Deportes

Fútbol y fascismo: los mundiales de Mussolini y Hitler

Árbitros haciendo el saludo fascista en el Mundial de 1934
Árbitros haciendo el saludo fascista en el Mundial de 1934.

Sus miradas se cruzaban en el plasma a cámara lenta, en un plano eterno digno de un western de Sergio Leone. Casillas frente a Buffon. Solos ante el peligro, con un muro de silencio entre ellos inquebrantable al griterío de las gradas. En las casas, el respetable se santiguaba y pensaba, «otra vez en cuartos no, por Dios. Otra vez no» y retenía la respiración a cada lanzamiento.

Aquellas paradas del Santo, a De Rossi y Di Natale, y aquel último penal de Cesc, acabaron por desmontar un viejo mito, el de la maldición de cuartos, que nos condenaba, verano tras verano, al fango de la derrota y la depresión nacional. Desde entonces, y hasta hace poco, solo la victoria.

El viejo tópico de que la historia son ciclos, lo mismo que suelen decir los entendidos con la economía, se cumple en este caso. Al igual que la maldición se rompía en un España-Italia, esta había nacido en un partido similar, solo que en 1934 y en unas circunstancias políticas muy diferentes.

Dicen que Benito Mussolini solo había visto un partido de fútbol en su vida, pero esto no le impidió percatarse de las posibilidades políticas y propagandísticas que el juego de la pelota podía proporcionarle. El fascismo, desde sus orígenes, exaltaba dentro de sus valores supremos la juventud (el himno fascista italiano, Giovenezza, era todo un ejemplo de esto), la acción, la fuerza y la misma violencia. No es de extrañar, por tanto, que todos los regímenes fascistas potenciaran la práctica deportiva como forma de educar a los jóvenes con vistas a un cumplimento mejor de los deberes para con la patria, y como fórmula para forjar el carácter y la disciplina que, se suponía, debía tener un «buen» fascista.

Pronto el deporte, que empezaba a convertirse en un entretenimiento de masas, obtuvo para los fascistas una nueva dimensión: al igual que el cine y otros espectáculos de moda, podía ser usado como soporte propagandístico. El adoctrinamiento era fundamental en un régimen totalitario y ellos sabían perfectamente cómo llegar al pueblo. Bien conocido es el caso las Olimpiadas de Berlín, en 1936, que Hitler diseñó como la apoteosis de la «modernidad» hitleriana, aunque un afroamericano, Jesse Owens, acabara por robarle el protagonismo al alzarse por primera vez en la historia con cuatro medallas de oro en atletismo. Más desconocido para el público es el uso que el fascismo italiano y el nazismo intentaron hacer del fútbol: durante este artículo intentaremos recoger varios ejemplos de ello ocurridos entorno a las citas mundialistas de 1934 y 1938.

La batalla futbolística del «fascio»

italia fascioMussolini se empeñó en celebrar en Italia el segundo mundial de la historia, tras no conseguir para su país el celebrado en Uruguay en 1930 y que acabaría con la victoria de la propia anfitriona. Para ello, no dudó en presionar a Suecia, la otra candidata a albergar la competición, que acabó por ceder a las presiones del gabinete del Duce: una vez conseguida la celebración del acontecimiento en tierras transalpinas solo quedaba asegurar el éxito de la azzurra. Mussolini se dirigiría a Giorgio Vaccaro, presidente de la Federación Italiana de Fútbol y miembro del Comité Olímpico Italiano, de la siguiente manera:

—No sé cómo hará, pero Italia debe ganar este campeonato.

Haremos todo lo posible…

No me ha comprendido bien, general… Italia debe ganar este Mundial. Es una orden.

La victoria italiana de 1934 comenzaría a gestarse desde el mismo mundial de 1930. Tras la victoria uruguaya, diversos emisarios italianos convencerían al argentino Luis Monti para que fichase por la Juventus de Turín, tras ofrecerle 5000 dólares mensuales de sueldo, una casa y un coche. Toda una fortuna que el argentino no pudo rechazar. La intención del fichaje era la de poder nacionalizarlo unos años después, como harían con otros futbolistas antes del mundial. A Monti se le sumaron sus compatriotas Atilio Demaría, Enrique Guaita y Raimundo Orsi, así como el brasileño Guarisi, que reforzarían a la selección azzurra. Ante las críticas recibidas por el «fichaje» de extranjeros, nacionalizados convenientemente por el gobierno fascista, el seleccionador, Vittorio Pozzo, sentenció: «Si pueden morir por Italia, pueden jugar con Italia».

El entrenador italiano Vittorio Pozzo observa un partido. Foto FIFAcom
El entrenador italiano Vittorio Pozzo observa un partido. Foto: FIFA.com.

Por primera vez la competición se desarrollaría con un formato de eliminatorias a partido único, con prórroga de 30 minutos y repetición del encuentro en el caso de continuar el empate tras la prolongación. En el mundial de Italia se dieron cita 16 equipos, tras una fase previa de clasificación desarrollada en las diferentes regiones. Inglaterra, como ya ocurrió durante el mundial de Uruguay, se negó a participar por no habérsele concedido la organización del campeonato.

Italia se llenó con carteles anunciando el campeonato, en el que se representaban jóvenes atletas saludando con el brazo en alto. Los partidos se iniciaban al grito de «Italia, Duce», tras lo cual, y tras realizar el saludo fascista desde el centro del campo, los azzurri salían disparados a por la victoria. Desde el palco, Mussolini, acompañado por jerarcas del régimen y arropado por miles de camisas negras, la milicia del partido fascista, seguía con interés las evoluciones del combinado nacional. No podían fallar. Lo que para ellos constituía una presión atroz, se convertía en miedo para sus contrincantes. La gran victoria fascista estaba en marcha.

El partido estrella de los cuartos de final enfrentaba a las selecciones de España e Italia en el estadio Giuseppe Berta de Florencia, ante unos 43.000 espectadores deseosos de ver una victoria italiana en un encuentro que acabaría por parecerse más a una batalla que a un partido de fútbol. Hasta siete españoles cayeron lesionados en una eliminatoria en la que la consigna de los italianos, que llevaron el juego más allá de los límites del reglamento, respondía al lema fascista: «Vencer o morir».

España, superior en técnica y clase a la selección azzurra, llegaba al envite liderada por el mejor portero de la historia hasta ese momento, Ricardo Zamora, «el Divino» y por el goleador Lángara, en la delantera. Acababa la escuadra española de vencer a Brasil con un resultado de tres goles a uno. Durante este partido, Zamora se convertiría en el primer cancerbero en parar una pena máxima en la historia de los mundiales, tras atajar un penalti a la estrella carioca, Leónidas.

Foto de la selección española en 1934 con Zamora sujetando un balón
Foto de la selección española en 1934 con Zamora sujetando un balón.

«Fue un encuentro espectacular, dramático y jugado con una intensidad muy pocas veces vista», así resumiría Jules Rimet, el francés inventor del negocio de los mundiales, un partido que pasaría a la historia del calcio como «La batalla de Florencia».

Se adelantó España con un tanto de Regueiro, en el minuto 31, pero al filo del descanso los italianos lograron empatar con una jugarreta digna del peor patio de recreo: Ferrari remataría al fondo de las mallas un centro, no muy peligroso, mientras Schiavio agarraba a Zamora para que no pudiese blocar el esférico. El colegiado Louis Baert, de origen belga, no quiso ver la clara violación del reglamento.

La segunda parte comenzaría con toda una masacre en las filas españolas, provocada por la violencia inusitada de la escuadra italiana: Zamora, Ciriaco, Lafuente, Iraragorri, Gorostiza y Lángara acabarían el encuentro, tras la pertinente prórroga, con diferentes lesiones que les impedirían jugar el partido de desempate del día siguiente. La peor parte se la llevaría la estrella española, Ricardo Zamora, que se marcharía de la ciudad italiana con dos costillas rotas tras un encontronazo con un jugador italiano, que ni siquiera fue señalizado como falta por el árbitro belga.

Imagen del gol italiano
Imagen del gol italiano.

Durante el partido de desempate los italianos siguieron la misma estrategia: la violencia como forma de contrarrestar el juego español. Esta vez fueron Bosh, Chacho, Regueiro y Quincoces los lesionados ante la pasividad arbitral. La injusticia llegó a su punto álgido cuando el árbitro, esta vez el suizo René Mercet, anuló sendos goles legales a Regueiro y Quincoces, por inexistentes fueras de juego, mientras daba por válido el definitivo tanto del mítico Giuseppe Meazza, el mismo que hoy da nombre el estadio de Milán, a pesar de que el italiano Demaría estaba obstaculizando a Nogués, portero que sustituía al lesionado Zamora.

La actuación arbitral fue tan comentada que Mercet, cuando regresó a su país, fue expulsado de por vida del arbitraje, tanto por la FIFA como por la federación de su país.

En semifinales el arbitraje volvió a ser igual de «discutido». Los italianos se alzaron con la victoria frente al «Wunderteam» austriaco. El equipo maravilla, como se conocía a la excelente selección liderada por Matthias Sindelar, nada pudo hacer frente al gol en claro fuera de juego que el trencilla dio por válido.

El equipo austriaco, que había extasiado a media Europa con su juego, se volvía a su país sin saber que Hitler se cruzaría en breve por su camino, rompiendo la trayectoria deportiva de aquel legendario equipo. Pero eso lo contaremos más adelante.

El diez de junio de 1934 se celebraba en Roma la gran final del campeonato, enfrentándose las selecciones de Italia y Checoslovaquia, otro equipo de los que, en teoría, tenían cierta superioridad respecto a los transalpinos. Para la final se designó al mismo árbitro que se había hecho cargo de las semifinales frente a Austria, el sueco Ivan Eklind.

La selección checoslovaca se presentaba al campeonato con una escuadra llena de talento, con futbolistas de gran talla entre sus filas como Nejedly, Planicka, «el Zamora del Este» o Svoboda. La Italia de Vittorio Pozzo, el inventor del sistema del catenaccio, dispuso un sistema de juego con posición piramidal, un 5-3-2 que los italianos denominaron «El Método».

Pronto los checos mostraron su voluntad de no ser unos simples invitados a la fiesta latina, lo que hizo que se instalara el nerviosismo en el palco cuando, al llegar el descanso, el marcador mostraba un empate a cero. Dice la leyenda que, cuando Pozzo arengaba a sus pupilos en el vestuario, se presentó un enviado del Duce con el siguiente mensaje: «Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios lo ayude si llega a fracasar». Como contestación, Il vecchio maestro se dirigió a los jugadores con estas palabras: «No me importa cómo, pero hoy deben ganar o destruir al adversario. Si perdemos, todos lo pasaremos muy mal».

En el minuto 70 los checos se pusieron delante gracias a un gran tanto de Vladimir Puc. Tres minutos después, Svoboda estrellaría un balón al travesaño que pudo cambiar el curso de la historia pero Pozzo, viejo zorro, hizo algunos cambios tácticos que modificarían el devenir posterior del encuentro. A nueve minutos del final Orsi, de fuerte chut, puso el empate. Durante la prórroga Shiavio, a pase de Guaita, batiría al portero checoslovaco, Planicka, dándole el triunfo a Italia.

La gran victoria fascista se había alcanzado. Mussolini organizaría una ceremonia para conmemorar la gesta al día siguiente, a la que los jugadores acudieron con uniforme del partido. El Duce ya tenía la victoria que aguardaba con ansia desde 1930, la victoria que le permitiría exaltar, aún más, ante el mundo, y ante los propios italianos sobre todo, el carácter heroico y guerrero de la raza latina.

Tras la gesta, las mieles que el fascismo había prometido a los jugadores se convirtieron, en algunos casos, en hiel. Luis Monti relataría, muchos años después, cómo todo cambió tras el mundial. Especialmente relevante fue el caso de Guaita, uno de los extranjeros fichados y nacionalizados por el gobierno de Mussolini que, tras los mimos y el éxito, tuvo que acabar exiliado.

Enrique Guaita jugaba en la Roma, pero el equipo favorito del fascismo era otro. La ciudad de Roma se dividía, aún hoy, entre los seguidores de la Roma, mayoritariamente de izquierdas y de la Lazio, de derechas, por lo que era lógico que el equipo elegido por los fascistas para encarnar sus valores fuese este último.

Se ve que alguna mente privilegiada del fascismo, léase la ironía, tuvo una gran idea para desactivar a la Roma y que la Lazio tuviera más fácil el camino hacia el campeonato. El plan era simple: mandar a buena parte del equipo romano al frente, concretamente a Abisinia, una loca aventura imperialista con la que el Duce pretendía reverdecer los laureles del imperio romano pero que, al contrario de lo que ellos suponían, no estaba resultando un camino de rosas. La reacción de Guaita, que quería conservar su vida por encima de todo, fue la de huir a Francia junto con otros compañeros. Posteriormente continuó su carrera futbolística en su país de origen, Argentina.

El hombre de papel que desafió al Führer

En 1938 el mundial se celebraría en Francia, gracias al empuje del mismísimo Jules Rimet. La situación política evidenciaba un camino inevitable hacia una nueva conflagración mundial, que en buena parte estaba teniendo en España su más inmediato precedente. Por este motivo la selección española no pudo participar en el campeonato, que se vio salpicado en cada partido por las rivalidades políticas.

Otro país que disponía, al igual que España, de una gran selección y que no pudo participar en el mundial por cuestiones políticas fue Austria, que había renunciado a participar estando clasificada. La historia del «Wunderteam» correría trágicamente paralela a la de su pequeña nación.

El 12 de marzo de 1938 la Alemania de Hitler se anexionaría Austria, convirtiéndola por la fuerza en una provincia alemana más. Aquella muestra imperialista, que pasaría a la historia con el nombre del «Anschluss», significaba también la desaparición del equipo austriaco, al igual que ya había pasado con todos los símbolos de la independencia de ese país.

Matthias Sindelar durante un lance de juego
Matthias Sindelar durante un lance de juego.

La anexión supuso el principio del fin de la mayor estrella en la historia del fútbol austriaco, Matthias Sindelar, conocido como «El hombre de papel», por la delicadeza de sus movimientos en el terreno de juego. Sindelar gozaba de una gran fama, dentro y fuera de su país, y era el líder tanto de su selección como del Austria de Viena. Pero los nazis se cruzaron en su camino.

Quedaban apenas unos pocos meses para la celebración del Mundial de 1938, cuando el gobierno alemán pensó que, una vez que Austria formaba ya parte de Alemania, los mejores jugadores de ese país podrían reforzar la escuadra teutónica. El «Wunderteam», que solo había perdido cuatro de los últimos 50 partidos jugados, tenía las horas contadas. Hasta ocho jugadores del equipo pasarían a defender la camiseta alemana, pero antes de eso los nazis idearon un partido de despedida que, a la vez, debía convertirse en la gran fiesta de la raza aria. Por supuesto, se contaba con la victoria alemana.

Sin embargo, los de Sindelar, que en un principio jugaron atenazados por el miedo, decidieron no perder lo único que les quedaba: el orgullo. «El hombre de papel» comenzó a hacer de las suyas. Los austriacos acabarían ridiculizando con su juego a los alemanes y el partido concluiría con un dos a cero para el «Wunderteam».

El momento cumbre del encuentro llegaría tras uno de los goles del partido, marcado por el propio Matthias Sindelar. Tras el tanto, correría a celebrarlo frente al palco de autoridades, repleto de mandamases del partido nazi y presidido por el mismísimo Führer, realizando un bailecito que, en aquellos tiempos, aparte de ser algo totalmente inusual, fue tomado como una tremenda falta de respeto y todo un desafío al poder nazi. El delantero quedaría sentenciado de por vida.

Tras el partido, Sindelar se negaría a formar parte del equipo nazi en el Mundial de Francia, para ello aludiría falsas lesiones e, incluso, llegaría a anunciar su retirada del deporte. Desde entonces se convertiría en un indeseable para el nazismo, que no le permitía ni jugar al fútbol en su país ni, mucho menos, cruzar las fronteras para competir fuera.

El 22 de enero de 1939 los bomberos de Viena encontrarían su cuerpo en su casa, junto con el de su pareja. Habían abierto el conducto del gas para quitarse la vida. Nadie sabe qué pasó a ciencia cierta, pues el caso acabó oculto. Muchos apuntan a la Gestapo, otros a la depresión que le causó el no poder volver a jugar al fútbol. El caso es que el totalitarismo se llevó por delante a uno de los mejores futbolistas de su época.

Vencer o morir en camisa negra

Pero a pesar de reforzar el equipo con los mejores jugadores de Austria, el equipo alemán, que tantas esperanzas había dado a Hitler, no pudo suceder en la gloria futbolística a la otra potencia fascista, Italia, que seguiría reinando hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

El Mundial de 1938 podría haber sido una oportunidad de confraternización en la Europa de preguerra, pero supuso solo una muestra más del enrarecido y temible ambiente que se vivía en los países europeos durante aquel tiempo: todo el mundo sabía que, más tarde o más temprano, la guerra acabaría por ser, otra vez, una terrible realidad.

Así, Mussolini, dispuesto a volver a utilizar el fútbol para su política propagandística, decidió despedir a su selección personalmente. Para ello organizó un acto en el Palazzo de Venezia, al que los jugadores acudieron con el uniforme fascista, y les conminó a la victoria con un discurso ante la muchedumbre desde el balcón.

Durante el partido de octavos de final, contra Noruega, los italianos realizaron el saludo fascista, también conocido como romano, antes de empezar el encuentro, desatando la ira del público francés y ganándose su enemistad para el resto del campeonato. Pero la gran contienda política tuvo lugar pocos días después, en el encuentro de cuartos de final entre los italianos y los anfitriones del torneo, los franceses.

Mussolini no había dejado nada al azar así que, para el día en el que tenían que enfrentarse a sus odiados adversarios, los italianos aparecieron con unas equipaciones negras, en homenaje a los «camisas negras», la fuerza paramilitar del partido fascista. El desafío, ante 61.000 espectadores franceses, y algún que otro exiliado italiano, fue total. Se enfrentaban dos formas de ver el mundo, la fascista italiana y la república democrática francesa, en un clima asfixiante que no tardaría en explotar. Cuando los italianos llegaron al centro del campo realizaron el saludo fascista, obteniendo como respuesta una sonora pitada que no cesaría en todo el encuentro. A pesar de la presión del público, Italia volvería a alzarse con la victoria con un resultado de tres a uno.

La selección italiana, de negro, saluda brazo en alto
La selección italiana, de negro, saluda brazo en alto.

Tras vencer a los brasileños en una de las semifinales, se enfrentarían en la gran final a Hungría, a los que vencerían con un resultado de cuatro a dos, con dobletes de Piola y Colaussi, en el estadio Colombes de París. Los italianos volverían a jugar el partido con las camisetas negras, símbolo de guerra del fascio. Antes del partido, Vittorio Pozzo recibió un telegrama personal de parte del Duce que rezaba así: «Vincere o morire», vencer o morir.

Tras dos victorias consecutivas en la Copa Mundial de la FIFA, la Italia de Pozzo entraría en la historia del fútbol como una de las mejores selecciones nacionales de todos los tiempos. La Segunda Guerra Mundial acabaría con el reinado de este equipo, y con los mundiales durante 12 años, privando a una gran generación de futbolistas de seguir disfrutando de lo que más amaban, el fútbol, e iniciándose una nueva etapa en la historia de este deporte que, también, vería como otros regímenes de diversa índole tratarían de usar al balompié para sus intereses políticos. Y así, hasta el día de hoy…

La selección italiana celebra el Mundial sobre el terreno de juego. FotoFIFAcom
La selección italiana celebra el Mundial sobre el terreno de juego. Foto: FIFA.com.

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52 Comments

  1. Apasionante, una gran historia sobre el fútbol que desconocía!! Enhorabuena al autor y a la revista.

  2. Gran articulo!

  3. Ernesto

    Genial el artículo, ¡me encanta el principio!

  4. Andres

    No conocía la historia de la batalla de florencia. Con tanto que se ha hablado de la maldición de cuartos, y nunca había escuchado la historia del primer partido que perdimos en cuartos.

  5. las imgágenes del España – Italia:

    http://www.youtube.com/watch?v=Vastjd5PFMw

    el gol del empujón en el 6:06

  6. amusua

    Señor Villalobos, solo un detalle: ¿está usted seguro de que en la «Hungría de Puskas» que se enfrentó a Italia en la final del mundial de 1938 jugaba efectivamente Puskas? se lo digo porqué según la FIFA (http://www.fifa.com/classicfootball/players/player=174886/index.html), en 1938 Puskas tenía… 11 años!!.
    Muchas gracias.

    • Cesar silva

      No, no jugó Ferenc Puskas.Este magnífico jugador se dió a conocer al mundo en 1954 durante el Mundial de Suiza.Posteriormente se nacionalizó español y jugó para el Real Madrid y la selección de España en el Mundial de Chile, 1962.

  7. jose ortiz

    Me parece increíble que con el buen artículo escrito se cometa, al final del mismo, el tremendo gazapo de incluir a Puskas como miembro de la selección húngara de 1938.

  8. Andrés Prieto.

    Creo que ni Pozzo inventó el catenaccio ni Puskas jugó la final del 38 contra italia.

    • Cierto lo de Puskas, gran error. Con respeto a lo de Pozzo, el catenaccio lo consideran algunos autores como una evolución del sistema ideado por Pozzo durante estos años. Gracias por leer el artículo.

      • Fernando

        según expertos, el catenaccio lo uso Italia en el mundial de Brasil al quedarse sin la base del equipo que era el «Grande Torino» perdido en el trágico siniestro de Superga. Además, debido al temor y a las consecuencias de aquel accidente en algunos jugadores italianos decidieron llevarles a Brasil por mar, por lo que llegaron muy cansados.

  9. Dudo mucho que Puskas jugara el mundial de 1938, porque tenía 11 años.

  10. Charly

    A mi me ha encantado, es épico!!!!

  11. Anónimo

    Me parece que al menos uno de los goles anulados a España en el desempate contra Italia del 34 lo marcó Campanal I, que ese día debutaba en la selección

  12. Claire

    Me parece importante tener en cuenta que la Europa de los años 30 estaba plagada de regímenes o gobiernos de tintes claramente fascistas, incluidos los de Austria y Hungría (que también citas). No fue cosa solamente de Italia o Alemania.

    Por otra parte, si avanzamos en el tiempo, pienso que el caso de Argentina 1978 es otro buen ejemplo de lo que apuntas en el artículo.

    • Ciertamente en esa época caen muchas democracias y son sustituidas por regímenes totalitarios. Me he centrado sólo en algunas anécdotas relacionadas con las dos grandes potencias fascistas, pero seguramente encontraremos ejemplos en otros países del momento.

      Igualmente la Argentina del 78 es otro ejemplo de como una dictadura usa el fútbol para sus fines políticos.

  13. Pingback: Fútbol y fascismo: los mundiales de Mussolini y Hitler

  14. Reverendo

    Gran artículo.

    Tengo entendido que gran parte del drama de Sindelar, para muchos el mejor jugador austriaco de la historia, estuvo relacionado con sus amistades con personas de origen judío. De hecho, su novia, italiana, también lo era. Más allá de las extrañas circunstancias de su muerte, su funeral en Viena fue un evento multitudinario.

    • Efectivamente su novia era italiana, pero de origen judío. El funeral fue un gran acontecimiento que congregó a miles de vieneses. Un documental de la BBC apunta el testimonio de un amigo que comenta como pudieron esconder, con ayuda de un policía, el suicidio, ya que las leyes nazis impedían que se homenajeara a un suicida.

  15. Me ha gustado mucho el artículo. Sobre todo la parte de Stelson, otra víctima política más del deporte a manos de los políticos.
    Algo similar le sucedió a Streltsov, el que decían que era el Pelé ruso con la URSS: http://www.culturizame.es/articulo/un-torpedo-en-la-urss

    Una lástima que se tienda tanto a mezclar dos mundos tan separados como lo son deporte y fascismo.

    Enhorabuena por el artículo

  16. Eloi Farré

    Gran artículo, pero eché en falta que no se hablara del fascismo en el fútbol español. De como mataron a un presidente del Barça, de como el Madrid le quitó a Di Stefano al Barça (sí, Di Stefano jugó unos partidos con el Barça en México), bueno ya ni hablar de las tantas copas de Europa «ganadas» por el Madrid, y sobretodo la opresión del fascismo de Franco sobre el futbol catalán.

    • Claire

      De las ligas que ganó el Barça en los primeros años del franquismo mejor no hablamos. Tampoco de las innumerables Copas del Generalísimo.

      De las tres vece, TRES, que el Barça condecoró a Franco en el Palacio del Pardo mejor no hablamos.

      Y de la recalificación de terrenos que el dictador le hizo al equipo oprimido por el fascismo en 1973, tampoco.

      Es lo que tiene construir una historia deportiva en base al agravio comparativo y no a la victoria. Alguna excusa había que buscar, no os culpo.

    • Morales

      Poco creo yo que tuvo que ver Franco en nas copas de Europa del Madrid. Tu catalanismo y barcelonismo te nublan la vista. Sobre el articuló, en pocas palabras… me ha encantado.

  17. javier ferrer

    Cristobal. Me encanto, lo acabo de leer, tambien me parecio epico y no esta mal para recordarlo a un familiar italiano. Gran trabajo.

  18. pijus magnificus

    ¿Depresión nacional porque la su selección no pasa de cuartos? Si ej que como en ejpaña se vive como en ningún lao….

  19. Victor

    Por fin alguien que dice algo de esa maldita eliminatoria contra Italia. Es un partido que, como todo lo que ha salpicado el fascismo en España, está muy enterrado.

  20. También está la Argentina de Menotti del Mundial 1978, que se divertía tocando la pelota mientras a metros de la cancha de River se secuestraban, violaban y mataban personas. De eso no se habla.

  21. Sonsoles Lozano

    Que gran artículo, que gran blog…la democracia del periodismo!

    Respecto al artículo, decir que me interesa enormemente lo relativo a como la Alemania de Hitler y la posterior comunista usaron el deporte y sus eventos deportivos como formas de propaganda y encubrimiento de los problemas reales.
    Les dejo un artículo sobre la tradición histórica del deporte en Alemania, que creo pueda interesaos para seguir tirando del hilo de este tema.
    http://www.berlinconsontours.com/2013/06/berlin-historia-y-deporte-i.html

  22. Pingback: Cristobal Villalobos | Fútbol y fascismo en Jot Down

  23. Gran artículo, lo comparto en mi blog de sociales, como tantos otros de su revista espero que no le importe, siempre pongo la fuente. MJ

  24. Cristóbal creo que el pie de la foto que habéis colocado de Sindelar mueve a error, creo que Matthias Sindelar es el que aparece detrás.

    Un saludo

  25. Andrea

    Hola Cristóbal

    Me ha gustado tu publicación. Quisiera pedirte un favor: Si me puedes informar de las fuentes de donde has sacado esta importante información. Y si conoces: autores o libros que hablen de este tema. Me interesa muchísimo. Y es un tema que estoy investigando: el fútbol.

  26. Pingback: El fútbol y su papel histórico | Descubrir la Historia

  27. Pingback: El papel del deporte en la época de Adolf Hitler , por Pablo Díaz | Historia del Mundo Contemporáneo

  28. Pingback: Fútbol, paranoia y dolor: Argentina 1978

  29. Pingback: Cristobal Villalobos | Fútbol, paranoia y dolor: Argentina 1978 (en Jot Down)

  30. Si mal no recuerdo ¿el creador del Catenaccio no fue el triestino Nereo Rocco?

  31. Daniel

    Hola Cristóbal

    Muy buen artículo pero para mi opinión se queda corto. Creo que con esa cabecera es imprescindible hablar de la vinculación del otro dictador y el fútbol español. No estaría de más mencionar el España-URRS de la Eurocopa organizada en España, encuentro que el fascismo español apeló al orgullo de la División Azul. Si Mussolini solo había visto un encuentro de fútbol, F.Franco no lo había hecho núnca y al igual que su «colega» el Duce vio este deporte como gran escaparate propagandístico para el Régimen. Véase el caso Di Stéfano.

    Un saludo.

  32. Pingback: ¡Vencer o morir! | VINDEMIA

  33. Pingback: Italia 1934: el Mundial que ganó Mussolini | Revista Catenaccio

  34. Pingback: Berlín, historia y deporte. |

  35. Pingback: Fútbol y fascismo (1): Italia 1934 y el Mundial de Mussolini | Iraila Magazine

  36. El Quincenal de Hungria

    Estimado Cristobal:

    En el proximo numero de nuestra revista, El Quincenal de Hungria, nos gustaria publciar tu articulo, y para ello contar con tu correspondiente autorizacion.

    El Quincenal es una revista digital y gratuita, hecha a pulmon en Budapest, en espanol sobre asuntos hungaros.

    Muchas gracias,

    Sebastian Santos
    editor

    PD: Para darte una idea del perfil de la revista puedes descargar nuestro ultimo numero en:
    https://sites.google.com/site/basededatosdelquincenal/Rusia.pdf?attredirects=0&d=1

  37. Pingback: La victoria del Mussolini en el Mundial de Italia 1934 | Odio eterno al fútbol moderno

  38. Pingback: El negocio del fútbol, la comunidad del espectáculo – Palabras Al Margen

  39. Pingback: El negocio del fútbol, la comunidad del espectáculo – Palabras Al Margen

  40. Germán Plata Lazcano

    He leído con gran interés tu artículo, que encontré por casualidad al buscar que equipo había sido amenazado de muerte si no ganaba el campeonato mundial.
    Con respecto a las referencias que hacen acerca de Argentina o España o algún otro equipo entiendo que no se mencione en este artículo y que sería cada historia digna de contarse en otros más. Felicidades, gran pieza de lectura.

  41. Pingback: El partido de la muerte. Historias de fútbol y propaganda

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  43. La historia de cómo el gran portero checoslovaco Planicka se dejó, lo más disimuladamente, marcar el 2-1 para salvar la vida de los jugadores italianos es realmente conmovedora y demostrativa de la gran talla humana de él y de sus compañeros. Además lo mantuvo en secreto durante décadas para que no se desmereciera el triunfo de un gran rival, tan gran oponente como favorecido por los árbitros, , hasta su fallecimiento creo que ya en los 90. El considerado vencedor «moral» del mundial de Italia 1934 fue ESPAÑA, ROBADA VILMENTE EN SUS DOS PARTIDOS (el segundo de ellos, el desempate), por árbitros belga y suizo. Que claro, es comprensible tb que estuvieran acojonados ante turbas de decenas de miles de italianos enfervorecidos por el Duce. Corrían peligro de linchamiento puro y duro, pero el hecho es que ESPAÑA FUE ATRACADA CON ALEVOSÍA. QUÉ EQUIPAZO TUVIMOS EN 1934 Y EN 1938, al que no pudimos acudir por la terrible guerra civil. Cuando teníamos una de las mejores selecciones del mundo, admirada y respetada por todos. No en vano los aficionados italianos , tras aquel doble partido memorable y brutal (sobre todo por parte transalpina), salieron del Berta de Florencia asegurando admirados que «ya habían visto la final del campeonato» porque, en efecto, nadie hizo sufrir tanto a Italia como ESpaña, que le llevó al límite más aún que Checoslovaquia en la final, que fue extraordinaria pero por detrás del Italia vs España.

    La medalla de oro de Schiavio agradeciéndoselo (gracias por salvarnos la vida) es prueba definitiva a su vez tanto la veracidad de la historia como del espíritu agradecido de los jugadores de Italia. No sabemos si en un presumible partido de desempate (de no haberse dejado marcar el 2-1 Planicka ya en la recta final del segundo tiempo de la prórroga) Italia hubiese ganado o no. Todo es posible, pero eso sí que sería entrar en el terreno de la especulación. En el terreno de los hechos, es evidente que Planicka dejó ganar ese Mundial a Italia para que sus jugadores no pasaran por la cuchilla de carnicero de Mussolini.

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