He esperado casi un mes pero nada, en Italia nadie dice ni pío. A veces en los países se dan extraños y unánimes silencios colectivos que en realidad dicen mucho. Sin ir más lejos lo hemos visto estos días en España con la abdicación del rey, sin que nadie en los grandes medios diga nada medianamente crítico. Sobreviene una especie de hipnosis general de responsabilidad o temor institucional. En el caso de Italia me refiero a algo más grave, la condena definitiva a siete años de cárcel de Marcello Dell’Utri por sus relaciones con la Mafia y por ser durante dos décadas el enlace de Silvio Berlusconi con la cúpula de Cosa Nostra.
La noticia salió a muy mala hora, el viernes 9 de mayo por la noche, a eso de las diez, y en general la mayoría de los medios la dieron bastante mal al día siguiente. Quizá es excusa en España, que tampoco, pero desde luego no en Italia. Solo La Stampa abrió el periódico con la noticia y los dos principales diarios, el Corriere y La Repubblica, no la daban en primera página o aparecía solo un titularcito. Un día después, con más tiempo para hacerlo mejor, nada de nada: el Corriere dedicaba el mayor espacio de la primera página a una foto preciosa de los colores de los anillos de Saturno y La Stampa ilustraba con otra foto que Venezuela ha prohibido el reguetón. Menudos temazos. Ah, se destacaba mucho en todas partes que el Vaticano condena con energía la corrupción, así que todos muy atentos. De las teles ni merece la pena hablar, llevan años en otro planeta.
Naturalmente, se daba la noticia en las páginas interiores, pero se limitaban a referir de forma neutra la condena de Dell’Utri, adornada con el vistoso culebrón de su fuga in extremis a Líbano. Hasta ahí bien, faltaría más, pero nadie iba más allá: las directas y evidentes implicaciones que todo esto tiene para Berlusconi, ex primer ministro, uno de los hombre más ricos de Italia, el mayor empresario de la comunicación del país, líder de la derecha y en ese momento en plena campaña de las elecciones europeas como cabeza visible de su partido. Por resumir y para quien no esté del todo enterado:
—Marcello Dell’Utri, de setenta y dos años, abogado siciliano, ha sido secretario personal y mano derecha de Berlusconi desde que ambos iban a la universidad en Milán en los sesenta. Luego él se fue a Palermo como empleado en un banco, un breve paréntesis que cerró a toda prisa cuando su amigo le volvió a llamar para que trabajara para él.
—Dell’Utri conocía a algunos mafiosos y a través de él Berlusconi organiza una reunión en 1974 con la cúpula de la Mafia de entonces. El futuro primer ministro se vio en su despacho con Stefano Bontate, entonces uno de los máximos capos de la Cosa Nostra, y otros mafiosos y cerraron un pacto de protección.
—Un potente capo mafioso, Vittorio Mangano, estuvo viviendo en la mansión de Berlusconi entre 1974 y 1976 como garante de la protección de la Mafia para evitarle secuestros.
—El imperio empresarial de Berlusconi estuvo pagando durante casi dos décadas periódicamente a la Cosa Nostra.
—En resumen, Dell’Utri ha sido «mediador» entre Berlusconi y la Mafia entre 1974 y 1992. De ahí en adelante no está probado.
Por todo esto y mucho más el Supremo italiano ha condenado de forma definitiva a Dell’Utri por concurso externo en asociación mafiosa. Esto ya se sabe de anteriores autos del Supremo; el texto de esta sentencia, las llamadas motivaciones (motivazioni), se conocerá en las próximas semanas, y dirá más cosas. Si es que no se hace de nuevo un silencio descuidado sobre ello, que suele pasar, porque el texto sale cuando ya se sabe la condena y es como agua pasada. Ahora bien, hasta un niño de cuatro años se daría cuenta de que, siendo todo esto importante, lo es aún más que queden por fin demostradas las relaciones de Berlusconi con la Mafia a través de este señor, Marcello Dell’Utri, con quien siempre ha sido uña y carne. Con sus consecuencias políticas, morales y públicas. Pues nada de nada. Ni palabra. Ni una pregunta. Ni sacar el tema. Y es curioso, sabiendo que:
—Berlusconi y Dell’Utri idearon, formaron y fundaron Forza Italia, el partido con el que el magnate entró en política y ganó las elecciones en 1994. Ha dirigido el Gobierno de Italia con mayoría absoluta en 1994, de 2001 a 2006 y de 2008 a 2011. Según varios arrepentidos, la Mafia, sin padrino político desde el derrumbe de la DC (Democracia Cristiana) entre 1992 1993, apoyó en 1994 a Berlusconi, a la espera de concesiones legales y penitenciarias. Esta cuestión está actualmente en los tribunales como parte del gran proceso de la Trattativa (Negociación).
—Una vez abiertas las investigaciones que han desembocado en la actual sentencia, Dell’Utri se ha beneficiado de un escaño permanente del partido de Berlusconi, tanto en el Parlamento italiano como en el europeo, para blindarse ante cualquier arresto cautelar. No iba nunca, era solo para eso y él mismo lo ha confesado.
—En los últimos años Berlusconi le ha pagado, según él por mera amistad, más de cuarenta millones de euros.
—En vísperas de lo que se creía que iba a ser su sentencia final, en marzo de 2012, Berlusconi le ingresó a Dell’Utri catorce millones de euros que terminaron en una cuenta suya en la República Dominicana, país sin convenio de extradición con Italia y donde Dell’Utri tiene casa. Al final, por sorpresa, el Supremo ordenó repetir el último juicio, lo que hizo demorarse dos años más el fallo final, hasta ahora, pero la jugada quedó al descubierto.
—Esta vez, de nuevo en vísperas de la sentencia final, la Fiscalía pidió dos veces la retirada del pasaporte de Dell’Utri por peligro de fuga, pero su solicitud fue desestimada. Se fugó, naturalmente, y fue detenido en Beirut, donde aún se encuentra a la hora de escribir estas líneas.
Qué decir. Conocidos los detalles, es para ponerse filosófico. Y es meterse en un berenjenal, pero me van a perdonar por un día que comparta mis ocurrencias. Porque todo esto nos lleva a un tema muy inaprensible, la mentalidad que lo hace posible, y de entrada advierto, a riesgo de parecer contradictorio, que en algunos aspectos estoy totalmente a favor. A ver cómo lo explico, y seguro que me pierdo. Como cualquiera que vive aquí, uno se pasa la vida intentando descifrar este país. En principio se parte de una regla: en Italia las sentencias no son definitivas hasta la tercera y última del Supremo, y hasta entonces el imputado se considera inocente, con todo derecho. Obviamente casi ningún político dimite antes de esa sentencia final y los demás políticos no suelen decir nada del tema hasta la resolución definitiva del Supremo. El problema es llegar a ella, como en este caso, porque la justicia italiana es una injusticia, lentísima, un desastre. Esta vez han pasado veinte años, y todos callados sin decir nada, pero cuando por fin llega la condena final, resulta que se sigue sin decir nada. Porque entre tanto ya se ha ido asumiendo y se da por ventilado. Ha pasado el efecto de sobresalto. Imaginen veinte años sobresaltándose. Es como cuando se muere alguien famoso que llevaba años olvidado y uno pensaba que ya estaba muerto.
Todo se desenvuelve en una atmósfera de sobreentendido y se hace como si nada, salvo que uno sea un pobre diablo y entonces te machacan. Dell’Utri y Berlusconi no lo son. Diríamos más bien que son uno rico. Berlusconi sigue siendo alguien muy poderoso y solo le pedirán cuentas cuando todos estén seguros de que no se vuelve a levantar, pero ni un minuto antes. Pasado un tiempo se empezará a hablar de esto como algo sabido, aunque no se hizo saber mucho en su día, pero en el fondo todo el mundo lo sabe. Este país es así. Ya saben, todos en auxilio del vencedor.
Hay un aspecto religioso, de la forma piadosa de vivir en Italia la fe católica, que yo siempre le veo a muchas actitudes públicas. La única sentencia definitiva, en resumen, debe de ser la del Juicio Final, cuando uno se muere, y si usted no es creyente pues tiene un problema, porque en este mundo difícilmente obtendrá justicia. En esta vida, pensando más en el culpable, que se suele considerar víctima, uno se confiesa y vuelta a empezar. Públicamente también se absuelve a la gente con facilidad, predomina la pretensión de perdón —aunque casi nadie lo pide, el sentimiento de culpa es muy tenue— y no la exigencia de castigo. En Italia hay pecados, no delitos, y nada es imperdonable. Cada uno se siente libre, con derechos pero sin deberes, en un alegre ambiente de irresponsabilidad general. En cierto sentido es un país casi infantil.
Ahora toco un factor mucho más etéreo y me meto aún más en el terreno de las generalizaciones, pero ya que estamos… Es algo así: en Italia hay terror a lo explícito, a lo irrevocable, a lo irremediable. Prefieren lo ambiguo, lo elástico, lo reversible, porque favorece el principal interés general, que no es el bien común, sino que cada uno pueda seguir haciendo lo que le dé la gana, su interés privado. El pavor a lo concreto se manifiesta muy bien en la superstición: enunciar literalmente una desgracia o una hipótesis negativa genera rechazo, como si fuera de mal augurio. Pero ocurre casi más con lo contrario, expresar un deseo equivale prácticamente a imposibilitar su realización. Decir ahora una frase como esta: «A ver si Italia gana el Mundial», es casi ofensivo, una afrenta, como echar un mal de ojo.
Los italianos son extremadamente concretos con lo que les interesa, pero en lo demás son de una extraordinaria laxitud e imprecisión. Por seguir con el símil, basta ver los partidos de la selección italiana: los amistosos les dan igual, pero luego no fallan una cita importante. Esa falta de definición es lo ideal, precisamente, para moverse entre la niebla en busca del propio interés y no cerrarse ninguna puerta. No me refiero solo a la política, también a la hora de fijar una cita, organizar una cena o un partido de futbito. O la incapacidad general para hacer una fila, se prefiere el mogollón y que gane el más listo. O la alergia a los carriles en las autovías, es mejor estar entre líneas, sin elegir, a la espera de ver cuál es el más rápido. Exigir una respuesta o una posición definida genera alarma y desorientación nerviosa, es casi una falta de tacto. Como no saber vivir. No saber vivir al menos en Italia.
Sí, es verdad, lo sabemos todos, en ese espacio vacío entre los átomos, en el terreno de nadie, los italianos se mueven, eso, como nadie, y han creado obras maestras del matiz: el carpaccio, el semifreddo, el agua ligeramente efervescente o el Estado Vaticano. Privilegian sobre todo la ligereza, el juego —lo jocoso—, y de ahí nacen pilares artísticos de la humanidad que todos conocemos, huyen de la gravedad y la solemnidad. Es bueno todo lo que haga la vida más llevadera. No se toma nada a la tremenda, no como en España, pero cuando llega algo tremendo, inapelable, imposible de eludir, que no se puede disfrazar, solo cabe el silencio. Quedan mudos y les invade, por un momento, un desfallecimiento vital, como cuando termina el carnaval y caen las máscaras. La realidad, tal cual, a menudo es deprimente o, al menos, como en este caso, tan vergonzosa que es imposible de tapar o disimular, así que se mantiene la respiración hasta que pase el mal rato. Una sentencia definitiva, algo remoto a ciertos niveles de la política, parece ser una de estas cosas. Al menos en los medios y las instituciones, que son quienes dan forma a lo público. Pasó lo mismo cuando el Senado aprobó en una votación la expulsión de Berlusconi tras su condena por fraude fiscal: en el hemiciclo se hizo un silencio sepulcral, como de funeral. Por cierto, que nunca hubiera ocurrido si no es por la cabezonería del Movimiento Cinco Estrellas del cómico contestatario Beppe Grillo.
Pero este desconcierto dura solo un instante, luego sigue la fiesta. Menos mal que luego está el alegre culebrón de Líbano, como decíamos, para seguirse divirtiendo. Por supuesto ahora lo contamos, que es interesante. Dell’Utri fue arrestado el 12 de abril en Beirut, en el lujoso Hotel Intercontinental Phoenicia, dos días antes de la sentencia final del Supremo (luego se volvió a retrasar un mes porque sus dos abogados se pusieron enfermos, sí, a la vez). Aseguró que no pretendía huir, aunque facturó cincuenta kilos de equipaje y llevaba encima treinta mil euros en un fajo de billetes. Pagaba seiscientos euros al día por la habitación. Salió de la celda al día siguiente y acabó en un hospital, por razones de salud. Se agenció un abogado famoso y carísimo, Akram Azouri, el mismo del dictador tunecino Ben Ali y del responsable de seguridad nacional acusado del asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Al Hariri. En fin, que la extradición se empantanó.
¿Qué tiene Beirut para que Dell’Utri decidiera irse allí? La prensa italiana ha sacado a la luz conexiones políticas en Líbano de la derecha de toda la vida que, en teoría, podían bloquear la extradición y garantizarle una especie de exilio dorado. Sobre todo con Amin Gemayel, de setenta y dos años, presidente de 1982 a 1988, de la dinastía que lidera las Falanges Libanesas, cristianos maronitas, ligada históricamente a la Democracia Cristiana italiana. Por ejemplo, Gemayel viajó a Roma hace un año a depositar unas flores en la tumba del histórico dirigente democristiano Giulio Andreotti. También, por cierto, relacionado en el pasado con la Mafia.
Esta tesis de Líbano como refugio seguro para políticos italianos de derechas huidos de la justicia se reforzó el 8 de mayo, con el arresto de otro peso pesado del partido de Berlusconi, Claudio Scajola. Le acusaron de ayudar en la fuga a otro colega del partido, el exdiputado Amedeo Matacena, condenado en agosto de 2013 a cinco años de cárcel por lo mismo que Dell’Utri, por sus relaciones mafiosas. En este caso, con la mafia calabresa, la ‘Ndrangheta. Matacena se escapó a Dubai, donde le quitaron el pasaporte, y se quedó allí atascado. Scajola intentaba ayudarle a llegar a Líbano, con contactos similares a los de Dell’Utri.
Lo que es fuerte, muy fuerte, realmente fuerte, incluso para Italia, es pensar que Scajola fue ministro de Interior de un Gobierno de Berlusconi de 2001 a 2002. Y luego lo ha sido de tres carteras más. Y este exministro de Interior, según los fiscales, formaba parte de una red secreta de apoyos institucionales a alto nivel a la ‘Ndrangheta, que en este momento es la mafia más potente y peligrosa.
Berlusconi se ha dicho muy dolido por Dell’Utri y ha defendido a Scajola: «Me parece absurdo arrestar a un exministro de Interior solo por haber ayudado a un amigo, ya huido, a moverse de un país a otro, en suma, la humillación de la cárcel por una cosa así…». En cualquier caso, ha sido Dell’Utri el que se ha defendido con los argumentos habituales de Berlusconi: «Es una sentencia política, soy un prisionero político». Añadió que si al final le extraditan no quiere ir a la cárcel, prefiere hacer unos servicios sociales, como Berlusconi, que atiende ancianos una tarde a la semana. De momento sigue en Líbano y la extradición anda parada. Se supone que han firmado todos los que tienen que firmar, pero ha entrado en un limbo imprevisible. Si alguna vez llega a Italia habrá que ver cómo Dell’Utri gestiona su silencio, que es el más grande de todos.
Que en este escenario la Embajada española en Roma haya impedido presentar en el Instituto Cervantes de la capital italiana el libro Crónicas de la Mafia, en el que se habla entre otras cosas de Berlusconi y Dell’Utri, no deja de ser una decisión coherente con el entorno.
El pasado 25 de mayo, en las elecciones europeas, el partido de Berlusconi obtuvo el 16,8% de los votos. Es el peor resultado de su historia y perdió casi tres millones de votos respecto a las generales de hace 2013, y en esas ya había perdido seis millones respecto a las de 2008. Aun así le han seguido votando 4,6 millones de italianos y es el tercer partido italiano, el primero de la derecha.
ÚLTIMAS NOTICIAS DE LA MAFIA (abril-mayo 2014)
—Un policía asignado a la Cámara de los Diputados y otro a la sede de la Presidencia del Gobierno han sido arrestados por pasar información reservada al clan de los Casalesi, de la Camorra.
—Detenido en la República Dominicana uno de los cien fugitivos más buscados en Italia, el capo de la ‘Ndrangheta Nicola Pignatelli, de cuarenta y tres años, huido en 2011. Tiene pendiente una condena de 13,5 años y es considerado capo de la cosca de Mazzaferro Ursino Aquino, uno de los más importantes del narcotráfico internacional.
—Polémica en Bari porque en la lista del candidato del PD, centroizquierda, hay tres jóvenes de conocidas familias mafiosas locales. Uno de ellos decidió retirarse.
—El capo de los Corleoneses, Totò Riina, será procesado como organizador del atentado contra el tren Rapido 904, que el 23 de diciembre de 1984 dejó dieciséis muertos y doscientos sesenta y siete heridos. El juicio empezará el próximo 25 de noviembre.
—La mujer más rica de Mónaco, Hélène Pastor, de setenta y siete años, dueña de un vasto imperio inmobiliario en Montecarlo, murió el 21 de mayo tras ser herida en un atentado el 6 de mayo en Niza. Su chófer también murió cuatro días después del ataque. El crimen, que conmocionó a Montecarlo, fue obra de un individuo con un fusil. Entre las hipótesis manejadas, según la prensa, aparece la ‘Ndrangheta calabresa, pero el caso aún está abierto.
—Los familiares del juez Giovanni Falcone, asesinado en 1992, entregan a la fiscalía de Caltanissetta un ordenador del magistrado, manipulado tras su muerte, como todos los demás que tenía, por una mano desconocida que borró todos sus archivos. Esperan que las nuevas tecnologías permitan rescatarlos y, tal vez, conocer sus secretos.
—Antonio Iovine, uno de los grandes capos del clan de los Casalese, de la Camorra, ha decidido convertirse en arrepentido y empezar a colaborar con la justicia. Fue detenido en 2010 después de catorce años de fuga. Es el primero del clan que da este paso y se cree que puede desvelar sus complicidades históricas con políticos e instituciones. Es claustrofóbico, y se cree que esto ha pesado en su decisión.
—Se cierra con fuertes condenas, un total de cuatrocientos años, el «maxiprocesso Meta», abierto en 2010 con cuarenta y dos arrestos entre los principales clanes de la ‘Ndrangheta en Reggio Calabria, capital de Calabria. Ha sido uno de los más importantes contra esta organización desde el proceso «Olimpia» de los noventa. Entre los condenados, Giuseppe De Stefano (veintisiete años), Domenico Condello, «il Gingomma» (veintitrés años), Pasquale Condello, «il Supremo», Pasquale Libri y Giovanni Tegano (veinte años cada uno).
—Nicola Gratteri, uno de los más reputados fiscales en la lucha contra la ‘Ndrangheta, ha sido muy crítico con el último plan del Ministerio de Interior para combatir esta organización. Asegura que en Calabria hacen falta mil agentes más y, por ejemplo, en Locri, el pueblo que es la capital histórica de esta mafia, necesitarían al menos otros ochenta.
Íñigo Domínguez es autor del libro Crónicas de la Mafia, editado por Libros del K.O.
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Excelente, para no perder la costumbre. Y su libro, de lectura obligada para cualquiera con un mínimo de curiosidad intelectual
Estupendo artículo, pero… ¿Por qué achacar a un solo país -Italia- lo que es común al género humano desde el principio de los tiempos? Pretender que el hombre administre JUSTICIA sobre él mismo y los suyos al igual que lo hace con todos los demás, es como esperar que el lobo guarde a las ovejas contra los otros lobos, ¿no cree…? Y no es que yo esté de acuerdo con esto, más bien muy al contrario. Pero no se me ocurre de qué manera llegar a otras soluciones. Tal como lo veo, el ser humano forma parte de la naturaleza o como demonios se llame todo este tinglado. Y la naturaleza es despiadada, pragmática y sin «moral» alguna que ayude al más débil en esta carrera de ratas que supone la supervivencia…
¿Italia? Bueno, quizá sean más sofisticados y avezados en el empeño que el resto, pero poco más…
El gran silencio sobre Berlusconi se extiende también sobre este post por lo que parece…
Eso es porque usted no ha leído los dos últimos capítulos de Crónicas de la Mafia. Canela fina. Y de calidad.
En otro orden de cosas, señor Domínguez: escribe usted de puta madre. Como los ángeles, diría yo. Chapeau!
Pingback: Primero los cabrones, luego los necios… | Mediavelada
Fantástico, escrito a pie de obra, necesario… gracias.
Gran artículo, Ínigo. Eres grande.
¿Reggio Calabria capital de Calabria? Minchia Iñigo, la capital es Catanzaro, todo escribiente echa un borrón
No voy a justificar ni amparar ni entender el comportamiento de Berlusconi. Así que cuidado con las malinterpretaciones. Si en España para obtener un permiso para tener una licencia de tenderete ambulante para una feria hay que pasar por caja (y sé de lo que hablo y todo el mundo me entiende…) y darle las gracias al concejal….multipliquemos exponencialmente y apliquemos el caso a un empresario que quiere prospertar en escala gigantesca en Italia. Pues pagas protección o…..
Siempre está la opción de no ser un criminal y no cooperar con el crimen. Pero claro yo soy solo un mindundi posteando en jotdown…..
«la justicia italiana es una injusticia»
¿Acaso funciona mejor la de Guantanamo?
Despierta chico, despierta
Precisamente Guantánamo es el ejemplo perfecto de que, ante la muy posible amenaza de que la justicia me estropee los planes, me escapo. Que poco tiene que ver con lo contado en el artículo.
Seguro que si quiere usted trabajarse un poco el discurso «Gurtel? Los ERE, eso sí que es corrupción» se le ocurre algo mejor, señor Caribú.
Excelente serie de artículos.
Nuevas tecnologías permiten rescatar archivos:
El nero de toda la vida en sus últimas versiones es una maravilla.
Esta crónica tiene un ritmo como de trama del Padrino. Armonía y Compás.
Excelente lectura.
Pingback: México en tránsito: la trágica realidad del periodismo y el narcotráfico | Mediavelada
Tristemente lo que más me ha impactado del artítulo ha sido el tema de la censura de la embajada española. Lamnetable en todos los sentidos.
El único comentario que tiene interés para mí es el de «Funestini». Todo lo demás, es trivial, anecdótico, integrado…
Pingback: Crónicas de la Mafia (VII): Protocolo Mariposa
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