Hay veces que después de ver una película donde un puñado de intérpretes desconocidos ofrecen un excelente trabajo te preguntas: «¿Pero de dónde han sacado a estos actores?». La paradoja es que la película Casting se basa en los propios procesos de selección, muchos de sus actores hacen —hasta cierto punto— de sí mismos y provocan que nos hagamos esa pregunta sobre el casting real en donde los eligieron. «Pero de dónde los han sacado». El jurado del Festival de Cine Español de Málaga de 2013 debió de hacerse la misma pregunta y premió a todo el elenco masculino como mejor actor y a todo el elenco femenino como mejor actriz.
Junto a algunos rostros populares por series de televisión, concursos o monólogos humorísticos, Casting se sustenta en la labor de una serie de rostros mucho menos reconocibles por el público, lo que permite a su vez el juego que la película propone. Esther Rivas, Beatriz Arjona, Marta Poveda, Ruth Armas, Carmen Mayordomo, Natalia Mateo, Javier López, Ken Appledorn, Nay Díaz, Daniel Pérez y Juanra Bonet. Hay que apuntar esos nombres.
La comedia parte de varios cortometrajes anteriores de su director, Jorge Naranjo, quien decidió trasladarlos al largo con un escaso presupuesto. El dinero fue insuficiente incluso con nueva inversión de sus bolsillos y una serie de peripecias hicieron que un productor alemán, Torsten Gauger, confiase finalmente en la película, que en cualquier caso sigue siendo baratísima con respecto a una producción media. Llegaron los premios pero no la suerte comercial y ni tan siquiera una distribución ligeramente aceptable. En resumidas cuentas: España.
El sencillo argumento —una serie de jóvenes que acuden al casting para una película y charlan entre ellos, junto a escenas de algunas de sus relaciones amorosas y sexuales con otras personas— sirve de hilo conductor para que se desarrolle una película sobre la pareja, las ilusiones y su choque con determinadas realidades. La naturalidad y el vitalismo que desprenden los actores, además de diálogos y situaciones con humor de mucha calidad, consiguen, y volvemos al principio, que nos hagamos la pregunta de marras y otra pregunta añadida: «¿Por qué muchos de ellos no están copando los puestos de series y películas en lugar de otros que a veces tienen hasta graves dificultades para vocalizar y moverse?». En resumidas cuentas: España.
A partir de ahí nos encontramos con todo un pequeño recital de intérpretes perfectamente ajustados a sus papeles, con verdadera gracia, capaces de hacer reír y de emocionar, de lograr que nos interesen sus problemas personales y sus inseguridades, incluso de que nos interroguemos sobre qué será de ellos después de este episodio, uno más, en sus vidas. Sin alardes, con espontaneidad, transmiten un vitalismo contagioso. Es raro ver a un grupo tan nutrido de actores haciéndolo tan bien.
Habrá que felicitar a Jorge Naranjo por su contribución en esa dirección de actores. Pero, a pesar de la escasez de medios, este director también muestra vocación de estilo en la medida de sus posibilidades. El rodaje en la antigua fábrica de tabacos del barrio madrileño de Lavapiés (ahora un centro social) ya muestra gusto por determinados encuadres y cierto resalte de algunos colores. Pero sobre todo hay dos momentos donde la narrativa convencional se rompe. Uno donde entran en juego los dibujos animados de un storyboard y otro de ensueño en torno a una fuente. El director refleja en ambos un gusto por contar las cosas de una forma diferente sin que se pierda en ningún momento el tono de la película.
También resulta interesante la parte del cine dentro del cine, en este caso, evidentemente, centrada en los castings. Estos procesos de selección muestran aquí un contraste entre los anhelos e ilusiones de los participantes y la frialdad en incluso deshumanización que se produce en ellos tanto por su propia naturaleza y funcionamiento como por el hecho de que suelen estar saturados de aspirantes. Ante esta situación se rebelan dos actores, Ken Appledorn (de apabullante gracia natural) y Ruth Armas, voces disconformes con ciertas inercias que quizá no hay que admitir jamás.
La banda sonora de Julio de la Rosa se adapta como un guante a la ambientación, edad y propósitos de los personajes y acompaña sus vaivenes reforzando el tono de una película divertida y bonita, bien rodada, y que tiene el añadido de descubrirnos con asombro a un montón de actores que posiblemente, o al menos muchos de ellos, seguirán «penando» por castings incluso más duros y desagradables que el que se muestra. En resumidas cuentas: España.
La puedes ver en Filmin.
Es Juanra Bonet por dios, no «Juan Rabonet» ;)
Que de dónde salen? De todas partes. Hay miles, decenas de miles, desconocidos, saltando de casting en casting, intentando por todos los medios sobrevivir en su profesión. Los actores «mediáticos» que «salen en televisión» son sólo un 1% privilegiado, la punta del iceberg que se compone de otro 99% IGUAL DE BUENOS Y DE PROFESIONALES pero que no han tenido la oportunidad, el contacto, el familiar, la ocasión, la fortuna, la suerte de saltar a la «fama»
Ya es mala pata que teniendo taaan buen gusto el director para la dirección de actores, para la fotografía, para la música, teniendo taanto estilo, tanta suerte con los premios y con la producción; haya tenido tan mal gusto con el cartel.
Coincido con Chufi. El cartel es horroroso.
La verdad es que sí: cuando acabas de ver una película española, el 90% de las veces aúllas «¡¡Pero de dónde coño han sacado a estos actores y actrices!! «
Coincido con minded. Pero yo añadiría también a los guionistas, a los directores, y sobre todo, a los técnicos de sonido
Filmin, lamentablemente, no funciona fuera de España. Con la de españoles que estamos fuera, precisamente pertenecientes a las edades y poder adquisitivo que pagaría por ver las películas en filmin o similares, y que no podemos. Una vez más, no nos queda otra que el pirateo.
O aguantarse.
Pués si alguien encuentra de donde salieron, que por favor los vuelva a meter! (aplica al 90%)