Es muy curioso esto que llaman credibilidad. Referido a la prensa, parece consistir en algo relacionado con el narcisismo y el onanismo. Atribuimos credibilidad a quien piensa más o menos como nosotros, dice lo que decimos nosotros (o nos gustaría decir) y nos hace sentir en posesión de la razón. Ningún periodista español es creíble para todos. Ni Soledad Gallego-Díaz, la profesional más solvente que conozco: por el hecho de trabajar para El País y la SER, un sector de la audiencia la mantendrá por principio bajo sospecha. Un lector de El País (el diario de la falsa foto de Hugo Chávez) recela por sistema de lo que publica El Mundo (el de la conexión Mondragón), y viceversa; quien lee fielmente a Hermann Terstch piensa que Ignacio Escolar es un propagandista sectario, quien consume prensa del nacionalismo catalán atribuye las peores manipulaciones a la prensa «de Madrid», y a Iñaki Gabilondo siempre habrá quien le saque un asunto de calzoncillos superpuestos. Las cosas funcionan así. Nuestros prejuicios, sumados a otros prejuicios similares, constituyen un nicho de mercado. Cada día más precario, ciertamente. Quizá porque tantas credibilidades enfrentadas desgastan la fe más sólida.
Algunos dicen que Jordi Évole se ha jugado su credibilidad (y la ha perdido) con el falso documental sobre el 23-F. Vaya. Qué desgracia. Me parece muy bien que una parte de la audiencia le critique y otra parte le aplauda, porque para eso está: para ser audiencia y opinar. Resultan un poco más chuscas las críticas de ciertos profesionales que conocen a la perfección las patrañas de sus propios medios, contribuyen a ellas cuando hace falta o las soportan en silencio, porque hay que pagar la hipoteca y educar a los niños. ¡Cuánto pontífice de la verdad!
A mí no me gustó demasiado el falso documental. Llegó a aburrirme. Y, sin embargo, me pareció muy bien. Évole hace televisión. Como artefacto televisivo, el programa cumplió sus objetivos de forma abrumadora: obtuvo audiencia y suscitó debate. Cuando opera bajo la etiqueta de Salvados, Évole cultiva un periodismo mestizo, una información-entretenimiento que satisface a millones de personas. Me incluyo entre ellas. Otras veces, como el domingo, Évole hace otras cosas. Y asume riesgos. Personalmente, habría preferido ahorrarme las excusas posteriores («les contamos esto porque no podemos contarles la verdad»), un poco bochornosas, pero ese es un asunto menor. Lo importante es la provocación, algo bien sabido por los participantes en las tertulias políticas televisivas. Si quieren periodismo puro, austero, riguroso, búsquenlo en algún libro o criben la prensa diaria hasta encontrar una pepita (las hay) de ese material rarísimo. No se lo exijan a la industria. La industria es otra cosa. La industria, amigos míos, existe para ustedes, para sus prejuicios y sus puñetas.
Tiendo a pensar que podríamos confiar un poco más en la prensa, fuera cual fuera el soporte, si cada uno de sus productos incorporara algo parecido al making of; un relato de cómo se ha construido la información. A eso, en una época, se le llamó nuevo periodismo. Disculpen la divagación, temo que no venía al caso.
Me acojo a la disculpa anterior para precisar que yo no me fui de El País por los despidos (aunque oficialmente fuera uno de los despedidos), ni por las malas formas con que se planteó el expediente de regulación de empleo. Me fui a otro periódico, El Mundo, que también despedía a gente. Lo que me parecía intolerable en El País tampoco era el ambiente opresivo, muy característico de la casa, ni algunas tonterías que se publicaban junto a piezas espléndidas, sino el cinismo de su máximo responsable, Juan Luis Cebrián: el hombre que ha conseguido ganar fortunas arruinando a accionistas y despidiendo a trabajadores; el hombre que debía defender el periódico y lo despreciaba públicamente.
Me fui a trabajar para un director, Pedro J. Ramírez, que también había hecho del cinismo un arte. ¿Han visto la película Primera plana? No la de Howard Hawks (un buen director no puede parecerse a Cary Grant), sino la de Billy Wilder, con Jack Lemmon como el reportero Hildy Johnson y Walter Matthau como el director Walter Burns. ¿Recuerdan el final? ¿Recuerdan lo que ocurre con el reloj que Burns regala a Hildy? Ahí está todo. Ahí está lo que en mi opinión, absolutamente subjetiva, redime a Ramírez. No me importa trabajar para un jefe que me engañe, me explote o me estafe, mientras ame su periódico y me engañe, me explote o me estafe en beneficio del periódico. Es decir, del oficio. Es decir, de algo muy imperfecto para un público muy imperfecto. Me gusta trabajar para alguien que, como yo, disfrute con este asunto tan sucio e impugnable, tan estúpido, tan poco rentable, tan falto de credibilidad y, aunque a estas alturas no se lo crea casi nadie, tan necesario que llamamos periodismo.
Pingback: El reloj de Hildy
Punto por punto, coma por coma; estoy de acuerdo con este articulazo.
Muy bueno D. Enric
La de Hawks es Luna Nueva, pero da igual. Qué bien escribe este hombre y que claras son sus ideas.
Creo que se refiere a His Girl Friday
Llamada en España Luna Nueva.
Nada justifica tu defensa de Pedro J. Enric. Nada. Un periodista no debe mentir. Y debe ser buena persona, como decía aquel… Por mucho que sepa de su oficio, Pedro J. lo único que ha hecho es degradarlo. Igual que tu antiguo jefe.
Comparto totalmente tu opinión, nada puede justificar a quien hace de la manipulación o tergiversación de la «realidad» un negocio (que no es el aumento de la tirada del periodico que dirije……..) esa redención tan romántica de P.J. exculpandole de la explotación y del engaño en «beneficio del periodico» suena mas a «lameculo» que ha honesta opinión de periodista.
El de la foto de Chávez y el de la conexión Mondragón… Le ha faltado añadir «el que retiró toda la edición con la portada de la foto de Chávez cuando vieron que se la habían clavado y explicó cómo habían metido la pata hasta el fondo» y «el que sigue sosteniendo la conexión Mondragón-Rubalcaba-Atlas y algo más». Lo mejor del programa de Évole en todo caso es que pongamos un 75 % de quienes lo estaban viendo se creyeron todo (si estamos dispuestos a creernos lo de la dinamita del 11-M o que los aviones del 11-S lo organizaron la CIA y «los judíos», qué menos que el rey dio el golpe)
Sobre el tema de Évole muchos de los ofendidos fueron aquellos que se lo creyeron. El juego estuvo bien pero, en mi caso particular, cuando me senté a ver el programa, a los 20 minutos ya me sentí totalmente engañado. Quizás fue por mi culpa. Quizás fue porque pensé que el programa aportaría algún dato relevante al respecto. De hecho las expectativas creadas por ellos mismos durante la semana fueron altas. Quizás mis expectativas también fueron demasiado altas (recordemos que se trata del mismo sujeto que volvió a sacar a la luz el accidente del metro de Valencia). Lo cierto es que, como decía, a los 20 minutos tuve la sensación de que me habían prometido un suculento solomillo para, al sentarme en la mesa, servirme una ensalada de lechuga. Y eso sí que no lo paso. Tal vez si hubieran planteado el falso documental como un programa más a la espera de la reacción instantánea en las redes sociales, me lo hubiera pasado mejor.
Totalmente de acuerdo con Deivi, no me parecería mal el experimento si no hubiesen estado creando expectación durante tantas semanas… al final ha resultado una burda maniobra de marketing.
El problema del periodismo es que la opinión se considera más importante que la información y escasean los periodistas que quieren investigar, contrastar e informar, sino que quieren expresar su punto de vista sobre las cosas, la mayoría de las veces con un propósito (quedar bien, ser provocadores, conseguir un hastag..). Para mí es mucho más importante el periodismo que todavía se hace en algunas redacciones por profesionales HUMILDES que son los que pueden salvar al oficio y recuperar la credibilidad. Todo el mundo tiene una opinion del programa de Évole. La mía: como periodista, le puse mil veces de ejemplo de periodismo auténtico; a partir de ahora no me permitirá hacerlo. Tendré que seguir defendiendo mi profesión con mi trabajo y con el de decenas de periodistas anónimos sin más pretensiones que el de ser honestos. Évole le ha dado razones a mis directores para presionarme con que todo esto es un juego interesado, del que un medio de comunicación tiene que aprovecharse para que muchos ganen dinero, y el ciudadano, de convidado.
Me gusta el punto de vista de «Un redactor» («la opinión se considera más importante que la información»)
Si, es cierto, porque la mayoría de la información se compra empaquetada a las grandes cadenas como CNN u otras locales. A veces se consigue algún papel comprometedor para un político y es primera plana.
Supongo que no hay dos opiniones exactamente iguales. Por eso casi posteo su artículo, ya que mientras lo leía pensaba «este hombre ha dado en el clavo».
Pero entonces llegamos al último párrafo y la encendida defensa de Pedro J. por el amor a su periódico. Que viene a ser su narcisismo.
Y no he podido compartir este artículo, porque, señores, no puedo estar más en desacuerdo.
En cuanto a la reflexión Évole, «no haze falta dizir nada más».
Jordi Évole no es periodista, para empezar. Es un cómico que hace televisión. Es un personaje. Punto. Aquí convertimos a los periodistas en personajes. Y ya está. No hay más. En sus programas se limita a mantener una tesis… y a hacer que todo lo que emita en ellos (aunque mantenga la ficción de hablar con las dos partes, más o menos) corrobore esa tesis. A veces con muy poca credibilidad (el programa de los alimentos y los químicos de la comida fue, sencillamente, bochornoso) y amparado, sobre todo, en la absoluta falta de formación y cultura del espectador medio… o medio-alto o medio-bajo que, de análisis del discurso audiovisual, sabe poco o nada. Y eso a pesar de meterse tres horas de media de caja tonta al día.
González escribe tan bien (a veces, por ahí hay alguna frase que chirría) que le perdono el yo-mí-me-conmigo y Pedro J. y Cebrián. Ya sabemos quiénes son estos dos. Y quién Antonio Caño. Y así ocurre que el periodista más prestigioso de España, ahora mismo, es un follonero. Porque de tradición periodística, nosotros, poquita. Pero ése es otro tema.
En periodista no lo convertimos los demás, se convirtió el solito. De bufón a periodista y ahora de nuevo bufón.
http://www.antena3.com/objetivotv/actualidad/analisis/jordi-evole-premio-mejor-periodista-ano-2013-apm_2014011800045.html
Lo de «aquí convertimos a los periodistas en personajes» iba por aquellos periodistas, que sí lo son, que se convierten en personajes ellos mismos. Por lo de antes. No iba por Évole, que es cómico. Fallo de redacción.
No entiendo a qué viene tanto rajarse las vestiduras.
A mí me parece evidente: lo que el domingo hizo Évole no era periodismo. Claro que no. Por supuesto que no. ¿Y quién afirma eso? Desde luego, no el propio Évole, que directamente no quiso que el programa apareciera bajo el nombre de Salvados. Ante tanta indignación, yo me pregunto, ¿un periodista debe serlo todo el tiempo, pase lo que pase? ¿No puede escribir una novela, no puede escribir el guión de una película de terror? ¿En serio? Pues menudo aburrimiento.
Qué manía de encasillar a todo el mundo, de acotar los límites del campo de juego. Qué aburridos todos.
El señor Évole se ganó la confianza de los espectadores a base de esfuerzo y (buen) trabajo. Personalmente, no creo que lo del domingo vaya a pasarle factura. Más bien al contrario: dentro de unos años, entre los hitos de la televisión española, aparecerá sin duda el día de ayer, y los que hoy se quejan y patalean y sentencian quedarán retratados como lo que son: gente de mente estrecha que se toma a sí mismo demasiado en serio.
Ahora va a resultar que lo del 11-M de Pedro J. era en beneficio del periódico , del oficio . No jodas Enric.
Claro que era en beneficio del periódico: vender más ejemplares. Y no dejes que los hechos interfieran con las ventas.
¿y los calzoncillos que inventó Iñaki en beneficio de quién era? ¿Sabemos a estas alturas quién ideó el 11-M? Molesta mucho más la investigación de El Mundo que la sumisión ciega a la mentira oficial que perpetró el otro diario.
¿Lo sabemos? ¿Por el Mundo? ¿Por la sentencia?
Explíquese que muchos no sabemos.
Y segurá investigando hasta que consiga «demostrar» que todo se fraguó en Ferraz, con la complicidad de los terroristas vascos y los servicios secretos marroquíes. Y si no qué mas da. Ahí queda la sospecha para gente como tú, que es lo que realmente importa.
Por cierto, que Iñaki haya dicho cien veces que cometió la torpeza de dar crédito a aquel rumor en caliente tampoco importa. Molan más las mentiras urdidas con tiempo y mantenidas contra viento y marea.
Lo flipante es que gente respetable como Enric le sigan el rollo a este tío. Alucinógeno.
Lo que hizo el otro día Evole era entretenimiento puro y duro. Que mucha gente se lo tragara (no me jodan, ¿no oyeron el «verso» de Garci sobre las tetas de Virginia Mayo?), es indicativo de la nula capacidad de análisis y de crítica de este país. La gente se sienta y dice amén a lo que sale por la tele. Yo estuve descojonándome desde el minuto 10 la final. Así que allá cada cual con sus tragaderas.
Y luego viene el truco final, Enric. El conejo que te sacas de la chistera para seguir ajustando cuentas con Cebrián (y de paso las mías, como lector de El PAIS que soy). Y no dudo yo de tus motivos. Pero ¿de verdad hace falta ponerle como contraejemplo a Pedro J.? No jodas hombre que le conocemos todos.
Un programa donde se dice que Alfonso Guerra propuso que Manolo Summers «dirigiera» el 23-F sólo puede ser considerado un espacio humorístico. Y ya lo de Garci fue la monda. Es que en el minuto uno, cualquiera que reflexionara un poco, se daba cuenta de la farsa: semejante historia oculta durante más de 30 años y ahora aparecen 20 testimonios confesando el complot. Y a cual más «farandulero»: Verstringe, Leguina, Mayor, Anasagasti… Toda la polémica posterior rezuma, por un lado, la vergüenza de los que picaron el anzuelo y, por otro, el resentimiento de los que no soportan a Évole por razones distintas a este programa; un programa, a mi juicio, por completo irrelevante.
Pedro J., como bien apunta Enric González, tendrá mil defectos y mil carencias, pero es un periodista enorme. Cualquiera con una visión de las cosas mínimamente sensata, decente y honrada sabe y admite que, durante los últimos 25 años, ha sido quien ha destapado los casos más escandalosos de corrupción política y económica que ha sufrido nuestro país. Cebrián fue un director de un periódico fabuloso desde su fundación hasta 1982, cuando El País se convirtió en otra cosa, en un instrumento de poder para conseguir más poder, o como dijo Polanco, su otrora dueño, el cañón Bertha («no hay huevos para no darme a mí un canal de pago»). Lo peor de Évole no es la tomadura de pelo o el juego orsonwelliano, sino la frivolización de un asunto muy serio. Y, a mi juicio, no está el país para bromas así en estos momentos
Y los que no ha destapado, se los ha inventado. Con liguero o sin liguero / publico solo lo que quiero, / y mi palabra es la ley…
Un tweet de Emilio Silva lo resumió a la perfección: ¿por qué causa mucho más revuelo un documental de ficción de una cadena privada que los telediarios de ficción que hacen con dinero público?». Al final, dicho revuelo mediático y social es mucho más esperpéntico y revelador del estado de la nación que el documental en sí mismo. El dedo y la luna.
En cuanto al falso documental, las conversaciones telefónicas reales entre Tejero y Juan García Carrés son infinitamente más surrealistas, cómicas y bochornosas que cualquiera de los planteamientos del documental; mención especial para el momento en que entra en acción (telefónica) la mujer de Tejero. Escuchen las conversaciones y luego me hablan de «credulidades» e «incredulidades».
Agradezco las risas y el toque de humor negro de la idea de la ruptura de la izquierda como consecuencia del comportamiento de Carrillo al no echarse al suelo como estaba pactado. Si alguien conoce algún artículo que hable de las reacciones que los falsos documentales generaron en Bélgica o EE.UU, se agradecería un enlace a los mismos. Me gustaría saber si provocaron el mismo estado de histeria mediática y las ciudadanías se toman tan en serio a sí mismas.
Unos se dedican a contar negros en la valla de Ceuta…, otros publican portadas de 2.019…, sin contar informativos públicos y privados…; y el que pierde credibilidad es el Évole, que ha admitido el engaño.
Como si el gobierno no tuviera suficiente con el Tea Party español en nómina, el 17 de febrero «El País» (esa gran cabecera española) nos deleita con esta primera página, digna del mejor servicio propagandístico al gobierno de turno. Y lo de menos es que «cuenten negros». Atención a esa primera página de 2005.
http://www.juanlusanchez.com/archivos/2014/02/21/los-30-000-subsaharianos-y-la-maquina-del-tiempo-2005-2013/
¿Y el escándalo es el programa de Évole? Lo dicho. La payasada, la pantomina y el esperpento no radica en el programa sino en las histéricas, absurdas y patéticas reacciones al mismo, el «pan y circo» de la realidad democrática española.
Cuando son los demás los que «conocen a la perfección las patrañas de sus propios medios, contribuyen a ellas cuando hace falta o las soportan en silencio, porque hay que pagar la hipoteca y educar a los niños» es chusco. Cuando eso mismo lo soporta Enric González entonces se redime por el bien del «periodismo».
Ah vale, que hay clases y clases. Claro.
Estimado Enric, quiero pensar que todavía tienes la virginidad de un adolescente porque de lo contrario eres un mojigato o pretendes que nosotros lo seamos.
Por cierto, el programa del próximo domingo es una entrevista de Évole a Pedro J.
Psi, lo de la justificación de Pedro J. no se sostiene por ninguna parte, y el programa de Évole, a pesar de ser televisión y entretenimiento, a veces cuenta cosas que por El Mundo y El País ni pintan. En fin, que El País se haya convertido en un mal diario no quiere decir que El Mundo mejore. Ahora los dos son chungos. Por lo demás el artículo está bien.
Magnífico artículo… hasta que ha llegado el nombre de Pedro J a tomar protagonismo. Si fuese como los que tanto crucifican a Évole por su programa ahora diría «confiaba plenamente en el criterio de Enríc hasta que ha defendido a Pedro J, a partir de ahora nunca confiaré en su criterio. Se me ha caido un mito». Pero no voy a caer en el mismo error, sigo pensando que el artículo es bueno (si, hasta que aparece Pedro J) y seguiré confiando en posteriores artículos.
A mi Operación Palace me gustó, al principio estaba un poco alucinando, pero a la que salió Garci… Señores, ya sabemos que vivimos en un país de paletos y mediocres, pero eso era ya de absurdo total. Eso si, algunos trozos fueron épicos, como el que decían que «¿Como le vamos a dejar dirigir esta película a un catalán?» jajajaja, ahí Jordi la metió doblada. Hubo más momentazos, pero bueno. Algo curioso que he observado es la indignación de los periodistas en general, de toda raza y color. ¿Envidia de que alguien que ni es periodista avance y sepa arriesgarse por horizontes que los demás no se atreven ni a otear? Hay que evolucionar señores, que el periodismo está más que vendido al sistema. ¿A que viene indignarse por si ha beneficiado más o menos a su empresa? ¿Qué es lo que hace el resto?. Si salvamos algunos periódicos digitales, señores periodistas, desengañensen, nadie cree en ustedes ya. Por cobardes.
Pero tampoco les crucificaremos, todos sabemos que comer es algo necesario.
Solamente un matiz: Jordi Évole es periodista, estudió Periodismo (o Ciencias de la Información) en la Universitat de Barcelona y ha ejercido antes y ejerce ahora como periodista
es increíble que el tufo de los muertos escondidos en el ropero apenas trascienda el olor a colonia de una verdad inventada… en un país de porteras que todo lo saben porque todo se cuenta, es vergonzoso que el periodismo no haya encontrado aún la llave del armario pasados treinta años para aventar la inmundicia conocida y cobardemente silenciada …tampoco Évole lo intenta, acomodado en su confortable vehículo mediático, tan adepto al poder institucional… lo suyo es una pantomima carnavalesca adecuada a los albores equinocciales, un estúpido soufflé, un rancio divertimento sin gracia alguna
Me acabo de dar cuenta de que González nos ha tomado el pelo como Évole el domingo: el periodismo es a «Primera plana» como el 23-F a «Operación Palace». Y aquí hemos entrado todos, pensando que había algún elogio a Pedro J. y resulta que también era todo broma y jajaja. Eso sí, mucho más talento Wilder que Évole (y González)
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Enric, mira que tenía ganas de leer tu opinión sobre el programa de Jordi Évole y, al final, me he quedado sólo con que redimes a PedroJ porque ama su oficio. Sé pefectamente que Cebrián hace años que sólo se dedica al «business», que ya no es el magnífico periodista y director de El País que fue, pero de eso a preferirlo al ex-director de El Mundo, por comparación… El otro día oí a Lucía Méndez que me gusta, pero no tanto como tú, quejándose de Jordi, porque al ser periodista había desprestigiado la profesión o algo así. O sea que el historión del 11-M fue un ejercicio de profesionalidad de PedroJ, o de amor a la profesión, y yo sin enterarme. Gracias a internet somos muchos los que leemos muchos periódicos, algún digital muy bueno, precisamente para encontrar diferentes puntos de vista, no te creas que el personal siempre es tontito. Así como Jordi me dio una cura de humildad (porque, sí, me tragué lo que decía hasta que acabó el programa, o sea que tuve mi rato tontito; en mi descargo, después me he reído mucho empezando por mí) tú me has demostrado que también eres humano. En el Mongolia de este mes viene una entrevista con PedroJ, un «fake» claro, que no creo que pueda mejorar Évole el próximo domingo.
Me parece bastante más «tontito» reaccionar con ríos de tinta al programa de Évole y guardar silencio ante esto http://www.juanlusanchez.com/archivos/2014/02/21/los-30-000-subsaharianos-y-la-maquina-del-tiempo-2005-2013/
«El País» haciéndole el juego propagandístico a un ministro que condecora vírgenes, ¿y el tontito eres tú? Las conversaciones telefónicas entre Tejero y García Carrés dan bastante más vergüenza ajena y esas sí son reales. A mí lo que me resulta imposible asumir es que ese grupo de palurdos tuviera de verdad en jaque al gobierno de un país.
Cáncer Cebrián, fue, es y seguirá siendo un cáncer que devora todo, un personaje lamentable que solo mira por él y que se dedica a asistir a conferencias y a entregas de premios para sentar cátedra de nada, y luego salir en la foto del periódico. Pedro J. es un pobre loco que también destruye lo que se encuentra a su paso a bordo de su amarillismo. Y luego están los opinadores de foro que defienden a El País siendo ellos mismos lo peor del periódico, como los que han destruido el blog de Itu
Con todos mis respetos enric, Pedro j ha compartido trinchera con barcenas, conde, Gómez de liaño….
Hacer una entrevista a Bárcenas no es defenderlo ni compartir trinchera con su corrupción. Sostener que con Mario Conde se cometió un linchamiento atroz (cosa que no se hizo con otros banqueros y constructores afines al Régimen) no es compartir trinchera, sino decir que el rey camina desnudo. Y la solidaridad y defensa que hizo Pedro J. de Gómez de Liaño se explica porque fue el único juez que se atrevió, con motivos fundamentados y con la aquiescencia del Ministerio Fiscal, a retirar el pasaporte al todopoderosísimo Polanco y a imputarlo por fraude. Como usted sabrá, GdL acabó condenado por una justicia mercenaria en el que ha sido, a mi modo de ver, el mayor escándalo de toda la historia democrática.
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Tienes mucha razón con que la credibilidad es algo inherente al grado en que una persona esta de acuerdo en ciertas afirmaciones con otra, y que simplemente alguien tendrá más credibilidad si lo que dice concuerda con la persona que deba valorarlo
– Hildy Johnson?
– Yeah! Son of a bitch he stole my watch.
Lo que hizo Évole con el 23-F no es periodismo, eso está claro. Tengo mis dudas sobre si lo que hace en Salvados lo es, quizá visto lo visto se vayan disipando en el sentido de que no lo es. Pero bueno, todo el mundo tiene derecho a elegir que quiere ser de mayor, si Iñaki Gabilondo o Jorge Javier Vázquez, faltaría más. Pero entonces, si busca la audiencia de la información-show, que tenga en cuenta que perderá la de quienes aún tenemos dudas. Y a propósito de Gabilondo, ¿que hacían él y Ónega en la farsa? unos miles de euros a todos vienen bien, ¿pero realmente vale la pena comprometer el prestigio? conozco gente que se lo creyó solo porque «lo decía Gabilondo». Lo de Anson lo entiendo, no es la primera que monta, al menos esta fue inocua.
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Faltan periodistas y sobran predicadores: fray Gabilondo, fray Federico…
La diferencia entre ambos Fray es que uno, Federico, se ha pasado los últimos 35 años clamando contra el nazionalismo catalán y defendiendo la unidad de la nación, incluso soportando que algunos parlamentarios actuales lamenten que sus secuestradores no remataran la faena, mientras que el fray vasco siempre ha encontrado argumentos para defender y justificar a quienes pretenden destruir España, siempre al mejor postor, siempre bajo la servidumbre de Cebrián.
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Me sorprende que tilden de amarillista a Pedro. J. ¿Fue información amarilla la cal viva, los Gal, escuchas ilegales, Filesa, Laos, Bárcenas, chanchullos Urdangarín y un largo etc…?
Y los que le llaman conspiranoico, por favor que me expliquen por qué se desguazaron los trenes en dos dias y porqué no se hizo autopsia a «los suicidados de Leganés». Si me lo explican, yo también diré que es un conspiranoico.
Por lo demás, Enric González escribe muy bien. Se sabe.
Buf, ¡qué pereza..!
El problema es que la izquierda española lleva los últimos veinticinco años tachando de facha, amarillista, etc., a quien le lleva la contraria o a quien evidencia con pruebas sus desmanes. Así entienden ellos la democracia
Leo siempre con gusto a Enric González, pero este artículo da miedo: una mente brillante y perspicaz al borde del desdoblamiento de personalidad. Las empresas periodísticas actuales son capaces de desequilibrar a cualquier periodista, incluso los buenos. Enric, por favor, estás hablando del director del ácido bórico, la tarjeta Mondragón, la mochila voladora, el titadyne… Claro que, según tu, publicaba todo eso sólo por vender periódicos.
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Inspirador. He tropezado con él porque sí y parecía escrito esta mañana en lugar de hace dos meses. Me pregunto si acabará caducando.
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Walter Burns era un sinvergüenza como Pedro J.
Hildy Johnson un ingenuo como Enric González.
Y los consumidores, convidados de piedra.
Me temo que D. Enric González se ha encasquillado en el tema Cebrián-Prisa-ImperioDelMal (muy interesante pero al fin y al cabo una reyerta personal, que parece dispuesto a compartir con sus lectores ad eternum). Y la defensa de Pedro J. lamentable. ¿Acaso el afán comercial (vender periódicos) justifica la manipulación y la perversión del oficio, la táctica de acoso y derribo a gobiernos en base a MENTIRAS? Por otra parte cualquiera puede deducir que no era una mera ansia mercantil ni mucho menos pasional la que le llevaba a practicar periodismo-ficción.
MAL ENRIC (no porque discrepe de Ud., sino porque su artículo está escrito con «pluma pedrojotiana»; o sea, es falsario).
Dice Enric:
«Si quieren periodismo puro, austero, riguroso, búsquenlo en algún libro o criben la prensa diaria hasta encontrar una pepita (las hay) de ese material rarísimo»
Pues si alguien ayuda a este humilde servidor a encontrar una de esas «pepitas», sea en el soporte que sea (internet, periódicos,etc…) le estaré eternamente agradecido. Hace tiempo que perdí toda esperanza
Enric, por fallido que haya sido este artículo, no justifica tu ausencia.
Por favor, sigue publicando en jot down.
Bueno, bueno, brillante, !carajo!