Vivimos en crisis. Cierto es que esta última, esa que recorre las arterias de nuestro país (España) en lo más profundo, afecta y mucho a los medios de comunicación y por añadidura, a nosotros los periodistas.
Las cifras abruman, sí, pero no queremos convertir esto en un lamento; o en una oda a lo cojonudos que somos por el simple y mero hecho de ser periodistas. No. Ni queremos dar pena. Ni sembrar alegrías. Ni alimentar corporativismos baratos, que cuando te das la vuelta se desvanecen en el día a día.
No. Detrás de cada cifra, hay un nombre, un apellido, una vida. Humanizar las historias es nuestro objetivo, y poner rostro a aquellos que, durante mucho (o poco) tiempo, han hecho que la información haya sido parte de nuestra vida.
Os voy a contar un cuento…
«Rostros sin firma»
Érase una vez una época en la que existía el periodismo. El humo del tabaco, el tintineo del hielo en el whisky, las medidas del tipómetro, el olor a tinta y el sonido de las rotativas hacían funcionar una cosa llamada Información. Como aquello que decía Enrique Meneses: «no tengo sangre en las venas, sino tinta de imprenta mezclada con un poquito de whisky».
Hubo un tiempo en el que se creía en el periodismo. Un tiempo en el que los sueños de muchos y las palabras de otros tantos conformaban una profesión. Cuando las redacciones de este país rezumaban profesionalidad; cuando se trabajaba codo con codo, cuando las noches eran larguísimas, los días eternos y los medios, más que escasos, insuficientes.
Una época en la que se abrieron las ventanas y entraron aires de libertad. Una libertad que hacía grande aquello que tocaba, aquello que mostraba, aquello que peleaba. Se crearon facultades. Se alumbraron medios. Nacieron grandes y poderosas firmas, nombres y apellidos de muchas letras con sentido. Importantes imperios informativos. Un momento en el que, como decía Gabriel García Márquez, «el periodismo era el mejor oficio del mundo».
Pero con la libertad, llegaron las nubes. Y las prisas. Despertaron los días grises, casi del mismo color que el de los trajes de aquellos hombres que comenzaron a gestar nuevos cambios. En los despachos se instaló el olvido de unos tiempos que no volverán. Se impusieron carreras de fondo para llegar primeros. Daba igual con qué, pero había que llegar. Y, por supuesto, ser más que tú, compañero de fatigas en otros tiempos, que ya ni quieres ser recordado.
Y llegaron las cifras. Los que soñaban con contar al mundo qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué, se convirtieron en números, que un día, incluso, se han dejado de contar.
«A veces, ser el último en informar es mejor que estar equivocado», gritaron un día desde el Chicago Tribune con ansias de despertares. Y seguramente, como en todos los cuentos, se cumplirá.
Los personajes:
El entusiasmo
Txetxo Yoldi. Madrid (31 de enero de 1954)
Elegiría el entusiasmo porque sin él no podría haber hecho ni seguir enfrentándome a las situaciones como sigo haciendo cada día. Yo no me deprimo, tiro para adelante y peleo.
Decidió ser periodista más que porque escribiera bien, que como él mismo confiesa «escribe fatal», porque le parecía un oficio maravilloso. Aunque su padre quería que fuera abogado, finalmente la mayor parte de su carrera periodística ha estado relacionada con la justicia y los abogados. Tras iniciarse en información de tribunales casi por casualidad en Europa Press —que le eligió cuando estudiaba en la Universidad de Navarra—, fue el inventor del periodismo de tribunales político, destapando el sumario del 23F, un trabajo que le permitió dar el salto nacional al diario El País en julio de 1983, en el que ha trabajado durante los últimos 29 años y del que salió junto a otros 128 compañeros en el ERE del Grupo Prisa.
Es duro que compañeros que han trabajado codo con codo contigo, te pongan en la lista para echarte… La traición en el plano personal duele.
Ha pasado de todo, mucho y muy bueno, o malo a veces, rodeado de amenazas de unos y otros y reconoce que, quizá, algunos de los peores momentos los ha vivido en casa, cada vez que llegaba un paquete. Aprendió a revisarlos y a enseñar a sus hijos que siempre avisaran con cada envío, y a comprobar con precaución, pero viviendo sin miedo y con algo de inconsciencia.
La Asociación de la Prensa de Madrid acaba de galardonarle con el Premio Víctor de la Serna al periodista más destacado de 2012 por su labor de denuncia en el llamado caso Dívar, un escándalo que supuso la renuncia del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial.
Su entusiasmo le lleva a ver la vida como el día de su despido: «Para muchos de los que echan hoy conmigo, es un drama; para mí, es una faena. Muy mal se tienen que dar las cosas para que no se salga de esta».
Helena Dávalos. Madrid (17 de octubre de 1986)
Soy entusiasta. Porque a pesar de que lo veo difícil no voy a dejar de luchar por un día volver a verme en una redacción, respirando el ambiente más activo que existe.
Desde los ocho años, cuando creó su primer periódico infantil, lo tuvo claro: quería ser periodista. Helena sabe que su paso por el periodismo era una muerte anunciada. Dedicada a formarse tras la licenciatura, irrumpió en el mercado laboral en plena crisis. Su excesiva formación y su escasa experiencia, salvo dos meses en la redacción de deportes de RTVE.es en pleno Mundial de Natación 2011, la han arrastrado a un círculo vicioso del que es complicado salir en los tiempos que corren.
Frustrada y triste son quizá las etiquetas que ponen nombre a los peores momentos que está viviendo, no solo por la desgana y la falta de inspiración que inundan alguno de sus días; también porque el ciudadano se siente abandonado por los medios y por lo vacíos de información que se están creando, en una sociedad que ya no cree en el periodismo.
La pasión
Pedro Guzmán. Madrid (16 de marzo de 1970)
Amo esta profesión que me ha permitido contarle a la gente lo que pasa estando ahí, en la calle, y porque poder hacerlo te hacía sentir importante con la gente, con el público.
Más de 20 años le han unido profesionalmente a TeleMadrid, prácticamente el único medio en el que ha trabajado y del que salió en un ERE muy duro, que mandó a la calle a casi 900 profesionales. Ha hecho todo lo que se puede hacer en informativos, incluido ser jefe de sociedad, cargo del que dimitió para volver a ser reportero de calle. La tristeza de ver en qué se ha convertido el canal en el que ha trabajado desde siempre y la incertidumbre de los días previos a saber que finalmente estás en el ERE, han marcado sus últimos meses.
Reconoce que su peor momento, quizá, ha sido sentarse delante de sus tres hijos y hacerles saber que, aunque él estuviera más en casa ahora, su vida no iba a cambiar. Aun así, se siente privilegiado por estar en paro por primera vez y por haber vivido una etapa de una televisión pública en la que había una libertad que ha desaparecido, en la que se hacía servicio público y confía —a pesar de lo difícil que parece— en volver a hacer lo que quiere hacer y lo que le gusta. Quizá en internet, pero solo cuando se sepa de verdad las oportunidades que ofrece.
Sergio Perela. Madrid. (29 de diciembre de 1977)
Soy un apasionado por naturaleza y sin pasión no puedo hacer nada, sea lo que sea. Siempre descubro la manera de encontrar que algo es maravilloso, apasionante y único. Ahora mismo, me quitan la adrenalina que supone un directo a la semana y me apagaría.
Tras barajar varias opciones, todas asociadas a la expresión, se decantó por el periodismo, no solo por esa visión romántica que tenía al entrar en la facultad, también porque, tras 17 años de trayectoria profesional, no se ve haciendo otra cosa. Es de los que reconoce que pasar por la facultad le ha servido, porque al mismo tiempo que estudiaba ya aplicaba esos conocimientos, algo que quizá le ha permitido hacer de todo en el sector.
Lo suyo es la televisión y el periodismo deportivo, y, como él mismo reconoce, todo en un primer momento iba muy rápido: con apenas 23-24 años ya estaba en directo a pie de campo… hasta que de pronto todo se frenó. Le ha tocado cerrar Localia y comunicarles a sus compañeros —siendo delegado sindical en Madrid— que se iban a la calle, por cuánto y por qué ese cuánto. También vivió el cierre de Real Madrid Radio y en medio de sus idas y venidas al paro, en alguna ocasión se le ha pasado por la cabeza un «tú no vales». Ha pasado por todas las figuras hoy posibles en el mundo laboral (autónomo, ETT, etc.) salvo estar contratado en plantilla en Canal +, donde ha trabajado los últimos años hasta que su aventura ha vuelto a echar el freno, pero que ha conseguido mantener la pasión de la que ha hecho gala siempre.
«Cada vez que te echan —por muy fuerte que seas— te queda la duda de si eres bueno». Una duda que hoy, años más tarde y tras sacar la cabeza varias veces y agotar todos los teléfonos a los que llamar, sigue presente y no lo niega.
La implicación
Miriam Millán. Granada (18 de octubre de 1981)
Me implico, una cualidad que se está perdiendo hoy en los medios porque vivimos en un país en el que uno no hace nada salvo que le digan que lo haga y en el que nos apuntamos con el dedo diciendo que la culpa nunca es nuestra.
Básicamente no se imaginaba ejerciendo de algo que no fuera periodista, porque lo suyo es comunicar a todos los niveles y contar cosas. Aunque no le gusta abusar de la palabra vocacional, cree que todos somos capaces de hacer lo que se tenga que hacer en la vida, en su caso la vocación tuvo mucho que ver. Para ella el periodismo es calle y la calle es la vida, y estar horas y horas en una redacción forma parte de esa calle, con lo bueno y lo malo. Comenzó trabajando en el Ideal de Granada (Grupo Vocento) del que pasó a La Opinión de Granada (Prensa Ibérica), en el que tras cinco años, un día escucharon un «mañana no volváis» y 50 profesionales se fueron a la calle sin pestañear. Pasó a la comunicación política, sabiendo que es difícil quitarse el estigma que después lleva uno asociado a su nombre. Pero, aun así, siente que ha tenido la suerte de poder haber ejercido el periodismo de calle, en una promoción como la suya en la que el 70% no ha tenido ni siquiera la suerte de ejercer.
Quizá lo peor es la autocrítica de plantearte si eres bueno, y las prisas que han hecho que se pierdan muchas cosas, entre ellas poder tener tiempo para elaborar contenidos de calidad y sobre todo, darse cuenta de que la vida en ocasiones hace que uno, con tal de poder trabajar, no se cuestione nada, salvo sobrevivir a corto plazo.
La iniciativa
Guillem Ruisánchez (28 de marzo 1980) y Oscar Allende (22 de febrero de 1980). Santander.
En realidad, creemos que, junto al compromiso, somos algo inconscientes, nada calculadores, algo atrevidos y arriesgados.
Su historia personal y profesional es casi paralela. Nacidos fuera de Cantabria, estos dos periodistas han hecho de las noticias locales su modo de vida. En casa de Guillem se escuchaba la radio a todas horas, y eso debió despertar su gusanillo. Estudió Periodismo en Madrid, e hizo las prácticas en la Cadena SER. De vuelta a Santander en 2007, un cambio en la dirección de Radio Santander le llevó de nuevo a los servicios informativos.
Por aquellas fechas conoce a Oscar Allende, que acababa de aterrizar en Europa Press. Nacido en Alemania, su madre se preocupó siempre de que estuviera rodeado de cultura e información. También estudió Periodismo, con mucho esfuerzo, compaginando distintos trabajos con las prácticas. De la televisión local (Tele Cabarga), en la que estuvo siete años, dio el salto a la agencia. Allí se especializa en política, Parlamento y tribunales. Pero también en muchos marrones. Y con el poco tiempo que le quedaba, buscó y encontró historias de emprendedores en Cantabria. Descubrió que faltaba un espacio que diera voz a la iniciativa.
Guillem dejó la SER en 2010, ilusionado después de las experiencias documentales en Kosovo y Sierra Leona. Un año después, de lleno en la crisis económica, crea su propia marca, Emmedios, para suministrar servicios freelance a medios locales. Entra como corresponsal de EFE y en Buenos Días Cantabria, un nuevo programa de radio que pronto despuntaría. Pero, de la noche a la mañana, ambos proyectos desaparecieron. La reacción de los oyentes ante el cierre de Buenos Días Cantabria hizo que los dos, Oscar y Guillem, vieran claro que había llegado el momento de lanzarse con su proyecto, madurado durante cinco años de ruedas de prensa estériles, pero también de largas conversaciones sobre la profesión, que incluso dejaron un primer borrador del nuevo proyecto periodístico.
Ya desde su empresa rescatan Buenos Días Cantabria y le dan una vuelta hacia la pluralidad y la iniciativa. En febrero de 2013, Azul FM apuesta por ellos y su espacio, que cuenta con una comunidad plural y muy fiel. Presiones, rumores y contenidos incómodos (para algunos), hicieron que apenas dos meses más tarde vivieran uno de sus peores momentos profesionales: el dueño del dial cumplió sus amenazas y cambió la cerradura del estudio en el que cada día amanecían a la voz de «Saludos, buenos días Cantabria». El cerrojazo derivó en el #ApoyoBDC, que fue Trending Topic nacional.
Nunca han querido pasar por víctimas de ninguna censura. Superado el duelo por aquella pérdida y con tiempo para redefinir su proyecto, ahora se sienten en deuda. Y quieren devolver tanto cariño recibido con información local de calidad, bien contada, con rigor, sin partidismos, y dando mucha bola a la gente con iniciativa.
La sinceridad
Manu Mañero. Madrid (9 de mayo de 1987)
Soy muy tocapelotas, no me gusta la sonrisa falsa ni el colegueo pero soy muy profesional, sé perfectamente lo que tengo que hacer y cómo he de hacerlo. Yo no soy quién para dar rédito a nadie, o una empresa apuesta por mí y mi juventud, o lo que me queda dentro de 20 años es ser un vendido que tenga amigos en todos lados para colocarme. Me quiero sentir libre, como periodista, de expresar lo que considero bien o mal en la profesión.
Eligió ser periodista porque siempre ha llevado consigo esa imagen romántica del periodista-escritor y porque cree que, si uno saca partido a su paso por la facultad, la carrera es totalmente aprovechable. Con 19 años ya hizo sus pinitos en radio y en 2009, por azar, dio el salto al periodismo deportivo, descubriendo que se le daba mejor y desarrollando un programa propio.
Desde que se quedó sin trabajo en Eurosport, primero becado y después freelance y contratado, no ha parado de moverse e intentar todo, y aunque sabe que los medios buscan a alguien como él, por edad y perfil, no solo no hay criba, tampoco hay hueco. Lo importante, piensa, es engancharse cuanto antes al carro del trabajo, aunque lo más difícil a lo que se enfrenta es a limpiar un nombre que otros decidieron ensuciar con unos argumentos ficticios, aun teniendo una edad y el background de un profesional.
La honestidad
Ana Isabel Bernal. Málaga (14 de septiembre de 1980)
Soy honesta. Es la palabra que más dicen mis seguidores en Twitter. Y me alegro cuando lo leo. Creo que si no eres honesto en esta profesión estás perdido, tanto con los lectores como con tus compañeros.
El intento frustrado de sus dos hermanas de ser periodistas llevó a Ana Isabel a contagiarse de esas ganas. Aunque tenía claro que lo suyo sería el periodismo musical, desde pequeña era una ávida lectora de noticias políticas. Un excelente expediente académico permitió sortear un mal momento familiar y poder estudiar gratis su primer año en la universidad. La precariedad resume su trayectoria profesional, como una más de los muchos casi mileuristas, antes y después de unas prácticas que hicieron mella en su salud y su espalda.
Amante de las entrevistas, encontró una salida en el doctorado —compaginado con numerosas situaciones profesionales, de becaria, en Grupo Vocento Andalucía, que rozaban las faltas de respeto continuadas— y con un contrato de redactora en Canal Málaga: 450 euros durante dos años. Tras defender su tesis doctoral y la figura del doctor en Periodismo frente a muchos otros periodistas de renombre, obtuvo una plaza de investigadora en la UMA hasta que los recortes también le cortaron el paso en esa vía. Un RT en Twitter de una carta de opinión suya, hizo que Montserrat Domínguez del Huffington Post le propusiera «colaborar». Lo hizo hasta que se acabó la prestación y hoy ni siquiera sabe cómo podrá ser autónoma con la escasa facturación.
Sus peores momentos los han marcado los días de humillación, las lágrimas que se ha tragado en los aseos de Canal Málaga y el miedo, miedo a ser una persona casi sin nombre y a reconocer el precio que ha de pagar por no aliarse con nadie y haber ido todo el tiempo por libre.
Sara Solomando. Badajoz (4 de abril de 1977)
No creo en la objetividad pero sí creo que un periodista debe ser honesto y yo, sin duda, lo soy.
Decidió ser periodista en la adolescencia, sobre todo impulsada por dos hechos: una profesora que la animó a escribir y a leer más, y la cobertura de Arturo Pérez Reverte en TVE durante la guerra de los Balcanes. Cuenta con una larga trayectoria en su haber, ha pasado por Telecinco, Onda Cero, Diario Hoy, Televisa, etc. Como ella misma dice, ha estado al otro lado de la trinchera con una experiencia que define como muy enriquecedora, siendo directora de Comunicación del Ministerio de Vivienda y aprendiendo no solo cómo son los periodistas, también los políticos.
En marzo de 2012 llegó uno de los momentos más duros, cuando tras cinco años al frente del programa La tarde de Extremadura, llegó un despido que aunque esperaba, no en los términos y las maneras en que se llevó a cabo. A ello se suman otros malos momentos, sobre todo la falta de noticias cuando uno abre el correo o revisa el teléfono y ve que no hay respuesta a los currículos que envía. Como ella dice «te hacen sentir una mierda».
Sabe que el futuro es complicado, no solo por la situación económica actual, también porque «muchos compañeros se han convertido en prostitutas de las empresas en las que trabajan» y en ocasiones, ha llegado a sentir vergüenza de la profesión que eligió.
La tenacidad
Laura Cornejo. Valladolid. (8 de febrero de 1975)
Supongo que soy tenaz por encima de todo. Una vez un compañero de la competencia dijo que era como un pit bull, que cogía un tema y ya nadie me lo quitaba; un político dijo que era muy agresiva escribiendo… yo creo que soy periodista de verdad, sin medias tintas.
Desde los ocho años ya leía las páginas de sucesos de los periódicos en casa, un campo en el que se ha movido como pez en el agua en estos años. Ya en la universidad compaginaba las prácticas en radio y televisión con los estudios, hasta que dio el salto a la prensa escrita, la que más le gustaba. Después de varias empresas recaló en El Mundo de Valladolid en la sección de sucesos y tribunales, su gran pasión, cuando la adrenalina le hace sentir que su investigación puede levantar ampollas, a pesar de los momentos ingratos, insultos y amenazas que también ha vivido.
El ERE de El Mundo la pilló trabajando, y mientras despedían uno por uno a sus 13 compañeros, ella seguía en los juzgados comiendo un sándwich rápido camino de la redacción. Ya no estaba en el planillo, pero se quedó a esperar el golpe de gracia que llegó acompañado de un «no tengo nada contra ti, pero estás en la lista», una lista en la que el 90% de los despidos forzosos fueron mujeres.
La rabia y la indefensión han sido sus compañeras en estos meses, sobre todo cuando la cabecera que tanto quiso fue vendida tras un ERE brutal sin criterio económico ni profesional. Cree que el periodismo crítico y no de alfombra volverá a recuperar el lugar perdido, para que profesionales como ella puedan seguir ejerciendo.
La desconfianza
Arturo Dominguez Gómez. Madrid (1 de agosto de 1964)
Tengo desconfianza. Una característica que se ha perdido. No confío en lo que me cuentan hasta que lo contrasto.
Para él el periodismo significaba una huida de Pontevedra a Madrid, además de ser un completo devorador de todo lo que tenía que ver con los medios de comunicación. Tras pequeñas colaboraciones y prácticas, llegó a Antena 3 televisión, y formó parte del equipo de informativos durante casi diez años. Tras el ERE del canal, comenzó un nuevo viaje por productoras y cadenas de televisión: Telemadrid, Europroducciones, Cuatro, TVE, Canal Extremadura, Castilla La Mancha Televisión…
Agradece haber vivido la etapa más dura y apasionante del periodismo en España, trabajando con los más grandes y con unos sueldos que han pasado al olvido. Un olvido que conoce y que no le sorprende, casi tanto como el despido. Ha aprendido a ver el lado bueno de la situación: lee, ejerce de amo de casa, cocina lasañas a su chica, cuida de los suyos y amasa pan. Así es como ve el futuro, un futuro en el que volverá a salir el sol, incluso en Galicia, a pesar de indignarle muchas cosas: el periodismo de trinchera, los altísimos sueldos de algunos, la falta de profesionalidad, el periplo mediático de los tertulianos o que en una entrevista de trabajo le digan: «somos de izquierdas y no es negociable; estamos con Zapatero y no es negociable; vas a trabajar en fin de semana y no es negociable; tu sueldo no es negociable…». Arturo lo tiene claro: es periodista y no es negociable.
La cercanía
María San Felipe. Segovia. (25 de mayo de 1985)
Me gusta mucho el periodismo local porque para mí el periodismo es cercanía y con él poder contar cualquier tema, desde los más importantes, como políticos o sociales, a los más banales, y llegar al público. Para mí la información local es la esencia del periodismo.
No sabría asegurar por qué ha querido ser periodista, pero siempre tuvo claro que lo quería, porque le ha gustado dar voz a quien no la tiene y sobre todo apuesta por el periodismo local. Para ella, es tan buen periodista el que informa desde Afganistán, como el que lo hace desde la puerta de casa. A pesar de ser joven, lleva tras de sí más de seis años de trayectoria profesional, incluida una productora propia con varias compañeras, antes de terminar la carrera, donde creaban contenidos dirigidos a punto com, sobre todo de Prisa.
Lo más duro, además de cerrar la empresa, ha sido ver que lo que uno había imaginado que podía ser no se daba, que el pez grande se iba haciendo pequeño y apagando. También le afecta mucho la falta de respuestas a los correos que envía, porque comienza a desesperarse. Aun así, no descarta emprender algo de nuevo en un futuro y ahora mismo colabora con un proyecto turístico de la provincia de Segovia y un periódico sin ánimo de lucro, pero afirma que lo único que cree que pueda encontrar en estos tiempos son posibles colaboraciones.
El rigor agridulce
Alfredo Benito (1 de diciembre de 1970) y Natalia Herrero (1 de marzo de 1979). Murcia
Pues quizás diría que lo más me ha definido como periodista en mis 16 años de ejercicio ha sido el rigor, basado en un conocimiento de la actualidad lo más amplio posible. Unido a ello creo tener (y haber tenido) un buen criterio profesional a la hora de seleccionar la información, lo que había que contar y cómo contarlo.
Más allá de los tópicos, Alfredo siempre quiso ser periodista aunque sus primeros pasos universitarios le guiaron hacia las Ciencias Políticas. Le gusta contar historias y es lo que ha hecho durante mucho tiempo, sobre todo en la radio, un medio que le enseñó de verdad lo que era ser periodista. Su paso por la televisión le mostró la peor cara del periodismo, de la manipulación y la mediocridad, y el ERE de la Televisión Autonómica de Murcia le ha dejado ese mal sabor de boca todavía hoy, ocho meses más tarde.
Frustración e indignación fueron sus primeros sentimientos, pero lo más duro ha venido después, cuando uno se da cuenta de que la profesión que ha elegido por vocación está herida de muerte, social, económica y éticamente.
Para Natalia el periodismo tiene un sabor agridulce. Desde pequeña el colador que utilizaba como micrófono en casa de sus padrinos era la herramienta principal mientras jugaba a ser periodista. El periodismo le ha permitido pasar por la radio, agencias de publicidad, gabinetes de prensa, TVE y Televisión Autonómica de Murcia. ¿Lo mejor? Encontrar compañeros que se convierten en amigos y compañeros de vida. ¿Lo peor? El duelo y los lunes, que siguen siendo duros aun cuando estás sin trabajo. Un momento para estudiar, para empezar de cero e ilusionarse con nuevos retos y en los que tiene claro una realidad: gratis no trabajo. «¿Cómo me van a contratar a mí o a cualquiera de los periodistas en paro que conozco, si ya hay otros periodistas que hacen el trabajo gratis?».
La oportunidad
Antonio Rodilla. Madrid (28 de febrero de 1973)
Pienso que el futuro del periodismo es ser freelance para poder escribir en uno y otro lado y conseguir que tu nombre sea tu propia imagen de marca. Lo que está pasando hoy en los medios es una oportunidad porque, además, quien puede comprar tus contenidos la mayor parte de las veces son nuevos medios que no tiene unos intereses político-económicos detrás.
Le interesa más lo que no se publica que lo se publica, por eso le gusta el periodismo, aunque antes de estudiarlo se formó en música moderna en Boston, y como él dice, «al final, todo es escribir; antes escribía canciones y cambié el verso por la prosa». Le interesa cómo funciona el mundo y por ello, mientras estudiaba Periodismo, hacía lo mismo con las Relaciones Internacionales. Lo importante, asegura, es conocer cómo está estructurado el tablero, conocer los jugadores, los movimientos y los intereses.
Aunque su trayectoria ha sido breve debido al estallido de la crisis, le gustaría poder ejercer como periodista pero también está convencido de que eso no pasará tal y como están concebidos actualmente los medios de comunicación. Para ello, su fórmula mágica ha sido abrir su propio blog, interactuar en Twitter —a pesar de su rapidez— y en blogs ajenos, y poco a poco ir generando su propio contenido e imagen de marca.
Hoy ser el primero ha dejado de importar, porque el periodismo ha dejado de ser el primero, reflexiona. Según sus palabras, cualquiera puede captar un momento con un teléfono móvil, pero cualquiera no puede contar lo que pasa sin filtrar y sin posicionarse en un lado u otro. También ve absurda esa guerra por la inmediatez que envuelve hoy el ejercicio de la profesión, y cree necesario terminarla porque se convierte en la fuente de graves errores que se ven a diario en el periodismo.
La polivalencia
Santiago Acedo Lopesino. Madrid (1 de noviembre de 1961)
Soy polivante y capaz de todo. Además de deporte, he hecho muchas cosas y me veo capaz de desenvolverme en otros terrenos, como ya he hecho también durante años.
Desde pequeño ya narraba incluso sus partidas a las chapas y tuvo claro que sería periodista. Ya en la facultad se topó con la realidad de no entender bien para qué, e incluso descubrió compañeros que no sabían escribir. Comenzó siendo becario en informativos de Onda Madrid y a colaborar también con la sección de deportes, donde llegó su primer contrato. Desde entonces y durante más de 20 años, antes de salir en el ERE de Telemadrid, ha trabajado en informativos como periodista deportivo compaginándolo con programas de música clásica como La batuta mágica. Siempre que lo recuerda, le sorprende la pregunta que le han hecho muchas veces: «Pero tú, ¿cómo siendo periodista deportivo ahora también haces un programa de música?».
Además de sentir que te han robado parte de la vida, quizá su peor momento fue recibir un burofax y no saber cómo actuar, sabiendo que es la confirmación de tu despido, sin haber hecho nada más que trabajar y conseguir tu plaza. Junto a ello, pasados estos meses, el miedo de pensar que con 51 años es casi imposible volver a encontrar algo estable y no saber qué camino tomar. Desengañado de una profesión que ve en declive, y más durante los últimos años, también cree que no hay que olvidar la pasión, la implicación y crearse una imagen de marca propia, a través de los canales que sean, pero con el objetivo claro de estar siempre visible.
La ética
Andrés Fierro Novo. Madrid (20 de noviembre de 1964)
Se presupone que, cuando uno ejerce de periodista, la gente delega en ti unas funciones, como la capacidad de contar las cosas en nombre de ellos. Una de esas obligaciones que siempre hay que ejercer es la ética profesional, que se tiene o no.
Cuando empezó a entender el sentido del periodismo, tuvo claro que quería ser periodista. Por una cuestión económica no pudo estudiar la carrera en un primer momento, pero con casi 26 años compaginó los estudios con el trabajo, aprobó COU y comenzó a estudiar —con una beca doble— en la Universidad de Valencia.
Ya en Madrid estudió el máster de El País, gracias a un crédito, y fue su entrada en el sector. Ha ejercido sobre todo el periodismo cinematográfico y ha pasado por Canal +, Vía Digital, Globomedia y Telemadrid. Está acostumbrado a las crisis, ya ha vivido algunas, y desde 2008 no ha vuelto a poder ejercer 100% como periodista, encontrando un refugio en el telemarketing.
Está convencido de que los periodistas viven una época en la que tienen que aprender y adaptarse a los cambios de la sociedad. Considera más que necesaria la figura del periodista que sabe filtrar y diferenciar la verdad del rumor, porque hoy en día no vale todo, y más con la rapidez con que se mueve la información. Cree en el poder del 2.0 y piensa que la prensa diaria de papel desaparecerá con el tiempo y se mantendrá únicamente un contenido más elaborado, más documentado, en publicaciones semanales, mensuales… «En pocos años, seguramente, todos iremos con nuestra tableta y estaremos acostumbrados a leer las noticias online», afirma.
Lo que tiene claro, y no como lo sentía hace años en otras crisis, es que no va a perder la noción de ser periodista, porque no se pierde nunca. «Hoy tienes la posibilidad de escribir y colaborar donde sea, aunque quizá no cobres y lo hagas por gusto, pero sigues siendo periodista. Y eso te permite volver a engancharte».
La especialización
Ana María Camarero. Madrid (5 de octubre de 1968)
Actualmente me dirijo a un periodismo más especializado, de mayor calidad, más elaborado y que se diferencie por el trabajo bien hecho, contenidos atractivos, sobre todo ligado a las nuevas herramientas que ofrece internet, imprescindibles en el nuevo periodismo.
La afición de su padre a ver el llamado «parte» diario hizo que admirara la naturalidad, cercanía y profesionalidad de los periodistas que trabajaban en el telediario de los años 70 y 80, y que el periodismo se convirtiera en su sueño, coincidiendo también con la llegada de la serie norteamericana sobre periodistas Lou Grant.
Antes de terminar el último año de carrera se incorporó a la redacción del nuevo periódico El Mundo, a cuyo fundador Pedro J. Ramírez ya admiraba desde su época en Diario 16. De becaria en teletipos en el turno de noche, ha pasado por diferentes secciones del diario (suplementos, deportes, sociedad, documentación), pero dos décadas trabajando en él no impidieron que fuera elegida para formar parte del ERE de El Mundo en el verano de 2012. Una «especie de juego de sudoku», como lo denominó su jefe ante la falta de razones.
Un momento difícil, sobre todo cuando cruzó el umbral del edificio que la había visto crecer como profesional, por el futuro incierto al que había que enfrentarse. Ser una persona vital, optimista y activa ha contribuido a que pase página y no se sienta anulada como periodista, todo lo contrario, se ha levantado y ha empezado de nuevo con pequeñas colaboraciones, un blog propio y un máster a punto de terminar.
Agradecimientos: Ha habido risas. Ha habido lágrimas. Ha habido sueños y mucha ilusión para el futuro. Gracias a cada uno de los que nos mostrasteis vuestro rostro y nos regalasteis vuestras palabras. Sin ellas, periodistas y fotoperiodistas, no seríamos nadie.
Fotografía: Begoña Rivas
«Cuando las redacciones de este país rezumaban profesionalidad»…
Pues creo que uno de los problemas en España ha sido precisamente la falta de calidad, si no por culpa de los periodistas de trinchera, sí de los directivos, de los redactores, y de los propietarios. Falta de calidad por carencias graves en todo eso de que se habla aquí: honestidad, implicación, compromiso, profesionalidad.
La prensa en España está muy, muy desprestigiada. No es el único factor, pero sí es uno decisivo.
La manipulación interesada en los medios de comunicación, periódicos y televisiones, ha sido grotesca, descarada, insultante, durante décadas. Siempre arrimados al poder. Ocultando o falseando, intoxicando.
La alternativa está precisamente en recuperar esos valores (honestidad, implicación, compromiso, profesionalidad) que permitirían ofrecer calidad. La gente pagaría por contenidos de calidad, da igual el formato. Sobrevivirá la prensa con prestigio. The Economist genera dinero… ¡en papel!
Jot Down es un buen ejemplo de que se pueden hacer cosas interesantes, independientes, abiertas, adictivas y tan buenas que la gente paga por ellas. Y deberían surgir más iniciativas parecidas en otro tipo de medios especializados o no. El País, La Razón o El Mundo acabarán hundiéndose. Ahí no hay futuro. No tienen nada que ofrecer.
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Sin palabras. Ya lo habéis dicho todo vosotros. Un abrazo a todos.
A todos los que sienten la profesión de verdad quiero darles un mensaje de esperanza: hoy no existe periodismo, todo es manipulación, como ejemplo basta citar los tertulianos de partido o los medios apesebrados. Si te sientes periodista cuenta la verdad, lo que sientes, lo que vives, escríbelo hasta en las paredes,… grítalo, … no te quedes con las ganas, no busques un medio contaminado, trata de decir a los más próximos a ti la verdad que tu ves y volverás a ser periodista. Quizás esto no te ayude a pagar las facturas pero te sentirás útil a una sociedad que realmente necesita libertad y periodismo.
Genial artículo, extraordinarias fotografías. La tragedia se vive diferente si no se tiene imaginación. Gracias por los rostros.
ElMundo, ElPais,TVE,TeleMadrid…y luego se les llena la boca hablando de honestidad,rigor,profesionalidad,verdad…coño,que cara mas dura
“Cuando las redacciones de este país rezumaban profesionalidad.”
Sí, ahora que se echa a los veteranos es cuando nos llevamos todos las manos a la cabeza, ¿verdad? Pero en su momento no vimos a ninguna de las vacas sagradas del periodismo, ni a esos sindicalistas que tanto hablan de derechos laborales, mover un dedo cuando las redacciones se llenaron de becarios que hacían el trabajo por ellos, sin sueldo ni prestación alguna. Todo era: ‘¡Niño, baja al bar y tráeme un café!’, o que te dijeran: ‘Oye, que tú estás aprendiendo, no querrás encima que te paguemos, ¿verdad?’. Antes era: ‘Estos jóvenes de ahora… No hay trabajo, ¡mis cojones! Unos mantenidos, eso es lo que son…’; y ahora que doblan las campanas también por ellos, todo es llorar por las esquinas y echarle la culpa a Internet: ‘¡Uy, qué frío hace aquí fuera! A lo mejor no debí votar a favor del ERE’. ¡¡¡PUES QUE OS JODAN!!! ¿NO OS GUSTABA TANTO HABLAR DEL MUNDO REAL Y QUE YA NOS TOCARÍA ESPABILARNOS? ENHORABUENA: ESTÁIS EN ÉL CON NOSOTROS. SALUDOS DESDE ALEMANIA.
Una de las mejores opciones es humanizar.
Cuando generalizamos nos olvidamos de las personas, y si bien la unión hace la fuerza, al referirse a un colectivo (en este caso a los periodistas), desvirtuamos la injusticia.
Hay profesionales magníficos, pero estoy un poco de acuerdo con comentarios como el de David Peñasco, ya que mucha gente se ha aprovechado (como en tantos otros colectivos) de los teóricos subordinados.
Quizá a muchos sectores públicos les haya sucedido lo mismo.
Llevamos muchos años denunciando la dejadez, la pérdida de citas, las negligencias, los retrasos en el transporte público, el nivel educativo, abusos en los organismos oficiales, horarios incompatibles con la gran mayoría de trabajadores, la burocracia y el «vaya a la otra ventanilla», y sólo cuando en el horizonte están los despidos masivos y el adiós al trabajo fijo, se llena la calle de camisetas de colores o se cierra un aeropuerto o el metro de Madrid.
Sólo si humanizamos y escuchamos a todas las partes, conociendo los casos, podremos valorar correctamente todas las reivindicaciones, pero se echa en falta que TODOS rememos en la misma dirección y en todas las circunstancias, porque se corre el riesgo de que el resto nos importe un carajo.
Cada día tengo más claro, que ese tal David Peñasco Maldonado, que hace miles de comentarios por internet…tiene la psique a años luz de un mongolo…
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