Si disfruta usted del thriller con ligeros toques de ciencia ficción, o si sencillamente quiere engancharse a una serie que llene de manera excitante sus ratos de descanso antes de irse a dormir, probablemente debería echarle un vistazo a esta producción canadiense estrenada por BBC America en el 2013 y cuya segunda temporada está emitiéndose conforme escribo estas líneas. Aunque de momento solamente tenemos una temporada completa de diez episodios, ha sido más que suficiente para que algunos hayamos esperado ansiosamente su regreso. Para mí, al menos, ha sido una de las grandes sorpresas de los últimos tiempos. Aunque la serie comenzó su emisión sin demasiadas fanfarrias ni una gran promoción. Pero el boca a boca fue haciéndola conocida no solamente en Canadá sino en los Estados Unidos y otros países. Ahora mismo, sin ser un fenómeno mediático a lo True Detective, cuenta con una fiel legión de seguidores, un enorme prestigio y mientras no cambien las cosas, también con el amor incondicional de casi toda la crítica.
El argumento de Orphan Black parte de una casualidad: en la primera secuencia vemos a una chica inglesa —Sarah Manning, una huérfana de mal vivir con antecedentes delictivos— que vive en Nueva York. Un buen día, mientras espera el tren, ve a una mujer de aspecto elegante que parece estar llorando a solas en el andén. Intrigada, se acerca a la desconocida y descubre atónita que físicamente es absolutamente igual a ella; los mismos rasgos, como si fuese su hermana melliza. Ni siquiera tiene tiempo de entablar conversación con su misteriosa doble, porque en cuanto pasa un tren a toda velocidad, la desconocida se quita la vida arrojándose a las vías. Arrastrada por un impulso y deseando averiguar quién era esa mujer que tenía su mismo rostro, se lleva el bolso de la suicida para terminar descubriendo que no solamente parecen mellizas, sino que existen otras ocho o nueve mujeres con el mismo rostro viviendo en EE. UU. y otros lugares del mundo. Así es como, por accidente, Sarah Manning descubre que quizá forma parte de algún experimento de clonación humana. Siendo una superviviente nata con instinto callejero para salirse con la suya, intenta sacarle partido a la situación haciéndose pasar por la difunta, y a partir de aquí se desencadena una espiral de inquietantes revelaciones, en la que vemos cómo la protagonista y sus dobles se encuentran en peligro por diversos motivos.
Este argumento se va desgranando paulatinamente a lo largo de los ocho primeros episodios, en los que predomina el thriller policial y donde el elemento de ciencia ficción —la clonación— sirve para desarrollar un entretenido juego de espejos. Pero, contrariamente a lo que sucede con otras series, la primera temporada de Orphan Black no empieza en alto y va decayendo, sino que va cada vez a más. Mientras nos familiarizamos con las diferentes mujeres clonadas, comprobaremos cómo afecta a su estado de ánimo y su sentido de identidad el descubrimiento de que son copias, de que existe un puñado de mujeres absolutamente idénticas a ellas. Al mismo tiempo descubrimos que su parecido es básicamente físico, ya que cada una reacciona de diferente manera ante todo lo que va sucediendo, de acuerdo a la manera en que han sido educadas. Orphan Black va calentando lentamente a lo largo de esos ocho episodios para estallar definitivamente en los dos últimos de la primera temporada, que constituyen un auténtico tour de force. No solamente la trama principal da varios giros bruscos e impactantes, sino que se nos muestra cómo las vidas de estas mujeres e incluso sus propias personalidades han sido completamente vueltas del revés desde que conocen su condición de clones. El décimo y último episodio, particularmente, es absolutamente apabullante. Los guionistas, tras preparar cuidadosamente el terreno, condensaron tanta tensión en ese capítulo que la intensidad llega a resultar por momentos abrumadora. Si pensaba usted que por ejemplo lo de la «Boda Roja» de Juego de Tronos era un final de temporada intenso, que lo es, debería ver el gran final del primer año de Orphan Black.
Al final de la primera temporada también cambia el tono general de la serie: no deja de ser un thriller, pero el elemento puramente policial es aderezado con una reflexión ética —apenas esbozada, aquí no tenemos monólogos filosóficos— no ya sobre la clonación humana en sí, sino sobre los límites morales de la propia ciencia. Tampoco es explícita pero sí muy evidente la reflexión sobre la naturaleza de la individualidad humana: ¿en qué consiste ser una persona? En la primera temporada de Orphan Black no tenemos alusiones al alma ni otros desvaríos místicos, sino más bien la sensación de que lo que parecía un mero entretenimiento de género se ve repentinamente envuelto por un tono profundamente humanista. Este detalle es de valorar porque, al menos en sus diez primeros episodios, el guion no contiene discursos morales explícitos y los guionistas permiten que sea el propio espectador quien realice su propia interpretación de lo que está sucediendo. Como contrapartida, cabe señalar que los personajes del bando de los villanos están menos trabajados que las mujeres clon que protagonizan la serie, con alguna excepción. Así pues, la primera temporada de Orphan Black es durante ocho capítulos simplemente una buena serie que ofrece mucho entretenimiento aunque quizá contenga algún elemento argumental un poco prescindible, y que sin embargo, llegados los dos últimos episodios, termina transformándose en un increíble espectáculo de los que le dejarán boquiabierto en su sillón, donde casi todo encaja y donde, pese a un final abierto que da paso a la segunda temporada, la sensación de catarsis es total. La segunda temporada, por el momento, no mantiene tanto el nivel y ya se recurre a algunos giros de guion más facilones, pero sigue resultando interesante.
Resulta fácil deducir que una de las características de esta serie es que tenemos a una misma actriz interpretando a ocho o nueve mujeres distintas, mujeres que no se conocen entre sí y que han vivido sin tener noticia de que tenían varias dobles pululando por el planeta. Por lo general, esta multiplicidad de papeles para un mismo intérprete suele derivar en un artificioso juego de caracterizaciones físicas (pelucas, etc.) y confieso que antes de empezar la serie yo mismo era bastante escéptico con respecto al resultado. Error mío. En Orphan Black las caracterizaciones existen, desde luego —o no podríamos distinguir a unas mujeres clonadas de otras a primera vista—. Pero sorprendentemente esas caracterizaciones son lo de menos, porque llega el momento de hablar de lo mejor de toda la serie: su protagonista, Tatiana Maslany. Una mujer que debería estar en boca de todo el mundo porque su trabajo interpretativo es de lo más impresionante que se ha visto en la pequeña pantalla en los años recientes. Incluso con esas caracterizaciones mínimas, Maslany se las apaña para encarnar de manera completamente creíble a esas diversas mujeres: cambia de voz, de acento, de maneras de caminar y moverse… cuanto más nos adentramos en el argumento y vamos conociendo mejor a los diferentes personajes de los que se hace cargo esta genial actriz, más impresionante resulta su trabajo. Siempre sabemos a cuál de las mujeres clon tenemos delante, porque Maslany se encarga de que nos demos cuenta al instante mediante su actitud corporal, su expresión facial y lo más fascinante de todo, su mirada. No estamos hablando de una actriz que dibuja ocho o nueve caricaturas para salir del paso, sino de alguien que nos convence de que esos ocho o nueve personajes simultáneos tienen entidad propia, y eso que varios de ellos son desarrollados con una profundidad similar a la de la protagonista principal, pero resultan igualmente consistentes. Tampoco resulta extraño que fuese nominada al Globo de Oro como mejor actriz o que ganase premios de la crítica tanto en EE. UU. como en su país natal, Canadá. Cada una de esas mujeres tiene sus momentos de alta intensidad emocional, especialmente hacia el final de la primera temporada, y la misma actriz se las arregla para plasmar esos diferentes tipos de explosión emocional sin que los tics de sus distintos personajes se contaminen entre sí. El rango interpretativo de esta chica es increíble, incluso es capaz de modificar la aureola que desprende a voluntad: algunas de las mujeres que interpreta despiertan simpatía, otras resultan estiradas o sencillamente antipáticas, otras dan miedo… y todas están en manos de la misma intérprete. Otro aliciente de la serie son los momentos de humor, escasos y muy sutiles pero siempre estratégicamente situados. Solamente en un par de ellos intuimos que Tatiana Maslany, por si fuera poco, parece ocultar una considerable vis cómica. En resumen: lo de Tatiana Maslany en Orphan Black debería pasar a las crónicas doradas de la ficción televisiva en lo que llevamos de siglo XXI. Es más: al principio creí que el entusiasmo de los críticos (abundaban los artículos donde hablaban auténticas maravillas de ella) podía ser exagerado, pero después descubrí que no: capítulo a capítulo, las interpretaciones paralelas resultan más y más asombrosas. Si Tatiana Maslany mantiene el nivel durante la segunda temporada (y de momento lo está haciendo) creo que sería de justicia que recibiese un aluvión de premios todavía mayor, porque seguramente pasarán años antes de que volvamos a contemplar un despliegue interpretativo semejante. Para que se hagan una idea de hasta dónde llega la exquisitez del juego de espejos: hay momentos en que algunos de sus personajes fingen ser otros, y esos momentos están entre lo más admirablemente enrevesado que podemos ver en la televisión; tenemos a una actriz fingiendo ser un personaje que finge ser otro personaje… ¡y nunca se desdibuja ninguno de ellos! Increíble.
El resto del reparto está también a buen nivel, aunque con lo que hemos dicho podemos imaginar que la actriz principal se merienda a casi todo el mundo, claro. La excepción es el extraordinario Jordan Gavaris, que interpreta al hermanastro (o hermano de adopción, si prefieren) de la protagonista principal, Sarah Manning. Su interpretación también es absolutamente brillante y convincente, hasta el punto de que muchos espectadores experimentaron una considerable sorpresa al descubrir que Gavaris apenas tenía nada en común con su personaje: no era británico, ni afeminado, e incluso esa irritante aura de niñato esnob y repelente que desprende su personaje es completamente inexistente más allá de la serie. Esto puede parecer una obviedad cuando hablamos de un actor, cuyo trabajo es precisamente encarnar a otro yo inexistente, pero lo cierto es que Gavaris ha creado un personaje tan vívido que es casi inevitable sufrir un pequeño shock al saber que todo en él es puro artificio. Cabe comentar que algunos espectadores —quizá hipersensibles con el asunto— le han acusado de estereotipar a la comunidad gay con un personaje repleto de clichés, pero en mi opinión esta es una acusación ridícula: Gavaris interpreta a un personaje que sí, es extravagante y está repleto de clichés, pero que es un único individuo con sus manierismos personales, no la pretendida representación de una condición sexual en pleno. Más allá de polémicas innecesarias, es el único actor de la serie que parece capaz de echarle un pulso a Tatiana Maslany, lo cual ¡no es tarea fácil! Además, la química en pantalla entre ambos es excelente.
Obviamente la serie tiene sus defectos. Podríamos mencionar cierta ligereza a la hora de incluir algunos elementos de ciencia ficción o personajes secundarios cuyas motivaciones resultan más bien estereotipadas. Y aunque como decimos el reparto es bueno por lo general, no todos los intérpretes están a la misma altura. En la segunda temporada está habiendo algunos giros un tanto forzados, aunque no sería prudente juzgarlos antes de que termine su emisión (y admito que sigue habiendo algunas secuencias enormes, de esas que dejan helado al espectador). La verdad es que estas cosas apenas tienen importancia si las contemplamos en el cuadro global, ya que por contra se agradece que en el segundo año estén incluyendo más momentos de humor o que algunos personajes principales sigan siendo perfilados. Pero insisto, esta serie será especialmente recordada como el vehículo con el que una actriz ha situado un listón en cuanto a técnica interpretativa. Sin ella estaríamos hablando de una buena serie con grandes momentos, muy entretenida. Con ella, en cambio, la cosa se transforma en un espectáculo digno de ser revisitado varias veces y muy probablemente en algo que deberían terminar mostrando en las escuelas de actores.
Aunque en conjunto Orphan Black no sea una obra comparable a otras que podamos tener en mente, merece mucho la pena echarle un vistazo. Los diez primeros episodios son de esos que apetece volver a contemplar una vez concluidos. Es una serie vibrante, con muy buen ritmo, con momentos duros y momentos más ligeros, y sobre todo con la capacidad de mantener la atención del espectador. Aún no sabemos a dónde nos llevará la segunda temporada o si tendrá un final tan impactante como la primera, pero con lo que ya se ha emitido hay material más que suficiente como para pasar muy buenos ratos. Denle una oportunidad, dudo que se arrepientan. Aunque solamente sea por conocer al personaje de Helena. De los que no se olvidan ni queriendo.
La ciudad en la que transcurre la historia no es Nueva York, sino Toronto.
Si la recomiendan en Jot Down mala no será. Habrá que echarle un vistazo. ;)
Pero Gabriel… No pierda nunca esa maravillosa candidez.
Me cuesta mucho ver series donde la protagonista es una mujer, se me hace más cansado y empatizo mucho menos
Pues habrá que echarle un vistazo. Off topic: ¿Para cuándo un post sobre Dunham County? Ahora que están tan de moda las series ‘noir’ al estilo de The Killing o True Detective, habría que darle una oportunidad a esta excelente producción canadiense que se adelantó a los procedimentales de AMC y HBO en muchos aspectos…
Muy bien señalado lo de Durham County…
Y la Maslany, talentazo.
«En resumen: lo de Tatiana Maslany en Orphan Black debería pasar a las crónicas doradas de la ficción televisiva en lo que llevamos de siglo XXI.»
Anda, que ya os vale, y no la metisteis entre las mejores series del 2013. Menos mal que lo enmendáis.
La segunda temporada ha pegado un buen bajón.
Recomiendo ‘Prey’ (de ITV) con John Simm. 3 episodios.
No seras un clon o perteneces a LEAD. ¿ Porque no clonan tios?, que no es comparable? miratelo.
Resumiendo, para mi, esta serie es Tatiana Maslany+Tatiana Maslany+Tatiana Maslany+… y así hasta el infinito.
Estoy muy de acuerdo con lo de «tenemos a una actriz fingiendo ser un personaje que finge ser otro personaje… ¡y nunca se desdibuja ninguno de ellos! Increíble.» A veces he llegado a pensar que Tatiana Maslany tenía trillizas o quintillizas. Un trabajo más que soberbio.
Cabe destacar también que la realización, sobretodo cuando se juntan 2 o mas tatianas en pantalla, está muy lograda…
Hola,
Van a incluir en esta nota una aclaración de que la segunda temporada no debe ser vista bajo ningún motivo? Maslany la sigue rompiendo en pantalla, pero el guión es vergonzoso.
Saludos
Me la estoy viendo pero en el tercer episodio me he puesto de lo nervios con esas discusiones entre tres o cuatro clones. Que sí, que la chica lo hace muy bien, pero… que me he pasado a la segunda temporada de Hannibal que junto a Fargo, es lo mejor de lo mejor de las últimas hornadas.