El gobierno valenciano es como Merle Dixon, el personaje de Walking Dead. No por racista, machista, rudo o bruto, sino por lo que ha hecho con RTVV. Maniatado por la crisis y rodeado de deudas que van a comerle vivo, decide arrancarse la mano para intentar huir. Las deudas son zombis, y la mano es RTVV.
Este miércoles se ha votado en Les Corts, donde el PP tiene su cuarta mayoría absoluta consecutiva, la sorprendente decisión de Alberto Fabra de liquidar RTVV. Menos sorprendente ha sido el resultado: a favor pese a que se había especulado con una fuerte división interna, con cuarenta y nueve votos respaldando el cierre —cincuenta y cinco escaños tiene el PP— y cuarenta y dos en contra —cuarenta y cuatro escaños tiene la oposición—. El ente público autonómico será cerrado, no se sabe cuándo, y sellará el paso al paro de la friolera de mil setecientas personas.
El cierre es a la vez el final de una época —la del exceso y la manipulación— y el inicio de otra —la de la liquidación de participaciones públicas y estatales que hasta hace poco parecían intocables—. Exageradamente grande, folclórico, opulento, parcial… RTVV simbolizó el boom valenciano, la extensión de una red de influencias inapelable, una apisonadora de opiniones. Su cierre muestra el simbolismo de una época donde las funciones de lo público se pervierten hasta justificar su desaparición, ya sea con una privatización o con un cierre.
RTVV ha sido —volviendo al símil zombi— la mano que ha usado el Govern durante más de una década para muchas cosas. En opinión de Jorge Galindo, sociólogo y profesor universitario valenciano, para repartir cuotas de presencia y poder. Según su visión, a la vez que usaba el medio de comunicación como arma propagandística propia loando las buenas acciones propias y silenciando todo lo demás, RTVV sirvió para repartir presencia e influencia a distintos líderes sociales valencianos, auténticos valedores de una red clientelar que estaría detrás del asentamiento del PP en el trono.
El ente ahora cerrado ha sido de hecho uno de los grandes pilares en los que se ha basado la supervivencia, contra viento, marea y escándalos de corrupción, del PP en el centro del poder valenciano. Ha habido otras claves, como los errores de una oposición inexistente o la estrategia política que consiguió aunar a todas las voces del centro, la derecha y el regionalismo conservador junto a la red popular. Pero RTVV era algo más que meros pasos hacia un fin: ha sido una radiografía exacta de la sociedad valenciana, diseñada con paciencia y constancia desde el Consell que ahora ha decretado su cierre.
Pero toda historia, antes de un final, tiene un inicio.
El nacimiento de la televisión valenciana fue todo simbolismo: el 9 de octubre, día de la Comunidad Valenciana, de 1989. Su nombre, un guiño: Canal 9 leído en valenciano quiere decir tanto «canal nueve» —por la citada onomástica—, como «canal nuevo». Valencianía y novedad, todo en uno.
Sus inicios fueron fiel reflejo de una época, esa donde las «Mamachicho» abrían los ojos de unos espectadores acostumbrados a un único canal, o dos, en su televisión. Un panorama audiovisual incipiente, italianizado, espectacular, francamente machista y retrógrado, donde Canal 9 supo jugar sus bazas. Combinó lo que se supone que hacen las televisiones autonómicas públicas —información local, promoción cultural, defensa lingüística— con la exuberancia de las «monleonetes»: azafatas de un concurso mítico, El Show de Joan Monleón, donde un histriónico presentador unía a representantes de pueblos y asociaciones locales jugando a ganar dinero dándole vueltas a una paella de cartón-piedra mientras ellas bailaban sosteniendo las huchas como si fueran sus pechos.
Comenzados los noventa, con aire de cambio de etapa en España, y ya asentándose las televisiones privadas, Canal 9 intentó abrir nuevas puertas a nuevos espacios. Una vez terminó el show de Joan Monleón, allá por 1992, arrancó otro espacio mítico de la casa: Carta Blanca, también conocido como Parle vosté, calle vosté (Hable usted, calle usted). Era una especie de ágora en directo, un debate ahora impensable entre opinadores y público acerca de temas relevantes de la mano de periodistas con empaque como Josep Ramon Lluch o Amàlia Garrigós.
Pero aquella fórmula bienintencionada abrió la caja de Pandora, igual que ese incauto explorador que despierta por accidente a un monstruo milenario en alguna película de ficción. El debate funcionaba, lograba grandes cuotas de audiencia y generaba espectadores críticos e informados… hasta que llegó la polémica. En ese espacio «nacieron» personajes televisivos como el Padre Apeles, Bienvenida Pérez o Juan Adriansens, monstruos bizarros de la noche catódica que azotaron conciencias y cajas. Alguien allí arriba, en los despachos de Burjassot donde se ubica el «pirulí» de Canal 9, vio la luz. Quizá ahí empezó todo.
En 1997, ya bajo otro gobierno y en otra España, apareció Tómbola, el programa más recordado de la cadena. Prototipo de la televisión «rosa» que vendría después, madre de los Salsa rosa, Extrarrosa, Sálvame y demás, marcó una época indudable creando un género que resultó ser un filón. Era el espectáculo vestido de supuestos periodistas entrevistando a famosos, exprimiendo sus vidas ante los televidentes. Canal 9 no había cumplido una década y ya había encontrado su vellocino de oro. El éxito del formato fue tal que durante siete años fue emitido y exportado a cinco televisiones autonómicas, todas ellas públicas, y quince locales. Las sumas de dinero que se manejaban en el programa salieron a la luz años después: Jesús Mariñas, estrella del cotarro junto a otros inefables como Lydia Lozano o Karmele Marchante, se embolsaba un millón de pesetas por programa. Dinero de origen público, claro.
Tómbola se emitía, a diferencia de muchos contenidos de la cadena, en castellano, lo que sirvió de plataforma de aterrizaje para muchos «excedentes televisivos» llegados desde la televisión nacional. Por la televisión autonómica comenzaron a desfilar viejas glorias, caídos en desgracia para el gran público pero que encontraban un cómodo cobijo —y muy bien pagado— en la valenciana. La televisión empezó a repartir enormes cheques para crear contenido que poco tenía que ver con lo que se suponía que tenía que hacer: ni información local, ni promoción cultural, ni uso de la lengua.
Paralelamente, el PP comenzaba a sentirse cómodo en el cargo. Llegados en 1995 al poder, consiguieron en 1999 su primera mayoría absoluta, y con ella extendieron su poder e influencia por una región que históricamente no había sido conservadora en lo político. Con un Canal 9 moviendo dinero y con cierta cuota de audiencia, a pesar de la castellanización y la deriva temática, vieron la herramienta perfecta para cuadrar el puzle.
La injerencia en los informativos fue paulatina. De hecho no fue tanto el gobierno de Eduardo Zaplana como el de Francisco Camps el que hizo de RTVV la gigantesca herramienta propagandística que hemos conocido. Ahora que con su caída en desgracia muchos trabajadores han empezado a hablar se conocen muchas prácticas imaginadas durante años: equipos dedicados exclusivamente a seguir al president, nulo espacio en antena para mensajes de la oposición, anulación completa de cualquier información no favorable, apoyo desmedido a cualquier iniciativa faraónica de las autoridades locales… Con el tiempo, a la vez que la programación de la cadena perdía toda identificación con la cultura valenciana, los informativos dejaban de informar para convertirse en espacios de más de una hora, dos veces al día, que giraban alrededor del Ejecutivo autonómico. Una especie de No-Do moderno que, entre otras cosas, había conseguido borrar al socialismo del mapa.
No es exagerado decir que el día que Francisco Camps, abocado a sentarse ante el juez, anunció su dimisión, muchos ancianos en diferentes núcleos rurales de la geografía valenciana desconocían por qué dejaba el cargo. Canal 9 quedó con el tiempo relegado a ser un producto que consumían los más mayores para ver si su pueblo salía en la previsión del tiempo. Poco más que un canal anecdótico (en realidad llegaron a ser tres), derrumbado en audiencia, cuya producción se había ido progresivamente externalizando, aquejado de una hipoteca permanente en forma de deuda. Con mil setecientos trabajadores en nómina, más que las dos grandes privadas juntas, era una máquina de propaganda al servicio de una idea que cada vez menos gente escuchaba.
Con la televisión pasó lo mismo que con la Comunidad Valenciana en general: fue un medio en una escalada de ampulosos proyectos con una costosísima factura futura. Hubo un momento perfecto: sin oposición visible, con la Comunidad como granero de votos del PP nacional, siendo Camps baluarte y rescatador de la cabeza de Mariano Rajoy tras dos derrotas electorales, contando con una Rita Barberá gobernando una ciudad llena de grandiosas infraestructuras, todos disfrutando de las bondades de la Copa América y Fórmula 1. A la vez cuarenta y tres personas morían en un accidente de metro inverosímil, se escondía a los inmigrantes bajo un puente del río ante la llegada del Papa a la ciudad y centenares de niños estudiaban en barracones a causa del mal estado de muchas escuelas. Como escribía Jorge Galindo, había una especie de acuerdo: aunque el problema parecía evidente todos aceptaban lo que pasaba mientras la noria siguiera girando.
El problema vino cuando dejó de girar.
Dejó de haber trabajo y quedó la deuda. La Copa América no trajo la riqueza prometida. La Fórmula 1 ya no podía pagarse. Mientras, los despachos y cargos a dedo se multiplicaban alrededor del pirulí de Burjassot, donde tuvieron que destinar un trozo del garaje de las unidades especiales a la construcción de nuevos despachos. Finalmente la exdirectora del ente público era nombrada consellera del Govern, por si alguien podía tener duda alguna de la aquiescencia entre ambos mundos.
Entonces empezaron a sonar las alarmas: la crisis era patente, y se alargaba. Llegó el ERE salvaje de RTVV, que dejó a la mitad de la plantilla —incluso aquellos con plaza de funcionario— en la calle. Empezó a no renovarse a mucha gente, a cribarse quién sobrevivía y quién no. Comenzaron a sucederse entonces un reguero de despedidas en directo a través de profesionales con muchísimos años en la cadena, lo que hizo visible el problema para parte de la sociedad valenciana que hasta el momento no había detectado nada. La recopilación de vídeos la hace Víctor Rey, otro extrabajador de la cadena: despedida de Xavi Blasco, Jordi Payá, Xavi Alberola, Clara Castelló, Miquel Àngel Picornell, Mónica Antequera y Xaro Lledó.
También empiezan a viralizarse otros vídeos, como el de la histórica periodista de la casa Xelo Miralles siendo aclamada al salir de firmar su baja por el ERE. Los trabajadores empezaban a despertar.
Y entonces sucedió: la Justicia declaró nulo el ERE, como temían en secreto algunos trabajadores que habían sobrevivido a él. Eso significaba que tenían que readmitir a los despedidos, pagarles de forma retroactiva las nóminas de casi un año y afrontar indemnizaciones millonarias. El temor era que no se quisiera hacer frente a ese coste económico.
Entonces y solo entonces se empezó a escuchar la voz de muchos trabajadores. Las versiones sobre lo sucedido dentro de la casa empezaban a aflorar, y lo que no se hizo durante años empezó a hacerse. Y ocurrió en antena, en directo, una vez se anunció el cierre y la cúpula de la televisión dimitió en bloque. Un motín televisado, el fin del aparato de poder de un régimen. En esos días de locura hasta que el Govern aprobó de urgencia una ley para restituir su control sobre las emisiones se hicieron cosas tan simbólicas como pedir perdón por el tratamiento que se hizo del accidente del metro… ocho años después:
La rebeldía se extendió, por ejemplo, al informativo, con la siguiente puesta en escena:
Pero para muchos llegaba tarde. Mariola Cubells, extrabajadora de la empresa, escribía en el Huffington Post una dura misiva contra quienes habían tolerado, cuando no participado activamente, en el hundimiento de Canal 9 y solo ahora que veían peligrar sus puestos de trabajo salían a dar la cara:
Salen MUCHOS de esos profesionales de la cadena que NUNCA antes se habían movilizado para protestar por manipulación informativa o tropelías varias. Todo lo contrario, durante años, CONTRIBUYERON precisamente a consolidar el modelo que ahora, oh fatalidad, también los va a dejar a ellos en la puta calle. NUNCA dijeron nada sobre las omisiones informativas flagrantes y clamorosas. NUNCA se escandalizaron de los abusos sexuales de Vicente Sanz, nunca dieron la cara por las tres periodistas de la casa que lo denunciaron. Por supuesto NUNCA salieron a la calle para mostrar su solidaridad con los 1.200 afectados por el ERE cuando esto se produjo. Se comieron TODO lo que había que comerse, acataron órdenes intolerables, fueron esbirros, cenutrios, pelotas, periodistas sin alma y sin criterio. Mercenarios.
Tomaron partido ayer cuando vieron que su culo ya no iba a seguir sentándose en la silla en la que se quedaron, no por méritos propios, sino por asuntos turbios y arbitrarios.
El propio presidente de la Unió de Periodistes Valencians, Sergi Pitarch, reconoce que las críticas son en parte merecidas. «No es cierto que nadie se quejara cuando las cosas iban bien. De hecho, se quejaron tanto desde el consejo de redacción que acabaron por cerrarlo», asegura. «Pero sí es cierto que hasta que se anunció el cierre no se destaparon muchas cosas y, sin entrar a juzgar a nadie ni repartir carnets de prensa, sí es verdad que todo lo que ha pasado deja en entredicho la ética periodística porque tampoco han sido demasiadas las voces que han hablado antes».
Con lo expuesto hasta ahora parece hasta lógico abordar un cierre. A la pregunta de por qué cierra RTVV muchos responden que porque era un monstruo inmanejable, carísimo, y que muy poca gente veía ya. Eso es cierto. Pero también es verdad que esto último no solo es consecuencia, sino causa: muy poca gente lo veía porque se había convertido en un monstruo irreconocible. Cuando el PP llegó al gobierno en 1995 había seiscientos ochenta y siete trabajadores, una deuda de veintidós millones de euros y un share del 21%; en 2013 hay mi seiscientos veinte trabajadores, una deuda de mil ciento veintiséis millones de euros y un share por debajo del 5%, según resumía en Twitter José Rico, periodista de El Periódico.
Echando un vistazo a las grandes cifras, la deuda valenciana asciende a treinta mil millones de euros, que se verá agravada en breve: los «rescates» autonómicos hay que empezar a pagarlos en 2015, y también el dinero adelantado por el Gobierno central para pagar a proveedores y enmascarar la morosidad de las instituciones públicas. 2015, justo el año que vuelve a haber elecciones autonómicas. ¿Justifica esa perspectiva el cierre por motivos económicos?
Rubén Ibáñez, diputado autonómico y portavoz adjunto del PP en Les Corts lo tiene claro: «Una RTVV de mil setecientos trabajadores es inviable». Según afirma, «el Gobierno valenciano siempre ha estado sosteniendo RTVV. Prueba de ello es que hace dos años se asumió su deuda, con las críticas de la oposición, y se ofreció un contrato-programa para asegurar su viabilidad». El problema, dice, es esa viabilidad: «Siempre se ha apostado por la radiotelevisión pública valenciana, pero ajustada al momento actual, no a un momento anterior».
¿Por qué entonces se permitió que la empresa creciera hasta los mil setecientos trabajadores? «Es muy fácil mirar al pasado con los ojos del presente. Entonces la economía funcionaba, nos lo podíamos permitir y nadie decía que no», dice Ibáñez. Y como muestra habla de cuando la oposición pidió la creación de «un segundo canal con ciento cincuenta trabajadores más». «Hoy vemos decisiones que antes no hubiéramos tomado», concluye.
Muchos creen que esto no es así, y que tras la decisión hay otras intenciones que no son sólo económicas. «El gasto en RTVV representa el 0,53% del presupuesto de Generalitat para 2014», tuiteaba el periodista Iñaki Hernández. El cierre del ente costará ciento treinta millones de euros, publica el digital valenciano ValenciaPlaza.com.
En opinión de Jorge Galindo preguntar si había alternativas al cierre es hacer trampa porque «a largo plazo siempre hay alternativas a todo». «Ahora bien», continúa, «tras la suspensión del ERE es factible pensar que al Consell apenas le quedaba espacio para maniobrar. Es decir, con considerable torpeza se cerraron las opciones a sí mismos hasta que no les quedó alternativa».
«Claro que había alternativa al cierre», sostiene Ibáñez: «la propuesta que hizo el Gobierno valenciano para reducir el número de trabajadores y hacer de la empresa algo sostenible. Aquella propuesta, por cierto, fue aceptada por dos sindicatos, CSIF y USO», señala. Pero al final, hay cierre. «En primera instancia porque la propuesta no fue admitida, y en segunda porque al rechazarse el ERE la gestión es inviable: no se sostiene una RTVV con mil setecientos trabajadores».
La cuestión es si se ha querido alternativa. «No es una decisión económica, sino política», sostiene un trabajador de la casa que había sobrevivido al ERE. «A última hora el Comité de Empresa se ha bajado los pantalones y ha aceptado muchas condiciones propuestas en su día por la empresa, pero ahora han dicho que ya no les da la gana: la decisión del cierre se ha tomado y no hay vuelta atrás». La cosa, según su descripción, fue más o menos así: «En agosto de 2012 se negocia el ERE. Hay una oferta final de la empresa para despedir a doscientas personas menos a cambio de una rebaja salarial. Los sindicatos no aceptan porque no quieren despidos. Lanzan un pulso a la empresa y al Consell que, en realidad, después ganan porque el TSJ dice que el ERE es ilegal. Horas después de conocerse la sentencia, Fabra tiene un calentón y dice que cierra. Los sindicatos y toda la oposición se movilizan y les piden que se sienten a negociar, una negociación a la desesperada para intentar salvar lo que se pueda. Nadie esperaba que la decisión fuera cerrar».
Entonces pareció haber un acercamiento, pero en su opinión no fue real: «El Consell acepta que le presenten una propuesta de viabilidad económica. El comité lo hace y esa propuesta pasa por hacer un nuevo ERE para despedir al 41% de la plantilla, aunque no todos son despidos porque también plantean prejubilaciones, bajas voluntarias incentivadas, recolecciones…. La Generalitat hace como que lo estudia para hacerse la foto y días después la rechaza, reconociendo que se acerca a los que la empresa planteó en agosto de 2012».
El portavoz adjunto del PP dice desconocer el detalle de esa segunda propuesta, pero sí señala que en cualquier caso las cifras de trabajadores que hubieran seguido en RTVV estarían «muy por encima de los novecientos trabajadores», cuando la propuesta dejaba la plantilla en unos quinientos. Ibáñez dice que la estimación económica de los sindicatos es arriesgada. «Desconozco el detalle, porque no estoy en el Gobierno valenciano, pero tras el cierre se iniciará la negociación, hay que hacer propuestas de indemnización que pueden ser aceptadas o no… así que es aventurado saber cuál será el coste». «En cualquier caso», sostiene, «el coste del cierre es mucho menor que el de mantenerla abierta con mil setecientos trabajadores».
Según la versión del trabajador, el presupuesto de la empresa para este año es de unos setenta millones de euros y la propuesta del comité aseguraba que mantener RTVV, con ese plan de viabilidad, no iba a costar más de esos setenta millones en 2014 y en 2015. «Cerrarla cuesta ciento treinta millones, como mínimo. Por eso es una decisión política, no económica. No creen en esto y lo cierran. La argumentación del PP de cierro la tele para no cerrar hospitales y colegios es falsa, no existe», sostiene.
Hay muchas voces alentando esta teoría de que no hay una motivación económica. «El cierre de RTVV supone que Tres60 —la productora del exministro Piqué y un sobrino de Cospedal— se lleven dos millones crudos», tuiteaba Javier Cavanilles a partir de una información de Levante, el diario más vendido de la Comunidad Valenciana, de corte progresista. Según dicha información el PP habría forzado el cierre de RTVV para poder crear un canal afín desde el entorno de la secretaria general del PP.
Esa misma idea maneja Pitarch. «El cierre es una decisión totalmente política», asegura, y sostiene que tiene muchas ramificaciones. «En primer lugar, la Comunidad Valenciana es la probeta donde el PP está probando cosas para el resto de España, porque RTVV es solo la primera de otras que vendrán. El problema de aquí es que como el PP valenciano no tiene ninguna autoridad en Madrid, han sido los primeros». En segundo lugar, bajo su perspectiva, hay una estrategia de mayor recorrido en el que tiene mucho que ver el reparto de licencias televisivas que hizo el propio Partido Popular valenciano hace unos años.
«Fue un golpe de estado mediático en toda regla», asegura al referirse a la adjudicación de televisiones locales. «Aquello lo firmó Esteban González Pons el 31 de diciembre de 2005, y supuso que el PP pasara a controlar todo el sistema audiovisual valenciano: de las cuarenta televisiones locales aprobadas, treinta y ocho tienen una línea ideológica de derechas. Las únicas dos que se salvan son Levante TV, que emite solo en Valencia y entorno, e Información TV, que emite solo en parte de Alicante», comenta. «De hecho todos los medios que hay aquí son de derechas, porque además de los locales estaba RTVV, y las nacionales… Antena 3, Telecinco, y ahora, claro, TVE. El control mediático es total».
La jugada que describe tiene efectos en el futuro. «Dentro de la improvisación general con la que se ha hecho todo, el cierre está bastante controlado, porque lo que hacen es quitar una herramienta al tripartito para 2015». Se refiere, aceptando como buenos los sondeos electorales, a que el PP perdería su mayoría absoluta en favor de un hipotético tripartito de izquierdas entre socialistas, la rama valenciana de IU y Compromís. Sería una especie de voladura controlada «porque realmente el PP tiene todos los medios, controla enteramente el sistema comunicativo mediático».
En opinión de Pitarch, eliminando RTVV se reactiva «una parte importante del pastel publicitario, que pasa a estar libre». ¿Y quién puede beneficiarse, además de las locales? Hay dos licencias de emisión autonómica, y ambas están en manos de grupos conservadores. «Uno lo tiene Vocento, pero no tiene dinero y posiblemente se limite a usarla para hacer negocio». La clave es la otra: Mediterráneo TV, que es de la COPE. «Posiblemente lo que se haga sea reflotar ese canal, que no tiene audiencia, y prepararlo para cuando llegue el tripartito».
En una jugada, varios pájaros a la cazuela: se deshacen de un gigante hambriento de dinero, privan al hipotético nuevo gobierno de un arma ideológica y centran sus esfuerzos en crear un canal de oposición que, aunque el PP salga del Govern, no variará de signo ideológico. El reto, aumentar la audiencia y visibilidad de ese canal de aquí a dos años.
Mientras se consuma el final de Canal 9 otros piensan en los restos. Durante mucho tiempo se ha producido, a medida que desembarcaban en el ente personajes afines y viejas glorias de fuera de la Comunidad Valenciana, un fenómeno de externalización progresivo: programas y contenidos que dejaban de hacerse desde RTVV pasaron a hacerse desde fuera con productoras privadas, a las que se pagaba con dinero de origen público. Muchas de estas transacciones acababan en bolsillos de ex altos cargos de RTVV que habían abandonado el barco, a veces incluso bajo la apariencia de despidos como para acallar las críticas.
El paso definitivo en este proceso bien podrían parecer las palabras de José Císcar, vicepresidente de la Generalitat, que ante el cierre de RTVV ha prometido que compensará el vacío que se deja en área de servicio público y promoción lingüística comprando espacios en las televisiones privadas. Más dinero público que sale al circuito privado.
La sorpresa del cierre es enorme porque, además de ser el primero, es algo que jamás se había planteado. No así la privatización, de la que se oyen rumores de campanas desde hace más de una década. Entonces se argumentaba en un debate que, si cabe, tiene más sentido ahora: ¿es necesaria una televisión pública? Y, quizá más importante, ¿es sostenible?
Rubén Ibáñez sí ve necesaria una televisión pública «aunque el panorama audiovisual ha cambiado y la oferta se ha multiplicado». «Siempre la hemos considerado necesaria, pero lo que los ciudadanos consideran necesario, aunque quieran seguir viendo RTVV, es tener acceso a los servicios públicos, como la educación o la sanidad», asegura.
La cuestión es entonces encajar una oferta atractiva y un coste asumible. Porque si un canal televisivo lo nutres de elementos como lengua, cultura e información local, lo mantienes al margen del circuito económico privado —cerrando el grifo de la publicidad—, produciendo los contenidos sin recurrir a externos privados y eludiendo gastar grandes sumas en producciones caras o derechos… ¿cómo conseguir un producto atractivo que tenga audiencia?
En opinión de Galindo en el mercado «sí hay necesidad y hay hueco, no tiene por qué renunciarse a los anunciantes porque si son muchos y cada uno tiene una porción pequeña ninguno tiene por qué influir en el contenido. Y por tanto sí hay futuro», considera. El problema es que en este caso particular el diagnóstico era mucho peor: «RTVV fue el peor ejemplo de lo peor que le puede pasar a un medio público: captura total por parte de un partido político para hacer del mismo un instrumento de propaganda y reparto de prebendas y atención mediática». En su opinión «no es casualidad que toda la «sociedad civil» valenciana estuviera quejándose de su cierre, todos los que siempre han apoyado al PP. La desaparición de RTVV significa cerrar grifo de atención a Fallas, a la pilota, a empresas, a agricultores, a otros deportes…».
En ese sentido la evolución de RTVV también ha ido de la mano de la del PP. El partido se presentó como único capaz de defender los derechos de los valencianos (Plan Hidrológico Nacional, crisis provocada por Zapatero, «poner a Valencia en el mapa» a base de grandes eventos…). Y algo similar hicieron con la televisión.
«Todo eso es justo lo que no queremos que pase. Queremos tener un medio público que sea relativamente, imparcial e independiente, y que se dedique a cubrir los espacios de información que consideramos necesaria para que el votante tome decisiones con conocimiento de causa pero que el mercado no parece proveer por sí mismo», mantiene Galindo.
Ejemplos de canales similares y con un contenido irreprochable en lo periodístico hay varios, pero todos fuera de España. La BBC y la Deutsche Welle sean quizá las puntas de lanza de un ideal que queda lejos del que ofrecen las televisiones que conocemos. ¿Aceptaría el ciudadano español pagar un canon, como sucede en varios lugares de Europa, por una televisión pública de calidad? ¿La considera de hecho necesaria en un contexto de crisis como el actual? ¿Serviría el canon como garante real de calidad e independencia de poderes públicos e influencias privadas?
Todas esas preguntas eran válidas hace unos meses, pero ahora la que asoma por el horizonte es otra más acuciante: ¿El caso de RTVV es único y especial o va a ser el primero de otros más?
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Venga, ahora quememos también les Corts; que no se diga… y que los 49 coreen ‘Fabra über alles’ por encima del humo y las ruinas.
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¿Para qué sirven exactamente las televisiones autonómicas, excepto para manipular y dar trabajo a periodistas «adictos»? ¿Cuánto podríamos ahorrar si las cerramos todas?
Siguiendo su argumento podemos decir que ¿Para que sirve Televisión Española? ¿Y Radio Nacional? Pues unos y otros deberian servir para lo mismo, para difundir la cultura y la información, una a nivel nacional y otra autonómico. Que se hayan convertido en un refugio de lo peor de la POLITICA, ojo, de la política lo unico que quiere decir es que en este santo pais tenemos un problema muy muy gordo con nuestros politicos.
Completamente de acuerdo. Si el problema es la manipulación y el enchufismo, la solución es acabar con eso. Lo que sobran son los políticos.
Un ente público sin políticos, interesante …
Tenemos un problema muy gordo con los ciudadanos que votan a dichos políticos.
Esa es la segunda derivada de mi mensaje anterior. Un pueblo tiene los políticos que se merece, y evidentemente tenemos un problema con los políticos porque tenemos un problema grave de valores y ética como sociedad.
Con los que los votan, y con los que desentienden de la política. Si parte del sector crítico ni vota, obviamente el sector afín, devoto a un partido pase lo que pase, va a seguir votando mecánicamente y por ende, ganando.
Por qué «obviamente» el sector afin va a seguir votando pase lo que pase y el crítico no?
No me parece tan obvio
Esa es la clave del asunto. Con lo que se está sabiendo ,casi,A cada dia, la corrupción en Valencia, Madrid, Galicia, Andalucia, alli donde han gobernado y gobiernan el Partido Podridisimo, el Psoe, ¿como puede haber gente que les haya votado y, seguramente, les volverá a votar en municipales, autonómicas o generales ? Tengo familiares políticos (de mi mujer, ella no, por supuesto), que los volverán a votar (al PP) y cuando les comentas algo, dicen que lo hacen todos. Hoy por la calle a alguien le oí decir que si estuviese en un puesto político (o similar), el se aprovecharía. Esa es la clave…la inmoralidad, la canallesca, la corrupción, la picaresca en España es de tal dimensión que esta en el ADN de millones de españoles. Mientras no se empiece a educar a los niños de infantil y primaria en que todo lo mencionado, es muy,muy pernicioso, mal iremos.
¿Y si lo miramos al revés Roberto ?, ¿ por que no se cierra la Televisión Española que también tiene un montón de pérdidas y esa si la pagamos todos, absolutamente todos, seamos de dónde seamos ?. ¿Para que sirve la mierda cutre y totalmente parcial de programación de TVE?. Pero ¿a que el PP jamás cerraría TVE ?.
El cierre de Canal 9 me produce sentimientos encontrados. Por una parte de lástima, por lo que perdemos los valencianos con ello. Por otra parte de alegría, porque ya era hora de acabar con la aberración en la que el PP lo había convertido.
Y aunque me alegro de su cierre, no estoy para nada de acuerdo con su motivación. Que ahora no se amparen que no van a cerrar hospitales y colegios para mantener un canal de TV, porque a estas alturas de la historia no cuela: haberlo pensado antes de construir aeropuertos sin aviones, de la Fórmula 1, de las Copas de vela, de costosas obras de Calatrava, de visitas papales, de Ciudades de la Luz y demás obras faraónicas. Todo pura apariencia, una fachada lujosa bajo la cual solo había ruina y más ruina. Ruina para el ciudadano medio, cuyos hijos tienen que estudiar en barracones. Porque nuestros gobernantes dudo que vayan a dejar de vivir en ese país de fantasía que se han montado a costa de nuestro bolsillo.
No acabo de entender ese argumento de que la RTVV era necesaria para promocionar las fallas y la pilota entre los valencianos. Si se pudiera ver en todo el mundo o en el resto de España pues sí, pero promocionar lo local ante los locales que ya lo conocen pues no tiene mucho sentido como argumento.
Y también el mantra «una televisión pública de calidad» porque aquí en España hace 35 años que la estamos esperando, y ningún canal autonómico pasa de ser un medio propagandístico en manos del gobierno de turno.
Totalmente de acuerdo.
Pero es que el termino «local» es un poco ambiguo, ¿no? Televisión Española también puede ser «local» en un mundo globalizado. Por otra parte, todas las televisiones públicas en este pais han sido un instrumento de manipulación política (mas de las derechas que de las izquierdas hasta donde yo puedo opinar).
La Comunidad Valenciana es bastante grande, y no es solo la ciudad de Valencia. No todo el mundo tiene por qué conocer de primera mano ni las Fallas ni la pilota. Es como pensar que por qué TVE tiene que dar promoción a los sanfermines (por poner un ejemplo) en España, si es un asunto local.
Para canal propagandístico el de Televisión Española… «la de todos» !!. Pero esta no se va a cerra jamás !!.
No es santo de mi devoción, pero en esta ocasión Mariola Cubells tiene toda la razón del mundo. Qué dignos son ahora todos; ya veríamos lo que tardarían en volver a callar si les calentaran otra vez el bolsillo.
Y ahora resultará que Miguel Ángel Picornell o Xelo Miralles eran periodistas como la copa de un pino. Aneu, aneu…
Ni una lágrima por Canal Nou. Cosas infinitamente más dramáticas están pasando, no nos pasemos.
Por cierto, que en la última auditoría que se hizo a Canal Nou cuando entró la última responsable (no recuerdo el nombre), se descubrieron no pocos despachos de gente que hacía eones que no pasaba por allí, pero que, eso sí, cobraba a fin de mes.
Aneu, aneu…
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Como dijo alguien en twitter por los mismos motivos que se cierra Canal 9 debería cerrarse todo el país. ¿Dónde no hay corrupción, dinero malgastado, gestión pésima, enchufismo, etc.?
Yo pienso en los trabajadores profesionales y serios que han hecho su vida laboral en torno a Canal 9 y ahora se van a la puta calle sin tener ninguna culpa. ¿Pero no es esto lo que está pasando con medio país?
Y repito: sin tener ninguna culpa. Porque si tienes que tragar para conservar un empleo, pues tragas y te callas, hasta que no puedes más. Y cuando no puedes más te vas a la puta calle y cuando tragas, curiosamente (pero no veo ninguna moraleja en ello), también te vas a la puta calle.
Y yo tengo que decir, como valenciano, que no veía mucho este canal, pero eso no quiere decir que me deje indiferente su desaparición. Y si pese a no creernos las mentiras (tan cínicas y miserables de los políticos de turno que dan asco), lo acabamos aceptando como algo inevitable y nos limitamos a mirar para otro lado, estamos abriendo otras puertas a otros saqueos y destrucciones de nuestros derechos. Porque hoy es Canal 9 con la excusa de los colegios, mañana serán los colegios con la excusa de las comisarías de policía o los cuarteles (¿quién no antepone la seguridad física de los suyos a la educación?) Y así pasando por los museos, las bibliotecas, los servicios sociales y todo lo demás. Y sí. Naturalmente que la situación no es tan grave. Nadie va a venir a invadirnos de momento. Ni las calles nuestras son tan peligrosas. Pero los servicios de publicidad del gobierno ya se encargarán de presentar la situación para que parezca lo suficientemente grave. Así ha funcionado siempre el poder. Y si el truco les va tan bien, ¿para qué van a cambiarlo?
En el plató se tiran buen rato descojonándose de un pobre hombre, que es el que tiene que cortar la señal, por llamarse Paco, por ser de Gata de Gorgos y porque le apodan «Paco Telefunken», cuando el pobre hombre es un simple mandao como lo han sido ellos durante tantos años. Al final nuestro hombre se niega y de repente lo convierten en héroe con gritos de «Paco! Paco!». A los 20 minutos ya había merchandising con camisetas de Paco Telefunken.
País…
Ayer Canal Sur dedicó más tiempo al cierre de la rtvv que al expolio de la ugt, las causas judiciales abiertas contra las empresas públicas (canal sur incluida) y el caso de los eres. Resulta descorazonador ver a tantas personas manifestandose por que se gaste el dinero de sus impuestos en una televisión autonómica..este pais no tiene remedio.
Ahora es cuando sería necesario realizar un estudio empírico que mida el impacto de las televisiones públicas (a distintos niveles) en el bienestar de la población, porque hasta ahora casi todo lo que he oído es pura narrativa, en parte por defender intereses propia, en otra parte por defender cosas como la libertad de información (un argumento bastante convincente de primeras, pero que necesita más verificación empírica: incluso experimentos naturales, porque los artificiales son muy difíciles de hacer, aunque podemos imaginar su diseño) o la difusión y conservación de costumbres y símbolos culturales locales (un asunto mucho más normativo y peliagudo, puesto que en parte parece basarse en preceptos del romanticismo, que reivindicaba lo local frente a una ilustración universal).
Es evidente que el PP ha destrozado Canal Nou, pero la mayoría de los trabajadores son cómplices . El 70 por cien de los empleados que ahora se manifiestan y echan pestes, fueron contratados por enchufe directo o oposición ficticia por el propio PP. Muy poca es la gente que ha entrado en Canal Nou por oposición justa.
Camps, Zaplana y Fabra se han encargado de destrozar la televisión pública valenciana desde hace mucho tiempo, pero por culpa del ego y el no saber perder de los sindicatos, ahora mismo Canal Nou ha cerrado. Deberían haber pactado mantener 700 puestos de trabajo que era lo que pretendía el Ere.
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Lo que no entiendo es que si el estado no tiene periódicos, ¿por qué ha de tener televisiones?. Realmente no lo entiendo eso de «servicio público». A mí me da igual si es manipulada o no, si es de calidad o no, si es deficitaria o no. No sé, me da a mí que el estado está para otras cosas…
Si miramos la publicidad institucional en los periódicos veremos que el gobiernos sí que tiene periódicos. En Valencia, por ejemplo, todos los días se mandaban, a cargo de la Conselleria, 4 o 5 ejemplares de La Razón y el ABC a cada colegio público.
Hombre, creo que Marhuenda y el ABC son, ante todo, BOEs
Un ataque directo a los valencianos. Ahora ya no tenemos ningún canal en valenciano/catalán: primero prohibieron las emisiones de tv3 i ahora cierran Canal 9. ¿Se imaginan que en España no hubiera televisión en castellano?
Lo que ha pasado con canal 9 pasará con toda España:
1. Mal uso de dinero público
2. Intentos de cerrar los sistemas públicos y privatizarlos o reducirlos
3. Se cierra todo.
Patético país que muere poco a poco.
Y lo patético es que todos esos pasos los han gestionado, los gestionan y los gestionarán los mismos, en el gobierno y en la oposición.
Gestores que destruyen lo gestionado, y aún así, siguen gestionándolo. Incomprensible.
Nada más incomprensible Fulgen que se vote mayoritariamente para gestionar lo público a quienes desprecian lo público y veneran la gestión privada (aunque lleven toda su puta vida viviendo del dinero público). Ese es el verdadero Expediente X.
Aquí en Canarias ocurre algo parecido, pero la excusa no es solo promocionar la cultura de las Islas y su idiosincrasia, sino también dar salida a muchos profesionales del sector audiovisual. Si bien esta última parte es loable, dado que en Canarias ese sector, en el ámbito privado, no tiene un gran peso ni recorrido empresarial, la realidad nos habla de una Televisión que se encarga, casi en exclusiva, de seguir las andanzas de nuestro presidente allá por donde vaya, llegando incluso a leer párrafos de su blog presidencial en los noticieros de los domingos, como si tal cosa fuera noticiable. El resto de la programación, es decir, aquella en la que no sale el presidente o cualquier otro miembro de Coalición Canaria, no es más que fútbol (después de varios años nos enteramos que nos cuesta 4 millones de euros televisar el CD Tenerife y UD Las Palmas) programas de folclore, programas estilo noche de fiesta (pero con artistas canarios y siempre los mismos una y otra vez), telenovelas venezolanas, documentales y, aquí viene lo mejor, toda la filmografía de Chuck Norris y Steven Seagal (esto es absolutamente cierto). También cuenta la Televisión Canaria con un Presidente sin título universitario que antes era DJ y locutor de partidos de fútbol. Ahora mismo las cuentas están en manos de la Justicia y ni siquiera los propios consejeros de Coalición Canaria quieren dar el visto bueno a las mismas por miedo a mancharse las manos ante una posible imputación. De hecho, en el último consejo, el Presidente llevo una propuesta para contratar un seguro que le evite tener que responder con su patrimonio de posibles errores en la gestión. Todo un espectáculo que será cuestión de tiempo que termine estallando.
P.D. perdón por no hablar específicamente del artículo, pero creo que también es interesante saber que hay otras Televisiones Autonómicas que adolecen del mismo problema.
A mi modo de ver, siendo testigo del nacimiento de Canal 9 desde su 1er día y viendo la trayectoria que ha tenido durante su andadura llego a 2 conclusiones:
1) Es otro caso claro de gentrificacion. Esto es, a groso modo, crear un monstruo que proporcione beneficios rápidos y palpables pero de mantenimiento incontrolable. Cuando ya no se puede controlar (deuda multimillonaria, insostenible dimensión de su plantilla, bajísimas audiencias tras el abusivo uso ideológio y propagandísitico), se dictamina lo más fácil, echar el cierre con todas estas razones en la mano. Y ahora seguramente viene el plan de empezar algo nuevo (pero similar) habiendo liquidando lo que ya no se puede sostener y no interesa seguir nutriendo para tener vía libre sin exceso de carga.
2) Esperanza de cambio. Aunque muchos trabajadores de RTVV apuraron los últimos días para depurar conciencias (¿donde estaban esas voces contestatarias y autocríticas cuando todo era jauja?), al menos algo bueno puede quedar, aunque sea a las malas: que el fin de RTVV, los mega proyectos, obras faraónicas, aeropuertos, delirantes proyecciones estratosfericas y no se cuantos delirios más, todos perpetrados por un mismo govern respaldado por mayorías absolutas adormecidas, manipuladas o sinceramente despreocupadas empiecen a darle la vuelta a la tortilla y pongan a cada uno en su sitio de cara al futuro para evitar errores que se arrastraran incómodamente durante años (la población claro está, porque los autores de primera instancia disfrutarán despreocupadamente con mariscadas y otros lujos a costa del bolsillo público).
Buen resumen el del señor Ventura. No veo esos interrogantes que plantea acerca de televisión pública sí o no, si es necesaria para tener a una población crítica, etc. La televisión, en general, está muerta, en 15-20 años no la a va a ver ni Dios.
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-¿Es la televisión pública de calidad necesaria, imprescindible y parte del estado de bienestar? Puede
-¿Son las televisiones públicas españolas de calidad? Definitivamente No
-¿Nos podemos permitir dispendios en dislates en cuestiones que no solo no promueven la educación o la cultura si no que va directamente en contra (prensa del corazón, informativos sesgados…)? No again
Conclusión: buen cierre, que tomen ejemplo con el resto de televisiones. Si quiero buena televisión pública me tendré que ir a la BBC, si quiero cultura, apago la tele.
Lastima de trabajadores pero nada que no pase dia a dia en el sector del periodismo.
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