En una ocasión escuché a un mago hablar de humo y espejos. La conclusión a la que se llegaba es que el espejo era el juguete perfecto: un artefacto que presenta una verdad irrevocable (el reflejo), una travesura con dicha verdad (la capacidad de invertir la imagen) y también una tapadera para ocultar otra verdad (aquel ángulo que con habilidad permitía el truco). Pero todo esto es probablemente charlatanería de chistera y desluce mucho si uno no lo suelta subido a unas tablas con una capa, una lozana acompañante con pinta de haberse rebozado en un lodazal de lentejuelas y la actitud socarrona de quien va por ahí sacando varitas de las fosas nasales de infantes ajenos.
La cuestión es que el espejo sí es un artefacto interesante. El espectáculo mágico asentó ese término de humo y espejos gracias a la naturaleza de los trucos clásicos, como aquel que utilizaba el reflejo para decapitar cabezas y servirlas a la mesa sin tener que hacerle pasar un mal trago al figurante y que ha sobrevivido hasta el teatro moderno: en esta captura del musical de La bella y la bestia el niño que hace de Chip sufre a primera vista de la falta de una cantidad considerable de niño. También está quien se divierte fabricando espejos que no invierten la imagen y quien los utiliza para levitar. E incluso existen investigaciones experimentales de teoría mucho más seria, como las del neurólogo Vilayanur S. Ramachandran quien, para intentar mitigar el dolor fantasma que sufrían algunos amputados en las extremidades perdidas, trasteaba con una terapia basada en un espejo y un engaño óptico que acabó convirtiéndose en la Caja espejo.
En el mundo del cine la cámara y el espejo son amantes y enemigos, su utilidad como elemento visual para componer unos planos o trucar otros es potente, pero su presencia requiere estar bien atento para no echar por tierra una escena en la que se pueda intuir la imagen reflejada de la gente que está esforzándose mucho por mantenerse detrás del objetivo.
Lo más sorprendente ocurre cuando la cámara directamente atraviesa el espejo: el plano imposible. Porque a veces no hay espejos, hay ventanas, o en su defecto una posproducción detallista.
Vayamos por partes.
El espejo como juguete visual
La dama de Shanghai desataba un tiroteo entre un laberinto de espejos en el que los personajes se confundían con sus reflejos. La escena resultó tan memorable que Woody Allen la homenajearía de la manera más descarada posible en Misterioso asesinato en Manhattan, con otra colección de espejos, un villano armado y un escenario sobre el que se proyectaba la propia película de Orson Welles. Allen no sería el único que tomaría apuntes: Castle, la serie de televisión protagonizada por el molón Nathan Fillion, le rendiría tributo sin sonrojarse en el episodio A Deadly Affair. Y la versión más macarra de la escena vendría firmada por el puño de Bruce Lee en Operación Dragón, donde se optaba por el «ni pistola ni hostias»: aquí los espejos que envolvían el enfrentamiento se reventaban a base de galletazos. Y con aires a estos guantazos de Lee acabábamos encontrándonos en Conan el destructor con otro ser delicado, Arnold Schwarzenegger, en una cripta espejada dando cuenta de lo que parece ser alguien ahogándose dentro de una careta de látex.
Otro recurso es la imagen fraccionada. La flor de mi secreto de Pedro Almodóvar ofrecía una mirada que dividía en pedazos a Imanol Arias y Marisa Paredes, y Mulholland Drive acercaba a dos Ritas separadas. Y en otro género mucho más desenfadado Sam Raimi encaraba al Ash de El ejército de las tinieblas contra su reflejo malvado para acabar destrozando el objeto, dividiendo la imagen reflectada y generando un grupillo de mini-Ashes cabroncetes. El mismo Raimi gusta de representar a Jekyll y Hyde a través de un espejo: Willem Dafoe en Spiderman tenía un intercambio de opiniones con el duende verde que se alojaba su cabeza en la soledad de su habitación.
Por su parte el cine de terror no podría vivir sin el espejo del baño. No es solo que se haya convertido en un cliché, es que resulta casi una obligación que ha traspasado géneros con el objetivo del susto fácil:
Oh. Sorpresa.
La comedia tampoco se libra. En Casper se utilizaba la imagen en el espejo como un desfile de estrellas invitadas. El circo de Charles Chaplin construía una secuencia genial que tenía la guasa de comenzar con una(s) huida(s) reflejada(s) sin espejo alguno para justo después trasladar las tropelías a un mirror maze circense. De hecho, Chaplin fue el que inauguró el juego de espejos sin espejos en el cine con Charlot en la tienda.
A Paul Rudd se le iría la cabeza hablando con su imagen de lo que tenía pensado hacer con su pene en Sácame del paraíso. Antes de él miles de personajes de ficción lo habían precedido en el asunto de enfrentarse a uno mismo para lucir el monólogo interior. Robert De Niro se ponía farruco en Taxi Driver y convidaba sin saberlo a toda la humanidad que tuviese un espejo en casa a repetir ese «Are you talking to me?»; Vincent Vega hablaba con su imagen sobre la moralidad y la paja en Pulp Fiction mientras la eñora Wallace bailaba Girl, you’ll be a woman soon y se iba de viaje astral; a Nicolas Cage le poseía Jim Carrey (otro que tal) en aquel momento vergonzoso de Cara a cara. Edward Norton despachaba a su entorno con una colección de fucks en La última noche. Mark Wahlberg, durante la escena final de Boogie Nights, prefería dirigirse a su otra cabeza a través del reflejo en el camerino.
Tim Roth en Reservoir Dogs, Eric Roberts en Star 80, ese «You good-lookin’ son of a bitch, don’t you never die!» de Kris Kristofferson a su ego en Songwriter.
Otros en cambio odiarían con todas sus fuerzas el reflejo, ahí están los problemas del esquizofrénico de Clean, shave.
Y después está el artefacto fantástico: el que cae en manos de la villana del cuento de Blancanieves (una fábula muy revisitada últimamente: hop, hop, hop) para ser utilizado como si fuera un Yahoo Answers interactivo. El que es necesario romper para escapar de un baile de máscaras en Dentro del laberinto. El que inquieta por mágico a Harry Potter. El elemento básico que se convierte en un detector de vampiros (y en un detector de humanos para los chupasangres de El baile de los vampiros). El que Donnie Darko nos invita a atravesar.
Atravesar el espejo, el siguiente paso.
El plano imposible
En el Crimen ferpecto de Alex de la Iglesia hay una escena en la que, durante el mismo plano, una cámara entra y sale por las ventanillas de un coche. Y ese plano no luce como debiera porque en los cristales se puede intuir la imagen de un equipo de rodaje llevando a cabo la maniobra. El reflejo es uno de los mayores enemigos de la planificación: en las películas solo hay una cosa más molesta que la jirafa micrófono que juega a asomar la cabeza por las alturas, y es el poco estético operario de cámara y su séquito realizando una aparición estelar.
Unos cuantos se han atrevido a fabricar el plano imposible, ese que coloca la cámara frente al espejo, que pervierte la verdad del artefacto o que directamente convierte al espejo en una ventana que atravesar.
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El odio (La haine) (1995)
La haine contiene un plano genial que comienza tras las espaldas de un Vincent Cassel chulesco que repite la escena mítica de Taxi driver, y después salta por encima del personaje para situarse cara a cara con el espejo y contemplar en mayor detalle esa reinterpretación de Travis a la francesa. Lo asombroso de la toma salta rápidamente a la vista: ese plano no se puede rodar, no puedes plantar el objetivo delante del espejo sin rebuscar el ángulo. El truco es clásico: no existe el espejo, pero sí un doble del actor de espaldas, un cristal entre ambos y un escenario invertido compuesto a través de esa ventana.
Si bien ese es el momento más llamativo, lo cierto es que la película manipula con mucho arte la realidad reflejada y el rodar utilizándola como herramienta. Otra escena en un cuarto de baño privado lo certifica, y otra en un cuarto de baño público lo remata.
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Contact (1997)
Robert Zemeckis nos dejaba un poco locos con la escena de Contact que seguía el recorrido de una niña hasta un armario. Tras desenvolver la carrera nos hacía creer que todo aquello había sido rodado a través de un espejo del baño y la sorpresa era mayúscula. Posproducción digital a saco para enmarcar un momento que pillaba completamente desprevenido.
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Terminator 2 (1991)
Esta escena, pese a explicar más detalladamente el asunto de las emociones del Terminator, no llegó a formar parte de la película y se quedó en la caja de escenas eliminadas hasta ser rescatada para las ediciones en DVD y documentales de curiosidades sobre la obra de James Cameron. En ella contemplamos a Linda Hamilton escarbando en los sesos de Arnie para hacer un poco de bricomanía tecnológica. En cierto momento la cámara nos muestra un T101 con la tapa levantada frente a un espejo donde vemos reflejados con claridad a Schwarzenegger y Hamilton.
Aunque pudiese parecer lo contrario, la verdad es que el exgobernador de California no tiene la cabeza tan vacía como para permitir instalar en ella un posavasos. La triquiñuela utilizada es una variante de ausencia de espejo + uso de un doble; en primer plano se encuentra un muñeco de Arnie con la cabeza tuneada y al otro lado, en un hueco que simula ser un espejo, el verdadero actor. La explicación a cómo es posible que también veamos a dos Sarah Connor en pantalla es mucho más sencilla de lo que parece, una de ellas es Linda Hamilton y la otra Leslie Hamilton, la hermana gemela de la actriz.
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Terroríficamente muertos (1987)
Más arriba comentábamos el enfrentamiento que sufría Ash contra su propia imagen en cierto momento de Terroríficamente muertos. Este es el instante en cuestión, tan sencillo como un doble de Bruce Campbell y un butrón en una pared. Estéticamente muy efectivo.
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Sucker Punch (2011)
Vaya enema de alquitrán que es Sucker Punch ¿eh? Para evaluar el festival del absurdo embadurnado de CGI hasta las bragas que se montó Zack Snyder casi mejor que nos ponemos, de nuevo, a citar al excelso Dr. Ian Malcom. El caso es que entre tanta tontería era fácil pasar por alto que en un momento de la película se permitían cierta prestidigitación con la imagen y los espejos. En unos camerinos tiene lugar una conversación y durante la misma la cámara rodea a las chicas que participan en el diálogo para a continuación entrar por uno de los espejos y salir al otro lado del mismo. Que el primer tramo de la escena está rodado con la ayuda de dobles de las chavalillas es obvio: la sincronización errónea de los movimientos le hace perder bastante magia. Que el segundo tramo pueda ser obra de edición artesanal con el ordenador delante, pues es lo más probable, aunque no dispongo de ninguna versión en disco de Sucker Punch para comprobarlo con los comentarios del director, más que nada porque no vaya a ser que meter eso en el reproductor acabe derritiendo el aparato.
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Las vidas posibles de Mr. Nobody (2009)
Ojo al fabuloso truco de magia que se monta aquí la planificación de Jaco Van Dormael.
Ahora me ves, y ahora me ves desde el otro lado. Explicad eso.
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Poltergeist III (1988)
Buf, Poltergeist 3. Una de tantas secuelas chicle que realmente no son necesarias. Aunque en este caso sí que resulta interesante rescatar lo bien que se lo pasaron al traer de manera tan efectiva un buen pack de escenas que incluían montajes ocurrentes con espejos y escenarios construidos ingeniosamente para crear la ilusión óptica. El vídeo enlazado reúne un bonito montón de esas escenas y así uno se puede ahorrar el resto de película tranquilamente.
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Cisne negro (2010)
En una entrevista le preguntaron a Darren Aronofsky cómo se le ocurría haber planeado un rodaje dentro de una escenografía en la que los espejos eran tan abundantes. El caso es que Aronofsky parece extremadamente maniático con la perfección del plano y por eso Cisne negro es un una lección de orfebrería tras una cámara de cine. El director sabía aprovechar el impacto visual del pasillo eterno que crean dos espejos colocados frente a frente, y de paso nos ofreció dentro de los mismos algunas alucinaciones de una Natalie Portman dividida entre sus imágenes.
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Peggy Sue se casó (1986)
Francis Ford Coppola reservaba una sorpresa mostrada con cierta discreción y sin revolcarse en alardes al inicio de Peggy Sue se casó. Un plano que comenzaba enfocando un televisor y que acababa emergiendo del interior de un espejo. Un espejo que no existe, un decorado repetido milimétricamente y una actriz anónima tratando de calcar los movimientos de Kathleen Turner. La cinta giraba alrededor de un viaje en el tiempo: Peggy volvía al pasado con la oportunidad de cambiar su futuro y parecía repetir sus errores convirtiéndose en un espejo de sí misma. La película remataba utilizando el artefacto de nuevo: la escena final en el hospital era otro truco hábil que utilizaba una ilusión óptica idéntica a la de la escena inicial. Tanto arte y estilazo en la puesta en escena le sirvió para conseguir una nominación al Oscar a la mejor fotografía, aunque ese año el premio se lo acabó llevando La misión.
Pero existía un pequeño problema en forma de patinazo durante la planificación de esa escena de Peggy Sue se casó, un problema en el que quizá no reparó nadie a tiempo: la imagen de la televisión debería estar invertida si realmente fuese un reflejo y, escudriñando el texto que asoma por la caja tonta, se puede comprobar que esto no ocurre así.
¿Que además la doble de Turner del primer plano se desfasa un poco en su fotocopia de los movimientos? Pues sí, qué le vamos a hacer.
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Origen (2010)
Leonardo DiCaprio y Ellen Page jugando a construir ciudades. Con lo recargada que venía la cinta de efectos especiales no es difícil aventurar que aquí el ordenador tuvo que meter cierta mano o en su caso el brazo hasta el codo. De hecho es fácil descubrir que hay más cosas que no vemos en pantalla que también necesitaron de remiendos digitales, o eso o Page tiene un andar extrañamente errático, como de evitar estructuras invisibles.
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Sopa de ganso (1933)
Tanto ordenador, tanta ilusión óptica y tanta mandanga, y la mejor escena con un truco de espejos resulta que data de 1933. Y que pertenece a Sopa de Ganso y la protagonizan Groucho, Harpo y Chico Marx. Sí, más arriba hemos dicho que Chaplin había sido pionero en esto y en el fondo esta es una versión extendida de aquella idea de Charlot en la tienda, pero la payasada y los bailes absurdos de Groucho frente a su clon eran soberbios en el 33. Y lo siguen siendo ahora.
Pingback: El plano imposible: a través del espejo
The X-Files, temporada 6, Dreamland.
Porque Mulder siempre tuvo un pequeño Groucho en su interior.
Hilarante la última (y gloriosa) escena de «Sopa de Ganso».
Pocos «reflejos» cinematográficos actuales le llegan a la suela a pesar de la tecnología.
Eso, sí nada como el terror para contrarrestar a la comedia…
http://www.youtube.com/watch?v=kwb5gryTnEc
El novelista y crítico José María Latorre escribió en una ocasión que odiaba esos films en los que, de repente, el protagonista se mira a un espejo…
Entiendo que haya motivos para ello y Pat Garrett (James Coburn), «disparándose» tras haber ejecutado a Billy The Kid (Kris Kristofferson) en el film de Peckinpah le serviría de buen ejemplo, ya que -por ende- Latorre no simpatiza con el alucinado director (yo, sí, lo reconozco).
Pero es un recurso dramático como cualquier otro. A veces útil, a veces no. Lo mismo en lo que a los aderezos tecnológicos, respecta.
Para bucear en autorías de cine y espejos, hay brillantes textos de Jesús González Requena. Sin ir más lejos, el estudio acerca de Douglas Sirk, «La Metáfora Del Espejo» (Colección Eutopías/Film) (1.986)
Hubiera estado bien poner también el clip de «Crimen ferpecto» – pero he pasado un muy buen rato viendo todas estas escenas.
Hay un plano brillante en el primer capítulo de la serie The Fall. El personaje se para frente al espejo y se toma una foto. Es excelente.
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Mucha gente cree que quien realmente inspiró la escena del espejo en «Sopa de ganso» fue Max Linder:
http://www.youtube.com/watch?v=Zury01k7paE
Se echa de menos alguna mención a «Peep Show».
La ‘función’ de las películas es emocionar al público que las ve. Unas lo consiguen y otras no. No digo nada novedoso. De todas las escenas que el texto ofrece la que más sorprende es la de la pequeña Ellie intentando ayudar a su padre. Te sacude por inesperada. Aunque segundos antes eres consciente de la muerte de Theodore. Te transporta a otro escenario donde es tu imaginación, al ver las estanterías del armario del baño con los envases de medicamentos, la que aporta imágenes a tu cerebro sin que la pantalla las corrobore.
Me encanta la recopilación de planos de espejo del post, muy inspiradores, gracias
Y la escena de «Eyes Wide Shut». Alice a través del espejo.
http://4.bp.blogspot.com/-m2QvOoDwPew/ULfeJXU2YNI/AAAAAAAACZ0/UD6IN2pThWk/s1600/EyesWideShut5.jpg
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«The Shining».
El truco en el clip de Sucker Punch podría ser un cristal de espejo, en los que en una dirección sí se ve y en la otra se ve el reflejo. Esa podría ser la causa de que las dobles no estén coordinadas, porque las actrices no verían a sus dobles, sólo su reflejo.
En la escena de las dos chicas del camerino (Sucker Punch) yo creo que les da tiempo para colocar verdaderos espejos cuando se entra al segundo tramo, ya que se pierde de vista a las dobles…
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Solo como anotación, en la última Orgullo y Prejuicio, toda la escena de la pedida y el drama posterior sucede mientras Keira Knlightley mira directamente a cámara a través de un espejo.
Y luego está la película Reflejos de Kiefer Shuterland, claro, que ya es el no-va-más porque es una peli de terror que se basa única y exclusivamente en escenas diversas con espejos. No vale gran cosa, pero me pareció que también estaba bien una mención.
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