El 10 de abril del 2004, Vladimir Klitschko y Lamon Brewster subieron a un cuadrilátero de Las Vegas para disputar el título vacante de los pesos pesados de la Organización Mundial del Boxeo. Brewster salió dispuesto a terminar el combate lo antes posible pero la izquierda del pequeño de los Klitschko le frenó en seco. El ucraniano se apuntó fácilmente los dos primeros asaltos y, aunque en el tercero recibió una buena mano, en el cuarto mandó a su rival a la lona. Era su primera pelea en los Estados Unidos. El árbitro contó hasta ocho y Brewster se levantó. Consiguió aguantar en pie lo que quedaba de round pero el trabajo parecía estar hecho. En el quinto asalto, Klitschko buscó el KO impactando una y otra vez en el cuerpo de Brewster sin que este terminara de doblar la rodilla pero, cuando quedaban cuarenta y siete segundos para finalizar el round, todo cambió. Una izquierda de Brewster alcanzó el mentón de su rival. Los plomos se fundieron. Klitschko estaba dañado y solo dos segundos después una nueva izquierda le convirtió en un indefenso muñeco de trapo. Vladimir se dejó caer sobre las cuerdas y escuchó cómo el árbitro le desgranaba una cuenta de protección. «¿Estás bien?», le preguntó. Él contestó que sí pero no era cierto. El combate se reanudó. Quedaban veinte segundos. Veinte segundos que son un agujero negro en la memoria de Klitschko. Cuando sonó la campana no se tenía en pie. Cayó al suelo y, aunque consiguió levantarse, apenas podía abrir los ojos. El árbitro detuvo la pelea. Le sentaron sobre una silla y dejaron que una doctora le examinase. «Tiene las pupilas muy dilatadas, creo que tiene un derrame cerebral», dijo. Desde el accidente de la central nuclear de Chernóbil el caso de enfermos de cáncer en la zona se ha multiplicado. Los casos de tumores de tiroides, de anemia o de bocio tampoco han dejado de crecer. También los casos de hipertensión, que han provocado el fallecimiento de una gran cantidad de personas a causa de derrames cerebrales.
Vladimir Rodionovich Klitschko era oficial en el Ejército soviético cuando la central nuclear de Chernóbil saltó por los aires en la madrugada del 26 de abril de 1986. La división que comandaba fue una de las encargadas de sepultar los restos radiactivos del edificio. Mientras los soldados intentaban paliar la catástrofe, dos niños llamados Vladimir y Vitali Klitschko, hijos de Vladimir Rodionovich, jugaban a los barcos en los charcos que se formaban con el agua radiactiva que provenía de la limpieza de los camiones utilizados en la central. Puede que el efecto de la radiactividad los hubiera transformado en dos superhéroes capaces de convertirse en la primera pareja de hermanos que compartiría el cetro de los pesos pesados, o puede que aquella experiencia estuviera a punto de cobrarse la vida de Vladimir.
No fueron Toro salvaje, ni Cuerpo y alma, ni Más dura será la caída ni Fat City las películas que despertaron en Vitali Klitschko el sueño romántico de convertirse en boxeador, de hecho, Vitali no quería boxear. Le gustaban las peleas, sí, pero las de Chuck Norris, con puñetazos, patadas y pistolas de por medio, pues no en vano su padre le había enseñado a manejar armas desde que era un niño. Vitali aterrizó en el kickboxing, pocos meses después se convirtió en el campeón de Ucrania y, posteriormente, de la Unión Soviética. Sus rivales se desplomaban en un abrir y cerrar de ojos ante aquel gigantón de dos metros convertido en un monumento a la descoordinación y la fuerza. Tras lograr el título soviético se le presentó la oportunidad de defender a su país en un combate que tendría lugar en los Estados Unidos. Aquel viaje le cambiaría para siempre la forma de ver el mundo. Sus ojos bolcheviques apenas podían parpadear ante la fascinante sociedad de consumo: los centros comerciales, las rebosantes estanterías de los supermercados, las autopistas llenas de coches, la Coca-Cola… ¿Cómo era posible que nadie le hubiera hablado nunca de todo aquello? «¿Cómo era posible que hubiese cien tipos diferentes de queso? ¿Pero qué disparate era ese? Solo existe un queso: el queso. ¿Cientos de variedades? Aquello era algo que no me entraba en la cabeza», narró más adelante.
En los últimos estertores de la guerra fría, con la Unión Soviética en plena descomposición y con la nueva Ucrania sumida en una recesión que terminaría con el 60% del PIB del país, el lugar lógico para dos hermanos de más de dos metros acostumbrados a repartir bofetadas era la puerta de alguna discoteca o las espaldas de algún mafioso de nuevo cuño necesitado de protección. Sin embargo los Klitschko prefirieron meter horas al gimnasio y esperar acontecimientos. Un día sonó el teléfono. Era un tal Harald Uhr, director de un club de boxeo amateur del norte de Alemania. Handewitt es un pequeño pueblo del distrito de Flensburg situado en la frontera con Dinamarca. La ciudad apenas cuenta con diez mil habitantes pero presume de un poderoso equipo de balonmano ganador de diversos títulos a nivel europeo. El club de boxeo de la ciudad necesitaba reforzarse y Uhr estaba dispuesto a pagar diez mil dólares y regalar las equipaciones a la selección nacional de boxeo ucraniana a cambio de poder contar con Vitali. Un inesperado positivo por esteroides con un año de suspensión hizo que, por el mismo precio, la operación incluyera también a Vladimir, encargado de suplir la forzada ausencia de su hermano. El pequeño de los Klitschko se preparó a conciencia de cara a los inminentes Juegos Olímpicos que iban a tener lugar en Atlanta. En el momento en el que Vladimir se colgaba la medalla de oro un tipo se acercó hasta Vitali y le pasó un teléfono: «Es Don King», le dijo. El estrafalario promotor por cuyas manos habían pasado boxeadores de la talla de Ali, Tyson o Roy Jones quería reunirse con los hermanos Klitschko.
7 de septiembre del año 96. King vivía en una mansión de Palm Beach de más de mil quinientos metros cuadrados plagados de dorados y símbolos de ostentación. En el jardín, una reproducción en mármol de la Estatua de la Libertad se asomaba al Atlántico y detrás una piscina rodeada de hamacas vacías parecía esperar convertirse en el decorado de una película pornográfica de alto presupuesto. A las diez de la noche King aguardaba a los Klitschko con un contrato bajo el brazo. «Sois los mejores —les dijo—. Vamos a ganar dinero por todo el mundo. Seremos una gran familia feliz». Entonces se acercó al piano y les dedicó una pieza. Tocaba como un auténtico virtuoso. Los ucranianos se miraron admirados por la destreza de aquel «hombre del Renacimiento» que igual organizaba una multimillonaria velada pugilista que tocaba extasiado una partitura de Chopin. «Vi como un pedal se movía solo y me acerqué. El piano tocaba solo, no se trataba más que de un efecto. Me di cuenta, entonces, de que estábamos ante un verdadero actor. Nos largamos de allí», recuerda Vitali.
El rechazo al ofrecimiento de King no significó retraso alguno en el paso de los hermanos al boxeo profesional. Debutaron juntos en Hamburgo el 16 de noviembre de 1996. Vitali lo hizo frente un americano llamado Tony Bradham que aguantó en pie cuatro minutos y medio y Vladimir fue aún más resolutivo y puso a dormir a Fabian Meza en poco más de un minuto. Quince días después ambos repitieron actuación en Viena y esta vez Vitali fue el más rápido: dos minutos frente a los cuatro que necesitó su hermano para acabar con su rival. Los meses siguientes las peleas se sucedieron a razón de una por mes siempre con el mismo resultado: nadie que se ponía frente a los Klitschko era capaz de aguantar más de tres asaltos en pie.
En tres años Vitali encadenó veintisiete victorias, todas ellas por KO, que le llevaron a alcanzar el título menor de Campeón Intercontinental de la Organización Mundial de Boxeo y, posteriormente, el campeonato de Europa. Con Tyson en el ocaso su carrera pasando más tiempo en la cárcel y los juzgados que en el gimnasio, el verdadero rey de los pesos pesados era Evander Hollyfield que poseía los títulos de la Federación Internacional y de la Asociación. Había expuesto sus cinturones ante Lennox Lewis (campeón del Consejo) con resultado de empate y se esperaba una revancha entre ambos púgiles para noviembre de 1999. Comprometidos esos títulos, el único accesible era el de la desprestigiada Organización Mundial del Boxeo en poder de un británico de origen nigeriano llamado Herbie Hide. Klitschko y él se citaron el 26 de junio de 1999 en Londres. Las apuestas estaban bastante igualadas. Hide era un boxeador discreto con un palmarés plagado de triunfos ante boxeadores igualmente discretos. El único púgil de peso al que se había enfrentado era Riddick Bowe y esa era precisamente la única mancha de su expediente. Sonó la campana y la historia se repitió: en el segundo asalto Hide se fue al suelo y el árbitro entregó el cinturón al campeón ucraniano. No hubo más.
En noviembre del año 1999, Lennox Lewis arrebató las coronas de los pesados a Evander Hollyfield y, pocos días más tarde, el presidente ucraniano Leonid Kuchma designó como primer ministro a Viktor Yuschenko, el respetado presidente del Banco Central del país. El suyo fue un Gobierno efímero pues, en mayo del 2001, sería sustituido por el tecnócrata Anatoli Kujma. Sin embargo, esa derrota fue el primer paso de una victoria que, gracias a su creciente popularidad, tendría lugar en la primera vuelta de las elecciones del año 2004. Entre los seguidores de Yuschenko se contaba Vitali Klitschko. Klitschko había perdido su título a causa de una lesión frente a Chris Byrd y las cinco victorias que siguieron a aquella pelea no habían servido para convertirle en el boxeador respetado que ansiaba ser. Al igual que ocurrió con Yuschenko, el reconocimiento tendría que llegarle gracias a una derrota. El 21 de junio del 2003 fue la fecha elegida para su enfrentamiento con el todopoderoso Lennox Lewis. El combate tuvo lugar en el Staples Center de Los Ángeles. Las apuestas estaban cuatro a uno a favor del británico cuyo último combate había tenido lugar un año antes frente a Mike Tyson. Sonó la campana y Klitschko salió a hacer lo que mejor sabía, noquear a su rival a las primeras de cambio. Cuando había transcurrido un minuto del segundo asalto el puño derecho de Vitali se incrustó en el rostro de Lewis. Fue un golpe brutal. El público lanzó un «Oh» de admiración y Lewis trató de agarrarse desesperadamente al cuerpo de su rival para evitar el KO. Con treinta y seis años y cuarenta combates a sus espaldas Lewis no era precisamente un novato. Capeó el temporal como pudo y consiguió llegar hasta el final del round. «Sigue así, lo estás haciendo muy bien», le repitieron varias veces a Vitali en su esquina. Tenía el combate de cara y el público parecía sucumbir, al fin, ante la potencia de los puños del «Doctor Ironfist». Sin embargo en el tercer asalto, tras un enganchón y mientras los boxeadores permanecían abrazados, un golpe sin fuerza ni recorrido abrió el párpado de Vitali. La sangre empezó a brotar y se encendieron todas las alarmas. Klitschko continuó lanzando golpes y anotándose los asaltos pero la herida del ojo era cada vez mayor. Entre asalto y asalto Joe Souza, su cutman, intentaba detener la hemorragia a base de pegotes de vaselina y de Gelfoam pero en cuanto se reanudaban las hostilidades la sangría regresaba. Finalmente, entre el sexto y el séptimo asalto el médico ordenó detener el combate. Las airadas protestas de Vitali no sirvieron de nada. Se dirigió al público que no dejaba de aclamarle mientras Lennox ni siquiera trataba de disimular su cara de derrota. Fue la última pelea de Lewis y la última derrota de Klitschko, cuyo párpado tuvo que ser restañado con más de ciento ochenta puntos de sutura.
El 4 de abril del 2004, una semana antes de que tuviera lugar la pelea con la que comenzó este relato, Vitali Klitschko y el sudafricano Corrie Sanders se disputaron el título que Lewis había dejado vacante. Sanders venía de derrotar precisamente a Vladimir con lo que se repetía la paradoja de un hermano teniendo que vengar la derrota del otro tal y como había sucedido en el 2000 frente a Chris Byrd. No fue un combate brillante. Tras dos primeros asaltos de desconcierto Klitschko fue imponiendo su estilo ante un Sanders que lo fiaba todo a un golpe de fortuna. En el octavo asalto el árbitro John Scorle detuvo la pelea y colgó de la cintura de Vitali el cinturón de campeón que ya nadie le podría arrebatar.
Los Klitschko regresaron a Ucrania donde, pocos meses después, estaban previstas unas elecciones presidenciales que enfrentarían a Yuschenko con el primer ministro saliente Viktor Yanukovich. Los comicios se presentaban muy reñidos. Apenas un mes antes de que tuvieran lugar Yuschenko fue envenenado con dioxina. Con el rostro desfigurado por el veneno Yuschenko se impuso en la primera vuelta por el estrechísimo margen de medio punto. Ante el temor a la derrota, los partidarios de Yanukovich llevaron a cabo «falsificaciones masivas de papeletas» tal y como, semanas después, reconocería el propio Tribunal Supremo del país. Con su líder al borde de la muerte y la certeza del pucherazo electoral cientos de miles de ucranianos comenzaron a concentrarse en la plaza de la Independencia exigiendo nuevos comicios en lo que fue conocido como la Revolución Naranja. La repetición de las elecciones tuvo lugar el 26 de diciembre del 2004 y, esta vez sí, Yuschenko se llevó la victoria con el cincuenta y dos por ciento de los votos frente al cuarenta y cuatro de Yanukovich.
Vitali Klitschko entró a formar parte del equipo de asesores del nuevo presidente y en el año 2006 optó a la alcaldía de Kiev liderando una alianza cívica de partidos. No consiguió el triunfo, cosa que sí hizo Vladimir en el cuadrilátero logrando finalmente que dos hermanos simultaneasen el cetro mundial de los pesados por primera vez en la historia.
Con el paso de los meses la derecha política del país que había protagonizando la Revolución Naranja se fue atomizando y quienes habían sido aliados comenzaron a ser rivales. El presidente Yushenko destituyó a su primera ministra Yulia Timoshenko a pesar de lo cual, «la Princesa del Gas», se convirtió en la líder de la derecha en detrimento de la oficialista Nuestra Ucrania. Entre tanto Klitschko fue conformando un ideario político plagado de buenas intenciones que partía de la idea de que Ucrania debería mirarse en el espejo de la Unión Europea y no tanto en el de Rusia. Con un discurso liberal en lo económico que ha llevado a su partido UDAR a convertirse en observador dentro del Partido Popular Europeo, Klitschko defiende bajadas de impuestos para estimular el crecimiento económico, así como la lucha contra la corrupción y la reforma del sistema judicial para democratizar el país. El encarcelamiento de Timoshenko y su participación en las protestas contra el depuesto presidente Yanukovich han ido otorgando a Klitschko un protagonismo que le permite afrontar con ciertas posibilidades las elecciones presidenciales previstas para el próximo 25 de mayo.
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Hola Beta, dos apuntes: la pelea de Wladimir con Brewster no era la primera del ucraniano en USA, era ya la séptima. Por otro lado, ¿de donde sacas lo del derrame después del combate? Es la primera noticia que tengo al respecto.
Oscar lo del derrame lo ha contado el propio Wladimir en diversas entrevistas, no que lo tuviera sino que esas fueron las palabras de la doctora (evidentemente no lo tuvo). En cuanto a lo de los combates en USA tienes razón, era su sexto combate en Estados Unidos.
Beta, ¿es nombre de mujer? ¡Ahora solo faltaba que también las señoras hablasen de boxeo!
Beta es Beatriz
Ójala le respondiese uno de los dos hermanos del artículo como sus palabras se merecen caballero.
Sí, y usted disfrutando y aplaudiendo entre el público, rufián…
Beta esperaba una cronica del ultimo combate de Mayweather (con Justin Bieber de nuevo como zorrita acompañante…)
Eso dentro de poco en http://revistaentrenador.com
Buen artículo, aunque creo que el combate contra Lewis fue más igualado que lo que dejas ver. Le da dos de los uppercuts más impresionantes que he visto y tres o cuatro muy buenos golpes más.
Bueno, la cara de Lewis era todo un poema al terminar el combate
Muy bueno el artículo, periodismo del bueno (hasta das el pego como experta en boxeo). Un error tonto: Palm Springs no da al Pacífico porque está en el desierto, en el valle de Cooachella.
Fe de erratas: Donde dice Palm Sprimgs debería decir Palm Beach
El articulo parece estar sacado del documental que tienen los hermanos. Mas algun apunto de mas.
Lennox Lewis no quiso dar la revancha y se retiro después del combate con el mayor de los hermanos.
De acuerdo con Carlos en que la fuente sin duda es el documental.
Y 0 en geografía para la autora, Palm Springs no da al Pacífico pero es que Palm Beach, tampoco.
No más fe de erratas, por favor, que al final va a resultar que la villa de Don King está en La Manga.
Pingback: Klitschko, el héroe radiactivo
uy uy uy que se denota bastante machismo por los comentarios que se ven por aquí. Ni es el primer artículo de la web que tiene erratas, y en caso de que se basase en el documental (que no lo sé, porque no lo he visto), tampoco sería el primero. Oye nos está contando una buena historia, disfrútenlo leñe
Pues a mí, que sí he visto el documental, me parece un escándalo que en un artículo biográfico sobre los Klitschcko se puedan decir cosas que también se dicen en un documental biográfico sobre los Klitschko. ¡QUÉ ESCÁNDALO! Sería mejor que se hubiera inventado una biografía nueva. Por otra parte, en el documental no se habla NADA de la evolución política de Ucrania en relación con los hermanos, y esa es la paete que me parece más interesante del artículo. Pero sí, ¡Qué verguenza!
Lástima que nunca vimos un combate entre ambos hermanos, aunque tal vez eso agrande su leyenda no sólo como unos de los deportistas más dominantes de su ramo, sino como hombres que antepusieron el deseo de su madre-el no verlos herirse uno al otro- al dinero