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Un pequeño problema de coherencia

Foto: Markus Grossalber (CC)
Foto: Markus Grossalber (CC).

Este texto ha sido el ganador del concurso de narrativa científica de Ciencia Jot Down 2014.

1. Cuando el percutor golpeó, el Científico todavía estaba allí.

2. [Vacía]. La recámara de la Glock volvía a estar vacía y las gotas de sudor comenzaban a secarse de la frente del Científico.

3. [Vacía]. La probabilidad seguía siendo perfectamente admisible, pero el Científico tuvo que reconocer una leve sonrisa entre el miedo que le coagulaba la mente.

4. [Vacía]. Cuatro segundos. Cuatro disparos en una recámara vacía. Cuatro electrones con espín negativo.

5. [Vacía]. El Científico seguía sonriendo. Era una sonrisa tranquila, casi plana. A sus ojos les pareció suficiente como para volver a parpadear.

6. [Vacía]. Tras los parpadeos, llegaron los pensamientos. Primero eran apenas destellos, brevísimos chequeos, golpes en el borde de la consciencia como los que hace una computadora cuando se reconecta. Después…

7. [Vacía]. Después un torrente imparable a la velocidad de la conducción neuronal. Ciento veinte kilómetros de pensamientos en cada segundo. Ciento veinte kilómetros de pensamientos entre cada disparo.

8. [Vacía]. Tenía toda la lógica que lo único que estuviera fallando fuese la velocidad del pensamiento, precisamente la parte del experimento que el Científico no podía controlar. Todo lo demás se había calculado y se estaba ejecutando con precisión micrométrica, ångströmétrica. «Con precisión cuántica», rio para sí ante lo absurdo del concepto.

9. [Vacía]. Imaginaba que al reducir el tiempo entre disparos, de los diez segundos que proponía Tegmark a solo un segundo, ni siquiera tendría capacidad para pensar. Que sucedería tan rápido que, aun confirmando la hipótesis de Everett, todo terminaría en medio minuto. Medio minuto para…

10. [Vacía]. Para viajar a través de millones de universos. Y para matar a millones de versiones de sí mismo. De hecho, la perspectiva de la muerte apenas le incomodaba y el golpe del percutor en la recámara ya no era capaz de interrumpir su flujo mental. De hecho, tenía la sensación de que a cada segundo pensaba más rápido. De que entre cada disparo había más tiempo. De que podía…

11. [Vacía]. De que podía ajustar cada empuje de pensamiento al intervalo entre cada medición y cada disparo. Bueno, más o menos.

12. [Vacía]. El resto del experimento, la parte exclusivamente técnica, se desarrollaba sin fallos. Y era lógico, porque el Científico lo había preparado a la perfección. Desde bastante antes de que empezara a construir la Caja. Desde bastante antes de que le diagnosticaran la enfermedad. Desde el día en que Max Tegmark enunció la hipótesis del suicidio cuántico.

13. [Vacía]. Hacía casi tres años, cuando el oncólogo le entregó los resultados, le dijo que aprovechase su vida. Sin embargo, el Científico decidió que lo que tenía que aprovechar era su muerte. Por eso, casi inmediatamente comenzó a construir la Caja.

14. [Vacía]. Era un artefacto sencillo de concebir, pero algo más complicado de llevar cabo. El Científico alquiló una nave industrial, no especialmente grande, tan solo lo suficiente como para que cupiesen los elementos de medición y el contenedor marítimo de 5.90 x 2.35 x 2.33 que se convertiría en el corazón del experimento: la Caja.

15. [Vacía]. Si quería que el experimento no vulnerase la interpretación de Copenhague, la concepción de la realidad cuántica que Bohr y Heisenberg habían planteado en los años veinte, la Caja debía estar completamente aislada de cualquier observador. Al menos de cualquier observador externo, consciente o mecánico. Y eso no fue fácil, sobre todo a la hora de conectar el dispositivo al interior del contenedor.

16. [Vacía]. El dispositivo era, claro está, el dispositivo de Schrödinger, la cápsula de veneno. Pero había dos problemas. El primero era que, si la interpretación de Copenhague era correcta y el Científico se iba a convertir en un gato cuántico humano, no le apetecía lo más mínimo tener una muerte lenta y (posiblemente) dolorosa. El otro problema era que el Científico no creía en la interpretación de Copenhague, sino en la de Hugh Everett de 1957: la teoría de los universos paralelos. Por eso, el dispositivo de la Caja no sería una cápsula de veneno, sino una pistola Glock 17 Gen4.

17. [Vacía]. Tanto si Bohr y Heisenberg estaban en lo cierto cuando interpretaron la realidad cuántica, como si la correcta era la teoría de los universos paralelos, el experimento comenzaría de manera idéntica: un espectrómetro modificado mediría el espín de un fotón, si el resultado era positivo, la Glock cargaría un proyectil en la recámara y dispararía. Si el espín era negativo, la pistola dispararía con la recámara vacía.

18. [Vacía]. Quizá era demasiado teatral sentarse enfrente del cañón de un arma, pero el Científico lo prefería al gas de cianuro o a las inyecciones intravenosas que había barajado en su momento. Esencialmente por la velocidad de ejecución. «De ejecución», volvió a reír.

19. [Vacía]. Era sencillo; si Copenhague era la teoría correcta, el propio hecho de la medición cuántica fijaría el estado probabilístico del fotón y habría colapsado su función de onda en un estado real. La medición era el observador que abría la caja de Schrödinger. En este caso, seguramente apenas harían falta cuatro o cinco mediciones para que la pistola disparase con bala y acabase con la vida del Científico. Pero lo cierto es que ya llevaba unos cuantos disparos más, ya llevaba…

20. [Vacía]. Veinte. Ya llevaba veinte disparos con la recámara vacía. Veinte fotones con veinte mediciones seguidas. Veinte espines negativos. Estaba a un tercio del valor 5-sigma, pero tan solo a dos disparos más.

21. [Vacía]. Y es que, sí quería probar a Everett y a Tegmark, debía usar la probabilidad consensuada en el ámbito de la mecánica cuántica. Esto es, para probar que una realidad cuántica es efectivamente real, (por ejemplo, la existencia de una determinada partícula subatómica como el bosón de Higgs), los resultados experimentales deben ser al menos superiores a 5-sigma. O más bien al revés: si la probabilidad de un determinado resultado experimental es inferior a 5-sigma, entonces la hipótesis que plantea ese resultado es correcta. Porque 5-sigma es 3 x 10-7, es decir tan solo hay una posibilidad entre más de tres millones de que el resultado se produzca. Un 0,00003% de probabilidad, lo cual es básicamente lo mismo que decir que es imposible. O más bien al revés, hay un 99,99997% de probabilidades de que la hipótesis que ofrece ese resultado sea la real, lo cual es básicamente lo mismo que decir que si algo cumple 5-sigma, entonces existe.

22. [Vacía]. El experimento acababa de superar 5-sigma. La alegría inundó al Científico, que pensó en terminar el experimento en ese momento. La felicidad era tal que incluso le permitió ignorar el dolor en el brazo izquierdo que había empezado a sufrir.

23. [Vacía]. 5-sigma y contando. Porque como se desmentía en la falacia del jugador, cualquier predicción de resultados 1 o 0 en una determinada serie mayor a 22 era superior a 5-sigma. Porque la probabilidad de que una moneda tirada al aire saliese cara (o cruz) durante 22 veces seguidas es del 0,0000002. Una entre más de cuatro millones. En realidad, la probabilidad de que se produzca cualquier combinación de resultados predicha con 22 tiradas de antelación es siempre de 0,522. Da igual que todas sean cara, cruz o doce caras seguidas, una cruz, tres caras y otras ocho cruces. O que sean 22 mediciones del espín de un fotón y que las 22 mediciones den resultado negativo.

24. [Vacía]. El dolor del brazo izquierdo se agudizaba por momentos, pero el Científico estaba decidido a terminar el experimento. Y es que si Everett y Tegmark tenían razón, la realidad cuántica, o lo que es lo mismo, la realidad, estaba compuesta por un número infinito de universos paralelos, y entonces la probabilidad de que el Científico sobreviviese al suicidio cuántico no era del 99.99997%, era del 100%.

25. [Vacía]. La hipótesis de Hugh Everett decía que la observación o la medición de un estado cuántico no produce el colapso de la función de onda de la partícula, sino que todos los posibles valores de cada partícula subatómica coexisten en superposición. Y por tanto, hay un número infinito de universos en existencia paralela. A este estado cuántico entrelazado lo llamaron coherencia cuántica. El hecho de que la realidad presencial solo perciba un único estado, esto es, un único universo, se explica por el fenómeno de la decoherencia. El Científico pensó que quizá el dolor del brazo respondiese a esta decoherencia cuántica.

26. [Vacía]. El dolor aumentaba, pero el Científico no le hizo caso. Seguía pensando en los infinitos universos paralelos. La medición, efectivamente aislaba un sistema cuántico y definía la función de onda del fotón, pero eso no colapsaba en un único universo, sino que separaba uno de los dos estados posibles del otro, generando dos universos paralelos en coexistencia. Cada una de las dos decoherencias pertenecía a un universo distinto. En uno, el Científico seguía vivo, en el otro, la bala de la Glock le había reventado la cara.

27. [Vacía]. En realidad eran muchos universos paralelos más. Eran, efectivamente, infinitos. Si llegaba al disparo número treinta, habría pasado por 1/(0.5 x 1030) universos. Más de un billón.

28. [Vacía]. Pensó en ese billón de Científicos que habían muerto en ese billón Cajas en ese billón de naves industriales en ese billón de universos paralelos que habían realizado el experimento. El dolor se extendió al pecho y se agudizó hasta que tuvo que esforzarse en pensar.

29. [Vacía]. El Científico no lo sabía, pero el dolor del brazo se debía a un trombo derivado de la acumulación de células cancerígenas en una de sus paredes arteriales. Lo que sí sabía es que estaba a punto de morir. Pensó en los billones, en los infinitos Científicos que yacían muertos en otros universos. También pensó en los infinitos Científicos que no habían llegado a realizar el experimento, en los infinitos fenómenos de decoherencia que le habrían alejado de la física, quizá haciéndole estudiar filosofía, arquitectura o a lo mejor ser carpintero. Pensó en los infinitos estados de decoherencia que le habrían matado mucho tiempo antes, quién sabe si aquel día en que cruzó la calle sin mirar o en la vez en la que, siendo niño, se bañó en el Atlántico sin haber terminado de hacer la digestión. Pensó incluso en los infinitos estados de decoherencia que habrían impedido su nacimiento; una malformación en el feto que no se descubrió a tiempo o sencillamente, si los problemas de esterilidad de su padre se hubiesen manifestado un par de años antes. Pero también pensó en los infinitos estados de decoherencia en los que no habría desarrollado el cáncer. Y comprendió que, si había infinitos universos paralelos y un Científico sobreviviría al suicidio cuántico, entonces también habría un Científico, en realidad más de un billón, en realidad infinitos Científicos que no morirían de un infarto de miocardio a falta de un solo segundo para el fin del experimento más importante de la historia de la física.

30. Cuando murió, recostado encima de la silla de ruedas, el Científico tenía una enorme sonrisa en el rostro. Se produjo el último disparo del experimento, y en el interior de la Caja resonó el ruido sordo de un percutor golpeando contra una recámara vacía.

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14 Comments

  1. elnúr

    Me asaltan varias preguntas sobre Física, pero solo diré Bravo.

  2. Me ha encantado, sobre todo por la magistral forma en que consigue aportar ágilmente información y detalles científicos sin ponerse demasiado denso, manteniendo la tensión en todo momento.

    De todos modos llevo un rato largo dándole vueltas a una duda. En el texto dice que «Si llegaba al disparo número treinta, habría pasado por 1/(0.5 x 1030) universos».
    Pero, ¿cómo es eso posible? Cada punto por el que pasa tiene dos opciones, cámara del arma vacía o disparo a la cabeza. Nosotros seguimos al científico que llega al número 30, pero los de los otros universos mueren en cada variación. Es decir, el primer disparo pone fin al experimento en un universo matando al científico, y otro sigue vivo; de modo que el que continúa con el segundo disparo es éste pero no así el fallecido, que no sigue el experimento.
    Así, realmente el científico habría «creado» 30 variantes de sí mismo, todas muertas de un disparo (cada una en un punto diferente del recorrido) pero todas estériles, ninguna de ellas se habría bifurcado en otros dos universos, de modo que el total de universos creados (insisto, a raíz únicamente de la posibilidad dual de disparo sí o disparo no) sería de 31: el que no recibe ningún disparo y los treinta muertos en otros universos.
    Si me he equivocado (cosa probable con estos temas) por favor me gustaría saber en qué, porque me va a estallar la cabeza.

    • Pues haciendo gala al título, en efecto hay un pequeño problema de coherencia y tiene usted razón: serían 31 universos y no más de un billón. A menos que tomásemos en cuenta posibilidades relativas no duales que implicasen que la bala no impacta del todo o que la pistola fallase por algún otro motivo. O que un disparo posterior pudiese, no sé, declarar un incendio en la caja o alertar a la policía.

      En cualquier caso, si bien podrían darse ese billón+ de universos, con la hipótesis dual inicial, insisto en que tiene usted razón.

      Un saludo y muchas gracias :)

    • Solano

      ¡Muy bueno!
      Mentes despiertas, mentes despiertas.

  3. Rorschach

    2.> «recamara» sin tilde.
    8.> «rió», este sí, con tilde.
    9.> «aún confirmando»… también con tilde.
    (…)
    Por lo demás un texto muy aséptico, con tecnicismos que intentan demostrar cuánto sabe el autor sobre los universos infinitos, pero más frío que una joven de Zumaia en un after-hour a las cuatro de la mañana.
    A los fans de Foster Wallace les habrá gustado, eso sí.

    • Rubén

      Si lo que pretendías era demostrar tu superioridad intelectual deberías haber evitado los chistes de «8 apellidos vascos».

    • Hola,

      Muchas gracias por la comparación con David Foster Wallace. Es un verdadero honor.

      Un saludo.

    • Zacarías

      Él se dejó alguna falta, pero se dedicó a darnos un relato. Y tú, que te has puesto el mono de corrector, te has dejado alguna de sus faltas por encontrar. En este universo, tú pierdes txabalito.

  4. Pingback: Ganador del concurso de narrativa científica: Un pequeño problema de coherencia

  5. Sandokan

    Me gusta que la gente escriba sobre estos temas, pero este relato, si uno conoce ya los conceptos de los que se sirve, aporta poco no? El tema de la paradojas y los viajes en el tiempo es un poco ir a lo fácil, un terreno muy trillado donde es difícil no caer en mero efectismo. El valor de esta historia está en despertar la curiosidad de quien desconozca las paradojas/interpretaciones, pero eso es más divulgación que narrativa.

  6. Salinski

    Brillante

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