Las alarmas sonaron rápidas en todas sus emisoras de radio y televisión: «En Francia ha ganado el Frente Nacional de Marine Le Pen». «En Francia ha ganado la extrema derecha». Sí, es cierto. Los primeros resultados que se iban conociendo ayer confirmaban lo que venían diciendo las encuestas desde hace semanas. Con un ligero aumento de la participación, que llegaría al 43%, frente al 40,63% de 2009, el FN de Marine Le Pen habría ganado las elecciones Europeas de 2014 en Francia con el 25% de los votos, frente al 20% de la UMP que quedaría en segunda posición. El PS de Hollande y Valls, gobernante desde 2012, habría sufrido una hecatombe sin precedentes quedándose en un exiguo 14%. Francia elegía ayer 74 diputados (72 en 2009; 54 por ejemplo elegía España). De las siete circunscripciones electorales en las que se dividía Francia en estos comicios, el FN ganaba en cinco con la excepción de Île-de-France (región de Paris) y Ouest (la Bretaña y alrededores). Los resultados finales han otorgado al FN de Le Pen 22 escaños; 18 a la UMP; 12 al PS; 8 a los Centristas-Moderados; 8 a los Verdes y 5 al Front de Gauche. Había 74 escaños en juego.
Indudablemente, el triunfo del FN es apabullante. Sirva una comparativa. Hace cinco años, el FN logró un millón de votos, el 6,7% del total, y tres europarlamentarios, Jean Marie, fundador del FN y padre de Marine, ambos incluidos. Y eso con una abstención similar entre ambos comicios, menor en 2014. Por primera vez en una elección nacional se sitúa como primera fuerza política, incluso sobrepasando ampliamente a la UMP. Marine, que con su padre, son dos de los europarlamentarios menos asiduos a las sesiones de Bruselas (lo que le ha reportado no pocas críticas) sumar ahora una veintena de miembros a las filas del grupo llamado «Alianza Europea por la Libertad» donde se juntarán con colegas llegados de países tan dispares y supuestamente avanzados como Inglaterra, Holanda o Dinamarca. Porque esto es algo que ayer se obvió. Los ultraderechistas también ganaron en Dinamarca, mientras que en Inglaterra ganaron los de Neil Farage, un tipo bastante inclasificable.
Pero la noticia era clara: en Francia, el país de la Revolución, la Ilustración, los Derechos del Hombre, había ganado la extrema derecha. Sí. Un gran titular. Una gran rasgada de vestiduras. Y qué.
Vamos por partes. Primero los aledaños.
El PS se la ha vuelto a meter. Esto tampoco es nuevo en la gauche caviar francesa, la socialdemocracia de terciopelo y gustos de champagne. Ya nos tiene acostumbrado. Jospin en 2002 tuvo el dudoso honor de ser el primer candidato del PS apeado de la segunda vuelta de unas presidenciales. Nada más y nada menos que contra un orangután como Jean Marie Le Pen. En la segunda vuelta, las cosas volvieron a la normalidad: Chirac se impuso con el 82,1% de los votos. La vergüenza socialista, los golpes de pecho, el no volverá a pasar. Lo normal en la socialdemocracia de los últimos años. Ha vuelto a pasar pero siendo grave, no lo es tanto. En una intervención grabada, el primer ministro, Manuel Valls ha hablado de «choque» y de «seísmo sin precedentes». Básicamente ha vuelto a repetir lo que ya se escuchó en la casa de la rosa en 2002. El Elíseo convocó ayer lunes a una reunión de urgencia. También lo normal. Lo anormal será que pasara algo. El gobierno de Valls es reciente, apenas mes y pico. Valls, cuya cabeza pidió el FN en pleno éxtasis, prometió ayer agilizar las reformas: la territorial y, sobre todo, una bajada de impuestos. Ahí, en el bolsillo, reside parte del desencanto. Quedan tres años para las presidenciales y para las legislativas, pero todavía hay tiempo. A fin de cuentas, se esperaba esto. Lo decían los sondeos. «Estamos gobernando, los sacrificios se pagan», la misma retahíla en todos los países. Bueno, menos en Alemania. Y ayer también en Italia. Ayer por la noche, Hollande compareció en televisión para dar la cara. Culpó de la derrota al «desencanto de la sociedad hacia Europa» y repartió culpas entre todos los partidos tradicionales.
En la acera de enfrente, la conservadora UMP, la cosa, pese a la segunda posición, no pinta mucho mejor. Los planes eran ganar, no ser superados por el FN, unos recién llegados como quien dice; y extremistas. En la Francia del mito de la resistencia antinazi. Un mito, claro, pero muy bienvendido. El caso es que en las filas de la UMP vuelven a sonar los tambores de la guerra civil. El presidente discutido Jean-François Copé se apresuró ayer a echar la culpa de lo sucedido al PS de Hollande. Sin embargo en su elocución se le notaba preocupado y con el gesto desencajado. Antes que él salió a hablar François Fillon, su rival, ex primer ministro de Sarkozy. Dijo lo esperado, el resultado del FN es «la gran cólera del pueblo francés». Por si fuera poco está Sarkozy, que nunca se ha ido del todo y amenaza con volver. Esta semana oportunamente publicó una tribuna en el semanario Le Point donde hablaba de la UE, su falta de liderazgo, el «problema migratorio» y demás. Un aviso a navegantes. Sarkozy es un zorro viejo. Ya fue presidente calcando algunas de las propuestas del FN, dulcificándolas. Ayer, Hortefeux, cabeza de lista de la UMP en la circunscripción Centro dejó a todos helados en su intervención televisiva: «Sarkozy sigue marcando la vida política de Francia». Un recado para Copé y Fillon. Mañana martes también hay reunión de urgencia en la sede de la UMP. Se afilan cuchillos y todos apuntan hacia Copé, que ayer se vio salpicado por un caso de corrupción, el affaire Bygmalion.
François Bayrou, el jefe de los moderados de centro, que es un político que suele decir cosas cabales, volvió a acertar ayer en su diagnóstico: el triunfo del FN supone «la descomposición de la vida política francesa». Porque lo de Marine Le Pen es tanto un triunfo suyo como un fracaso de todos los demás.
Vamos con el FN.
¿Es que se han vuelto locos estos franceses? No. Están cabreados, mucho. Tienen miedo, también. Pero no se han vuelto locos. Francia es un país conservador, más que España en muchas cosas. Conservador y rural. Conservador en el sentido de que no le gusta el cambio, que le muevan del sofá. Es cierto que hicieron una revolución, le cortaron la cabeza al rey. Pero también es cierto que quince años después colocaron a un emperador. Y en sus guerras, bueno. La primera la ganaron, la segunda fueron humillados. Y no solo en el campo de batalla. El trabajo de De Gaulle fue doble: ganarse la confianza de los Aliados y devolver el amor propio a su pueblo. De ahí el mito de la resistencia que tan bien ha dejado Hollywood. Hoy los analistas hablan de una triple crisis: «la europea, la económica y la psicológica».
Los franceses sienten que las cosas están cambiando a marchas forzadas sin que nadie haga nada para remediarlo. Especialmente ninguno de los dos partidos mayoritarios. Y pierden con el cambio. El francés tiene el orgullo herido y la cartera amenazada. Francia ya no es la gran potencia de antaño y ve como el vecino alemán sí lo es. A costa de la UE, la fundamos nosotros pero son los alemanes los que cortan el bacalao. Y una Troika que nadie votó. Ya dijeron NO a la fallida Constitución Europea en 2005, no les va a temblar la mano a los franceses en meter más piedras al molino. Está el orgullo y, sobre todo, la cartera. La presión fiscal en Francia es muy grande. Los impuestos suben año a año y la factura, como siempre, la pagan las clases medias y humildes. Y ya está bien. Los franceses, que llevaron a Sarkozy a la presidencia en 2007 bajo la promesa de que «todo el que trabaje más puede ganar más dinero», se dieron cuenta de que pese a trabajar más, el dinero iba a parar a los mismos bolsillos de siempre. Y encima Sarkozy no hacía más que presumir de amigos con dinero. A los franceses no les gusta hablar de dinero, les parece de mala educación. Y mucho menos presumir. Sarkozy hacía ambas cosas. Hollande ganó en buena medida porque estaba en el lugar adecuado en el momento preciso, Francia estaba harta de Sarkozy.
Hollande ganó en 2012 con un lema y una frase. El lema era: «El cambio es ahora». La frase venía por comparación, frente al presidente bling-bling (sonido del dinero) que era Sarkozy, monsieur Hollande se presentó como el «hombre normal». Y era cierto. Bromas aparte con su/s tamaño/s, Hollande, más que presidente de la República, parece presidente de la comunidad de vecinos. La noche electoral escribí para varios medios esto: «De Hollande depende ahora cómo quiere ser recordado. Tiene la oportunidad de convertirse en un verdadero referente para la izquierda en los próximos años. Puede que para esta sea, esta vez sí, la última oportunidad».
Hollande tardó menos de un año en echarlo todo por la borda. El izquierdismo con el que llegó al Elíseo le duró el tiempo justo para nombrar un primer ministro inoperante y contestado en su propia casa, y poner en marcha recortes y subidas de impuestos. Valls, en Interior, era el primer policía de Francia y la política migratoria del PS era calcada a la de la UMP. Palo y expulsión, especialmente si los inmigrantes eran gitanos rumanos, malditos en todas partes y especialmente odiados en Francia donde el racismo no se esconde si no es hacia los judíos, y eso porque está considerado delito. Y mientras Marine azuzando con la inmigración, apenas un 8%. Y Valls, como antes Sarkozy, dándole la razón con sus políticas.
Y claro, la economía. Creciendo al 0,2% y bajando. La deuda disparada. El paro en Francia es apenas superior al 10%. Un mundo en un país acostumbrado al 4,5%. Francia es un país con un fuerte tejido industrial, cosa que ya no es España. Fue nuestro peaje por entrar en la UE. Pero ese tejido se está resintiendo a causa de la globalización y la apertura de nuevos mercados más precarizados salarialmente. Entre otras muchas y variadas razones que no son ajenas a otros países de su entorno. El SMI ronda en Francia los 1400 euros por los 740 de España. Y Marine azuzando. Por un lado, los inmigrantes, lo cual es completamente falso. Por otro, la culpa es de Bruselas y su política de austeridad y de apoyo al capitalismo salvaje. Ojo, este es un mensaje que comparte cualquier izquierdista.
Y Hollande, que vino para hacerle frente a la austeridad y a Merkel, de un día para otro, abraza la nueva religión neoliberal. Ofrece un pacto a la patronal por la que le concede beneficios fiscales a cambio de puestos de trabajo. Lo de siempre. El mismo mantra en el que coinciden derecha y supuesta izquierda, premiar a los empresarios en espera de que estos lo devuelvan. Y aprueba más recortes, hasta 50.000 millones. Cambia el Gobierno y pone de primer ministro a su principal rival, pero también a su soldado mejor valorado por los franceses: Manuel Valls, el hombre de hierro en seguridad e inmigración. Convencido liberal en lo económico y hasta contrario a la jornada de las 35 horas. El caramelo del PS durante estos dos años para contentar a sus bases resulta reconocible para toda socialdemocracia, especialmente la española: derechos sociales para minorías. El Gobierno de Hollande aprueba el marriage por tous, el matrimonio gay. Los gais pueden casarse y adoptar, pero hay lío: un tribunal de Versalles el pasado 30 de abril rechazó la adopción de un crío por parte del cónyuge de una pareja gay. Francia es muy conservadora. Y se arma. Incluso más que en España, donde ya casi nadie se acuerda del tema. En Francia sí. Pero es igual, el caramelo a las bases ya está tirado, somos de izquierdas porque aprobamos el matrimonio gay aunque hagamos políticas económicas de derechas. «No hemos hecho recortes», dijo Valls el otro día en Barcelona. Es cierto que en Francia no se ha recortado en Sanidad ni en Educación. Al menos que se sepa. Pero las sospechas son fundadas.
La economía, estúpido. La gente está cabreada y mucho, porque las cosas, sin ir mal, no marchan bien. El poder adquisitivo ha bajado y el Estado la fríe a impuestos. Y está Le Pen, que lleva años dulcificando su discurso hasta convertirlo en una mezcla de patriotismo antisistema, populismo y xenofobia. Algo a lo que ya no de vergüenza votar. Al menos no tanta. De esto último nada nuevo bajo el sol. Se habla poco, ya se sabe. Hay una variante. Hay muchos inmigrantes, falso, nos invaden (miedo al islam, pero es que muchos musulmanes son franceses), falso. Y el argumento definitivo: los salarios de los franceses bajan porque gracias a la UE contratar inmigrantes sale más barato. El bolsillo, touché. Los exabruptos como los de Jean Marie el otro día hablando del Ébola como solución para la invasión migratoria que llega de África enervan a Marine, que se tiene que pasar después dos días disculpando a su padre. Lo de siempre, él no quería decir eso, es que nos tienen manía.
Marine es una leona como no se veía desde Margaret Thatcher. Sin la inteligencia de la británica pero con su mismo carisma; y lista. Muy lista. Su campaña ha sido muy buena. Ataca donde más duele. Al bolsillo y al miedo. Al del que nada tiene en el bolsillo y al que ya no le queda otra cosa que vencer el miedo. Ese es el caladero fundamental del FN. Zonas deprimidas laboralmente y con una alta presión migratoria. Con problemas de seguridad ciudadana. El discurso antisistema. Bruselas tiene la culpa porque es un lugar preocupado por los bancos y no por la gente. Algo que últimamente además de parecer ser cierto, bien lo podría compartir cualquier indignado de izquierdas. Porque Marine es así, un día se levanta con propuestas de extrema izquierda y al otro ultraderechista: salir del euro y cerrar fronteras. Europa de las naciones. Ayer mismo salió poco después de las 20.30 horas y lo hizo la primera. Victoriosa. Con un discurso en clave nacional. La UE al FN le importa una mierda. Es otro paso para ganar peso en casa. Comenzó alabando «el inmenso deseo de libertad del pueblo francés» y exigió al Gobierno de Hollande que haga «una política para los franceses, que no sea dirigida desde fuera por comisarios que no se han sometido al sufragio universal, y que defienda los intereses y la identidad de Francia». Terminó pidiendo la disolución de la Asamblea Nacional, el órgano de representación gala, donde por cierto el FN apenas tiene escaños. Pero ayer era su momento y lo sabía. Uno de sus escuderos pidió también la dimisión de Valls. Era otro brindis al sol en una noche en la que corrió el champán.
La antesala de lo de hoy se vivió en las municipales de hace unas semanas. Pero también se exageró la bicha. El FN conquistó 14 alcaldías, ninguna importante, ninguna de más de 100.000 habitantes. Pero supuso un triunfo simbólico. En una localidad de Pas-de-Calais, de tradición comunista y socialista desde la Segunda Guerra Mundial, ganó en primera vuelta. Los mineros, con la mina en las últimas, están desesperados. Y la izquierda, sus supuestos «suyos», no traen soluciones. Toma patada en la puerta. Por supuesto al día siguiente ante las cámaras, «la villa sigue siendo de izquierdas», decía un vecino. De izquierdas, PERO. Además de pequeños símbolos unos 1500 concejales. La estrategia definida por Marine Le Pen seguía su curso: crecer a nivel local para asaltar el poder nacional.
El FN es, pese a lo que pueda parecer y los titulares puedan decir en España, un apestado. Social y mediáticamente. Casi nadie se reconoce de buenas a primeras como votante del FN. Es cierto que es más fácil que hace unos años. Los medios tratan al FN como lo que es: un partido de extrema derecha, xenófobo y peligroso. Una vergüenza nacional.
Es cierto que el FN es un partido de extrema derecha y xenófobo. De lo que no estoy tan seguro es de que la mayor parte de sus votantes, especialmente los de ayer, lo sean. Hablábamos del cabreo y del miedo. Los mejores resultados los encuentra el FN entre los jóvenes y las clases más populares. Los primeros saben que no tendrán lo mismo que sus padres, tienen miedo. Los segundos están cabreados. Esta tendencia se viene confirmando elección tras elección en los últimos años. Entre los menores de 35 años el FN obtiene un 30 % de sus votos, 5 puntos más que su media nacional. Por contra, solo el 21% de los mayores de 60 optan por la formación de madame Le Pen. La mayoría de los votantes de esta franja de edad, según un sondeo de Ipsos conocido ayer, se decanta por la UMP. Pero lo preocupante es que la llamada izquierda, el PS, solo convence a un 15% de los menores de 35 años. Eso es algo que habría de hacerse mirar la socialdemocracia. Y ojo, no solo en Francia. Pero los resultados siguen siendo inapelables. El FN ganó ayer en 71 de los 101 departamentos franceses y en 16 de las 22 regiones. Solo la Francia de Ultramar lavó la cara: los de Marine Le Pen quedaron en cuarta posición, la ganadora fue la UMP.
Pero lo peor era que el mismo sondeo echa por tierra otro tópico histórico: el 38 % de los empleados y el 43 % de los obreros optaron ayer por el FN. La izquierda ya ha perdido esta batalla: solo el 8% de los obreros y el 16% de los empleados votaron ayer al PS en las europeas. Y nada esperan de él. Y tampoco esperan nada de la izquierda real del Front de Gauche, que no consigue beneficiarse del cabreo. El miedo provoca siempre un voto conservador. Solo un 5% de los empleados y el 8% de los obreros votaron ayer domingo por el partido de Jean-Luc Mélenchon.
De lo que se deduce que el discurso heterodoxo de Marine Le Pen está calando. Y lo más peligroso: la gente no encuentra nada enfrente. Lo del PS es lo mismo que le ocurre a toda la socialdemocracia. Habla en verso y gobierna en prosa, de la misma forma que el centroderecha. Un sistema bien engrasado en forma de fraude consumado. La gente se ha cansado. Y el FN, repito, con su mezcla de populismo antisistema y xenofobia acierta apelando a zona más profunda del rencor. Al menos en la de unos cuantos.
Vuelvo a hacer la pregunta: ¿están locos estos franceses? No. Hay que ver la fotografía al completo. Ayer hubo unas elecciones europeas. En 2009 el FN tenía solo 3 eurodiputados. Ahora puede llegar a 24. Y qué. Harán ruido. Pero y qué. Sigue siendo Europa y la UE está lejos y ya la hemos aceptado como el enemigo. Lleva siendo así en Francia desde 2005. Esto no quiere decir que Francia sea un país euroescéptico, todavía. Ayer, una encuesta mostrada por la televisión pública arrojaba una contradicción llamativa: el 64% de los franceses consideraba que la solución a los problemas del país era «menos Europa y más Francia». Sin embargo, la mayoría 43% frente a 32% estaba en contra de que el país abandonara el euro. Algo que, sobra decirlo, quiere Marine Le Pen y el FN. Como muchos otros europeos, los galos creen en Europa, pero no en esta Europa.
Lo dicho, la UE queda lejos. No molesta por ahora pero sí que nos jode un poco, por lo tanto vamos a darle un toque. El FN es una suerte de caballo de Troya llegado desde Francia y, sobre todo, un gran pataleo. En el momento oportuno desde el lugar adecuado.
Y ahora vamos a lo importante y que nadie debería olvidar: los franceses están cabreados y son conservadores. Pero dos datos. Ayer votó un 43% de la población. En un único turno. Las elecciones en Francia son tradicionalmente de doble turno. En las presidenciales de 2012 la participación fue, respectivamente, del 79,4% y del 80,3%. En las municipales de este año, en el primer turno votó un 63,5% y en el segundo, un 62,1%. La participación siempre es más baja en municipales que en legislativas y presidenciales. Quiero decir con esto que la ley electoral francesa es un seguro. Un candado prácticamente inexpugnable contra el FN. En caso de susto, como pasó en 2002 con Jean Marie, en un segundo turno se arregla el desaguisado. Los franceses no están locos, no todavía.
Hay una crisis económica jodida. Hay mucho miedo. Es lógico el cabreo. Un cabreo conservador. En unas elecciones a doble turno el FN muere. Especialmente cuando no haya crisis ni miedo como hay ahora.
En muchas cosas Francia y EE. UU. son las dos caras de la misma moneda. Condenadas a permanecer de espaldas toda la vida pero siempre unidas. Alexis de Tocqueville, francés y buen conocedor de EE. UU., decía que «a los norteamericanos les encanta el cambio pero temen las revoluciones». Lo mismo pero en sentido contrario podría decirse de los franceses: les encantan las revoluciones pero temen el cambio. Lo de ayer fue una pequeña revolución con forma de puñetazo en la mesa. Vergonzosa y triste, pero no más.
«Pero es igual, el caramelo a las bases ya está tirado, somos de izquierdas porque aprobamos el matrimonio gay aunque hagamos políticas económicas de derechas.»
¡Anda, igual que el PSOE!
Pingback: ¿Están locos estos galos?
Pues yo diría que no hay que minimizar la amenaza. Un par de empujoncitos más y nos encontramos en los años 30. Cuando llevas a la gente hasta el límite, estás arriesgándote a dejarlos en manos de los extremistas y los fanáticos. Eso si, con la banca supersaneada.
Totalmente de acuerdo. Es muy peligroso esto de subestimar la amenaza y el peligro que supone el aumento del apoyo en muchos países de Europa a partidos euroescépticos, xenófobos, pseudo-racistas, etc…
Revisen los errores: en Francia las legislativas son después de las presidenciales, y los gays sí pueden adoptar.
No ha dicho que no puedan, ha dicho que un juzgado en Versalles ha denegado una adopción por parte de unos vais y eso ha creado revuelo
Los años 30 no se van a repetir. A la frase «La historia siempre se repite» le falta la parte «siempre de forma diferente». Eso hace que casi siempre nos pillen las cosas con el pie cambiado. Hay que estar atentos y con los ojos muy abiertos, porque mientras miramos a Le Pen pensando en un nuevo ascenso del nazismo por las urnas igual nos están robando la cartera por otro lado. Que nos la están robando, vamos. El nuevo nazismo, si es que eso existe y la nueva guerra mundial es esta crisis/estafa, ni mas ni menos.
Excelente análisis con muchas analogías perfectamente aplicables a los partidos españoles, aquí en lugar de apoyar la xenofobia, apoyamos el independentismo como solución mágica (soy catalán y ha ganado un partido cuyo único mensaje electoral era este) me gustaría un análisis desde la distancia de lo que ha pasado en España, pero parece complicado dada la tendencia a posicionarse de los medios
El independentismo es xenofóbico por definición. Lo de Cataluña no es una excepción a lo que sucede en el resto de Europa (aunque le pongas gafapasta y postureo), mismo mecanismo y misma respuesta:» la culpa es del otro, podemos vivir en un Edén si no fuera por «los otros»»… y retahíla de mensajes simples similares que calman a personas temerosas del cambio.
Así es.
Hollande es de izquierdas y aplicó políticas de izquierdas, como era de esperar: subir impuestos y derrochar… Ahora se están dando cuenta de que con Sarkozy -aunque no tomara todas las medidas que se esperaban de él- no estaban tal mal.
Pues yo diría que la gente está cabreada por no cumplir ninguna de sus promesas -de izquierda- y hacer lo que le dicta la patronal francesa y la gran patrona de europa, doña Merkel.
Osea, como el Psoe.
El típico error progre de calificar la indignación en función de sus anteojeras. La mayoría de la gente indignada más que ideología lo que tiene es eso mismo: indignación. Se agarran a un clavo ardiendo, y en función del color de ese clavo los politicólogos hacen analisis a medida de sus prejuicios.
Si en Europa la Ultraderecha resurge hay que echarse las manos a la cabeza (pues sí, la verdad, el discurso xenófobo apesta) Pero si lo hace la UltraIzquierda (como aquí) es una gran noticia para la democracia…. Como odio los dobles discursos. Si a algunos os asusta los años 30, a otros nos asustan más las dictaduras del proletariado tan poco amigas de la libertad que tanto predican algunos.
Tanto la pseudoderecha como la pseudo izquierda europea debería pensar cuánto mal lo han hecho para que los discursos se radicalicen tanto y tengan un más que notable apoyo popular.
Siento lo de tu partido vox/pp…otra vez sera.hay miedillo, verdad?
Pero que listo que eres oye. Deberías hacer carrera de esa perspicacia tuya. Estoy que me cago de miedo… ¬¬
Es que cualquiera que diga que extrema izquierda y extrema derecha son lo mismo (ambas te venden un paraíso en la tierra, que lamento decir no existe) va a ser vilipendiado por unos y otros, solo decirlo ya te estigmatiza, porque aquí son muy democratas los que nos dicen lo que es la democracia.
Exacto, son dos caras de la misma moneda. Y exacto, los que predican con la libertad de expresión y van de superiores morales por la vida son los primeros que no toleran un discurso distinto al suyo, si te sales de la tangente eres un facha. Como aquí el amigo que rápidamente ha aventurado que soy votante del PP/Vox.
Si la ultraizquierda (que decir eso de podemos me parece un poco exagerado) se hubiera puesto la primera y con un mensaje lleno de odio (un programa inviable y populista no es lo mismo) a lo mejor mucha gente se preocuparía igual
Muy buen artículo, muy interesante, con una lectura del tema con bastante perspectiva. Creo que muchas personas deberían leerlo.
Eso si, me veo obligado a hacer dos puntualizaciones:
En Francia, al menos desde el año 83 (el Eurostat no deja ir mas atrás) jamas ha habido un paro de menos del 6 y pico 7 %. De hecho, lo mas normal es andar rondando el 8-9%; por tanto no veo de donde saca el autor lo de «estando acostumbrados a un 4,5%».
Por otra parte, el tema del salario mínimo al compararse con otros países como España. Una cosa es el bruto, y otra el neto. Y le aseguro que aunque la diferencia en bruto puede ser alta, cuando pasamos al neto la cosa se acerca bastante mas, y es que en Francia retienen bastante. Creo que es algo que no se debería dejar pasar a la hora de mencionarlo, aunque lamentablemente casi siempre se hace.
Por lo demás, y como ya he dicho, gran articulo.
Vaya articulo mas mal venido a cuento, solo repite datos copiados de periodicos.
El frances es de derechas por naturaleza, hasta su izquierda lo es, por eso se le llama socialismo de caviar, que el autor pone sin saber lo que significa. El FN no es mas que la expresion de lo que es realmente el frances, xenofobo, derechista, y egocentrico. Ellos quieren sentirse el centro del universo, y ahora no lo son, aplstados nuevamente en Europa por la maquina alemana, han decidido votar por aquella que canaliza su idiosincracia en forma de discurso, mucho mas acertado en formas que el de su padre, y culpar a quien segun ellos es el culpable de su perdida del cetro europeo, Hollande, aunque eso ya se veia venir desde la campaña electoral.
De acuerdo con varias cosas pero creo que se olvidan otras y que hay aspectos que se entienden mal o no se entienden en absoluto.
Primero, se olvida que el FN es una criatura de Mitterand: no es una opinión, es un hecho. Jean-François Revel da cumplida información al respecto. ¿Que para qué lo creo el PSF? Obvio: para joder al PCF. Como bien señala el artículo, el caladero de votos del FN está justo en aquellas zonas que hasta no hace tantísimos años eran feudos obreristas. Y les salió perfecta la jugada: el otrora todopoderoso PCF hoy ni está ni se le espera. Claro que, mientras tanto, la criatura, a lo Frankenstein, ha tomado vida propia y se está comiendo crudo a su papi. Ya se sabe, los partidos políticos los carga el diablo… O, como se decía antes, en el pecado llevan la penitencia.
Por otro lado, este artículo es el enésimo ejemplo que me encuentro en el que se afirma alegremente que nos gobiernan políticas neoliberales. Ésa es una tontería falsa por dos motivos: ni es «neo» ni es «liberal».
No es «neo», en realidad es muy viejo, porque aquí, en Europa en general y en España en particular, lo que lleva imperando desde hace ni se sabe es eso tan simpático llamado capitalismo de amiguetes, que consiste, entre otras cosas, en que, por ejemplo, cuando se privatiza lo que antaño fuera un monopolio estatal no se hace en un régimen de libre competencia y en el que se garantice que lo que antes era un monopolio público no pase ahora a ser un monopolio u oligopolio privado. Para nada: se le entrega a módico precio a un colegui y todos (ellos) tan contentos. Otro ejemplo: se crean, pagadas de nuestros bolsillos, un sinfín de empresas y organismos públicos de fin y valía inencontrable, en busca y captura, a ver si dan con «ello», para contentar a otros, o los mismos, coleguis: ya que no te hice ministro o secretario de Estado, porque, claro, eso ya se lo debía a Mengano, pues te pongo de Director General de esta giliempresa, cobras un pastón y a vivir, que son dos días y uno nos lo pasamos durmiendo. De paso, con eso tan «neo-oldie» podemos hacer demagogia que da gusto. Por un lado, no creamos plazas de funcionarios (que éstos estén infrautilizados en algunos organismos, justamente porque las empresas públicas los vuelven redundantes, o que en otros lugares haya una necesidad acuciante de incorporar funcionarios nuevos son menudencias sin importancia en las que no conviene detenerse), que eso sale muy caro, pero creamos la ficción, que al común de los mortales le encanta creer, de que, como es empleo público, ya no hay quien te eche. De paso, con esos anuncios magníficos, muestras la debida preocupación por «lo público», que es, como decía Sancho Panza, el bálsamo del Feo Blas, el ungüento curatodo con el que quedarnos tranquilos. Lo de ir colocando a los de tu cuerda y tirar del empleo público es tan viejo que nos remontaría a la época de Cánovas y Sagasta, de modo que, insisto, no sé de dónde viene lo del «neo».
Y liberal, vamos, ni de coña justo por lo mismo. Un sistema liberal clásico aboga por la libre competencia en todos los órdenes, no porque esta dádiva o aquel monopolio te lo dé cautivo y desarmado el poder del político de turno, tenga éste el apellido que tenga. Un sistema liberal clásico huye como del virus del ébola del monstruo burocrático que se ha ido creando y que es el que realmente nos está cagando el alma a impuestos.
Es cierto que se han hecho recortes más que cuestionables en sanidad o educación, pero aquí nadie quiere ni oír hablar de acabar con todas esas empresas públicas inservibles, por ejemplo. Es más, los de Podemos las multiplicarían ad infinitum: un genio, el Iglesias este. Por si alguien se preguntaba dónde estaría el émulo de Chávez o del surbnormal profundo de Maduro, ahí tiene cumplida respuesta. Nadie, al menos aquí, se plantea hacer lo de Francia, pegarle el hachazo a los municipios, las diputaciones, los cabildos insulares, los parlamentos autonómicos, etc, etc, etc. Menos mal que vivimos bajo una «dictadura del liberalismo»… En eso hay un consenso tácito que nadie quiere ni mencionar: estamos inundados de estado por todas partes, ese estado nos lleva a la ruina, nos caga a impuestos, si tus padres te dejan algo en herencia no puedes ejecutarla y se lo queda el Estado porque no tienes dinero (pregunten en Andalucía) pero ¿la solución es? ¡¡Más estado!! Genial, vamos…
Hitler y Stalin pactaron en el 39, seguro que porque se llevaban fatal. Ahora tenemos a la demagogia de extrema derecha y a la de extrema izquierda: una evolución del carajo, sin duda…
Un enorme amén.
Me sangran las manos de aplaudirte.
Completamente de acuerdo
Leyéndote se me ocurre que lo mismo puede pasar aquí con POdemos a la que el PP dejó hacer (incluso dándole espacio en medios afines como Planeta) con la esperanza de restarle al PSOE por la izquierda. La jugada le ha salido bien, pero viendo las alusiones a la patria y contra «la casta» que hace Iglesias igual también le come mucho espacio a UPyD y un sector del PP. De momento, sé de dos exvotantes del PP que lo han votado. Creía que era una anécdota hasta que te he leído. Vamos, como el FN con el PSF…
Pues, Bertox, no te extrañe que esas «lumbreras» hayan hecho ese tipo de cálculos. Pedro Arriola, que es quien lleva toda esa línea de estrategias desde los inicios de Aznar, es una calamidad con patas, el número de pifias que le han pasado al PP a cuenta de su portentoso análisis es tan incontable como los granos de arena de una playa. De hecho, la noche electoral los del PP estaban muy ufanos porque le habían sacado no sé qué ventaja al PSOE, que, según ellos, son los únicos rivales a batir. Se han metido un hostión de proporciones bíblicas, se han dejado en la gatera algo así como 2.5 millones de votos pero como los otros lo han llevado aún peor, pues nada, todo estupendo. Es aquello de yo me quedo tuerto con tal de que tú te quedes ciego.
Lo del entreguismo del PP en el caso de los medios de comunicación pasará a los libros de historia como un ejemplo de suicidio político transmitido en tiempo real. La política para conceder o dejar de conceder licencias de radio y televisión es kafkiana: permiten «cosas» que dan vergüenza ajena en Cuatro o La Secta, que han sido plataformas tremendas para los bobos de Podemos, al tiempo que torpedean a El Mundo porque les deja con el culo al aire con lo de Bárcenas, el caso Faisán y tantos otros. A El País, en quiebra técnica y despidiendo trabajadores a casco porro, les dan todos los balones de oxígeno que quieran y más y con Intereconomía le aplican aquello de «al enemigo, ni agua».
En España no existe el peligro de grupos neonazis ni cosa que se le parezca. El otro día al ir a votar aún vi papeletas de Falange Española y me quedé flipado de que esos pirados todavía existan. Pero la deriva claramente va a ser frentepopulista, con una amalgama de grupos de izquierda, a cuál más descerebrado y proponiendo un brindis al sol mayor que el otro. Y mucha gente les aplaudirá con las orejas porque para eso la izquierda siempre ha tenido una habilidad especial: habiendo sido votante comunista de años sé de lo que hablo.
La izquierda es experta en mezclar elementos reales (incluso Podemos dice alguna verdad, por increíble que parezca) con demagogia barata. Si les das un dato económico, el que sea, te contraponen una historia con «contenido humano» o «social»: léase, el pobre desgraciado que está pasando las de Caín, con el mensaje subsiguiente de «qué vergüenza, qué tragedia que pasen estas cosas», vendiéndote la moto de que existe una sistema, una arcadia feliz en la que nadie pase hambre y en la que todo el mundo tenga un techo, trabajo y se vaya de vacaciones. Es una mentira monstruosa, sin más: primero, porque, por desgracia, nunca dejará de haber pobres y situaciones humanas terribles y, segundo y sobre todo, porque no hay ni un solo ejemplo histórico, ni un solo país en el que se haya aplicado ese sistema maravilloso que predica Podemos o cualquiera de sus clónicos en el que eso haya funcionado ni por asomo. Y no ha funcionado no por las excusas típicas, que si el capital y el imperialismo y todas esas zarandajas: no funciona porque no funciona, porque es una mierda de sistema que sólo condena a los seres humanos a la miseria y la falta de libertad.
Cualquier partido serio que quisiera plantarles cara a estos delincuentes intelectuales lo tiene fácil: recordar una vez, y otra, y las que haga falta qué ha significado históricamente el comunismo y no desperdiciar ni una sola oportunidad de mostrarlo a las claras. Porque la maquinaria de propaganda de la izquierda es y ha sido siempre de una eficacia demoledora y no van a desaprovechar ni la más mínima para arrimar el ascua a su sardina.
Sólo por poner un ejemplo entre mil: hace unos pocos años, en 2006, si mal no recuerdo, por lo del aniversario de la Guerra Civil, toda una serie de personajes de la famélica legión sacaron un manifiesto de apoyo a la II República, que, por supuesto, no es sino un apoyo al Frente Popular: pongo la mano en el fuego y seguro de que no me quemo por que ni uno solo de ellos se acordaba de la CEDA, de Gil-Robles, de Calvo Sotelo o de Lerroux como integrantes de esa II República. Bien, ¿hubo alguien que les diera la réplica, que explicara qué clase de pescado eran Largo Caballero, Pasionaria, Indalecio Prieto o Durruti? ¿Qué clase de penco era Negrín o quién era el maquiavélico de Azaña, tan gran escritor como pésimo político? Nadie. ¿Por qué? Porque entonces ya sabes que vienen los del somatén mediático y te tildan de nostálgico del franquismo y demás lindezas. Que tiene gracia, teniendo en cuenta los orígenes familiares y cómo les fue por aquellos años a algunos de nuestros demócratas de toda la vida. Pues no: Franco era un capullo, la dictadura fue una desgracia para España y lo de Falange sería de chiste si no fuera por lo que jodieron al país, que no es precisamente para reírse. Pero la II República fue un desastre sin paliativos, un contradiós, y si hubiera ganado la guerra el Frente Popular, hechura de la Komintern (no es una opinión: es un dato histórico), aquí habríamos tenido una maravilla equiparable a la Albania de Enver Hoxha y ríete tú de lo de Paracuellos del Jarama en cuanto a lo que habría sido la represión (ahora que incluso Paul Preston dice lo que todo el mundo sabía, es decir, que Carrillo sí que fue culpable, y cómo, de aquello, todos esos mamones ponen carita de circunstancias). Y eso no lo digo yo: ya lo decían en su día gente tan poco sospechosa como el propio Azaña, Julián Besteiro (el más decente de todos ellos con diferencia: que Franco no lo dejara en paz quedará como un oprobio eterno para el puto régimen), el mismo Indalecio Prieto (años después, claro, cuando ya daba igual) o el general Rojo.
Pero, ya digo, ahí seguimos, riéndoles la gracia y dejándoles hacer y decir lo que les venga en gana
BRAVO! usted ha dicho exactamente lo que yo llevo pensando desde hace muchos años.
Gracias por hablar de como funciona Chile
Muy interesante. Gracias.
Señor Isaías lo suyo es lo más cuerdo que he leído en tiempos… tendría que escribir usted los artículos
Pues muchas gracias. Habrá que hablar con los señores de jotdown ;-))
No sé a cuento de qué viene llamar heterodoxa a Le Pen porque sus propuestas económicas sean calcadas a las de la extrema izquierda. Las propuestas económicas de la extrema izquierda y la extrema derecha siempre han sido las mismas, o casi. Mirénse el programa económica de la Falange, sin ir más lejos.
Bueno, Daniel, es que la ignorancia es muy atrevida: si «la generación mejor preparada de nuestra historia» se molestara en leer algo de historia (de la de verdad, claro, no los sucedáneos que hay por ahí), uno se ahorraría leer cierto tipo de cosas y tener que aclararlas, por aquello de atemperar la burricie ambiental. Ya no es sólo el ejemplo que comentas de Falange, que es pertinente, por supuesto: es que Mussolini, antes de fundar el fascio italiano, era, palabras textuales de Lenin, el mejor candidato en Europa Occidental para encabezar la revolución socialista. Y Mussolini no renegó de su pasado socialista, de lo que renegó fue del internacionalismo y se hizo fieramente nacionalista: era, literalmente, un nacional-socialista. Y Hitler, en Mein Kampf, dice claramente que ellos son la evolución superior, la culminación del socialismo. Luego, lo de Le Pen en realidad está bastante transnochado: antes se le llamaba autarquía, arancel Cambó y demás. Ahora le llaman altermundismo (para acuñar memeces, que los llamen) y se quedan tan anchos
Buen artículo, de lo pocos que han sabido informar bien de lo que está pasando en Francia. Sólo una cosa: ¿Por qué la llamas Marine? Me zumban las orejas.
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