«Dulce et decorum est pro patria mori» escribió Horacio en sus Odas, aludiendo a la guerra contra los Partos. Una frase que se convertiría en un lugar común no solo en la antigua Roma, sino en las épocas y sociedades que la sucedieron, adornando toda clase de monumentos, emblemas y, por supuesto, lápidas. Se diría que la muerte es el sacrificio favorito de las patrias, que devoran vidas humanas como el periodista canapés en el evento al que inviten. Pero lo más desconcertante es el eco que recibe esa llamada, la facilidad con que millones de personas han estado siempre dispuestas a autoinmolarse en nombre de dicho ideal. ¿Por qué?
Desde los atentados del 11-S se ha hablado y escrito muchísimo sobre los incentivos que ofrecerían las religiones en general y el islam en particular para el martirio: vida eterna, setenta y dos vírgenes esperándote (que no tenían por qué ser mujeres, como descubre el pobre terrorista suicida Achmed)… si uno realmente llega a creérselo entonces resulta una elección racional acabar cuanto antes con esta vida terrenal llena de calamidades y alcanzar el paraíso eterno. Y rezar, eso sí, para que al llegar no se encuentre uno el que aparece ilustrado en las revistas que generosamente distribuyen los testigos de Jehová, con sus leones mansos conviviendo junto a niños sonrientes. Quizá con suerte se parezca más a aquel con el que soñaba Voltaire: una casita en medio de una hermosa y apacible pradera y junto a ella un frondoso árbol, de cuyas fuertes ramas pendan ahorcados diez o doce de tus enemigos. Pero quién sabe. La cuestión es que, a diferencia de lo anterior, sacrificarse por la patria no parece ofrecer incentivos comparables… o quizá solo difieran en apariencia.
Las arengas a los soldados a menudo han prometido cierto grado de inmortalidad, que se alcanzaría mediante algún tipo de transmutación simbólica. Los ejemplos son interminables: en la guerra que Irán mantuvo contra Iraq se decía que «morir como mártir es inyectar sangre en las venas de la sociedad», de los alemanes fallecidos durante la batalla de Stalingrado el comunicado oficial de la Wehrmacht señalaba que «murieron para que Alemania pueda vivir», mientras que el himno nacional de Cuba reza en uno de sus versos que «morir por la patria es vivir» y como se dice a los soldados españoles «morir por la patria es nacer para la gloria». De manera que el individuo vería su fin, pero el colectivo al que pertenece perduraría gracias a su sacrificio. Y la continuidad del colectivo, la patria, haría posible entonces el recuerdo a través de los siglos del sacrificado o héroe nacional en forma de homenajes, monumentos y placas conmemorativas. Es decir, la gloria.
Bien, hasta aquí parece todo bastante claro. Pero hay otra explicación que complementa lo anterior, algo menos evidente y que me parece muy interesante. Ya la adelantó en su día Richard Dawkins en El gen egoísta: «Las guerras entre las familias y entre los clanes tienen una fácil interpretación en términos de la teoría genética de Hamilton» (como veremos, además de familias y clanes, también pueden incluirse países). Supongo que el libro que he mencionado no necesita presentación: ha tenido una enorme influencia y es citado muy a menudo, aunque también ha sido malinterpretado muchísimas veces. Su autor venía a decir, resumidamente, que en la lucha darwinista por la supervivencia y la perpetuación los verdaderos protagonistas no son las especies ni los individuos, sino los genes. De tal manera que habría genes «egoístas» que para lograr más réplicas de sí mismos podrían llegar a promover conductas altruistas en los individuos. Es decir, un individuo llegaría a sacrificar su propia vida —algo en apariencia contrario al darwinismo— si con ello logra salvar la de otros que compartan ciertos genes con él. ¿Tiene fundamento esta teoría? En la naturaleza lo vemos constantemente. Se da por ejemplo entre las abejas o las hormigas, entre las que hay soldados que no tienen remilgos en sacrificar su vida para salvar a la colmena. Al fin y al cabo todos los demás miembros de ella son sus hermanos luego su martirio está justificado, dado que hay un alto «índice de parentesco». Cuanto mayor sea este, más probable será ver a un individuo sacrificándose por otro. ¿Pero cómo puede un animal —y por extensión un humano— saber quiénes son sus parientes para decidir si le compensa o no arriesgarse? Es la pregunta que se hace Dawkins y que él sabrá responder, que para eso es biólogo. Porque llegados a este punto lo interesante es señalar que si uno está dispuesto a arriesgar la vida por sus parientes debido a dicho condicionamiento biológico, cuando un ejército quiera que sus soldados se sacrifiquen por sus compañeros y por su patria. ¿No les harían creer entonces que existe un fuerte parentesco entre ellos? Efectivamente ese ha sido siempre uno de los principales recursos de la retórica militar.
Según indica el historiador Xosé M. Núñez, una de las razones por las que el ejército del Tercer Reich resistió tanto hasta el final fue por su organización en torno a grupos muy afines procedentes de las mismas áreas de reclutamiento, de manera que a menudo ya existían lazos familiares o amistad entre los soldados que combatían juntos (existe además una tendencia instintiva a considerar como parientes a aquellas personas con las que se compartió la infancia). Incluso los tenientes y capitanes, de acuerdo a la tradición militar alemana, llamaban kinder (hijos) a sus soldados. Pero no fueron ni mucho menos los únicos en apelar de forma real o simbólica al parentesco. Apenas cuatro días después de la invasión alemana de la Unión Soviética, el diario Pradva comenzó a utilizar unas referencias que se harían omnipresentes: el conflicto pasó a ser una guerra patriótica, había que defender a la «Madre Patria». ¿Y qué clase de hijo ingrato no querría proteger a una madre? Hasta el mismísimo Tony Soprano se preocupaba por esa arpía que le tocó. Además la conclusión inmediata es que si la patria es la madre común… entonces el conjunto de ciudadanos del país son hermanos. Cómo no morir por ellos si hiciera falta. En fin, los ejemplos de apelación al parentesco por parte de toda clase de organizaciones —desde sectas y mafias, hasta llegar a los estados— para explotar esa tendencia natural al altruismo serían incontables, de acuerdo a un dicho árabe:
Yo contra mi hermano; yo y mi hermano contra mis primos; yo, mi hermano y mis primos contra los demás; yo, mi hermano, mis primos y mis amigos contra los enemigos de la aldea; y todos nosotros y la aldea entera contra la aldea más próxima.
La magnífica serie producida por Spielberg sobre la Segunda Guerra Mundial lo llevaba en el propio título: Band of Brothers. Pero también están los hermanos de armas, los hermanos de sangre, la Hermandad Aria, los Hermanos Musulmanes, los hermanos templarios… y no solo ante una guerra. Como se ha señalado en más de una ocasión, la similitud étnica que existía en los países nórdicos habría favorecido el asentamiento del sistema de redistribución de la riqueza del que han gozado durante las últimas décadas. Un sistema que empieza a ser cuestionado por los contribuyentes con la llegada de inmigrantes: ellos con su diferente color y sus costumbres ajenas ya no serían «de la familia» y el sacrificio vía impuestos que exige el sistema dejaría de compensar. La solución no es sencilla, pero al menos ser conscientes de tal sesgo nepotista/racista puede ser de ayuda.
Como consecuencia de todo lo anterior, si perpetuar los genes, el linaje —de forma real o simbólica— es un motivo que lleva a responder a la llamada de sacrificarse en una guerra… ¿No podría ser también un motivo para provocarla? El antropólogo y primatólogo Michael P. Ghiglieri tiene un libro muy interesante al respecto, El lado oscuro del hombre, en el que sostiene que desde la Edad de Piedra la causa principal de las guerras que se iniciaban entre tribus vecinas era raptar a sus mujeres y así tener más descendencia. Desde luego ejemplos históricos y literarios no faltan, empezando por el rapto de Helena de Troya y pasando por la guerra contra Madián que Jehovah ordenó a Moisés, cuando este pidió a los combatientes tras la guerra: «matad ahora a todo varón entre los niños, matad también a toda mujer que haya conocido varón, pero todas las niñas que no han conocido varón reservadlas para nosotros». Un premio Nobel de la Paz para Moisés, rápido. Por su parte Horacio, en la misma obra que mencionábamos al comienzo, dice: «el joven endurecido por la áspera milicia (…) que, en viéndole de lejos desde lo alto de las murallas enemigas, la mujer del déspota que nos combate y su hija casadera suspiren ¡ay!». Pero además del rapto o la seducción, el terrible recurso reproductivo que han ofrecido siempre las guerras es la violación. Ha sido una constante incluso en las guerras del siglo XX: tras el conflicto entre India y Pakistán de 1971 nacieron veinticinco mil niños bengalíes fruto de las violaciones cometidas por los soldados. Señala Steven Pinker al respecto que el motivo de que en los ejércitos contemporáneos se prohíba esta práctica tendría como finalidad quitarles ese incentivo a los defensores para resistir al invasor.
La otra cara de la moneda de todo este asunto está en que si podemos ir a la guerra arriesgándonos a morir para proteger nuestro parentesco o para ampliarlo, entonces las justificaciones para matar al enemigo estarán precisamente en su falta de parentesco con nosotros. De hecho no serán siquiera de nuestra misma especie, de creer lo que nos cuentan. La propaganda y los discursos en los que se deshumaniza al enemigo si bien alcanzaron su cumbre con el régimen nazi, lo cierto es que cuentan con innumerables ejemplos en todos los bandos y épocas. Sirva de apunte la arenga que dirigió el general Sir Thomas Blamey a sus soldados antes de combatir a los japoneses en 1943. Un discurso que describía al enemigo como alguien que ni siquiera es humano y que concluye aludiendo, cómo no, a proteger a la familia de cada uno:
Habéis mostrado al mundo que sois infinitamente superiores a esos enemigos inhumanos contra los que luchamos. Vuestros enemigos son de una raza muy curiosa, un cruce entre un ser humano y un simio. Y como los simios, cuando se ven acorralados, saben cómo morir. Pero son inferiores a nosotros, y lo sabemos, y este conocimiento os ayudará a vencer (…) Sabéis que tenemos que exterminar a esas alimañas si queremos vivir nosotros y que vivan nuestras familias. Tenemos que ir hasta el final si deseamos que sobreviva la civilización. Debemos exterminar a esos japoneses.
En conclusión, las estructuras políticas, la cultura y la sociedad pueden haberse vuelto enormemente sofisticadas en los últimos siglos, pero para lograr conectar con los individuos tienen que saber tocar ciertas teclas del alma, apelar a unos intereses fundamentales que apenas han variado ¿Significa todo esto que nadie nunca debería sacrificarse por su país ni por nada? Pues quién sabe. Es una retórica que afortunadamente va quedando atrás, aunque en ocasiones siguen dándose causas justas. Lamentablemente no tengo la fórmula mágica para distinguir cuáles y en qué contexto, aunque hay una adaptación del lema inicial que sí podemos seguir como una infalible brújula moral sin miedo a equivocarnos: «Dulce et decorum est pro patria mori, sed dulcius pro patria vivere, et dulcissimum pro patria bibere. Ergo, bibamus pro salute patriae». «Dulce y honorable es morir por la patria, pero es mucho más dulce vivir por ella y más aún beber por ella. Por lo tanto, brindemos a la salud de la patria».
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En caso de guerra habría que ver hasta que punto serían efectivos ejercitos como el español con su variedad de nacionalidades, religiones, fijos, temporales, etc.
Los ejércitos de mercenarios siempre han sido de lo más efectivos. Ejemplo, el norteamericano, llena la tropa de hispanos, afroamericanos, asiáticos, etc.
Pero los soldados norteamericanos se siente USA 100%. Además no han tenido rivales de mucha entidad últimamente.
En la 2a Guerra Mundial los aliados de Alemania tipo Hungría, Rumanía, etc, no eran precisamente los que más impetu ponían por no estar defendiendo nada suyo, por no hablar de los soldados del ejercito alemán reclutados obligatoriamente de entre otras nacionalidades y que eran los primeros en rendirse cuando la cosa se ponía complicada.
Los ejércitos de mercenarios? Esos no mueren por la patria, ni si quiera por el dinero. Estás hablando de otra cosa. Pero si, los mercenarios pueden formar un buen ejercito debido a su profesión, no a su entrega.
No confundir churros con meninas.
Pero Javier, por muchos genes que tenga un hombre, éstos pueden reducirse a nada mediante la razón. No hablo de una razón idílica o abstracta, sino que un hombre puede hacer, por el mero hecho de hablar de ello, lo que le dé la gana.
La misma escritura de este artículo (o del libro «El gen egoísta») demuestra que no sólo es que los genes induzcan al sacrificio, sino que también haga falta hablar de ello para convencer a la gente de que es así.
Las patrias, sobre todo en las guerras, se fundan sobre IDEAS, en el sentido más abstracto e ideal. Y se parecen en su abstracción sospechosamente al concepto de «raza»; concepto tan caro a todos hace un siglo, y que hoy ha quedado desterrado como racista, tras la pureza de sangre que buscaban los nazis para así justificar moralmente sus animaladas. Bien los citas tú en tu texto claramente.
El problema del hombre (que no veo yo nunca declarado en ningún sitio) está en que no es natural, ni se somete a la necesidad de gen alguno o de ninguna «naturaleza». Porque piensa, o habla. Y puede hablar de lo que hace: lo cual afecta a lo que está haciendo. No conozco a ningún asesino (locos completos aparte) que no justifique racionalmente lo que hace. Hitler sería un monstruo, pero desde luego tenía mucha fe en la raza aria, en Alemania, y en otras IDEAS. Y lo mismo con el parentesco: ¿Cómo sabe uno quién es su padre, salvo que le hayan designado como tal, mediante una palabra (‘padre’), a un tipo que estaba ahí antes.
Cualquier persona que dijera «mira, yo no quería hacerlo, pero resulta que está en mis genes» para referirse a un comportamiento social (o cultural), estaría mintiendo.
Morir por la Patria es malo porque es mentira. La idea de Patria está montada en torno a generalizaciones. Y suele coincidir con la voluntad de los cabecillas. Que a esos sí les viene bien que haya carne de cañón.
Con todo, excelente artículo.
Un saludo!
¿Que el ser humano no se somete a la naturaleza?
Por Dios cómo se puede ser tan iluso en pleno siglo XXI.
¿Perdón?
Hombre, hay que comer, ir al servicio, y de vez en cuando hasta fornicamos, como los animalitos.
Pero el hecho de que tengamos conciencia lo cambia todo. No somos ni naturales (las cosas y los animales no hablan), ni artificiales (porque somos cosas, y somos animales).
Estamos en una contradicción.
En ese sentido, no puede haber determinación «natural».
Aunque tampoco sé muy bien a qué se refiere con lo de «en pleno siglo XXI». Yo es que nací en el XX, y me perdí los XIX anteriores.
¿Qué contradicción hay? Tanto «natural» como «artificial» son categorías arbitrarias. Igual la naturaleza del humano es la de construir cosas y rayarse la cabeza por naderías, como la de las hormigas es construir colonias.
Lo de «en pleno siglo XXI» viene a que hay que estar muy desconectado de los descubrimientos en sociología, biología y neurociencia de los últimos dos siglos para seguir defendiendo que los seres humanos no podemos estar determinados por nuestra naturaleza.
Javier, no es lo mismo apéndice que apendicitis. Me parece que lanzas tu mensaje (el patriotismo es malo y retrógrado) de forma un tanto subrepticia, con ambigüedades y hombres de paja (patriotismo = guerra).
No me gusta nada ese tipo discurso del cual tú pareces participar. Ese discurso que convierte el concepto de ‘Patria’ en una palabra sucia, bajo sospecha, digamos que politicamente incorrecta, por parte de ideologías de todo tipo y color cuyas agendas así lo demandan.
Hablo de centralistas estatales y supranacionales, corrientes políticas internacionalistas, ideologías religiosas, patronales, capitalistas ultral-liberales,… todos ellos globalistas de agendas obscuras. Para ellos las identidades culturales y nacionales son un obstáculo, una proyecto colectivo donde el individuo se hace fuerte y donde las sociedades pueden disfrutar de la soberanía que les corresponde (el poder en sus manos).
Así por ejemplo, tenemos el poco democrático centralismo europeo, las ansias expansionistas de ciertas culturas y religiones, o las políticas de inmigración masiva laissez faire y la doctrina que sirve para «gestionar» el resultado: las políticas «multiculturalistas».
Otro poderoso globalista, el responsable de inmigración de la ONU (y de Goldman Sachs), afirma que «La UE debería hacer todo lo posible para socavar la homogeneidad nacional».
Por si no lo conocéis, Peter Sutherland NO es un Don Nadie, es uno de los hombres más poderosos e influyentes del mundo. Es también el campeón en la cruzada neoliberal por «eliminar fronteras de todo tipo» y en la negación de los pueblos autóctonos, culturas locales, y los estado-naciones. Su carrera profesional y política incluye cargos como:
-Director de director no-ejecutivo de Goldman Sachs International.
-Antiguo presidente de British Petroleum (BP),
-Representante Especial de la ONU para la Migración,
-Fundador del Fórum Global de Migración y Desarrollo.
-Presidente de la London School of Economics.
-Director General del GATT (General Agreement on Tariffs and Trade – Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio)
-Invitado asiduo a las reuniones del Club Bilderberg, por supuesto.
Lo cierto es que los contrario de ‘nacional’ es ‘anti-nacional’ (no internacional). Lo contrario de ‘soberanía’ es injerencia, centralismo, y servidumbre.
No hay nada más peligroso que negar la identidad nacional y cultural de un pueblo, menospreciándola, y promoviendo su disolución a favor de injerencia, el centralismo, y la servidumbre. Esa sería la lección histórica más importante que hemos arrancado de los manidos libros de Historia.
Saludos
¡Buenas!
Hombre, que yo haya dicho que las patrias sean mentira, no quiere decir (acabáramos) que los discursos que me citas sean verdad.
Lo que tratan de hacer (te cito: «centralistas estatales y supranacionales, corrientes políticas internacionalistas, ideologías religiosas, patronales, capitalistas ultral-liberales», y Peter Sutherland) es suplantar la idea de Patria con otra Idea. Líbreme Dios de defender cualquiera de estas tesis.
«No hay nada más peligroso que negar la identidad nacional y cultural de un pueblo, menospreciándola, y promoviendo su disolución a favor de injerencia, el centralismo, y la servidumbre. Esa sería la lección histórica más importante que hemos arrancado de los manidos libros de Historia.»
Pero el caso es que todos los Imperios de la Historia, los que han triufado a lo grande (USA, Roma, España, China), cada uno en su momento, se han dedicado precisamente a eso: a pillar a los pueblos, destrozarles su cultura y su identidad, dominarles mediante la economía o la guerra, o directamente hacerlos desaparecer. Roma se cepilló a Cartago toda, destrozó y asimiló a las tribus de Italia, dejó a Egipto descabezada. De USA no hace falta ni dar ejemplos.
Curioso que los éxitos patrióticos, en la historia, pase siempre por la guerra o por el dominio en nombre de un ideal.
Javier C. – Gracias por tus aportes. Sin embargo mi comentario iba dirigido a Javier Bilbao, el autor de este artículo.
Por lo demás veo que tu argumento central pasa también por identificar patria con nacionalismo expansionista o militarista. Males estos últimos que por cierto se han combatido históricamente con otro tipo de patriotismo/nacionalismo, demandando más autonomía, soberanía, libertad (es decir, más nación).
Del mismo modo se podría hablar también de las cosas positivas del concepto patria, como el poder y la libertad (lo que realmente estamos hablando) para vivir y hacer proyectos de acuerdo a los recursos, aspiraciones, cultura, y sentimiento compartido, de un pueblo o conjunto de pueblos, y sus habitantes (nativos o no).
Lo dicho, NO es lo mismo apéndice que apendicitis. No es lo mismo nación y diplomacia, que nacionalismo exacerbado y militarismo. Dejémonos de hombres de paja por favor.
«se podría hablar también de las cosas positivas del concepto patria, como el poder y la libertad (lo que realmente estamos hablando) para vivir y hacer proyectos de acuerdo a los recursos, aspiraciones, cultura, y sentimiento compartido, de un pueblo o conjunto de pueblos, y sus habitantes (nativos o no).»
Pero Urko, todo esto puede hacerse sin patria alguna. Las cosas que son buenas para vivir, no creo yo que entiendan de nacionalidades.
Cierto es que la Patria, si quiere defenderse a sí misma (y tiene que hacerlo, claro), ha de atribuirse todas las bondades que pueda, y ha de ofrecerle a sus súbditos una galería del horror en caso de que ella cayera. Sin embargo, también la historia misma es la caída de las patrias.
Curiosamente, por guerras entre patrias.
El problema principal de las patrias es que son buenas para sus hijitos siempre y cuando éstos no las pongan en duda. No digo «vayan en contra», sino «no las pongan en duda». Entonces, y ya sé que hay grados, el hijo de la patria se convierte en un «peligro para la patria». Y surge esa famosa frase, tan dicha: «Si no te gusta lo que hay, vete a otra parte; o quédate y no te quejes».
Y que funciona igual de bien en una empresa privada y abusiva, un país desastroso, o en el más plácido de los sitios. Sin embargo, no es un argumento racional, sino una imposición en toda regla. Ahí es donde el poder y la libertad que citas se contraponen de pleno: «Serás libre sólo hasta que cuestiones mis poderes».
Y lo evidente, por otra parte, es que nada se ha llevado tantas vidas en los últimos 5.000 años como las guerras por la patria. Quizá las de religión, pero yo no hallo el modo de distinguirlas del todo.
Lo bueno que nos han dado las patrias, lo han hecho a pesar de sí mismas.
Gracias y un saludo.
La patria y la religión son prácticamente lo mismo, en ambas se apela a un ente que trasciende lo humano y cuyos dictados son, por tanto, incuestionables: no se puede discutir con «Dios» o con «La Patria». Sólo sus «sacerdotes» tienen la capacidad de interpretar sus designios.
Sus seguidores más acríticos resultan fanáticos, para los que «Dios» o «La Patria» son la fuente de todos los bienes y las alegrías, mientras que refutarlos o negarlos, ignorar sus infinitas bondades, no puede llevar más que a la penuria y a la destrucción. Cualquiera que ponga en duda sus designios supone un peligro, una amenaza para esa arcadia feliz que supone la comunión en «La Patria» o en «La Fe», y debe ser ignorado, marginado, desprestigiado, y si fuese necesario, eliminado.
«Ese discurso que convierte el concepto de ‘Patria’ en una palabra sucia, bajo sospecha, digamos que politicamente incorrecta, por parte de ideologías de todo tipo y color cuyas agendas así lo demandan.»
Cuando oigas a alguien con poder hablando de «patria», de «identidad nacional», es que no va a tardar mucho en empezar la matanza.
Te «pones a temblar» porque para eso te condicionado, para asociar palabras tan neutras como «patria» o «identidad» con cosas malas como la «guerra, odio, racismo, etc»
A mi más me preocupa la perdida de soberanía y la injerencia extranjera; el centralismo estatal (tipo Franco o el Reino Unido hasta hace poco), el centralismo supranacional (como el de la Unión Europea).
Más me preocupa también el globalismo neoliberal de personajes poderosos como Peter Sutherland, con su mantra del «no a las fronteras» para el capital, las mercancías, y la mano de obra. La misma ideología que predica que hay que hacer todo lo posible «para socavar las identidades nacionales europeas».
El nacionalismo es un grado (puede ser moderadísimo o exaltado o ultra), puede ser de diferente tipo, y es suele ser una reacción frente a afrentas o amenazas percibidas (reales o no).
Tan patriota y/o nacionalista es un palestino, como un cubano, un curdo, o cualquier africano, etc…
Saludos
“El nacionalismo es algo intrínsecamente malo por dos motivos. Primero por creer que unas personas son, por su pertenencia a un grupo, mejores que otras. Segundo, porque cuando el problema es el otro, la solución implícita de este problema siempre será el otro.”
Ryszard Kapuściński
«Una nación se hace lo mismo que cualquier otra cosa. Es cuestión de quince años y de un millón de pesetas. Con un millón de pesetas yo me comprometo a hacer rápidamente una nación en el mismo Getafe, a dos pasos de Madrid. Me voy allí y observo si hay más hombres rubios que hombres morenos o si hay más hombres morenos que hombres rubios, y si en la mayoría, rubia o morena, predominan los braquicéfalos sobre los dolicocéfalos, o al contrario. Es indudable que algún tipo antropológico tendrá preponderancia en Getafe, y este tipo sería el fundamento de la futura nacionalidad. Luego recojo los modismos locales y constituyo un idioma. Al cabo de unos cuantos años, yo habría terminado mi tarea y me habría ganado una fortuna. Y si alguien osaba decirme entonces que Getafe no era una nación, yo le preguntaría qué es lo que él entendía por tal y, como no podría definirme el concepto de nación, le habría reducido al silencio.»
Julio Camba
Roberto,
vaya ejemplos que me pones. Kapuściński era un fraude como periodista que puso su gran talento al servicio de los servicios secretos de la dictadura en su país (Polonia), y de la URSS – potencia por cierto, de un nacionalismo exarcerbado, expansionista, y que cometió crímenes espantosos en Polonia y otras naciones (vease el intento de acabar con las naciones bálticas a base de trasvases de población).
En cuanto al tal Julio Camba, como simpatizante del franquismo que era probablemente estaba ridiculizando las ideales soberanistas/nacionalistas de vascos y catalanes. Sería entonces un caso de centralismo nacionalista y opresor.
¿Kapuscisnky al servicio de los servicios secretos de la URSS?
Omfg… he leído varios libros suyos, y me parece imposible creer algo así. ¿Has leído Imperio? Es tremendamente crítico con la URSS. Simplemente no tiene sentido. Vaya, que no tengo datos, pero me parece muy difícil de creer y más en un comentario en un tono tan agresivo.
Dulce et Decorum Est
Encorvados, como viejos mendigos con sus bolsas,
torcidos, tosiendo como arpías, maldiciendo en medio del barro, le dimos la espalda a los inquietantes fogonazos y avanzamos con dificultad hacia nuestra lejana base.
Los hombres marchaban dormidos.
Muchos habían perdido sus botas
y rengueaban en sus zapatos de sangre. Todos tullidos, todos ciegos;
ebrios de fatiga; sordos al silbido de las cansadas
5.9 que quedaban atrás mientras se alejaban.
¡Gas! ¡Gas! ¡Rápido, muchachos! Un éxtasis de incertidumbre.
Ponerse las ridículas máscaras justo a tiempo;
pero aun hubo alguien que gritaba y tropezaba,
luchando como un hombre quemándose con fuego o cal…
Borroso a través del cristal empañado y la espesa luz verde como debajo de un verde mar, lo vi ahogarse.
En todos mis sueños, bajo mi mirada inútil,
se hunde ante mí, boqueando, asfixiándose, ahogándose.
Si en algún sueño sofocante tú también caminaras
detrás del camión al que lo arrojamos,
y vieras sus ojos en blanco,
su cara agarrotada, como un demonio enfermo de pecado;
si pudieras escuchar, en cada sacudida, la sangre
subiendo a borbotones de sus corrompidos pulmones,
obscena como el cáncer, amarga como el vómito
de repugnantes úlceras incurables en lenguas inocentes, amigo mío, no repetirías con altanero idealismo a los jóvenes ardientes sedientos de gloria,
esa vieja mentira: Dulce et Decorum est
pro Patria mori.
Wilfred Owen
Traducción de Silvia Camerotto
Como dijo alguien, «La guerra es una masacre de gente que no se conoce para beneficio de gente que sí se conoce pero que no se masacra».
«Jovenes pobres matan a jovenes pobres, mientras cuentan sus ganancias viejos ricos». Los Suaves. Ourense-Bosnia.
Tendremos predisposición genética para sacrificarnos por nuestro pueblo o gente y por supuesto para defendernos a nosotros mismos, aunque las hordas atacantes son, han sido, y siempre serán mercenarios profesionalizados desde tiempos anteriores a las letras. La misma palabra soldado procede de «la soldada», que era como se le llamaba a la paga de los legionarios. En las dos grandes guerras se luchaba porque sonaba un silbato que indicaba que tenías que salir de la trinchera para ir al matadero, mientras los dos bandos confraternizaban entre asalto y asalto intercambiando comida y enseres.
Y parece pasarse por alto aquí, algo tan obvio como que el mayor incentivo desde siempre para morir «dulce y honorablemente por la patria», fue y es, el de no acabar bajo el pelotón de fusilamiento (compuesto por «hermanitos») o bien con un tiro en la espalda de parte del oficial-hermano, al salir huyendo de una trinchera en dirección opuesta al enemigo.
Altruismo bastante forzado por la «hijoputez»de los que se sienten tan a gusto en esa eterna lucha darwiniana…
«El patriotismo es el último refugio de los canallas.»
…posiblemente el señor Urko encontrará una buena escusa para realizar el consabido ataque «ad hominem» al doctor Samuel Johnson… sírvase usted mismo
Estimado Viruela, creo que te dejas influenciar demasiado por la des-información que alimentan tus ideas preconcebidas. La frase que tú mencionas NO tiene el significado que te han hecho creer.
En 1774 publicó ‘El Patriota’, una crítica de lo que el veía como falso patriotismo. En la tarde del 7 de abril de 1775, pronunció su famosa afirmación: «El patriotismo es el último refugio de los canallas». Esta cita no se refería, como se cree ampliamente, a patriotismo en general, si no al falso uso del termino «patriotismo» hecho por John Stuart, Tercer Conde de Bute (el ministro patriota) y sus seguidores; Johnson se oponía a los «patriotas auto-proclamados» en general, pero valoraba lo que él consideraba «verdadero» patriotismo.
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http://en.wikipedia.org/wiki/Samuel_Johnson
In 1774 he printed The Patriot, a critique of what he viewed as false patriotism. On the evening of 7 April 1775, he made the famous statement, «Patriotism is the last refuge of the scoundrel.»[140] This line was not, as widely believed, about patriotism in general, but the false use of the term «patriotism» by John Stuart, 3rd Earl of Bute (the patriot-minister) and his supporters; Johnson opposed «self-professed Patriots» in general, but valued what he considered «true» patriotism.
Este urtimo parrafo no se ha entendido mu bien.
Isabel, me he olvidado indicarlo. El segundo párrafo es la traducción del tercero, sacado a su vez de la entrada de la Wikipedia en inglés que enlazo.
¡No me jodas!
a ver Urko, me parece un atrevimiento intelectual que usted me espete atributos como “ideas preconcebidas” y aquello “que me han hecho creer”… usted no me conoce, así que no argumente en esos términos, que en absoluto alimentan la autoridad de su discurso.
“El patriotismo es el último refugio de los canallas”, la estentórea afirmación atribuida a Johnson por su biógrafo, es un sintagma que adquiere vida propia y traspasa luminosamente los fundamentos del zeitgeist nacionalista decimonónico, denunciando la perversión de un sistema de dominio social que como queda de manifiesto en el escrito de Javier Bilbao, sigue seduciendo a legiones de bienintencionados ciudadanos (y yo quiero creer que usted lo es, que tampoco lo conozco)… en cualquier caso, en la monumental y aquí traída bien a cuento “Paths of Glory”, la frase adquiere su sintética plenitud en boca del coronel Dax, ante el tribunal que lo ningunea… o es acaso el cineasta Kubrick otro de sus sospechosos habituales?
Se le ha ido un poco la bola con el concepto de «patriotismo» no cree sr. Urko?
A fin de cuentas me parece que el articulista venía a decir algo de esto:
“They wrote in the old days that it is sweet and fitting to die for one’s country. But in modern war, there is nothing sweet nor fitting in your dying. You will die like a dog for no good reason.”
― Ernest Hemingway
Sin meterse en el laberinto Spanish, que menudas jonduras.
Pero que ya que estamos, a mi me parece una verdad como un templo esta de otro doctor (este médico) –
Patriotismo – suele significar – «los mios siempre tienen razón», lo que resulta una majaderia o «los mios con razón o sin ella», que es una idiotez.
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El nombre de patria, entendido como el lugar donde vives con tus contemporáneos, sublimado como el lugar o mundo en que vives, y el dar la vida por los demás, esto lo hemos vulgarizado. Pero todos los pueblos antiguos que tenían criterio social ya lo vivieron -hace muchos miles de años. En Grecia quien moría por su polis era enterrado en el centro de los templos, incluso era considerado dios. Jesús como Dios y Hombre dio su vida para salvar a la humanidad, y todos los que en coránico mueren por su propia voluntad son considerados por Alá de merito máximo. Incluso en la unión soviética materialista, quienes morían por sus ideales eran homenajeados como héroes espirituales del marxismo, dándoles las gracias los que esta política mantenían, pues su muerte era considerada necesaria.
Hoy se enseña a ser egoísta, y nadie quiere vivir, y mucho menos morir, por los demás. Hoy los demás – son personas a las que engañar y timar. Y también esos demás, ellos dan la vida, pero por que otros se la roban.
So. Andrés Castellano Martí.
Los que deben morir por la patria son los que quieren la guerra. Azanar y gentuza de la misma calaña. La próxima guerra que vaya Aznar al frente.
» ¿Significa todo esto que nadie nunca debería sacrificarse por su país ni por nada? Pues quién sabe. »
Caminemos, y yo el primero, por la senda del individualismo anarcocapitalista.
Menudo genio el Ghiglieri, vuelve a decir lo mismo que Levi Strauss, con sus mismos errores. «Desde la Edad de Piedra»; asombra lo concreto en utilizar a los clásicos, y las vagas referencias al periodo más extenso (con mucha diferencia de la historia de la Humanidad).
Como dijo aquel, la libertad de expresión depende del dueño de la imprenta. Y a vueltas con el experimento de Milgram.
Y en éstas estábamos van a hacer ahora cien años, cuando se descubrió a las bravas que el marxismo tiene de científico lo que las predicciones de Rappel. En lugar de unirse todos los trabajadores sin distinción de origen, corrieron a alistarse henchidos de entusiasmo por matar a sus hermanos proletarios del otro lado de la frontera, demostrando que la clase está por detrás de mil cosas. E igual que los Testigos de Jehová sacan una nueva fecha cada vez que no llega el fin del mundo, no tardaron en aparecer las explicaciones ad hoc para justificar que el profeta Carlitos no acertó una ni por equivocación.
Hay algunas historias de Jotdown que valen la pena, otras no y otras como esta son un relato de ideas de terceros, paranoias varias: la guerra se hace por poder y dinero, nada más… pero hay que vender historias para vivir ¿verdad?
El proverbio árabe, yo lo tenía entendido como proverbio afgano, y expresado al revés, lo que a mi gusto queda mejor y resulta más perturbador. Y expresa mejor también, las ideas del artículo:
«Yo y mi país, contra el mundo.
Yo y mi tribu, contra mi país.
Yo y mi familia, contra mi tribu.
Yo y mi hermano, contra mi familia.
Yo contra mi hermano.»