El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) hizo mundialmente conocido a Hannibal Lecter, un psicópata terrorífico y antropófago creado una década antes por Thomas Harris y, aunque en este film era un secundario en la trama, su carisma impregnaba todo el metraje: ¿se han imaginado qué sería de la película sin la presencia de Hannibal «el Caníbal»? No se distinguiría mucho de un telefilme cualquiera o de un episodio un poco enrevesado de una serie policíaca. El caso de Buffalo Bill era un McGuffin en realidad, porque lo que todo el mundo recuerda de la película es al inquietante asesino en serie sumamente inteligente y agresivo pero con una gran sensibilidad artística. La cadena NBC ha creado una estupenda serie televisiva que se inspira en este personaje aunque ambientándolo años antes de que Clarice Starling le visitara por primera vez en aquella mazmorra.
Como muchos sabrán, El silencio… no es la primera película que se basó en la tetralogía que Harris ha publicado relacionada con nuestro caníbal favorito. Si nos ajustamos a una secuencia cronológica de la vida del psiquiatra, la primera novela que relata la historia del doctor Lecter, centrándose en su infancia y juventud, es Hannibal: el origen del mal (2006) que dio lugar a la película homónima de Peter Webber en 2007; la siguiente sería El dragón rojo, escrita un cuarto de siglo antes (1981) donde se cuenta cómo se consiguió encarcelar al asesino antropófago y originó dos films: Manhunter (Michael Mann, 1986), que pasó sin pena ni gloria por las carteleras, y a otra versión, esta vez con el mismo nombre que el libro, dirigida por Brett Ratner en 2002. Tras El dragón rojo Harris publicó El silencio… en 1988, donde conocimos cómo escapaba de su reclusión en el hospital psiquiátrico penitenciario de Baltimore. Y el último capítulo (hasta la fecha) de las andanzas de Lecter ha sido Hannibal (1999), cuya versión cinematográfica dirigió Ridley Scott en 2001. Pues bien, la serie creada por Bryan Fuller toma como punto de partida los personajes de El dragón rojo y hace un reboot de los mismos, en la misma línea de las nuevas versiones televisivas de Sherlock Holmes, situándolos en la época actual.
La primera temporada arranca con Jack Crawford (Laurence Fishburne), jefe de la unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI, afrontando un caso especialmente difícil (un asesino en serie de chicas adolescentes) para el que requiere la ayuda de Will Graham (Hugh Dancy), un experto en análisis de escenas del crimen y perfiles psicológicos con un don un tanto especial: «Mi sitio está más cerca de los Asperger y autistas que de los narcisistas y sociópatas (…) pero puedo empatizar con cualquiera. Tiene más que ver con una imaginación activa que con un trastorno». Así define Graham su misterioso talento a los cinco minutos del piloto en lo que parece una forma errática y atropellada de introducir al personaje, pero que encaja con su perfil inestable. En cambio, estas prisas desaparecen en el caso de Hannibal (Mads Mikkelsen), que no hace acto de presencia hasta pasado el ecuador del piloto. ¿Y qué hace? Comer tranquilamente mientras suenan de fondo las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach, su composición favorita. Una puesta en escena exquisita. Más adelante conocemos su relación con el verdadero protagonista, Graham, puesto que la inestabilidad mental de este, derivada de la conmoción que le supone conectar emocionalmente con psicópatas y revivir sus crímenes, necesita del apoyo de un psiquiatra, y nada mejor que el reconocido y recomendado Lecter.
Este es el punto de partida de la serie que, a grandes rasgos, se compone en su primera temporada de un caso central (el asesino de chicas adolescentes y, por extensión, su imitador), de investigaciones secundarias que tienen en general un capítulo de duración, y de las escenas compartidas por Hannibal y Will. Este último ítem es una de las grandes bazas de la serie, puesto que Dancy y Mikkelsen crean con maestría sus personajes y establecen una química muy especial en pantalla, sobre todo durante las sesiones en la consulta de Lecter en las que abundaremos cuando empecemos, en breve, con los spoilers. Y antes de entrar con ellos, conviene destacar la cuidadísima producción y fotografía: planos largos, alejados de la estética de videoclip cansina y mareante, cámaras que flotan alrededor de los personaje y que parecen envolverlos, encuadres muy abiertos (¿en cuántas teleseries hay tantos diálogos con los protagonistas de cuerpo entero?), una iluminación y composición de colores preciosista, diálogos reposados (Hannibal no duda en tomarse su tiempo, en mitad de una conversación, para apreciar el color del vino a la luz, airearlo, olerlo, catarlo y volver a posar la copa antes de continuar su réplica), búsqueda de ángulos de cámara interesantes, asesinatos sangrientos con una plasticidad y lirismo casi poético que busca la belleza en lo macabro… en resumen, una factura técnica impecable a la altura de las interpretaciones. Si no ha visto la serie dele una oportunidad y deje de leer aquí porque empezamos con los espoilers.
A partir de los libros y películas siempre imaginé al Hannibal joven muy parecido al interpretado por Mikkelsen. En El dragón rojo, Anthony Hopkins aparecía en un flashback con una ridícula coleta como rasgo para caracterizar su juventud, abusaba de las muecas y además tenía una casa excesivamente barroca, aunque también es cierto que el inicio de los 80 era una época para olvidar desde el punto de vista estético. Tras ver la serie, creo que el actor danés supera ampliamente al británico en su recreación de este Lecter libre y fuera de toda sospecha: la frialdad y elegancia que transmite Mikkelsen es sublime, ya sea al llevarse un tenedor a la boca, al aplastar una cabeza con una escultura de bronce o al trocear en la intimidad un cuerpo humano para hacer salchichas. Las miradas con un brillo de locura y el histrionismo de Hopkins hacían bastante increíble que un monstruo así pudiera vivir durante años en libertad, pero Mikkelsen humaniza al caníbal al transformarlo en una persona poco conversadora, calmada y observadora, que parece que pasa largas temporadas en su palacio de la memoria, pero que goza de cierta fama en el ámbito profesional y en los círculos intelectuales locales aunque se ría de ellos en silencio: en uno de los capítulos (escena que también ocurre en El dragón rojo) invita a una exquisita cena a un selecto grupo de la aristocracia de Baltimore, donde les servía un banquete «solo apto para carnívoros» que es recibido con una ovación por los comensales, ignorantes de la procedencia de la materia prima. Y es que, entre fogones, Lecter se mueve como si respondiera a una elaborada y fina coreografía. En la película Hannibal cocinaba con pericia unos sesos bien frescos y en la serie tenemos la ocasión de verle desenvolverse en la cocina y en el comedor con frecuencia: con soltura, gusto y talento (el apartado culinario de la serie está asesorado por el chef Jose Andrés) le vemos cocinar, impoluto, platos fabulosos que serían muy apetecibles si no sospecháramos de la procedencia de hasta una tortilla francesa (o una nectarina) ofrecida por el psiquiatra.
El actor danés encaja perfectamente con la educación y tendencias sibaritas de Lecter, incluido el físico y acento que concuerdan con la ascendencia lituana del caníbal (al menos, en la biografía creada por Harris, puesto que en la refundación televisiva no han dado pistas al respecto). Pero esa cortina de buenas maneras y refinados modales no ocultan gestos casi imperceptibles pero que no son ajenos al espectador: con un milimétrico alzamiento de cejas entendemos que, para Hannibal, dejar un pañuelo de papel usado sobre una de sus impolutas mesas de cristal equivale a firmar una sentencia de muerte; o vemos el brillo de orgullo en sus ojos que hace que eche una mano al FBI para despejar dudas sobre la autoría del crimen que atormenta a Crawford. Y en sus asesinatos hace gala de la misma pulcritud que exige con su mobiliario, rompiendo cuellos sin despeinarse o dibujando sonrisas con bisturí ataviado con un buen impermeable, al más puro estilo de Pat Bateman en American Psycho, tal vez el único psicópata de las últimas décadas a la altura del carisma de Lecter, porque Dexter, aunque tiene su gracia y bastantes similitudes con Hannibal, no tiene la profundidad del psiquiatra. Además de la tendencia de ambos a descuartizar humanos, también comparten el control de sus impulsos homicidas; asimismo, en ocasiones, los diálogos contienen dobles sentidos y guiños al espectador, que conoce la naturaleza depredadora del personaje. Pero Dexter asesina sin más, solo para saciar su sed de sangre y procura no dejar constancia de sus crímenes, mientras que Hannibal busca en muchas ocasiones trascender, dotar de sensibilidad sus matanzas (si es que algo así es posible). En definitiva, el Carnicero de la Bahía no tiene el glamour de nuestro Destripador de Chesapeake, ni mucho menos de Il Mostro, que en la novela Hannibal nos contaban que dejaba los cadáveres posando como en el cuadro La primavera de Sandro Botticelli.
Otro punto en común entre Lecter y Morgan y que tiene gran trascendencia en Hannibal es el tratamiento de la amistad en los asesinos en serie. Como en Dexter, se plantea la duda de si un psicópata en serie es capaz de forjar y mantener una amistad. Esta subtrama, la relación entre Dexter y Miguel Prado (meritoriamente interpretado por Jimmy Smits) fue la que centró la tercera temporada del especialista en sangre de la policía de Miami, probablemente la mejor de esta serie. Por su parte, el misterioso Lecter parece que juega con Will porque le resulta atractivo desde el punto de vista intelectual; se siente fascinado por su habilidad y, además de querer tenerlo cerca por si descubre su faceta asesina, lo quiere estudiar y someter a pruebas como si fuera una cobaya de laboratorio (una de las escenas en las que descubrimos la faceta más maligna y fría de Lecter es precisamente cuando anima a Gildeon a hacer daño a Graham) lo que, evidentemente, no hace más que encasillar definitivamente al asesor del FBI como el saco de la leña de la serie. Pero en otras ocasiones parece que Lecter intenta buscar sinceramente la amistad de Graham, tal y como le confiesa a su psicoanalista. Y sí, parece un guiño a The Sopranos o a En terapia el hecho de que el propio Hannibal acuda a una psicoanalista, en este caso la doctora Bedelia Du Maurier, interpretada por Gillian Anderson (1). Durante las sesiones, la relación entre terapeuta y paciente se presenta bastante ambigua y, aunque presuponemos que el caníbal miente, da la sensación de que ha compartido con ella diversos secretos: es de imaginar que explotarán esta línea argumental en las próximas temporadas. No obstante, son bastante más interesantes las sesiones que mantienen Hannibal y Will.
Will Graham había sido interpretado en las anteriores versiones cinematográficas por William Petersen y Edward Norton. Petersen dio un cariz más analítico a Graham en Manhunter, algo que más tarde descubrimos como un talento del actor en CSI Las Vegas, mientras que Norton acercó más su Graham al dubitativo analista que vemos en la serie de la NBC, aunque Dancy ha creado un personaje totalmente nuevo. Al actor inglés le habíamos visto recientemente en The Big C en un papel que también transmitía fragilidad (un enfermo de cáncer terminal), pero con un apreciable sentido del humor del que en Hannibal no hay ni rastro. La sutil presión de Crawford para que ayude en los casos hace que Will vaya perdiendo progresivamente la cordura, sufriendo desde simples pesadillas y alucinaciones (que como espectadores interpretamos como avisos de su subconsciente sobre la naturaleza de Lecter) hasta episodios de sonambulismo o ausencias preocupantes. Graham es un hombre destrozado por las cosas que ve al recrear las circunstancias de los crímenes, que le hacen acercarse peligrosamente a los mecanismos mentales de los asesinos. Y su deterioro físico va en paralelo al mental: nada mejor para observar su degradación que las sesiones con el insondable Hannibal. Se potencian las diferencias entre ambos mediante estudiados planos y contraplanos: en la consulta, tras el titubeante Graham el fondo tiene un intenso color rojo que acentúa su inestabilidad; además, casi siempre está despeinado y con la ropa arrugada. Por su parte, Hannibal aparece impoluto con sus caros trajes de tres piezas, enmarcados por los colores fríos de la pared posterior, timbre de voz aristocrático y un particular acento europeo. Bien pensado, la consulta-despacho de Lecter no parece el mejor lugar para hacer terapia por ese desasosegante tono rojo sangre intenso y la fabulosa biblioteca, inspirada en la de Sir John Soane, que se ubica en una balconada que aparenta estar a punto de caerse (parece que faltan pilares que la sostengan), lo que bien podría ser una metáfora de la psique de Hannibal.
La biblioteca de Lecter está recreada minuciosamente y solo la colocación de los libros les llevó varios días. Este celo por el detalle se muestra no solo en los decorados (la sala de autopsias, por ejemplo, es una maravilla del encofrado machihembrado), sino en la elección de los exteriores (otro ejemplo, la playa donde aparece el tótem) o la plasticidad de la mayoría de los planos: el colorido y belleza de las tomas recuerda a películas como Hero (Zhang Yimou, 2002), La fuente de la vida (Darren Aronofsky, 2006) o El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), lo que no es casualidad puesto que el director de fotografía de esta última, Guillermo Navarro, dirige el capítulo 1×05 Coquilles. Y todo esto es fruto del criterio de Fuller, que no ha descuidado ni la banda sonora, que cuenta con composiciones inquietantes y estridentes que acentúan la violencia de los crímenes. Pero donde tal vez se aprecia mejor el gusto en la producción es en la cuidada escenografía de los asesinatos: la joven desnuda ensartada en una cornamenta, el empalado por la tráquea con el mástil de una viola, cadáveres con alas de ángel fabricadas con su propia piel y músculos, un tótem hecho con trozos humanos, cuerpos que quedan como erizos de mar al ser atravesados con decenas de objetos punzantes, utilizar personas como campo de cultivo… escenas del crimen deliciosamente macabras y turbadoramente bellas.
Obviamente, la serie no es perfecta. Ha tenido escaso seguimiento en Estados Unidos y a duras penas ha conseguido la renovación para una segunda temporada (y Fuller tiene en mente ¡siete temporadas!). Además, la no emisión del episodio 1×04, en respeto a las víctimas de los atentados de Boston, pudo ser tomada como una absurda maniobra publicitaria que hizo que se desplomara la audiencia a partir de entonces. Tal vez no sea una serie apropiada para una cadena generalista como la NBC, puesto que centrarla en un frío asesino en serie caníbal, que además no es ni el protagonista, suena a apuesta muy arriesgada, sobre todo teniendo en cuenta que ya sabemos (o creemos saber, ojo) cómo acabará la serie: con Hannibal siendo atrapado por Graham. Y es que aunque todo apunta a que la serie finalizaría con el inicio de El dragón rojo, puede que no sea así. No tiene mucho sentido alargar la relación entre Lecter y Graham durante siete temporadas para acabar con ese desenlace. No se saben las intenciones de Fuller, pero parece más probable que este reboot del personaje signifique una vía alternativa del estilo de la película Hannibal, que cambió radicalmente el inesperado final del libro homónimo. Pero el principal defecto de la serie es que hay capítulos en los que el guión no está a la altura y se cierran tramas con excesiva rapidez mientras que otras avanzan muy lentamente; o, por ejemplo, la errática tensión sexual entre Alana y Will o la escasa profundidad de la mayoría de los secundarios. Por fortuna, en siete temporadas hay tiempo más que de sobra para pulir estos detalles… si es que les dejan.
(1) Curiosamente, ante la negativa de Jodie Foster a repetir el personaje, Anderson fue una de las candidatas a interpretar a Starling en la película de Ridley Scott, aunque su contrato con la serie Expediente X, donde daba vida a la inolvidable Dana Scully, lo impidió (finalmente el papel fue para Julianne Moore).
La exquisitez hecha serie.
Creo que Hannibal Lecter es un personaje muy complejo donde esta siendo muy bien interpretado por Mads Mikkelsen y siento que esta serie no ha tenido el rating que se merece, a lo mejor la gente no esta acostumbrada a esta complejidad de personajes pero aun así espero y dure las 7 temporadas esperadas
Hannibal ha ido creciendo capitulo a capitulo y ganaba mucho con la presencia del propio Hannibal. ¿La temporada de Miguel de Dexter la mejor de ellas? Creo que debes ser la única persona de internet que no piensa exactamente lo opuesto que es una de las peores o incluso la peor.
Pues para mi también es de las mejores quizá sólo superada por la de Trinity
Para mí, el mejor estreno del año. Y, sinceramente, considero las temporadas primera, segunda y cuarta de Dexter mejores que la tercera.
Lo cierto es que sí que hay un plan original. Fuller aseguró (siento no recordar la fuente para enlazarla) que la temporada 4 correspondería al tiempo de «El dragón rojo», la 5 coincidirían con «El silencio de los corderos», la 6 con «Hannibal», y la 7 un final original. Pero que para eso necesitaría que MGM le ceda los derechos de los personajes de sus películas, tal como Clarice o Buffalo Bill, y de momento no lo está consiguiendo.
Tal como va la cosa, sería un milagro que llegara a la tercera temporada; lo cual sería una lástima, porque ha sido el mejor estreno de este año.
Pues a mi pesar tengo que disentir: salvo el personaje de Mikkelsen (que no es poco, cierto), la serie parece mucho más de lo que es: un procedimental de libro con poli atormentado (poderes? psicopatía? importa?), el jefe voceras y «bossy», flashback paquí, sueño pallá… visto, visto y visto.
Eso sí, la biblioteca-consulta de madera es elegantona.
Ja, ja, ja, muy bueno lo de la biblioteca. Me uno a tu disensión. Me temo que Tirso ha sido, para mi gusto, mucho más justo de lo que la serie merece. De acuerdo en la factura visual impecable, la cuidada puesta en escena y la belleza de los planos. Pero un pero (valga lo que ya sabemos) gigante resumido en las últimas cuatro líneas del artículo.
«…el principal defecto de la serie es que hay capítulos en los que el guión no está a la altura y se cierran tramas con excesiva rapidez mientras que otras avanzan muy lentamente; o, por ejemplo, la errática tensión sexual entre Alana y Will o la escasa profundidad de la mayoría de los secundarios».
En la mayoría de los capítulos tanto el guión como el desarrollo de la(s) trama(s) no está a la altura, hasta el punto de que con un material y personaje tan jugosos he llegado a aburrime no en pocas ocasiones. Salvo Hannibal, los personajes me resultan de lo más planos y, aunque Mikkelsen es un portento de la elegancia, imposible no echar de menos ese peculiar humor negro del mejor Lecter. Soy incapaz de encontrar su encanto personal, uno de los fuertes de este personaje.
Mucho tienen que cambiar los guiones para que logre llegar a una tercera temporada. Solo de pensar que la trama de «Dragón rojo» pueda estirarse hasta la cuarta temporada, me dan ganas de ni siquiera intentarlo con la segunda. Gillian Anderson habló de un pequeño papel en «Hannibal», pero como Bedelia Du Maurier no aparezca de nuevo, alguien va a tener que explicarme seriamente qué narices pintaba su personaje (conste que me enganché por Anderson).
Más que prodigio veo efectivismo. Mucha fuerza visual para unos guiones y personajes sin gancho.
Probablemente, la extraña moralidad en Estados Unidos no permita que los espectadores puedan descubrir una de las series más prodigiosas del año.
Thomas Harris se reía precisamente de la supuesta rectitud a través de Lecter, un símbolo inquietante pero carismático.
Los productores de la serie han creado una deslumbrante puesta en escena y la selección de intérpretes (salvo Lara Chorostecki que no tiene parangón frente a Seymour Hoffman) es muy acertada.
¿Para cuando un post sobre Southland, una de las series más infravaloradas de la TV actual?
También hay mucho en la serie de la estética que David Slade (30 días de oscuridad, Hard Candy) plasma en sus películas.
Para mí también ha sido uno de los estrenos del año.
Estoy de acuerdo con Al y con Galahat, de hecho dejé de verla en el cuarto capítulo.
A quien no haya leido El Dragón Rojo no puedo dejar de recomendarlo, muy por encima de la serie.
Y la versión de Michael Mann, Manhunter, con todos sus pequeños fallos, es una película estupenda.
Es una gran serie. Otra serie sobre la que tendríais que escribir es Utopía. Mind-blowing conspiracy.
A mi me encanta la serie, no lei el texto completo xq no la he terminado de ver, para mi el Lecter de Mikaelsen esta por debajo del de hopkins no transmite tanto asi q no estoy de acuerdo con lo q se dice aquí q el de Mikaelsen es mejor que el de Anthony hopkins
Lo que opinaba al ver los primeros capítulos:
http://acanaya.blogspot.com.es/2013/06/hannibal.html
Lo que opino luego de ver la primera temporada al completo:
http://acanaya.blogspot.com.es/2013/07/hannibal.html
Para los que tienen insomnio les recomiendo ir a la tienda por el DVD con todos los episodios.
La dejo por decepción total en el quinto capítulo. Personajes planos planos, un Lecter sosainas y unos diálogos creados con un random de frases pseudoprofundas
En el radar. Habrá que verla.
Con lo que me gusta, mejor dicho, idolatro al personaje de Lecter, esperé con muchísimo interés esta serie. No me defrauda pero tampoco me entusiasma. El guión y la trama tienen muchos altibajos: líneas que tienen interés quedan sin resolver no se sabe muy bien porqué o se resuelven deprisa y corriendo, como para que quepan en la duración normal de un episodio. Y los diálogos con los técnicos del FBI que ayudan a Graham en más de una ocasión son una chorrada: casi dan ganas de que Lecter se zampe a alguno de ellos, así dejan de joder… Will Graham está muy logrado, resulta muy creíble el deterioro que sufre debido a su «curioso» don. Lo mejor, sin duda, Lecter: Mikkelsen, actor al que no conocía de nada previo, me ha parecido todo un hallazgo, lo borda: lleno de matices y la elegancia en persona, resulta creíble y sumamente inquietante. En cuanto a la comparación inevitable con Hopkins, pues depende de cuál queramos tomar como referencia: el de El Dragón Rojo no me dice nada; aparte de que aparezca muy poco, me resulta forzado en casi todo lo que hace, como si Hopkins se hubiera dedicado a tirar de repertorio usando una serie de tics que ya conocemos. El de Hannibal, no está mal pero es demasiado perverso o lineal: sólo lo mueve la venganza hacia aquellos que quieren dañar a su amada Clarice. El problema básico de esa película es que quisieron ir tan descaradamente a por una continuación que cambiaron por completo el final del libro y, con ello, todo el desarrollo psicológico de Lecter y Clarice, que da coherencia a su cuando menos extraña relación. Un lástima… El mejor Lecter, sin duda, el de El silencio…: siniestro, hastiado de estar en prisión y de aguantarle idioteces al mediocre Dr Chilton, macabramente burlón pero atrayente como pocos personajes que hayamos visto. Si tuviera otra edad, habría sido estupendo seguir viendo a Hopkins desarrollar ese Lecter, y no otro, en un serie como ésta. Como eso no es posible, fantástico Mikkelsen: son dos Lecter complementarios y coherentes
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En el top cinco de las mejores series de los últimos años. Y el Hannibal de Mikkelsen, la mejor joya que ha dado la TV en muchos años, junto a Rusty Cohle de ‘True Detective’. No exagero ni media.
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