Cine y TV

Un buen día para matar ratas

Línea mortal 1

Hollywood es muy simple. La luz de color rojo indica algo prohibido. Meterse con una niña negra en el cole es el mal de todos los tiempos, aunque tú también tengas diez años y te importe una mierda el color de su piel. Ser el líder de los malotes del barrio te marca la vida. Y, por supuesto, el sexo tienta al macho y la drogas acaban con la vida del mayor héroe que una chica pueda imaginar: papá.

Parece mentira que tengáis que jugar con la muerte para daros cuenta de eso, tontolabas. Y que no sepáis de antes que la redención solo viene del Altísimo. Y que el ser humano es pecador por naturaleza. Tiene guasa que no identifiquéis al gordito del grupo como el depositario de los valores primigenios y del orden natural. Si siempre es así…

En las pelis de los grandes estudios, además, no falta —como en la vida misma, que la vida es un guión de cine— la tensión del triángulo amoroso. Una chica objeto que debe decidir entre las dos opciones que, más o menos exageradamente, se le presentan para el lecho: el riesgo o la sensatez, la transgresión o la redención. El polvo salvaje o el matrimonio de toda la vida de dios. Y claro, chicas, optaréis por la salvación. Con diversas variantes, tras probar el fruto del pecado o solo desearlo, y con una presentación cada vez más forzada de los estereotipos masculinos, unos tíos crecientemente simples, y de la guapa chica —siempre tiene que ser guapa, eso sí, que a nadie le interesa atisbar la teta de una protagonista feúcha—, cuyo estereotipo se va llenando de matices con los años: es verdad, ahora, además de tetas, tiene culo.

Con este cóctel y un par de banderas de barras y estrellas a 24 fotogramas por segundo, basta con hallar un escenario —al menos, en parte— novedoso para parir un blockbuster. Y así, hace ahora 23 años, antes de dar hostias como panes en la piel de Jack Bauer, Kiefer Sutherland tuvo que pedirle perdón desde un árbol a Billy Mahoney. La peli se atrevía a indagar sobre la vida y la muerte, qué mejor escenario para meter a Dios, al pecado y todo eso —más jodido lo de las banderas—, y daba un saltito adentro en la frontera que todos querríamos visitar con billete de vuelta: la del túnel con luz al fondo y música de violines.

Más allá de que a mí lo único que me inspira de la muerte es que por fin podré ver a Lennon en directo —y a Hendrix, y a Freddy, y a Jacko… que se jodan violines—, es cierto que hace dos décadas era un adolescente como todos los demás e hice cola en el Novedades para ver Línea mortal.

Una generación de actores jóvenes, escenarios señoriales, noche y lluvia, cementerios, un argumento curioso… y un tráiler en el que se sugería el sujetador de Julia Roberts.

Había una guapa.

La peli se iniciaba con una escena que parecía sacada de un videoclip de los grandilocuentes Simple Minds, y no solo por el peinado noventero de Sutherland —peor será ver minutos después el de Kevin Bacon—, sino por la pose engabardinada mirando al infinito entre nubes, edificios y rompeolas… y por el cierre de la secuencia. «Hoy es un gran día para morir», masculla sonriente Nelson Wright, su personaje, antes de salir acelerado, con prisas por cumplir su autoamenaza.

Ya hemos descrito más arriba los estereotipos que dan vida a los personajes: el guaperas, el idealista, el gordito sensato, la guapa y el malote ambicioso. Y sí, todo se desarrolla como recordáis o imagináis, no hay sorpresas, Joel Schumacher tiró de oficio y artificio para levantarse un buen sueldo sin devanarse mucho los sesos. Cierto que con ese elenco de famosetes de carpeta forrada y un guión que juega con la muerte, el pecado, la codicia, la culpa y el amor muy malo tienes que ser para no saber salpimentarlo y justificar tu nómina.

¿Hay algo después de la muerte? Lo del túnel con luz al fondo y los violines ¿es una realidad o es solo producto de algún proceso químico de la primera descomposición? Si el cerebro ya está en línea plana, línea mortal —Flatliners, se llama la peli en inglés—, ¿qué sentido tiene que haya actividad y la recuerdes en el caso de que las maniobras de resucitación tengan éxito? Y si no es cerebral, si es el alma la que inicia un viaje, ¿por qué si funcionan las palas de electroshock esa alma liberada regresa siempre precisamente a ese cuerpo?

No solo Michael Douglas, productor de la cinta, se hizo esas preguntas —seguramente, se las sigue haciendo, dada su biografía—, también toda la comunidad científica. Y parece que las están empezando a responder. Sí, hay vida después de la muerte. Al menos la hay en el cerebro de una rata.

Paradójicamente, la chica de la antorcha de la Columbia parece haber hecho mucho más por indagar en esa frontera que los médicos de bata blanca. Y más que va a hacer, pues se da por seguro un remake de Línea mortal, para el que ya hay hasta director elegido. Ahora, científicos de la Universidad de Michigan se han puesto manos a la obra, para que no se diga, aunque, como dice el personaje ateo de Kevin Bacon en la peli, tengan luego que pedirle perdón a Dios por meterse «en su puto terreno».

Aproximadamente, el 20% de los supervivientes de un ataque al corazón refieren experiencias post mortem conscientes. Suelen asegurar que se sentían «a salvo», o que se veían «a sí mismos desde arriba», o simplemente que la cosa «es más real que la realidad misma». Más allá de que en la peli el porcentaje de éxito alcanza el 100% y de que en ningún caso la cosa les mola a los protagonistas —pero todos callan como putas—, hay nueve ratas en Michigan cuya experiencia ha sido también 100% exitosa y corroborable.

No porque hayan regresado de las fauces de la muerte para contarlo, no, que están más tiesas que la mojama, sino porque Jimo Borjigin y su equipo han demostrado que en los 30 segundos posteriores a inducirles una muerte por infarto, su cerebro presentaba actividad eléctrica. Y no una cualquiera, no, la equivalente a la de la consciencia —con «s», por cierto, que son ratas.

Yo me pregunto si es que nadie se había preocupado de esto antes. Si en la paradoja eterna de ciencia y religión, de creacionismo y big bang, de costillas moldeadas con barro o amebas evolucionadas todos habíamos dado por sentado, sin siquiera buscar pruebas, que la Biblia se equivoca y que el verdadero dios es Darwin y Mendel su profeta. Ellos dicen que no, que el suyo es el primer estudio serio sobre el asunto. Y el caso es que se daba por sentado que durante un ataque al corazón, el cerebro quedaba poco menos que en stand by y que, caso de pararse el músculo cardíaco definitivamente, al dejar de fluir la sangre, la actividad cerebral cesaba de inmediato. Chimpún, muerte. A otra cosa.

Por eso mismo, a mí me flipaba lo del alma y eso de que regrese al mismo cuerpo, lo que explicaría que ni alma ni leches, que solo somos recuerdos impregnados químicamente en las circunvoluciones cerebrales… y que lo único que regresa no es el alma, sino el flujo de oxígeno y la actividad eléctrica. Como en la peli.

Ya. Pues ahora hay unos fulanos que se han dejado de elucubrar y han comenzado a investigar. Y han identificado ondas gamma de más de 25 Hz. en esos segundos posteriores a la muerte clínica. Una actividad similar a la de la consciencia o la de la fase REM del sueño, cuando las pupilas se mueven alocadas bajo los párpados cerrados… porque, nos dicen los estudiosos, el cerebro está ordenando su información. Desfragmentándola, diríamos de ser ordenadores nuestras masas encefálicas.

¿Eso quiere decir que la materia gris, ante la falta de oxígeno y glucosa se prepara para algo, se pone en orden de revista o así? Algo parecido se deduce de las palabras del doctor Borjigin: «el cerebro procesa información con esas ondas gamma en esos segundos», algo pasa ahí y por fin tenemos «un modelo científico con información sistematizada sobre esos instantes».

Quizá eso explicaría lo de las experiencias post mortem o cercanas a la muerte, según queramos decirlo. Sería una especie de sueño recordado, lo que nos queda de la reorganización final de nuestra vida almacenada. Pero nos falta por saber por qué algunos «asisten» desde el techo de la sala de reanimación a ese proceso, o si ese sueño sería eterno caso de no ser resucitados.

Y la clave definitiva, lo que aún no nos dicen desde Michigan esos tipos tan listos y en bata es para qué se prepara frenéticamente el cerebro de las ratas en esos 30 segundos. Por qué reorganiza sus datos… Quizá para eso haya que esperar a la chica de la antorcha de la Columbia, cuando el remake de ficción vuelva a cruzar la frontera de la Línea mortal.

Realidad y ficción: Ciencia y Dios. O viceversa.

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7 Comments

  1. No creo que sea el sitio adecuado para debatir esto pero allá vamos.
    ¿El estudio ha sido respaldado por un peer review? ¿Otros científicos han comprobado o no el estudio?
    Lo de que sea el único estudio serio no me suena bien. Aquí un artículo divulgativo sobre el fenómeno de las Experiencias Fuera del Cuerpo (EFC): http://www.cienciakanija.com/2009/10/15/fuera-de-tu-cabeza-dejando-el-cuerpo-atras/

  2. kilgore

    Windows se está cerrando…. o algo así.

  3. «…todos habíamos dado por sentado, sin siquiera buscar pruebas, que la Biblia se equivoca …»

    Perdón???

    «Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias».
    – C. Hitchens

  4. Diego

    «Aproximadamente el 20% de los supervivientes de un ataque al corazón refieren experiencias post mortem conscientes…»o como, aproximadamente, 4 de cada 5 personas que sufren un ataque al corazon tienen una experiencia completamente atea.
    Por otro lado el cerebro tiende a confundir sueño con muerte cada noche (¿quien no ha creído que se ostiaba a las 2 de la mañana en su propia cama?), por lo que al menos a bote pronto no veo razón para que no suceda lo contrario.

  5. Narciso

    «Martyrs» Pascal Laugier (2008),
    no se la pierda…

  6. Gustavo

    Me encanto el titulo del articulo, tiene, como algunos textos hebreos, mas de 5 interpretaciones posibles. Eso sin ponernos religiosos, claro. De lejos el mejor desde mi primer articulo aqui.

  7. Pingback: Un buen día para matar ratas | ADPrietoBlog

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