En el año 2006 la BBC comenzó a emitir una serie de factura relativamente modesta —sobre todo si la comparamos, por ejemplo, con las superproducciones de HBO— pero que estaba destinada a triunfar en su país y también a convertirse en un programa de culto. La premisa inicial era tan sencilla como interesante: un policía de Manchester llamado Sam Tyler sufre un accidente de tráfico y pierde la consciencia… cuando despierta, todo a su alrededor ha cambiado. El paisaje, los automóviles, incluso su propia ropa e identificación policial parecen salidos de otra época y de hecho no tarda en descubrir que de alguna extraña manera ha viajado en el tiempo y ha recuperado la consciencia en la Manchester de 1973. Aturdido, el pobre tipo no entiende nada y no sabe si de verdad ha viajado en el tiempo, si se ha vuelto loco o si está tendido en la cama de algún hospital a raíz del accidente, en coma e imaginándoselo todo como en un sueño del que no consigue despertar. Por descontado, en 1973 nadie le entiende ni sabe de lo que habla (¿teléfono móvil? ¿qué es eso?) y se ve obligado a adaptarse a un mundo completamente nuevo. Para colmo descubre que sigue siendo agente en la misma comisaría donde trabajaba en el futuro, solo que rodeado de un equipo policial formado por individuos curtidos en una mentalidad arcaica, para quienes no existe el respeto a los procedimientos policiales modernos ni a los más básicos derechos humanos. No hay ordenadores ni ninguna de las herramientas tecnológicas con las que está acostumbrado a efectuar su labor policial. Es 1973 y las cosas se hacen a pelo, así que el pobre Tyler intentará ser un buen policía mientras lucha con un entorno hostil y la sensación de estar sumido en una pesadilla sin fin.
Con esa base argumental podría parecer una serie de ciencia-ficción al estilo Lost, pero en realidad nos hallamos ante otro tipo de programa. Life on Mars es una combinación de serie fantástica con una serie policial en toda regla, al estilo de los años setenta, en donde cada episodio es un caso a resolver. Eso sí, tiene el aliciente añadido del constante choque cultural entre Sam Tyler y la Inglaterra de 1973 y, por supuesto, el misterio sobre lo que le ha sucedido forma parte del argumento, especialmente cuando Tyler sufre extrañas alucinaciones en las que parece recibir mensajes de ese lejano futuro de donde procede. Pero el propósito principal de Life on Mars no es solamente plantear un enigma sino también recrear la vieja Manchester desde una perspectiva costumbrista y describir la manera en que Tyler se relaciona con sus nuevos compañeros y particularmente con su nuevo jefe, Gene Hunt. Este es el auténtico objetivo de la serie: transmitir un abanico de sensaciones producidas por la combinación entre la perplejidad del protagonista ante el pasado en el que vive y la nostalgia del espectador por ese mismo pasado, conseguida a base de una fantástica ambientación —poco ambiciosa, pero muy eficaz— y de constantes referencias culturales (de las que, me temo, nos perdimos una buena parte quienes no somos británicos). La serie combina con total facilidad diversas facetas: humor (generalmente muy sutil, aunque con sus momentos hilarantemente gruesos), acción, sentimentalismo y toques surrealistas producto del enigmático viaje temporal así como de la inestable condición emocional del protagonista. Quizá las secuencias de acción eran bastante sencillas para el nivel estratosférico al que nos han habituado las producciones norteamericanas, pero ni las secuencias humorísticas tenían nada que envidiar a lo que se hace en el otro lado del charco, ni desde luego los momentos surrealistas y más o menos fantásticos que en ocasiones puntuales se convierten —y de qué manera— en auténticos instantes de terror clásico.
Pero por lo demás, insisto, esto no es Lost y no hay que esperar grandes misterios a resolver en cada capítulo. El punto fuerte de Life on Mars son los personajes, la relación entre ellos y los diálogos. Las interpretaciones, especialmente de los protagonistas, son soberbias. John Simm está absolutamente fantástico encarnando al atribulado Tyler, un policía honrado y sensible que bordea permanentemente la más absoluta desesperación ante la idea de quedar atrapado para siempre en ese mundo al que no pertenece. Aunque no es un actor de grandes despliegues —casi siempre se muestra contenido— lleva todo el peso de la historia con una enorme facilidad, representando a la perfección tanto la vulnerabilidad de Tyler por su inexplicable situación como su determinación en encontrar respuestas e intentar resolverla, así como su permanente sensación de soledad absoluta (cada vez que habla del futuro, sus compañeros lo toman por un pirado). Además, su interpretación incluso mejora en la segunda temporada, llegando por momentos a cotas de excelencia (pueden creerme: si hubiese hecho este mismo papel en una serie estadounidense, le hubiesen llovido los premios). Mención aparte merece Philip Glenister en el papel de su jefe, el inspector Gene Hunt, un maravilloso conglomerado de tópicos policiales setenteros: violento, malhablado, racista, machista, homófobo, puerilmente orgulloso de su mentalidad de Neanderthal y sobre todo progresivamente hilarante conforme va avanzando la serie. Hunt —por cierto, hincha del Manchester City— es, créanme, uno de los policías más inolvidables que han pasado por la pequeña pantalla en años y protagoniza varios de los momentos más divertidos de Life on Mars, especialmente para quienes aprecien el característico sarcasmo británico. Glenister, lejos de evitar caricaturizar a su personaje, se tira a la piscina y hace justo lo que muchos actores pretenden evitar: convierte a su personaje en un estereotipo tan exagerado y repleto de lugares comunes que termina resultando francamente irresistible por la enorme carga de ironía y abierta burla involuntaria de sí mismo que el actor le infunde. Glenister es capaz de mantener la misma cara durante toda la serie sin que el cafre de Gene Hunt deje de divertirnos e incluso de parecernos cada vez más simpático, probablemente a nuestro pesar, ya que es un individuo de cuidado. Un buen ejemplo es cuando Tyler intenta explicarle la importancia del espionaje y la vigilancia en el trabajo policial moderno y le asegura que poco más tarde el presidente Nixon caerá por efecto de unas escuchas telefónicas. El bruto de Hunt no entiende nada: «¿Acaso no sospecharía Nixon de una furgoneta aparcada delante de la Casa Blanca?» (las referencias políticas son frecuentes, con constantes puyas a Margaret Thatcher, pintada como una futura calamidad en la historia de la nación, y referencias cómicas a Tony Blair y similares). Otro de tantos momentos impagables de Hunt se produce cuando Tyler, emocionado, le confiesa que en su pasada vida amaba a una chica. Hunt, en total y completo cortocircuito ante la romántica revelación, le llama maricón con todos los sinónimos imaginables, entre los que se encuentran «francés» o «seguidor del Manchester United». Gene Hunt, un hombre sensible. También es destacable la interpretación de Liz White como compañera del protagonista: aunque su personaje parece más bien insustancial al principio, la actriz se encarga de ir dándole empaque hasta el punto de que durante la segunda temporada tiene un carácter tan bien definido como el de sus dos contrapartidas masculinas.
«Si Margaret Thatcher llega a primer ministro algún día… necesitaré algo más fuerte que el whisky»
El guion, que como decimos no tiene grandes ambiciones ni plantea grandes enigmas propios de la ciencia-ficción más de moda en televisión, se centra más en elaborar diálogos brillantes y en jugar constantemente con el humor así como con los miedos y preguntas del pobre Sam Tyler. La manera en que Tyler lo contempla todo hace que nos sintamos extrañamente cercanos a ese remoto 1973 (imagino que la sensación es mucho más fuerte para un británico) y también que nos apiademos de su funesto destino, atrapado en una época que no es la suya, alejado de todos sus seres queridos y sobre todo apartado de los valores que en 2006 consideraba indiscutibles pero que en 1973 nadie parece respetar.
La serie duró únicamente dos temporadas —de ocho episodios cada una— y como es habitual en la televisión británica, no fue innecesariamente alargada. Eso sí, tuvo un maravilloso final. En mi opinión, y sin revelar ningún detalle de ese final, podría haber tenido uno de los desenlaces más impactantes en la historia de la ficción televisiva… si no se le hubiesen añadido algunas escenas destinadas a aminorar el shock que podía producir el espectacular momento en que se nos golpea con un giro final realmente escalofriante (quien haya visto la serie ya sabrá a qué momento me refiero, en el que vuelve a sonar la canción de David Bowie —«Life on Mars?», que da título a toda la serie— con la que en el primer episodio se producía su viaje al pasado… ¡imposible olvidar esa secuencia!). Pero bueno, los productores decidieron no tirar con bala al espectador y atemperar un poco las cosas añadiendo un epílogo no tan difícil de asimilar, emocionalmente hablando.
Life on Mars tuvo un enorme éxito en el Reino Unido (su último capítulo llegó a desbancar a un partido de fútbol que se emitía a la misma hora) y sus dos temporadas ganaron sendos premios Emmy a la mejor serie dramática internacional. Ese éxito de público y crítica produjo la aparición de diversos remakes y spin-offs que generalmente no terminaron de funcionar. Varios de los personajes fueron recuperados en una secuela, Ashes to Ashes, en la que ya no estaba John Simms ni su personaje de Sam Tyler. Esta secuela duró tres temporadas y aunque tuvo buenos números en cuanto a audiencia, no recibió las críticas unánimemente positivas de Life on Mars.
Peores resultados obtuvieron las adaptaciones internacionales. En Estados Unidos se elaboró un remake con mucho más presupuesto —ambientado en la Nueva York de los setenta, nada menos— pero que contaba con un reparto inadecuado que no podía generar un ápice de la química que habíamos visto en la serie inglesa, incluyendo un poco convincente protagonista, Jason O’Mara, que no tenía las características que habían hecho del primer Sam Tyler un personaje creíble. También estaba la guapa Gretchen Mol, que a priori parecía una elección muy adecuada para sustituir a Liz White pero que resultó bastante menos efectiva que en Boardwalk Empire. Y un Harvey Keitel que ya no estaba ni de lejos en condiciones de acercarse a lo que Philip Glenister había hecho en el original británico con su apoteósico personaje de Gene Hunt. El remake estadounidense no funcionaba, fracasó y fue cancelado en su primera temporada, emitiéndose un episodio final cuya absurda explicación del viaje en el tiempo de Sam Tyler no solamente difería del original inglés, sino que resultaba francamente risible. No tuvo mejor suerte la adaptación española, llamada La chica de ayer: la ocurrencia de cambiar una canción de Bowie por otra de Nacha Pop es solamente el detalle indicativo de que la traslación de la historia al universo cañí de 1977 —porque aquí en 1973 estábamos aún bajo la funesta supervisión de aquel entrañable dictadorzuelo— no parecía bien enfocada… y efectivamente, la versión española hizo aguas por todos lados y tampoco sobrevivió a su primera temporada. Podríamos decir que ni Héctor Alterio era John Simms, ni mucho menos Antonio Garrido podía ponerse en los zapatos de Philip Glannister, pero eso sería reducir muy mucho el amplio abanico de detalles en los que ambas series no eran ni remotamente comparables. Con todo, el visionado de estas fallidas versiones extranjeras sirve para redoblar la impresión de que Life on Mars, la original de la BBC, tiene muchísimas más virtudes de las que nos pudiese parecer a primera vista. De una manera bastante lineal consiguió una impresionante cantidad de poderosos logros por el sencillo —pero también dificilísimo— procedimiento de mezclar los ingredientes adecuados en sus cantidades justas: actores adecuados, guiones adecuados, dirección adecuada y una también muy adecuada renuncia a ponerse demasiado trascendente cuando no resultaba necesario e incluso a bromear sobre sí misma.
Resumiendo, podemos decir que Life on Mars da toda la impresión de que alguien quiso hacer una serie policíaca al estilo de los años setenta, pero añadiendo un personaje llegado del futuro que daba pie a contemplar la época desde una perspectiva completamente novedosa. Una gran idea magníficamente ejecutada y muy, muy entretenida como producto final. Fue una serie de entretenimiento que nunca tuvo vocación de clásico, pero que precisamente por su falta de ínfulas innecesarias terminaría resultando tan efectiva como impactante. Véanla: se reirán con Gene Hunt, sufrirán con Sam Tyler, disfrutarán con la música (¡impresionante colección de canciones de la época!) y quedarán impresionados con un puñado de secuencias inolvidables repartidas aquí y allá a lo largo de sus dieciséis episodios. Incluso desearán haber conocido de pleno aquel Manchester de 1973, con sus pubs, sus policías-cabestro y sus deliciosamente apolillados tópicos. También les digo: la segunda vez se disfruta tanto o más que la primera, y desde luego se perciben mejor sus enormes virtudes.
Una serie que se titula como esta canción no podía sino ser una delicia.
La serie se puede ver en filmin
Serie fetiche para mí desde que la ví por primera vez y ya voy por la tercera revisión que finalicé hace unos tres meses. Además, yo sí que viví plenamente esa época en mis veinte años, lo que supone un atractivo añadido como espectador, usando la lupa para detectar posibles fallos en ambientación, música y diversos matices. Totalmente de acuerdo en su exposición, amigo Gorgot. No se me ocurre nada más que añadir, solo corroborar la excelente labor de todos y especialmente de los dos actores principales. Y a nivel anecdótico, para los que la vean en versión original (imprescindible) la gracia que me hacía escuchar a los protagonistas, especialmente a la tierna policía femenina, hablar como The Beatles -entre Manchester y Liverpool hay apenas unos 50 kilómetros- en «A hard day’s night». Solo un pero: En uno de los episodios se alude de forma vejatoria al gran Carlos Santana rebajándole al nivel de Bertín Osborne. ¡Ja, ja, ja!
Grandísima serie, sin paliativos. Y uno de los mejores finales, en mi opinión, de todos los tiempos. De la versión española, lo único a destacar para bien era que el accidente del primer episodio lo ambientaba «Bohemian Rhapsody». Aunque sólo sea por eso me veo obligado a perdonarla un poco.
El artículo, como siempre, a la altura de lo que se cuenta.
También creo que tiene uno de los mejores finales de serie de todos los tiempos. Pero como digo en el texto, al menos en mi opinión, me hubiese parecido literalmente perfecto si lo hubiesen cortado en ESE momento que tú ya sabes…
Cuando la vi, de hecho, creí durante un par de segundos que el último episodio iba a terminar AHÍ y sentí que estaba ante uno de los mejores momentos televisivos que había contemplado jamás. Pero bueno, de un modo u otro, una forma absolutamente sensacional de cerrar una serie.
Sin duda, ese momentazo es inolvidable, con Bowie ambientándonos la escena.
El jefe Hunt siendo muy políticamente incorrecto, pero hilarante: http://youtu.be/SNl_4RcSjNQ
Sr. Gorgot, hay otra escena de insultos/sinónimos de maricón referida al dueño de un disco/club, no al detective, donde no se menciona al ManU ¿es posible que haya mezclado dos?
http://youtu.be/SNl_4RcSjNQ
Son escenas parecidas pero diferentes, yo concretamente me refería a esta:
https://www.youtube.com/watch?v=D5XnpK5Hzo0
Jaja, gracias, sí también es buena :)
¿Dónde es posible obtener la serie?
Quiero decir un sitio fiable.
En Amazon la tienen pero el DVD no es para esta región.
Creo recordar que alguien en un comentario para otro artículo mencionó un sitio donde se podía comprar todo tipo de films. ¿Cuál?
Sorry. Estaba mirando en amazon.com
En .es sí lo tienen.
Yo ví la versión española de Ernesto Alterío y casi me corto las venas.
Gracias por el artículo, Emilio. Life on Mars es una de las mejores series de la historia y es una verdadera lástima que no sea más conocida. No solo porque la serie se lo merece, sino porque es uno de los principales argumentos irrebatibles cuando uno quiere hablar de la superioridad británica a la hora de hacer series.
Yo como escena brillante añadiría ESE monólogo enfurecido de Sam Tyler al hooligan, un momento en el que John Simm rompe con esa contención de la que hablas. Aunque para ver a Simm «descontenido» es necesario ver su reencarnación de «The Master» en Doctor Who, uno de los villanos más histriónicos de los últimos tiempos. Entre Doctor Who y Life on Mars hay una conexión más: el personaje de Sam Tyler se apellida así por Rose Tyler, companion del Doctor. El guionista de Life on Mars le preguntó a su hija pequeña un apellido para el protagonista y la niña respondió Tyler porque le gustaba el personaje de Rose.
Una pequeñísima puntualización: el actor protagonista de «La chica de ayer» no es Héctor Alterio sino su hijo, Ernesto Alterio.
Un abrazo y gracias de nuevo por el articulazo.
Buen artículo que comparto totalmente, es una serie poco ambiciosa pero plenamente efectiva, aprovecha a la perfección la premisa del viaje en el tiempo y la resuelve maravillosamente.
Lo único que no comparto son los palos a la adaptación española, que yo vi antes de ver la original y tenía su miga, aunque sea claramente inferior. El final sí que fue horrible, porque además tampoco consiguió una segunda temporada y optaron por un final precipitado y cutre.
Efectivamente, la serie conlleva un homenaje a una longeva y espléndida serie policiaca brit de los 70, «The Sweeney», que en España -en el momento de su emisión- se tituló «24 Horas Al Día». Hay un espléndido pack de todas las temporadas en Amazon. Y el personaje de Glenister es una exageración del de John Thaw, quién años más tarde crearía otro policía británico mítico -y longevo, también-, el Inspector Morse (otro completísimo pack).
Los comentarios hacia Thatcher son casi tan cargantes como las puyas titiriteras; a Simms se le puede ver en ese mismo tono en su miniserie «Exile»… pero, en fin…
Las tramas no suelen cerrar muy bien y hay que ver «Ashes To Ashes» para llegar a una «explicación» de los elementos fantásticos. En esas temporadas hacen con los 80 lo que aquí con los 70. Como dice el autor, lo más interesante son los personajes y su evolución o perseverancia…
Hola:
Buen artículo.
Creo que el personaje principal es Gene Hunt y no Tyler, como queda demostrado en Ashes to ashes.
El final de la «continuación» de Life on Mars es demoledor porque ahí están todas las claves y, a la postre, el porqué de ese – aparentemente – más dócil y digerible final de LIfe on Mars.
Si hubiera quedado en el momento que tú dices no tendría sentido el final de «Ashes to ashes», me parece.
A mí me chocó también el final por «facilista» de «Life on Mars» así como me chocaron los primeros capítulos de «Ashes to ashes» pero que quieres que te diga, cuando comienza a sonar «Heroes» en los últimos minutos del últimos episodio de «Ashes…» me paré y empecé a aplaudir frente al televisor.
Glenister y Simm son muy amiguetes. Ambos hicieron después una serie llamada (si la memoria no me falla) Crazy Dogs, con su primera temporada de 4 capítulos ambientada en España.
Pues ya me la he visto y no puedo más que dar las gracias, porque gracias a este artículo he podido disfrutar de una serie fantástica.
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Este comentario está destinado a reivindicar la continuación de life on mars, ashes to ashes. Mi mujer y yo la hemos vosto justo a continuación de ver la primera y en verdad hemos concluido que en nada desmerece life on mars. Salvo por el cambio del protagonista, casi se puede entender que ambas series forman una sola. Soy de los que piensan que no hay una merma de calidad, con el valor añadido a los que hemos nacido en los setenta de revivir la niñez de los ochenta, donde están nuestros primeros recuerdos.
Creo que es un error ver tan solamente life on mars. Co ashes to ashes se cierra el círculo y el final queda todavía más completo, sin desmerecer el de la segunda temporada de life on mars.
Creo que deberían ser vistas las dos como un conjunto; separadas es, salvando las distancias, como obviar la segunda parte del padrino sólo porque la primera es sublime.
Buenos días, Emilio! No soy una habitual de esta revista, pero ha sido un magnífico descubrimiento leerte a raíz del artículo de Charly Parker e Igor Stravinsky. Life of mars es una de esas series que no paras de recomendar en cuanto la conoces. Muchas gracias, de nuevo, por tus palabras! Has atrapado a una persona que va a leerte con lupa. ;)
Joer, la acabo de terminar, que maravilla!! Todo eso que comentas y mucho más, la serie te da directamente en la cabeza.
Cuantas veces he pensado en lo sobre políticamente correctos que somos (vale, en la serie es exageración) o el lugar adecuado donde estar. Falta mencionar a Nelson, mon brave ;)
Gracias!
Pero si el final es lo mejor de la serie. Imposible hacer un final más bonito.
Nos viene a decir que lo importante es la vida es pertenecer a algún sitio, la amistad y todas esas mierdas.