El cinéfilo moderno no gana para sustos. Un día se levanta y un tipo ruso de nombre impronunciable anuncia un remake de Ben-Hur; al siguiente Gerard Butler anuncia su intención de interpretar a Snake Plissken en una revisión de 1997: Rescate en Nueva York; dos días después nos enteramos de que alguien va a hacer una nueva versión de Los pájaros. La civilización occidental sobrevivió milagrosamente a la pizza congelada y al yogur de plátano, pero —definitivamente— no está preparada para unos planos de Mesala en slow-motion.
Lo último, lo que ha hecho descarrilar la vagoneta de esta montaña rusa en la que estamos montados todos los que creemos que hay cosas que no deben tocarse (no porque no sean mejorables, sino porque son únicas) ha sido el rumor de que pronto se pondrá en marcha una secuela para Los Goonies. Y por ahí sí que no debemos pasar, esto debe parar y debe parar ahora.
Veamos, el que ha hecho el anuncio no ha sido otro que Richard Donner.
Donner es un genio, de los grandes. El hombre que dirigió obras maestras como La profecía y joyas como Superman, Lady Halcón o, atención, Los Goonies.
¿Por qué entonces anunciar algo como Los Goonies 2? ¿Para qué querría alguien que ha demostrado sobradamente su capacidad como cineasta retomar algo que era perfecto en su conjunto y que ha resistido el test del tiempo trascendiendo con mucho aquello tan recorrido de «obra de culto»?
Probablemente influya que Donner no ha firmado una película en ocho años; que su caché en estos momentos sea inexistente y que su fama (merecida) sea cosa de tiempos pasados. Una combinación de nostalgia, necesidades financieras, y el ojo de Sauron fijado en él en forma de industria que ignora sistemáticamente a los que un día demostraron que podían reventar taquillas. No es el único, lo mismo cuenta para John Milius, Paul Verhoeven, Walter Hill, John Carpenter, Wolfang Petersen o John McTiernan: rebeldes olvidados en el limbo de las leyendas.
Los Goonies 2 (o la posibilidad de su existencia) bebe en realidad de algo mucho más perverso y es la intención de explotar algo tan jugoso como la memoria emocional. Ni siquiera se trata de rendir homenaje a una película que ha perdurado en el recuerdo de millones de cinéfilos: es un plan, totalmente lineal, furiosamente esquemático, de llevar a las salas de cine a tipos que un día soñaron con vivir en un pequeño pueblo lleno de piratas, y perseguir un tesoro, y besar a la guapa de la escuela. Se trata de recuperar una película que funcionó como una bala porque se abrazaba a nuestras fantasías de niño y las sublimaba, y convertirla en un producto, en la acepción más cruda del término.
El cine no debería ser una línea de montaje en cadena porque no se puede manufacturar una película como el que ensambla un coche. Esto no significa que no se haga y que —muchas veces— les salga un Frankenstein que anda y balbucea, pero el límite lo marca la paciencia del espectador. Hollywood ha fallado en hacer lo que en tiempos no tan lejanos le salía de primera: convertir el hecho de ir a una sala en una experiencia, en una liturgia, en una comunión. Probablemente pocos directores (James Cameron entre ellos) siguen entendiendo que el cine comercial —que es de lo que hablamos en estas líneas—debe ser un evento. Algo extraordinario que te obliga a ir al cine porque tienes claro que ese es el único lugar en el que podrás vivir «aquello».
Ese espíritu de consolidación emocional del séptimo arte, de la sala como templo, se atascó por el camino, a medida que se corrompía el núcleo fundacional del espectáculo: el espectador ya no era importante. Ahí está la proliferación de las salas-ovejero donde la figura del acomodador brilla por su ausencia, el proyeccionista es el mismo que vende las entradas y hace las palomitas, y cualquier matiz humano se ha perdido en los embrollos del marketing y las estadísticas, hasta el punto de que el periodista destaca hoy más los resultados financieros de un filme que su valía artística, contaminando totalmente la percepción que el público tiene del cine. El cine ya no es cine, es industria.
La idea de Los Goonies, Los cazafantasmas o la nueva saga de Star Wars, aun jugando en ligas muy distintas, revelan ese modus operandi que rige hoy los grandes estudios cinematográficos donde la idea de la nostalgia (que no la nostalgia) sirve de gancho. Lo que para el espectador de los setenta o los ochenta era un ancla que te llevaba al cine una y otra vez es ahora un cebo: picas una vez, y otra, y otra. Hasta que un día te cansas y rompes el hábito. Esto no quiere decir que J. J. Abrams puede firmar una excelente Guerra de las galaxias, pero el sustrato, el sentimiento primario de ser parte de algo único, se perdió entre capas de números, camisetas, conversiones torticeras a 3D, entrevistas grupales de quince minutos y giras mundiales con actores robotizados.
¿Por qué Los Goonies 2 no parece una buena idea? Simplemente, porque los Goonies, los de verdad, eran hijos de una época, de un contexto, de La isla del tesoro, de la pandilla, de las bicis montaña abajo. Son parte de un tiempo donde aburrirse era obligatorio y esos momentos de mirada perdida constituían una parte imprescindible de la vida: todos los que nos aburrimos íbamos al cine con el entusiasmo de un niño, incluso ahora, que tenemos treinta o cuarenta, seguimos atrapados en el truco de magia. Cuando el mencionado Abrams dirigió Super 8 trataba de meter ese espíritu en esta época de hiperactividad. Las nuevas generaciones no lo compraron, de la misma forma que no consideran la sala la única manera de ver una película ni el cine el mayor de los espectáculos. Los Goonies ya no existen, ahora son otra cosa.
Tratar de obligarnos a tragar con esta epidemia de remakes, reboots, secuelas y precuelas, es asesinar definitivamente la parte que nos queda de creyentes, de devotos de esa manera de entender el cine. Lo que Hollywood nunca ha entendido es que la autenticidad siempre ha sido y siempre será un factor al alza en el mundo del arte y que ni siquiera ellos pueden enterrar eso, por muy luminosas que sean las marquesinas, invasivos los banners y espectaculares los anuncios.
En los círculos balompédicos se dice mucho eso de «muerte al fútbol moderno», ese donde los aficionados son ninguneados a favor de las grandes empresas, los contratos millonarios, los palcos VIP o la venta de camisetas. La plaga que asola al cine se asemeja mucho a lo de los futboleros (por raro que parezca) pero en el séptimo arte, como en el balompié, al final los imponderables acaban siendo la mejor parte. En ese caos seguiremos confiando, pero mientras tanto, que nos hagan un favor y se olviden de los Goonies. Para siempre.
Enorme.
Amén. A todo.
El cine SIEMPRE ha sido industria. Lo que hay es falta de ideas frescas.
Tienes mucha razón, Teresa. Yo sigo pensando que dentro de lo comercial se puede hacer buen cine. Muchos culpan a Sppielberg y a Lucas de la infantilización del cine, pero tanto «Tiburón», como «Encuentros en la tercera fase», «En busca del arca perdida» o «La guerra de las galaxias» eran buenas películas.
Si una película que costó 19 millones de dólares y sólo en EEUU reacudó 61 millones no le llamas Industria, dime tú qué es sino.
Estamos en lo de siempre, hagan lo que hagan la película original seguirá estando ahi, no va a desaparecer ni a transformarse porque hagan una secuela, y la secuela si quieres la ves y sino no. Sencillo. «Ellos» hacen con su dinero la película que les da la gana y nosotros con el nuestro, la compramos, o no.
El problema está cuando se destrozan las películas originales con la excusa de las nuevas, como por ejemplo las películas de Star Wars modificadas para que apareciesen los nuevos actores…. pufffff que dolor…..
Creo que se refiere a que ahora SÓLO es industria. Relájate un poco, Teresa, que te va a coger una lumbalgia.
Pingback: Quitad vuestras sucias manos de Los Goonies
Los Goonies 2: Mañana seré libre
Es imposible expresarlo mejor, completamente de acuerdo en todo lo que se pone en el artículo. Una secuela de Los Goonies sería tan mala como la tristemente inefable cuarta entrega de las aventuras de Indiana Jones y los treintañeros nostálgicos que iríamos a verla saldríamos con un cabreo mayúsculo. Por favor, que lo dejen como está.
Ah, y muerte al fútbol moderno.
Ay, Rísquez. No me nombres a «Indy 4». Menuda la que nos enjaretaron Spielberg y Lucas. Nunca más. Lo mismo Ridley Scott con su «Prometheus».
Debo ser un garulo, porque Los Goonies siempre me pareció una mierda de película.
Andrés, debo comunicarte que efectivamente eres un garrulo
Si, lo eres.
Ya somos dos. Es un truño.
Creo que somos tres. De crío, no fue de las que más me gustó. La volví a ver hace pocos años… y ni la nostalgia fue capaza de hacer que mantuviera el interés
Perdón, «capaz».
Joder hay gente que se tomó en serio el episodio de Muchachada Nui en el que salía Cindy Lauper…
Me he leido el artículo entero y aunque si le doy la razón creo que eso no implica que no se deba hacer una segunda pelicula. Que la hagan luego nosotros veremos si optamos por verla o no.
Totalmente de acuerdo Álvaro. Y no seré yo precisamente quien defienda toda esta nueva hola de remakes, reboots y demás pelis ‘modernas’. Pero me parece demasiado radical querer limitar que se rueden dichas producciones. En el caso de Los Goonies, la película es y será siempre única e insuperable, ahora bien, si finalmente se hace una secuela el que quiera que la vea y opine y el que no quiera, que no la vea y que se quede con la original.
Otra cosa sería remontar el metraje de la peli original y estrenarla de nuevo con otras escenas o con cambios sustanciales (como ya hizo Lucas con su trilogía original de Star Wars y que a tanta gente no gustó), ahí ya el tema sería más delicado. Pero por rodar una secuela de algo (por muy gran peli que sea y que por supuesto lo es), ¿se va a asesinar el producto original? A mí afirmar eso me parece un tanto excesivo…
Y en cuanto al cine (sobre todo el cine comercial), nos guste o no, claro que es una industria. Lo ideal sería que esa idea de industria no perdiera de vista que el cine también es arte. Por tanto, se podría afirmar que es una combinación de ambos elementos.
La traducción de «bicis montaña abajo» no es correcta. En español se dice «bicis cuesta abajo».
Peor que todo lo que apunta el autor del artículo: ¡podría haber un Blade Runner 2!
A mí, esta peli de Los Goonies, como las de Star Wars y las de Indiana Jones, ya me hubiera aburrido cuando tenía 11 años. A esa edad lo que me gustaba eran cosas como «Ocean’s eleven» con el Rat Pack y «One eyed Jack» de Marlon Brando.
«Estamos en lo de siempre, hagan lo que hagan la película original seguirá estando ahi, no va a desaparecer ni a transformarse porque hagan una secuela, y la secuela si quieres la ves y sino no.»
Cuando tú le preguntes a un chavalín que qué le parece Indiana Jones, te dirá que la película está bien, o muy bien, o genial, o que es malísima, pero se estará refiriendo a la cuarta entrega. La saga, por mucho que queramos obviar esa nefasta cuarta parte, la conforman cuatro películas. Tú puedes tener tres en tu estantería, pero la conforman cuatro. Si hago la suma la calidad de la saga puede salir elevada, pero, ¿qué pasa con productos como Star Wars o Los Simpson? Exacto, al final, una obra (saga) puede perder valoración positiva por culpa de nuevas entregas. Eso sin contar que una obra es hija de su tiempo (esto no lo defiendes porque eres necio), por lo que nunca debe trasladarse a otra época y hacer como si nada.
Robocop será la hostia para los jóvenes, pero ya es la hostia para cualquiera que quiera acercarse a ella. Si necesitan educación para verla, que aprendan cine. Porque eso permitirá que el cine avance creando mejores obras que con un público borrego. Pero ya hemos comprobado qué tipo de público defiendes tú.
Lo siento, tienes en contra algo tan elemental como la lógica.
Partes de la errónea idea de que el cine es, o debería ser, solo para cinéfilos. La realidad es que el cine es sobre todo negocio y después, con permiso del público en su conjunto (porque solo la opinión de la crítica no vale), arte.
A partir de ahí te puede escandalizar todo lo que quieras que un empresario quiera sacar más dinero haciendo una secuela de una película de culto. Y si no lo entiendes, el problema es tuyo.
Pues yo creo que se podría hacer algo decente. De hecho creo que se podría intentar alentar a los niños de hoy en día para que salgan a la calle y conozcan mundo. No necesariamente demonizando las nuevas tecnologías, si no combinando lo mejor de la «vida virtual» y la «vida cara-a-cara» (no voy a llamarla real, porque ambas son muy reales). Esperemos a ver el resultado, y si es capaz de llegar a la ilusión de los niños de hoy, como en su día (e incluso hoy en día) fue capaz de hacerlo la primera.
Walter hilo olvidado?. El que a escrito esto no tiene no idea……
¿Director de 4 películas en los últimos 15 años no te parece estar olvidado? A mi sí. Sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un director de referencia en los 80’s.
Sólo me leo el principio del artículo, porque no merece la pena leerlo entero. Lo justo para darme cuenta de que el autor sabe que hace el ridículo cuando dice «Quitad vuestras sucias manos de Los Goonies» porque esas «sucias manos» son las manos que crearon la película original, las de Richard Donner.
Como crío de los 80 adoro Los Goonies, y la idea de que hagan una secuela me intriga. Que la hagan. La veré. Si no me gusta pues me quedo con la original. Si me gusta, eso que he ganado.
Lo que está claro es que no podemos negarnos a secuelas o remakes solo porque nos gusten las versiones originales. Las originales ya están hechas, las tenemos ahí para verlas siempre que queramos, y negándonos a una continuación solo nos estamos cerrando a la posibilidad de querer algo tanto como quisimos lo primero.
Al que no lo guste que no lo vea y punto, pero yo esperaré con ansias la secuela, y me agrada saber que esto acercará el conocimiento de Los Goonies a la nueva generación de niños.
Que hagan una segunda parte no significa que vayan a estropear la primera. La primera ya está hecha y no la van a tocar.
Así es Matías, tienes toda la razón.
Arribo lo explico.
Querida Teresa, tu teoría de que de entre los seismil y pico millones de terrestres no haya ni una sola idea interesante e innovadora para llevar al cine resulta pelín desviada de la realidad.
Yo me inclinaría más a la pereza que tiene industria y público (sí, público también) a producir/disfrutar cualquier contenido mínimamente original o innovador. Unos y otros prefieren segundas, terceras o enésimas partes de historias que ya conocen de antemano. Exactamente igual que le ocurre a los videojuegos, industria que ya deja pequeña a la del cine y no ha hecho más que empezar. Afortunadamente, una pequeña aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor…
En el caso del publico, pereza. En el de la industria el intentar jugar sobre seguro para recuperar la inversion y, si suena la flauta, hacer mucho dinero.
Ideas frescas e interesantes hay muchas.
Saludos a Incontinencia Suma
¿Los Goonies? ¡Pero si es infumable! Hablen de otro cine más interesante de la época, por ejemplo, El corazón del ángel.
Las desventuras de Harry Angel no han tenido arrestos de remakearlas. Tal vez porque no fue un éxito en su día. Es una gran película, un pelín exagerada y con una interpretación de Mickey Rourke muy pasada de vueltas a ratos, pero inquietante. «El ángel caído», la novela en la que se basa también está muy bien, aunque transcurre en Nueva York. La idea de trasladar la acción a Nueva Orleans fue de Parker, idea que a William Hjortsberg, autor de la novela, le entusiasmó.
Estoy completamente de acuerdo. Hollywood no creo que lo esté, y las cifras están ahí: ellos no quieren hacer arte, quieren hacer dinero (muy respetable por otra parte), y dinero están haciendo, ¿así que para qué cambiar?
Bueno, pues sí, esta secuela será como muchas otras, o como muchos remakes, un verdadero truño que decepcionará a miles de fans. Pero siempre nos quedarán las obras originales que tanto nos hicieron disfrutar.
Los espectadores nos empezamos a cansar de estos juegos, y los productores y distribuidores se empezarán a dar cuenta, tarde, pero se darán cuenta algún día.
Me da la sensación de que es el propio autor quien está sacralizando la nostalgia. Cada uno que piense lo que le dé la gana, pero yo personalmente prefiero creer que películas, series, discos o lo que sea no son objetos sagrados de los que nadie se puede aprovechar, no sea que distorsione el feliz recuerdo de un tarde de Nocilla, rodilleras o videoclub. Me encanta Los Goonies, pero pensar que es una obra de culto o tratarlo como si fueran las Tablas de la Ley pues me da un poco de risa.
¡Amén!
Peor fue poner color a pelis en B/N. ¿Pero quién recuerda eso?
Los que sí quiero que vuelvan al ruedo son John McTiernan y Paul Verhoeven. Nostalgias aparte, ¿Dentro del cine comercial alguien ha visto joyas comparables a «Depredador», «Jungla de cristal», «Robocop o «Desafío total» en las últimas dos décadas?
Dios mío, y yo que pensaba que la chorrada final del artículo del link solo era un desbarre. El horror tiene rostro…
http://web.humorenlared.com/2014/05/04/butaca-de-gallinero-mitos-rancios/
El caso de McTiernan es singular y merece un artículo aparte (ahí lo dejo…): el tipo estuvo un año en la cárcel por mentir al FBI en el caso «Pellicano». Resulta que el tío encargó que se hiciesen escuchas a un productor que le quería castigar por el fiasco de «Rollerball». McT encargó las escuchas y luego el detective que las hizo, el tal Pellicano, acabó ante el gran jurado. La razón por la que McTiernan acabó entre rejas fue por mentir al FBI, no por las escuchas (es un delito muy grave en EEUU, supongo que no tendrán programas electorales…)
El bueno de McT acabó marginado por la industria, y finalmente fue condenado a un año. Salió de la trena en febrero, tras cumpliar cerca de once meses. Parece ser que ya está trabajando en un nuevo proyecto.
McT es un grande. No parece estar muy bien de la azotea, eso sí. Lo que hizo en el caso Pellicano fue propio de un tarado. Dijo que no le conocía y el FBI tenía grabaciones de él contratando los servicios delictivos de Pellicano para espiar a Charles Roven (multimilonario productor de los Batman de Nolan y en ese momento de «Rollerball»), de quien un paranoico McTiernan sospechaba. Por la tontería, lo que seguramente hubiera terminado en una sanción económica y poco más se conviertió en una condena de un año de cárcel y una multa de muchos miles de dólares, además de una década sin dirigir una sola película.
Es un director maldito, siempre limitado a encargos, pero con una habilidad extraordinaria para filmar la acción en pantalla, mover la cámara con energía (y que se entienda todo lo que pasa, no como Michael Bay) y lograr planos de una belleza sobrecogedora: esa jungla de pesadilla en «Depredador», el laberinto de fantasmagóricas oficinas y huecos de ascensor de «Jungla de cristal» o los preciosos paisajes salvajes de «El guerrero número 13».
Revolucionó el cine de acción a finales de los ochenta y es un director que merece reivindicarse.
¡Estoy contigo! Es un tipo a reivindicar 100%. Por cierto: ¡»El guerrero nº13″ necesita un Director’s Cut pero ya! Lo que los productores hicieron con esa película no tiene nombre.
¡Y tanto! En «El guerrero número 13» falta mucho metraje, sobre todo de las batallas. Qué gran trabajo de McTiernan y su equipo rodando ese tenebroso bosque, la hilera de jinetes con antorchas que sea acercaba amenazante al poblado la noche de niebla, la batalla posterior bajo un cielo rojizo a lo «Kagemusha: la sombra del guerrero», la incursión en la cueva de los wendols…Eso es épica y no «El señor de los anillos» de Peter Jackson.
Creo que Crichton cometió un grave error despidiendo a McT tras el rodaje y remontando él la película y nos privó de un gran film de aventuras con aroma clásico. A pesar de la intromisión de Crichton, puede verse el talento de McTiernan tras esas poderosas imágenes. Crichton quería un rollo más aventurero, mientras que el director quería darle un toque más terrorífico y violento al relato, como puede verse en este tráiler primigenio:
http://www.youtube.com/watch?v=Xhi6zor1wSk
En lo que sí acertó el escritor de «Parque jurásico» es en contratar a Jerry Goldsmith para la banda sonora, aunque tampoco la partitura grabada por Graeme Revell parecía estar mal:
http://www.youtube.com/watch?v=FtTKoT4wUuY
Lo dicho:¡Director´s cut ya para «Eaters of the dead»(Mejor título que el horrible «El guerrero número 13», también idea de Crichton)!
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