El pasado seis de agosto la revista estadounidense The New Republic publicó un artículo de Steven Pinker titulado La ciencia no es tu enemiga. Hace apenas unos días el escritor y crítico literario Leon Wieseltier respondió a Pinker con un artículo titulado Crímenes contra las humanidades.
El subtítulo del texto de Wieseltier resume bien la polémica: La ciencia quiere ahora invadir las artes liberales, no dejen que ocurra.
En el contexto de su artículo, lo que Wieseltier denomina artes liberales es, con matices, lo que nosotros llamamos letras: la suma de las humanidades (la filosofía, la historia, la teología) y las ciencias sociales (la sociología, la economía, la política, el derecho, la pedagogía). Es decir toda disciplina intelectual que no forme parte de las ciencias naturales o las formales (química, física, biología, matemáticas, lógica).
Wieseltier critica en su artículo el cientifismo de Pinker. Cientifismo es el término peyorativo usado habitualmente por los académicos de letras para ridiculizar la idea de que el método científico es el único capaz de describir con precisión la realidad. El cientifismo defiende la superioridad de la ciencia sobre el resto de disciplinas del conocimiento humano, a las que considera poco menos que metafísica.
Lo que molesta en realidad a Wieseltier no es tanto la idea de que la ciencia lo puede explicar todo como lo que se infiere de ella: que ninguna otra disciplina intelectual explica nada. Para el cientifismo tanto la religión como la filosofía, la economía o la política son prescindibles. Pura cháchara académica cuya relación con la verdad es en el mejor de los casos anecdótica. Pan y circo. Ornamentos de colores para currículums perezosos.
El debate no es nuevo. El cientifismo se deriva del positivismo de Auguste Comte. Este a su vez bebía de las ideas de Francis Bacon. «Solo la física es ciencia, el resto es coleccionismo de sellos», dijo el físico nuclear neozelandés Ernest Rutherford hace ya un siglo. Pero no hace falta irse tan lejos. Al pie de su artículo Sobre la supuesta singularidad de las ciencias sociales, publicado en esta misma revista, uno de los comentaristas insultó a Kiko Llaneras llamándole positivista. «Vuestro ego, vuestra megalomanía, os delata siempre», dijo. También a mí me llamaron positivista en Jot Down. «Positivista trasnochado», más concretamente. Habrá que ir pensando en fundar un club.
Aquí hay que saber que en el terreno del debate académico el término positivista cumple la misma función que el término fascista en el debate político: sirve para descalificar de raíz al contrincante sin necesidad de dar mayores explicaciones. De hecho, con el tiempo el término positivista ha acabado adquiriendo peso político e identificándose con uno de los extremos del espectro ideológico. Pregúntenle a una feminista lo que opina de Pinker y entenderán lo que quiero decir.
El debate es encarnizado porque lo que propone el cientifismo es un juego en el que el ganador se lo lleva todo: si sus tesis son correctas, las disciplinas de letras deberían ser desterradas de las universidades y pasar a impartirse por correspondencia junto con la astrología, las medicinas alternativas, el reiki y la homeopatía.
El debate, no obstante, no había logrado salir de los círculos intelectuales hasta que el editor estadounidense John Brockman acuñó en 1995 el concepto de Tercera Cultura. La Tercera Cultura, a la que pertenecerían científicos como el mismo Pinker, Daniel Dennett, Richard Dawkins o Lawrence Krauss entre muchos otros, pretende demoler el dique que protege a las letras de las ciencias.
La idea de la Tercera Cultura, que a primera vista puede parecer conciliadora, es el equivalente de un evento de extinción masiva en el terreno del conocimiento humano. La Tercera Cultura es un meteorito de tamaño colosal para las disciplinas de letras. Como ya he tocado el tema en un artículo publicado en el número de septiembre de la revista Muy Interesante, me van a permitir que me autocite para no escribir aquí lo mismo con diferentes palabras:
En la práctica, lo que hace la Tercera Cultura es arrebatar a las ciencias sociales (la economía, la psicología, la política) el monopolio de la influencia sobre los asuntos públicos. De acuerdo a las tesis de la Tercera Cultura, la política educativa, la legislación penal o los sistemas de protección social no deberían ni siquiera discutirse sin tener en cuenta los avances de la neurociencia, la sociobiología o la antropología evolucionista.
La idea de la Tercera Cultura no es inocente porque aunque su premisa teórica es la fusión consensuada de letras y ciencias, es obvio en la práctica que la filosofía, la política y la economía no tienen nada que aportarle a la física, la química o las matemáticas. Pero estas últimas sí pueden en cambio modificar por completo las reglas de juego de las primeras. Una sola gota de neurociencia es capaz de evaporar un océano de ciencia política en menos de lo que se tarda en decir Norberto Bobbio. Y esa es precisamente la diferencia entre el conocimiento verdadero y la pura especulación retórica.
La batalla, en definitiva, es sangrienta. Y uno de los ejércitos contendientes está aterrorizado por partida doble.
En primer lugar, porque la victoria del positivismo no solo dejaría en el paro a miles de académicos y licenciados de letras y los condenaría al más puro ostracismo intelectual, sino que vaciaría de sentido toda su carrera profesional y, muy probablemente, su concepción de la realidad. Observen la cara de un homeópata o de un astrólogo cuando se les dice que la realidad física, lisa y llanamente, no funciona así y sabrán de qué tipo de pánico estoy hablando.
En segundo lugar, porque la idea de que las ciencias se apoderen del debate sobre los asuntos públicos parece conducir hacia una sociedad gobernada por la frialdad de la razón científica y en la que las emociones, los sentimientos, la empatía y las ideologías no tienen cabida. En una sociedad así solo importaría el cómo porque la ciencia nos habría dirigido a la conclusión de que la realidad física no tiene porqué. De que el ser humano y sus códigos morales y sus más elevadas aspiraciones (la belleza, la fraternidad, el amor) no tienen ninguna finalidad. De que están vacíos de significado, de trascendencia y de propósito. De que son arbitrarios. De que la existencia, simplemente, es.
El artículo de Wieseltier es interesante porque resume los argumentos habituales de los defensores de las disciplinas de letras y su visión de la realidad. Con sus argumentos, coma arriba coma abajo, van a sentirse cómodos tanto los creyentes como los laicos que se resisten a una explicación puramente racional de la existencia. También se sentirán cómodos los relativistas, los poetas, los filósofos y muy probablemente cualquier partidario de algunas de las docenas de ideologías redentoristas que se apoderaron del ámbito académico a finales de los años 60.
Esos argumentos se pueden resumir en diez puntos. También sus contraargumentos. Las frases entrecomilladas son de Wieseltier:
1. «La ciencia no confiere una autoridad especial, o ninguna autoridad en absoluto, para responder preguntas no científicas».
No existen preguntas no científicas. Si una pregunta no es ciencia o está mal planteada, o es irrelevante, o es metafísica. Con este argumento lo único que hacen los detractores del cientifismo es sembrar los límites de su terruño de carteles de «prohibida la entrada a extraños». Proteger su modus vivendi, en definitiva.
2. «La ciencia es una fuente de asombro y de mejora».
Es el argumento perdonavidas por excelencia. Conscientes de la banalidad y la función meramente decorativa de las disciplinas de letras, sus defensores atribuyen a las ciencias el que en realidad es su principal defecto: su incapacidad para aportarle al ser humano algo más que entretenimiento banal con pretensiones intelectuales.
3. «Muchos de los defensores de la ciencia, y de los ruidosos nuevos ateos, creen de forma mezquina que pueden refutar la religión señalando sus manifestaciones más extravagantes».
Es el mito de la religiosidad moderada. Pero no existen zonas grises entre la verdad y la mentira. No existen las medias verdades. O dios existe o no existe. O la existencia tiene un propósito último o no lo tiene. Creer en la literalidad de la Biblia o defender una interpretación moderna de sus enseñanzas no supone ninguna diferencia para la ciencia. Entre las creencias de un talibán que lee de forma literal el Corán y las de un creyente que acepta la teoría de la evolución no hay ninguna diferencia desde el punto de vista de la razón, al igual que no la hay entre quien cree en la existencia del dios cristiano y quien cree en la existencia del yeti: ambos están equivocados en el mismo grado. Es decir absolutamente.
4. «La idea de la autonomía de las humanidades, la noción de que el pensamiento, las acciones, la experiencia y el arte exceden los confines de la ciencia, les llena de ansiedad».
No sé si la palabra ansiedad es la correcta en este contexto, pero en cualquier caso se trataría de la misma ansiedad que provoca la insistencia de un interlocutor cualquiera en creencias obviamente falsas. Ni el pensamiento, ni las acciones, ni la experiencia, ni el arte exceden los confines de la ciencia: todos ellos son ciencia pura y dura. La ansiedad real es más bien la que padecen los defensores de las disciplinas de letras cuando ven como la ciencia ocupa poco a poco el que creían que era su coto privado de caza.
5. «Imaginen una explicación científica de una pintura, un análisis de las cerezas de Chardin, desde el punto de vista de los pigmentos que las componen y de un análisis de cómo su mezcla produce las sutiles y tristes tonalidades por las que son admiradas».
Es el recurso habitual a lo que algunos llaman el misterio del arte, una de las pocas actividades humanas que parece no obedecer a ningún fin o interés evolutivo superior. En realidad, el arte no tiene nada de misterioso ni de metafísico y su existencia responde a las mismas necesidades humanas que el sexo, la vivienda, los amigos, el dinero y la comida. Es decir a las de reproducción, protección, socialización, estatus y energía. Lo que hace Wieseltier aquí es mezclar hábilmente dos conceptos diferentes. Por supuesto que explicar el placer estético que provoca una pintura cualquiera analizando los pigmentos que la componen es absurdo. Lo que hace la ciencia es más bien describir por qué determinados colores y determinadas temáticas nos producen más placer que otros colores y otras temáticas. Y la explicación es pura y estrictamente científica.
6. «Los cientifistas no respetan las fronteras entre reinos. Violan esas fronteras para fusionar todos los reinos en uno solo, en su reino. No son plurales».
La verdad no es un término medio entre opiniones plurales. La verdad es una, la defiendan millones de sabios o un único demente. Por supuesto, no hay nada más plural que el error: solo hay una manera posible de acertar en el centro de una diana pero existen cientos de miles de maneras distintas de errar el tiro. La pluralidad, de nuevo, es solo un subterfugio infantil con el que defender el territorio propio: cuantos más locos haya defendiendo disparates, más desapercibidos y tolerables parecerán los nuestros.
7. «[Pinker] parece decir que los científicos piensan bien y los humanistas escriben bien».
Es una frase extraordinariamente errónea. Es cierto que los científicos piensan bien y los humanistas mal. Pero no es cierto que los humanistas escriban bien. Quizá lo hacían hace 40 o 400 años, pero en la actualidad es difícil encontrar a alguien que escriba peor que los licenciados de letras. La prosa administrativa, la judicial, la policial, la literaria, la académica y la que puede encontrarse a los pies de las obras de arte en una exposición cualquiera son un buen ejemplo de los horrores insondables que es capaz de teclear un ser humano cuando no piensa claro y/o ha pasado por una facultad de letras. Lean una tesis doctoral de letras cualquiera y vislumbrarán entre sus líneas el rostro de Satán. Es más: comparen la prosa de Richard Dawkins o la de Frans de Waal con la de su novelista preferido y no volverán a leer sus novelas con los mismos ojos. Por supuesto, no es un problema de pericia con el teclado sino de armonía intelectual: quien no piensa recto jamás escribirá recto.
8. «La imaginación tiene su propio rigor. Lo que la imaginación enseña a la hora de entender el mundo debería también ser llamado conocimiento».
Lo imaginativo es otro de esos conceptos, como el de lo plural, lo artístico o lo poético, cuyo prestigio se basa solo en infantiles razones estéticas. La imaginación no es más que el equivalente de esas cremas faciales que incluyen oro entre sus componentes. El oro brilla y nos parece bonito, sí, pero no hay absolutamente ninguna ley física que diga que lo estéticamente placentero es beneficioso para la piel y lo feo, dañino. La imaginación no es conocimiento de la misma manera que el oro no hace que la piel humana recupere su lozanía juvenil más de lo que pueden hacerlo las heces de hiena. La imaginación, en definitiva, no tiene nada de elevado: es una herramienta, un simple recurso intelectual que nos permite dar con soluciones alternativas para problemas concretos. No tiene mayor trascendencia que el hecho de poner la mano cóncava en vez de plana cuando queremos beber de una fuente. Y por eso el placer que sentimos frente a una obra artística particularmente imaginativa no es más que el reflejo del que sentimos cuando solucionamos correctamente un sudoku: es la señal de que nuestro cerebro, o el de los que nos rodean, está finamente ajustado y funciona correctamente.
9. «Cómo funciona el arte no es la pregunta más profunda que puede hacerse sobre él».
No es la más profunda, es la única. La que explica todas las demás: por qué nos atrae el arte, por qué nos gusta más un tipo de arte que otro, por qué nos gusta contemplarlo, por qué parece resonar en nuestra mente, por qué lo interpretamos de forma diferente en función de nuestras experiencias personales, por qué existe, por qué se ha convertido en un símbolo de estatus, por qué surgen las vanguardias, por qué surge el feísmo, por qué nos suelen gustar los paisajes y no las pinturas de cadáveres, por qué determinadas combinaciones de colores nos parecen más correctas que otras…
10. «Las humanidades no progresan de forma lineal, aditiva y secuencial como la ciencia».
Pero deberían hacerlo si quieren dotarse de un mínimo de prestigio intelectual. La alternativa es la discusión eterna, circular, improductiva y retórica sobre el sexo de los ángeles. Siento derribar el mito, pero no existe absolutamente ninguna actividad humana por extraña, altruista, caprichosa, exquisita o improductiva que parezca que no tenga una finalidad concreta también perseguida, a su manera y con sus medios, por los chimpancés o los bonobos. Una finalidad que puede ser analizada, deconstruida e incluso medida por la ciencia.
Llegará un día en el que los humanos acudiremos a una librería y un simple análisis instantáneo de ADN o un escáner de nuestras sinapsis cerebrales nos dirá qué libro de los miles que hay a la venta tiene más probabilidades de producirnos un mayor placer estético e intelectual. Por no hablar de lo que ocurrirá cuando entremos en un club o en una farmacia. Para entonces hará décadas que las disciplinas de letras han quedado arrinconadas en el museo de los saberes falsos producidos por la humanidad en épocas más oscuras. Y puede que la ciencia nos haya conducido de manera irreversible a la evidencia de que no somos más que máquinas previsibles e intrascendentes. Pero la alternativa, aunque consoladora, es errónea: no disfrutamos de mayor poder sobre nuestras vidas, acciones y elecciones que el del planeta Tierra sobre su órbita alrededor del sol. Así que puestos a escoger, ¿prefieren ustedes quedarse con el único saber humano capaz de calcular su posición y la velocidad de la trayectoria o con aquel que les dice que pueden ustedes vagabundear por la Vía Láctea siempre y cuando lo deseen con el suficiente entusiasmo porque-hay-cosas-que-quedan-fuera-del-terreno-de-la-ciencia-como-por-ejemplo-el-libre-albedrío?
¿Prefieren ustedes, en definitiva, la cruda verdad científica o la piadosa mentira humanista?
Pingback: Cristian Campos: El dinosaurio de las letras ya tiene su meteorito
Curioso, el autor acusa a los defensores de las ‘letras’ de tener miedo. Y sin embargo eso mismo es lo que noto en su escrito. Una mezcla de miedo, de querer defender lo que no necesita defensa y de insultar al rival (que en realidad no tiene por qué serlo). Vaya esto como muestra:
«¿Prefieren ustedes, en definitiva, la cruda verdad científica o la piadosa mentira humanista?»
Como en todos los debates en los que se acaba colando el orgullo identitario, las posiciones del otro van a ser siempre exageradas (muchas veces inconscientemente) y posteriormente tildadas de extremistas. Con esto no quiero decir que no existan algunos extremistas a ambas orillas de «las dos culturas», sino que tienden a obviarse los discursos moderados o conciliadores a medida que va creciendo ese cálido orgullo que lleva a la confrontación.
Echo en falta mención explícita al fantástico y nada presuntuoso libro de E.O Wilson (sociobiólogo) acerca de la Consiliencia como vía de acceso al conocimiento.
http://www.mardetinta.com/consilience-la-unidad-del-conocimiento/
Echo bastante en falta que no se mencione por ningún lado a Charles Percy Snow y su famosa conferencia «The Two Cultures».
Creo que el debate en torno qué fagocita a qué, es erróneo conceptualmente. En todo caso se debería de hablar de unión entre «las dos familias» y no de ocupación. Eso es lo que planteó Snow hace tiempo y por lo que le cayeron bastantes críticas (por cierto, otra muy famosa).
Está claro que las ciencias sociales no tienen un método científico tan fiable, no son «hard science» y dependen en demasía de la estadística, pero quien confunda «la herramienta con el fín» es que no tiene ni idea de lo que está hablando.
La capacidad crítica, el enfoque analítico, la observación multinivel y sobre todo y ante todo, la capacidad de pensamiento abstracto que confieren las ciencias sociales hacen que no haya discusión sobre «qué debe absorber a qué».
El peligro que yo veo aquí, Cristian, es utilizar la ciencia como un hombre de letras, es decir, no para resolver pequeñas incertidumbres con pequeñas respuestas que pueden ser rebatidas y vueltas a rebatir acumulando una espiral ascendente de conocimiento (como dijo este… ¡Hegel!) sino como un argumento de autoridad innegable.
A menudo escucho, por ejemplo, blandir una explicación científica para explicar el significado de algo. Por ejemplo, recuerdo escuchar en la radio cuando aquella epidemia de suicidios post-desahucio que «los cerebros de las personas que se suicidan segregan menos endorfina y serotonina». Ningún neurocientífico serio se atrevería a enunciar algo así, nunca, y sin embargo, lo escuchamos. Es un caso, además, en el que este argumento científico prescinde absurdamente del contexto social: ¿O acaso no desciende la endorfina cuando nuestra pareja nos deja o se muere la mascota?
En general no soy tan rupturista, estoy contigo en que todas las disciplinas sociales se beneficiarían de una perspectiva más científica Y VICEVERSA, ¿o acaso no entendemos mejor el papel de la ciencia desde aquella obra, puramente filosófica, de Thomas Kühn?
El mundo funciona, en muchas ocasiones, con mentiras más o menos piadosas, que cuando se juntan forman una realidad tangible y útil, además de manipulable haciendo uso de las mismas.
Nada más lejos de teorías conspiratorias, esas mentiras son todas esas ciencias no formales o naturales y sus objetos de estudio.
Pero esas mentiras funcionan. Conforman un mundo peor que el mejor posible, pero real, y que responde en último término a sus habitantes, peores que los mejores posibles, pero reales, y en ocasiones suficientemente pragmáticos como para poner en las universidades disciplinas tan banales como útiles.
Éstos seres que somos nosotros, tendemos a la mentira piadosa, a la imperfección, a la irracionalidad, porque probablemente fue la manera más racional de sobrevivir durante mucho tiempo. Por ello, y haciendo uso de la adivinación que aprendí por correspondencia (de la UNED, hoy en día hay carreras de todo) yo digo que ese futuro que usted presenta no ocurrirá, y ya lo siento.
En realidad este artículo ha sido pura metafísica, por ello y volviendo al párrafo inicial enhorabuena, porque estas mentiras nos proporcionan un cierto placer.
Cientifismo es vender como científico lo que no lo es para darle lustre. Algo que no suelen hacer los científicos, sino la gente de letras con complejos y que muchas veces se cree que las metáforas de algunos científicos son ciencia. El mismo complejo que llevó a inventar el truño «ciencias sociales» para dar respetabilidad a disciplinas centenarias que no la necesitaban.
Señor Campos, noto una leve sobrecompensación del típico estudiante de una carrera de letras, arte o demás paparruchas que pasado el tiempo se da cuenta de que ha perdido el tiempo. No creo que ningún científico hablara como usted apunta en este artículo. La ciencia LO es todo, como usted dice, pero no puede pretender ocuparse de todas las áreas de la vida. Nuestro cerebro no está hecho para eso, aún nuestra evolución no nos ha llevado a ser super-procesadores que analicen toda la información. Por eso no tiene ningún sentido que la ciencia se ocupe de investigar sobre arte, literatura o filosofía.
Exacto. Y muy bien explicado también. Que solo la ciencia sea conocimiento verdadero y que solo la ciencia pueda explicar la realidad no quiere decir que dispongamos de la capacidad de procesamiento necesaria para analizar todas las variables que influyen en el acto humano más intrascendente. Y por eso las disciplinas de letras tienen aún cierta utilidad: porque son una aproximación lo suficientemente buena a la verdad como para sernos útiles a los seres humanos a pesar de ser, en rigor, saberes falsos.
Las letras son, en definitiva, como esos muñecos de peluche que se les da a las crías de chimpancé que han perdido a sus madres. Esos muñecos son una mentira lo suficientemente cercana a la realidad como para que cumplan su función. ¿Dan calor? sí. ¿Son confortables? Sí. ¿Tienen apariencia de realidad? Sí. Pero no son nada de eso en sentido estricto. Lo único real es la madre. El muñeco es un simulacro que funciona porque la cría de chimpancé no necesita más que una aproximación a la realidad lo suficientemente buena como para cubrir sus necesidades.
Joder, qué metáfora más cojonuda. Ya se me podría haber ocurrido cuando escribí el artículo.
¡Justito se lo iba yo a desir!
Por una vez te doy la razón, la metáfora es cojonuda. Pero también le doy la razón a ivanhoe cuando dice: «noto una leve sobrecompensación del típico estudiante de una carrera de letras, arte o demás paparruchas que pasado el tiempo se da cuenta de que ha perdido el tiempo»
¿Que solo la ciencia es conocimiento verdadero? Ergo como esa premisa no ha sido deducida de ninguna ciencia se concluye que debe ser falsa.
El problema del cientificismo es que se contradice en su afirmación de salida. No llega ni a pseudofilosofia, es más una mala digestión de la ciencia: Arrogancia, dogmatismo e ignorancia.
¿Tenemos que entrar en un debate de ‘ciencias vs letras’? Porque si empezamos con ese punto de vista y esa oposición en la que una ha de acabar excluyendo a la otra, sólo hay una cosa clara: que gane quien gane, perderán todos.
Además, ¿Cómo decidir qué es de letras y qué es de ciencias? Hay materias que parecen pertenecer claramente a cada campo, pero otras que pueden pertenecer a ambos o que necesitan de . Por ejemplo, en España la Geografía siempre se ha considerado como una asignatura/carreras de ciencias sociales (letras), mientras que en otros países (como en Bélgica o Francia), la encotnrarán en las opciones y facultades de ciencias. La Arqueología es ‘de letras’ y, sin embargo, necesita la ayuda de disciplinas científicas como la química, la física o la geología tanto como la de la histoira, el arte o la antropología, ¿dónde la ponemos, entonces? En la facultad casi he encontrado más preocupaciones filosóficas en estudiantes de Física que en los de Filosofía, ¿son científicos o humanistas?
Ya he leído el artículo. «Llegará el día». Me parto la caja.
Sólo una cosa, demuéstreme que un día la ciencia estará en condiciones de explicar el placer estético de esta poesía:
Souvent, pour s’amuser, les hommes d’équipage
Prennent des albatros, vastes oiseaux des mers,
Qui suivent, indolents compagnons de voyage,
Le navire glissant sur les gouffres amers.
À peine les ont-ils déposés sur les planches,
Que ces rois de l’azur, maladroits et honteux,
Laissent piteusement leurs grandes ailes blanches
Comme des avirons traîner à côté d’eux.
Ce voyageur ailé, comme il est gauche et veule!
Lui, naguère si beau, qu’il est comique et laid!
L’un agace son bec avec un brûle-gueule,
L’autre mime, en boitant, l’infirme qui volait!
Le Poète est semblable au prince des nuées
Qui hante la tempête et se rit de l’archer;
Exilé sur le sol au milieu des huées,
Ses ailes de géant l’empêchent de marcher.
Vea que no le pido la explicación ya, sino la prueba científica -no me valen programas y cuentos de ciencia ficción- de que conseguirán sin duda la explicación científica. En el momento en que la tenga volvemos a hablar.
Bien dicho.
«Llegará un día en el que los humanos acudiremos a una librería y un simple análisis instantáneo de ADN o un escáner de nuestras sinapsis cerebrales nos dirá qué libro de los miles que hay a la venta tiene más probabilidades de producirnos un mayor placer estético e intelectual»
¿Usted solo compra libros que le complazcan o le reafirmen en sus convicciones?
La descripción de la ciencia que usted hace me recuerda mucho a lo que era la religión hasta no hace mucho: algo que lo ocupa absolutamente todo, que no se conforma con dominar solamente sino que ha de descalificar, insultar y eliminar a cualquier adversario real o potencial. Pues bien, la ciencia, caballero, no es eso y además solo es un instrumento. Solo una herramienta para explicar el Universo pero, desde luego, no es el Universo en sí mismo. Un árbol crece independientemente de la existencia de un modelo científico que explique y describa su crecimiento y del lenguaje para crearlo.
Su desdén por la filosofía cansa. Pero si no hubiera sido por la filosofía, que te empuja a hacerte preguntas, muchos grandes descubrimientos no se hubieran producido.
Ben dit Joan! Ja n’hi ha prou de cientifatxes.
¿Se trata del mismo Leon Wieseltier que pertenecía al Comité para la Liberación de Irak?
http://www.redtercermundo.org.uy/tm_economico/texto_completo.php?id=163
Sí, si que era.
http://www.rightweb.irc-online.org/profile/wieseltier_leon
Las artes molan. Las letras molan…
El problema es cuando alguien quiere reclamar autoridad desde las letras o cualquier otro campo para imponer sus hipotesis a otros sin molestarse en aportar pruebas verificables.
Querido Cristian. Si bien disfruto con el comienzo de todos y cada uno de sus textos, por los temas que toca y cómo comienza abordándolos, mi cerebro humanista y desgraciado no para de decirme al término de cada uno de ellos que es usted pura fachada poética. Un anacardo con ínfulas de pistacho por haberse creado un caparazón o cáscara a su medida. No para usted de pretender reafirmarse en el mundo con sus tres o cuatro pilares de antiayuda (totalmente de acuerdo con que Jennifer Conelly es dios, al menos hasta que una tal Rooney Mara llegó a mi consciencia) al más puro estilo Mejide. Sinceramente, no sé si usted es de letras, de números, o si expresa según el país en el que se encuentra los décimales y los millares con un punto o con una coma o viceversa. Pero de verdad, por favor se lo ruego, deje usted de ponerse en evidencia. Y por evidencia me refiero a defender que está usted en mitad de ninguna parte. Creo que cobraría incluso más por rimbombancia autoreafirmativa escrita que por palabras por artículo. Intente negociarlo en próximos contratos. No obstante, es un placer leerle. Es una inutilidad de lo más entretenida. Como ser de letras.
No sé si sentirme halagado o insultado. Pero como su comentario es de los más irónicamente perspicaces que he leído en mucho tiempo por aquí, voy a hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Y por cierto. Yo soy de letras, y por partida doble. Derecho y periodismo. Quizá eso explique el trauma.
Un saludo y gracias por el comentario.
Derecho, mi carrera. Muy interesante a la par que decepcionante. Aún no le encuentro el sentido a eso, pero es así. Periodismo. Mi vocación frustrada. Le envidio por eso, o eso creo. Tengo anotado el deber moral de hacer un Master de Periodismo por amor al arte cuando deje de ser pobre, lo cual puede no ser nunca jamás Y todo porque la inutilidad de las letras me permite llenar las lagunas que me dejan los números desde 2° ESO. O las letras, algunas tan hijas de puta como x, y, u otras incógnitas tránsfugas que resultan ser números y que no entiendo. Quién huevos desea ser número siendo letra. Con lo bien que se está definiendo el Principio de Incertidumbre delante de los amigos sólo por tener el disco de Ismael Serrano. Qué bien tapamos lo cortitos que somos, Monsieur Campos. Y qué bien le entiendo.
errrrrrrrrr ditto ditto, con algún matíz… I’m a wishy washy liberal..
«No obstante, es un placer leerle. Es una inutilidad de lo más entretenida. Como ser de letras.»
Bravo. Me merece éste final mucha más admiración que todos éstos Pínkeres juntos.
Excelente. Saludos positivistas
Me ha sorprendido que un artículo que defiende el rigorismo científico (que no comparto, pero respeto) se base en algunos argumentos nada científicos. ¿Pecados humanistas? ¿Heredad de un fascismo velado de esoterismo de las letras?
Y no creo hacer, sin ser exhaustivo, nada que no haga el señor Campos con Wieseltier
1.- «No existen las medias verdades». ¿No es el átomo de Rutherford, por ejemplo, una media verdad? ¿No es el hecho de que la teoría de fuerzas no esté unificada una media verdad?
2.- Falta indicar el número de elementos estudiados para afirmar que «es difícil encontrar a alguien que escriba peor que los licenciados de letras». Parece una impresión o una inquina oculta más que un análisis. Todo el epígrafe lo parece.
3.- El punto 9 es de traca: Empezando por el «No es la más profunda, es la única. La que explica todas las demás». Es la única, pero explica las demás. Luego no es la única. Bueno, el resto del párrafo (además de que cosas como «por qué aparece el feísmo» está respondida por disciplinas como la sociología) destila el mismo batiburrillo de odios sin psicoanalizar.
4.- La mejor, a la altura del homeópata o del futurólogo -mejor dicho-: «Llegará un día en el que los humanos acudiremos a una librería y un simple análisis instantáneo de ADN o un escáner de nuestras sinapsis cerebrales nos dirá qué libro de los miles que hay a la venta tiene más probabilidades de producirnos un mayor placer estético e intelectual». Adivinando el devenir del mundo, imagino que con la mejor intención científica. No sería tan grave -una predicción sin importancia- si no sirviera para apoyar una idea transversal del artículo: que la victoria de la ciencia sobre las humanidades (la guerra que plantea) llegará tarde o temprano.
Hasta que no llegue ese futuro, de momento el artículo es una suposición. Llena de superioridad moral y «perdonavidismo», eso sí.
Llevas toda la razón en lo que expones. Saca tiempo (y dinero) de donde sea para ir a una Facultad de Física y poner tus capacidades al servicio de la ciencia. Ya, cuanto antes.
Ah, enhorabuena. Escribes muy bien.
Se me ha presentado el dios de la ciencia y me ha ordenado abandonar la lectura del artículo, pues va a proceder a su destrucción.
Yo le he dicho: «Si encuentro cincuenta afirmaciones científicas en su contenido ¿estás dispuesto a salvarlo?».
Él me ha respondido: «Si encuentras cincuenta afirmaciones científicas, no lo destruiré».
Hete aquí que voy leyéndolo, y no encuentro afirmaciones científicas, y le vuelvo a preguntar: «¿Y si encuentro veinte, accederás a salvarlo?».
Y me responde: «Si encuentras veinte, no lo destruiré».
Así sucesivamente, podéis imaginaros el resto.
Al final me dice: «Si encuentras una sola afirmación en este artículo, sostenida por la ciencia, no lo destruiré».
Leedlo lo más rápido que podáis, pues le queda poco tiempo de existencia.
Si sus afirmaciones son honestas (que no científicas; para mí lo científico es necesariamente honesto, pero lo honesto no es necesariamente científico), lo único que puede hacer, -también honestamente-, es callarse.
El silencia ayuda más a la ciencia que cien cacareos pseudocientíficos.
Que conste que para mí la ciencia es lo más honesto que haya creado jamás el hombre. Por eso no me gusta el contenido del artículo. El continente no esta mal.
Bien dicho.
recomiendo al autor del texto que se inicie en el estudio de la ciencia por algún manual básico («¿Qué es cosa llamada ciencia?» de A.F. Chalmers, por ejemplo). Y que no se le ocurra desmontar cualquier calculadora que encuentre por ahí, que el despiece no le va a enseñar matemática alguna.
Un saludo.
Creo que hay un profundo desconocimiento o, en el mejor de los casos, una burda simplificación por parte del autor del artículo de lo que significan las disciplinas humanísticas y de lo que les pueden aportar y no las disciplinas científicas.
Por ejemplo, si nos fijamos en la historia como disciplina típicamente humanística, ¿es que acaso no usa el historiador técnicas científicas para sus descubrimientos arqueológicos? ¿Es que la prueba del carbono-14 no lleva utilizándose desde hace décadas? Sin embargo, un historiador no puede operar como un físico ya que el primero tiene que reconstruir la historia pasada a partir de una serie de vestigios, tiene que narrar, interpretar, buscar nexos de sentido entre objetos sin aparente relación. De modo diferente, el físico trata de descubrir las leyes fundamentales de la naturaleza mediante la experimentación y el lenguaje matemático. Son campos de estudio diferentes que no tienen necesariamente que utilizar la misma metodología aunque la historia deba servirse en la medida en que pueda de los avances científicos. ¿Cómo podría la física sustituir por completo la historia? ¿Podríamos entender la Revolución Francesa en términos de masas y partículas?
Y esto, evidentemente, no nos tiene que llevar a hablar de homeopatía o cartomancia. Un discurso puede ser plenamente racional (y, en consecuencia, aceptable por un interlocutor racional) aunque no sea estrictamente científico. Cuando yo hablo con mi mujer sobre cualquier tema, no hablo en términos científicos, y sin embargo, nadie diría (la mayoría de las veces) que estamos diciendo estupideces. El mismo artículo del autor no es un artículo científico. Según su misma perspectiva, sería equiparable a las frases de un vidente.
A ver Christian. El lado «científico» de un especimen de homo sapiens sapiens de 100 kg. y uno noventa de altura, le pedirá que te rompa la cara y se tire a tu novia, cuando te lo cruces por la calle. Es su lado «humanista» lo que le impedirá hacerlo.
Soy un amigo de la ciencia, de la consilencia y de la tercera cultura, pero no de la ciencia ficción o de la futurologia. No ayuda mucho a la causa de que la ciencia es uno aspectos más importantes de la cultura, y cuando digo ciencia hago incluso alusión a las tradicionales humanidades y ciencias sociales basadas en evidencias, que un artículo sobre el gran papel que tiene la ciencia en la sociedad acabe con pronunciamientos sensacionalistas y que no entienda los distintos niveles de análisis de los fenómenos. Puede ser posible entender la revolución francesa en términos físicos pero eso solo lo haría un reduccionista irredento desconocedor de procesos emergentes, de entidades teóricas o constructos como motivaciones psicológicas o procesos económicos y sociales. No cometamos los que estamos a favor de la ciencia los mismos errores que criticamos en otros.
Menuda simplificación, sobre todo viniendo de alguien que ha estudiado artes y diseño. Parece usted un renegado.
¿Para qué sirven las ciencias? La historia intenta catalogar, contar y dar sentido a la historia, l sociología explicar los eventos sociales…
¿Qué ocurre con las ideologías? Son el prisma que nos permite mirar lo ocurrido. ¿Cómo puedes dar forma a la historia y la sociología sin la ideología? No la ve igual la historia un obrero, un arquitecto, un capitalista o un mendigo. Y no puede ser de otra forma. Hay varias maneras de contarla y no hay otra cosa que puedas hacer. No puedes conocer esto. Si no son ciencias puras es porque las ciencias puras no son capaces de adentrarse a estos campos y nunca lo harán. ¿Tienes grabado todo lo que ha ocurrido? ¿La ciencia pura va a ser capaz de predecir una situación geopolítica, una situación de defensa? ¿Van a ser analistas de inteligencia los ingenieros? ¿Los matemáticos?
Este artículo es una muestra de lo que no hay que hacer para llevar a cabo un debate razonable.
La verdad es que no hay diferencia entre las ciencias y las letras. Simplemente el campo de actuación de muchas «ciencias impuras» tienen dificultades ser analizadas de forma más ajustada. ¿Tiene la culpa la historiografía de que la historia no sea tangible y dependa de las fuentes? ¿Tiene la culpa la ciencia política de que la política sea algo dónde intervienen mil factores? ¿Tiene la culpa la sociología de que los seres humanos no se puedan categorizar como si fuesen pepinos? Este artículo es estúpido.
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Debería pues ser consecuente, dejar los golpes de pecho cientificista y colaborar con la búsqueda de la verdad. Dedíquese a la ciencia, hombre, sea valiente.
Magnifico y divertidísimo, felicidades :-D
Andando el tiempo he sacado la siguiente conclusión: el Sr. Campos solo tiene un tema sobre el que reflexionar, el que expone en este artículo. ¿Y con qué objeto? Me temo que con ninguno, a menos, claro está, que por éste sirva el de provocar. No hay argumentación del Sr. Campos que no consista en contraargumentar los razonamientos expuestos por otros, pero es más, cuando lo hace, su estrategia se reduce a un simple «y tú más» que, en último término, resulta tan vacío e inane como las sentencias que pretende refutar. Mucha devoción por el método científico, pero no expone usted nunca ni una sola razón, ni un argumento sólido que demuestre de manera tan irrefutable como pretende lo que defiende. Repito, NUNCA, JAMÁS. Y claro, así no se puede. El debate resultaría muy estimulante en otros términos pero, particularmente, las peroratas del Sr. Campos las encuentro profundamente huecas. Resumiendo en pocas palabras (no creo que hagan falta más): las ciencias son la hostia y las humanidades una birria. ¿Por qué? Porque lo digo yo. Y punto. No es de extrañar que escriba usted en el Muy Interesante, publicación que es a la ciencia lo mismo que Fotogramas al cine o Qué leer a la literatura (algunas cabeceras de su página web de ahora mismo: «Detectar mentiras en el Watsapp», «La importancia del tamaño de los testículos»,»¿Se pueden comer las aceitunas crudas?»). Aburre usted a las piedras. Dicho esto y por no escurrir el bulto, sería interesante reflexionar sobre lo siguiente. Podemos descubrir a la perfección cómo funciona el átomo, pero eso no responde a la pregunta de por qué o para qué teníamos que construir la bomba atómica. Ese será siempre el terreno de la ética. Sin duda la ciencia nos ayuda a ampliar nuestra visión y conocimiento del mundo (¿y quién es el tonto que desprecia ese saber?), pero eso no va a ahorrarnos el que sigamos preguntándonos qué hacer con esa información. ¿Por qué dirigirnos hacia esa senda y no probar aquella otra? Para nuestra suerte o desdicha somos seres pensantes dotados de lenguaje, lo que nos impele a preguntarnos siempre, ¿por qué? Y, como dijo Sócrates, que no lo sabemos todo, lo cual siempre dejará un hueco para la duda. Un poco más de humildad.
Hace unos meses leí un librito de Javier Sampedro, ‘Deconstruyendo a Darwin’. Me entró el pánico: resulta que todo lo que creíamos saber sobre la evolución… es cuando menos cuestionable. Sampedro (investigador reconvertido en fantástico periodista) explicaba en el prólogo lo difícil que era criticar a Darwin sin que le tomaran por un partidario del diseño inteligente y todas esas patrañas.
Aparte de eso, el libro era muy interesante porque enfrentaba las diferentes visiones de los grandes científicos (Richard Dawkins no salía muy bien parado) y veías que en todas ellas había un tremendo componente interpretativo.
A veces se nos olvida que la ciencia la hacen los científicos.
Bueno, eso también vale para Sampedro, ¿cierto? Quiero decir que, sin entrar en el fondo del asunto, tantas probabilidades tiene a priori Richard Dawkins de estar «interpretando» los datos a su favor como Sampedro de estarlos «malinterpretando».
Pero como chaval ciencias puras reconvertido a las letras que soy, voy a contradecirme: uno de los mejores tratados de política (no diré ciencia política para no herir sensibilidades) que he leído es de un biólogo: ‘Armas, gérmenes y acero’, de Jared Diamond.
Precisamente a Diamond se le dio sopas con honda (con razón) porque su libro es puro determinismo geográfico, una hipótesis repetidamente contestada por la evidencia. Cuando un autor se acerca a un tema nuevo, por mucho que sea experto en otro tema muy prestigioso, debe hacerlo con rigor. Esto implica estudiar a fondo la literatura existente para entender a que conclusiones más o menos sólidas ya se ha llegado. Lo contrario es un ejercicio de ignorancia que sólo lleva a repetir cosas ya conocidas y en muchos casos descartadas (como le pasó a Diamond que al final es un epígono de los ambientalistas de finales del XIX principios del XX).
Un saludo
Señor Campos, con todo mi respeto, usted no es sólo un positivista: es un reduccionista. Y en eso, no le acompaño, y me atrevo a aventurar que Pinker tampoco.
(Por cierto, habrá que ver qué dice Pinker en la contrarréplica, anunciada anteayer pero de la que aún no tengo noticia).
Pues sí, soy un reduccionista, Sámuel. Creo que era Pinker el que decía que solo los simples creen que simplificar implica ser simple.
Vamos a ver. Aprovecho para contestar aquí a varios comentarios que repiten más o menos lo mismo de varias maneras diferentes.
Aquí muchos están confundiendo los niveles de análisis y dándose por aludidos cuando el texto no habla de ellos.
En el planeta Abstracción Teórica no hay dudas de ninguna clase: solo las matemáticas son ciencia. Ni siquiera la física o la química lo serían en sentido estricto. En última instancia, toda la realidad es reducible a una o varias fórmulas matemáticas. Eso es así aquí y en la China Popular. Y de eso habla el artículo.
En el planeta Tierra, lo anterior no sirve de nada porque el ser humano jamás tendrá la capacidad de computación necesaria para analizar al mismo tiempo los cientos de trillones de variables que influyen en el hecho más banal. Y por eso surgen herramientas (las disciplinas de letras) que, sin llegar a la verdad última, son lo suficientemente precisas o cercanas a esa verdad última como para sernos útiles. Los seres humanos no necesitamos la verdad absoluta para progresar, para llegar a la Luna o para erradicar enfermedades: solo necesitamos herramientas que nos permitan interpretar el mundo al nivel en el que nosotros nos movemos habitualmente. Que no es el de los quarks y los protones y los logaritmos sino el de los seres humanos, las sociedades urbanas, la familia y demás. Y es ahí donde las disciplinas de letras cumplen su papel.
Otra cosa diferente es que cuanto más cercana a la verdad última matemática esté una disciplina de letras, mejor. Más que nada porque esa cercanía le permitirá hacer predicciones más precisas y, por lo tanto, más útiles para el ser humano.
Y otra cosa es que las letras hayan sido tomadas al asalto por hordas de vendemotos que se sienten cómodos retozando en disciplinas en las que, creen ellos, «no importa tanto» la precisión como en las ciencias. Y de ahí las discusiones eternas, circulares y retóricas sobre el sexo de los ángeles de las que hablo en el texto.
¡Campos le pasa a Campos!… ¡Chuta!… ¡Recibe Campos!… ¡Campos avanza y… ¡Ooooooooooh!… ¡Se va por la tangenteeeeeeeeeeee!
Lo matemáticas también fallan, Cristian, de verdad que no sé que en qué siglo te quedaste tú de la historia de la matemática. Un alumno de una carrera de ciencias lo experimenta con sus propios cálculos en el papel en el primer año de carrera, no hace falta meterse en berengenales lógico-matemáticos o de expertos y especialistas que han perdido la cordura. En serio, cursa alguna asignatura universitaria de cálculo que se te van a caer muchos mitos, como nos pasó a todos. Pero hazlo, no dejes que pase el tiempo y te mueras con esa fe talibán, que no merece la pena.
¿Cómo que la realidad es reducible a fórmulas matemáticas? ¿Pero tú te paras a revisar lo que escribes? La matemática por sí sola prácticamente no es nada, es un juego de abstracción. Lo que tiene la matemática es la potencia de ser aplicable como herramienta para el desarrollo de otros conocimientos. Por sí sola es una inutilidad fascinantes, nada más.
Tienes la bola de cristal para suponer barbaridades sobre el ADN y para negar con seguridad cuál va a ser la capacidad de cómputo que tendrá la humanidad, alucino. Y lo mejor, lo mejor de todo, ¡es que estás sosteniendo un argumento que en su base fundamental lo expresó Spinoza hace casi 400 años! Pero era un poco de letras, ese tío no tenía ni idea de lo que decía, claro.
Me gustaría que intentaras explicar tu concepto de «utilidad» porque va implícito en todo tu discurso y no sé muy bien qué entiendes tú por eso. Lo útil es útil para algo. ¿Para alcanzar la Verdad? ¿Pero qué sabes tú de la Verdad, patético ser humano? Sabemos nuestras verdades, las que podemos dentro de nuestra capacidad; de ahí a la Verdad hay 2500 años de filosofía sin conclusión que tú desprecias. Y así escribes, así, con los mismos cojones con los que recita un Imam la oración. Te ha dado alguien la clave por ahí, ¡la ciencia la hacen los científicos!
Campos. Tu crees que hay un nivel fundamental de la realidad, tal cual. Te recuerdo que todo eso no es más que un juego metafísico, filosófico, un interés prefijado empezado por un tal Platón, un filósofo.
Por cierto, Sámuel, yo diría que Pinker es en todo caso un reduccionista metodológico y/o ontológico, pero no epistemológico.
Yo, a muerte con el epistemológico. Para medias tintas ya están otros.
Y gracias por el comentario, por supuesto. A ver cuando escribes algo sobre el tema en Cuaderno Milanés, hombre. Una campanudez de tanto en cuanto nunca va mal.
Gracias por la respuesta, Cristian. Viendo tu respuesta, releo el texto y creo entender que el meteorito va a ser un meteorito casi casi reformista, no un clásico meteorito aniquilador. Entonces estamos más de acuerdo de lo que pensaba.
(Tengo otras campanudeces en la cabeza pero creo que me las reservo para el Cuaderno Milanés, a ver si me animo a darle vidilla un domingo de éstos. )
Un saludo.
El asunto sí dio para unas campanudeces al final
http://cuadernomilanes.blogspot.it/2013/09/contrarreplicas-reales-e-imaginadas.html
Tan preciso y puntilloso como pretende ser (y exige), el autor y, sin embargo, incurre, en su prosa, en las mismas ambigüedades que deplora en los torpes y desnortados escritores «de letras».
Por ejemplo: «una frase extraordinariamente errónea». Si la frase es errónea, no es correcta, y punto. No hay diferencia entre lo erróneo y lo extraordinariamente erróneo. El adverbio sobra y, por lo tanto, confunde. Haberlo usado es síntoma claro de «no pensar recto».
Este ejemplo debería dejar claro que tan asfixiante puede llegar a ser el talibanismo cientifista como, pongo por caso, el religioso.
Quod erat demostrandum. Salud.
Bueno, sí y no. Depende de que lo estés intentando expresar. Decir que 2 + 2 son 5 es erróneo. Decir que 2 + 2 es «amarillo» es extraordinariamente erróneo en el sentido de que la respuesta no es solo errónea sino que además se sale del rango «ordinario» de respuestas erróneas. Se podría utilizar el término «absurdo» o «surrealista» para esas respuestas que se salen de lo ordinariamente erróneo, pero «absurdo» o «surrealista» tienen su propio significado y no acaban de expresar con precisión lo que sí expresa «extraordinariamente erróneo».
Muchas gracias por contestar. Denota un excelente talante.
Su réplica me parece un excelente ejemplo de componenda «ad hoc»: un intento de salvar la contradicción señalada sacando un conejo hasta entonces oculto en la chistera. Podríamos ponernos a discutir sobre si la verdad, o la falsedad, admiten grados y distingos, pero eso nos distraería del punto de partida inicial, que exaltaba una lógica binaria, «científica» (pretensión que, por otra parte, una contestación como «sí y no» termina de liquidar). Yo también le recomiendo, como han hecho otros lectores, que eche mano de textos básicos como «Qué es esa cosa llamada ciencia», de Chalmers. No son tan amenos como los best sellers de Pinker y Dawkins pero se aprovechan mucho. ¡Salud!
Creo que la ciencia es uno de los ángulos desde los que se puede observar las cosas, pero por supuesto no es el único. Por ejemplo, una silla se puede explicar científicamente: se compone de unos átomos que forman determinadas moléculas que le confieren determinada dureza y elasticidad, procede de determinados árboles con una biología determinada, etc. Pero también se puede considerar como objeto de artesanía o artístico. Se puede ver como producto industrial y comercial. Se puede inscribir dentro de la historia de los muebles. O se puede hacer literatura a partir de la silla. Y todo es conocimiento. Reducirlo todo a la ciencia es, sencillamente, estúpido.
La ciencia pretende abarcar todos los campos del conocimiento, dejando las ideologías y razonamientos abstractos reducidos a simples números o análisis empíricos. De esta forma construimos una sociedad absolutamente tecnócrata; individuos expertos en una rama de la ciencia, y nada más. Nada más porque nos hacen creer que no hay nada, que la filosofía es humo (por ej). Marx, cuando hablaba de los monetaristas, se refería a ellos diciendo que son personas que estudian y trabajan como en un pozo, cada vez sabiendo más de menos, hasta que lo saben todo de nada. Con «los hombres de la ciencia» pasa exactamente lo mismo.
Es la tiranía de la ciencia sobre todo lo demás. La ciencia se ha convertido en un dogma de fe que incluso afecta a la educación y por lo tanto al pensamiento o la forma de razonar, y de ahí a todo lo demás. La filosofía no responde preguntas, pero ayuda a plantearlas, que no es poco.
Creer que todo se puede explicar a través del método científico es absurdo y peligroso. O que el ser humano lo puede descubrir todo con una base científica. «Si no lo hemos descubierto todo aún, es porque la ciencia no ha avanzado lo suficiente». Si eso no es fe, o literatura barata, o un cuento de hadas, no sé qué puede ser…
Viva la pluralidad de pensamiento. Ciencia y arte o letras no son enemigas.
«La Ciencia» no…, algunos pseudocientíficos o ciencifistas…, o como se llamen. La ciencia, por sí misma, no ha hecho nada malo…, pobrecita; maltratada por unos y otros.
Se nota, y mucho, que Cristian Campos no es científico ni tiene formación científica. También se nota que no ha reflexionado, o muy poco, sobre el método. De hecho, no es más que uno de esos juntaletras que venden entretenimiento con ropajes de saber que tanta rabia le dan. Algunos leen «La tabla rasa» y creen haber visto la luz, como Saulo de camino a Damasco. Cuando hablas con investigadores de verdad, claro, les da la risa con las generalidades batracias y las inferencias de baratillo que hacen aquí mis amigos. Un poco más de rigor científico, por favor. Y no lea más a Frans de Waals, que me lo jode.
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No podría estar más de acuerdo, excepto en un punto, el 7.
Para mí fue una revelación leer a Richard Dawkins por poner un ejemplo que has mencionado, lo admito, aunque sin duda mi autor… digamos «científico» por separarle de los «literarios», por excelencia es Carl Sagan, porque la astronomía es la parte que me toca de toda esa ciencia que mencionas que lo abarca todo, y no por su prosa. Si me atengo únicamente a la prosa de un autor, puedo valorar la corrección en cada frase, la presentación de ideas y su desarrollo, y es verdad que ahora encuentras la pasiva por todas partes, hipérboles, adverbios y otras cosas que quizás no deberían estar ahí en la literatura humanista. Pero no creo que se deba valorar sólo la prosa para determinar si un escritor es mejor o peor y olvidar otros factores de más complicada medición, como el placer que provoca una lectura concreta. Valorando la prosa estoy de acuerdo, pero es simplificar la ecuación. Cuando llegue el día que un análisis de ADN decida el libro que debemos leer de una biblioteca serán pocos los que acaben leyendo El Origen de las Especies, por poner un ejemplo. Y desde luego podremos analizar que Darwin tiene una prosa mejor que, no sé, cualquier novelista actual, tampoco quiero nombrar a uno concreto. Sin embargo ese análisis de ADN no decidirá el libro sólo por su prosa, espero. Valorará también los otros factores y a la hora de determinar qué autores escriben mejor, además de su prosa, habrá que cuantificar el placer que provoca su lectura en nuestro cerebro, la evocación de sus imágenes y cualquier otro aspecto que se pueda cuantificar, y así determinar qué autores deben leerse más o menos, y comprendo que esto tendrá una gran dependencia del nivel educativo y otros factores, lo único que digo es que decir que los autores científios escriben mejor que los humanistas atendiendo sólo a su prosa, me parece simplificar.
Espero que para entonces, el análisis de ADN pueda determinar todos esos factores y elija bien; leer El Origen de las Especies estuvo a punto de costarme la vida, y no quiero que la selección de lectura por ADN dispare los índices de suicidio.
Bueno, está claro que el punto 7 es una boutade. Excepto en lo de pensar claro. Ahí la ciencia le da sopa con ondas a las letras por la misma razón por la que las empresas privadas suelen ser más eficaces que el sector público: porque las primeras se juegan la vida en el intento y el segundo no.
El tema es que las letras, por su propia naturaleza, tienden a valorar más la retórica y la estética que las ciencias. Una fórmula matemática bellamente explicada no es más o menos cierta que esa misma fórmula explicada de una manera más chapucera o menos barroca o menos poética.
Pero en las letras, la retórica, el caracoleo y los meandros dialécticos si parecen aportar, en determinados círculos poco evolucionados intelectualmente, un plus de credibilidad. Y por eso, simplificando mucho, las ciencias tienden a hacer comprensible lo difícil mientras que las letras tienden a complicar lo fácil.
Por supuesto, y como en botica, hay de todo en todos lados. Pero no desestimes la relación que existe entre un pensamiento cartesiano y una prosa recta, y la que existe entre un pensamiento disperso y una prosa difusa.
No desestimo la relación y a partir de ahora la tendré más en cuenta. Veo mejor lo que querías decir pensando en eso de complicar lo fácil y facilitar lo dificil.
Muchas gracias.
Seguid así; me encanta perderme de vez en cuanto en Jot Down.
Ya le dije en su anterior articulo que la necesidad de introducir la boutade de turno suele estropear un buen comienzo. Esta vez no me ha molestado, porque soy de ciencias.
Disculpen la ausencia de tildes.
Vd. es reduccionista en el sentido de que reduce la ciencia a lo mismo que la religión. La ciencia, como bien ha indicado, no entiende de bien o de mal, y desde luego nunca es una puerta cerrada. La expresión esto esta mejor o peor escrito nunca podrá ser científica.
Estos debates, tanto por parte de unos como de otros, solo se pueden llevar a cabo en el campo de los humanistas, sencillamente porque las ciencias únicamente se discuten a sí mismas.
Vd. ve a Punset entrevistar a un científico, y cuando este le explica sus avances, enseguida Punset trata de extraer conclusiones; y el científico le dice «bueno no, en realidad hemos de buscar….». Eso es la ciencia.
La ciencia no guerrea contra las letras porque sencillamente no es su campo. Vd. no distingue entre «la verdad» y «la realidad». «La verdad» es el campo de la ciencia, como bien cita, siempre dispuesta a ser rebatida, a someterse a falsación, porque en el fondo «la verdad» no existe, es cambiante y evoluciona con «las verdades», es total y absolutamente objetiva. «La realidad» es terreno humanístico, es el entendimiento del mundo desde el punto de vista del ser humano.
El problema es que «la verdad» siempre estará contaminada por «la realidad», pues para que no fuese así nos tendríamos que desprender de nuestra condición humana.
Para ser científico Vd. debe renunciar a afirmar, y limitarse a preguntar. Para que todo pueda ser explicado por la ciencia, deberíamos dejar de ser humanos. Pero eso haría inútil nuestro entendimiento.
Yo me pregunto, señor Campos, si conoce usted el Teorema de la imposibilidad del socialismo, típico de la Escuela Austriaca, ampliamente divulgado por Huerta de Soto…Supongo que no.
Ese hombre-máquina que usted defiende, esa omnipotencia de la ciencia y lo técnico, es algo que, efectivamente, da pie a la posible planificación central y a un sistema socialista capaz de ordenar conductas matematizables. Este planteamiento perverso, negador del alma y de la individualidad es liberticida y no puedo compartirlo en ninguno de sus punto.
«(…) la idea de que las ciencias se apoderen del debate sobre los asuntos públicos parece conducir hacia una sociedad gobernada por la frialdad de la razón científica y en la que las emociones, los sentimientos, la empatía y las ideologías no tienen cabida. En una sociedad así solo importaría el cómo porque la ciencia nos habría dirigido a la conclusión de que la realidad física no tiene porqué.» ¿A qué dictador comunista ha copiado usted semejante reflexión? Esa utlidad colectiva que sobrevuela tal disertación, esa posibilidad de introducir variables en una matriz para hallar un óptimo, supone un desconocimiento absoluto de los procesos dinámicos y espontáneos de mercado.
Por no hablar del horrible último párrafo donde vaticina usted un futuro técnico, aséptico, frío, deshumanizado… un clásico de la ciencia ficción. Sin embargo, creo que la evidencia empírica no le acompaña, pese a que usted está convencido de lo contrario. Bien al contrario, opino que a medida que la ciencia avanza, las zonas grises aumentan en superior proporción en una suerte de progresión geométrica que incorpora en esencia un misterio, lo que en economía llamaríamos incertidumbre inerradicable en un futuro donde existan procesos sociales protagonizados por individuos libres.
«En última instancia, toda la realidad es reducible a una o varias fórmulas matemáticas. Eso es así aquí y en la China Popular. Y de eso habla el artículo»
Pruebas, por favor.
Buen artículo, largo y a la defensiva, pero da la impresión de que no nos hemos leído el teorema de la incompletitud de Godel ni los trabajos de Edward Lorenz sobre la imposibilidad de la recolección de TODOS los datos posibles antes de iniciar la simulación de sistemas no lineales.
Y por cierto, ni los bonobos ni los chimpancés se ríen. Y me temo que usted tampoco.
Un saludo.
Una viñeta a colación del asunto hecha por un hombre de ciencias.
http://xkcd.com/1263/
Y digo yo ¿Por qué no se expresará este hombre con una descacharrante fórmula matemática?
Las viñetas son tan del Cretácico.
El sentido del humor, al igual que el arte, puede explicarse científicamente, no tiene nada de especial ni de misterioso. Es un hiperestímulo, como los dulces o los atributos sexuales de gran tamaño. Lo explica Daniel Dennett aquí (no he podido encontrar el vídeo subtitulado, lo siento):
http://www.youtube.com/watch?v=jmfMyfu4NX0
Si bueno, en realidad yo no he dicho que el humor sea algo metafísico ni nada, ni siquiera preguntaba por una explicación del humor… pero el vídeo está cachondo así que, bienvenido sea ;)
Lo que venía a poner en tela de juicio es que rellenar una fórmula en términos matemáticos «protohumor + x = humor», te provoque la misma reacción que ver Sopa de ganso, por ejemplo.
Pero oye, sobre gustos. A mi es que no me va nada el humor alemán ;D
No, claro, ahí te doy toda la razón.
Y por cierto, en esas mismas tiras se puede encontrar esta viñeta. Que, de hecho, es de donde salió la idea del artículo:
http://xkcd.com/435/
Venga, un abrazo y gracias por los comentarios, J.
«En una sociedad así solo importaría el cómo porque la ciencia nos habría dirigido a la conclusión de que la realidad física no tiene porqué»
Es al revés, la ciencia es el qué, las letras el cómo. Las cosas son y existen y ya está. Si el ser humano las nombra aparecen las letras, el concepto. Pretender que estas no tienen importancia es suicida.
El artículo es divertido como exageración evidente, muy propio de Adrián Campos, que reconozco que escribe con gracejo. Es verdad que el método científico es la herramienta intelectual mas poderosa creada por el hombre, y es aplicable a cualquier área de conocimiento.
Se llama Cristian. Quizás a su pesar. Peor sería llamarse Jesús.
Un mundo de Sheldons Coopers???? No gracias.
Exacto!
Daniel Dennett es filósofo, por cierto. Luego, es un charlatán según su artículo. ¿Debemos hacerle caso?
Bien visto. Qué ridículos éstos Pínkeres…
A mi me parece genial Quevedo, pero otros consideran mejor a Góngora. Unos estan de acuerdo con Platón y otros con Aristóteles. A unos les gusta el barroco y a otros les parece recargado y horrible. A mi mismo, en una época me parecia el rock la mejor de las músicas, en otra el jazz, o Chaikosky en otras. Todas las artes y letras son creación humana, y no son mas verdaderas ni falsas que otras, ni mejores ni peores. De hecho, van cambiando con el tiempo.
También me gustan la antropologia, la cosmogonia, la geología, la etología, y otras ciencias. Y éstas no cambian con el tiempo, las modas o la forma de pensar de cada época. Van creciendo, y añadiendo cada vez mas conocimiento.
Las ciencias son el descubrimiento de una verdad que es así aunque los humanos no existieran, y no cambian.
Las artes y letras son todas creación humana, y desde luego van cambiando. Pero ésto no les quita ningún valor, yo sigo disfrutando con Vivaldi y con los Rolling Stones, pero soy consciente de que si fuera de otra cultura me gustarían otras músicas (que grandes músicos hay en Nigeria y Senegal).
A ver, a ver, todos tranquilos que no es más que una broma. Nadie en su sano juicio confesaría haber escrito nada para Muy Interesante sin haber sufrido waterboarding previamente, como mínimo.
¿Qué es eso de que los peluches dan calor?
Estaba un poco confundido con el artículo hasta saber que el autor es «de letras», ahí encajé lo que me faltaba. Aparte del tono, que es una cuestión menor, hay un par de cosas que no comparto.
La matematicidad de las ciencias es una cuestión muy discutible. Lo que se suele llamar ciencia es algo que comienza y acaba con la observación del mundo. Aquí las matemáticas no ocupan ningún lugar, pues el mundo muy poco tiene que ver con ellas, aparte de inspirar algunas intuiciones (la de número, por ejemplo) de las que partir. Además, una teoría no es más científica por más matemáticas que contenga, como ejemplo sublime ahí está «El origen de las especies», de Darwin, obra científica cumbre en la que, si no recuerdo mal, no hay ni una sola fórmula (y si recuerdo mal, de haber alguna no es en absoluto fundamental en el libro)
Luego está lo de los «saberes falsos», que, a pesar de todo, pueden tener una utilidad marginal como aproximaciones bastas. Pone Pinker en «la tabla rasa» el ejemplo de un acontecimiento histórico como la segunda guerra mundial, que podría remitirse en ultimo término a las interacciones de un inmenso número de particulas elementales. En principio así es, pero nadie en sus cabales intentaría comprender a este nivel la segunda guerra mundial. Es mucho más adecuado para ello emplear términos de mucho mayor nivel, como «relaciones de poder», «raza», «economía»,… En definitiva una explicación dentro del campo de la «historia». Llamar a la historia «saber falso» a la espera de una potencial explicación (que probablemente nunca llegará) de los acontecimientos históricos en términos físicos no tiene ningún sentido. Es casi como decir que la termodinámica es falsa porque toda ella puede ser explicada a partir de la física elemental.
Un saludo.
http://imgs.xkcd.com/comics/purity.png
A los adultos, las peleas de patio de colegio no nos interesan. Hasta ahora, me había parecido que jotdown era una publicación con artículos que trataban cualquier materia de forma seria y en profundidad. Sin embargo, me pregunto si este panfleto que acabo de leer lo ha escrito Sheldom, el personaje de la serie Big Bang que parodia precisamente estas actitudes que me acabo de encontrar en el referido texto. En fin…
La ciencia tiene explicación para todo. Como mi suegra. Aunque, en general, sus explicaciones sean de una calidad, digamos, dudosa y francamente revisable. Como mi suegra, digo, como las explicaciones de mi suegra (bueno, también). Y últimamente (¿sólo últimamente?) se está poniendo bastante insoportable. Como mi suegra. El hecho de que yo no tenga suegra (ahora mismo, ni pareja tengo) no es científicamente relevante, aunque quizá sí desde el punto de vista de las Humanidades. (La de mi suegra es considerable, al menos). En fin.
He cometido un error, donde dije «matematicidad de las ciencias» invertí los términos, quise decir «cientificidad de las matemáticas», disculpas.
P. D. Jot Down me parece una publicación excelente y el artículo de aquí arriba interesante y muy divertido aunque no comparto ciertos puntos.
Lo de «positivista trasnochado» me suena, quizá fui yo mismo… en cualquier caso lo mantengo ; )
Desde la filosofía que me toca, no puedo dejar de ver que en este artículo está usted dando razones de una postura epistemológica, está usted negando el mar mientras lo surca.
Habla del «conocimiento humano» sin comprender que este mero concepto no ha sido todavía concretado por completo (ni lo será nunca), y sin embargo ya es capaz de indicar como se produce el conocimiento verdadero. La filosofía es, ha sido, y será siempre madre y partera del resto de disciplinas, que no deben nunca soñar una independencia esencialmente imposible (tampoco lo hace), porque solo mamá hace las preguntas apropiadas, y solo mamá no es complaciente, solo mama las educa, y mamá es la primera que quiere que la superen porque significará que el hombre es ahora un dios.
Lo mas extraño es que la ciencia no es tan pretenciosa como la pinta usted, algún trasnochado mas hay, claro, pero los delirios de verdad son generalmente escasos. El quehacer científico entiende que su labor se apoya sobre presupuestos, sobre acuerdos, sobre núcleos teóricos provisionales, sobre ciertas preguntas formuladas, entre la infinidad de preguntas posibles, y suele enfocar su labor de manera pragmática por haber comprendido que hablar de verdad es aspirar a una divinidad imposible, y está claro que entiende esto.
Todas las letras y artes son filosofía porque generan preguntas, las buenas obras lo son porque arrojan preguntas nuevas, y con todo se alimenta un quehacer humano de sentido inabarcable, si es que lo tiene.
Pura poesía, como a usted le gusta.
Un saludo.
PD: Le recomiendo a Putnam, si no lo ha leído. Le gustará a la vez que le obliga a reconocer a la filosofía.
Cristian: si no lo ha hecho ya, debería leer este artículo de Félix de Azúa…
http://www.jotdown.es/2013/09/felix-de-azua-contra-cualquier-novedad/
Con Félix de Azúa estoy de acuerdo hasta cuando se equivoca.
Recupera Campos de casualidad… Pasa a Campos, que sale disparado por la banda… Encuentra una frase (casi) ingeniosa… ¡y se vuelve a escapar por la tangente!… Pero, ¿qué le ocurre a este hombre?
Estoy de acuerdo con la mayoría de los argumentos de Cristian, aunque me da por sospechar que una civilización lo bastante avanzada como para hacer recomendaciones literarias a la carta basadas en análisis neurogenéticos ultra rápidos llegaría inevitablemente pocos años antes a la decisión de exterminar a la humanidad y sustituirla por hámsteres, que son más graciosos y mofletudos (quizás acompañados de algunas centenares de redes neuronales artificiales autoconscientes equivalentes a cerebros humanos, conectadas en red y capaces de continuar ideando y fabricando nuevas y mejores ruedas de correr para hámsteres durante unos pocos millones de años antes de que la Tierra fuera definitivamente tragada por el Sol)
Pufff, te habrás quedado a gusto Campos. No te creas que te quedas muy lejos de los trolls que comentan después, así que enhorabuena.
Que detalle que hicieras referencia a uno de mis comentario en el artículo, que cuqui eres.
La diferencia entre un nazi y un positivista es que los segundos aún no han invadido Polonia del todo, pero no será por falta de ganas, desde luego. Luego vendrán los campos de concentración de letrasados y la expansión del imperio alem… del imperio de las ciencias de verdad. Todo esto es metafórico, por supuesto.
¿Y el artículo en sí es científico o no lo es? Si no lo es, sería mera cháchara. A mí no me parece que lo sea. Puedo estar equivocado, claro. Al fin y al cabo, estudié una carrera de letras.
No estoy de acuerdo con la posición que tienes respecto a las letras. Es más, actualmente hay más paradoja en el hombre científico que en el de letras. Nuestro cerebro no está preparado para ver TODO lo que nos rodea, y por más que el científico intente descubrir a que realidad se enfrenta, en el fondo de su ser sabe que no lo va a conseguir. La realidad, (aunque sea cierto que exista una) es en acto, teórica.
Terminaré mi opinión diciendo que si a mi me propusieran cambiar la sensación de un beso a un lenguaje matemático, le daría un parangüerazo al que me lo ha propuesto (suponiendo que tuviera paraguas, claro)
Un saludo
Como primera reflexión y, antes de entrar a opinar sobre el artículo del señor Campos, me gustaría reseñar lo que está sucediendo al otro lado del charco. Esa sociedad ultraconservadora que muchos ven desde la vieja Europa, se permite el lujo de debatir sobre temas que nosotros no llegamos a plantearnos. Aquí, sin embargo, seguimos anclados en el mayo del 68 y sus consecuencias; mientras, en este caso, el Nuevo Mundo, más nuevo que nunca, se interna en campos desconocidos en busca de respuestas. Nosotros, adormilados, todavía no hemos llegado a la fase anterior, la de la las preguntas.
I believe in America (Bonasera). El Padrino I
Respecto al artículo, estoy completamente de acuerdo.
Sin embargo, se puede llegar a entender el rechazo que ha motivado entre los humanistas y hombres de letras en general. No debe resultar fácil intentar modificar el pensamiento dominante durante varios siglos (por no decir todos) en unos pocos años. Además, y esto también es importante, la clase política, mayoritariamente formada (disculpen, es una forma de hablar) en las ciencias sociales, no lo aceptaría. Aunque quizá podría servir como línea de investigación para determinar el comportamiento de muchos de ellos.
En último caso, no debería preocuparnos si la ciencia ha descubierto los motivos por los que nos gusta más leer a Stefan Zweig (me he delatado), o si disfrutamos más con unas películas que con otras. Lo importante, creo yo, es el placer que nos proporciona.
Hola a todos.
Verán, el problema que yo tengo con las explicaciones no científicas o no materialistas de la realidad es que hay, veamos, ¿un cuarto de millón es un buen número? y no sé muy bien cuál elegir, por eso les preguntaría a los que opinan que la ciencia no vale que me digan qué o cuál criterio utilizan, por ejemplo, para elegir una explicación no científica u otra. Sería de gran ayuda saber qué criterio valida «tu» elección.
Existe también un detalle muy interesante en cuanto a elección de explicaciones de la naturaleza y sus fenómenos (explicaciones, dicho sea de paso, a fenómenos que no existe sino en la mente de las personas que asumen esa explicación, sí, lo sé, esto es un círculo perverso pero real en la mente de millones de personas a las que la ciencia no les vale, salvo cuando usan su móvil, escriben en este blog sus comentario o se curan de alguna dolencia incurable hace sólo unas décadas) … me perdí, decía que hay un detalle muy curioso en estas personas que opinan que no sólo la ciencia puede validar una explicación frente a otra con su método, y es que, con mucha frecuencia, por no decir siempre, eligen explicaciones a un fenómeno que son contradictorias entre sí con la ilusión, su ilusión, de que, en realidad, los «dogmáticos de la ciencia» no entendemos que son explicaciones complementarias.
No vale decir que la ciencia no es la única capaz de explicar la naturaleza si el resto de explicaciones existentes por ahí, simplemente, son invenciones surgidas de la nada o más bien de la mente de algún personaje que, felizmente, acaba teniendo seguidores y ESO es lo único que, supuestamente, la valida.
Por lo demás, no veo ninguna contradicción entre ambos mundos, el de las letras y las ciencias y, por lo tanto, el debate me parece que no va conmigo en ese sentido al menos (y sí en el sentido que apunto en los demás párrafos). Nunca diré que las letras son menos que la ciencia, y viceversa, aunque sí son un peligro «los de letras» que tratan la ciencia con un invento del sistema y, por lo tanto, la asumen como falsa e innecesaria.
Gracias y saludos
Me ha hecho muchísima gracia tu artículo. No sólo porque lo que les achacas a los de «letras» es lo revela tu artículo que sientes tú: esa ansiedad porque tu forma de entender el mundo deje de ser válida.
Si algo he aprendido en mi carrera (Filología) es que el debate es absurdo, y lo es de manera exagerada; tanto que provoca la risa si se analiza con cuidado los argumentos (los argumentos que has citado son, por cierto, bastante malos. Me cuesta pensar que los usara de verdad y no estuviera vacilando a alguien). La carrera en sí tiene aspectos de Ciencias (los lingüistas no sólo vienen de Filología, también de Psicología y de la Neurología) y de Letras (Literatura, Enseñanza, Historia). Y la conclusión es que una lengua no la entiendes sin prescindes de uno de sus aspectos, y más humano que la lengua no vas a encontrar nada, porque en el momento en el que al ser humano le quitas la lengua, se lo has quitado todo. Absolutamente todo.
¿Cómo hacer ciencia si no puedes comunicarte?
Eso por el lado de la filología, pero puedo seguir haciendo preguntas cuyas respuestas, te guste o no, provienen no de la ciencia, sino de las letras. Como, por ejemplo, cómo financiarías las ciencias, cómo las enseñarías a la población, cómo las aplicarías a las sociedades. Las ciencias nos ayudan a avanzar, pero no te equivoques, lo que avanza es la sociedad; a la que nunca es bueno dejar de atender. Las letras se llaman Humanidades por algo, porque van sobre los humanos. El motivo por el que existen las ciencias es para entender, mejorar, ayudar, a la humanidad. Podrás hacer desaparecer de las aulas las letras paulatinamente, pero entonces quitarás la posibilidad de enseñar a los alumnos a pensar por sí mismo. Y eso sí es peligroso.
El hombre es un ser político, que habla, que piensa, que se comunica, y para ello necesita de la lengua y la filosofía (y la Historia, porque mal va a entender su mundo si no sabe la historia de éste); y el que lo niega es porque no hay más ciego que el que no quiere ver.
Imagina, por un momento, un mundo sin letras. Imagínalo sin ciencias. En el primer caso, te lo has cargado, no existe el ser humano, ya. En el segundo, existe, vive muy precariamente, pero existe.
Fíjate por un momento en internet. Sin la ciencia nunca hubiéramos conseguido este invento tan maravilloso. El soporte es científico pero ay, la comunidad de internet se mueve por relaciones sociales.
La ciencia son las herramientas para que el engranaje funcione, pero éste son las humanidades. Y la única manera de que la sociedad avance es que ambas cosas se coordinen y dejen de tratar de imponerse la una a la otra.
Buenas tardes.
El artículo ha sido interesante, aún así, desde mi punto de vista los frutos que ofrece son inevitablemente sesgados, pues parte de una perspectiva radicalmente obtusa.
Ya se ha hablado en comentarios anteriores de simplificación, reduccionismo, etcétera. En mi opinión, el error de base está en el (muy español) vicio de la contraposición: para defender una cosa es necesario reducir su reverso a cenizas. La confrontación ciencias sociales vs. ‘ciencia pura’ resulta ridícula en última instancia cuando el autor trata de elevar esta última como el único vehículo digno de conocimiento humano, llegando -paradójicamente- a una casi dogmatización del método científico, cuando en realidad, las humanidades y la ciencia son por definición especies complementarias.
Cabría aquí una ardua batalla sobre la contribución -amplísima y constatable- del conocimiento humanístico a lo largo de la Historia. Cabría preguntarse si alguno de los logros científicos de la ciencia pura habría sido posible sin la contribución teórica de pensadores precientíficos -anteriormente se citaba a Kühn, pero tirando de ese hilo podríamos llegar a extremos mucho más sonrojantes: no creo que ningún doctor en ninguna ‘ciencia pura’ se atreviera a califiar a Descartes o a Platón de anécdotas históricas carentes de contenido-. El conocimiento precientífico, la duda filosófica, posibilitó el conocimiento científico, que, conviene recordar, comienza con la formulación de una hipótesis, que no es más que la conjetura sobre la resolución de esa duda original.
Y del mismo modo, la ciencia ha posibilitado el avance de las ciencias sociales o humanísticas: apelando a la complementareidad que mencionaba anteriormente, pregúntele a cualquier profesor universitario de antropología, historia o psicología, si no utiliza el método científico en sus investigaciones. Si no aleatoriza sus estudios poblacionales, utiliza programas matemáticos para estandarizar sus variables o si no cumple los estándares científicos internacionales para publicar sus artículos.
Me gustaría, por último, realizar un apunte desde mi campo de estudio, que es la psicología (como en el caso del señor Pinker), y que en este texto, extrañamente se encuentra equiparada a pseudociencias como la homeopatía.
La psicología es una de las disciplinas puente entre la ciencia que aquí se considera válida y la que se tacha de pura especulación: por poner un ejemplo claro de lo que todo el mundo identifica con psicología (erróneamente) el psicoanálisis de Freud es obviamente precientífico, pero alumbró algunos conceptos invisibles para la ciencia de su tiempo y que ahora son el eje de muchísimas investigaciones neurobiológicas, como por ejemplo la actividad del inconsciente, al que hasta entonces no se le concedía ningún papel.
La psicología encarna como ninguna otra disciplina que las trincheras acaban generando resultados autocomplacientes: estoy de acuerdo con el señor Cristian Campos en que no hay que dar cabida a conocimientos pseudocientíficos en las ciencias sociales. Crea cuando le digo que la psicología es además uno de los campos de batalla donde más nos vemos obligados a repeler flagrantes estafas e intrusiones (véase el coaching, los libros de autoayuda y otros engaños generalizados), pero en mi opinión el autor comete el error de equipar ciencia social con pseudociencia.
En mi opinión y experiencia, solo podemos esperar frutos originales (y con originales me refiero a nuevos, inéditos, que hagan avanzar a la ciencia y por ende a la humanidad) cuando contamos con heterogeneidad. Considero que el reduccionismo que defiende este artículo es por definición un enemigo de la ciencia.
Déjeme ponerle un último ejemplo: en terapia clínica, cuando un sujeto se encuentra deprimido, la labor del terapeuta es generar un relato paralelo de su vida que sea más adaptativo y que sea cierto. Por supuesto que somos neuroquímica. De hecho (no sé si lo sabe) cuando uno estudia Psicología estudia mucha biología: aprende a identificar las partes del cerebro, las hormonas y neurotransmisores y sus funciones, y del mismo modo cuáles son los principios morfológicos y fisiológicos del cuerpo que interaccionan para producir los patrones complejos que llamamos conductas.
Pero el reduccionismo no ha conseguido explicar por qué se producen las conductas: es decir, coja usted al sujeto deprimido y explíquele que lo que tiene es un déficit de serotonina. Que por ende, como su problema es exclusivamente químico, lo que debe hacer es tomar inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, que van a hacer que tenga más serotonina circulando por cerebro, y que va a ser más feliz.
Esto lo practican muchos psiquiatras reduccionistas. Y de hecho, millones de personas se atiborran a antidepresivos sin seguir ningún tipo de seguimiento o terapia que palie sus problemas reales.
Tomar un antidepresivo sin terapia es como tomar muchísimos analgésicos para un cuchillo que tienes clavado en la espalda. Es posible que no notes el dolor, pero el cuchillo sigue ahí clavado. Y cuando adquieras tolerancia al fármaco, volverás a notarlo.
Existen estudios (obviamente científicos) que ya demuestran que la terapia es más efectiva que la medicación indiscriminada. No se confunda, yo no estoy en contra de los fármacos: pero, como también se ha demostrado, solo es útil si se utiliza complementariamente a la terapia clínica: conforme se avanza en la erradicación de la psicopatología, se rebaja la dosis.
Espero que este ejemplo sea ilustrativo de la complementariedad entre la ciencia social y la ‘pura’ (médica, biológica, matemática). A una persona que está acostada en la cama con depresión mayor no le sirven de nada las buenas palabras. Necesita un fármaco, y conforme se levante y vaya avanzando, éste se le debe ir retirando. Conforme sale el cuchillo.
Pero del mismo modo, a una persona con trastornos de pánico y agorafobia no le sirven de nada un montón de pastillas sin terapia. Porque no solucionan su problema. Simplemente le calman. Pero no desensibilizan su aversión por los espacios abiertos ni le ayudan a, progresivamente, establecer un calendario en el que ir superando sus miedos.
Ambas medidas, como espero haber ilustrado, son complementarias.
Este debate se está viviendo con mucha intensidad en Psicología. Existe una ruptura entre quienes piensan que solo somos neuroquímica y la psicología social, que considera que también somos contexto y patrones afectivos. Le conmino a que busque noticias sobre cómo, por ejemplo, el National Institute of Mental Health de EEUU ha abandonado el DSM-V, el manual de psiquiatría americano con el que nos regimos todos los profesionales de la salud mental, por discrepancias como ésta.
En definitiva, todo esto ejemplifica cómo no somos sólo una suma de patrones prededibles o de compuestos químicos en interacción: el mundo que usted describe en el que al entrar en una librería ya se nos recomienda con exactitud quirúrgica qué leer, es el mismo en el que las máquinas escriben las canciones, que relataba George Orwell, o el mundo feliz de Huxley en el que no hay espacio para la sorpresa o el misterio.
Y recuerde, como dijo el genio: «El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia. Quien no lo conoce, quien no puede asombrarse y maravillarse, está muerto.»
La biología y las matemáticas pueden describirnos, pero en última instancia, no pueden explicarnos. No al menos por sí solas. De ahí la necesaria interacción entre ciencias, cuya división conceptual (como decía otro lector anteriormente) es absurda. Cada ciencia se ocupa de un campo. Pero esos campos deben comunicarse como si fueran tejidos que se transportan nutrientes de uno a otro y permiten que un corpus de conocimiento humano exista en su totalidad.
Así es como se comporta el cuerpo. Así es como se produce la conciencia.
Espero que usted tenga a bien leer esta humilde opinión, como yo he tenido a bien leer la suya. Un saludo.
P.D: el genio de la cita es Albert Einstein.
Veo una confusión bastante profunda en el artículo y es la de no diferenciar entre las humanidades como contenido y como método. Como método las humanidades se pueden asociar a la hermenéutica, es decir, a la interpretación y trabajo con los textos en lenguaje natural. En cambio como contenido las humanidades se ocupan de prácticas humanas muy variadas como la política, la economía, la creación de ideas y discursos, las guerras etc. En el sentido de método, las humanidades por excelencia serían la historia y la filosofía ya que éstas han sido las que más han empleado el método hermenéutico (aunque no en todas las escuelas véase filosofía analítica y cliometría). En cambio en el resto de las ciencias sociales (economía sobre todo) el positivismo siempre ha sido una de las escuelas más importantes y por eso se ha aplicado en una tradición ya más que secular las matemáticas, la lógica, la estadística y se ha estado atento al evolucionismo y a otras teorías venidas de la biología (el propio Pinker no deja de ser un psicólogo, es decir, un científico social que aplica el método científico y se apoya en el evolucionismo). Lo que es sorprendente es que el autor no se haya enterado todavía de que en gran medida las ciencias sociales ya funcionan con métodos positivistas de ciencia estándar. Y no desde hoy sino prácticamente desde el siglo XIX en muchas de sus escuelas/autores más importantes.
Un saludo
Qué arrogancia (de hombre de letras, debe de ser)! Se puede describir la realidad desde dentro de la realidad? Y de ahí: se puede describir totalmente la realidad? Cabe hablar de descripción cuando es permanentemente inconclusa? Es, por otro lado, finita la realidad? Que algo sea predecible (hasta que no lo sea), significa que hemos hallado una explicación? Puede, por otro lado, explicarse algo mediante un lenguaje como el matemático (que no puede decir AHORA o TÚ), si no se puede traducir o poner en la lengua en que los vecinos se entienden entre sí?
Buen artículo, como otros de Cristian Campos. La crítica que hace de las llamadas «humanidades» puede parecer tajante pero no deja de tener su razón de ser. Aunque sin duda muchos lo conocerán, no puedo dejar de recomendar que se lean «Imposturas intelectuales», de Alan Sokal y Jean Bricmont.
Si bien se publicó hace ya unos años, a finales de los 90, creo que lo se dice ahí sigue siendo plenamente vigente. Todo arranca de una «broma» de lo más curiosa. Para aquéllos que no la conozcan, se las cuento brevemente. Uno de los autores del libro, Sokal, envió un artículo a una revista considerada de prestigio, Social Text, con el abracadabrante título de «Transgredir las fronteras: Hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica». No sé a ustedes, pero a mí me recuerda a aquella viñeta de Mafalda en la que ésta le pegunta a Susanita qué pasaría si a los profesores les diera por explicarlo todo mal, diciendo, por ejemplo, que los rectángulos son adverbios peciolados de orden invertebrado (cito de memoria; puede que no sea exactamente así pero se le acerca bastante). Dicho sea de paso, tal y como va la educación en España, nos estamos acercando «magnis itineribus» a ese estado de cosas, pero ése es otro debate…
Lo descacharrante del asunto es que, a pesar de que es transparente que con ese título el artículo sólo puede ser una sarta de sandeces, en Social Text no tuvieron el más mínimo problema en publicarlo. Al poco tiempo, el propio Sokal dijo públicamente a través de otro medio que todo aquello había sido una tomadura de pelo y que los de Social Text habían caído como pardillos. Volvió a enviar otro artículo a Social Text explicando lo ocurrido y qué era lo que había pretendido criticar, pero no se lo publicaron, cosa esperable, por otro lado: que te llamen imbécil de esa forma y que se enteren hasta los pingüinos emperador en la Antártida no debe ser plato de gusto…
A lo largo del libro Sokal y Bricmont explican con fundamento toda una plaga que ha azotado, y sigue haciéndolo, a las humanidades desde hace unas décadas y es el uso ignorante y totalmente carente de rigor por parte de toda una serie de popes (y «popas», no sea que se molesten por no citarlas) de conceptos básicos de física o de matemáticas, que en su contexto adecuado tienen una signifcación muy concreta pero que sacados de ese contexto se usan para trazar analogías burdas y «explicar» o justificar a golpe de metáforas totalmente sin sentido supuestas «teorías» sobre el psicoanálisis, la crítica literaria, la filosofía o el feminismo que, al final, a lo único que conducen es a un fárrago de «palabros» mal entendidos y peor usados pero, eso sí, con una pátina de verdad científica que deja a toda esa cuerda de ignorantes ilustres y sus acólitos la mar de contentos.
Son las Luce Irigaray, las Cixous, los Lacan, los Derrida, los Foucault, etc. de turno, la posmodernidad, en definitiva, la culpable de ese desatino que lleva infectando las universidades, primero americanas y poco después también las europeas, desde hace décadas. Y no va camino de aminorar. Lejos de eso, encastillados en sus torres de marfil académicas, con sus titularidades, sus tesis, sus cátedras y sus publicaciones bien engrasadas, toda esa ralea son como la aldea de Astérix, que resisten todavía y siempre al invasor, en este caso la ciencia.
Y esto lo digo siendo filólogo y viendo y viviendo bien de cerca hasta qué punto es cierto lo que denuncian Sokal y Bricmont.
Luego, puestos a hablar de envidias o de meterse donde no les corresponde, no creo que las acusadas deban ser las ciencias. Bien al contrario, son las humanidades, conscientes de que muchas, por no decir todas, de las cosas que venían defendiendo y con las que se han confeccionado fabulosos CV no tenían el más mínimo apoyo en la realidad, las que ha recurrido de forma torticera a abusar del prestigio de la ciencia. De modo que menos Lacan y más Heissenberg, pero del bueno.
La prolija crítica y ridiculización de Sokal y el otro está bien en lo que tiene de negativo, aunque no deja de ser una labor bastante trivial (cuidado con las metáforas fuera de su campo, haganme el favor de entender de lo que están hablando, etc.). Lo bueno llega cuando ampliando un poco el foco de la reflexión (es decir, saliéndose de los axiomas en los que usted nada y respira) se percata uno de que el único presupuesto desde el cual Sokal ministro la Ciencia Triunfante se postula explicadora del Universo es desde la fe. ¿Cuál fe? se preguntará usted escandalizado ante tamaña muestra de oscurantismo. Mire usted, como no se puede -supongo que estará de acuerdo- declarar que se ha alcanzado la verdad acerca de la realidad, no cabe otra que sostener que en el día de mañana la ciencia alcanzará dicha verdad, la teoría total y aunadora de la realidad. La ciencia, en su progreso, se dirige a esa fin, y no hay Dios que pueda entender esa progreso al margen de aquella fe. Y fe es lo que es, pues supongo que no pretenderá usted que una proposición semejante puede ser demostrada verdadera.
Sr Cristian Campos, creo que le voy a dirigir el comentario más inútil de todos los escritos aquí. Ahí va:
Siga así, sin importar lo que le respondan.
Ya digo que probablemente sea inútil decirle esto: tiene usted razón Y LO SABE (lo cual es muy importante), así como sabe que no hay nada que rascar (y le importa una higa lo que piensen los demás).
Yo desgraciadamente aún soy un poco redentorista: intento convencer a otros de que el buen camino es otro distinto del que siguen. Poco a poco me van desilusionando y yo me voy quedando más tranquilo.
Fatalismo… gran virtud.
Un saludo
Pingback: La Opinión Alternativa » Para leer #1: Ciencias contra Humanidades
¡Leer la primera frase del artículo de Wieseltier y empezar a reír! ¡Qué descojono! Es como un niño enfadado porque le han dicho que su mama no es la más guapa del mundo y que además cocina mal…
La contestación de Pinker es fabulosa.
Pues me he animado a leerla (solo la primera, eh) y qué quiere que le diga: impècable.
Pero si es irrisoria, y descalificante:
«La cuestión del lugar de la ciencia en el conocimiento y en la sociedad y en la vida, no es una cuestión científica. La Ciencia no confiere ninguna autoridad especial, no confiere ninguna autoridad en absoluto para intentar responder a una pregunta no científica.»
Hay está su principal problema. Los científicos «hardcore» podemos ser quizás reduccionistas, pero es que no hay nada que no sea científico, ergo la ciencia puede responder a cualquier pregunta, aunque sea para contestar un «no hay datos suficientes para llegar a una hipótesis» («ni puta idea» en bonito).
Uy, pues tenemos un Gobierno lleno de científicos.
Oops Ahí…
“Algunas cosas no se pueden demostrar”, Mariano Rajoy
Ve Vd., ahí tiene algo que escapa a la ciencia.
Hay muchas cosas a las que la ciencia no alcanza, y efectivamente lo más honesto es un “no lo sé”, pero eso no es óbice para que se intente alcanzar con la razón, como en muchas ocasiones hace la física teórica. Casi habría que definir primero que es lo que se considera “demostrar”; los modelos atómicos…, las partículas elementales…, la estructura de las galaxias…, la “planitud” del universo…; son aceptadas por la comunidad científica, hasta que alguien las pone en solfa.
Esa es lo que hace grande a la ciencia. Lo aquí escrito la empequeñece.
Lo de siempre. El sr. Campos y su fijación ultraliberal-positivista por alcanzar cuanto antes la sociedad perfecta: una de autómatas programados genética y químicamente para ser máximamente eficientes desde un punto de vista económico y, eso sí, disponer de una amplia gama de placeres pre-programados por la industria del hedonismo (una rama más del mercado, al fin y al cabo). Qué asco me da su concepción del mundo. Pero no es cuestión del asco que me dé, desde un punto de vista ético o filosófico (que es contra lo que él, al fin y al cabo, previene; y efectivamente, yo podría ser un estúpido equivocado envuelto en la «nébula de las letras»). No, es que tras la fachada pseudocientífica de sus asertos no hay nada salvo especulaciones. Va de que controla de ciencia y sólo describe futuribles (a mi entender bastante distópicos, pero con los que él se emociona mucho), además de elegir como «blancos» de sus críticas a los autores más fácilmente ridiculizables. Sr. Campos, ya que ud. lee tanto de todo (al parecer sin orden ni concierto, y sólo para reafirmar sus convicciones ideológicas), lea las notas de Marañón sobre las «emociones frías»: por mucho que se suministren químicos a un paciente para provocarle determinados estados mentales, éstos «no le convencen», es decir, sabe que «no son suyos», si no responden a un contexto vital, existencial, motivacional, que les dé sentido. La vida de un ser devenido autoconsciente, como el ser humano, no se puede reducir a factores puramente cuatitativos ni ser peredecible por relaciones causales como cualquier fenómeno natural. Libertad y autoconsciencia serán siempre el soporte de esas «Geisteswissenschaften» (como las llaman los alemanes) que ud. desprecia por un claro complejo personal.
Yo propongo que montemos una cadena de átomos dados de la mano para reivindicar el derecho de la Ciencia a ser superior sobre las Humanidades y montarse su propio módulo lunar, con casinos y ¡furcias! Ah no, que somos científicos: con aceleradores de partículas y ¡axiomas! Es más, pasemos del módulo lunar, ¡y de los acelaradores!
También propongo un foro, porque estos artículos lapidarios está demostrado empíricamente que no pueden rebatirse o enriquecerse con un sistema de comentarios tan limitado y prehistórico. Cada párrafo puede despedazarse y discutirse en profundidad y es lo que debería hacerse para poner un poco de sentido común a este torrente de creencias burbujeantes; pongamos un poco de modernidad informática y periodística del siglo XXI. La alternativa es el púlpito desde el que habla un señor, como si fuera el Papa llamando a todos pecadores, mientras los demás golpean los cristales de su celda con la cabeza porque tienen las manos enganchadas en la camisa de fuerza. Filósofos todos, claro. Metafísicos. Mentirosos. Locos. ¡Brujos! ¡A la hoguera, pesan más que un ganso!
Decir cosas como que un libro te puede llegar a gustar más o menos por tu código genético no es que sea un mal chiste de ciencia ficción, es no tener ni puñetera idea de lo que se está diciendo. Dicha una barbaridad semejante, your article is invalid y no hay forma de salvarlo.
Tómate la pastillita azul y disfruta
«La existencia, simplemente, es». Irreprochable e impecable, sr. Campos. Cuesta mucho trabajo llevarle la contraria.
Aún así, creo que desde el Positivismo ha llovido un poco, y que hay cierto aire arcaico en su planteamiento. Diría que el método científico ya no lo es tanto, y que la propia ciencia se ha relajado en su papel de única herramiento para descubrir la verdad. Estamos discutiendo como si desde hace más de un siglo no hubiera ocurrido absoltamente nada.
<>
Nietzsche, «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral» (1873)
Ciencias, letras, humanidades, arte, tercera cultura… todo ello desaparecerá cuando desaparezcamos. Todo es igual de importante, es decir, no demasiado. Lo que aquí se discute, hasta la jerarquía, lo ha creado el ser humano para explicarse a sí mismo y al mundo tal y como él lo ve, no tal y como es. Qué cada cual le de la importancia que le plazca a lo que le plazca, que por algo nos libramos de la idea del Dios absoluto que daba respuesta a todo hace tiempo. De lo que se habla en esta discusión es de interpretaciones, y de cuál interpretación de nuestra realidad es más fiable o más cierta que la otra, no de verdades. Hasta el término «verdad» es un invento nuestro, es, como dice el antes citado filósofo alemán, «una ilusión de la que hemos olvidado que lo era.»
Hola Cristian, antes de entrar en materia tengo que decir que es la primera vez que comento uno de tus artículos, y esto es porque en mayor o menor medida estamos de acuerdo en temas de política, cine, etc.
Pero aquí me veo en la obligación de intervenir (varios meses después de la publicación del articulo, cuando probablemente esta todo dicho y a nadie le interesa ya) porque veo un error de base en tu enfoque: El de presuponer que existe una guerra intelectual entre Ciencias y Humanidades. Habiendo estudiado Historia, y por lo tanto no siendo imparcial en absoluto en este sentido, te comento algunas contradicciones que observo tanto dentro de la propia lógica del articulo como con otras afirmaciones que has hecho en otros artículos anteriores.
Entrando en materia, bastante te ha caído ya con la predicción del ADN al entrar en la librería como para que entre yo también. Pero sí que me gustaría saber qué es esa Verdad Absoluta con mayúsculas que presupones que la Ciencia va a encontrar algún día después de haber dejado a las Humanidades retorciéndose de dolor en la cuneta. ¿La Verdad sobre qué? Que yo sepa, los únicos sistemas políticos que se identifican la búsqueda y la realización de una Verdad Suprema han sido los totalitarismos varios que han campado por este mundo (y eso que es imposible leer dos líneas seguidas de un texto tuyo sin que nos salte a la cara la palabra LIBERALISMO en mayúsculas y con luces de neón incluidas) También la Filosofía busca la Verdad Absoluta, pero pertenece más bien al ámbito de las Humanidades (sí, esas que no sirven para nada). Y por último están las religiones, que ya sé que no son tu fuerte, así que hasta aquí con este tema.
Como decía antes, estudié Historia (lo cual, de momento y por culpa de la crisis, no me hace historiador). Y en cualquier Facultad de Historia se habla largo y tendido sobre el papel de la Ciencia en la investigación histórica. Entrando en ejemplos concretos, pienso en la Prehistoria. Una rama entera de la Historia de la que no existen documentos escritos y por tanto a todas las conclusiones se llega a golpe de análisis en laboratorio. Como no hace falta que te explique el papel de la Prehistoria a la hora de explicar la evolución humana, me limito a remarcar el uso de métodos científicos propios de las ciencias naturales para obtener conocimiento histórico (y por lo tanto humanístico). Y este es solo un ejemplo.
«Claro» -estarás pensando. «Son las Ciencias las que vienen a sacar las castañas del fuego a las Humanidades, pero qué aportan estas al Conocimiento verdadero al que se llega mediante la Ciencia?»
Muy sencillo, su propio nombre lo dice: Humanidad. Otro ejemplo, el proyecto Manhattan y la bomba atómica. El Hombre mediante la técnica es capaz de crear un portento tecnológico capaz de desatar el infierno en la Tierra. ¿Y lo hace? Pues claro. ¿Por qué? Citando uno de tus artículos: «Por la misma razón que un perro se lame los cojones: Porque puede». Sin entrar en el debate de si las bombas de Hiroshima y Nagasaki acortaron la guerra o no, etc. Creo que este es uno de los casos en los que la Ética hubiera tenido un par de cosas que decir. Una rama de la Filosofía guiando el conocimiento científico. Qué cosas, ¿verdad? Piensa en cualquier guerra, en cualquier acontecimiento histórico o político trascendente, y asegurame que la Historia, la Filosofía, o por qué no, la Literatura, no tienen nada que decir. Asegurame que detrás de cada científico que trabaja en un laboratorio buscando la cura contra el cáncer no existen valores éticos en los que la Sociología, la Psicología, o de nuevo la Filosofía no pinten nada.
No quiero extenderme más en esto. Termino con el corolario a todo este ladrillo que he escrito: No existe tal enfrentamiento entre Ciencias y Humanidades. Diariamente conviven una al servicio de la otra. Todo este tinglado de Pinker contra Wieseltier puede ser muy interesante, pero solo sirve para vender mas revistas científicas.
Un saludo.
Las ciencias sirven para inventar la bomba atómica.
Las letras para hacernos ver que es una estupidez usar la bomba atómica.
Menos lobos Caperucita, que en este ecosistema todos tenemos alguna utilidad.