatuas que son escultura pero también algo más. La mirada al cielo, los brazos extendidos y los pliegues de la ropa al recogerse de una manera precisa, una que sugiera la divinidad de la figura y sirva a su propósito eucarístico. Representan temas divinos y por eso son siempre humanos quienes las hacen. ¿O acaso confiaría la representación de un dios o de un santo a una impresora 3D?
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El artículo me ha gustado y tal (el soplado de cristal me aprece increíble), pero respecto a los Stradivarius.
http://vozpopuli.com/next/41510-golpe-al-mito-del-stradivarius-los-mejores-solistas-no-distinguen-un-violin-viejo-de-uno-nuevo
Supongo que esos violines nuevos será de lutier, no de fábrica (me jugaría un par de dedos), lo que no quita la razón a tu artículo PERO LOS STRADIVARIUS ESTÁN SUPERADOS.
Bueno, que el artículo muy majo y ya tal.
Me ha encantado. Como casi todo lo que haceis. Alhambra la mejor!! seguir asi.
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Muy buen artículo, cómo se nota todo el trabajo que requiere este empeño por lo artesanal. Aunque también es una suerte contar con todas las herramientas y máquinas que hay actualmente en el mercado.