España es un país que se rige por la moral católica, donde hablar de dinero es tabú. Donde un hombre rico es un presunto culpable. Donde querer prosperar haciendo negocios es pecado capital. Quizá sea por eso, y no por la crisis, que cada vez hay menos publicidad en España. En 2013, sin ir más lejos, la inversión publicitaria es un 14,3% menor que el año anterior, donde a su vez había caído un 15,4% en comparación con el precedente.
Amenazada su supervivencia, la industria publicitaria española busca su salvación como la gente busca trabajo: con un anuncio. La campaña titulada «Publicidad, Sí!» canta las virtudes del oficio a través de la imagen de algunas de las marcas y agencias que se ocupan del tema.
La web creada para la ocasión, publicidadsi.es, resume en un aseado decálogo las razones por las que la publicidad es buena. Que si transmite información, que si es muy creativa, que si promueve valores, que si mejora nuestra vida… Todos ellos argumentos ciertos, aunque un pelo duduá, para mi gusto. En Inglaterra, cuando la crisis asomaba las orejas en 2008, la respuesta de la IPA, la principal asociación del sector, fue la publicación de un estudio que demuestra con datos que mantener la inversión publicitaria durante una recesión es beneficioso para las marcas (Advertising in a downturn, IPA 2008).
En España, como siempre pasa, los argumentos se centran en lo artístico y creativo del asunto, y se olvidan de la condición industrial de la publicidad. De hecho, la única cifra que aportan, ese irrebatible 2,6% del PIB que representa el sector, podían haberla explotado más: ni siquiera se habla de los ciento cincuenta mil puestos de trabajo que genera la industria publicitaria en un país con cinco millones de personas sin empleo.
Mas allá de lo innecesario de buscar diez razones en lugar de nueve u once, lo que llama la atención es el tono de la campaña. Como poniendo la venda antes de tener la herida. Apologetic sería la palabra en inglés, a falta de mejor traducción al castellano, porque «autojustificativo» se deja el cilicio por el camino. En una palabra: es como si la publicidad en España debiera pedir perdón por existir.
La publicidad es un servicio creado para los productores de bienes y servicios. La publicidad existe para que ellos vendan más. Existe para que la gente compre más. Y lo hace a calzón quitado, sin dramas. Con spots de treinta segundos en el horario de máxima audiencia. Con un logotipo fluorescente sobre la Gran Vía madrileña. Vistiendo a Colón con una camiseta del Barça. Todo con colores, música y la marca bien grande. Y luego es el consumidor el que decide en qué gastarse su dinero. ¿Por qué hay que pedir perdón por ello?
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«Prosperar haciendo negocios es pecado capital». No , no lo es. Pagar sueldos tercermundistas sí lo es. Los contratos basura sí lo son. Si esa prosperidad es a costa de otros no es que sea pecado capital, es directamente de ser un cabrón, aquí y en groenlandia. Y no es impresión falsa si digo que gran parte de los hombres de negocios «prosperan» a costa de las penurias de otros.
La publicidad es dañina y debería ser prohibida.
Me hace gracia el primer párrafo, que podía parafrasearse así: «Este país se rige por la moral capitalista, dónde hablar de dinero es algo que se hace sin parar. Donde un hombre rico es un hombre de éxito, superior al resto. Donde emprender un negocio que no aporte beneficio alguno es de necios. Quizá sea por ello, y no por otra cosa, por lo que la rentabilidad se sitúa siempre por encima del bien común».
Invertidos los términos, sigue sin sonar muy bien. Y además lo del catolicismo que mueve los hilos es mentira: acabo de coger los periódicos del domingo de El País y El Mundo, y se habla constantemente de dinero, y hasta vienen con suplementos de finanzas. En fin, basta con abrir cualquier medio para observar que todo es ya dinero. No comprendo esa excusa de la mano maligna católica que impide el flujo del Capital. Y lo lamento.
Por lo demás, ya ese mismo «parece que la publicidad tenga que pedir perdón por existir» suena a un «la culpa no es nuestra, otros serán los malvados» soltado de antemano. Mejor buscar en la opresión ajena la causa de las propias miserias, ¿verdad? En eso sí acierta el artículo, en revelar que se pone «la venda antes de la herida».
Llevo existiendo en España unos cuantos años (desde que nací, de hecho), y he estudiado dos años de Publicidad, y nunca he visto a nadie que la tuviera inquina.
En cuanto a la Publicidad en sí, al margen de patrias, usted lo define muy bien: «La publicidad es un servicio creado para los productores de bienes y servicios. La publicidad existe para que ellos vendan más.».
Sin embargo (y parece que a estas alturas de siglo XXI ya se han conseguido olvidar todos los análisis sociológicos del siglo XX: a tanto llega el poder de la Publicidad), no. La Publicidad es uno de los elementos de dominio más atroces con los que uno tiene que lidiar.
Primero, porque está en todas partes. Nos rodea tanto que ya ni la vemos. Eso de confundirla con el paisaje la hace aún más peligrosa.
Segundo, sus tácticas no apelan a la razón, sino a la emoción, en la mayoría de los casos, a lo irracional. La publicidad no dice: «Informemos al posible consumidor de las ventajas de nuestro producto», sino «Cojamos a unos creativos que nos diseñen la mejor campaña para dar a conocernos». Crear y diseñar, atribuir valores a un producto X: he ahí lo que hace la publicidad.
Tercero, no hay más ética publicitaria que la que marcan las leyes o el buen gusto: cualquier empresa de publicidad se vende al mejor pagador. En sí mismas carecen de ideología: son un instrumento ciego.
Cuarto: La Publicidad ha permitido la entrada de los niños en el mercado de consumo. Ahora que hay escándalo por ver a los niños repitiendo monsergas nacionalistas o católicas, bien adoctrinados, es un triunfo de la Publicidad que nadie se eche las manos a la cabeza por verles extasiados y poseídos en las campañas de Navidad.
Quinto: la supuesta «libertad» del consumidor, que es un señor objetivo, racional, por encima del mundo entero, es un bulo. Desde que uno nace es sometido machaconamente a la publicidad. También podría decirse que todos los tipos que se flagelan por Jesús, o todas las mujeres que creen en llevar burka hasta los tobillos «hacen lo que quieren libremente», pero no creo que pueda de verdad pensarlo nadie. Que ellos lo digan, pues sí. En eso consiste el mejor engaño: en que el engañado crea que es su voluntad.
En fin, por no prolongar más un vano ejercicio de sociología: cada cual tiene que ganarse los garbanzos y el iPhone como buenamente pueda. Y comprendo que si un negocio va mal, haya que hacer que vaya mejor.
Mis simpatías para todos aquellos que tengan que vivir de la publicidad. Ojalá les vaya todo bien. De corazón.
Pero todo mi rechazo hacia la monstruosa Publicidad, en abstracto, fabricadora de valores culturales irracionales, prostituta máxima del consumo, la reina total del siglo XX, y la maquinaria más terrible, capaz de convertir la existencia toda en una sucesión de chiclés, para así apropiarse de la voluntad de las masas, para meterse en su subconsciente.
Te doy mucha razón. Yo soy publicitario de profesión. Malvivo. Fui tan kamikaze como para querer intentar hacer mejor publicidad por mi cuenta, metido hasta las cejas de algún tipo de sustancia sin duda.
Tengo mi ideología, o mis principios, o una filosofía. Procuro no cruzarla si me lo puedo permitir. No siempre puedo. Limpio un edificio para pagar el alquiler. No es tirarme el pisto de nada, no juego el rollo «pobre de mí» o «empiezo desde abajo». Es la realidad bruta que hoy existe aquí: no tengo iPhone y mi ropa tiene de media 3 años y aguanta. Conozco los estereotipos del gremio y me encantan.
Me juré a mí mismo que si alguna vez me iban bien las cosas, contrataría a gente pagándoles más que la media, no por bravura, sino porque sé lo que es vivir en la cuerda floja, con horarios imposibles y quemando el talento antes de los 30. Pero para eso tendría que cobrar más por el mismo trabajo que hacen otras agencias, y la ley de la oferta y la demanda no termina en mí. Así que en lugar de contratar becarios y explotarlos, hago de Juan Palomo: en estos 3 años he aprendido a ser diseñador, maquetador, productor, tipógrafo, jefe de ventas, programador y community manager. Y soy feliz. Me metí en esto porque no quería un trabajo rutinario de 9 a 5 y aquí sigo.
El futuro de la publicidad es desolador. Las pocas iniciativas que hay para darle un revulsivo son poco alentadoras (las academias apenas innovan o abren más las puertas) o son directamente para echarse a llorar (el máster de Toni Segarra en el que trabajas… pagando). Para mí, el sector se mantiene sólo por inercia, porque muchos anunciantes necesitan seguir en la brecha para no perder cuota, pero no hay verdadero interés por hacer las cosas mejor.
La publicidad es más molesta que nunca, pero eso es más problema de los planificadores de medios (¿por qué me anuncias un Lexus en el intermedio de Los Simpson?) y los programadores no tienen ningún interés en cuidar los cortes (por lo que ya entran con el cabreo del espectador, ¡tío, que son los que te dan de comer!) o en controlar los tiempos. Cada vez que veo uno de esos anuncios me pregunto si el director de márketing sabe la pasta que le ha costado que le miren mal y con rechazo.
Pero claro, hablas de inbound marketing, de planificar con criterio y puntería, de ser responsables y cuidadosos y, sobre todo, respetuosos con el consumidor y te miran raro. Porque campañas dirigidas exactamente a quien puede interesarles cuestan 100 veces menos y, por tanto, cobras 100 veces menos. No exagero ni un cero. Dejas de priorizar la tele y claro, el director creativo quiere un sol de oro o un león de cannes y hay que hacer el spot, aunque no se emita más que en youtube. Que, por ahora, sigue siendo gratis y también ofrece contenido, pero que curiosamente no necesita infraestructuras megalíticas para sostenerse.
Y así podría seguir todo el día, pero para qué. Si al final los que la sufrís seguiréis viéndola como una molestia inútil (con razón) y los que la vivimos seguiremos creyendo que podemos y debemos hacerlo mejor (también con razón).
Maravillosa respuesta, señor Javier C. Maravillosa.
Un post tan provocador me lleva a preguntar si he de pedir perdón por mantener una lista para filtrar la publicidad.
No soporto la publicidad desde antes de la WWW.
Pues sí, muy cierto. Doy clases en una universidad y justo en este momento estamos viendo algunas cosas que tienen que ver con la publicidad, sus virtudes y también sus aspectos más polémicos o cuestionables. Y es tremendo ver en los debates o los ejercicios que me entregan los alumnos ese tono de crítica cuando dicen cosas como que «las empresas usan la publicidad porque quieren ganar más dinero». Sólo les falta añadir la coletilla de «¡¿Pero cómo se atreven?! ¡Tamaña desvergüenza!» No sé si será ese rollete católico ahora aderezado de progresía «humanista» (se conoce que querer ganarse la vida honradamente con tu negocio es antihumano), pero ha calado muy hondo en nuestra sociedad la idea de que todo lo que sea ganar dinero privado es malo, que sólo puede ser fruto de la codicia y la perfidia. Eso sí, si lo ganan en un empleo público, de repente ese dinerito ya es «kosher» total, o «halal», para que no se me ofendan los musulmanes. El dinero que ganen los demás siempre es sispechoso. «A saber a quién explota el cabrón ese». Porque, por supuesto, el empresario por definición es un explotador. Así que, ya sabemos, a vivir de un empleo público de por vida, de donde no nos echen por mucho que no demos un palo al agua y el sueldo, claro está, que nos lo suban todos los años un 10%. ¿Que quién paga eso? Los empresarios, que para eso son unos cabrones y tienen que pagar la penitencia de querer prosperar. Así que ya saben, Sres. publicistas, a partir de ahora al final de cada anuncio deben añadir la coletilla de «Y Uds. disculpen por querer ganar dinero y no resignarnos a vivir del aire»
Que un publicitario trate de lavar la imagen de la publicidad no es redundante sino obligado. Tan obligado como estéril.
La respuesta de Javier C. es lo suficientemente contundente, brillante y extensa como para no añadir ni una coma.
Curiosamente, todo lo de Javier C. podría aplicarse a las pinturas rupestres.
Lo único que ha cambiado de la publicidad ha sido la velocidad. Su existencia, en tan inherente al ser humano como socializar.
Otra cosa es que la veamos mucho más útil cuando queremos follar que cuando quieren vendernos un iPhone.
Lo estéril es no entender nada: el dato vs. la percepción.
[De «la publicidad ha permitido la entrada de los niños en el mercado de consumo» prefiero no comentar, que tengo a un mercader de Babilonia preocupado porque a su hijo le gusta más la heráldica de la caravana de los enemigos de la famil…UPS.]
Si la publicidad es una actividad industrial, está condenada como el resto de la industria de este país. RIP
Como siempre, la culpa… «del empedrado»; es decir, parece que la culpa de todo -como siempre en este país- la tenemos el ciudadano/consumidor. Porque, esta campaña a la que se refiere, más que «autojustificativa», más parece «auto-compadeciente»… como queriendo con ello venir a decir: <>. En resumen, la industria publicitaria haciendo lo que mejor sabe hacer… la sujestión y manipulación de voluntades. Mejor harían -en mi opinión- en dirigirse a quienes acaparan: la culpa, la competencia y, a la vez, la solución al problema. Por un lado, a las ‘Autoridades’ (responsables de las políticas económicas y fiscales) en busca de medidas que favorezcan y apoyen los intereses del sector; a los ‘Medios de Comunicación’ para que racionalicen los costes de los espacios publicitarios (en pro de una conveniencia y supervivencia mutua); y, por último y no menos importante, a la propia ‘industria Publicitaria’ (¡¡a si mismos!!!!) ante la evidente crisis por la que parecen atravesar (por cierto, no son los únicos) y que, de ser así, debería entonces obligarles a reformularse (como a tantos otros sectores, si sirve de consuelo) y a esforzarse por captar nuevamente la atención del potencial consumidor… y no a mendigarla, ni trasladar la responsabilidad de su fracaso a quienes no la tienen.
Creo que el autor del artículo tiene problemas de conciencia.
Yo con la publicidad en sí misma, así en general, no es que tenga ningún problema. Ni en que alguien se haga rico con ella. Lo que me mata es la propaganda. La publicidad sí tiene una faceta de ayuda a conocer, pero tiene otra de mentira, más o menos pecaminosa. Y luego está esa publicidad que me hace sentir idiota…, esa que maneja la sinestesia…, las de los perfumes…, los bemeuves…, las sopas de sobre…
Y ya lo indicado por alguno…, un anuncio en mitad de un diálogo interesante de una película…, en un adelantamiento de motogp…. La falta de respeto por el espectador es absoluta.
Lo siento, hay buena publicidad -informativa y formativa-, y pésima publicidad -propagandística, engañosa…-
A veces me da la sensación de que la pregunta que se hace un publicista no es ¿como hacerle llegar el producto al consumidor y que sepa lo que es?, sino ¿a ver como engañamos a estos idiotas?. Y desde esa posición poco hay que decir.
Artículo pobre. ¿Cómo era aquello de excusatio non petita…? Muy buenos comentarios, alguno digno de un artículo por sí mismo. Es más, si hay una corriente de publicidad que me parece de traca es la que, directamente, te llama imbécil si no les pagas por sus productos o servicios ( aquí entra alguna aseguradora o cadena de electrónica ). Supongo que los que diseñaron esas campañas, ¿ de acoso tal vez?, no eran publicistas sino unos tipos que, desde luego, no tienen nada que ver con el sector…
Deberias pedir perdon por las veces (muchas) que intentais convencernos para comprar un producto que no necesitamos a un precio que no podemos permitirnos con la idea de que asi seremos mas guapos, mas altos o mas «cool» siendo mentira. Ningun i-leches me va a hacer crecer o que me salga mas pelo. Ninguna horda de modelos me va a seguir si me pongo a bailotear por la calle vestido de hippy simplemente porque me echo un desodorante u otro. Y eso es lo que decis.
Haceis muchas trampas y lo sabeis, jugais con el lenguaje, con las imagenes y sonidos todo para conseguir vender mas. Hay un componente de engaño y lo sabeis. El sector va mal y «que pobrecitos somos»? pues no, sed mas honestos, miraos en el espejo antes de culpar a los demas.
Yo personalmente, si veo un anuncio que me trata de «vender la moto», hago boicot a la marca. No somos (tan) tontos.
Menuda gilipollez de artículo. El dinero invertido en publicidad, es, en muchos casos, dinero tirado a la basura, directamente. Y es dinero que sale de nuestro bolsillo, ya de por si bastante jodido. El ejemplo más claro es la publicidad en TV: poner el mismo anuncio una y otra y otra y otra y otra y otra y otra y otra vez, y luego 500 veces más, luego se recorta de 30″ a 20″ y otro tanto, y a ser posible a un volumen mucho más alto que el resto de la programación. Mientras tanto la gente hace zapping, se levanta a mear… Deberían decirles que la gente está de publicidad invasiva hasta los mismísimos, creo que todos tenemos instalado el adblock en el ordenador, y si saliera una versión para TV la instalaríamos enseguida.
Un publicitario se puede percibir – y reconozco que no es la única percepción posible – como un vulgar cómplice de alguien que te quiere vender algo que no necesitas. Esto en el mejor de los casos, porque también puede tratarse de que directamente intenten estafarte con un producto mediocre, defectuoso, adornado de supuestas ventajas que el publicitario se encargará de pesentar atractivo ante tus ojos. En resumidas cuentas, el viejo asunto de que el dinero cambie de bolsillo: Del tuyo al de ELLOS. Algo no tan distinto al hecho de que en el metro, te birlen la cartera en hora punta.
Ya sé que hay otras formas de enfocar el asunto, pero como no van a faltar paniaguados del mundo publicitario y de otros, que se van a volcar aquí para defender el fortín, pues yo dejo esto sobre la mesa…
«La publicidad es mala porque soy tonto y se aprovecha de mi y alguien me tiene que proteger».
[sustitúyase la publicidad por el concepto que quieran]
Pues sí, Jota… lamentablemente, no todo el mundo es tan espabilado como tú pareces y hay gente -aún hoy en día- que se cree que todo lo impreso, escuchado en la radio o visto en la tele, va a misa. Increíble, pero cierto. Y eso lo saben muy bien los publicitarios junto con los que les pagan y manejan. Todos ellos se aprovechan de ello al máximo, ¿te lo puedes creer…?
Ahora pones en lugar de «la publicidad», «Las preferentes», y se lo contamos a unos cuantos.
¡JA, JA, JA, JA! ¡Justamente!
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En to la boca.
Fulgencio Barrado 10/10/2013 14:27
Ahora pones en lugar de “la publicidad”, “Las preferentes”, y se lo contamos a unos cuantos.
Perdón de antemano por las perogrulladas que voy a escribir:
1 – nada es gratis. Todo hay que pagarlo, ya sea directa o indirectamente. (Excepciones: el aire que respiramos, la caridad voluntaria, las cosas hechas por amor al arte, etc)
2 – una retransmisión de televisión «gratuita», una página web de acceso «gratuito» o una educación pública «gratuita» no significan que los cámaras de tv, los diseñadores web o los profesores estén trabajando gratis, sino que no se nos está obligando a pagar por ese servicio en el momento concreto en que lo usamos. El precio a pagar por un servicio público son los impuestos, el precio a pagar por tv o páginas web gratuitas es la publicidad.
3 – nadie nos obliga a ver los Simpsons, las películas ni las retransmisiones de moto GP en una televisión «gratuita». Podemos suscribirnos a canales de pago, comprarnos las películas en blue ray, etc. Tenemos la suerte de poder verlas gratis, a cambio del horrible tormento de soportar pausas publicitarias, sin las cuales la cadena se arruinaría y no habría más Simpsons ni películas ni moto GP «gratis»
4 – publicidad no es obligación sino persuasión Quien no vea la diferencia entre que le roben la cartera en el metro o comprarse por voluntad débil o poca visión de futuro algo que no necesita, tiene un problema, o ganas de que se le trate como a un niño pequeño toda la vida.
5 – si en publicidad se usan modelos en vez de mujeres del montón es porque funciona. Seguro que sería más barato contratar a mi tía Pepa, pero no creo que consiguiera subir las ventas de ningún producto.
6 – quien se crea de verdad que por usar un desodorante X le van a caer encima las tías, tiene un serio problema del que ninguna ley podrá protegerle.
7 – en el ejemplo anterior, la publicidad del desodorante X no está estafando a nadie. No hay ni puede haber un contrato escrito que garantice que por usar un determinado producto se va a ligar más, que por comprar un determinado coche se va a encontrar siempre aparcamiento ni que por tomar la leche X se nos vaya a poner un cuerpazo. ¿Qué por qué en la publicidad nos lo venden todo así de bonito? Por el mismo motivo por el que no contratan a mi tía Pepa para anunciar colonias.
8 – Para prácticamente cualquier producto caro se puede encontrar un producto de marca blanca bastante más barato por el ahorro, entre otros factores, en publicidad. Quien se compra el caro lo hace voluntariamente y supongo que como un adulto en libre uso de su libertad. O quizás habría que tratarnos a todos siempre como a niños pequeños.
9 – Imagínense ustedes un mundo en el que sólo existieran marcas blancas. ¿De verdad piensan que sería un mundo mejor?.
Discrepo del autor en el tema de la moral católica. Lo que hay en España es mucho «progresismo».
Por cierto, menudo éxito publicitario lo del «progresismo». Consigue asociar a tus ideas políticas la marca «progreso» y la ganancia está asegurada. Grabas en el subconsciente de los futuros consumidores (perdón, quise decir votantes) que tus ideas van a traer el progreso, y ¿quién va a estar en contra de progresar?. Si consigues que la publicidad a favor del progresismo (todo el sistema público español de educación es una fábrica de futuros izquierdistas ¿eso no es asediar a niños a base de publicidad?; a nadie se le ocurre defender al nacional-socialismo, pero en cada artículo de jotdown crítico con el comunismo hay varios comentaristas indignados; los lugares comunes en nuestra sociedad son todos contrarios al capitalismo, aunque nadie piense en serio que viviría mejor en Corea del Norte) sea lo bastante omnipresente, quizás la mayoría no lea la letra pequeña en la que pone que el capitalismo crea riqueza, y progreso y el «progresismo» mediocridad y estancamiento.
Que no todo cambio es a mejor y que las cosas que no están rotas es mejor no intentar arreglarlas.
Que la igualdad de resultados es contraria a la libertad y que la única forma de intentar igualarnos es por abajo.
Que los «progresistas» se vuelven «conservadores» cuando los cambios propuestos hacen peligrar sus inmerecidas prebendas.
Publicidad engañosa de la que viven muchos a costa de otros.
En el famoso timo de la estampita no existe tal timo. El supuesto mermado mental lleva un sobre con un contenido. No miente sobre el contenido pero crea una apariencia en la cual el contenido del sobre es distinto del real. El comprador, cegado por su codicia (por ello ocurre muchas veces que no se denuncia), entra al trapo y adquiere algo inservible a precio de lo aparentado.
Todos somos mayores de edad, pero eso es delito. En la publicidad muchas veces se juega a eso, a crear una apariencia muy distinta de la realidad.
Es cierto que la televisión «gratuita» se paga con publicidad, y no tengo nada en contra de ello, pero sí contra el cómo lo llevan a cabo muchas veces; por ejemplo cortando diálogos en películas, con lo que de falta de respeto al autor y a la obra significa. Por menos de eso ha habido denuncias de arquitectos, pintores, escritores…, en los juzgados.
Como ya dije, no tengo nada en absoluto en contra de la publicidad, e incluso me parece útil y a veces hasta necesaria. Pero sí contra la «mala publicidad» o las prácticas abusivas de algunos «publicistas», que al parecer devienen numerosos (Y sobre todo contra la publicidad de Bankia, que lo mejor que hacían era esconderse en el fondo de un cenote).
El tema de la voluntariedad es tan viejo como el mundo; antes se llamaba «el libre albedrío», y se ha discutido sobre ello infinidad de veces. Lo que ya se tiene bien claro es que dicha voluntad se rompe de muchas formas: Con mensajes subliminales, agotamiento físico y mental, saturación de información… Prácticas a las que los publicistas no son ajenos (al menos la mayoría, nunca es bueno generalizar).
Lo de la responsabilidad individual siempre tiene muchas miradas, y es difícil encontrarle el límite, así que apelar a ella no creo que conduzca a nada. Lo importante es saber si la publicidad es engañosa o no, no si ha engañado a este o aquél, y si este o aquel son más o menos tontos, que no existen baremos absolutos que relacionen la inteligencia con el nivel de responsabilidad, y todos tenemos derecho a que nos respeten. A ver si ahora a los tontos se nos va a poder engañar impunemente (que se suele hacer), y encima va a ser culpa nuestra.
Lo bueno es ir sabiendo que la publicidad engañosa o no, y sea buena o mala, está protegida por intereses que consiguen que los productos puedan anunciar propiedades que no tienen, y que por tanto, no se puede creer en ella. Cuando todos aceptemos esto y lo interioricemos bien dentro de nuestro cerebro, la publicidad habrá perdido todo su sentido, y todos los publicistas que ahora defienden lo que se hace, morirán de hambre, y esta muerte no será llamada “de inanición”, será conocida como “suicidio profesional”. Es la eterna lucha de la cortedad de miras del individuo contra la perpetuación de la especie.
¡¡Bravo!! (aplausos en pie) ¡¡Ni yo mismo lo hubiera planteado mejor!!
Por supuesto que todos nos merecemos que nos respeten. ¿Cree usted que la publicidad no nos respeta? La publicidad no obliga a nadie a nada. Y por la cuenta que le trae intenta darnos lo que queremos, por lo menos lo que quiere la mayoría de ese target publicitario. De lo contrario no es efectiva. ¿Dónde está la falta de respeto?
«que los productos puedan anunciar propiedades que no tienen» Aquí habrá que distinguir entre el aspecto aspirativo de la publicidad (a la mayoría nos gustaría encontrar aparcamiento a la primera y por eso en los anuncios de coches siempre hay aparcamiento libre y nunca hay atascos, pero obviamente sabemos o deberíamos saber que por mucho que nos compremos ese modelo de coche la vida va a seguir igual) y el aspecto puramente informativo con datos concretos. Por ejemplo, un producto que dé datos concretos de tamaño, duración, etc, que sean demostrablemente falsos, o un producto que hable de un estudio hecho en la universidad de X según el cual 8 de cada diez dentistas recomienda esto o lo otro, y que dicho estudio no exista. Eso sería lo denunciable y no hablo del punto de vista moral, sino denunciable en los juzgados puesto que en ese sentido la publicidad tiene valor contractual.
Quitando ese caso, libertad y responsabilidad individual. La otra opción es que el estado nos trate siempre a todos como niños pequeños y eso sí que es una falta de respeto.
De todos los productos lácteos que se anuncian con aditivos beneficiosos para el organismo, en solo un caso (sí, solo uno), se ha demostrado cierto por la Agencia Europea de Alimentación. En los casos restantes todo son regates a la legislación a base de letra pequeña y medias verdades.
Obviamente yo no estoy hablando de esos anuncios en los que mil chicas caen a los pies de un tipo feo que usa determinado desodorante o perfume. Eso es un chiste que incluso aplaudo. Hablo de la infinidad de casos en los que se disfrazan estudios de universidades que solo lo son por el nombre, para darle un valor a un producto que no tiene (un científico de un departamento de una universidad creo que de Perú, vino a determinar que lo del pulpo Paul del mundial de sudáfrica era falso, que no podía predecir los resultados de los partidos, que en realidad esos resultados se los inducían sus cuidadores ¿?. Y sí, lo firmó un científico de una universidad). Tras la frase de los nueve de cada diez dentistas consultados, se esconde la relación de dichos dentistas consultados. Como decían Faemino y Cansado: Con Vds…. ¡El dentista hijodeputa que recomienda el chicle con azúcar!
Cuando las prácticas que llevan a cabo algunos publicistas que bucean en manuales de psicología, las realiza un Goebbels cualquiera, se le tacha de nazi, de querer influir en la opinión pública con manipulaciones ilegítimas.
Y sigan con la responsabilidad individual. Cuando Vd. pague a un mecánico por arreglarle el coche, y este le haga una chapuza cobrándole una barbaridad, recuerde que siempre puede Vd. aprender mecánica en ejercicio de su responsabilidad individual, y no acuda a la justicia, que es Vd. un individuo responsable de sí mismo, y no necesita paternalismos.
No hace mucho tiempo (obvio el dato más aproximado porque acaba de pasar el verano y aún no tengo clara la medida del tiempo), creo que fue el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (ya digo que «creo»), absolvía a un curandero del delito de engaño a una familia cuya hija había muerto de leucemia, pues a causa de dicho curandero habían abandonado el tratamiento de la medicina convencional, con el drástico resultado. Lo absolvía porque consideraba el engaño tan burdo que no podía considerarlo tal. No sé los datos concretos de como se produjo el engaño, y tal vez la sentencia tuviese razones, pero no puedo evitar pensar en un individuo aprovechándose de una familia en una posición desesperada, y por mucho que acepte la sentencia dentro de lo que es el derecho, lo que nunca podrá defender es la actitud del curandero. Aprovéchense los publicistas de su posición privilegiada en el mercado al lado de las grandes multinacionales influyentes, y de la desidia del Estado de Derecho, pero por favor, no nos traten como imbéciles y encima pidan que les aplaudamos en estos medios, y abracemos sus prácticas como salvadores.
Hay buena publicidad, incluso moralmente plausible, y luego está la inmensa mayoría de la publicidad, manipuladora, engañosa, propagandística, abusiva. La prueba está en que Vd. para defenderla tiene que apelar a la «responsabilidad individual» de no dejarse engañar, lo que implica que acepta el engaño en sí mismo; ya ni lo discute.
Ah, con respecto a la publicidad, y pidiendo perdón por adelantado por incluir un link a Marca en estas queridas páginas, comparto esta noticia: http://www.marca.com/2013/10/09/baloncesto/nba/noticias/1381315318.html
El estudio es de Yale, nada menos. Ésto para el que dice que la publicidad no engaña, y para el que se indigna por el apunte de Javier C sobre el impacto de la publicidad en los niños. Hombre, tampoco podíamos esperar que Lebrón James anunciara el último libro de Philip Roth (el Nobel para cuando?) pero quizás esta es una metáfora estupenda de cómo funciona la publicidad.