Más obras de arte que podría hacer un niño pequeño
Si leyeron la primera parte de este artículo, seguramente recuerden que intentamos establecer las diferencias entre el valor artístico de una pieza y su precio de mercado. De alguna manera, buscamos la cesura entre ambos conceptos y la colocamos en medio del embarullado contubernio de intereses económicos, especulativos y, en general, espurios que dominan el comercio del arte, y que lo han transformado en la versión con traje y monóculo del chamarileo de mercadillo más gritón.
Quizá también recuerden cómo, en uno de los párrafos, dije no estar seguro de si un objeto cultural era mejor que otro solo por tener la calificación de «arte»; esto es, si efectivamente, una creación artística es inherentemente mejor que otra mundana. De hecho, derivado de las decenas de posibles definiciones, admití no saber qué era y qué no era el arte; ni conocer cuáles son las cualidades que conferían el marchamo artístico a una obra determinada.
Debo decir que les mentí.
En realidad sí que sé si un producto artístico es mejor por el mero hecho de ser arte: no lo es. Estamos tan acostumbrados a considerar como obra de arte a cualquier objeto o manifestación de gran belleza o fuera de la común (un coche bonito, un gol muy difícil), que hemos acabado asociando el arte a lo bello o a lo complicado. Sin embargo, son expresiones distintas e independientes que pertenecen a mundos distintos e independientes. No podemos comparar un cuadro de Jackson Pollock con una canasta de Kobe Bryant, de igual manera que no podemos —ni debemos— comparar una canción de los Ramones con la Noche Transfigurada de Arnold Schönberg, por mucho que ambas se hayan creado dentro del mismo medio de expresión. Además, la belleza dejó de ser condición artística necesaria desde los propios postulados del Romanticismo, que buscaban lo agitado y lo sublime, sin atender a que fuese agradable o bello.
Y lo cierto es que también les mentí cuando les dije que no sabía lo que confería la cualidad artística a una obra concreta. Sí que lo sé: es arte cualquier objeto, producto o manifestación que investiga y trabaja sobre los mecanismos y las herramientas del medio al que pertenece. Las Meninas no es una obra de arte porque las figuras del cuadro se parezcan mucho a lo que representa (de hecho, tampoco se parecen tanto); Las Meninas es arte porque Velázquez, mediante el cuidadoso uso del color, la luz y la pincelada, introduce el aire dentro del cuadro. Velázquez avanza la tercera dimensión física en el plano como no se había hecho nunca. Efectivamente, Velázquez empuja los bordes de la pintura. Velázquez empuja los bordes del mundo.
Es más, considero que, a partir de Paul Cézanne y el nacimiento de la fotografía, algo solo puede ser arte cuando únicamente trabaja sobre las herramientas y los mecanismos de su medio. Hasta ese momento, la narración y la figuración tenían un valor propio en su propia capacidad de representar la realidad; sin embargo, con la fotografía e incluso el cine, la representación carece de sentido de la misma forma que el coche de caballos lo pierde con la aparición del automóvil. La realidad ya no necesita representarse a través de la pintura o la escultura, la realidad se expresa como resultado plástico. La realidad atraviesa los ojos del artista y este la procesa y la regurgita en su obra. El arte ya no es representación de la realidad, el arte es respuesta a la realidad.
El arte amplía la realidad.
Seguramente también recuerden cómo les mostramos diez obras de arte verdaderamente contemporáneas para ejemplificar los conceptos del discurso introductorio. Tengo la sensación de que, lamentablemente, esas diez piezas se perdieron en el debate general que se suscitó al inicio del artículo. No obstante, como soy de carácter tozudo, he decidido mostrarles otras obras de artistas actuales que sirvan para dar fe de lo que he intentado decir en los párrafos precedentes.
Aquí tienen otras diez obras de arte que (no) podría hacer mi sobrino de siete años.
Clear Cut. Joakim Kamynsky y Maria Poll. 2011.
Tan sencillo y tan formidable. Piezas de aluminio flexible enrolladas sobre los troncos de los castaños del bosque de Medelpad, en el norte de Suecia. Nada más. Y con todo, Kamynsky y Poll, con el reflejo especular a la altura de nuestros ojos, abren un tajo enorme en el tejido de la realidad.
BLOOM. Anna Schuleit. 2003.
Tras noventa años de funcionamiento, las autoridades de Boston decidieron que el edificio del Centro de Salud Mental de Massachusetts (MMHC) debía ser demolido para hacer sitio a las nuevas instalaciones. Sin embargo, antes de su derribo, el MMHC encargó una instalación específica para recordar las nueve décadas de historia del hospital, su trabajo, sus doctores y sus pacientes. La artista Anna Schuleit decidió que, antes de morir, el edificio y sus corredores, salas, despachos y habitaciones, pero también su trabajo y sus doctores y sus pacientes florecerían de nuevo.
Intervención en el Serpentine Pavilion. UVA & My Beautiful City y Sou Fujimoto. 2013.
La Serpentine Gallery de Londres invita cada año a un diseñador a levantar un pabellón efímero para la temporada de verano. En 2013 invitaron al arquitecto japonés Sou Fujimoto, el cual construye una nube esponjosa y ligera de entramado metálico que brilla y transmuta con la luz y el sol diurno.
Para después del crepúsculo, los colectivos United Visual Artists y My Beautiful City crearon esta instalación audiovisual que transforma el levísimo pabellón de Fujimoto en una nube de tormenta saturada de electricidad y a punto de descargar sobre una noche imposible.
Inversion House. Dan Havel y Dean Ruck. 2005
Como sucedería con la obra de Anna Schuleit, los escultores Dan Havel y Dean Ruck emplearon los últimos días de un edificio para transformarlo y profundizar sobre él —conceptual y literalmente—.
La Art League de Houston disponía de dos casas suburbanas —dos chalets convencionales—, que empleaba en sus propias actividades, pero que iban a derribar para poder edificar un nuevo pabellón. Previo a la demolición, le dieron la oportunidad a Havel y Ruck de hacer lo que quisieran con ellos. Lo que hicieron fue este asombroso vórtice espacial hecho a partir de las preexistencias sociales y materiales más mundanas.
Aérial. Baptiste Debombourg. 2012.
En su exploración sobre la mutación de los elementos, el creador francés Baptiste Debombourg se propuso algo tan sencillo de concebir como difícil de ejecutar: solidificar físicamente la luz. Así, las ventanas de la abadía benedictina de Brauweiler, en Alemania, se convierten en la vía y la embocadura de una inundación de vidrio agrietado que acaricia suelos y columnas en una suerte de camino hasta la anegación completa de la sala. La luz se vuelve líquida y a la vez —en ese tiempo detenido— sólida.
Roomba powered light paintings. Roomba Art Group. 2009-2013.
Para entender que el arte no es cosa exclusiva de estudiosos y practicantes del mismo, debo decir que hay ciertas obras que desafían a cualquier catalogación. Estas fotografías son un proyecto transnacional y casi espontáneo en el que artistas y aficionados de todo el mundo han decidido imitar lo que hizo Walter Marchetti un día de mayo de 1967. Sin embargo, en lugar de trazar la trayectoria de una mosca, han colocado una serie de lámparas de LED multicolor encima de aspiradoras tipo Roomba y han fotografiado sus progresos autónomos en tomas de exposición larga.
El resultado son unas imágenes entre lo fantasmagórico y lo jocoso, en las que cabe preguntarse si la actuación artística reside en el proceso, en el movimiento, en las trayectorias o en las fotografías finales. Si la operación, al final, consiste en congelar una dimensión (el tiempo) y colocarla fuera de sus parámetros inherentes.
Ark Nova. Anish Kapoor y Arata Isozaki. 2013.
Solemos tener una cierta tendencia a pensar que el arte no tiene ninguna función o utilidad «real», que su único objetivo es la expresión y el ensanchamiento del espíritu. Yo reniego abiertamente de esa consideración y, como ya he dicho, creo que el objetivo general del arte —de cualquier manifestación artística— es explorar los límites de su propio medio y, al final, de la misma realidad.
Ark Nova es un monumental espacio hinchable, transportable y relocalizable concebido por el escultor indio afincado en Londres Anish Kapoor y ejecutado por el estudio del arquitecto japonés Arata Isozaki. Durante el verano de 2013 sirvió de sala de conciertos para el Festival de Lucerna y sí, explora, amplía y empuja los bordes del espacio, la luz y la arquitectura.
Pisces. Jason Hackenwerth. 2013.
Jason Hackenwerth lleva toda su carrera investigando sobre el peso y el espacio; para ello, trabaja con un material a priori tan alejado de los términos del arte con mayúsculas como son los globos de colores. Claro que Hackenwerth, como casi cualquier artista, no considera que exista un arte con mayúsculas y uno con minúsculas.
Para el Festival Internacional de la Ciencia de Edimburgo, el escultor neoyorquino presentó Pisces, una colosal doble hélice de aire y plástico cuidadosamente cosido que transformaba la galería principal del National Museum of Scotland en un gargantuesco acuario de luz para su criatura.
On Space Time Foam. Tomás Saraceno. 2012-2013.
Al igual que en los dos ejemplos anteriores, esta pieza también trabaja sobre las propiedades del espacio, del aire y del plástico. Sin embargo, el artista argentino Tomás Saraceno plantea dar un paso más en la investigación. Uno o varios pasos, de hecho, porque lo que tiende a media altura del Hangar Bicocca de Milán, disfrazado de gran superficie semiportante de PVC es, en realidad, una Espuma de Espacio-Tiempo que permite a los visitantes contemplarla, pero también caminar sobre ella e incluso dentro de ella, experimentando así un paseo entre nubes en una manera levísima, dislocada, casi alienígena de percibir y aprehender el espacio.
Each and Everyone of You. Contemporary Installation Art. Ep 2. Political Accumulation Installation. Don Goodes y Anne Marie Léger. 1996.
Y si no han comprendido nada de todo lo anterior y/o les ha parecido un rollo infumable, les recomiendo que vean alguno de los episodios de EEOOY, donde un pizpireto Andy Jenny les enseñará a entender los preceptos del arte moderno e incluso a iniciarse en proceloso mundo de la instalación contemporánea a través de sus entretenidos tutoriales.
Lamentablemente, solo se realizaron dos capítulos del programa. Y además, Andy Jenny no existe, sino que es el seudónimo del crítico de arte Don Goodes que, bajo encargo del Banff Centre for the Arts en Alberta, concibió esta manera radical y transmoderna de enfrentarse al proceso creativo contemporáneo. ¿Cuál es la obra? ¿Es ese falso y rancio programa de televisión que imita a cualquier otro show de cocina o manualidades? ¿Son las instalaciones, ciertamente interesantes, que crea? ¿Es la reflexión irónica sobre la compleja autoconsciencia necesaria para desarrollar un concepto artístico, pero que se refleja a través de operaciones de gran sencillez material? ¿Es la ingenuidad a la hora de acercar los procesos artísticos y colocarlos al alcance de nuestra mano? Pues si les soy sincero, no lo sé; lo que sí sé es que pasarán treinta minutos divertidísimos y que, cuando acabe el programa, seguramente no vuelvan a mirar el arte, e incluso la televisión, igual que antes.
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Atrévanse a saber más:
Tú estás convencido de que eso es arte, no? Pues ya está, dejémoslo así, es que tanta insistencia en explicar lo que es arte y lo que no hace que parezca que vosotros mismos tenéis dudas acerca de ello.
Es arte lo que hizo Picasso cuando era un niño?
Pues eso.
En la era del hipersubjetivismo cualquier cosa puede ser considerada arte: una mierda enlatada o los lienzos de un primate.
Me gustaría saber qué opina el autor del artículo de que Don Goodes, en la descripción de sus vídeos en Youtube, diga que su programa está basado en una paradoja: que el arte contemporáneo es al mismo tiempo «profoundly significant and completely irrelevant».
Hola.
Entiendo, y más viendo los programas de EEOOY, que Goodes considera que el arte contemporáneo se manifiesta a través de obras de enorme carga investigativa y profundidad significante, pero que, al mismo tiempo, su importancia para el desarrollo mundano es prácticamente irrelevante.
Yo no estoy de acuerdo con la segunda parte de la afirmación, porque creo que el arte -de cualquier época- acaba calando, en su ventana histórica, en la sociedad a la que pertenece, pues esta no es aislada sino permeable e interdependiente.
A grandes rasgos, considero que sin la aparición del cubismo, nuestro cerebro no podríamos resistir lo que significa hacer zapping, esto es, cambiar repetidas veces de canal en muy pocos segundos.
Un saludo.
Muchas gracias por atender a mi pregunta. Yo hasta ahora pensaba que hacer zapping era una evolución de nuestra progresiva alfabetización como espectadores de cine y televisión (hace cien años nos mareamos viendo el primer travelling), no como consumidores de arte. Me parecía que el cine y la televisión tienen mayor calado en la sociedad que el arte contemporáneo, porque alcanzan a todas las capas sociales. Y el zapping también lo resisten visualmente los espectadores de nivel social bajo, que si han visto un cuadro cubista es porque ha salido en televisión o les ha saltado a la vista mientras hojeaban el libro de texto de la EGB/ESO de sus hijos.
Pero como no tengo formación artística, debo estar equivocada porque se me escapan cosas. Me esfuerzo en comprender el arte contemporáneo, he leído con atención tus artículos y tu respuesta a mi pregunta, absorbo las teorías de Danto en el enlace de Cuñao, pero algo falla en mi comprensión y el programa de Goodes me sigue pareciendo satírico (sobre todo la primera entrega).
Es que el programa de Goodes es satírico, pero a la vez es metamoderno o transmoderno. Él mismo se esfuerza en enseñar conceptos muy estudiados «take a stand» «develop the concept»…etc.
Para mí, en este caso, es el propio programa, con la tremenda profundidad investigativa y el enorme trabajo que tiene detrás , el que es la obra de arte.
Un saludo.
metamoderno o transmoderno…hasta ahi he podido leer sin sufrir un ictus
Precisamente antes de ayer murió Arthur Danto y por lo que veo a más de uno no le vendría mal leerlo o, mejor aún, entenderlo: http://www.elcultural.es/version_papel/ARTE/26718/Pero_esto_es_arte
Me parece que el que necesita releer el artículo eres tú. El arte como significado y tal.
Para mí no significa nada. Para mí está muerto y bien muerto. Manzoni y su mierda me lo dejaron claro.
Lo cual, me temo, habla más de usted que del arte.
Un saludo.
Ajam, interesante.
El bosque es de pinos silvestres, no de castaños.
Lo cierto es que yo solo me limité a copiar lo que figuraba en la memoria del proyecto, que los nombraba como «chestnut trees».
Un saludo.
Inversion House, o «donde el ojalvo y tu casa se fusionan».
Discriminar «el arte» de «la realidad» como dominios autónomos merecería que profundizaras en ello, pues la concomitancia ontológica de ambas esferas es plena… a no ser que consideres que existe algo así como una latencia subrepresentacional indexable únicamente mediante ese Oráculo iluminado que es el artista. ¿A qué llamas «realidad»? Lo de la imputabilidad de un «valor artístico» al magen del «precio de mercado» merecería una tesis doctoral… o no,en el caso de que seas kantiano. Anyway, hay charlas interesantísimas de Benjamin Noys muy sabrosas sobre estos temas!!!
Evidentemente, la realidad absorbe ontológicamente al arte al igual que hace con cualquier otro fenómeno. En cualquier caso, me refería a la realidad mundana frente al mundo bien permeable, bien hermético del arte.
Con todo, no considero al artista ningún tipo de iluminado y menos un oráculo; sencillamente creo que suelen ser hombres y mujeres que investigan y trabajan sobre conceptos que o bien estás, o bien ellos empujan a los bordes de la realidad mundana. Es luego la permeabilidad de la sociedad la que acaba asumiendo esos avances, esos empujes o esos nuevos límites como propios.
No recuerdo si era Martin Heidegger el que usaba la metáfora de un embudo o un desagüe para referirse a las invenciones que aparecían por el borde de la realidad para, con el tiempo y paulatinamente, ir siendo absorbidas por la sociedad convencional y finalmente ser expulsadas por el desagüe central cuando resultaban física o conceptualmente obsoletas.
Un saludo.
«Evidentemente, la realidad absorbe ontológicamente al arte al igual que hace con cualquier otro fenómeno»
Te juro que no sé que me gusta más, si el «Evidentemente», el que la «realidad absorbe cualquier fenómeno» o que lo haga «ontológicamente». Te perdonaría hasta los fallos de sintaxis en otras de tus frases. Eres genial!
Me encanta ese rollo suficiente que lleva, lo digo en serio.
Hombre, por no saber, no sabe nada.
Y que estamos en Jot Down, dice.
Hay gente dispuesta a comer cualquier cosa, basta que le pongan la etiqueta correcta.
«Es arte cualquier objeto, producto o manifestación que investiga y trabaja sobre los mecanismos y las herramientas del medio al que pertenece». Por tanto, cualquier experimentación es artística, independientemente de que sea acertada o errónea. Este es el argumento por el cual, por ejemplo, «Al final de la escapada» de Godard se considera una obra maestra, a pesar de consistir en una sucesión de errores intencionados de gramática cinematográfica envuelta en un vacío argumental. Es arte porque es original y distinta. Está mal hecha, en contraposición a las películas bien hechas.
Leído con detalle este artículo, igual que el que le precede, bien desarrollado, brillante diría, mi visión particular se ajusta mucho más la definición de Greenberg, esa que dice «Te gusta, eso es todo, sea abstracto o un paisaje. Te gusta. Te golpea. No tienes que leerlo».
Como contaba en mi modesto blog (http://superehore.blogspot.com.es/2013/09/casi-arte.html), y lo que según parece también es opinión compartida por muchos, sí puedo afirmar que no entiendo en absoluto de arte, tampoco de vinos, sé lo que me llena, lo siento, dentro, sin más.
Gracias y reitero mi enhorabuena por los textos.
Yo creo que es una actitud estupenda ante el arte y también la vida.
Un saludo.
El Escritor del artículo es redundante en que «mintió» a mi me parece que miente al decir que mintió, más bien, da la impresión en su primer escrito que esta perdido, desconcertado, indeciso en cual es la verdadera definición del arte, que lo es?? y que no lo es??, en este segundo escrito cambia de posición y esplica que si lo sabe.
A mi parecer al arte no debería darsele un valor monetario ya sea en dolares, euros o libras, y mucho menos dejar que unos cuantos «Criticos de Arte» decidan cual es ese valor; Por qué comparar una obra de Gauguin con una de Cézanne o van Gogh por el simple hecho de su valor económico??
La obra de arte que más vale es la que evoca en el ser algo más que las otras, la apreciación del arte es hasta cierto punto solipsista ya que, cada uno da el valor y la realidad a las cosas que percibe, es decir, si yo veo algo que para muchos es arte y para mi no lo es, simplemente no es real; realmente no es arte aunque para otros sea una maravilla!!!
De fútbol, vino, cocina, política (incluida la internacional) mujeres (hombres, en su caso) y arte; todos sabemos.
Y no.
Una crítica a la teoría de Danto:
Danto, ese sabio
http://www.margencero.com/almiar/arthur-danto/
Una exposición que no es capaz de explicar las obras realizadas durante cuarenta mil años no puede ser considerada una teoría artística, esa teoría es radicalmente falsa