Permitidme empezar diciendo que yo mismo me considero, muy modestamente, un escritor gilipollas. Posiblemente nunca estaré a la altura de los grandes escritores gilipollas de los que voy a hablar pero al menos mi experiencia personal me capacita, aunque sea de un modo imperfecto, para entender la cuestión.
El cristiano se redime por las obras, el escritor también, pero en este caso por sus obras literarias. ¿Pero qué pasa cuando nos olvidamos de las obras y nos centramos en el hombre? ¿Qué pasa si, aunque sea momentáneamente, borramos esas obras de su biografía? ¿Qué nos queda? Pues muchas veces, me temo, un montón de defectos, un catálogo de estupideces, una vida errática, confusa y lamentablemente perdida.
Veamos algunos ejemplos…
Oscar Wilde, por empezar con un caso muy evidente, se lo jugó todo a una carta. Pero no una carta seria, de verdad, sino una carta falsa, una carta ridícula, de juguete, una carta con la que no podía engañar a nadie: su prestigio literario, su inteligencia, su sarcasmo, su vanidad. Con eso, puestos a enfrentarse con la vida real, no se va a ningún sitio. Es como ir a la guerra con una pistola de juguete. Te hacen pedazos en un momento. Al final, cuando ya todo estaba perdido, Oscar Wilde comprendió que nunca había tenido la menor oportunidad de salir vivo de ese juicio. En su largo lamento (De profundis), entre el tufillo de vanidad y prepotencia que desprenden involuntariamente sus palabras (muy lúcidas y sinceras, desde luego), él mismo llega a reconocer que ha sido un imbécil como la copa de un pino. ¿Pero qué hace? Nada. No hace nada. Primero porque ya no se puede hacer nada. Segundo porque él es escritor y no sabe vivir de otra manera. Él no vive la vida, él la escribe. Y como él mismo confiesa: «Ahora que conozco la vida ya no quiero escribir». ¿Y qué hace un escritor que ya no quiere escribir? Nada. Morir en vida. Un escritor que ya no quiere escribir está acabado. Su vida puede que continúe, pero solo desde el punto de vista físico. Espiritualmente está muerto. Es un zombi. Se pasea, se mueve, pero está podrido por dentro, en descomposición. Y pese a todo, aunque muera el talento, el entusiasmo, la crítica satírica y lúcida, la capacidad para la belleza, no muere la vanidad. Es curioso, un escritor zombi sigue siendo tan vanidoso como siempre. Piensa que el mundo continúa necesitándole (en realidad, eso es lo triste, el mundo no lo ha necesitado nunca). Piensa que su funeral estará lleno de grandes multitudes anónimas desfilando con lágrimas ante su tumba. Sí, un escritor, por bueno que sea, no puede aceptar la idea de la inutilidad de su obra. Y por tanto no puede aceptar la idea del olvido de su obra.
«No sé como hay gente que puede vivir sin escribir», decía Kurt Vonnegut, el autor de Matadero Cinco. (Pues sí, chaval, sal a la calle y verás… El mundo está lleno de gente que vive sin escribir ninguna novela, y sin la necesidad de escribirla). Porque… Aquí entramos en otro tema… Las condiciones económicas de la vida del escritor. ¿Cuántos grandes escritores han gozado toda su vida de una buena salud económica? La lista es inmensa. Muchos han sido simplemente unos mantenidos, viviendo de sus maridos y de sus mujeres. Otros han necesitado a su familia (y el dinero y la posición de su familia) hasta el final de sus días. Otros fueron enchufados gracias a un amigo o a su afiliación política y pese a todo estuvieron quejándose de su suerte durante muchos años… No quiero ofender a ningún devoto lector (son grandes escritores, eso no lo pongo en duda en ningún momento), pero me gustaría saber cómo se hubieran apañado muchos de ellos sin ese sostén económico y social del que siempre gozaron y que nunca se cuestionaron realmente. O muy pocas veces…
Pero no siempre me encuentro en lo que yo llamo estado de gracia. Tengo días de iluminaciones y fiebres. Días en que la música de mi mente se interrumpe. Entonces remiendo calcetines, podo arboles, recojo fruta o saco brillo a los muebles. Pero mientras estoy haciendo esas cosas no siento que vivo.
No lo digo yo. Lo dice Anaïs Nin en las primeras páginas de su diario. Y también añade:
Se vive así, cobijado en un mundo delicado, y uno cree que vive. Entonces lee un libro (Lady Chatterley, por ejemplo), o va de viaje, o habla con Richard, y descubre que no vive, que está simplemente hibernando. Los síntomas de la hibernación se pueden detectar fácilmente. El primero es la inquietud. El segundo síntoma (que llega cuando el estado de hibernación empieza a ser peligroso y podría degenerar en muerte) es la ausencia de placer. Eso es todo. Parece una enfermedad inocua. Monotonía, aburrimiento, muerte. Hay millones de personas que viven (o que mueren) así, sin saberlo. Trabajan en oficinas. Tienen coche. Salen al campo con su familia. Educan a sus hijos. Hasta que llega una brusca conmoción. Una persona, un libro, una canción… y los despierta, salvándoles de la muerte. Algunos se quedan dormidos para siempre. Son como el que se durmió tendido en la nieve y nunca más despertó. Pero yo no corro peligro, porque mi casa, mi jardín, mi agradable vida, no consiguen arrullarme. Sé que estoy en una bonita cárcel de la que solo podré huir escribiendo.
Analicemos un segundo la idea que subyace bajo estas palabras, sinceras pero inconscientemente hipócritas… «Si no escribo no vivo. La vida me resulta aburrida. Vivo bien. No me falta nada. Pero desprecio todo lo que tengo. No me vale. No me basta con eso…», ¿no es eso lo que nos está diciendo en el fondo? (Y no tan en el fondo, pues se permite no andarse con rodeos, algo muy distinto a cuando se pone a hablar de sentimientos o amor, que no sexo… sus diarios son un curioso ejemplo de cómo un escritor puede ser muy exacto e irse por las ramas a la vez, todo seguido en el mismo libro). A lo que vamos… ya me gustaría verte, querida Anaïs, en la fila del paro. Ya me gustaría verte lejos de tu bonita casa, y recogiendo frutas o cosiendo ropa, pero no para matar el tiempo, sino para poder comer. En fin, no seamos tan crueles…
Aunque puestos a hablar de escritores que viven bien, me resulta imposible no mencionar el caso de Valle Inclán, que en el colmo de los colmos se permitió el lujo de ser pobre. Valle Inclán, consagrado por completo a su obra, a su futura obra, pues aún era joven, prefirió pasar hambre en Madrid que aceptar un trabajo de inspector de las obras de restauración de la catedral de Burgos, un trabajo que le había ofrecido un amigo político (¡Ah!, los amigos políticos, qué grandes favores les han hecho a los escritores y qué desagradecidos han sido estos!). Sí, eran otros tiempos, desde luego. Me gustaría saber qué le diría hoy a Valle Inclán, si pudiera, uno de esos recién licenciados en Bellas Artes que en su futura vida laboral (si la tienen) nunca, NUNCA, llegarán a trabajar en nada que tenga que ver con el arte o que merezca llevar el calificativo de «artístico». Sí. Desde luego. Eran otros tiempos. Pero la cultura, se nos había olvidado, cuesta dinero y ni lo uno ni lo otro suelen ser muy valorados por aquellos que lo tienen. Especialmente lo segundo. Pero también lo primero. ¿Cuántos escritores se han permitido el lujo de abandonar la universidad porque «estaba demasiado lejos de la vida»? Esta lista, a poco que se rasque, se hace muy gruesa. Empezando por el mismo Valle Inclán, que estuvo varios años paseando su desprecio aristocrático por las aulas de la Universidad de Santiago, siguiendo con Kerouac, que abandonó las clases después de haber obtenido una beca en la prestigiosa Universidad de Columbia, y acabando con Nadine Gordiner, que llegó a ser premio nobel sin acabar su carrera en la también prestigiosa Universidad de Witwatersrand, Sudáfrica. Otros, como Joyce, renunciaron a su puesto de profesor en cuanto pudieron, pues la enseñanza les resultaba demasiado rutinaria y les impedía desarrollarse como escritores. Incluso en los casos en los que el escritor acaba con éxito sus estudios o adquiere una gran erudición de modo autodidáctico, muchas veces nos encontramos con un deliberado ocultamiento de esa erudición en sus libros, como si temieran ser tachados de «empollones» o de «listillos». Escribir como el pueblo para acercase al pueblo, en eso se puede resumir el método de ciertos escritores. París, durante todo el siglo XX, se llenó de escritores y artistas que querían vivir lo que podríamos llamar «la experiencia marginal», y estos escritores muchas veces se confunden a primera vista (pero solo a primera vista) con los verdaderos marginados de la vida y la literatura.
Pero un escritor culto es siempre un escritor culto. A pesar de sí mismo la mayoría de las veces (Céline, sin ir más lejos, era médico y de joven había sido enviado por su familia a estudiar idiomas a Inglaterra y Alemania, aunque él se empeñó en aprovechar esta estancia, ¡de varios años!, para otras cosas). Y así el escritor muchas veces se ve metido en encrucijadas sin salida, en auténticas trampas mortales.
«¿Cuál es mi crimen?», se preguntaba Isaak Bábel ante sus verdugos. «No ser capaz de escribir la obra que el Estado me pide que escriba», se respondía para sí. Él tenía grandes obras, escritas o a medio escribir, pero no le servían para nada. Stalin no le pedía que tuviese talento, le pedía (se lo pedía a todos) que pusieran su pluma al servicio del aparato de propaganda soviético. Simplemente eso. Que fueran meros transmisores de las consignas oficiales. ¿Y para qué? Pues para poder comer, para no ser fusilados… ¿No es razón suficiente para obedecer sin rechistar? Pues no. Por lo visto no era tan fácil. Pese a todo muchos fueron incapaces de hacer lo que se les pedía. Para ellos su arte, su literatura, era algo demasiado importante. Se empeñaron en ser escritores hasta el final. Incluso en las actas de los interrogatorios, cuando saben que van a ser fusilados o enviados a un campo de prisioneros, les sale la vena, el orgullo, el desafío del escritor indomable. Una postura suicida, estúpida, desde luego, porque se lo juegan todo a una carta, a una carta de mentira (como Oscar Wilde). Hasta el último punto y aparte, hasta que el expediente se cierre con la firma del juez, seguirán sin ver lo evidente. Vivirán como escritores y morirán como escritores. Sus verdugos, ¿qué pensarán de ellos? Muy fácil. Dejemos que ellos mismos lo digan:
—¿Ha leído alguno de sus libros?
—No. ¿Para qué?
Así de claro lo tenía uno de los oficiales que condenaron a Isaak Bábel, que a su vez fue condenado a muerte años después. Me parece una buena respuesta. ¿Hace falta leer un libro para saber que su autor merece morir? Pues claro que no… ¡Faltaría más!
Pobre Isaac Babel. Me encanta.
Lo único que no me gusta de este artículo, es que no lo he escrito yo.
Unas líneas en las que más de dos se sentirá identificados.
Brillante.
Excelente.
Me rompe el alma ver a Oscar Wilde encabezando esta lista. Es un mártir de la causa homosexual y los tuvo muy bien puestos durante aquella caza de brujas que fue el juicio que le hicieron. Algunas de sus respuestas al juez son tan del siglo XXI. Ay.
Sí. A mí también me fastidia poner a Oscar Wilde en la lista, y a todos los demás, y a todos los que faltan (por ejemplo, en esta misma revista hace poco leí un estupendo artículo sobre Cela y Celine). A mí me gusta mucho Jack Kerouac, y cuando leo sus libros intento olvidar que cuando se emborrachaba (que sucedía a menudo), se metía con los judíos y que podía ser tan cabrón con sus ex-mujeres y con sus amigos como cualquiera (y es sólo un ejemplo). Pero lo que yo quiero señalar en este artículo, no es que sólo que el escritor-persona no siempre esté a la altura del escritor a secas, que a veces sucede y otras no, justo es decirlo, sino la difícil relación entre la vida práctica y la literatura y el arte.
Recuerdo hace muchos años, cuando mataron a un fotógrafo español en Panamá, que Maruja Torrés, que era amiga y compañera suya, dijo en un periódico que: «le pasó lo que les pasa a muchos, que creen que su cámara es una arma que les puede proteger» Eso lo entendí bien. Y esas palabras se me quedaron grabadas. Tú crees en la fotografía, en el periodismo, en la denuncia social, en todo eso, pero a la hora de la verdad al asesino que te va a pegar un tiro eso le importa un bledo, y tú cámara no va a parar las balas (pero tú estás tan metido, tan obsesionado por tu trabajo que por un momento fatal te olvidas de eso). Isaak Bábel, como ya digo aquí, estaba preocupado por no poder terminar su novela, pero eso a sus verdugos les daba absolutamente igual. Y el mismo Oscar Wilde lo dice en ese libro increíble que es «De profundis» (que me gusta mucho, y lo citaría entero, y le dedicaría un artículo entero a Oscar Wilde, pero en otra ocasión, ahora no quería hablar sólo de él), que todo lo que le ha pasado (y es muy grave: la ruina absoluta, el desprecio total de la sociedad, la cárcel, la soledad y el abandono de los que quería…) se debe a su «desinterés por la vida y su obsesión por el Arte», y además reconoce, como ya he dicho, que no tenía que haber iniciado ese juicio (que no lo olvidemos lo inició él, como acusador, aunque rápidamente pasó a acusado) porque no tenía la más remota posibilidad de ganar, y que lo que tenía que haber hecho era irse del país cuando aún estaba a tiempo. ¿Por qué no lo hizo? Esa es la pregunta.
Gracias por leerme y por tu comentario.
Pues esto me ha recordado a una película de Woody Allen. La verdad el título no lo recuerdo, pero una de las conclusiones a las que llegaba es que podías ser un intelectual de la ostia; pero al final era la fuerza bruta la que hacía girar al mundo y podía dejarte sin dientes.
Esas cosas marcan cuando quieres dedicarte a juntar letras.
Otro gilipollas digno de mención es Paco Umbral; su admirado Cela no era un gilipollas, sino un grandísimo hijo de puta.
Pues no me ha gustado mucho el artículo…prometía bastante más de lo que realmente da. Me ha parecido muy deslabazado…una sucesión de anécdotas mal alineadas para al final no acabar de entender por que Oscar Wilde es gilipollas…
Lo siento, pero no me ha convencido…
Gracias por leerme de todas formas. Y siento no convencerte, pero por si acaso aún hay remedio he intentado explicarme más en mi respuesta de arriba.
Aunque sé que es imposible gustar a todo el mundo, y no lo pretendo, sí que intento dejar claros mis puntos de vista, eso me parece lo mínimo que puedo hacer.
Un premio para usted, señor, por tan magnífica respuesta.
Bueno, toda esa gilipollez, vanidad, egocentrismo y narcisismo son un poco necesarios si vas a escribir algo que valga la pena, creo yo. O mejor dicho, no necesarios, pero son los defectos de carácter que vienen en el paquete de alguien al quien le obsesiona mas la perfección de una frase escrita que cualquier otra cosa. Sin esa mentalidad, con una visión práctica de la vida, no le hubiesen echado tantas horas a escribir y pulir lo escrito y repulirlo.
Tendremos que aguantarle a la gallina ser un poco engreida y vanidosa con tal que ponga huevos de oro.
La pregunta, Jesús, es si realmente merece la pena. Esta es la pregunta a la que todo aspirante a escritor llega algún día, si realmente se lo toma en serio. Naturalmente yo sólo puedo responder por mí. Pero creo que este artículo ( y muchos otros como éste) pueden ayudar a tratar de encontrar una respuesta para otras personas. Y luego, aún podemos ir un poco más lejos… ¿Realmente la sociedad necesita a escritores, artistas y demás? Yo tengo mi respuesta, pero yo, claro, soy escritor o pretendo serlo…
Gracias por leerme y por tu comentario.
¿Preguntas si merece la pena escribir?
Pero, hijo mío, ¿tú te has parado a pensar de forma seria y objetiva la pregunta que le has hecho a Jesús Couto? Con la respuesta que te voy a dar, te sentirás un poco confuso al principio, pero espero que reflexiones sobre ella y logres deshacer el pequeño caos en el que, en lo referente a las cosas que merecen la pena, pareces vivir.
¿Qué significa, según tú, «que algo merezca la pena»? La pregunta tiene cierta enjundia, pero es que de la respuesta a la misma depende en gran medida la cuestión que planteas. ¿Te refieres, acaso, a los premios en los concursos de literatura que puedes obtener en el futuro como escritor? Si es así, la respuesta a tu pregunta solo podrá ser contestada una vez que los consigas, si finalmente los consigues, claro. No antes. ¿Es por el dinero? Igual. No sabrás si habrá merecido la pena hasta que tengas la libreta del banco con una cifra de muchos ceros. ¿Por el ‘poso’ que puedes llegar a dejar en los lectores? ¿Es por eso? Si es por este último motivo, por cierto, me gustaría saber en cuántos lectores deberías dejar ‘poso’ para que tu actividad como escritor te mereciese la pena. ¿Uno, dos, cien, mil… un millón quizás? Te lo pregunto porque si yo me hubiese cruzado por la calle con Saramago, le habría dado las gracias por escribir Ensayo sobre la ceguera. Le habría dedicado mi mejor y más sincera sonrisa. Lo hubiese mirado fijamente a los ojos, intentando saber qué demonios le pasa por la cabeza a una persona (a un genio), para escribir una obra de arte, como fue la genial serie de despropósitos que una ceguera epidémica e infecciosa puede llegar a provocar en una comunidad. Si en lugar de ser yo quien se hubiese cruzado con él por la calle en esta hipotética situación, hubiese sido una famosa colaboradora de un programa televisivo de gran audiencia, quizá el gesto (el ‘poso’) hubiese sido distinto. ¿Sería entonces lógico pensar que si el portugués se cruza conmigo, sintiese que ha merecido la pena dedicar su vida a la literatura, y que de ser la colaboradora a la que ve por la calle, tuviese la sensación de haber tirado su vida por el retrete? No, ¿verdad? ¿No sería más acertado plantearnos que la actividad a la que uno se dedica en la vida (en tu caso la de la escritura), no depende tanto de las consecuencias que de ella se deriven, sino que más bien ha de venir ‘envuelta’ de otro tipo de parámetro; uno que (por lo discutido hasta ahora) no logramos definir con exactitud?
Alfonso… El concepto de que algo valga la pena o no no es que simplemente sea subjetivo, sino que además es una de las abstracciones contra las que el ser humano se devana los sesos.
¿Has mantenido alguna vez la típica conversación con un amigo de los de toda la vida en la que él, presa del desamor por esa novia suya que lo acaba de abandonar, te dice; «A pesar de todo, mereció la pena»? Sí, ¿no? Un amigo de esas características, en esas circunstancias, vomitando ese tipo de sentencias, aunque pueda parecer lo contrario, es el tipo de persona que podría quizá responder a tu pregunta. Porque en la primera de sus frases es consciente de la incoherencia en la que se vio inmerso en la relación con la chica. Y en la segunda, admite contra todo pronóstico (haciendo gala de ese difuso parámetro citado anteriormente) que mereció la pena.
Yo, por desgracia, no puedo contestar la pregunta que le formulas a Jesús de forma categórica con un sí o con un no. De hecho, a medida que envejezco, puedo contestar cada día menos preguntas, y no por falta de conocimientos, sino por exceso de estos, probablemente. Me peleo conmigo mismo (aunque no sé muy bien cómo hago esto último), cuando intento esclarecer ese baremo, esa variable imprecisa, en la toma de decisiones en mi vida, Así que, en este tipo de ‘devaneos’ —fecunda semilla para las sobremesas de los domingos—, suelo citar a Ortega y Gasset, para dar por concluidas tan armoniosas pérdidas de tiempo.
«La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada».
Un saludo.
plas plas plas plas plas
Excelente oportunidad para escribir una continuación de este interesante reportaje protagonizada por escritores vivos. Daría para una sección.
Es cierto que Kerouac abandonó la universidad, pero también lo es que estuvo trabajando como marinero y en mil cosas más. Eso sí, gilipollas probablemente lo fuera un rato.
Excelente artículo.
El nivel de «gilipollismo» literario (según la vara de medir que se establece en este artículo) entre Isaak Bábel y Alexander Solzhenitsyn es el mismo. En este caso el primero acabó ejecutado y el segundo acabó siendo premio Nobel y viviendo a cuerpo de rey hasta sus últimos días en la misma Rusia que había puesto a parir en su libro «Archipíelago Gulag». No es tanto el «qué escribo» sino el «cuándo lo escribo», vamos, que no sería justo medir la calidad literaria de un individuo por cómo ha acabado su vida aunque en muchos de los casos expuestos, particularmente, sí pondría en tela de juicio su capacidad de análisis político/social y los tacharía más de «bocazas» que de «gilipollas».
Posiblemente de estar vivo, a día de hoy, Oscar Wilde desbancaría fácilmente a Freddy Mercury como ícono gay en todos los «pink hit parades» internacionales.
La gente que es muy buena en algo tiene grandes carencias en otras cosas. Creo que la cosa es así de simple, por bien que es una conclusión extraída de mi experiencia empírica, necesariamente muy limitada. ¿Gilipollas? No sé. Yo más bien diría ingenuos e inconscientes. También creo que se debe mantener cierta ingenuidad para atreverse a crear. Un cínico consideraría que todo está dicho.
Desde otro escritor gilipollas: ¡genial, cabrón!
Tal vez tenga algo que ver el compromiso que uno asume con su propia obra, con su propia vida. Tal vez a día de hoy tanto una como otra se resecan en una densa capa de banalidad.
«¿Pero qué pasa cuando nos olvidamos de las obras y nos centramos en el hombre?» Pasa que todo queda reducido a puro cotilleo intrascendente. El hombre en cuestión interesa porque es escritor. Si prescindimos de esto, será lo mismo que chismorrear sobre el vecino de enfrente.
Amén.
¡muy bien dicho!…
Pienso que para escribir hay que ser necesaria y conscientemente gilipollas. Y no para escribir grandes obras, sino incluso para escribir este mismo comentario o el artículo al que se refiere. Otra cosa es la intensidad y el tiempo que uno le dedique a ser un gilipollas. Exponer algo personal, como son las propias ideas, al juicio del público, así…, arriesgándote a que te tomen por imbécil, -encima muchas veces con razón-, requiere de un nivel de gilipollez considerable. Dime tú si al publicar el artículo no has sentido el vértigo de la gilipollez.
Pues sí, pero me siento más gilipollas aún cuando escribo otras cosas (que no se publican y acaban olvidadas en un cajón), y sobretodo después de escribir, cuando ya has terminado, después de mucho tiempo y esfuerzo y piensas, esos segundos fatales, ¿para qué?
Eso a todos los que escriben les pasa. Y algunos dejan de escribir o tratan de cortar por lo sano. Y lo pasan mal. Otros no, el «nono» es más suave para ellos. En la biografía de la que he sacado algunos datos de Valle-Inclán resaltan muchas veces su valentía, su coraje, su decisión de pasar toda el hambre del mundo si hacía falta con tal de no renunciar a su sueño de ser escritor. Y yo pienso, ¿sería capaz?, ¿vale la pena o mejor un trabajo bien pagado y a vivir del cuento (si tienes oportunidad de ello, como Valle-Inclán tuvo, y no una, sino varias)?
De ahí me vino la idea del artículo.
Gracias por leerme.
La biografia, muy interesante:
«Valle-Inclán, la fiebre del estilo». Manuel alberca/ Cristóbal González. Ed Espasa
quería decir «mono», obviamente.
Perdón por la errata.
Entiendo que el término gilipollas lo usas con sarcasmo, o ironía quizás, y no de forma peyorativa; por eso mi respuesta.
Yo creo que el arte es una lucha del hombre contra sí mismo y su insaciable manía de codificar y ordenar todo. Si pones a cien personas a clasificar un montón de piezas de algo, la casi totalidad de ellas lo harán en grupos de diez, veinticinco, cien…., en un orden aceptado (las personas tenemos una absurda querencia por los números “redondos”, las formas simétricas, las armonías…), y de repente llega uno de estos gilipollas y los agrupa de treinta y siete en treinta y siete, o incluso te pone cada grupo del tamaño que le da la gana. Y lo más jodido es que probablemente haya las mismas razones para hacerlo de una forma u otra: ninguna. Y el artista gilipollas se dedica a enseñar al resto del mundo que esos “códigos”, esos formas de hacer las cosas, esas ideas, no son necesariamente las únicas, y ni tan siquiera las mejores, y entonces dicha mayoría intenta aplastar al artista, y las más de las veces lo consigue. Hay otras formas de actuar, y su libertad le obliga a usarlas. Es libertario, irreverente y anárquico, y muchas veces su lucha consiste únicamente en no dejarse llevar por los códigos, en introducir mensajes molestos con el orden, en hostigar…. Con esto no quiero crear un esterotipo, puede ser un perfecto padre de familia, un marido…, un vecino afable…, mientras todo esto no le cueste un pedazo de aquello.
La libertad es tremendamente incomoda para los demás, y eso hace que los demás quieran que sea dolorosa para el libertario, porque la inmensa mayoría de la gente prefiere la comodidad a la libertad, odia que le contraríen, o la incertidumbre de que quizás estén equivocados. Es una simple cuestión de números y de ir contracorriente. Objetivamente, tan gilipollas serían unos como el otro, pero el adjetivo se pone por consenso.
En definitiva, el arte se lleva muy mal con el poder. No solo con el poder oficial, sino también con el poder del “sentido común”, de “la masa”, y dentro de este contexto, para el artista ser aceptado o tener éxito, puede que incluso resulte una cortapisa que limite su libertad. Por eso creo yo que hay tantos artistas marginales, que huyen del éxito y de la aceptación generalizada, a los que llama “autodestructivos”.
Hay escritores y escritores artistas. Los primeros escriben bien, los segundos además escriben lo que les da la gana, sin importarles si son molestos a los demás, porque su escritura es la expresión de su libertad. ¡Ojo!, no confundir con oportunistas provocadores del estilo de Sostres, a los que se distingue perfectamente porque los destinatarios siempre son los humildes (ya saben la máxima fascistas: “Humilde con los poderosos…”).
Es mi lectura del asunto, que será estúpida, pero que me atrevo a exponer en un acto de libertad y gilipollez.
Me alegra mucho leer tus primeras frases, porque por algunos comentarios me parece que no han visto el sarcasmo y la ironía. Sí, yo soy el primero en definirme como (modestamente, eso sí), escritor «gilipollas» porque muchas veces pienso que todo el tiempo y energías invertidas en la literatura (o la cultura, si se quiere), se podrían haber utilizado en algo más… ¿productivo? Pero sé que no, que en el fondo me gusta ser escritor gilipollas, ¡qué se le va a hacer!
Por lo demás he intentado dar una visión que es personal y puede no ser todo lo precisa que debería. Pero seguiré intentándolo…
Gracias a todos los que habéis hecho comentarios (y digo a todos, porque parece que sólo contesto a los que ponen objeciones o me critican, pero a los que me dicen que les gusta el artículo, aunque no les conteste, se lo agradezco mucho: me siento un poco menos… ¿gilipolla?).
Gracias por leerme.
Unos dirían gilipollez; otros idealismo, caballerosidad o nobleza. Cada uno reconoce lo que le es propio.
El título no me gusta, es muy sensacionalista. No se trata de ser o no ser gilipollas, sino de consagrarse a la creación por encima de todas las cosas. La verdadera gilipollez, a mi juicio, radica en pensar que la literatura es más importante que la vida misma; pero cada uno hace con su vida lo que puede. Por lo demás, muy buen artículo. Enhorabuena.
Enhorabuena por el artículo: alguien tenía que decirlo.
Por algunos comentarios, me parece haber entendido que hay quien piensa que es necesario ser vanidoso, egocéntrico y no sé cuántas cosas más; y, en resumen, «gilipollas», para ser un gran escritor. Eso es rotundamente falso. De muchos escritores de la antigüedad sólo podemos suponer cómo fueron; pero no parece haber motivos serios para suponer que Cervantes o Shakespeare fueran peores personas o más insoportables que el común de los mortales. Dígase lo mismo, por citar un ejemplo más reciente y conocido, de Antonio Machado. Lo que yo creo es que entre los escritores los hay mejores y peores personas, y entre ellas algunas excelentes. O sea, lo mismo que entre los demás. La «gilipollez» no es privilegio de la especie literaria; lo es de la especie humana, sin más.
Escribir es una acción pública, como muchas otras. Obviamente tiene repercusiones en la polis, y lógicamente, para muchos escritores, el compromiso con su obra es también un compromiso político. Se puede salvar el culo, claro, pero de ahí a pensar que es gilipollas aquel que decide dedicarse generosamente a entregar al resto lo mejor de sí, pues me parece, como mínimo, de mal gusto.
Permíteme una pregunta, Fernando, ¿crees que a Isaak Bábel lo mataron por querer destruir el comunismo?, ¿crees que realmente se oponía a Stalin? Eso por poner un ejemplo, de entre los que menciono. Isaak Bábel fue acusado de espía y de enemigo del pueblo y de otras muchas cosas, pero realmente sólo se le podía acusar de hablar hecho algunos comentarios negativos sobre Stalin y el comunismo (en la intimidad, no en público) y, sobretodo, de pretender ir por libre, de tener ideas propias, y pensar que su obra era más importante que «quedar bien» con el régimen. Pero cuándo se lo llevaban, se dio cuenta de lo que le esperaba a su familia (tenía mujer y una hija pequeña) y se lamentó amargamente. ¿Y no te parece que era un poco tarde para lamentarse?
¿Y no crees que Poe, otro escritor que si no te gusta la palabra «gilipollas», podemos llamar «inadaptado», o «problemático», o «egoísta», al ver a su mujer enferma y verse él sin dinero y sin poder hacer nada por ella, no pensó en lo poco que valía su obra en comparación con la felicidad y la vida de su mujer? Yo creo que sí lo pensó. Pero cómo han dicho muy bien en un comentario unas líneas más arriba, el fallo está en pensar que «la literatura es más importante que la vida misma», y anteponer esa obra (también vale esto para todos los artistas en general) a todo lo demás, cuando muchas veces los demás no van a valorar lo que hacemos y nuestra familia va a sufrir enormemente por ello. Y te pongo un ejemplo, de los que ya he citado. La mujer de Valle-Inclán, Josefina Blanco, que había luchado tanto para ayudar en la carrera literaria de su marido, que había sacrificado su vida profesional y todo su tiempo libre (el poco que le dejaban sus hijos) para revisar y pasar a limpio sus escritos, para hacer los recados literarios de su marido, etc., al final acabó divorciándose. ¿Por qué? ¿No sería porque comprendió que para su marido lo primero era la literatura y que ella estaría siempre en un segundo lugar?
¿El escritor piensa en sí mismo cuando escribe, en los suyos, en la sociedad? ¿Sabe lo que va a tener que perder a cambio de su trabajo? ¿No duda y se queda paralizado sin saber qué hacer, cuándo tiene que elegir entre salvarse a sí mismo y a los suyos o salvar su obra? Muchos escritores rusos o del Este, al ser detenidos o al saberse perseguidos acababan pidiendo clemencia a Stalin, y prometiéndole que en el futuro serían buenos comunistas, pero sus súplicas no resultaban convincentes, y desde luego ellos mismos dudaban de poder cumplir su promesa (ya hablaré de ellos en el futuro, por suerte o por desgracia a veces son los propios verdugos quienes conservan su memoria: como en los archivos de la KGB o de la Stasi).
Pero yo estoy para hacer preguntas, no para contestarlas.
Gracias por leerme.
Pingback: 05/09/13 – El escritor gilipollas | La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real
Otro debate sería el hecho de que los escritores copen las columnas de opinión de todos los periódicos ¿Por que consideramos que alguien sin preparación específica tiene algo interesante que decir desde un punto de vista social, económico o científico?
No estoy seguro de comprender bien lo que dice Alfonso Vila en su última respuesta. Dice por ejemplo de Bábel que, copio, «fue acusado de espía y de enemigo del pueblo y de otras muchas cosas, pero realmente sólo se le podía acusar de hablar hecho algunos comentarios negativos sobre Stalin y el comunismo (en la intimidad, no en público) y, sobretodo, de pretender ir por libre, de tener ideas propias, y pensar que su obra era más importante que “quedar bien” con el régimen. Pero cuándo se lo llevaban, se dio cuenta de lo que le esperaba a su familia (tenía mujer y una hija pequeña) y se lamentó amargamente. ¿Y no te parece que era un poco tarde para lamentarse?». Lo que propone ¿es que hubiera renunciado a sus ideas y se hubiese adaptado a lo que el régimen le pedía? La «gilipollez» de que habla, ¿consiste entonces en no inclinarse lo suficiente ante los verdugos? ¿En no callar, en no convertir sus escritos en propaganda del régimen? ¿Lo único «inteligente» es, pues, ser un «adaptado», escribir lo que manden, o si no dedicarse a otra cosa? Es una curiosa manera de verlo; una manera que Stalin, o Hitler, o cualquier otro de su estirpe, hubiesen aprobado encantados. Coincidir con ellos hasta ese punto, amigo Vila, a mí al menos me preocuparía un poquito. Claro que a lo mejor se trata de eso, de no permitirse el lujo de pensar en ciertas cosas, dado que uno no está solo en el mundo, tiene familia, etcétera. Triste manera de ver las cosas, en mi opinión.
Exacto, esa es precisamente la pregunta que se formuló Bábel, como Pilniak, como Osip Maldelshtam, como Anna Ajmátova, su marido y su hijo, como Pasternak, como Bulgákov, como todos los escritores rusos de aquella época, hasta el mismo Gorki se lo tuvo que plantear, aunque las respuestas de unos y de otros fueron distintas, y su suerte también. En los momentos críticos, como las dictaduras, el escritor se tiene que decidir entre un camino y otro, y a veces toman el que para la gente «con sentido común» es el camino equivocado, el que lleva a su perdición más directa. Pero ese dilema moral no es propio de los escritores, cualquiera en una situación parecida tiene el mismo problema, aunque los escritores son más visibles para el conjunto de la sociedad, y por tanto su actuación se estudia más y es más conocida. Pero yo no me refiero únicamente a esos casos, y que conste, yo creo que haría lo mismo que ellos (pese a saber lo que me puede pasar), sino a la dificultad entre dedicarse a un trabajo tan absorbente como el literario y al mismo tiempo tratar de ser un buen padre de familia, o un buen marido, o un ciudadano «como todos». Porque la postura de Henry Miller, por citar a uno que aquí no menciono, de dejar su trabajo, su familia y su país para ir a Francia a dedicarse a ser escritor no es una postura que muchos americanos contemporáneos suyos mirarían con buenos ojos. Hay que ser un poco cabezón y egoísta para pensar sólo en tu obra literaria y pensar que tu obra literaria lo justifica todo. Pero eso está en el «gen» del escritor, o de algunos escritores, que se salen de lo normal, y muchas veces se equivocan y muchas veces aciertan, pero que pagan un precio muy alto por ser eso, escritores, y ese precio incluye la incomprensión, la frustración, y a veces su propia vida. Y yo he tratado de mirarlo desde fuera, desde el punto de vista de sus verdugos, de la gente que no lee ni escribe, de la gente que no se mete en líos, de toda esa gente que «puede vivir sin escribir una novela» y he tratado de responder a una pregunta, que ya he dicho antes, ¿hasta que punto hay que sacrificarse por la literatura? ¿Y hasta que punto vale la pena?
Y esa pregunta yo puedo responder que sí vale la pena, o que yo no sé vivir de otra manera, pero lo que intento es que los que escriben se la planteen y que los que no escriben entiendan los problemas íntimos y violentos de los que escriben. Quizá he sido muy ambicioso. Pero si hago pensar al lector, aunque en un principio puede que involuntariamente lo confunda un poco, me doy por satisfecho.
Como digo siempre gracias por leerme.
Por cierto, para terminar, ¿has leído el libro «Bilbao-Nueva York-Bilbao», de Kirmen Uribe?. Él cuenta el caso del pintor Aurelio Arteta, al que le ofrecieron pintar lo que luego fue el Gernika. Pues resulta que este pintor no quiso, prefirió escapar de la Guerra Civil y refugiarse en México con su familia. Consecuencia: el encargo le fue ofrecido a Picasso. Te cito textualmente: «Al final el encargo recayó en Picasso. Pintar el cuadro sobre Gernika hubiera sido un salto definitivo en la carrera de Arteta, pero no lo aceptó. Por delante del Arte, eligió su vida. Prefirió reunirse con su familia a ser recordado en la posteridad. A muchos les parecerá que la decisión de Arteta fue un error. Cómo pudo anteponer el amor por su familia a la creación artística. Es más, habrá quienes no le perdonen eso jamás y piensen que el creador se debe a su obra antes que a nada».
Muchos de los escritores rusos que menciono pudieron abandonar Rusia al poco de la Revolución Rusa, pero se quedaron en su país. Otros se marcharon. ¿Qué es lo más sensato? ¿Qué es lo que la sociedad considera más sensato? ¿Qué es lo que el artista o el escritor debe hacer?
Esa pregunta se la tiene que responder cada uno.
Sí
Me gustó el articulo la primera vez y me ha gustado esta sefubda leer también este debate. Sovre si merece la pena o no , probablemente en términos capitalistas no, pero ya sabemos que el artista no puede evitarlo. Ni en laa cuevas paleoliticas pudieron y no es que allí eatuvieran sobrados de recursos. Sobre que a Arteta no se le perdonara elegir la vida frente al arte, decie que la idea cristiana de sacrificio y martirio nos sigue haciendo mucho daño. En el arte, en el amor, en la vida con arte y amor…
Percutir contra la realidad. Eso es lo que hace el escritor gilipollas. Antes de morir, al menos dibujar un bello arabesco. El mundo, alrededor de él, seguirá como si tal cosa, tras encoger los hombros. Buen artículo, buena intuición.
El artículo me ha gustado mucho. Además de bien escrito, refleja con lucidez el estado de locura (la dosis es variable, y el resultado artístico no está directamente relacionado) que acompaña siempre al escritor.
Sobre Bábel: simplemente recomendar sus desasosegantes y formidables relatos recogidos bajo el título ‘Caballería roja’.
El dilema moral, en casos tan graves como los citados, sin duda existe, aunque es bueno no olvidar nunca que el culpable NO ES, en absoluto, el escritor (o el artista), sino los dictadores cuya criminal tiranía puede plantearlo.
Por cierto: no he leído el libro de Uribe. Pero lo que aquí se dice a modo de resumen me plantea a mí muchísimas dudas. Se dice, por ejemplo, que ofrecieron a Arteta «pintar lo que luego fue el Guernica», y aún se añade que «pintar el cuadro sobre Guernica hubiera sido un salto definitivo» en su carrera. Ahora bien, el encargo de una obra para el Pabellón Español le fue hecho a Picasso en Enero de 1937. El bombardeo de Guernica se produjo el 26 de Abril. Luego en ningún caso pudieron encargarle un «cuadro sobre Guernica» (pintarlo sobre ese tema precisamente fue una decisión personal de Picasso), ni menos podrían haberlo hecho, en una fecha anterior a la del encargo al propio Picasso, con Arteta. En consecuencia, suponer que Arteta, caso de haber aceptado el encargo, hubiera pintado un «cuadro sobre Guernica» implica, además de un muy discutible ejercicio de imaginación prospectiva, atribuirle a Arteta cualidades proféticas que no consta que tuviera. Y más: la fama universal del cuadro de Picasso no se debe ante todo a su tema, sino a las cualidades artísticas de la obra. Quiero decir con esto que, aun suponiendo que Arteta hubiese aceptado el encargo y pintado precisamente un cuadro sobre Guernica, no hay en absoluto ninguna seguridad de que por él fuera a ser «recordado por la posteridad», al menos mucho más de lo que ahora se lo recuerda. No hubiera sido (que es lo que este resumen da a antender) «el Guernica de Picasso, pero firmado por Arteta», sino una obra absolutamente diferente, que es muy fácil que ni siquiera hubiese tratado (dadas las fechas) sobre el bombardeo de Guernica, y con enorme probabilidad muchísimo menos conocida (como el resto de la obra de Arteta) que el Guernica.
Así que no sé lo que dirá la obra de Uribe, que como dije no he leído. Pero este resumen que aquí se nos da, desde luego, confunde completamente las cosas.
Te pongo este link, del periódico El Pais.
http://elpais.com/diario/1983/02/12/cultura/413852407_850215.html
Y sí, yo sólo he citado TEXTUALMENTE ( lo remarco) a Kirmen Uribe, cuyo libro por cierto, fue premio Nacional de Narrativa en el 2009 y otros premios más. Pero bueno, no sé que hubiera pasado si lo hubiese pintado Arteta, pero a mí lo que más interesa, y por eso te lo he puesto como ejemplo, es que es prefirió huir con su familia a aceptar un encargo importante, eso es para mí lo más significativo del texto.
Por lo demás coincido contigo, la culpa de los fusilados y perseguidos en todas las dictaduras del mundo no es de ellos, sino de los dictadores, eso está claro. Yo simplemente he introducido el tema de las relaciones del escritor con su familia, con la sociedad y con el poder. Creo que es un tema interesante.
He leído el artículo de El País, que no conocía, como tampoco el libro a que en él se alude. Pero para mí (que no soy en absoluto experto en el tema) no hace sino embrollar más los datos históricos. Se da a entender en él que el posible encargo a Arteta ocurrió cuando ya había sido previamente encargado a Picasso (Arteta, se cuenta allí, alegó sensatamente que «él no podía compararse a Picasso»), lo que aclararía la diferencia de fechas. Pero también se dice que «el Gobierno español adquirió entonces un antiguo palacio del siglo XVII en la calle de Grands Agustines, que se habilitó y entregó al genial pintor en propiedad. Fue una especie de pago indirecto por el Guernica, ya que Picasso no quiso cobrar nada por hacerlo».
Ahora bien, como puede verse por ejemplo en la wikipedia, artículo relativo al Guernica, «Se sabe, sin embargo, que tras un primer pago de 50.000 francos, Picasso recibió de la República española un segundo pago de 150.000 francos en concepto de gastos. Una nota firmada por Max Aub, fechada el 28 de mayo de 1937 y dirigida al embajador Luis Araquistáin, acredita este pago. Según dicha nota, el pintor se negaba a aceptar cifra alguna, y el pago que finalmente se le dio tiene un carácter exclusivamente simbólico, destinado a cubrir los gastos de Picasso. Se ha cuestionado, sin embargo, el carácter simbólico de la suma indicada, que, según De la Puente, asciende a «el 15 por 100 del costo total del pabellón español, unas nueve veces más que el precio máximo que hasta entonces había logrado Picasso por lo mejor pagado de su arte». En todo caso, sería el recibo de dicho pago el que décadas más tarde permitiría al Gobierno español reclamar la propiedad del cuadro».
Sigue en pie, por lo demás, lo que yo decía antes respecto a que el posible Guernica de Arteta NO HUBIERA SIDO EN ABSOLUTO el Guernica de Picasso, sino otro cuadro muy distinto, con toda probabilidad (dada la estimación pública, de entonces y de hoy, sobre el resto de la obra de Arteta) mucho menos valorado que el cuadro de Picasso, y que no hay razón para pensar que le hubiera hecho «ser recordado por la posteridad» más de lo que lo es por la obra que efectivamente realizó. En otras palabras, Arteta renunció acaso a un encargo importante, pero NO (naturalmente) A HABER SIDO ÉL EL AUTOR DEL GUERNICA DE PICASSO, Y POR TANTO A DISFRUTAR DE LA FAMA QUE HOY TIENE ESE CUADRO (que él en ningún caso hubiera podido pintar). No conviene confundir las cosas.
(También plantea esto la curiosa cuestión de que los sucesivos gobiernos nacionalistas vascos hayan reclamado repetidamente «El Guernica, a Guernica»; o sea, hayan pedido un cuadro que, de haber sido por la voluntad de sus predecesores en el Gobierno vasco, jamás se hubiera pintado. Eso dejando aparte el hecho de que fue encargado y pagado por el Gobierno español de la época, lo que, dada la muy respetable voluntad de independizarse de España que tienen dichos nacionalistas, equivale a pedir que España, propietaria legítima del cuadro -ya que sólo por su voluntad existe, y fue además debidamente pagado- se lo regale a lo que ellos entienden es o debe ser otro país, cuya única relación con el cuadro sería el haber proporcionado el tema. Lo que viene a ser como que los holandeses reclamaran el cuadro de Las Lanzas, dado que Breda está en su territorio. Curioso planteamiento, diría yo).
Emotiva referencia a Arteta y su renuncia. Para no liarnos, el debate no es la renuncia a pintar un encargo suculento; la noticia está en la anteposición del amor a su familia, a la vida, a la contención del narcisismo creativo. Y ahí está la lección de Arteta, el amor es privado y sólo lo goza o lo padece el protagonista, por eso el lector o espectador, presa de su propio egocentrismo pasivo, no es capaz de reconocerlo. La obra es pública y el pasivo se regocija en ella sin pensar en el sufrimiento que haya podido generar su creación. Estupenda la reflexión de Alfonso, como todo el artículo, sobre la necesidad de dicho sufrimiento (para la familia y para el propio autor). Desde mi humilde punto de vista, ninguna creación, por ingente que ésta sea, merece la pena un ápice de sufrimiento. Sobre todo cuando no es propio. Adoro a los creadores que renunciaron por amor. Adoro sus obras nonatas. Me enriquecen mucho más que los guernicas de todo el mundo. Adoro su silencio, sus páginas llenas de amor en blanco.
Como han dicho por ahí arriba, un artículo deslavazado y con un planteamiento impreciso, por no decir obtuso. Que el sr.Vila haya necesitado casi más texto en los comentarios que en el propio artículo para explicar lo que quería decir da muestra de quien no tiene las ideas demasiado claras. El Sr. Vila se apunta a la corriente que pretende hoy deslegitimar (que no humanizar, lo cual sería más interesante) lo que otrora se conocía generalmente como intelectuales. Si en otro tiempo su obra y sacrificio fue objeto de admiración, parece que hoy nos toca hacer gala de lo contrario. Son los tiempos que corren. Que ante la adversidad de la vida cotidiana muchos escritores sufrieran y se preguntaran, dudaran e incluso se arrepintieran de haber dedicado su vida a algo que, en el fondo, no resolvía sus problemas materiales es una reacción y actitud lógica y perfectamente razonable, ¿por qué no? Pero no sé que aporta esa reflexión, más allá de demostrar que los escritores, con o sin talento, son seres humanos. Pues vaya cosa, la verdad. Quizá a alguno le perdiera la soberbia, pues bueno. Pasa a todo tipo de gente, en todos los ámbitos de la vida y muchos no nos dejaron nada. Ahora, de ahí a preguntarse/nos si su obra valió la pena… Cervantes las pasó putas toda su vida y ahí tenemos El Quijote, sencillamente tuvo la necesidad de hacerlo. Por cierto, se ha hablado de Picasso, que ganó una pasta gansa con sus pinturas. ¿Hace eso su trabajo más meritorio? ¿Este sí merecía la pena? Joder, nos estamos volviendo demasiado materialistas, ¿no? Y luego nos quejamos.
No. No hay que confundirse. Yo tengo las ideas muy claras. Otra cosa es que tengo el «defecto» de intentar que me comprenda el mayor número posible de personas, que no todo el mundo, lo cual es imposible. Y digo «comprender», no gustar. Me parece estupendo que no te guste mi artículo, y creo que algunas de las críticas que me han hecho son ciertas y debo tenerlas en cuenta (en cada artículo pretendo ir mejorando, pero a veces para mejorar hay que equivocarse). Con otras críticas no estoy de acuerdo. Pero respeto la opinión del lector. Y además le agradezco que se tome el tiempo de leerme.
Gracias.
Creo que el asunto es la siguiente. La cuestión principal sobre la que gira su artículo es (corríjame si me equivoco) la sobrevaloración de un arte que, bien mirado, ¿en qué sirvió a fin de solucionar los problemas materiales y sufrimientos de quienes fueron sus autores? Reducir la vida y la obra de cualquier escritor a esta pregunta es de un simplismo considerable (no le llamo a usted simple, entiéndame, digo que simplifica banalmente el asunto). Luego, ante las críticas, usted se ve en la obligación de explicarse, matizar, para tratar de hacer entender que ha escrito lo que no ha escrito. Es verdad, no comparto su punto de vista, el espíritu de su texto, pero creo que sí le entiendo. Otra cosa es que ahora ni usted esté de acuerdo con usted (lo cual me parece bien). Creo que el planteamiento del artículo está inspirado en una tendencia actual que va en la dirección de devaluar la labor artística e intelectual sin más miramientos (para no irnos más lejos, ahí está su compañero Cristian Campos para confirmarlo). Se dice usted escritor y me sorprende que no sea más comprensivo. Los artistas no son dioses, ya lo sabemos (pero ¿es que nos desayunamos ahora con esto?) y sufren las mismas contradicciones que los demás. Por otro lado, generalizar con unos pocos (o muchos) ejemplos, en este caso, me parece, como poco, muy incompleto (ya le digo, ¿es más valiosa la vida de Picasso que la de Oscar Wilde; a Picasso le fue muy bien, y se dice que era un poco bastante hijoputa, pero ¡cómo pintaba!). Como también han dicho también por ahí, ir contracorriente tiene, siempre, un precio (aunque ir contracorriente por ir contracorriente no tiene mucho sentido, analicemos cada caso). En fin, que su texto me parece, sobre todo, poco reflexivo y reflexionado. De ahí la crítica.
De acuerdo. Un comentario muy bien argumentado, aunque no es lo que yo pienso. Mi única objeción… Si fuera «más reflexivo y más reflexionado» caería en el peligro de escribir algo dogmático, cerrado, rígido. Tal vez se trate de que el lector reflexione a partir de él. Yo apunto en distintas direcciones, cada uno debe reflexionar sobre ellas y elegir la que va a seguir. ¿Mi punto de vista? Bueno, eso es lo de menos. Se pueden llegar a otras conclusiones igualmente válidas. Ahora, por si tiene curiosidad, le diré que creo firmemente en la frase de Capote: «A quien Dios le da un don, le da también un látigo, y ese látigo es sólo para autoflagelarse. «¿Qué si merece la pena pasarse la vida autoflagelándose? Bueno, yo no quiero responder por todos. Quiero que cada uno, los que escriben o pintan o hacen música y los que leen o admiran o escuchan a esos creadores se lo responda por sí mismo. Y otra cosa es cómo resuelve cada creador su situación personal. Y cómo se las apaña cada creador en la vida práctica. Los hay más ingenuos y más espabilados, más adaptados y más inadaptados. Yo me he fijado en algunos, pero se podrían escribir otros muchos artículos sobre otros que no tienen estos problemas. O los resolvieron de otro modo. Si doy ideas y alguien los escribe, por mi estupendo.
Gracias por leerme, como digo siempre.
Bien… Gracias, de entrada, por apreciar mis comentarios. Aprecio yo igualmente los suyos y la voluntad de establecer diálogo. Por otra parte, le diré: no tema usted tanto ser (o mejor, parecer) dogmático, cerrado, ni rígido. Tratar escrupulosamente de fundamentar una opinión y esforzarse en valorar las aristas que pueda contener un problema, no es pecado, ni mucho menos. Ni cierra la puerta a otras opiniones, que para eso está la conversación, el diálogo y la reflexión individual (es lo que estamos haciendo ahora mismo). Quizá sea esta mi mayor queja. Es corriente en estos tiempos hacer esa similitud entre dogmatismo y fundamentación. Cuando uno argumenta y lo hace bien, es porque se siente convencido de lo que sostiene (convencimiento al que le ha llevado su reflexión y análisis). Otra cosa es que lo que nos preocupe es afrentar a la concurrencia, que es muy distinto. En el polo opuesto al dogmatismo se encuentra un relativismo radical que, convertido en norma, nos impida sostener nada. Esto también lo sabían muy bien los griegos clásicos. Este es el problema de nuestro tiempo, creo. De ahí que me preocupe esta cuestión. Usted hace afirmaciones muy claras en su texto, y si quiso sugerir o estimular (cosa que es propia de cualquier texto, es intrínseco a nuestra relación con un discurso) un debate, no queda claro en sus líneas. Por otro lado, ser ligero no es lo mismo que ser frívolo o, mejor, descuidado y más si hablamos de cultura «seriamente» (y creo que usted lo pretende). Vea, por cierto, que siente otra vez la necesidad de revelar aquello que su texto no contiene. Usted sostiene, no sugiere. Por otra parte, decirle que Capote fue, como sabe (aunque ni usted ni yo le conocimos personalmente; hablamos por lo que cuentan los demás) un personaje muy peculiar que, por lo que se ve, acabó devorado por la fama que quiso lograr y encima, como fue honesto en sus textos, despreciado por todos (gentes, quizá, más mezquinas que él). Pero así es la vida, tal y como está organizada en nuestras sociedades occidentales. Es muy desagradecida. Supongo que él lo sufrió. ¿Si valió la pena? Bueno, si tuviera una ouija me gustaría comunicarme con él para decirle que sí, que al final sirvió de algo, que disfruté mucho cuando leí a A sangre fría, que su trabajo dejará una huella indeleble en mi que ya forma parte de lo que soy ahora. Concuerdo con él en que el don de la capacidad artística es un regalo y, al mismo tiempo, un castigo. Pero ¿cómo renunciar a él cuando uno tiene la oportunidad de desarrollarlo, cuando a uno le quema en las tripas, en las entrañas aquello que tiene dentro? (él no pudo, aún a sabiendas de que eso le iba a condenar; quizá, a pesar de todo, vivió como quiso vivir). No es práctico, si eso es lo que quiere decir, pero ¿si merece la pena? Ya lo creo. ¿Qué es jodido?: sí. Esto es lo que hay que entender. Que la vida de un ser humano está plagada de circunstancias y a la hora de valorarlas hay que tenerlas en cuenta. Repito lo que he dicho antes. Estamos andando desde hace tiempo la senda de un materialismo-pragmatismo que nos lleva a donde nos lleva. Quizá por eso hoy nos cueste tanto encontrar a aquellos escritores que suplanten a los que usted menciona. Porque hoy nadie escribe una línea si no hay un contrato de por medio (bueno nadie, no; no seamos tan taxativos). El último, probablemente, Bolaño. Y ya se fue. Sin disfrutar de su éxito póstumo. ¿Valió la pena? ¿O no está de acuerdo con esto? P.D: Disculpe la extensión e insistencia de mis comentarios. No es obsesión, es que me entusiasman este tipo de debates. Un saludo.
A mí también me gustan los debates, ese es el problema, que a veces me entusiasmo demasiado… Pero creo que es mejor cortar aquí, no porque no quiera debatir con usted, sino porque creo que vamos a aburrir a los demás lectores y comentaristas, eso por un lado, y por otro lado creo que nuestros argumentos ya están más que claros. Sin embargo, inevitablemente tengo que hacer otra puntualización (y prometo que es la última):
-Me gusta que haya debates y comentarios en mis artículos. Si un artículo mío no tuviera comentarios o todos los comentarios fueran de tipo «un artículo maravilloso» me sentiría fracasado. No porque no me gusten los halagos (que me gustan y que agradezco mucho los comentarios positivos, por supuesto, soy humano como cualquiera) sino porque pensaría que estoy hablando SÓLO A UN REDUCIDO GRUPO DE PERSONAS, QUE TODAS PIENSAN COMO YO. Pensaría que estoy siendo como estos políticos (y permítame que me salga un poco del tema) que hacen un discurso PARA SU PÚBLICO y que luego salen tan contentos de recibir sus previsibles aplausos. Eso a mí me parece una tontería y una inutilidad. Todo artículo en el fondo tiene un afán pedagógico (inevitablemente, en el sentido que tratas de enseñar algo o convencer al lector de algo) y todo artículo parte de una ideología o un punto de vista y nunca puede ser objetivo. Yo pretendo guiar al lector hacia el camino que creo que es el correcto, de un modo consciente o inconsciente, y no lo digo por este artículo en concreto sino por todos. Si hablo de los distintos sistemas políticos, por ejemplo, como he hecho en otros artículos, es evidente que yo tengo unas ideas muy claras sobre cuál es el mejor y cuál es el peor. Pero al mismo tiempo creo en la libertad de crítica y creo que cada persona debe llegar a sus propias conclusiones. Aunque me fastidiaría, por otro lado, que todos los lectores me dijeran, es un decir: «Si, si, tú dices que la democracia parlamentaria está bien por esto y por lo otro, pero yo creo que lo mejor es una dictadura». Eso me fastidiaría, y me preguntaría cómo demonios lo he hecho tan mal, pero son cosas que pasan (o que pueden pasar). Lo que tampoco voy a hacer es imponer mis ideas, y ahí está lo difícil. Hay que dar muchos argumentos (sobretodo si se quiere llegar al fondo de la cuestión). Pero no hay que negar que hay otras opciones. Hay que intentar que el lector no se pierda, pero tampoco hay que dárselo todo masticado (o por lo menos yo prefiero que el lector descubra las cosas o las piense por sí mismo). Hay que ser objetivo, pero sabiendo que eso es imposible, y avisando al lector de que se intentará en la medida de lo posible, pero no se garantiza la objetividad. Hay que intentar ser muy claro, pero al mismo tiempo hay que destacar que el asunto es complicado, que tiene muchos matices. En fin, tal vez sea una tarea difícil. Y yo podría escribir el artículo y en paz. Y dejarlo estar. Pero a mí me gusta que haya comentarios. Y me gustan los debates. Creo que siempre se puede sacar algo bueno de ellos. Y no sólo para los lectores. También para mí.
Dicho lo cual gracias a ti y a todos. Y ya, de verdad, acabo. Un placer tener lectores con verdadero interés.
Bueno… Ahm… No… Para qué… Pfffffff!…
Magníficos sus comentarios. Me he permitido usar una de sus frases. Espero no le moleste. Excelente debate. Merecería la pena que lo continuaran.
Saludos a ambos.
Gracias, por la parte que me toca. Un saludo.
Lo primero, enhorabuena por tu artículo.
Creo que al final la mayoría de nosotros somoa gilipollas, da igual el gremio en el que andemos metidos. Muy pocas personas se conforman, y los que se conforman, aunque vivan la vida real, «están muertos en vida». No se trata a qué consagres tu vida (pobreza, riqueza, principios, sueños…), sino cómo actúas dentro de las decisiones tomadas. Siempre digo que la vida es elegir. Estos escritores eligieron serlo y luchar por ellos con sus consecuencias, los médicos son médicos por vocación con su consecuente sacrificio, los empresarios son empresarios con sus riquezas y falta de ocio (no todos), los deportistas son deportistas y sacrifican una gran parte de sus días y su salud física y mental a entrenar por un éxito que puede que nunca llegue y, si llega, es igualmente efímero. A lo que voy, lo importante no es ser quién te dicen que seas, sino luchar por sobrevivir con lo que realmente gozas. Obviamente no es fácil, este tipo de ilusiones te van destrozando porque, si no tienes suerte, tienes que superar numerosos obstáculos para llegar a obtener eso que tanto ansiabas.
El escritor es gilipollas siempre y cuando no quiera ser escritor.
Un abrazo =)
Sencillamente tuvieron la necesidad de hacerlo. No hay más que decir. Eso no es ni ser gilipollas ni dejar de serlo. En todo caso es ser fiel a uno mismo.
Menos pedagogía, por favor. Uno tiene que escribir lo que le sale de los cojones y el corazón, y no de una serie de alambicados argumentos sin soplo de vida. Si no ¿para qué escribes? ¿Para qué estás aquí? Eso es lo difícil. La tarea de un autor es subyugar y no preguntarse si convence a la mayoría y cumple criterios.
«La pregunta es si realmente merece la pena»
Mecere la pena que hayamos llegado al grado de conocimiento técnico y avance social si seguimos siendo los mismos gilipollas bárbaros de hace 2000 años? Estamos más cómodos, es cierto, pero eso realmente sirve para algo? Una de las principales empresas de la modernidad era hacer progresar al ser humano para que necesitara menos tiempo en el trabajo, aumentar su vida espiritual y su ocio; progreso que solo lo ha convertido en un gilipollas que trabaja de 9 a 6, tiene familia, vida rutinaria y muere, es eso diferente de lo que hace una hormiga? Nietzsche dice que lo único que salvará al hombre es el arte, que ahí reside el superhombre.
Si te preguntas por la utilidad del arte, la respuesta es, desde mi humilde opinión, que es el mejor reemplazo para la religión y la filosofía: te da alimento espiritual y puedes reflexionar sobre ti mismo y quienes te rodean, para trabajar y crear en técnica y ciencia mejor…
Ahora la pregunta del millón: la humanidad sirve para algo?
Soy escritor y me come el ego, pero no me importa publicar o no y me da lo mismo que mis escritos se queden en un cajón (lo que no implica que no me esfuerce por publicar). Sé que tengo que trabajar para vivir y escribir para llenarme de algo más… Así, la frase de Vonnegut se refiere (no la saquemos de contexto) a que no se puede vivir sin alimento espiritual o nuestra vida se transforma en un vacío (la frase debiese ser: «no entiendo como se puede vivir sin tener vida espiritual, una pasión»), aunque no lo llamaría vacío, es demasiado abstracto: sin escribir, pintar, esculpir, crear un videojuego, comic, religión, espiritualidad no se puede ser un ser humano. Es cosa de ver a tu alrededor y entender que quienes no tienen una pasión son zombies. Quien no vive por una pasión es un zombie. Y sí, vale la pena morir por eso, preguntale a Walter White qué es vivir y si vale la pensa vivir por eso. La vida no son las aventuras que corres o qué tan cómodo vives, la vida se vive por ganas de vivirla, por una pasión que te consume.
Lo demás son preguntas de un hombre que no se ha enfrentado a sí mismo y salido vencedor, son preguntas de un hombre que prefiere tratarse a sí mismo de gilipollas en vez de demostrarse a sí mismo que vive por su pasión y que trabajar en imbecilidades o pasala mal es solo el precio a pagar por vivir la pasión… por vivir.
No agrego más porque terminaré cayendo en el mismo juego, pero un statement antes de dejarlos: ni flojo, ni muerto de hambre, ni desapasionado… VIVO
«¿Y su ironía? ¡Oh,que bien la entiendo¡el pensamiento libre vivo y lozano es escrutador y imperativo.Para evitar ver alterado su sosiego,usted,como tantos cohetáneos suyos,ha recluido el pensamiento dentro de un marco de su propia juventud.Se ha armado usted de una actitud irónica ante la vida(llámele como quiera;el pensamiento,reprimido y atemorizado,no se atreve a saltar la barrera que usted le ha puesto;y cuando usted se mofa de las ideas asegurando que todas le son conocidas se parece al desertor que huye bochornosamente del campo de batalla y para acallar la voz de la verguenza,se burla de la guerra y la valentía»Anton chejov,relato de un desconocido
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Este artículo me ha dolido en el alma, pero más me ha dolido cuando se ha terminado.
Bueno. A ver cuándo te atreves a hacer un artículo sobre editores opresores, para variar.
Por cierto, el artículo tiene un mínimo interés apriorístico, pero no destila más que ¿gilipollez? y mala sangre; muy muy mala y hostil.
¡Ah! ¡Editores! ¿Pero eso aún existe? Cuando encuentre uno te lo haré saber…
Otro escritor ‘gilipollas’ en España fue Armando Buscarini.
Murió recién cumplidos los 36 años después de viajar los 11 anteriores de manicomio en manicomio.
Su madre, que no era Stalin, le recomendaba buscarse un trabajo. Publicó no menos de cuarenta libros en diez años, cultivando la poesía, el teatro y la narrativa y dando a la imprenta ‘Mis memorias’ con solo 20 años. En sus propias palabras: «Es verdad que yo sufro, pero oídme: ¿qué me importa sufrir si soy poeta».
Muchas gracias, rma. De éste no me acordaba. Ahora que lo mencionas he recordado que Juan Manuel de Prada habló de él y de otros parecidos en sus libros sobre bohemios, pero ¡¡hay tantos!! Menos mal que para eso estáis los lectores, para ir poniendo los que yo me dejo…
Muchas gracias otra vez.
Pásate por http://www.armandobuscarini.com y por http://www.editorialbuscarini.com y verás que los lectores a veces también nos agilipollamos.
Vine, leí y ya me iba cuando me he detinido a leer los comentarios en facebook… así que he tenido que volver, qué remedio!.. y aun así sigo sin entender que es lo que tanto ofende. Yo, como siempre que me veo en éstas (a verlas venir, vaya) tiendo a dudar por si algo no entendí o en mi ignorancia que es inmensa (de hecho estoy convencida que si alguien me llamara gilpollas todo el foro le diría «pues sí») decía, que en esta ignorancia mía, me fuí a la rae a descubrir que es lo que tanto escuece. La docta dice (y copio y pego para mejor comprensión )
gilí.
(Del caló jili, inocente, cándido, der. de jil, fresco).
1. adj. coloq. Tonto, lelo. U. t. c. s.
y a estas alturas del comentario, como siempre, me he perdido… pero digo yo, por qué hay payos que no aceptan que a gilí no se salva nadie y las vacas sagradas, sea cual sea su especialidad o mérito, no iban a ser menos. Qué hartura de tanto pedestal. Un tipo en el fbk incluso se ha puesto escatológico y que la red me libre de entrar en tales guarrerías pero cierto es que pedos nos los tiramos todos y que puestos a pedorrear igual me da que el tufillo venga de un genio ilustrado y encumbrado o de un albañil que si no mostró jamás su genialidad fue por falta de tiempo posiblemente y no de dones…
Me repatea las entrañas el mundo zote de quién teniendo elección de pensar por si mismo y pasar un buen rato disfrutando de un poco de chanza elegante (por muy jili que sea el enunciado) se enclaustra en defender a sus estatuas a capa y espada porque ¡a ver lelo mío! a quién se le ocurre llamar gilipo a la flor y nata de la letras teniendo tanta chusma en la que hacer pis encima! me cachis!
Ea, dicho queda. Que a mí me ha gusta’o pero claro a paletita de cazo y perol nadie me gana y al fin y al cabo, yo solo soy una que pasaba por aquí sin bombo ni platillos… chica pa’tó que se decía antes y muy posiblemente sea este estatus mío el que hace que la palabra gilipollas me resulte inofensiva…
Pues eso, que me gustó.
Pues sí, Maite, a mí me ha pasado un poco lo mismo. El artículo lo escribí hace ya tiempo y me lo he vuelto a leer para reflexionar y ver en qué les ofende tanto, además del título. Pero no por nada, simplemente porque me gusta leer todos los comentarios (buenos y malos) y porque pienso que eso es bueno, porque puedes caer en la cuenta de cosas en las que no habías reparado, porque te hacen ver otros puntos de vista… en fin porque se puede aprender de los comentarios, buenos o malos, y eso, personalmente, pienso que no es malo. Igual me equivoco. Igual resulta que es estupendo condenar un artículo simplemente por el título (y encima sin pudor a reconocer que no se ha leído). Igual eso es lo que hay que hacer en el futuro, condenar lo que no conocemos ni queremos conocer y tomar la postura de esos policías y jueces que condenaron a Isaak Bábel sin haber leído ni una línea de lo que había escrito. Igual yo me equivoco. Igual resulta que yo soy un mal ejemplo a seguir, y ellos, los salvadores espirituales de Occidente, los dueños de la verdad absoluta, son los que merecen publicar aquí. Bueno, aquí y en todas partes, porque supongo que si lo tienen todo tan clarito escribir un artículo no les constará nada, ¿no? Pues bien. Yo no voy a impedirles que lo escriban, y si lo hacen me lo leeré. Aunque no me guste. Pero si no me gusta no me revestiré de poder divino para decir a quién quemamos en la hoguera y a quién no. Pero claro, igual yo me equivoco. Todo es posible…
Y oye, si te has leído el artículo, todos los comentarios y luego te lo has vuelto a leer, entonces te mereces un premio a la fidelidad… Muchas gracias.
Por cierto, lo de la ironía que decía uno de los comentarios de facebook me ha hecho pensar en un artículo muy reciente sobre Milan Kundera en el Babelia. Allí se decía esto hablando de Kundera: «la ironía está en el centro de su vida, la idea de que uno no se puede tomar el mundo en serio». Y sí, Kundera tiene mucha ironía, y mucho sentido del humor, porque él mismo dice, en el mismo artículo: «aprendí a valorar el humor durante la época del terror estalinista (…) El sentido de humor era un señal de identificación muy fiable». No. Los responsables del terror estalinista no tenían sentido del humor. Y por lo visto por aquí hay mucha gente con poco sentido de humor y con una incapacidad para la ironía. ¿por qué será?
El sentido del humor! Ou yea, beibi, algo que todos decimos tener pero que no sabemos controlar y nos hunde el buque con solo tocarnos las escotillas un tercero. Cuales son las fronteras del humor? normalmente la susceptibilidad particular de cada uno y si esa susceptibilidad cae sobre intransigentes la liamos parda… nada nuevo, verdad? por muy listucos que seamos por mucha historia, reflexión, análisis, por mucha cosa con la que nos engalanemos siempre terminaremos con un traje a medida en el armario y en el momento que la chanza toque a nuestra puerta no dudaremos en plantarnos el susodicho para desgarrarlo y pisotearlo con más o menos arte pero a fin de cuentas ¿qué? pues qué a lo tonto! tanto paño del bueno para terminar inservible salvo para fregar aseos… ¿de nuevo regreso al mundo escatológico? nooo, paso página:-D
En fin, que me encanta el tema porque el humor y la ironía son necesarias para poder acorralar al pánico… creo que fue Valisi Grossman a quien le leí que las personas no temen morir cuando se trata de luchar por la libertad y que en las guerras hasta los más cobardes dan su vida por ella sin pestañear. Solo renunciamos a la libertad por miedo y eso Hitler y Stalin lo bordaron. Su libro Vida y destino me dejó tocada durante semanas… claro, por culpa de este libro se la cargó y Jrushov aunque no le mandó a Sibería le condenó al ostracismo, a una vida siempre esperando que llamaran a su puerta y bajando la mirada todo aquel que se cruzaba en su camino. Murió mucho antes de saber que consiguieron sacar de Rusia en un microfilm la única copia que consiguió esconder de la confiscación que llevó a cabo la KGB… y mira por donde, llega a occidente en el momento en que la perestroika está en marcha y un puñado de críticos literarios de lo más gilipollas se la trituraron porque les resultó insulsa y de argumento muy trillado…
Pero en fin, esta es otra batalla ya que nada en esta obra derrocha humor. Te agradezco que me refresques a Kundera, ya tengo el gusano en la retina pidiendo sus páginas… y por cierto, el chiste “Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente” del artículo de Babelia brutal! qué fuerte como el humor lo puede resumir todo en tan poca prosa. Genial.
Te regalo una frase de el libro de los abrazos de Galeano, en «dicen las paredes 4» en la ciudad uruguaya de Melo una pintada reza: Ayude a la polícia: Tortúrese.
Gracias por este rato tan majo que me mantiene despierta y con el alma llena de humanidad (con «H» gorda, de humano y no de ilustrado.. ok, ilustrado no lleva h pero ya te dije que soy paletita creyente y prácticante. A veces para que se me entienda tengo que hacer trampa :-)
Un abrazo gordo
Escribir sobre si uno es escritor gilipollas o no, es una interesante reflexion. Puede ser hasta sincera. Aunque salirse de uno mismo y escribir sobre lo que le rodea me parece mas bello. La empanada sobre nuestro ombligo esta bien. Quizas mejor un cocktail con esas dos formas de observacion. Salirte para entrar. Salir entrando y entrar saliendo. Absorber, mezclar y agitar. Me leo y parezco un pastor diciendo que esta bien y que esta mal. Parece que me contradigo y soy yo ahora el que se esta mirando el ombligo. Pero bueno ya sabeis como va esto. Es un punto de vista mas como los que poneis en el blog.
El sermon este va mas dirigido a los comentarios posteriores del texto. Que es lo que tengo mas fresco. En cuanto al articulo me ha gustado leerlo. Aunque se me ha hecho corto. Sera porque estaba disfrutando. Gracias Alfonso Vila y a vosotros hermanos que comeis y bebeis todos de el. Porque este es el caliz..jaja, ahora en serio, Es entretenido proponer distintos puntos de vista. Un saludo.
¿De dónde has sacado la cita de Vonnegut?
La revista «Qué leer» le dedicó un reportaje. La anoté en una libreta hace ya tiempo, pero tendría que buscarla para decirte qué número en concreto era. Si puedo te lo busco.
Hasta pronto
Buenos días!!! Creo que entiendo lo que dices. Siempre me he preguntado qué hubiera pasado en la historia del arte, la filosofía y la literatura, incluso en la ciencia misma, si hubieran existido prozacs, valiums y otras químicas varias en ciertas épocas, especialente con aquellos artistas e intelectuales más «arrebatados», sensibles y pasionales. Lo mismo se podría decir en relación a desvaríos diversos como el de la vanidad o la egolatría. No obstante, si me permites, hay algo que me inquieta de base en tu escrito: honestamente no creo que se pueda entender una obra sin conocer a fondo a su autor (o al menos sus avatares vitales), y lo mismo ocurre al contrario. No puedes entender al artista disociándolo de su obra, pues es a través de ella como se explica, donde se desnuda, donde penetras en su alma. Separar pues a la persona de aquello en donde ha depositado su ser, de entrada, ya me parece un ejercicio más digno de psicología, sociología o antropología, que de lo que aquí nos ocupa. Simplemente, desde mi punto de vista, no tiene sentido, y a partir de aquí cualquier conclusión que podamos extraer queda terriblemente sesgada. Lo he experimentado con varios de ellos: tanto artistas, como filósofos (un caso flagrante fue el de F.Nietzsche) y en la literatura, precisamente de manera muy especial, con Oscar Wilde. Creo comprender en qué sentido lo calificas de «gilipollas». Y por tanto interpreto que no lo empleas en su acepción de insulto al uso, aunque sigue siendo peyorativo, más cuando añades expresiones como «el tufillo» que desprende el De Profundis (obra, para mí, de una extraordinaria profundidad que me puede provocar de todo, menos «tufillo», dicho sea con todo respeto a la diversidad de opiniones). Pero me pregunto: bajo qué criterio podemos juzgar en la distancia temporal y emocional eso que denominas «gilipollismo»? Dicho de otro modo, probablemente, si no hubiera sido tan «gilipollas» (según tus palabras) simplemente ni hubiera sido Oscar Wilde, ni sus obras hubieran sido las que son. Yo no lo considero gilipollas en modo alguno, lo considero de una coherencia abrumadora, dentro de lo que es una trayectoria vital ciertamente pendular y de extremos. Alguien que no supo, o no quiso, «gestionar» -terrible palabra- de otro modo las situaciones que se le fueron presentando, o que él mismo provocó (recordemos que su encarcelamiento se produce no por la denuncia presentada contra él, sino debido a que -probablemente en un exceso de orgullo y falta de visión de lo que precisamente Nietzsche llama una sociedad de mediocres- tras dicha denuncia, en vez de correr un tupido velo, es él mismo quien demanda a su vez por calumnias). Lo que para ti es gilipollismo, yo le llamo autenticidad; coherencia, incluso dentro de su orgullo, pero coherencia -y no solo por la defensa de su condición sexual, como se ha comentado, sino por muchas muchísimas cosas más-; y en definitiva, pasión. Imagino que de mis palabras ya has deducido que soy admiradora, no sin algún paliativo -que «perdono», si es que soy alguien para perdonar, errare humanum est- de Oscar y por supuesto de su obra. Puestos a engrosar la lista, empecemos entonces por Cicerón, quien pasó de ser considerado padre de la patria romana, a ser condenado a muerte por su vehemencia al posicionarse, a través de sus discursos, en aquella opción que en cada momento le parecía más oportuna. Y así tantos otros. ¿Vivir con pasión y de acuerdo a tus convicciones te convierte en gilipollas? ¿Anteponer sentimientos y pulsiones, aunque puedan ser arrebatados, o en algunos casos no especialmente nobles como el de la vanidad y el ego, te convierte en un gilipollas? ¿Debemos ser estrategas de la vida, con una mente fría que controle nuestras emociones y nos haga tomar siempre la decisión más «inteligente» -habría que definir también inteligente, por otro lado-? En mi humilde opinión, cada cual vive como quiere, como puede y sobre todo, como sabe. Y siempre en un contexto y con una trayectoria de experiencias que solo uno mismo sabe, o ni siquiera sabe, pero le impregna e inclina en sus decisiones. ¿Ello nos otorga el derecho a juzgarles de gilipollas, y más en casos como el de Wilde en el que nos lega semejante obra? Por cierto, Wilde acaba sus días renunciando casi todo lo anterior y abraza un nuevo modo de vida. Dudo mucho que en ese momento piense en la inmortalidad de su obra. La sociedad le ha herido de muerte; creo que sería el primero sorprendido de ver la cantidad de peregrinos que le homenajean visitándole en Père Lachaise. Honestamente, he entrado a leer el post al ver en una red social el título del mismo, ilustrado con el retrato de Oscar Wilde. No daba crédito. He leído, y como comenzaba diciendo, creo que comprendo el sentido de la palabra y el tono en el que usas el calificativo. Lo comprendo. Pero aún así, después de leerlo, apreciar el matiz y comprender lo que nos dices, no lo comparto en absoluto; no lo puedo compartir. Aunque ya sabemos que para gustos, colores, y respeto (eso siempre y ante todo) tu punto de vista. Si Wilde fue un gilipollas, viva el gilipollismo, y por favor, que campe a sus anchas y cuanto más, mejor. Tal vez así lográramos ahuyentar el fantasma de una sociedad al más puro estilo «A brand New World» de Huxley. Si el genio e ingenio no son cartas serias, por favor: ¿qué nos queda? Cito de memoria al genio, que no (para mí y para muchos) al gilipollas: «Vivir es lo más extraño en este mundo, pues la mayoría de los hombre simplemente sobreviven. Eso es todo». Wilde optó por vivir. ¿Gilipollas? No creo. Probablemente tan por encima de nosotros y nuestra capacidad de sentirnos vivos, que ¡caramba! resulta que era «gilipollas». Qué triste, ¿verdad? Qué poco hemos entendido de él, qué poco hemos aprendido de él. ¿Acaso no será que los «gilipollas» somos nosotros? (Nota: siempre como humilde opinión personal, creo que se podía haber encontrado otro calificativo no ofensivo para reflejar la misma idea. Evidentemente, este provoca, y muestra es que aquí estoy escribiendo y llegando tarde a mis obligaciones. Si es lo que se pretendía, objetivo logrado. Si no, no le encuentro justificación. Tal vez yo sea también muy «gilipollas»). Atentamente
Hola MomaBCN. Sólo voy a decirte esto: me ha gustado mucho tu comentario y te doy la razón en todo. Comentarios (de los críticos me refiero) así merecen la pena. Otros sólo insultan y otros dicen «no me gusta» pero nada más. Y yo lo admito, desde luego, pero me quedo con ganas de saber por qué no les ha gustado, porque a lo mejor va y tienen razón o porque a lo mejor me hacen pensar en cosas en las que yo no había caído. Tú lo explicas muy bien y además coincido contigo en todo. Si tengo que elegir entre gilipollas o pelotas necios prefiero los gilipollas, desde luego, aunque sean los primeros en la lista de los que van a ser fusilados.
Te pondré un ejemplo: Dionisio Ridruejo. De este escritor algún día escribiré un artículo. Se lo merece. Después de la Guerra Civil, cuando lo tenía todo a favor, cuando tenía un futuro más que prometedor por delante, se plantó y le dijo a Franco: «Pues no. No me mola nada. Yo no he hecho la guerra para esto. Conmigo no cuentes». Y literalmente «tiró por la borda» su futuro. Pasó de ser admirado, rico (porque se habría hecho rico sin ningún problema, otros «colegas» lo hicieron con toda la tranquilidad del mundo, simplemente repartiéndose el botín, esto es el país) y con gran poder, a ser un «don nadie», un «apestado» un sujeto perseguido y defenestrado por los suyos, por la sociedad. De hecho pasó por la cárcel varias veces. ¿Qué tenía que haber hecho? ¿Qué hicieron otros compañeros de partido, a los que tampoco les gustaba lo que hacía Franco y su gente? Callar y chupar del bote. ¿Era un gilipollas? Yo ya he hablado de él en un articulo, pero sólo de pasada: http://www.jotdown.es/2013/01/haga-usted-las-leyes-y-dejeme-a-mi-los-reglamentos-ii/
Muchos años después de esta frase («No te hagas ilusiones, Franco te ha nombrado porque cree que eres el más dócil e insignificante de los falangistas que tiene a mano y el más fácil de manejar»), Arrese seguía de ministro y él estaba en la lista de los que los falangistas (es decir, sus antiguos camaradas) hubieran fusilado en los disturbios de la universidad de 1956 si les hubieran dejado. ¿Y cómo había llegado a ese punto? ¿Cómo estaba ahora tan lejos de su juventud en la División Azul? Porque maduró. Porque dudo, porque se lo replanteó todo. Porque comprendió que estaba equivocado. Porque no se quedó donde más cómodo estaba, y fue valiente y quiso atreverse a pensar lo que otros no se atrevieron a pensar. Porque era «un culo de mal asiento», porque no traicionaba sus ideas, pero no las consideraba sagradas, intocables. Eso no es ser gilipollas, no aunque lo pueda parecer, no aunque algunos lo vean así, no aunque él mismo, en un momento de sufrimiento, pueda decirse a sí mismo: «mira que soy gilipollas, qué tonto he sido…» . Eso merece todo mi respeto. Pero pasó por la cárcel, se quedó sin dinero, en su familia y en su pueblo le miraban con pena, con decepción, pero podía haber muerto como un simple «traidor». Otros hicieron lo mismo y tuvieron menos suerte. Y fíjate que el hecho de que fuera escritor aquí es circunstancial. Aunque yo creo que los escritores en estos casos siempre tienen una doble presión, como personas y como escritores. Porque para un escritor traicionar su propia obra es casi tan malo como traicionar sus ideas. De todas maneras este debate está abierto, y eso pretendo, que siga abierto. Sería estúpido pensar que yo puedo decir la última palabra sobre esto o sobre cualquier otra cosa. Ya he dicho antes que soy de la vieja escuela, que creo en el debate y en la confrontación de ideas (si puede ser sin insultar, mejor, desde luego). Así que… Bueno, continuará…
PD: y a los que vayan a ponerme verde porque reivindico a un escritor fascista les recomiendo que lean algo sobre «el contubernio de Munich». «Contubernio», ¡Qué gran palabra!
Buenísimo. Lo más irónico de este artículo es que muchas características del escritor gilipollas las tenemos todos los que escribimos, incluido tú, Alfonso Vila
¿Pero es que lo he negado alguna vez? Si ya lo digo en la primera linea…