Correo extranjero Opinión

Pablo Mediavilla Costa: Mientras la música moría

En agosto de 2001, en su apartamento de Brooklyn, el músico experimental William Basinski decidió digitalizar unas cintas que había grabado en los 80 con varias composiciones muy cortas que se repetían en bucle. Al reproducirlas, la ferrita empezó a desprenderse lentamente de las viejas bandas magnéticas y a emitir un sonido cada vez más deslavazado y fascinante. La primera pista, la más conocida, arranca con unos vientos solemnes que parecen alejarse y pierden fuerza y forma mientras se sumergen durante 63 minutos en la oscuridad y en el silencio. La pieza posee una belleza hipnótica, onírica por momentos, misteriosa. Ante el inesperado hallazgo, Basinski repitió la operación con el resto de cintas y las reunió, un tiempo más tarde, bajo el título de The Disintegration Loops —en español, algo así como los bucles de la desintegración—.

Hace un año intenté escribir sobre Basinski y su hazaña, pero me quedé en blanco y decidí dejarlo para el siguiente, supongo que para un día muy parecido a hoy, a punto de ser otra vez 11 de septiembre. Con el recuerdo de las torres me asalta siempre el dilema de querer decir algo y sentirme, al mismo tiempo, absolutamente incapaz, mudo. La tarea se ve saboteada además por un desconocido mecanismo de la memoria que hace que las torres cayeran ayer tarde cada tarde y que, aunque lo vivido desde el 11 de septiembre lo fuera en un mundo donde las Gemelas ya no estaban, la sensación sea la contraria, que todo lo sucedido desde entonces tuvo que ser antes. El acontecimiento parece enmarañado en la red de arrastre del tiempo y acompañarlo, un poco a la zaga, en su travesía hacia el futuro. Los doce años que ya han pasado pueden apreciarse en el grano de la imagen de los telediarios, en las ropas de los ciudadanos que corren o lloran, en la misma certeza de que el mundo ha cambiado, pero nada altera la sensación. Tampoco el haber paseado algunas tardes por el solar del bajo Manhattan con sus dos pozos que se hunden en la tierra y el nuevo rascacielos en construcción, ya casi terminado. Todo menos ese día en particular parece anterior y viejo.

La misma mañana del 11 de septiembre de 2001, Basinski terminó el proceso simultáneo de destrucción y grabación de todas las cintas y después subió a la azotea de su casa con unos amigos a escuchar la obra una y otra vez. Observaron el desastre en Manhattan «mientras la música moría», dijo Basinski. También grabaron un vídeo, un plano fijo del atardecer y del humo que envolvía en las alturas aquel nuevo vacío del mundo.

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13 Comentarios

  1. Abstrae el texto, hipnotiza el vídeo. Mejor leerlo con él sonando de fondo. No me cabe duda de que valdría la pena echar los 64 minutos que dura, aunque sólo cambie la luz. Bastante es.

  2. Jose Meto

    Deberían poner un aviso al principio del texto diciendo que hay peligro de quedarse pillao si estás puesto de porros, porque me he comido la hora entera.

  3. Sensacional y escalofriante. Me ha encantado. Y como dice Tse, gracias.

  4. Completamente hipnotizante, gracias

  5. El horror y el error

  6. «… la sensación sea la contraria, que todo lo sucedido desde entonces tuvo que ser antes… Todo menos ese día en particular parece anterior y viejo …».

    Bravo.

  7. Escucho la música e inmediatamente mi mente vuela a las calles y sus gentes que soportaron ese humo negro. El humo negro del terrorismo, el dolor humano y el inicio de una triste guerra.

    La melodía me transporta a las mentes de aquellas personas, imaginándolas escuchando esta misma música a todo volumen mientras observan el atentado, horrorizados.

    Impresionante.

  8. JMC-UNCLE

    ¡Por inesperado, soberbio! . Engancha.

  9. Qué modernos sois, mein Gott. Y que poco gusto musical, o como quiera que llaméis a ese sonido que se repite durante nada menos que una hora sin ningún tipo de estética.

  10. R. Maitland

    El día que hayamos desaparecido. Cuando no haya más problemas porque el Sol dejó de calentar. Varios siglos después de que haya dejado de latir el último corazón, en los confines del universo, con el último de nuestros ingenios, volverá a morir la música.

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