La primera señal de alarma debió haber saltado en el partido de ida de semifinales contra el Panathinaikos. Aquello estaba programado para ser un paseo rumbo a la segunda final consecutiva del Ajax de Amsterdam y se convirtió en una de las grandes sorpresas de los últimos años, mayor sorpresa aún que cuando ese mismo grupo de veinteañeros le ganó al Milan de Capello la final el año anterior. Aquel Panathinaikos sólido, noventero, sin concesiones, se plantó en Amsterdam, paró a los Litmanen y compañía y se llevó un 0-1 que en cualquier otra circunstancia le habría colocado como favorito para pasar a la final de la Champions League, un hecho que no se producía desde 1973, precisamente ante el Ajax de Cruyff.
Solo que, como es habitual en los equipos campeones y más aún en los equipos campeones con una estética y una narrativa detrás, esos equipos que más parecen un «Reich de los mil años» que un club de fútbol, la señal de alarma se tomó como un anecdótico toque de atención, una combinación de errores improbables y mala suerte acumulada. Aquel equipo era el mejor del mundo y llevaba dos años enteros siéndolo, sin matices. La culminación del juego holandés de precisión de los setenta y ochenta junto a la potencia y la presión italianas de los noventa. Un zumbido de jugadores que corrían hacia arriba, hacia abajo… y que todo lo que hacían, lo hacían con sentido.
Uno sabe que un equipo funciona cuando sus jugadores más vulgares parecen estrellas. Parte del error que asoló al fútbol europeo después —y en eso destacó el Barcelona— fue pensar que bastaba con llevarse a los individuos sueltos por millones de euros para repetir los triunfos del colectivo. Error. Van Gaal había engrasado una máquina casi perfecta, sin fisuras: una suerte de 3-4-3 que se reconvertía en 4-3-3 según Danny Blind o Frank de Boer quisieran iniciar el ataque unos metros más adelante, algo parecido a lo que Koeman hacía con Cruyff.
Los laterales eran torpes pero voluntariosos y buenos defensores: Reiziger y Bogarde. En medio, como queda dicho, cerraban el mayor de los De Boer y Blind. Por delante, Davids cubría la baja de Rijkaard, otro de esos jugadores multiusos, campeón de Europa el año anterior ocupando una posición que podría ser a la vez la de «libre» y «medio centro defensivo». A su derecha ya no estaba Seedorf, el primero en iniciar el éxodo a tierras latinas, vendido por una millonada a la pujante Sampdoria, sino Ronald De Boer, el gemelo pequeño.
Por delante, un cuadrado mágico: Jari Litmanen jugaba de media punta con llegada, el verdadero goleador del equipo; Patrick Kluivert o Nwanko Kanu en el puesto de nueve fijo que baja el balón y reorganiza el ataque con un toque atrás. Un vértice, más que un delantero. Lo que Guardiola pretendió que fuera Ibrahimovic hasta que el sueco decidió sobreactuar su papel de excéntrico. Por las bandas, extremos puros, de los pocos que quedaban en Europa después de demasiados años de defensas cerradas y delanteros tanque, Marc Overmars y George Finidi, con presencias esporádicas de Musampa, Wooters o el jovencísimo Babangida.
Ninguno era un «galáctico», ninguno era desequilibrante por sí mismo —quizás Overmars fuera el más talentoso, aunque las rodillas le traicionaran con una frecuencia desoladora—, pero el conjunto era arrollador: en la primera ronda se pasearon en el Bernabéu de manera insultante, un 0-2 que bien pudo ser 0-5. Aquel triunfo hizo más por la reputación del Ajax en España que la Champions del año anterior, más aún cuando se vio reforzada por una nueva doble exhibición ante el Borussia de Dortmund en cuartos de final, justo después de la devastadora lesión de Overmars, que colocó a Musampa en su lugar, sin el mismo éxito, desde luego.
En liga, el equipo se aproximaba a su cuarta liga consecutiva. En Europa, aparte del Panathinaikos, sus rivales eran la muy limitada Juventus y el sorprendente Nantes francés. ¿Quién podría evitar el doblete?
La vuelta en Atenas
La respuesta a la pregunta parecía haber llegado demasiado pronto: el Panathinaikos, como decíamos, se plantó atrás en el vetusto Estadio Olímpico de Amsterdam y en el minuto 87 sacó un latigazo en forma de contraataque que culminó Warzycha por toda la escuadra ante la salida desesperada de Edwin Van der Sar. El típico gol que encaja un equipo desconcentrado, que se sabe superior. El gol que te obliga a ir a Atenas no solo a sobrevivir sino a ganar… porque si no ganas, el ridículo es monumental.
Y así, dos semanas después, el Spyros Louis se llenaba como hacía tiempo. Más de 75.000 personas para apoyar a su equipo, años de gloria para el deporte griego, en especial, el baloncesto. Armadores multimillonarios dispuestos a dejar su impronta a base de fichajes espectaculares y sobrios entrenadores. El Ajax era un equipo joven, un equipo de veinticinco años de media, pero a la vez lo suficientemente veterano como para no dejarse intimidar. Habían jugado demasiadas veces en Rotterdam como para entender lo que era un ambiente hostil.
La primera parte fue un vendaval holandés. Un auténtico espectáculo. De nuevo, el mejor juego que uno recuerda hasta que llegó el Barcelona de 2009. Once tíos que atacan, once tíos que defienden y roban el balón a los tres segundos. Presión constante. A los cuatro minutos marcaba Litmanen, su octavo gol de la competición. De repente, la euforia se congeló en Atenas mientras los aficionados veían como el Ajax seguía llegando y llegando, con Kanu de único delantero y Silooy en la defensa para permitir que Frank De Boer y Blind se asociaran con Davids y cerraran por completo el medio del campo.
Pasaron los minutos, acabó la primera mitad, transcurrieron más de treinta minutos de la segunda y parecía increíble que aquello pudiera acabar en prórroga, que después de 165 minutos de dominio avasallador, el Ajax aún pudiera quedar eliminado en una contra griega. Entonces, minuto 77, apareció de nuevo Litmanen para controlar a la perfección un pase de Finidi dentro casi del área pequeña, sorprendentemente desmarcado, y empujar el 0-2. Nueve minutos más tarde, Wooters, otro extremo polivalente, ponía el 0-3 y llevaba al Ajax a Roma en uno de los mejores partidos de su historia.
La sensación era la misma que antes del tropiezo en casa, antes de la desconcentración y el gol de Warzycha: somos imbatibles. Juegue Musampa o Wooters o Silooy o Bogarde… da igual. Somos imbatibles.
Del Piero y diez más, el equipo mentiroso
Solo quedaba por saber el rival en la final y ninguno infundía un especial temor. La Juventus se había quitado de en medio al Real Madrid de Raúl en cuartos de final con un gol in extremis de Padovano, típico delantero torpón pero resolutivo de la liga italiana, y se enfrentaba al Nantes, campeón francés, que había derrotado al Spartak de Moscú. Eran los tiempos en los que la Liga de Campeones solo la jugaban los campeones y había menos glamour pero más emoción, más equipos que, con un buen sorteo, podían llegar muy lejos.
La Juventus de Marcello Lippi era un equipo construido en torno al físico y la contundencia. Un auténtico coñazo, en una palabra. Había tomado el relevo del Milan después de un período sencillamente inigualable que había vivido su canto del cisne con el 4-0 al Barcelona en 1994 y la final del año siguiente ante el Ajax. El Milan intentaba recomponerse sin holandeses mientras la Juventus acumulaba jornaleros que protegían lo mejor que sabían al nuevo «fantasista», el sustituto de Baggio, el joven Alessandro Del Piero, el mayor fenómeno que se había vivido en Italia en mucho tiempo.
Los métodos de esa Juve los hemos sabido después, con el escándalo de la creatinina, las extrañas vitaminas antes de los partidos y en los descansos y el denunciado abuso de EPO, las trampas típicas del deporte en los noventa y que nadie del mundo del fútbol ha investigado seriamente ni investigará jamás porque esto no es ciclismo. En el momento, lo que quedaba claro es que no era un equipo que pretendiera enamorar a nadie: cuatro defensas aguerridos, incluso violentos, como los veteranísimos Ferrara y Vierchowod o los Pessotto, Torricelli y compañía, que ya apuntaban maneras. Delante, una especie de trivote, con Deschamps organizando y repartiendo estopa, Paulo Sousa intentando que el equipo jugara a algo y Antonio Conte peleando por cada balón.
Por último, esa gran mentira del fútbol italiano de los noventa que se dio en llamar «tridente», la manera que tenían los entrenadores de rebatir la acusación de ser defensivos. «¡Si jugamos con tres delanteros!», decían, obviando que eran tres islas cuya principal función, también, era defender y presionar la salida del balón. En el caso de la Juventus, los papeles se repartían así: Del Piero ponía el talento, Gianluca Vialli, en el ocaso de su carrera, era el encargado de poner los goles y la veteranía… y el tercer delantero podía ser un poco cualquiera, porque su labor era enganchar alguna y matarse a correr detrás del rival de turno que condujera la pelota. A veces era el citado Padovano, a veces era el canoso Ravanelli, a veces no era nadie.
La eliminatoria ante el Nantes se decidió en el partido de ida en Delle Alpi con un 2-0, goles de Vialli y Jugovic, otro de los pocos talentosos, que ponía todo muy cuesta arriba para los franceses. La vuelta fue un trámite desde el momento en el que Vialli marcó el primer gol del partido, lo que obligaba al Nantes a marcar cuatro, algo que de ningún modo iba a hacer ante un equipo italiano cuando sus máximas estrellas eran Kosecki, el ex del Atleti, y Ouedec, que poco después jugaría en el Espanyol. Al final, 3-2 para los franceses. Insuficiente. Once años después de la tragedia de Heysel, la Juventus se plantaba de nuevo en una final de la Copa de Europa.
El hombre con el que nadie contaba: «La pluma blanca»
El partido estaba llamado a ser un auténtico choque de estilos. Algo parecido había pasado el año anterior contra el Milan, pero aquel equipo de Capello no era este de Lippi. Ahí jugaban Savicevic, Boban, Lentini, Donadoni… sus medio centros defensivos eran Desailly y Albertini, que no eran unos estilistas pero tampoco eran Di Livio y Conte… Si entonces el Ajax partía como aspirante, ahora era el favorito indiscutible. Bastaría con un arreón de Finidi o una llegada desde atrás de Litmanen o un pase de cuarenta metros de De Boer para que Kanú hiciera algo de magia… y el partido quedaría sentenciado.
Los recursos de Van Gaal eran enormes, aun pese a las lesiones, y ese día puso a su equipo de gala sobre el campo: Van der Sar; Silooy, Frank de Boer, Bogarde; Blind, Davids, Ronald de Boer, Litmanen; Finidi, Musampa y Kanu. Lippi, por su parte, mantuvo su apuesta defensiva: Peruzzi; Ferrara, Vierchowod, Pessotto, Torricelli; Deschamps, Paulo Sousa, Conte; Del Piero, Vialli y Ravanelli. Jugovic, como era habitual, esperaría desde el banquillo y, sorprendentemente, le acompañaría Michele Padovano, un hombre que había funcionado muy bien en las eliminatorias y que venía de jugar como titular las semifinales en detrimento de Ravanelli, hombre trabajador, con buen olfato de gol pero algo irregular.
Sin embargo, lo que más llamaba la atención de Ravanelli no era su entrega ni sus remates sino su pelo canoso que le hacía aparentar una edad que no tenía. De hecho, Ravanelli apenas contaba con veintisiete años cuando se plantó en Roma para jugar de titular la final contra el Ajax. Fichado por la Juventus tres años antes, procedente de la Reggina, su carrera se había movido entre clubes muy pequeños de la liga italiana, empezando por el Perugia y continuando por Caserta y la citada Reggina. No era un jugador que destacara por nada más allá de sus goles y su inteligencia. Fuera del área era uno más, dentro del área no convenía dejarle un centímetro.
Desde que llegara a Turín, había colaborado en la victoria de la Copa de la UEFA de 1993 y en el doblete liga-copa de 1995, año de su explosión, con treinta y tres partidos en la Serie A y quince goles anotados, solo dos menos que su compañero de delantera, Gianluca Vialli, tomando así el relevo de Roberto Baggio, que había firmado el verano anterior por el Milan. De aquel esplendor tardío a los veintiséis años se pasó a una temporada algo más calmada, limitada en ocasiones por pequeñas molestias y lesiones. El equipo no pudo seguir el ritmo de los de Capello en liga y se centró pronto en la Copa de Europa. Fabrizio, pese a todo, anotó trece goles, que no estaba nada mal en un campeonato como el italiano donde pasar de los veinte era una heroicidad.
Y es que Ravanelli no era un goleador excelso, pese a que suyo sigue siendo el récord juventino de goles en un partido de competición europea con cinco en la Copa de la UEFA de 1994 ante el CSKA de Sofía. En sus cuatro años en la Juventus marcó cuarenta y uno en liga y sesenta y ocho en total… a lo largo de ciento sesenta partidos. Su presencia en el once inicial no debería alertar más que la de Padovano. Este era un partido de Del Piero contra Litmanen, de Deschamps contra Davids, de la defensa de cuatro de la Juve contra el ataque de cuatro del Ajax.
Sin embargo, «Pluma Blanca», como se le llamaba a Ravanelli, estaba empeñado en hacer historia, sabedor quizá de que era ahora o nunca, y de paso aumentar su caché ante la oferta del multimillonario Middlesbrough de Juninho y Robson, que le habían transmitido su intención de hacerse con sus servicios, y no espera mucho: a los 12 minutos, hace una de las suyas. En uno de los múltiples patadones por alto del medio campo italiano, el balón llega cómodo a la cabeza de Frank de Boer, quien, incomprensiblemente, golpea mal, hacia atrás, un error que quizá no hubiera sido tan grave si Ravanelli no estuviera esperando el fallo, a lo Hugo Sánchez, y si Van der Sar no se hubiera lanzado como loco a tapar una jugada que no apuntaba tanto peligro.
El movimiento de Ravanelli es magistral, inesperado. Con la puntera se lleva el balón, aleja al defensa y vence al portero en su salida. Aun así, está en un vértice del área, casi en la línea de fondo y necesita un milagro para tirar a puerta. Hay algo a su favor: es zurdo. Si Ravanelli fuera diestro, el remate sería imposible pero siendo zurdo aún puede intentar meter un poco de efecto al balón antes de que salga del campo… solo que, desafiando a la lógica, el delantero hace un giro improbable del tobillo con su pierna mala y consigue que el balón salga botando lentamente, a cámara lenta casi, a veces alejándose de la portería, a veces acercándose… una larga agonía durante la cual ningún defensa del Ajax llega para evitar lo inevitable: el gol de la Juventus, el 0-1 que pone patas arriba la final y enloquece a Ravanelli, que lo celebra a su manera: subiéndose la camiseta a la cabeza —Luis Enrique hacía algo muy similar en España— y batiendo los brazos como si la pluma se fuera a echar a volar en cualquier momento.
No sería el gol de la victoria porque Litmanen, siempre Litmanen, empataría en el minuto 40, pero fue el gol que hizo creer a un equipo y a una afición. El gol que convirtió a un jugador más en un jugador clave en la historia del equipo más importante de Italia. La Juventus acabaría ganando 4-2 en los penaltis, la especialidad de Ravanelli, aunque el jugador, desfondado, ya había cedido su puesto a Padovano antes de que acabara el tiempo reglamentario. Davids y Silooy fallaron sus lanzamientos y Jugovic, el recurso de Lippi para las segundas partes, se encargó de anotar el decisivo.
Campeón de Europa. Ravanelli era campeón de Europa a los veintisiete años, con solo una decena de partidos en la selección italiana de Arrigo Sacchi, con la que tendría una presencia testimonial en la Eurocopa de ese año en Inglaterra, país que le acogería la siguiente temporada, puesto que el Middlesbrough concretó su oferta y la Juventus pensó que sí, que era un héroe, pero que ya fabricarían otro. Mentalidad FIAT. En Inglaterra aguantó un año, lo que tardó su equipo en descender. Después pasó dos temporadas en el Olympique de Marsella hasta que volvió a Italia, en concreto a la Lazio, donde ganó liga y copa de nuevo a las órdenes de Eriksson… pero apenas marcó cuatro goles como suplente.
Ya con la edad que siempre aparentó, pasada la treintena, Ravanelli decidió probar de nuevo en las islas: primero, Derby County, donde vivió algo parecido a una segunda juventud, y posteriormente Dundee United, un paso fugaz, de cinco partidos, hasta que marchó a Perugia, el equipo de toda su vida, donde se retiró a los treinta y siete años, consciente de que no hace falta ser un mago para ser una estrella, basta con saber estar donde es preciso, ser el hombre con el que nadie cuenta y, así, acabar desesperando a todo un Van Gaal, su libreta y quien se ponga por delante.
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«Lo que Guardiola pretendió que fuera Ibrahimovic hasta que el sueco decidió sobreactuar su papel de excéntrico.»
Zlatan nunca será un vertice ni un delantero que baje el balón para reorganizar el ataque. Sabe hacer eso pero sabe hacer mucho más, esta en otro nivel de delantero centro mucho más completo.
Si guardiola quería un vertice no tenía que haber traido a Ibra, que se hubiera conformado con Mario Gomez o similares
En Barcelona no supo hacer ni eso que se le pidió ni lo que tu dices que es capaz de hacer.
No sé qué le pasará al resto de gente, pero el vídeo del gol de Gianluca en la final no se ve.
Arreglado, gracias por el comentario.
Qué injusto es el fútbol. Aquel Ajax se merecía esa copa y muchas más. Pero siempre le pasó al fútbol total, que se veía tan superior que se relajaba, y siempre acababa perdiendo. Fue así hasta que llegó Pep y le dio a ese maravilloso fútbol también la característica ganadora. Ahí sí que se convirtió en arte: bonito y efectivo. Ese es el gran mérito de Guardiola, el haber hecho ganador al Totaalvoetbal y haberle devuelto lo que le pertenecía. Luego vendría la selección española, el Bayern, etc…
Merito de Guardiola? El Barcelona ya era una maquina cuando lo cogio y ese mismo bloque, al que encontro en su momento optimo, habia conseguido una Champions dos años antes. Y España ya habia ganado la Eurocopa de 2008 jugando un futbol imponente, para mi insuperable, antes de que Guardiola debutara en el banquillo del primer equipo del Barcelona. Que acerto plenamente al prescindir de ronaldinho y Deco y darle galones a Messi, entre otras cosas, y elaboro alternativas para sorprender a los rivales un par de años mas, pero no invento nada significativo.
Admiro a Guardiola como entrenador, pero no revoluciono nada: introdujo pequeñas mejoras incrementales al juego que desplegaban el Barcelona de Rijkaard y la España de Aragones. Que tampoco revolucionaron nada, pero tienen un merito extraordinario que a veces les usurpa Pep.
Disculpen la ausencia de tildes, teclado extranjero.
Hombre, Guardiola cogió una plantilla explendida pero era de todo menos un equipo, y por supuesto máquina ni de lejos.
El mérito de Guardiola fue dar el impulso a jugadores que se habían acomodado, quitarse de encima a los díscolos y dar un paso o dos más al juego de Rijkaard.
El Barcelona era una maquina en el sentido mas literal que se le pueda dar a la expresion en este caso. Los jugadores llevaban 20 años jugando mas o menos a los mismo y estaban todas las piezas y los automatismos. Si hubiera tenido que revolucionar el futbol, le habria costado mas de una temporada llegar a la cuspide.
Barça 2007-2008: eliminado en Copa por (creo recordar) el Sevilla. Eliminado en Champions en semifinales vs Manchester United (campeón de ese año). Perdió 0-1 en el Camp Nou y 4-1 en el Bernabeu vs Madrid (pasillo). Acaba la Liga a +18 del Real.
Barça 2008-2009: sextete, récords de todo tipo, 2-6 en el Bernabeu y 2-0 en el Camp Nou al Madrid. Aplasta en Champions al campeón de Alemania, al campeón de Inglaterra y al campeón de Francia.
Sí, definitivamente Guardiola no tuvo nada que ver.
Definitivamente, has contestado al comentario equivocado. Alguien habrá mencionado por ahí que Guardiola no tuvo nada que ver en el éxito del Barcelona 2007/08 y se ha quedado sin tu contestación.
Lo que yo decía, simplificando, por si alguien no hubiera entendido mi comentario (ya lei el reciente informe del PIAAC sobre la comprension lectora de los españoles) es que el estilo del Barcelona ya había conseguido grandes exitos antes de Guardiola.
Perdonen por las metaforas, pero no es lo mismo pintar el mejor cuadro impresionista de la Historia que inventar el Impresionismo. Mi abuela cocina la mejor tortilla de patatas del mundo, pero no la invento ella. Guardiola dirigio el mejor y mas exitoso equipo de la historia del futbol, esto ya es merito suficiente como para que queramos atribuirle el descubrimiento de America.
El Barcelona que cogio Guardiola era una sombra del equipo que Rijkaard había armado para ganar dos ligas y la champions unos años antes. Una plantilla desmotivada, que había pasado de las mieles del éxito al fracaso de dos años consecutivos sin ganar ningún titulo y que había visto como su máximo rival le arrebataba una liga en el ultimo partido por la diferencia de goles y le ganaba otra liga, dejándole a 18 puntos de distancia.
El gran merito de Guardiola, bajo mi parecer, fue articular su equipo alrededor de un grupo de jugadores que hasta entonces habían jugado un papel mas secundario en el equipo (Puyol estaba bajo la sombra de Marquez, autentico líder de la defensa blaugrana, Iniesta todavía no tenia el peso que adquirio bajo su batuta y Messi era un crack en ciernes que necesitaba de protagonismo para convertirse en el jugador que es hoy), recupero al Xavi y exprimio los últimos restos de genialidad que le quedaban a Henry, confio en una serie de jugadores por los que nadie hubiera apostado un céntimo (Pique y especialmente Busquets, que teniendo a Ture Yaya ya fue echarle huevos) y llevo todo el trabajo de casi dos décadas de mano de Cruyff, Van Gaal y Rijkaard hasta la excelencia, rozando la perfeccion por momentos.
Claro que no invento nada, de la misma forma que ninguno de los anteriores tampoco (si acaso ese merito hay que atribuírselo a Gusztav Sebes y la maravillosa selección húngara de los 50, como la semilla de este estilo), pero nadie lo ha perfeccionado como lo hizo el en su primera temporada, practicando un futbol de ensueño y ganándolo todo.
Creo que todo eso es suficiente para atribuirle el merito que merece, que es bastante.
Hay un pequeño error en la descripción del segundo gol de Litmanen al Panathinaikos. El pase es de Kanu, no de Finidi.
Bonito artículo :)
Pingback: Cuando Ravanelli hizo añicos la libreta de Van Gaal
Gran artículo, me encantan las anécdotas de este tipo de jugadores que hoy en día ya no tienen cabida en el terreno de juego (gente como Owen o Inzaghi hoy en día no llegarían ni a debutar con sus respectivos clubes). Como sugerencia, estaría bien dedicar un artículo a Patrick Kluivert, futbolista caído en el olvido pero un pionero del modelo de delantero que predomina hoy en día en el fútbol.
Kluivert era un falso nueve. Tenía cuerpo de delantero centro y unas condiciones físicas y técnicas ideales para esa demarcación, pero lo suyo era más dar goles que meterlos. Rivaldo, especialmente, debería tenerlo como un ídolo por la cantidad de asistencias que recibió del holandés. Kluivert fue el mejor del mundo jugando de espaldas a portería, ahí se movía como nadie. En mi opinión, era la versión sublime de lo que, por ejemplo, fue Kiko en el Atlético de Madrid (desmarque, recepción o control de espaldas, y pase). A Benzema le está pasando lo mismo que a Kluivert, otro incomprendido. Parece un 9 pero es otra cosa: un pasador y, ocasionalmente, un rematador. S2
Decir que uno de los mayores goleadores de la historia de la Champions no tendría cabida en el fútbol actual igual es un poco exagerado, no crees?
Mi mayor alegría futbolística. La tarde anterior me llegó de Italia la camiseta de la Juve con el nombre de Ravanelli estampado.
Un jugador en las antípodas de mis gustos futbolísticos que ensalzaba la victoria de los torpes, de los poco dotados, los que su tesón y obstinación les lleva a la gloria.
Por otra parte discrepo totalmente de la simple visión que se hace de Deschamps. Jugador que en apariencia no tenía nada y siempre estaba en el lugar correcto. Tocaba cuando el equipo lo necesitaba, repartía de igual manera, y sobre todo robaba como nadie.
Gracias por el artículo siempre gusta recordar el fútbol de los 90. Cada año el favorito de champions es el que ganó el año anterior pero sabemos que esto hace mucho que no se cumple, por eso es una competición tan bonita y apasionante. Hay que apreciar todos los estilos para llegar a la victoria, ya sea el de ravanelli o el de litmanen. Por cierto el comentario sobre owen e INZAGHI así con mayúsculas será una broma no?
Un saludo
El extremo del Ajax no era Wooters, si no que Wooter, Nordin Wooter.
Qué buenos parecían aquellos jugadores en el Ajax y qué decepcionantes resultaron algunos cuando salieron de allí para jugar en otros equipos, especialmente Litmanen, que en el Ajax parecía una máquina y fue un fiasco total en el Barcelona. Frank de Boer no era Koeman, ni Ronald de Boer era Xavi. A Bogarde aún se le recuerda con aquellas cadenas y abalorios adosados al cuerpo disputando varios partidos de liga en 1998. Seedorf y Davids eran más efectistas que efectivos. De aquel Ajax me quedo con Kluivert (era pura clase, y un falso nueve incomprendido porque no marcaba tantos goles como exigía su demarcación), Kanu (autor de varios goles antológicos en su etapa del Arsenal) y Finidi (incomprensiblemente no acabó en un grande, y eso que algunos, como Aragonés, le tenían también por un jugadorazo). Fue un equipo que no hizo época pero el año que ganó la Champions hizo un fútbol deslumbrante
pues para ser un efectista… Seedorf ganó tres copas de europa con tres equipos diferentes. No se si me equivoco, pero me parece que nadie más ha conseguido esa hazaña. ¡Viva el efectismo!
Sí, ganó cuatro copas de Europa (una con el Ajax en 1995, otra con el Madrid en 1998, y dos con el Milán en 2003 y 2007), pero el palmarés de un futbolista tiene mucho de circunstancial. Recuerde a Karembeu, que tiene un Mundial y una Copa de Europa, entre otros títulos. Me gustó Seedorf el año de Capello (temp 1996/97), junto a Redondo en el centro del campo, pero ya pocos recuerdan las dos malas campañas que jugó después, y para mí fue una bendición cuando Sanz decidió venderlo al Inter. El Madrid nunca lo echó de menos. Por cierto, el bueno de Clarence era una bomba en el vestuario y lo que muchos llamarían ahora un topo. ¿Recuerdas alguna característica definitoria de su juego? ¿Gran pasador, goleador, gran disparo, medio machaca, polifuncional…? ¿alguna cosa en especial que elevara su fútbol a otro nivel que no fuera esporádicamente? Yo no. Creo que era más un jugador llamativo por poder hacer muchas cosas pero que, a la hora de la verdad, no aportaba lo que se esperaba de él. Un jugador espumoso. Y no soy el único que pensaba eso: recuerdo a Michel comentando la Eurocopa de 2000 y sus comentarios sobre los constantes errores de Seedorf en la interpretación del juego.
la final contra el Panathinaikos fue en el 71…joer,que eso esta a golpe de wikipedia hijo mio…
El artículo sería más interesante si explicara su temporada con el Middlesbrough. Fue una temporada increíble, y creo que la mejor de su carrera.
«algo que de ningún modo iba a hacer ante un equipo italiano cuando sus máximas estrellas eran Kosecki, el ex del Atleti, y Ouedec, que poco después jugaría en el Espanyol.» y Pedros,Reynald Pedros.Aunque no pudiese jugar por sancion y luego su carrera no llegase a ser nada de lo que proyecto en su etapa en el Nantes era la principal estrella de ese equipo.
Gran artículo. La Juventus es un club muy curioso. Pese a su dominio hegemónico en Italia (nada menos que 29 «Scudettos» en su haber, 27 de ellos luego de la fundación de la Serie A y 9 «Coppas» siendo el club más ganador en Italia), no comparte la misma suerte en Europa, pese a ser el primer club en conquistar la «Triple Corona» europea (extinta Recopa, Copa de la UEFA y Copa de Europa).
Ha tenido oportunidades de fundar una «dinastía», y sin embargo, nunca lo logró. Ha sido el club que más finales de Champions/Copa de Europa ha perdido, solo empatado con el Bayern Munich. Algunas de las finales perdidas más duras fueron contra alemanes: El Hamburgo de Magath y Keegan en los 80’s y el Borussia Dortmund de Mattias Sammer y Chapuisut en los 90’s. También fue duro haber perdido contra el Ajax en la era Cruyff o bien contra aquel Real Madrid el cual muchos no apostaban un centavo. Por último, la final contra el Milan, acaecida en el «Teatro de los Sueños» luego de una ronda de penalties, la última de las frustraciones.
Pero si ha sido duro perder tanto, las victorias tienen sabor amargo: Desde la ignominiosa final ante el Liverpool en Heysell, y luego la victoria ante el Ajax, el imaginario popular olvida la primera, no quiere acordarse de esa tragedia y la segunda, siempre se la adjudica a ese extraordinario grupo holandés. En pocas palabras, la Juventus ha perdido muchas finales que ha merecido ganar y las dos que ha ganado no son las que debían. Muy curioso.
Ahora resulta que el Ajax en 1996 era un equipazo cuando en ligas más exigentes a la holandesa la mayoría de sus jugadores «estrella» fueron una total decepción. En realidad su verdadera estrella era Litmanen, que en el Barcelona estuvo en el ocaso de su carrera. Pero vamos, si en ese tiempo el mejor equipo de Europa era el Milan de Capello que, qué curioso, jugaba verdaderamente horrible, pero tiene crédito golear a un equipo que defiende fatal como en 1994… Ahora, los medios españoles que hicieron la crónica de aquella final del 1996 estuvieron locos puesto que todos coinciden que el Ajax estuvo fatal aquella tarde y la Juve mereció ganarla, o tal vez Ferguson en su autobiografía también, cuando escribió que la Juventus fue tan superior que debió haber finiquitado todo en el primer tiempo goleando…
Si el Liverpool hubiese ganado en Heysel le hubieran hecho película como a los rugbistas uruguayos…
Es increíble como esos jugadores del Ajax solo funcionaron cuando jugaban juntos en ese equipo. Cuando salieron pocos triunfaron o demostraron ser lo que parecían…
La máxima expresión de aquel equipo fue un 5-2 al Bayern en la Champions`95. Ese repaso nunca se me olvidará