Política y Economía

El PSOE y la manzana envenenada

Alfredo Pérez Rubalcaba
Alfredo Pérez Rubalcaba. Foto: REUTERS/ Cordon Press.

En mitad de su fiesta mayor, el PSOE paró un instante para descalificar la ya famosa propuesta del contrato único, tildándola de manzana envenenada. Esta metáfora tan audaz pretendía recoger el supuesto ardid que se esconde dentro de la unificación de modelos contractuales: el veneno de la desregulación de las relaciones laborales. El despido libre. Lo curioso, claro, es que ninguno de los defensores medianamente sensatos del contrato único propone nada ni remotamente parecido al despido libre. Pero eso al PSOE le ha dado igual. Como le han dado igual tantísimas otras cosas durante su orgía comedidamente carmesí. De hecho, al PSOE le ha dado igual España. Las dos: la de su izquierda y la de su derecha. Califican medidas como el contrato único de manzana envenenada, pero aquí la única trampa se la han tendido a sí mismos. Se han pasado un fin de semana y pico urdiendo un plan de, si no autodestrucción, sí mediocridad asegurada. Y, al final, se han puesto a celebrarlo.

Porque el PSOE no ha girado a la izquierda sino que, en todo caso, lo ha hecho al pasado. Con ello se ha colocado en una posición en la cual no puede crecer, no puede ir más allá: sin un golpe de timón solo puede mantenerse o hundirse.

La política es un asunto de coaliciones. Alianzas entre grupos de individuos con intereses comunes que unen fuerzas para conseguir lo que quieren. Los partidos políticos son la principal correa de transmisión de estos intereses y el más importante pegamento de dichas uniones. Ese es su trabajo. Los partidos han de saber forjar coaliciones de votantes que les lleven a la victoria para cambiar cosas o para conseguir que vuelvan a ser como eran. Como quiera que la sociedad evoluciona, y como quiera de hecho que cada nueva reforma política tiene consecuencias distributivas que modifican los intereses de los individuos, nunca hay una solución única a este juego. Cada partido tiene un margen relativamente amplio dentro del cual puede moverse. Este movimiento se traduce en la clase de temas que decide poner en lo más alto de la agenda, en la forma en la cual los define y aborda, y en el tipo de soluciones por las que opta. Elegir un tema u otro, darle un enfoque u otro y ofrecer una alternativa u otra llamará la atención de unos votantes determinados. No es complicado, y a la vez sí lo es. Mucho, de hecho. Ahora veremos por qué.

A tenor de la actitud de sus principales líderes (en los millones de páginas producidas durante la Conferencia Política se habla de todo, sí, pero lo que importa de verdad es cómo se marca la agenda pública), el PSOE de noviembre de 2013 ha decidido una serie de cosas en este sentido. Al parecer, el paro juvenil no está necesariamente entre sus prioridades. No hablemos ya de la precariedad laboral, de los contratos temporales e intermitentes, los falsos autónomos o trabajadores en supuestas prácticas. Sí lo está la desigualdad, pero no la de oportunidades (que se mencionó de pasada en el discurso de Rubalcaba) sino más bien la de rentas. También aparece el crecimiento (ellos lo llaman «competitividad») y el estado de bienestar, particularmente la sanidad y las pensiones. Hablemos del enfoque y los medios. La competitividad y el crecimiento se buscarían mediante la inversión pública en política industrial para favorecer a las pymes y no tener que bajar salarios, así metiéndolo todo en una frase. El estado de bienestar debería protegerse. Por supuesto, el estado de bienestar actual; no parece que necesite reformarse nada del mismo. Al etiquetar al contrato único como una «manzana envenenada» los socialistas dejan claro que no les parece que la dualidad (la enorme brecha de protección entre trabajadores fijos y trabajadores con otros contratos) sea la manera apropiada de enfocar el problema enorme que es nuestro mercado laboral. Tampoco parece que les importe demasiado lo que suceda con los desempleados mientras lo están. Bueno, sí: quieren bajarles los pocos impuestos que pagan y subírselos a las rentas más altas. Pero el hecho de que la desigualdad en nuestro país suba solo durante las recesiones no les suscita ningún tipo de suspicacia (de dónde vendrá esta dinámica, no será quizás la causa nuestro tremendamente desigual mercado laboral; no sé, por aventurar). En general, el PSOE ha diseñado un discurso que suena hecho a la medida de una persona asalariada de mediana edad en adelante, que ya tenía trabajo fijo antes de la crisis o que está retirada, que ha perdido cierto nivel de renta pero no demasiado, y para quien las oportunidades de futuro es algo que ya queda más atrás que adelante. Y para casi nadie más.

Es de esta forma que el PSOE gira al pasado y no a la izquierda, ni mucho menos a la derecha. Aquí radica su conservadurismo. Desde las posiciones más centristas se criticará que el menú de soluciones elegido por los socialistas es una carta a los Reyes Magos. Saldrá a relucir el hecho de que el buen Zapatero no fue otro que aquel del que ahora reniegan: el de después de mayo de 2010, el que decidió al fin que el Plan E fue un fracaso absurdo que no consiguió ni un ápice de «competitividad» o empleo sostenible, que tras ese dispendio no cabía sino equilibrar el déficit y empezar con algunas de las reformas que no quiso hacer en la época de vacas gordas por miedo, precisamente, a dañar los intereses de la persona descrita en el párrafo anterior. Dirán moderados y economistas ortodoxos que el PSOE anda metiéndose en la boca del lobo con este programa porque cuando llegue el momento de gobernar hay pocas probabilidades de que puedan llevarlo adelante sin encontrarse con que a medio camino tienen que cambiar el rumbo, como le pasó en el siglo XX a tantos partidos socialdemócratas. Uno detrás del otro.

Todo esto podrá ser más o menos cierto, pero no será lo fundamental. Lo fundamental es que el PSOE acaba de cometer el error mayúsculo de escoger mal los temas que va a tratar y cómo va a hacerlo. Ha decidido que va a mantenerse con una perspectiva que cuadra con ese votante medio que hasta ahora le había dado unas cuantas alegrías y se ha negado así a aceptar dos cosas: que las circunstancias del mismo están cambiando, y que la nueva savia ciudadana bien puede tener otras necesidades. El ejemplo del contrato único y la dualidad en el mercado laboral es, de hecho, perfecto como ilustración. Resulta innegable (recalco y me atrevo, sí: innegable) que existe un problema de protección desigual en nuestro mercado laboral. Si como prueba no es suficiente que la mayoría de empleos destruidos durante la crisis lo hayan sido de trabajadores temporales podemos apelar al hecho de que toda una legión de jóvenes que constituyen el futuro de este país están viendo sus carreras laborales, potencialmente mucho más productivas que las de los actuales asalariados, cortadas a cuchillo sin piedad por la crisis. El diagnóstico del problema salta a la vista. A partir de ahí, uno puede profundizar en varias direcciones. Es posible argumentar que incrementar la flexibilidad de toda la fuerza laboral mejoraría la eficiencia del sistema porque reduciría los costes de recolocación de trabajo excedente en ciertas empresas. Pero también es igualmente factible contraargumentar que en realidad los orígenes de la dualidad son el poder de un cierto tipo de empresariado que impuso flexibilidad parcial como necesidad. Ambas perspectivas llevan a soluciones totalmente distintas: las primeras, a la derecha del PSOE. Las segundas, probablemente a la izquierda porque apuntan a reunir a la clase trabajadora. Pero se comparte la visión del problema. Se habla a un colectivo concreto (los trabajadores precarios, los jóvenes) al que el PSOE se dedica a colocar de adorno en torno a su candidato, sentaditos en un bordillo, en el mitin final.

La defensa a ultranza del actual sistema de bienestar es otro ejemplo de lo mismo. Cuando uno presta atención a cómo funciona nuestro gasto educativo va a tardar poco en darse cuenta de que no es precisamente la cosa más redistributiva que existe: un sistema de becas parco, amplias subvenciones para todos los estudiantes universitarios en la matrícula independientemente del nivel de renta, relativamente poco gasto en educación infantil y primaria. Habida cuenta de nuestros resultados en las pruebas de PISA, tampoco es la más eficiente. Una propuesta de corte social-liberal podría consistir en fomentar la autonomía y la competencia de los centros, o incluso en el incremento de los conciertos educativos. Otra, socialdemócrata, podría responder que lo que necesitamos es universalizar la educación comenzando por la infantil, quitándole los niños a sus padres lo antes posible (déjenme hablar en plata) para que hagan el menor daño en su educación. El PSOE quiere que, bueno, que no se recorte. Pero no sé ustedes, pero yo no les veo pidiendo guarderías como locos para que las madres puedan mejorar su incorporación al mercado laboral. Con las pensiones pasa tres cuartos de lo mismo: defensa a ultranza; ahora bien, entrar a discutir si es una buena idea abrir espacio a los fondos privados o, por el contrario, reforzar la previsiblemente pobre sostenibilidad del sistema público actual parece algo más bien secundario. Lo importante es que no se toque su estructura; esto de que no haya suficiente trabajador con contrato indefinido para pagarlas da un poco más igual.

En resumen: no es que el PSOE esté en peligro de perder el debate público, sino que parece que está perdiendo el hilo de la discusión. Mantienen lo que consideran su pilar central de votante con lo que ellos piensan que son los temas que le afectan y de la manera en que quiere enfrentarlos. Pero la realidad es que nuestro sistema de bienestar es cada vez más incapaz de proteger incluso a la clase media; que si no cambiamos el funcionamiento de nuestro mercado de trabajo la falta de crecimiento estable va a afectar a todos y cada uno de nosotros; que una reforma impositiva como la que proponen no basta si ni siquiera saben qué harían con el dinero de más que (se supone) obtendrían, aparte de lo que se ha hecho hasta ahora. Lo que le pasa al PSOE es que tiene miedo de forjar nuevas coaliciones. Mira hacia el futuro y ve, como Indiana Jones en la prueba final de La última cruzada, una garganta sin fin que no sabe cómo cruzar. Así que se da la vuelta. No se atreve a coger el polvo y echarlo ante sí para intuir la ruta oculta a sus ojos acostumbrados a mirar de otra manera. No quiere ni pensar en la posibilidad de tomar una decisión que intente unir en un mismo proyecto a esa clase media que se desvanece y los nuevos jóvenes de treinta y siete con estudios, sin trabajo y con un hogar metido en un MacBook.

Oh, no. No es el contrato único lo que podría salvar al PSOE. Ni a ellos, ni a España. Es la mera aceptación de que tienen que hablar de esa clase de problemas. Mientras no lo hagan, no saldrán de la mediocridad con la que ellos mismos se están envenenando mordisco a mordisco, palabra a palabra.

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18 Comments

  1. Andrés

    No comparto su visión. Me pareció que el congreso no sirve para nada a corto plazo, pero sí que era necesario pensando a largo plazo, porque de momento, hay tiempo para las próximas citas electorales.
    Hace unas semanas leí un análisis bastante certero del asunto. Aquí se lo dejo por si resultase de su interés.
    http://jpmarfil.blogspot.com.es/2013/11/para-que-sirve-una-conferencia-politica.html
    Saludos.

  2. Estoy muy de acuerdo con el artículo en general, aunque tengo en mente otra posibilidad: el PSOE lo que hizo fue una puesta de largo de cara a la galería y que para nada se corresponde con »lo que harían». Ya se ha visto con el PP que no cumplir el programa político no es algo tan grave de cara a futuras elecciones, por lo que el PSOE puede haber cogido la misma estrategia para poder engatusar al perfil de votante que se cita en el artículo, dejando a un lado otros problemas tan o más acuciantes como el del paro juvenil. Es mucho más común la abstención en el colectivo joven que en el sector de edad al cual parecen dirigirse. A esto se le puede añadir el hecho de que las reformas llevadas a cabo por el PP son recibidas para gran parte de la población como »de derechas» con cierto aire peyorativo, mientras que con un viraje a la izquierda del PSOE se puede conseguir aglutinar ese descontento.

    En resumen, no creo que esta Conferencia tenga tanto peso político como de »lavado de imagen» para el propio partido. Me parece bastante esclarecedor el hecho de que el partido no renueva altos cargos ni tira a alguno de los barones pero que pretenda vender un »cambio de ideas».

  3. ¿Qué más da qué programa acuerden para las próximas elecciones, si en cuanto Rubalcaba toque moqueta se va a limpiar el culo con él? Como Rajoy, vaya…

  4. Galahat

    La sensación es la de estar dentro del Titanic, pero esta vez sabiendo que vas directo al iceberg. Los partidos tienen una mentalidad cortoplacista y, tanto los que pertenecen a los mismos, como sus redes familiares y clientelares, ya cuentan con su plaza en los botes salvavidas. El mercado laboral español es la antítesis de la tan cacareada competitividad. Mi trabajo está formado por un popurrí de gente sobrepagada, no especialmente cualificada y que viven de lo etéreo, frente a gente infrapagada con estabilidad y un núcleo de gente infrapagadísima con ninguna estabilidad. España es un país tremendamente envejecido y los dos grandes partidos (especialmente el PP) tienen muy poco que pescar dentro del sector juvenil. Un país que condena a su juventud al desempleo y la precariedad, y trunca sus posibilidades laborales de desarrollo y experiencia no tiene ningún futuro. Y las consecuencias no solo van a afectar a la juventud española. Pero la «hostia» que está por venir, ni al político de ahora ni a la mayoría bien avenida de la población le importa un carajo hasta que llegue o esta bomba de relojería estalle y no haya forma de seguir ignorándola.

  5. Vamos, que no hay más manera que seguir en la senda en la que nos embarca el sistema, el FMI, la UE, y este (pseudo) Gobierno. No hay más.
    Qué tristeza.
    Estoy seguro que cuando se ve un problema hay más de una manera de afrontarlo.
    Lo que estoy seguro es que lo que tenemos frente a nosotros es un monstruo que quiere quitarnos cosas, derechos, realidades,… para dárselos a los que más tienen, generando DESIGUALDADES totalmente objetivas, cuantificables, como ese dato horroroso de que en plena crisis los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Porque de eso no hablamos, claro.
    Hay que cambiar el sistema, desde dentro. Capitalismo, sí, pero más humano, el que llegó hasta la crisis del petróleo del año 1973. Ya no nos acordamos, pero ese sí era un capitalismo más sostenible, donde las rentas del trabajo eran mayores en proporción, donde no había la desvergüenza que hay ahora con los sueldazos de directivos sin escrúpulos.
    Porque este mundo, esta sociedad, se merece algo mejor. Desde luego, a mí, la música de este PSOE de la CONFERENCIA POLÍTICA me gusta más. Al menos como ciudadano.

  6. Este artículo apesta a UPyD, qué mal gusto

  7. Pingback: Patxi López y el enorme vacío de ideas del PSOE

  8. Hernán

    Hay lectores que sólo pueden leer, al parecer, a través de sus prejuicios.
    Este artículo habla de que existen problemas reales y relevantes. Y que existen alternativas para afrontarlos, tanto desde una derecha “liberal” como desde la “izquierda”. Lo que no es de recibo es enterrar la cabeza en la arena y soltar una generalidad en plan “hay que mantener el estado del bienestar”. Pues estupendo. Pero diga cómo.

    (un artículo excelente, por cierto)

  9. Roberto

    Sólo hay que ver las lumbreras del gobierno de Rajoy, ¡y, según las encuestas, la gente tiene peor opinión aún de Rubalcaba y compañía! Si eso no señala que el psoe tiene un problema –un partido que ya sólo gobierna en dos comunidades autónomas y en coalición- muy gordo, no sé qué hace falta.

    Yo personalmente me alegro, porque creo que el pp y el psoe son la misma mierda, y la verdad es que creo que uno de los mayores males de este país es que la mayor parte del electorado siga aferrándose a esos dos partidos plagados de corruptos e incapaces que han convertido precisamente eso, la corrupción y la ineficiencia, en algo estructural. Hay y debe haber alternativas. Y no estoy hablando de UPyD, o no sólo de ellos: también Equo (vendría bien a España un partido verde fuerte como el alemán) o de IU. Lo que no se puede es estar eternamente en el mejor malo conocido que…

    Pero si fuera militante del PSoe, francamente, estaría acojonado con esta tropa, porque van con rumbo directo a la irrelevancia.

    • UPyD también son otra mierda. ¡Menuda es la Rosa! Esa mucho habla pero a la hora de la verdad va de la mano del PPSOE.

  10. Roberto

    Es uno de los artículos más sensatos que he leído últimamente, y uno de los mejores de Jorge, mis felicitaciones al autor. ¿Cuál es el problema? Pues el problema es que los jóvenes ya no somos una fuerza electoral decisiva como lo fuimos en el pasado. Y además de no serlo, somos un grupo electoral con una elevada abstención; así que estamos doblemente perjudicados. Por obra y gracia del envejecimiento de la población, tendencia muy acusada en España, los jóvenes cada vez contamos menos mientras que los mayores de 65 años cada vez cuentan más, y ahora mismo ya son mas de 1/5 del electorado, y eso se nota, se nota su fuerza electoral, se nota en la imposibilidad de reformar absolutamente nada de nuestro insostenible sistema de pensiones, por ejemplo

    Por otro lado me parece que el discurso del PSOE es coherente con el perfil de su votante: el PSOE lleva perdiendo sistemáticamente el voto de los jóvenes (con la especialísima excepción del 2004) desde las primeras elecciones, y hoy día son básicamente el partido de los jubilados, las amas de casa y los fijos del sector público. Y algo muy parecido pasa con el PP.

    En resumen, yo soy muy pesimista, no creo que haya solución. Sólo un escenario electoral en el que PP o PSOE se vean obligados a pactar con IU o UPyD podría propiciar alguna reforma de verdad, en algún sentido.

  11. En Zona Roja

    Mientras a los jubilados no les toquen la pensión, seguirán votando en masa al PP. ¿Conclusión? Hay que matar a todos los jubilados.

  12. Pingback: 19 de noviembre 2013, núm. 173-186 « Andalán.es

  13. indignado

    El sesgo del artículo está claro. Vuelve otra vez con la «matraca» de la supuesta dualidad entre trabajadores fijos y trabajadores temporales. ¿De que dualidad se trata?. con la reforma laboral del gobierno Rajoy la «fijeza» en los contratos es papel mojado, así cualquier empresa que invoque, no ya perdidas, sino una previsión de perdidas en los meses próximos, puede despedir con total impunidad, y una indemnizacion de 20 dias por año trabajo y un tope de 12 mensualidades, posibilidad que la ley amplia a los trabajadores fijos de cualquier administración pública. Así pues, se acabó la dualidad, ya somos todos «precarios»

  14. El artículo es excelente. En efecto, los políticos en general parecen no analizar los problemas, y buscar estrategias efectivas a medio y largo plazo, y una vez encontradas, buscar un consenso para aplicarlas y que tengan un efecto. Tampoco evalúan, ni discuten, no profundizan en nada.
    Se impone el error máximo de Zapatero, que fue pensar que esto es una crisis cíclica y que con aguantar bastaría. Error en el que ha caído también Rajoy, por cierto. Rubalcaba parece pensar lo mismo. Está discutiendo el cartel electoral. Por cartel quiero decir el cartelito, el eslogan, el tipo de letra y el color de fondo. Volver al poder con una frase. Vamos a escoger una frase que quiera decir más o menos esto: no a los recortes, sí al estado del bienestar. No van más allá.
    De todas formas el empleo no depende tanto de la regulación del mercado de trabajo como de la actividad. A la regulación sí se le puede achacar la dualidad, en efecto, pero no el paro. Por tanto, hay problemas aún más profundos que no se pueden atajar mediante reformas legislativas. La construcción y el turismo no pueden ser el objetivo para el crecimiento futuro. No tanto por la burbuja y por la coyuntura, sino porque son sectores que crean empleo de baja cualificación, y por naturaleza temporales y con bajas remuneraciones. Hay que crear otra clase de empleo y eso requiere necesariamente hacerlo en otros sectores. Ese es el gran problema, el de la competitividad, que es el de la productividad, que a su vez es un problema sistémico. A la productividad de un trabajador de una fábrica en Albacete le afectan las infraestructuras en Galicia, y el mal funcionamiento de la universidad en Extremadura, y el caos del sector eléctrico, el absurdo de la función pública o la lentitud de la administración de justicia. No hay una receta, o un ingrediente mágico, por desgracia. Una «política industrial», así, sin más, por sí sola no conseguirá gran cosa si no va acompañada de muchos más retoques por todas partes. Pero sin dinero para gastar y con un sistema político desorientado y desconectado de la realidad, la verdad, poco se puede hacer. Nos esperan 40 años de travesía en el desierto.

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