Al hablar de la Mafia suele sonar en nuestros oídos una voz rasposa que susurra: «La familia…». Es otro de esos profundos efectos de El Padrino. Más allá de los tópicos, es para preguntarse: ¿… y la familia? La familia de los capos mafiosos, y estamos hablando de la Mafia siciliana, suele ser una burbuja perfecta y hogareña que le envuelve, sometida a su voluntad y fiel a su destino. Pero me interesaba hablar más de los hijos, esos chicos que nacen en una familia mafiosa y para quienes todo lo que sucede es normal. Es frecuente que desarrollen, primero, una inconsciencia cotidiana y luego una hipocresía natural o una doble moral congénita. Es difícil clasificar, desde luego, lo que le pasaba por la cabeza a la hija de Nicola Di Salvo, de quince años, que en 1982 escribió la siguiente redacción en su cuaderno de clase: «Una de las plagas sociales más grandes es la droga. Es un fenómeno difícil de combatir, porque en los últimos tiempos hay refinerías de heroína en todo el mundo, y también en Palermo. Hace falta una acción más fuerte de la policía, porque no consiguen encontrar las refinerías. Mientras tanto la droga se sigue vendiendo y la heroína arruina a cientos de chicos». La policía encontró este cuaderno al registrar su casa de Palermo, en cuyo sótano el padre tenía montada una de las grandes refinerías de heroína de Cosa Nostra, cuando dominaba el narcotráfico mundial. Lo ha contado el periodista Attilio Bolzoni, que estuvo allí tras el registro.
Podemos fijarnos en la familia mafiosa por excelencia, la de Totò Riina, ochenta y tres años, el gran capo de los Corleoneses, autor de los más horribles crímenes y de decenas de homicidios. Su familia no existía hasta que emergió de la nada el 16 de enero de 1993. Su mujer Ninetta y sus cuatro hijos: Giovanni, dieciséis años; Maria Concetta, diecisiete; Salvo, quince; y Lucia, doce. Fue al día siguiente de la captura de Totò Riina. La madre cogió un taxi y se plantó con los cuatro en el pueblo, en Corleone. Así empezó su vida pública, porque hasta entonces habían vivido en la clandestinidad, siguiendo a su padre de escondite en escondite. Nada sórdido, entiéndase: en Palermo vivían en un chalé. Pero sin ir al colegio, una vida aparte, en familia. Rezaban todas las noches y su madre, que había sido maestra, les enseñó a leer y escribir. Veamos cómo se ha traducido esto en sus vidas. Se pueden distinguir dos líneas de conducta.
La primera es la de los chicos. Después de volver al pueblo, Giovanni Riina duró en libertad solo tres años. Fue detenido en 1996 y condenado a cadena perpetua en 2005. Los dos hermanos eran famosos y temidos, y se movían como si el pueblo fuera suyo. Sin nada que hacer, Giovanni entró en una fase de paranoia, pensaba que alguien le vigilaba cuando deambulaba por el pueblo. En enero de 1995, le pareció que un coche le había seguido. Llamó a su tío Leoluca Bagarella, mano derecha de su padre, y se lo contó. También le pasó unos números de matrículas de coches de Palermo que le habían mosqueado. A través de los habituales funcionarios corruptos, contactos al servicio de la Mafia, obtuvieron el nombre de sus propietarios. Tenían una vaga relación con las familias rivales de la guerra de Mafia de los ochenta, en la que los Corleoneses exterminaron al otro bando. Bagarella pensó que tramaban una venganza contra Totò Riina, atacando a sus hijos. Así que decidió actuar.
Primero identificaron a los ocupantes de aquel coche que a Giovanni Riina le pareció que le seguía. También les encontraron remotos lazos con clanes rivales. Giuseppe Giammona, veintidos años, dependiente de una tienda de ropa en Corleone, fue asesinado en el local de cuatro tiros en la cabeza. Al otro, Francesco Saporito, de treinta años, obrero de la construcción, le acribillaron cuando iba en su coche con su mujer y su hijo de dos años. Ella, Giovanna, hermana de Giuseppe Giammona, también murió. El niño resultó herido. Eran todos inocentes. No tenían nada que ver con la Mafia y lo del coche fueron imaginaciones de Giovanni Riina. En cuanto a los otros dos coches sospechosos de Palermo a uno lo tirotearon al salir de casa. Al otro, su cuñado, le torturaron y luego le estrangularon. Pero luego se supo que se equivocaron de persona, a quien buscaban era a su hermano.
Giovanni Riina ya estaba metido de lleno en los asuntos de la familia y ese verano fue puesto a prueba. Estranguló con sus propias manos a un capo en un ajuste de cuentas que también era un examen de valor, un momento de paso a la edad adulta, para comprobar su valía mafiosa. Tenía diecinueve años. Su tío, Calogero Bagarella, citó a la víctima a una reunión en una villa campestre con limoneros y Giovanni tuvo que ejecutarle allí mismo. No le tembló la mano y le mantuvo la mirada hasta el final. Quedaron orgullosos de él. Un año después, en 1996, fue detenido. Así terminó el mayor de los Riina.
Su hermano Salvo fue detenido en 2002. Tuvo un micrófono en su Audi durante dos años y acabó detenido por asociación mafiosa, porque se movía para hacerse con las riendas de la organización, por derecho dinástico. Pasó ocho años en prisión y fue puesto en libertad en 2011.
La segunda línea de conducta viene a ser la de la hijas. Maria Concetta, por ejemplo, estaba con su padre cuando dieron en la tele la noticia de la masacre que acabó con la vida del juez Paolo Borsellino y sus escoltas: «Estábamos abrazados en el sillón, viendo la tele. De repente aparecieron las imágenes del atentado, yo oigo que dicen el nombre de mi padre, pero para mí es como si hablaran de otra persona. Mi padre estaba allí, a mi lado, siempre afectuoso. Todo lo que decían estaba lejos de lo que yo vivía cada día en mi familia. Atentados, homicidios, mafia… Claro, esta palabra, «mafia», oída de mi boca causa impresión. La gente piensa: «Mira, habla de mafia justo la hija de Totò Riina». Pero mi padre es mi padre». Luego ha sostenido que su padre es un simple trabajador acusado injustamente. Estas declaraciones las hizo en 2009 a Attilio Bolzoni, de nuevo él. Es el gran periodista sobre la Mafia del diario La Repubblica que hace unas semanas estuvo por España para denunciar que hay una cadena de restaurantes que se llama «La Mafia se sienta a la mesa». A él, que conoce la Mafia, le parece un escándalo. Es una macabra forma de frivolidad o ignorancia.
Es más difícil de catalogar el tipo de periodismo que hizo posible hace un mes una increíble entrevista a Lucia Riina, la hija pequeña de Totò Riina, que ahora tiene treinta y tres años. La revista Panorama le hizo un reportaje de prensa del corazón en la que es necesario hacer un esfuerzo para recordar de qué familia estamos hablando. El artículo se centra en el talento artístico de la entrevistada: «Desde que era pequeña he tenido la pasión por el dibujo, recuerdo que mamá y papá intentaban siempre darme cuadernos y pinturas allá donde estuviéramos. Yo era pequeña y no entendía, pero me entusiasmaba la idea de que en cada nueva residencia me esperaban pinturas y cuadernos nuevos».
Solo transcribo las dos primeras preguntas, que capturan bien el tono de la entrevista:
—¿Qué recuerdo tiene de su infancia?
—Un recuerdo de alegría y serenidad. Se respiraba amor puro en casa, parecía que vivíamos en un cuento: mamá me mimaba, papá me adoraba y mi hermana Mari, para que me durmiera, me contaba historias acariciándome el pelo. Mi hermano Gianni me subía en sus piernas llamándome «pececito», Salvo era el compañero de juegos. Teníamos un perro y un gato, por eso adoro los animales.
—¿Se respiraba perfume de arte?
—Mamá tenía el diploma de maestra, y por tanto nos hablaba a menudo de la historia del arte y de la literatura. Papá era un apasionado de los libros y pasaba las veladas leyendo volúmenes de la historia de Sicilia. Creo, de todos modos, que he heredado el amor por la pintura del tío Leoluca, el hermano de mi madre. En casa conservo celosamente algunos de sus cuadros, regalos de las tías para mi boda, sabían que incluso desde la cárcel el tío habría apreciado el gesto.
Algunas de las siguientes preguntas fueron de este tipo: «De pequeña se deleitaba pintando peces y mariposas, ahora estos temas se han convertido en protagonistas de sus cuadros». También tocaron la polémica por haber donado a Save the Children el 5 % de la venta de sus cuadros y colocado el logo de la ONG en su página web. Entrando un poquito en materia, la pequeña de los Riina lamenta que es «traumático para una niña de doce años verse arrancar, de un día para otro, la persona que más adora sin conocer los motivos». También fue «atroz, no, peor» la primera visita a su padre en la cárcel, aislado tras un cristal. «Pasamos todo el tiempo llorando. Algunas atrocidades a un niño no se hacen», apunta. Cree haber heredado de su padre «la alegría de vivir y el optimismo, ir siempre adelante sin rendirse». La historia de sus padres es «un amor de novela, ella dejó todo para dedicarse en cuerpo y alma a sus hijos y al gran amor de su vida».
Acompañan la entrevista fotos de publirreportaje rosa. Si se preguntan quién ha publicado esto, la revista Panorama es propiedad de Silvio Berlusconi.
ÚLTIMAS NOTICIAS DE LA MAFIA:
—Tras los sorprendentes monólogos en prisión de Totò Riina, la policía ha interceptado un anónimo que le dice: «Cierra esa maldita boca».
— La Camorra asesinó el 27 de febrero a un capo mientras estaba en una sesión de rayos uva en un salón de belleza, exactamente igual que en la escena inicial de Gomorra, el filme de Matteo Garrone basado en el libro de Roberto Saviano. Al irse los sicarios mataron a otra persona, pensando que era el guardaespaldas. Pero era Enzo Ferrante, de treinta y un años, casado y con dos hijos, que no tenía nada que ver y se estaba depilando las cejas.
— A raíz del crimen anterior, Saviano escribió un artículo para exigir una acción política real contra la Mafia, atacando sus círculos de blanqueo de dinero. Al día siguiente le respondió el nuevo primer ministro, Mateo Renzi, con cinco promesas concretas de iniciativas legales. Saviano replicó que se lo apunta y espera a ver si es verdad.
— A todo esto Renzi piensa en Nicola Gratteri, destacado fiscal de la lucha contra la ‘Ndrangheta, como nuevo ministro de Justicia pero a última hora su nombre se cae de la lista por diferentes presiones.
— Una operación contra la Camorra destapa veintitrés restaurantes y pizzerías de los clanes en el centro de Roma.
— Detenidos en Vibo Valentia, ciudad de Calabria, el jefe y el número dos de la Squadra Mobile de Policía, por estar al servicio del clan local de la «ndrangheta y desviar las investigaciones al bando rival.
— En el proceso de la «Trattativa«, celebrado en Palermo, un arrepentido relata que en los ochenta Totò Riina ordenó eliminar al fiscal federal de Nueva York, Rudolph Giuliani, luego alcalde de la ciudad, porque trabajaba mano a mano con Falcone. Pero las familias de EE UU se opusieron.
— Desconocidos tirotean el coche de Luigi Merola, un cura que se enfrenta a los clanes de la Camorra, en Marano, cerca de Nápoles.
Al que interese este tema, le recomiendo la lectura de «Honor Thy Father», de Gay Talese, sobre la familia Bonnano.
Aunque en España no tenemos mafias al estilo de las sicilianas, sí contamos con una versión ibérica de este asunto: las familias de los Bárcenas, Anas Mato, Camps, Correas, Gürteles, Infantas, Botines,… Sería interesante que cine y literatura se planteasen explotar este filón.
Para nada de acuerdo con la comparación. Esos nombres que mencionas podrán ser (de hecho, son) ejemplo de corrupción o de ladrones de guante blanco. Pero ninguno de ellos te manda matar porque tiene la impresión de que le estás siguiendo. Por un ajuste de cuentas, ninguno de ellos manda sicarios reventar a tiros al dueño de una panadería y, de paso, a los que estaban en ese momento comprando unos dulces y tuvieron la «mala idea» de entrar en el momento equivocado.
Me parece perfecto ser críticos con lo que tenemos, pero frivolizar, no, lo siento: estamos hablando de matar a mansalva, a sangre fría, de sociedades que viven en el temor constante a cuenta de unos monstruos sin el más mínimo sentido de la piedad ni de la decencia que, para remate, tienen el «cuajo» de llamarse a sí mismos «hombres de honor». Con eso no se juega.
«estamos hablando de matar a mansalva, a sangre fría, de sociedades que viven en el temor constante a cuenta de unos monstruos sin el más mínimo sentido de la piedad ni de la decencia que, para remate, tienen el “cuajo” de llamarse a sí mismos “hombres de honor”»…estamos hablando de dejar en la calle y endeudados a familias enteras mientras a esos bancos que dejan en la calle a esas familias se les salva con el dinero de esas mismas familias, de familias que viven en el temor constante a cuenta de unos monstruos si sentido de la piedad y la decencia…lo ha definido usted perfectamente, lastima que tenga usted tan poca piedad y decencia como esas familias mafiosas y esos nombres que menciona el primer post
Ni de lejos es el mismo tipo de violencia. Por si fuera poco acusas de indecente y comparas con los mafiosos, no sé muy bien con qué criterio, a la persona del anterior comentario por no estar de acuerdo contigo. Supongo que eso me convierte a mí en indecente y asesino…
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Ampliaría las familias con estas otras: Filesas, Bonos, Guerras, Blancos, Eres andaluces… Sí, hay tanto filón sin explotar….
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