Hace poco recibí el correo de un conocido que anunciaba la puesta en marcha de un crowdfunding para costear un proyecto editorial. El hecho de que el autor hubiera escrito «cowfunding» me animó a seguir leyendo, pero cuando la carta empezó a interesarme de veras fue al llegar al objeto de la cuestación: la escritura y publicación de un ensayo sociopolítico. Para eso, me dije, hay infinidad de sellos editoriales, a lo que el demandante, saliendo al paso de esta suspicacia, alegaba que «ante las dificultades de su publicación en Cataluña [¿?]», [había decidido] ««prescindir de editoriales e intermediarios, aprovechando la brecha que han abierto las redes sociales». Y aducía: «Esta capacidad de convertirnos en editores y difusores sin permiso de nadie, nos hace más libres, no solo para este proyecto, sino para todos los que de ahora en adelante lancemos a través de este sistema. Se acabó el que unos cuantos controlen todo».
Nótese que amenazaba con que, «en adelante», el «cowfunding» fuera no ya su modus vivendi, sino también su humilde contribución a la salvación de la especie, como delata la vitola redentora con que abrochaba la frase. Hasta que recibí este mail, las microfinanciaciones de que había tenido noticia remitían a proyectos en verdad costosos, como la realización de una película, la organización de un macroconcierto o la construcción de un telescopio. Este que les traigo, no obstante, parecía consistir en asegurarse unas ventas, ya que a cambio de la donación, el contribuyente obtendría un ejemplar de la obra, lo que equivalía a fundar el print-on-demand en versión indignada. Con la particularidad de que aquí era el autor quien se embolsaba todo el dinero, ya que no había editor, distribuidor ni librero (tampoco diseñador, dada la protocubierta que envió como cebo).
El episodio me hizo pensar en lo que me dijo en cierta ocasión el director de un periódico en el que trabajé: «Si yo pudiera, De Paco, le costearía una estancia en un castillito centroeuropeo para que escribiera una novela, pero entretanto habrá que trabajar». De acuerdo con que Cowfunder no parece lo que se dice un vago; después de todo, no pretende fugarse a Brasil, sino publicar un ensayo. No, a mi modo de ver la osadía de la cuestación tiene bastante que ver con la consideración de la cultura como una actividad «colectiva», de suerte que, en caso de que el libro no se publique, el culpable no sea el autor, sino el sistema editorial y, en última instancia, el público, que no habría alcanzado la madurez suficiente para propiciar su venida. ¿Se imaginan a Cervantes promoviendo un crowdfunding para escribir el Quijote? Desde luego, no será porque don Miguel no pasara necesidades. ¿Y Hemingway? ¿Se imaginan que Fiesta no se hubiera escrito por falta de contribuyentes para financiar el viaje a Pamplona?
Se trata, ya digo, de un signo de los tiempos, que rebasa con creces el fenómeno de la literatura e incluso de la creación misma. Vean, por ejemplo, el día del Orgullo Gay: uno no es gay del todo si no exhibe su condición como miembro de una multitud. Y lo mismo ocurre en el ámbito de la educación, donde el mandato de que todos los alumnos progresen por igual, sin traumas ni frustraciones, ha acabado por arrasar la excelencia. Con todo, tal vez sea en la política, con la tabarra nacionalista, donde la exaltación de lo colectivo (y el consiguiente arrumbamiento de lo individual) ha tenido un efecto multiplicador. Una exaltación que, como se sabe, no sirve a la reivindicación de derechos laborales o viviendas asequibles, sino a la celebración de la mismidad. Y eso en un periodo histórico donde, particularmente en España, más se han respetado las diferencias, las minorías y aun el fenotipo. Lo que nos lleva de nuevo a Cowfunder y su alucinada campaña contra unas adversidades que no son más que molinos de viento, pues nunca había habido menos obstáculos a la difusión de las ideas, del mismo modo que nunca los derechos de los homosexuales habían gozado de tanto reconocimiento.
La gran paradoja de nuestro tiempo (que quizá en el hombre se haga más evidente y nociva que en la mujer), es que la diseminación del progreso social y las libertades hayan tenido como efecto no una explosión de la individualidad, con lo que la individualidad tiene de transgresión, sino una cerrada invocación al grupo, ya se trate de los lectores, de la tribu o de los compañeros de cama. Cualquier parapeto vale, en fin, con tal de escurrir el bulto ante la perspectiva, ay, de ser hombres solos. Y que nos digan que «no».
Interesante hasta el cuarto párrafo. Ahí ya me perdió. De todas formas, si bien es cierto que «no son tiempos para escritores», no todo pasa por el crowdfunding.
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Interesante artículo que reflexiona sobre las otras caras de una medida que en principio puede parecer útil. Creo que Voltaire se autoeditaba y distribuía.
En otro orden de cosas, en la foto de su perfil de autor, el niño del «centrounpocoarribaaladerecha» con gafas me recuerda a Paco Marhuenda. Espero que no sea así y que el susodicho en realidad no haya tenido infancia; ningún niño se merece ser Paco Marhuenda.
si no le gusta, no lo financie. el crowdfunding es así de sencillo.
es curioso cómo pica a algunos libertarios esto de que la gente financie LIBREMENTE, basándose en su criterio y dinero estrictamente INDIVIDUALES, las INICIATIVAS, de nuevo INDIVIDUALES, de gente que quiere escapar al yugo COLECTIVO de ciertos intermediarioS.
ahh… la muerte de la «excelencia».
Sr. Beppo, tiene Vd. toda la razón, peeeeeero….., no me dirá que si recibe una solicitus de crowdfunding para ayudar a la banca a saldar sus cuentas con los preferentistas, no le resultaría, al menos chocante.
Creo que al autor lo que le ha chocado de la propuesta recibida es lo que bien explica: No le proponen participar en el negocio, simplemente le ofrecen comprar la obra terminada, disfrazando la oferta como si fuera crowdfunding.
Yo entiendo que el crowdfunding es una forma de acometer una empresa, en la que el colaborador se hace coparticipe de la misma como capitalista, no de vender un producto. Y que además es un sistema «reservado» por su propia naturaleza a acometer determinados objetivos.
Publicar hoy en día un ensayo o un artículo, por fuera de los cauces oficiales está practicamente al alcance de cualquiera (está Vd. comentando en uno de esos cauces).
Jamás he visto un proyecto de crowdfunding, jamás (que igual los hay, eh, pero yo no lo he visto) que proponga la financiación como una compra de acciones, haciéndote socio inversor, y por lo tanto dándote derecho a parte de las ganancias. Para eso ya existe esa manera de llevar a cabo empresas. Es algo que iría en contra del espíritu del crowdfunding, que es tan simple como: tenemos un proyecto interesante, si donas la cantidad razonable X, te llevas el producto; si donas la cantidad X+10, te llevas el producto más determinados extras, «and so on».
No veo en qué manera mata esto la excelencia, pues a más interesante el proyecto, más apoyo tendrá, con la ventaja indiscutible de que todo el fruto del trabajo irá a parar, por entero, a aquellos que se lo hayan trabajado, desde idea a ejecución. Lo que quería resaltar con mi comentario, es que precisamente es un modelo de negocio que debería tener, por coherencia ideológica, total apoyo de los «libertarians» individualistas que creen firmemente en la excelencia. Los únicos perjudicados por el crowdfunding son los intermediarios y la industria establecida, por su carácter disruptor.
Precisamente lo bueno de este modelo de negocio haría que ese hipotético ejemplo de crowdfunding para ayudar a la banca fracasara. ¿Qué producto o beneficio me daría apoyar algo así? Ninguno, cero. Eso no es crowdfunding, eso es un banco pidiendo paradójicamente caridad.
Beppo, yo creo que el crowdfunding lo define la forma de recoger los fondos, no la finalidad de los mismos.
Yo he recibido varias ofertas y entre ellas sí había alguna que me convertía en accionista, y en otras en una especie de participe de los beneficios.
También he visto alguna en la que se pretendía alguna financiar alguna investigación científica que, evidentemente, conllevaba gastos.
Lo que quiero decir en mi respuesta, es que el ofertante, en el caso del autor del artículo, ofrece a cambia una obra que consiste en un ensayo sociopolítico, que no está realizado. La clave de la cuestión, a mi entender, es que un ensayo sociológico se escribe y punto; luego podrás pedir ayuda para su publicación, pero lo que no tiene sentido (para mí), es pedir ayuda económica para escribirlo, pues esto, entiendo, conlleva esfuerzo intelectual, pero no económico.
Vaya, pues siento oírlo, pero póngale un pico y llámelo pato, ese modelo de negocio en que aportar capital te da derecho a unas acciones o royalties, ya existía antes, internet mediante o no, y para mí eso no es crowdfunding (que yo considero como la financiación directa del producto desde el consumidor al productor, por un precio justo, y como he dicho, sin intermediarios, gracias a la mediación de internet). Pero oye, supongo que eso ya es criterio personal.
Pero volviendo al tema. Sigo sin ver cómo, mediante un interesado proceso de inducción, se critica al crowdfunding (un sistema) por un caso particular y de ahí se extrae la muerte de la excelencia.
Un caso particular que ya es bastante discutible. ¿Un esfuerzo fundamentalmente intelectual como un ensayo sociológico, una novela, un cómic, etc. no requiere soporte económico? ¿Acaso no cuesta una inversión de tiempo al que lo produce, y esa persona que lo produce no necesita alimento, abrigo, etc., y medios para producir la obra?
Las respuestas son bastante obvias y no sé qué hago aquí discutiendo esto. Apóyese económicamente el crowdfunding que uno crea que merece la pena. Olvídese de lo demás, y si lo considera ridículo, échese unas risas, porque no es el fin de la civilización occidental, la muerte de lo maravilloso, ni el óbito del individuo.
Creo que puede buscar por google la definición crowdfunding y las diversas campañas y páginas dedicadas a él.
A Vd. no le parece adecuado el crowdfunding para financiar una empresa, con derechos de acciones, intereses…, y al autor no le parece adecuado para financiar la escritura de un ensayo sociopolítico. Pues ya está, no veo porque uno ha de tener más razón que el otro. Ya le dije en mi primera respuesta que tiene Vd. toda la razón.
Sobre el resto del artículo no he comentado nada. Entiendo que hace un enlace algo personal, con la individualidad de la creación artística. Como ya le dije, escribir un ensayo es un empeño puramente personal, el articulista no parece comprender muy bien que el pretendido ensayista deje la realización de su obra, al albur de la obtención de una financiación colectiva.
Vamos, que viene a decir que el arte siempre lo han hecho los individuos y que la creación es puramente personal.
Pero ya le repito, tiene Vd. razón, se apoya/financia o no, y ya está. Son los tiempos que vivimos.
¿de verdad usted no ha ayudado a la banca a saldar sus cuentas?afortunado usted…porque el resto de españolitos hemos apoquinado sin posibilidad de opinar
Buen chiste. En lo que no he ayudado a la banca es a pagar a los preferentistas estafados. Sencillamente porque no han sido pagados, y sospecho que no lo serán, o al menos lo serán malamente. Y además, no me lo han pedido ni como crowdfunding, ni como favor personal; se han limitado a atracarme, como a todos.
En dos párrafos se aprecia que no sabe usted de lo que habla.
Estoy con beppo.
Exaltación de lo colectivo, celebración de la mediocridad.
En resumen, que el día del orgullo gay es malo porque un conocido le pide dinero para publicar un libro y en el mensaje hay una falta de ortografía. Claaaro, claaaro…
Oiga, yo recibí ese mail y está mintiendo. Nuestro amigo no escribió ‘cowfunding’ sino, copio y pego, ‘Cowdfunding’. Un poquito de rigor.
Existe el derecho a pedir y el derecho a no dar. Hay gente un poco obtusa que no lo entiende.
Sí hombre sí, sí lo entienden. Por ponerle un símil: Si me mandan a la mierda tengo el derecho a ir o el de quedarme, pero no solo se reduce a esto; también tengo el derecho a que me parezca mal y mostrar mi descontento.
Si no, ¿de que vamos a hablar, hombre?, no todo se reduce al derecho de hacer o dejar de hacer, también está el derecho constitucional a la pataleta.
Aplíqueselo Vd. en todo lo que hace durante el día (el derecho a hacer o dejar de hacer, y callarse), y ya verá que aburrido.
Obtusos que son siempre los otros.
Lo curioso es cuando de la pataleta se pasa a la diarrea mental sin motivos evidentes sobre «las grandes paradojas de nuestro tiempo», o el orgullo gay, o las técnicas de curación de salchichones en Extremadura Septentrional.
Ve Vd., este argumento si me parece mucho más correcto. El anterior es lo mismo que si alguien le dice que si no le gusta el artículo no lo lea. Estará cargado de razón, pero no conduce a ningún entendimiento; que a fin de cuentas es para lo que nos molestamos en hablarnos/escribirnos unos a otros.
No es muy lógico decir si un artículo gusta o no sin haberlo leído.
Puede tener una orientación sabiendo quien es el autor.
De todas formas, convendrá entonces conmigo que si no es muy lógico decir si un artículo te gusta o no sin haberlo leído, tampoco lo parece colaborar económicamente con un ensayo sociopolítico que no se ha escrito, a cambia simplemente de obtener un ejemplar.
El caso es que la reacción que tenga usted, Fulgencio, o José María, o quien sea, porque un conocido suyo le asalte el correo electrónico no debería haberlo llevado a escribir tal racimo de cagarrutas sobre «las grandes paradojas de nuestro tiempo».
Bueno, Vd. lo ve así. Nada más que decir, excepto una queja con carácter distendido: Con su nik nos pone muy difícil a los demás dirigirnos a Vd..
¿Tiene usted alguna dificultad para teclear?
Los editores, esos canallas que prefieren publicar a Marías, Enric González, Bainville; o biografías de Keynes o memorias de Arond, y, ¡sacrilegio!, todavía tienen los santos cojones de preparar ediciones cuidadísimas de Chaves Nogales. Si yo escribo una mierda y nadie la publica, será por algo; no me voy a poner a timar a gente por internet. Porque si el libro que te mandan es, literalmente, una mierda, para qué narices lo quieres.
Pues a mi el amigo de De Paco me parece un genio.
En vez de pedir un crédito al banco se lo pide a la gente, y en vez de pagar el crédito con dinero te lo paga con el libro. Un tío listo, sí señor.
Si yo fuera muy rica crowfundiría a De Paco como los Papas crowfundaban a los pintores.
¿Existiría la Capilla Sixtina sin el crowfunding?
Por cierto, el cowfunding existe, consiste en pagarle la comida a una vaca y recibir la leche que produce.
Tu excelente reflexión me ha hecho recordar a Benet i Jornet y a Sergi Belbel, posiblemente, los dos peores dramaturgos de la historia de Cataluña (en mi parcial parecer) y que sin embargo han visto como todas sus obras teatrales eran llevadas a escena gracias a un apoyo institucional más propio de hooligans que de gestores culturales. Que Dios los Crowdfunding a todos ellos.