Buena suerte a su biógrafo, porque es imposible contar su vida de forma lineal y precisamente por eso merece una biografía. Por eso y porque Josep Maria Mainat (Canet de Mar, Barcelona, 1946) ha picoteado en gallineros tan dispares como la nova cançó o la producción de televisión y en todos ha dejado su huella. Una de ellas fue La Trinca, el legendario trío con el que cantó Botifarra de pagés o Quesquesé se merdé, y otra Gestmusic, productora de contenidos televisivos con la que Mainat concibió un éxito tras otro, desde Crónicas Marcianas a Operación Triunfo, y trajo a España revoluciones como la de Gran Hermano y el reality show. Ahora nos abre las puertas de Reset TV, la casa creativa que dirige «para hacer solo la parte más divertida de la televisión, que es imaginar», y allí hablamos con él de La Trinca, de humor y de franquismo, de buena y mala televisión y de por qué un gurú del entretenimiento en España ve solo series estadounidenses de ficción.
Alguien a quien debes caer muy bien nos ha dicho que aprovechemos la ocasión que tenemos de hablar contigo porque eres, y cito, «el tío que más sabe de televisión en España».
Hombre, depende de qué apartado estemos hablando, porque hoy la televisión abarca ya casi todos los géneros y yo de ficción no sé mucho, por ejemplo. Sé de entretenimiento en televisión, eso sí. No soy el que más sabe en España pero, después de treinta y cinco años, algo sé.
¿Debe sorprendernos encontrar a alguien que sabe tanto de televisión haciendo divulgación científica y además en la radio?
Puede sorprender, pero lo cierto es que me interesan muchas cosas, ¿eh? Y la ciencia y la tecnología siempre me han atraído, aunque lo que se ha conocido más hayan sido otras facetas de mi trabajo. En el año ochenta, por ejemplo, cuando estaba aún con La Trinca, me hice técnico informático y traje a España una máquina llamada Fairlight, que era un ordenador musical que nadie sabía programar en España, solo yo. Y estuve participando en discos con Mecano, con Tino Casal, con Miguel Ríos, con Objetivo Birmania… porque soy músico y me interesa, claro, pero también porque me divertía mucho. Lo que ocurre es que a lo que hago ahora no sabría si llamarlo divulgación. Cuando Jordi Basté me ofreció comentar asuntos de actualidad en su programa El món le dije que mira, que a mí comentar las cosas del día a día no me apetecía y que por qué no hacíamos una sección de ciencia optimista, digamos, que se llamase Estamos mejor de lo que parece, en la que explicaría cómo la ciencia de hoy —en todos los campos: medicina, células madre, robótica, comunicación…— nos va a hacer la vida mejor dentro de unos años.
¿Eres particularmente optimista con alguno de estos campos?
Hombre, lo que más me gustaría a mí es que se solucionase el problema del envejecimiento o al menos que se retrasase un poco [ríe]. Pero lo que va a cambiar la vida misma a corto plazo son las comunicaciones, claro, gracias a internet. Cuando llegue a toda la humanidad seremos más de siete mil millones de personas con acceso a internet y eso nos convertirá en siete mil millones de cerebros conectados, lo que contribuirá ostensiblemente al progreso de la humanidad.
¿Ese es el factor crítico, entonces? ¿Que se universalice internet y no el acometimiento de una mejora que, de lo contrario, no llegaría a todo el mundo?
Claro. Es que antes la cosa funcionaba así: «yo tengo algo y como tú no lo tienes, me lo compras». Ahora es «yo sé una cosa, la comparto contigo y los dos sabemos algo». Y es algo que crece exponencialmente, por lo que conseguir ese acceso a internet para todos es importante, y sí creo que tendrá lugar. Hoy día el jefe de una tribu masái, por ejemplo, tiene un móvil, pero lo que no tiene es internet. Eso es el siguiente paso y requiere trabajo, progreso e inversión, claro, por parte de las telecos. Pero piensa en compañías como Google o Facebook, por ejemplo, cuyo negocio consiste en que la gente se meta en la red. Ellos ya están intentando hacer un internet gratis o asequible, al menos, para aquellos a quienes hoy les sale más caro.
Y como aficionado a la ciencia, ¿no te pesa haber contribuido con La Trinca a la difusión de la teoría creacionista ibérica cuando decíais que el hombre viene de la patata?
Es que el mensaje de la canción no era que el hombre viene de la patata, sino que es evidente que viene de la patata, que no es lo mismo. Lo que intentaba demostrar es precisamente eso, que cuando alguien dice «Esto es evidente!» normalmente no lo es. El otro día mismo alguien lo hacía a propósito de la independencia de Cataluña: «Es evidente que es imposible», decía. Bueno, pues evidente no es, o si no, no se hablaría tanto de ello, ¿no? En todo caso La patata no es mi canción preferida entre todas las que hicimos. Es muy animada y muy bailonga, entra muy bien por el oído, pero es una de las más tontas.
En 1976, después de una actuación vuestra en el festival de Canet de Mar, el exministro Martín Villa os multó porque además de cometerse «actos contrarios a la moral y decencia públicas», durante vuestra actuación «fueron mostrados símbolos y banderas correspondientes a entidades fuera de la ley».
Es que Les Sis Hores de Cançó de Canet de Mar, que así se llamaba el festival en el que ocurrió esto, era una especie de Woodstock a la catalana. Empezaron viniendo dos mil personas, luego cuatro mil, luego diez mil y con la muerte de Franco estalló y llegaron a ir cincuenta mil personas, que se dice pronto. Ese día, para que te hagas una idea, lo primero que ocurrió fue que vino la Policía o la Guardia Civil, ahora no recuerdo concretamente cuál, con ocho camiones con focos que se situaron rodeando el festival. Parecía aquello un campo de concentración. Preguntamos que por qué traían esos focos; por si se iba la luz, respondieron. Bueno, vale. Y al cabo de un par de horas, en efecto, se fue la luz, y con la tensión política que había, con todo el mundo excitado, con los focos de la Guardia Civil rodeando el campo de concentración, pues pasó lo que pasó: unos se pusieron a follar, otros sacaron banderas catalanas, otros las del Partido Comunista… Y ya está, todo muy pacífico, tampoco creas que ocurrió nada más. ¿Qué había pasado? Que un grupo de ultraderecha, que entonces eran todos parapoliciales, había boicoteado un transformador, así que se arregló y siguió el festival, aunque no se nos quitó la sensación de que ya se sabía que aquello iba a pasar para. Ya sabes: primero provocación, luego follón, luego represión… Lo de siempre. Y en aquello ocasión Martín Villa… porque era Rodolfo Martín Villa, no sé si lo has dicho.
Lo hemos dicho.
Estupendo, porque hay que decirlo. Martín Villa, un demócrata de los de toda la vida, era gobernador civil en Barcelona y nos impuso una multa de tres millones de pesetas, creo que era, que hoy no son nada pero entonces era una cantidad considerable de dinero. Finalmente la amnistía política nos lo perdonó. Fue uno de los últimos coletazos del franquismo que encontramos durante la Transición.
¿Cómo explicarías la evolución que hicisteis desde el arranque en 1969, con cosas como Festa Major y la recuperación del folclore catalán, hasta el Trinca, Sexo y Rocanrol en 1986, cuando erais ya bastante más incisivos políticamente?
Creo que es la evolución propia de unos chicos de pueblo, como lo éramos nosotros, que después salieron del pueblo. Empezamos en Canet de Mar, de donde éramos, cantando canciones de costellada, que son canciones populares y divertidas en catalán que durante el franquismo no se habían grabado y que con el movimiento de la cançó volvieron a aparecer. Luego vinimos a Barcelona y en la ciudad, claro, vivimos con mucha más intensidad el momento político. Al sumergirnos nosotros mismos en el ambiente de reivindicación y de concienciación, por llamarlo así, lógicamente nuestras canciones fueron cambiando y hablando de temas más amplios, más sociales y de actualidad, que simultaneábamos con canciones como La patata, de la que hemos hablado antes.
¿Crees que estas canciones de humor sobre actualidad que hacíais sobrevivirían hoy al contacto con las redes sociales como Twitter, por ejemplo, en donde se habría hecho cien veces ya la misma broma antes de que te diese tiempo siquiera a componer una canción con ella?
Hombre, yo he visto en Twitter muchos chistes que después ves en televisión, aunque puede ser coincidencia, quién sabe. En este sentido creo que las redes sociales serían más bien una fuente de inspiración, algo que te dice por dónde va el sentir colectivo. Yo creo que en realidad Twitter nos ayudaría, más que ponérnoslo difícil, aunque también es cierto que si hiciésemos hoy lo que hacíamos en La Trinca, trabajaríamos de otra manera. Este concepto de hacer un long play con sus doce canciones y demás está totalmente desfasado. Lo que haríamos ahora sería componer una canción y publicarla, y si la semana que viene pasase algo, pues haríamos otra. La actualidad hoy es mucho más perecedera.
Volviendo a la parte más seria del trabajo de La Trinca, vosotros coincidisteis con algunas capillitas como la de los autores de la nova cançó, los de la recuperación del folk, los de la onda laietana… Y sin embargo ibais solos, aunque tendíais puentes con todos. ¿No echabais de menos el abrigo de un grupo?
Éramos intuitivos y autodidactas, nunca nos planteamos conscientemente coger de aquí o de allá. El folk, por ejemplo, era un folk muy americano, que no tenía mucho que ver con lo nuestro.
Pero cantasteis Aquesta terra és la nostra terra, de Peter Seeger.
¡Es verdad, en el primer disco! Tienes razón. ¡Pero fue una vez y no más! [ríe].
Dice David Escamilla que gozasteis del respeto de la intelectualidad de la época pese a vuestra propuesta ligera, a veces incluso populachera, en una época en la que esta intelectualidad se tomaba muy en serio a sí misma.
Al principio nos despreciaron un poco, todo sea dicho, pero cuando se empezó a ver que lo que hacíamos tenía seguimiento nos empezaron a llamar «el fenómeno» La Trinca, como diciendo «gustan, pero no sabemos por qué». Pero solo cuando tuvimos ya una gran aceptación popular, antes no.
En vuestro caso ¿video killed the radio star? ¿El salto a la televisión aceleró el desgaste de la fórmula de La Trinca?
Ahí coincidieron tres cosas. La primera fue la edad. Serrat puede salir a cantar con su guitarra a la edad que quiera pero nosotros íbamos vestidos de indio, de mujer, saltábamos, gritábamos… Hacíamos mucho el capullo, resumiendo, y eso tiene un límite porque, a partir de cierta edad, empieza a quedar patético. No es que hubiésemos llegado aún a esos años, porque teníamos más o menos cuarenta, pero no veíamos mucho futuro. El segundo factor fue el propio momento que atravesaba país. A finales de los ochenta, cuando dejamos de cantar, se acababa la euforia de la Transición y el país pasó por una especie de meseta en la que, bueno, ni bien ni mal sino todo lo contrario. No había mucho de lo que hablar, así que hicimos aún un par de discos pero ya no pegaban igual que los de antes. Y tercero, que en nuestra primera experiencia televisiva descubrimos algo maravilloso: que el medio te permite estar haciendo cosas constantemente, una semana tras otra, y siempre innovadoras. Llevábamos veinte años poniendo en práctica el proceso propio de los escenarios, que es el de hacer un disco y repetirlo a continuación tres mil veces. Aunque actuar sea siempre emocionante, no deja de ser algo repetitivo y la televisión es todo lo contrario.
¿Vivisteis este cambio como algo abrupto, como una ruptura?
No. Nos dimos cuenta de que podíamos aprovechar nuestra experiencia en el escenario, entreteniendo a la gente, y la experiencia que habíamos adquirido en nuestra primera aparición en televisión, cuando nosotros mismos éramos los protagonistas, para seguir haciendo lo mismo pero ahora con otros dando la cara, manteniéndonos en un segundo plano. Es algo que te permite hacer más de una cosa a la vez y divertirte más, en suma.
Y entonces fundasteis Gestmusic en 1987, cuyo éxito seguro que tiene que ver con el propio momento que atravesaba el país.
Sí, pero hay un cuarto factor que se me ha olvidado mencionar antes: la aparición de las televisiones privadas. Desde finales de los ochenta hasta el 2005, aproximadamente, se abrió un mercado televisivo brillante en España. Nosotros llegamos a hacer más de cien horas a la semana y la mayoría en directo, para que te hagas una idea. Algo brutal. Tú podías empezar a las nueve de la mañana en un canal de televisión y terminar de madrugada con Sardà en otro y siempre con programas de Gestmusic en la parrilla. Eso hoy es imposible porque la industria ha cambiado totalmente. El mercado se limita a dos grandes grupos —Mediaset y el grupo Atresmedia— y el dinero es mucho menos porque la inversión publicitaria ha caído hasta límites preocupantes, pero los accionistas siguen ganando igual, por lo que el dinero desaparece en primer lugar de la parte de los presupuestos destinada a hacer programas. Por eso pienso que poner en marcha una gran productora como Gestmusic hoy sería imposible.
Una pregunta a bocajarro, ahora que hemos entrado ya en el asunto de la televisión. «Caja tonta» y «telebasura». ¿Cuál de los dos conceptos te duele más, a ti que te los han dedicado en más de una ocasión?
Me duele más «telebasura», sin duda. Me da más asco porque es un insulto más grave, ya que quien lo usa se está refiriendo al trabajo de muchas personas como «basura», que es algo putrefacto que solo sirve para desecharlo, y hombre: incluso en el peor programa del mundo hay gente, técnicos y muchas otras personas, trabajando ahí.
«Caja tonta» es más amable.
Sí, pero es un concepto falso que suele venir acompañado de esa frase tan repetida, la de que lo que hay que hacer es ver menos televisión y leer más libros. Ante esto yo siempre digo que bueno, depende de qué programas de televisión y de qué libros estemos hablando. Hay programas buenísimos y una lista interminable de libros pésimos. Así que la caja no es tonta: es generalista, que no es igual. Y al ser generalista no puede mantener un nivel muy distinto del de la media, que es el que es, nos guste o no. Por eso un producto que guste a mucha gente a lo mejor no requiere demasiadas luces, pero eso no significa que entre esta oferta no haya otros muy buenos. Para empezar las series de hoy, que le están metiendo una caña inaudita al cine.
«La telebasura no existe, existe la televisión que se ve y la que no se ve». ¿Compartes esta taxonomía de Paolo Vasile?
No de forma tan radical, pero sí entiendo lo que quiere decir, que es que es falso que la televisión que se ve es mala, o telebasura, y que la que no se ve es buena. Hay programas muy basura, por utilizar la acepción convencional a la que nos referimos, que no se ven, y programas nada basura que, sin embargo, se ven muchísimo. Yo una vez fui a un debate en el que dije que no quería hacer telebasura y que para eso, claro, necesitábamos definirla. No hubo manera, porque cada uno decía que la telebasura era lo que no le gustaba. Había gente de la Conferencia Episcopal que decía que las series españolas, todas, eran telebasura, porque sacaban familias desestructuradas y homoparentales y claro, aquello era una basura.
Algunos manuales de historia de la televisión española definen la telebasura como un concepto temporal, algo que empezó y acabó en los noventa —relacionado con la representación en televisión del crimen de Alcàsser— pero que después se popularizó en el vocabulario de los españoles.
Claro, pero es que podemos llegar al acuerdo de que eso es una mierda y una basura, en efecto, desde el punto de vista ético. Por eso rechazo la comparación de ese tipo de televisión con Crónicas Marcianas, por ejemplo, a través de esta etiqueta de telebasura. ¿Telebasura Crónicas Marcianas, una cosa divertida y transgresora que ocurría a la una de la madrugada? Pues no sé si se puede llamar basura a ese programa, que partía de una creatividad y de una energía brutal. Puede gustar más o menos, resultarte más o menos divertido y el directo, que tiene cosas fantásticas, puede hacer que el plató se descontrole un poco de vez en cuando, pero es un programa que hizo historia. Para mí la basura, si tengo que recurrir a esa palabra, no es eso.
¿Tenemos un problema singular en España para entender el encaje entre el entretenimiento y la cultura? Porque a veces se asocia el entretenimiento con lo malo y se equipara lo que es perverso con lo que es simplemente intrascendente.
Sí. Para mí basura es algo amoral, algo antiético, algo racista… O un telediario que manipule, por ejemplo, porque de nuevo cumple con el significado «basura»: es algo que hay que desechar, algo de lo que tenemos que deshacernos. Pero el entretenimiento, el puro entretenimiento, es muy raro que sea telebasura.
¿Al convertiros en Gestmusic y al comenzar a producir esta televisión notasteis el distanciamiento de esos intelectuales que antes hablaban bien de vosotros?
Sí, de una parte de ellos sí, pero es que tenemos callo ya gracias a la crítica. Los críticos de televisión son los que dan más caña. Más que los de cine o literatura, porque como la televisión es menos, pueden llegar a decir que hay que hacerte de todo y fusilarte y no pasa nada. Así que tienes que hacerte un callo en la parte del cerebro que se dedica a procesar las críticas para que no te afecten, porque si no es imposible trabajar.
Hay quien piensa, entre ellos quienes redactaron la última ley que rige en el sector, que debemos tener guardianes permanentes que nos protejan de la televisión: ¿necesitamos ese largamente retrasado Consejo Estatal de Medios Audiovisuales que prevé la Ley General Audiovisual de 2010?
No.
¿Rotundamente?
Rotundamente. ¿Por qué deben protegernos de la televisión pero no del cine o de los libros? Es dar por sentado que en este medio solo trabajamos presuntos delincuentes. Las cadenas cuentan con sus propios códigos, cada una el suyo, y aparte hay una serie de medidas de autocontrol enfocadas a la protección de la infancia que se han quedado obsoletas, por cierto. Proteger una franja horaria cuando había una sola cadena era estupendo, pero protegerla ahora que hay decenas, entre ellas varias dirigidas específicamente a los niños, es obsoleto y carece de sentido. Son los padres quienes tienen la obligación de preocuparse de que sus hijos no vean lo que no deben ver.
Te íbamos a preguntar por algunas medidas concretas más, pero vemos que eres antirregulación.
Soy antirregulador pero insisto: no soy anticódigos propios de las cadenas, por llamarlo así, que existen y rigen aunque a muchos se les olvide. Un día, hablando con José María Íñigo, me decía que no hay derecho a que salgan en televisión personas solo porque son hijos de famosos o porque se han relacionado con uno, y yo le preguntaba que entonces qué había que hacer, ¿establecer un comité que decida quién sale y quién no sale en televisión, que diga tú sí y tú no? Si una cadena quiere poner a Yola Berrocal un cuarto de hora y el público lo ve, ¿quiénes somos nosotros para decir que no debe salir?
Vamos a preguntarte por alguno de tus programas. ¿Fue Gran Hermano, un formato de Endemol que entró en España a través de Gestmusic, el reality show por definición? ¿La reducción de la telerrealidad a sus mismos mimbres?
Fue la madre del cordero, para entendernos [ríe]. El origen casi de todo el reality que se ha hecho después. Han salido muy pocos géneros —no ya programas: géneros— nuevos a lo largo de la historia de la televisión y el reality veinticuatro horas, que nació con Gran Hermano, es uno de ellos. Lo que continuó después de Gran Hermano fue lo mismo pero cambiando las formas: ahora lo mismo pero cantando, ahora lo mismo pero bailando… Siempre es Gran Hermano con un añadido. Cuando mi hermano Joan Ramon conoció la idea, se enamoró y le dijo a sus creadores que acababan de revolucionar la televisión.
Y, sin embargo, cuando entrevistamos a Julia Otero para la edición en papel de nuestra revista, nos dijo que cuando vio la versión holandesa del programa supo de inmediato que iba a ser un éxito y, a la vez, que ella no lo presentaría jamás.
Huy, no sé. Julia Otero es estupenda y la quiero mucho, pero es que tiene muchos problemas de «esto lo hago, esto no lo hago». Casi veo más a Mercedes Milá.
En su día quizá fue más sorprendente (incluso presentando el programa como «un experimento sociológico») encontrar allí a Milá, que venía de hacer una carrera periodística más bien seria. En el titular de una entrevista de aquella época aseguraba: «No voy a pedir perdón por haber hecho Gran Hermano».
Sí. Gran Hermano cambió mucho, incluso antes de aparecer en televisión. Cuando nos reunimos en 1998 con John de Mol, que es quien tuvo la idea, nos contó que tenía un proyecto llamado Golden Cage, Jaula de oro, que consistía en poner a veinte personas en el desierto, con una puesta en escena muy sencilla y webcams las 24 horas durante un año, hasta que llegase el cambio de milenio. El interés radicaba en ver cómo aquellas personas normales se enfrentaban a una serie de problemas —en este caso la incomunicación, la soledad, etcétera—, así que allí muchos dijeron que aquella idea no valía, que nadie querría ver en la televisión a gente normal. Lo vendió un año después, cuando el formato había evolucionado ya a Gran Hermano, a una televisión holandesa y casi perdiendo dinero, y la siguiente televisión que lo hizo fue Telecinco. Y después, ya conoces la historia.
España fue también el primer lugar donde se emitió Operación Triunfo, un formato con el sello de Gestmusic, heredero de Gran Hermano y, sin duda, el de más éxito.
El fenómeno de Operación Triunfo trascendió cualquier cosa que yo haya vivido en mi vida. Era todo. Las audiencias que tuvo el programa, la devoción que despertaban los concursantes, los discos que vendieron, la gente que movían… Tuvimos delante de las oficinas de Gestmusic acampadas de hasta cien personas simplemente porque alguno de los concursantes tenía que venir y pasar por allí delante de vez en cuando. Los chicos, que tres meses antes eran perfectos desconocidos, llenaron dos veces el Bernabéu, dos, y en ambas ocasiones se agotaron entradas.
Preguntado sobre piratería, Pancho Varona nos dijo que «Operación Triunfo vino bien para que las compañías dejaran de mirarse el ombligo y bajaran un poco el precio de los discos» porque demostró que «se podían vender los discos a 5 euros».
Hombre, Operación Triunfo tuvo mejor prensa, porque como vino después de Gran Hermano contraponía a unos que no hacían nada contra todo lo contrario, contra un reality de gente currando mucho. Y en la música disparó las ventas pero no solo de los chicos del programa, sino de muchos otros artistas a medio plazo, porque creó un público consumidor que persistió comprando durante unos años.
Xavier Sala i Martin, sin embargo, nos dijo que «España es una gran Operación Triunfo», estableciendo un paralelismo entre el fenómeno televisivo y el económico vivido en el país y asegurando sobre el «mensaje» del programa que «la cultura Operación Triunfo» dice que «no hace falta que tengas talento ni que trabajes».
No estoy nada de acuerdo con esto último porque Operación Triunfo, de hecho, lanzaba el mensaje contrario: era una apología del trabajo. Había profesores, se premiaba el esfuerzo y al que no trabaja se le echaba. Me molesta más cuando se llama al programa «karaoke», en todo caso, o cuando no se reconoce el cambio que obró en la televisión. Para empezar porque hasta Operación Triunfo en todos los programas, en todos, los cantantes salían moviendo los labios.
Una de las grandes incógnitas sobre la televisión en España es qué pasa con el late night. Es un formato perenne en otros países que aquí no acaba de cuajar.
Bueno, ahora pasar no pasa nada [ríe]. Cuando Pepe Navarro empezó con el late night creó un público que antes no existía, porque la gente a esa hora se iba a dormir. Y su programa estaba muy bien, era muy divertido, en particular al principio. Sardà empezó cuando Navarro había hecho un giro ya un poco desagradable, cuando entramos en toda esta época de Alcàsser y demás, y mucha gente se pasó a Crónicas porque pensaba que era mejor. Y cuando empezó Buenafuente ya fue la bomba, porque cuando el espectador se cansaba de uno, se iba al otro. Entre los dos hicieron audiencias estupendas, y digo que entre los dos porque cuando Sardà se fue no se perdió solo la audiencia que hacía él, sino que Buenafuente se quedó en menos de la mitad de la propia. Y después de él, nada. Desierto. Ahora solo queda el público potencial, que está demostrado que ve late night, pero no se hace. A lo mejor es bueno para el país, ¿eh? España se iba a dormir demasiado tarde [ríe].
Pero no es la primera vez que se abre una franja horaria y después se abandona. En España ocurrió con Al salir de clase, que hizo una brecha importante después de comer, sobre las tres de la tarde, que sin embargo no se explotó después de que acabase la serie y ahora está poco menos que desierta en espectadores. ¿Qué tal programamos en España?
Hay mucha tendencia a cansarse de los productos. Hubo una época hace no tanto en la que no había concursos en la televisión y lo recuerdo bien porque me la pasé presentando formatos de este tipo a las cadenas y a todos nos respondían que no. Que no gustaban ya, nos decían, cuando en realidad era que habían dejado de gustar los programas específicos que se hacían antes, no el formato en sí. ¿Qué pasó? Que colocamos uno, que fue Alta tensión en Antena 3, y empezó a hacer unas audiencias de lujo. Y claro, de repente todas quisieron más y en dos años había seis concursos en las parrillas, que es muchísimo. Eso ha ocurrido con muchos formatos, sin ir más lejos el de Operación Triunfo. Con el tiempo empezaron a decir que los talent shows musicales ya no gustaban y mira: llegó La Voz y funcionó muy bien. Por eso siempre digo que los programas van y vienen, pero los géneros no y que si, como dices, la ficción juvenil funciona bien a las tres de la tarde, entonces hay que hacer ficción juvenil a las tres de la tarde. Aunque un programa concreto acabe el público está ahí, no se ha ido a ninguna parte. Son los directivos los que se cansan de las cosas.
Imaginamos que esto pierde vigencia poco a poco cuando la parrilla de las televisiones deja de ser tan relevante y se hace un consumo cada vez más personalizado de la televisión gracias a internet.
Bueno, se hace pero es cierto que las cadenas siguen teniendo una programación fija. A lo mejor esto tiene un futuro limitado, sí, pero creo que es algo que seguiremos viendo bastante tiempo. Sigue habiendo mucha gente a la que le gusta sentarse a ver la televisión a una hora, que le gusta que un mismo espacio esté siempre en el mismo momento del día y a la que no puedes pedir que cambie este hábito, no desde luego ya mismo. El futuro a largo plazo es, en efecto, el consumo personalizado, el ir a Youtube o a donde sea y verte ahí lo que tú quieras cuando quieras, aunque es un negocio que presenta aún muchas incógnitas, empezando por la publicitaria. Ahora Netflix, por ejemplo, está haciendo una cosa que me encanta, que es producir una serie y ponerla entera de golpe a tu disposición, de forma que tú la ves como quieras: todo seguido, un capítulo al día, dos al día… Y por supuesto a la hora que quieras. Pero lo puede hacer porque es de pago, claro. Si no, sería imposible. ¿Cómo haces televisión abierta si no es sujeta a un horario? Lo necesitas para poner bloques comerciales.
Algo que acaba de poner de relieve el reciente final de Breaking Bad, aunque ha ocurrido ya muchas veces, es la gran cantidad de gente que ve televisión en España —en particular series de ficción— de forma ilegal, porque no es posible aún conseguirlo legalmente a través de otra plataforma. Igual que criticamos con frecuencia que la música o el negocio editorial no supieron anticiparse a estos efectos de la revolución digital, ¿no crees que la televisión se está durmiendo ahora en los laureles?
Creo que esto ha de cambiar, en efecto, y no en el futuro a largo plazo, sino ya. Debe imponerse una forma de que la gente pueda ver no solo tele de estreno, sino cine de estreno desde su casa. Lo de que aparezca una película y que tengas que ir al cine por narices —porque hasta que la puedas ver en tu casa van a pasar seis meses— o de que no puedas ver una serie —porque en tu país no se emite hasta que pase un año— es algo demasiado frustrante para el espectador. En particular cuando lo que ocurre es que buena parte de la gente dejará sencillamente de consumir esos productos, que sin embargo sí estaría dispuesta a pagar para ver ya.
Y se puede hacer, porque aunque pensemos que en esto media un impedimento tecnológico, es una cuestión que se reduce a contratos y ventanas de derechos de explotación.
Es comercial, por supuesto. Es la filosofía del negocio. Por eso soy comprensivo con la cuestión de la piratería, que en muchos casos es la única opción y además sale gratis, así que tú me dirás. No creo que esté bien, claro, pero creo que a quien quiere comprar un producto que existe y que se puede proporcionar, se le debe dar. Estaría mal piratear algo que no te ofertasen, pero si no te lo ofertan es que no tienes otra opción. Es de cajón.
Hablando de cambios y de cine, ¿cómo se ve desde la televisión lo que le está ocurriendo al cine español?
¿Qué le está ocurriendo al cine español?
Que sufre una debacle industrial sin precedentes, al menos según muchos de los que hablan en su nombre.
No sabría qué decirte, aparte de que hoy las televisiones están produciendo cada vez mejores películas, incluyendo algunas como Lo imposible que han arrasado en taquilla, y que por ahí pasa en parte el futuro del cine español o, al menos, es una dirección que está visto que funciona. Lo que ocurre es que se han hecho muchas películas españolas, entrecomillando el «españolas», sobre la Guerra Civil y sobre dos que algo les pasa y que no te importa demasiado, gracias a un sistema de financiación que permitía producirlas poco menos que sin llegar a estrenarlas, y eso es algo que no tiene futuro. En todo caso el cine está mal en todas partes, no solo aquí.
Antes de hablar sobre televisión pública nos gustaría preguntarte por No te rías que es peor, que estuvo en TVE y acabó de una forma un poco curiosa.
No te rías que es peor fue un caso curioso, en efecto. Duró mil quinientos programas y llegó a tener un cincuenta por ciento pero no de share, ojo: de rating. Eso significa que, cuando se emitía, la mitad de los españoles estaban viéndolo. Lo que pasó fue que en un momento dado el Partido Popular comenzó a tener problemas con el programa y el director general de TVE, Ramón Colom, al que la oposición le reprochaba varios programas de entonces precisamente para hacer oposición, decidió echarle un hueso a las fieras y le echó No te rías que es peor. Al cabo de un mes tenía tal agujero de audiencia en esa hora que empezó a reemitir programas antiguos, así que imagínate la cara de idiota que se nos quedó a nosotros cuando lo vimos desde nuestra casa. Que ya se habían calmado los ánimos, nos dijo. Fue algo muy absurdo.
Después de la renovación que acometió su Gobierno, ¿tiene algo que agradecerle Televisión Española a José Luis Rodríguez Zapatero?
Sí creo que los telediarios de Televisión Española, que siempre tiran para el lado de quien manda, sí fueron en su época muy neutrales, más que en ninguna otra. Comparados por descontado con otros telediarios que hemos visto antes y después, en esa cadena y en otras. Así que sí se le puede agradecer a su Gobierno que no entrase a saco en los informativos para conseguir que fueran la cadena de trasmisión del partido que mandaba. Es mi opinión.
¿Y entonces no le podemos reprochar que no los blindase?
¿Pero se puede eso blindar? Yo no lo sé, ¿eh? Cada vez que llega un Gobierno, cambian todos los que mandan.
Por eso. Se puede contribuir a desvincular Televisión Española del Parlamento, por ejemplo, construyendo relaciones más indirectas entre uno y otro.
Sí, pero no sé yo. En Andalucía hay cinco instituciones entre el Parlamento y la televisión pública: la comisión del Parlamento, el no sé qué de seguimiento, el patronato de no sé cuántos, el consejo audiovisual de allí y los propios directivos de la televisión. Y aunque sean cinco, cada uno de estos ha sido elegido según el mismo reparto político del Parlamento. En Cataluña ocurre con el Consell de l’Audiovisual, que dicen que es independiente porque no lo integran políticos y yo no lo tengo tan claro. Aunque no haya políticos, cuatro de ellos los escoge un partido, tres los escoge el siguiente, otro lo escoge el tercero… Y así las proporciones en la composición parlamentaria se repiten.
Se repiten trasladando a la televisión los mismos vicios que desvían las proporciones en el propio reparto parlamentario.
Claro, y con eso damos trabajo a cien políticos más, que a fin de cuentas es de lo que se trata. Había una política catalana que decía que la política consistía en subirse al carrusel y no bajar: un día vas en los caballitos, otro en un cochecito, otro en una bicicleta…
No nos vas a decir quién decía esto, como si lo viéramos.
No, no [ríe].
Hablemos de otra política, entonces. Hace poco Esperanza Aguirre decía que «hay que catalanizar España», olvidándose quizá de industrias como la de la producción televisiva, cuya locomotora está en Barcelona gracias a compañías como Gestmusic o El Terrat, o la del libro, que tiene en Cataluña a la mayor parte de sus grandes editoriales.
Es cierto que entre las cinco primeras productoras de televisión a nivel nacional siempre hay dos o tres catalanas, entre las que están Gestmusic y El Terrat pero también Minoría Absoluta o Diagonal, que tiene programas como Isabel o Amar en tiempos revueltos y es líder en ficción. Creo que lo que las caracteriza es que son muy creativas, incluso Gestmusic, que tiene un gran aparato industrial. Pero no hay que verlo como una colonización o algo así, ¿eh? Hasta que no se demuestre lo contrario, Cataluña es España [ríe].
A lo mejor es que el país está más catalanizado de lo que nos paramos a pensar.
En los años setenta y ochenta notaba una gran simpatía hacia Cataluña y debo decir que esto ya no ocurre, o al menos yo no lo percibo. Hubo un momento en el que Madrid miraba a Cataluña porque estábamos un poquito por delante en materia de libertades, desconozco si era por razones históricas, geográficas o de qué naturaleza, pero en este momento noto algo distinto. Temor, por llamarlo de alguna manera, o recelo. En general, claro, no se puede generalizar.
Pudiste percibir estas sensaciones de primera mano, porque las crónicas de los ochenta decían literalmente que «La Trinca arrasa en Madrid», cuando empezasteis a cantar en castellano.
A Madrid fuimos para unas cuantas actuaciones y, renovando, renovando, nos pasamos en un mismo teatro más de un año. El primer disco en castellano, Quesquesé se merdé, que fundamentalmente eran nuestras canciones de siempre pero traducidas, estuvo en los rankings a nivel nacional no sé cuánto tiempo. Había simpatía hacia lo catalán, simplemente, una relación que ha cambiado, especialmente desde que empezó todo este dilema de la independencia.
Tú te has posicionado públicamente en este dilema. ¿Te ha afectado profesionalmente?
No, qué va. No que yo sepa, vamos. En todo caso yo no me tengo por un abanderado de nada, sino que me posiciono a favor de una consulta, porque asistimos regularmente a un montón de discusiones interminables sobre números, cifras que tienen que ver con la cantidad de gente que está a favor y la cantidad de gente en contra, que se resolverían de una forma sencilla: preguntándoles. Por esa razón más que por el independentismo me posiciono a favor de saber lo que piensa la gente, ya que no saberlo nos lleva a debates estériles y a demostraciones de fuerza, manifestaciones y concentraciones que solo van encaminadas a decir «mira qué fuertes somos los que pensamos esto». Con un dato en la mano sabríamos qué porcentaje de catalanes está a favor de qué y cerraríamos ese debate. Se abriría otro, seguro, pero ahora de forma fundada. Lo que ocurre es que no quieren que se haga y a mí eso me… Iba a decir «preocupa», pero no. Me sorprende, porque no se puede tener miedo de lo que piense la gente.
Quizá no es miedo. Mientras no haya un dato este debate es puramente emocional y de esas emociones viven muchos en un lado y en el otro.
Es verdad. Mientras que cualquier dato nos haría la vida más fácil al resto, ¿eh? Cualquiera. Incluso si saliese un cincuenta y uno por ciento a favor de la independencia y un cuarenta y nueve por ciento en contra no se podría hacer nada, claro, porque al día siguiente esos porcentajes pueden invertirse, pero el dato sí respaldaría una posición de singularidad. Y si saliese que solo un veinte por ciento de las personas en Cataluña están a favor de la independencia, se acabó la discusión. Lo que ocurre es que el mero hecho de preguntar implica conferir el derecho a hacerlo, y eso ya implica reconocer a Cataluña como una entidad preguntable. Creo que es un error para unos y otros, porque ante un muro inhóspito como el que se levanta cada vez es más gente la que se suma y quiere derribar ese muro.
Oye, ¿si te llamamos «gurú de la televisión» te vas a enfadar?
Depende de a lo que te refieras con gurú.
A que sabes anticiparte a las cosas.
Hombre, en algún momento sí, aunque en televisión es que o te adelantas o te hundes.
¿Qué televisión ve un gurú de la televisión?
Series americanas. El noventa y cinco por ciento son eso: series estadounidenses que veo cuando me da la gana. Estoy suscrito gracias a un amigo que vive allí y lo hago legalmente, eso sí [ríe]. Y mis preferidas ahora son Breaking Bad y Juego de Tronos. También estoy viendo con mi mujer The Walking Dead, aunque le gusta a ella más que a mí, y Homeland. Y también The Good Wife, que a mucha gente no le gusta pero yo la encuentro muy divertida. Y me gusta mucho House of Cards, que no se me olvide.
Y por último vamos a preguntarte por unos nombres, a ver qué nos dices. Mikel Lejarza.
Un gran amigo y uno de los mejores directivos de televisión que he conocido.
Xavier Sardà.
Un monstruo. Uno de los personajes televisivos más importantes del país, sin duda. Un tío que era capaz de parar la locura y la frivolidad de Crónicas Marcianas para ponerse a hacer, cuando le daba la gana, un programa de periodismo brutal.
Andreu Buenafuente.
Otro monstruo. Menos completo que Sardà en la parte periodística pero con más parte de humorista.
Chicho Ibáñez Serrador.
Uno de los grandes, qué duda cabe. Es una obviedad. Y para mí, imagínate. Él fue quien nos descubrió en la tele nacional y quien nos llevó al Un, dos, tres, que entonces tenía más de veinte millones de espectadores.
Valerio Lazarov.
No le conozco mucho, si te soy sincero. Sí su trabajo, claro, y su realización, que supuso una revolución en España. El primer Telecinco tuvo mucho éxito en parte gracias a esta forma que tenía Lazarov de hacer televisión.
Emilio Aragón.
Tampoco le conozco demasiado. De su familia ha heredado mucho arte, claro, aunque no creo que sea lo suyo. Sí ha sabido poner en pie una empresa, Globomedia, que ha sido enorme, y puso en la televisión a la primera familia normal de España con Médico de familia.
José Luis Moreno.
No le conozco personalmente. No soy fan, eso sí. Sus programas son muy antiguos para mi gusto.
Paolo Vasile.
Es un personaje con el que siempre nos hemos entendido mal, aunque nosotros somos unos personajes con los que tampoco es fácil llevarse bien, porque defendemos mucho nuestras opiniones. Eso Paolo no lo soporta y poco a poco ha ido degradando nuestra relación, hasta el punto de que hoy dudo que quiera trabajar con nosotros.
Hemos acabado.
¿Ya? Me has preguntado sobre todo por gente que me cae bien.
Es que no hay razones para preguntar solo por quien te caiga mal.
Fotografía: Alberto Gamazo
Hasta aquí he llegado: «Lo de que aparezca una película y que tengas que ir al cine por narices —porque hasta que la puedas ver en tu casa van a pasar seis meses— o de que no puedas ver una serie —porque en tu país no se emite hasta que pase un año— es algo demasiado frustrante para el espectador.» Después de querer defender la mayoría de programas de su productora como algo que no son sale con esto. Como si el medio y el formato, por no decir el lenguaje, fuera el mismo.
Me parece lógico y lícito justificar lo que te ha hecho engordar, y mucho, la cuenta corriente. Ahora bien, si lo que este señor produce no es telebasura, en la mayoría de ocasiones, yo soy la reencarnación de Ava Gadner.
Pues me parece de poco respeto llamar basura a lo que hacen otros. Sea lo que sea. Si no te gusta no lo veas, que es opcional.
Al contrario, es muy respetuoso calificar, acertada o equivocadamente, siguiendo los criterios estéticos de uno mismo. Basura son los residuos y deshechos, y con ver un par de emisiones de los programas a los que nos referimos, creo firmemente en que el calificativo es de lo más acertado y a su vez poco ofensivo.
Pero como dicen en la tierra del entrevistado, también la mía, la gent te la pell molt fina.
El argumento de «es opcional» se utiliza muchísimo para justificar tropelías tales como el trabajo mal pagado, el proxenetismo y las condiciones de uso de Ryanair.
No me sorprende encontrármelo aquí de nuevo.
Vale, pero a diferencia de aceptar un trabajo mal pagado (o morirse de hambre), prostituirse (o morirse de hambre) o tragar con las condiciones de Ryanair (o pagar cuatro o cinco veces más por el mismo vuelo, en caso de que haya oferta de la competencia, que no siempre es el caso) ver un programa de televisión u otro distinto, o no ver la tele y dedicarse a otra forma de ocio no me parece que juegue en la misma liga.
El argumento de «es opcional» sólo es falaz cuando la alternativa no existe o no es aceptable. En el caso de la telebasura siempre hay otra opción disponible, ya sea otra cadena o ponerse a leer o salir de cañas.
Ava!!! ……que mal has envejecido, ahora hueles a camenbert, pero solo por su olor, no por su sabor! ( I don,t know if you, understand me darling!!, the time it,s a cruel judge with old spanish donkies ! )??☠️
La realización consulta sería un acto de independencia, pues declararía como soberano al pueblo de Cataluña, que no lo es. No se puede estar a favor de la consulta sin querer la secesión.
No estoy de acuerdo con Roque. Lo que plantea es una cuestión derivada del tema del ‘demos’, es decir, quién tiene la soberanía y quién no; pero eso no implica que todos los que quieran la consulta estén a favor de la secesión sólo porque creen que el ‘demos’ debe ser el pueblo catalán y no el español en su conjunto. Creo que es un poco una falacia lo que está diciendo, porque ambas cosas no tienen, a mi parecer, una relación de causa-consecuencia.
PD: Ojo: la canción que llamáis «Quesquesé se merdé», que es un juego de palabras bastante divertido pero está transcrito de una forma un poco basta, en realidad se llama «El Baró del Bidet» («El Barón del Bidé»).
Pues aquí un ejemplo de quién está a favor de la consulta, y le importa un pimiento el resultado.
Una consulta no tiene porque ser vinculante por lo que se puede estar a favor de la consulta y de la no secesión.
Incluso un referéndum vinculante nunca lo es del todo. Como ejemplo el Estatut de Cataluña que fue apoyado en referéndum pero posteriormente modificado en el Congreso y luego por el Tribunal Constitucional.
El derecho a ser consultado no es igual al derecho de decisión.
Interesante personaje, pero ya cansa que siempre sean catalanes y que siempre se les pregunte por el temita independentista, como si el mero hecho de haber nacido en Cataluña les otorgase una opinión interesante. Ser un buen músico no significa ser un buen político o un buen jugador de bolos. No se hace consulta sólo en Cataluña porque es ilegal. En toda España sí es posible, pero no serviría de nada, porque no es vinculante ni, de salir «independencia», valdría para nada, pues la Constitución define a España como «indivisible». Eso son los hechos, así que no puede ser «sorprendente» que no se celebre consulta alguna. Si al menos las preguntas fueran del tipo «¿Cree que se debería presionar para lograr una mayoría parlamentaria que cambiase la Constitución?», al menos no estaríamos faltándole a la verdad.
Totalmente de acuerdo.
No te equivoques pues no es ilegal. De hecho la Generalitat tiene competencias para organizar cualquier consulta que quiera o Referéndum que quiera, como la que ya se organizó para aprobar el Estatut. Lo que sucede es que necesita la aprobación del Congreso, lo que no quiere decir que sea ilegal ni anticonstitucional, sino que debe ser aprobada.
Por eso mismo digo que, mientras no haya aprobación del parlamento, cosa de la que ERC pasa olímpicamente, es ilegal.
Por no hablar de que esas consulta permitida por ley es eso, una consulta. No es vinculantes bajo ningún concepto, ni sirve para nada.
es curoso sr. floppy5, dice usted que es imposible que se haga una consulta SOLO en cataluña y es imposible la independencia.
Digo que es curioso porque nunca en la historia, NUNCA, en una consulta/plebiscito/referendum/etc de independencia se ha hecho votar a todo el país de la región secesionista. ¿Qué tiene España que la hace diferente?? ¿Unidad de destino?? por favor, parece mentira.
Respecto a la independencia, dice usted que es imposible porque lo dice la Constitución. Otro super-mega-argumento. Como si alguna constitución del mundo mundial recogiese el derecho de secesión y eso hubiera impedido a UN SOLO país del mundo convertirse en estado soberano.
Serán conceptos, en todo caso, ilegales desde el punto de vista del ordenamiento jurídico español, pero ¿¿imposibles??
Que estas ligerezas intelectuales se repitan en foros cavernarios aún, pero aquí uno esperaría un poquito de mas nivel.
Otro ejemplo de españolito que se mete con alguien por gusto, pues de su intención no se desprende que pretenda llevarme la contraria, ya que no expone ningún argumento; pero, ¡ojo!, tampoco lo contrario. O sea, escribir para verse, «escritura espejo». En fin. Vayamos por partes.
Faltas de ortografía:
1) «solo» ( o SOLO, como grita usted), cuando significa «solamente» lleva acento, aunque la RAE permite exceptuarlo si no conlleva ambigüedades con su homófono. Dudo que ése (lo mismo pasa con este determinante) sea el motivo de su ausencia, pero bueno, «aceptaremos barco».
2) El adverbio de cantidad «más» lleva acento. Excepto que quisiera hacer referencia al conector adversativo sinónimo de «pero». No, ¿verdad?
3) Después de un interrogante, se empieza la frase con una mayúscula.
Continuamos:
¿Dónde ha visto usted que yo diga que es «imposible» la secesión? Hablo de que sería «ilegal» proclamarla, y de que sólo sería «posible» (palabra aquí usada como sinónimo de «legal») en toda España.
Lo que suceda en el derecho comparado no afecta, siempre que se esté dentro del marco de convenios internacionales, por lo que eso de que nunca se haya hecho o dejado de hacer algo (o NUNCA, como grita usted), es irrelevante.
Hay países donde el simple ideario de la independencia es ilegal (léase Francia). En España es, simplemente, inconcebible, pues de una «ley de leyes (Constitución) donde se prohíbe la secesión no se entiende que se permitan partidos que la auspician.
Resulta curioso que, según usted, se pueda desobedecer una ley, sea Constitución o no., como quien se toma un café; entonces, ¿por qué respetar el resto? ¿Quién me impide mi legitimidad de ir a cualquier casa y quemarla, por ejemplo, si eso (por ejemplo) en Yugoslavia era moneda corriente poco antes de su última guerra civil?
Hasta para hacer demagogia hay que ser mínimamente humilde, leer más y hablar (teclear)menos.
Un tío muy listo y muy normal. Resulta gracioso que no se nos permita a los catalanes hacer un referéndum cuando a todos los entrevistados catalanes siempre se les pregunta por el tema. Aquí y en cualquier parte.
Entrevista de Foguet = entrevista a un catalán, desde el punto de vista de un catalán, sobre el tema catalán.
Teniendo en cuenta que esta la firman un catalán y un madrileño, ya me dirás tú cómo sabes qué preguntas ha hecho cuál de ellos.
Qué madrileño la firma? El fotógrafo?
Yo creo que es que están haciendo el referendum uno a uno. Deber ser un plan secreto de Artur Mas o algo así.
No sé, empiezo a no fiarme.
Las canciones de la Trinca, geniales. Los programas de Gestmusic, despreciables.
Ambas cosas son el mismo excremento. Siempre fueron unos tontainas a los que, además, solo si eras catalán podías sacar algo de punta a esas cancioncillas propias de escenarios rancios de varietés. Después, al cantar en castellano se pudo comprobar que los «gilis» están extendidos por toda la piel de toro.
Muy interesante lo que cuenta Mainat.
La entrevista se ha centrado, sobre todo, en el mundo de la televisión y, más de pasada, en la época de La Trinca. Lógico. Pero yo he echado de menos más preguntas sobre la experiencia de Mainat con el mundo de la música al margen de La Trinca.
En cuanto a la política, el planteamiento de Mainat me parece bienintencionado pero algo simple. Yo no quiero vivir en el caos. Hay que respetar las normas, o cambiarlas. No se pueden hacer consultas de ese tipo con las normas actuales, especialmente con la Constitución actual. En ningún sitio civilizado se permiten cosas como el «derecho a decidir» cualquier cosa de un grupo por su cuenta, y por buenas razones. No me parece criminal defender lo contrario, pero la vía es promover un cambio en las normas, y no un referéndum ilegal. Mainat apunta a un deterioro de la imagen de Cataluña en el resto del país, pero su reflexión no va más allá.
Jo, y yo que venía dispuesto a despellejar al Mainat éste….
«(…) Si una cadena quiere poner a Yola Berrocal un cuarto de hora y el público lo ve, ¿quiénes somos nosotros para decir que no debe salir?»
Toda la razón. Nosotros somos la basura.
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La mayoría de sus producciones tienen un estilo muy catalán, no tienen ninguna gracia.
troll super mega sofisticaaaado
me ha parecido interesante eso de que porqué nos tienen que proteger de la tele si nadie nos protege del cine y tal. Lo que pasa es que un crio no puede ir al cien solo, pero sí encender la tele o un ordenador.
Y totalmente de acuedo con A1, las teles programan para ser vistas. La basura somos nosotros.
Tengo que reconocer que he venido a leer la entrevista con una antorcha en una mano y una hoz en la otra, ya que Mainat es uno de los principales responsables de la televisión que se perpetra en este país. Pero lo cierto es que estoy de acuerdo en casi todo lo que ha dicho.
La tele es entretenimiento. Y el espejo perfecto del nivel e inquietudes del que la ve. Además, ¿qué es «basura»? ¿Yola Berrocal disertando sobre su última operación de tetas? ¿Unos ultramillonarios dando patadas a un balón? ¿Los tertulianos que sabemos lo que van a decir antes de que abran la boca? En los mismitos píxeles que habitan aquellos, también podemos ver a Walter White descendiendo al Averno. O a Tony Soprano y su familia despedirse con un fundido en negro épico.
Así que menos quejarse y a buscarse la vida de forma legal o no tanto… Y eso que sólo estamos hablando de la tele.
‘Si los afganos llenan un estadio para ver las lapidaciones por adulterio. ¿Quiénes somos nosotros para negarles el espectáculo?’
No sé si es más hiriente el cinismo del personajillo o la terrible combinación de camiseta hortera con chaqueta inglesa. ‘Quesquesé? SE MERDÉ’.
Esto es.
Muy de acuerdo, señor mío.
De la historieta que cuenta de la policía, la guardia civil y Martín Villa (los malos) y unos catalanes en un concierto (los buenos) no he conseguido enterarme.
Tampoco me he enterado de la historieta que cuenta de «No te rías que es peor» (los buenos) y el gobierno del PP (los malos).
¿»Mercado televisivo brillante desde finales de los 80 hasta finales de 2005″? Que alguien me lo explique.
¿Crónicas marcianas divertida y transgresora? Y si así fuera ¿qué méritos son esos?
Luego dice que la gente tiene tendencia a canserse de los productos, pero luego dice que no, que la gente no se cansa, que se cansan los directivos. No entiendo nada.
Y luego todo ese revuelto a base shares, ratings, lates night, parrillas, franjas horarias, formatos. ¿Alguien aún se pregunta qué es la televisión basura?
Y esa foto final, madre mía. Alguien a quien le dan todos esos premios y, además de recibirlos, los pone en el mismo mueble en el que tiene la televisión… Alguien así se está retratando.
Pues yo lo veo normal, siendo premios de televisión.
Lo raro sería que los pusiera al lado de la minipimer.
La tele es de licencia pública, so trincaire. $e ponga como $e ponga, no es es lo mismo un libro o ver una peli en un cine que la televisión que entra en tu casa. Sería conveniente, por otro lado, que un medio de comunicación tan poderoso -y de licencia pública, insisto- dispusiera de unos códigos, una regulación, ALGO que nos pudiera proteger de tanta podredumbre. No deja de ser llamativo, añado, que tanto periodistilla catalán (y lo dice una catalana) haya promovido desde este medio tanta frivolidad barata, esa estúpida cultura del jajajá hasta sobre una desgracia: Arús, Buenafuente, $ardá, Mikimoto, Évole, la condesita Milá… Con todo este bagaje catódico cuatribarrado una no se extraña de que salgan los David Fernández esgrimiendo zapatos en un parlament o que Jimmy Jump sea entrevistado en TV3 como un héroe nasional.
Ítem más, durante unos días pude seguir en twitter los delirios independentistas del pobre J.Mª Mainat. Está envejeciendo fatal este hombre. Ya me escamaba a mí que en «La Parodia Nacional» made in Gestmusic se mofaran tan poco de los catalufos y muy mucho de los andaluces, castellanos, gallegos…
Creo que el Mainat bueno, reflexivo y agradable fue el que falleció y bien que lo sentí: Don Ramón (q.e.p.d). Este se cree un genio de la televisión y sólo es un gracioso de boda forradísimo. Muy progre, claro.
¿$ardà un monstruo, Josep Mª?
Qué va, hombre, que va. Si salía monísimo. Eso sí, acostumbraba a rodearse de enanos, cojos y frikis de todo pelaje para parecer más … interesante.
No le llames «monstruo» a la cara que lo peor te riñe.
De res.
que a lo peor,
volia dir
Añade el trincaire: «En los años setenta y ochenta notaba una gran simpatía hacia Cataluña y debo decir que esto ya no ocurre, o al menos yo no lo percibo. Hubo un momento en el que Madrid miraba a Cataluña porque estábamos un poquito por delante en materia de libertades, desconozco si era por razones históricas, geográficas o de qué naturaleza, pero en este momento noto algo distinto. Temor, por llamarlo de alguna manera, o recelo.»
Hombre, JMª, es que está muy FEO eso de estar todo el santo día diciendo que «Expanya ens roba» mientras te miras al espejo repitiendo el mantra: «nosotros sí tenemos singularidades, nosotros sí tenemos una historia y una cultura, nosotros sí vamos por delante, nosotros sí somos demócratas, nosotros, nosotros, nosotros, yo, yo, yo».
Así está nuestro President: levitando y con kipah. Los catalanes deberíamos llorar menos, JMª, que l´Estat nos está sacando más castañas del fuego de lo que te cuentan día sí día también en tu amada y generosísima TV3, la de los seis canales a tot luxe. ¡Qué bien os cuidaron, eh!
No perdamos la esperanza, Josep Mª, que si dejamos de hacer el Jimmy Jump (incluyo aquí las editoriales conjuntas, eso tan democrático) a lo mejor nos tratan con más respeto fuera de nuestras «fronteras». Sort.
Chapeau! (de otro catalán, huído a SUiza)
Gracias. Y qué bien hizo usted largándose!
Zurich y Lucerna me gustan mucho, las conozco bien, pero es que soy tan friolera…
También estoy planeando mi fuga; mucho me temo que no va a haber más remedio.
¿Por que deben protegernos de la televisión,y no del cine o los libros?
-Fácil.Porque en el cine,los libros e incluso Internet tu ves lo quieres,eliges lo que quieres ver y lo que no,hay libre albedrio,libertad de eleccion.En la televisión no.La caja tonta es una dictadura total donde no hay elección,muchos canales,pero la misma mierda.El 90% de lo que sale es porquería,pura basura.
Un libro,una peli puede ser mala,pero nunca es premeditado.La televisión busca directamente lo zafio,lo escabroso,lo vomitivo.Todo por la pasta,el todo vale por ese demonio tramposo llamado «audiencia».
La televison no representa a la sociedad,ni refleja el mundo en el que vivimos.Es una dictadura con un censor llamado audiencia.
En la televison no hay sitio para la música por ejemplo.Si fuese por la T.V. yo no sabría quien son Arcade Fire,es solo otro ejemplo.En cambio por desgracia si se quien es Belen Esteban.
La respuestas son como para caerse de la silla.
Pero es normal,tiene que defenderse,aunque sepa que su trabajo es éticamente inaceptable(siendo amables).
Supongo que es como la profesión de abogado,llegas a casa y te olvidas que has dejado a un pederasta o un asesino suelto en la calle,total solo es un trabajo,vivo de ello.
«Si la gente quiere ver a Yola Berrocal,que la vean»,no te jode!.¿Y tu como sabes lo que la gente quiere ver?,¿por las audiencias?.-Eso es una gran mentira que siempre nos han vendido.La audiencia no refleja lo que la gente quiere ver,la gente no quiere cosas del corazón,ni chismorreos,(cosas que solo interesan a 4 marujas),si es que no le dais al espectador ninguna otra opción.
Todo el mundo sabe que lo que mas vende son el porno y el futbol.Pues eso,por la regla de 3 del Josep Maria,si quieren ver eso,pues:Porno las 24 horas del dia y veras como sube la audencia y te forras mas,amigo.Total,no creo que sea peor para un niño ver eso en T.V. que cuatro payasos insultandose todo el dia.
Que conste que a mi La Trinca me encantaba,eh!,y mi favorito era Josep Maria.
http://www.vertele.com/noticias/el-consitutcional-condena-a-cronicas-marcianas-por-burlarse-de-un-discapacitado/
Y $ardà dando lecciones de moralidad por las teles, en esta parte de la Corona de Aragón y más allá.
El independentista Mainat tiene que estar encantado. ¡Aupa la tele-espectáculo!
La creatividad de Gestmusic solo consistía en tener una parabólica y un par de guionistas copiando programas. No era nada más.
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