Música

Diez canciones románticas italianas cuyos protagonistas deberían hacérselo mirar

Adriano-Celentano-Claudia-Mori

Otro año más llega el verano y con él las vacaciones, la playa, las medusas, los chiringuitos abarrotados y los italianos marcando paquete. ¡Ah, la bella Italia, tierra de Rafael, Brunelleschi, Leopardi, Sabrina Salerno y el bunga bunga! Pero, por encima de todo, la tierra de la música apasionada y empalagosa que no necesitamos comprender del todo porque, total, el italiano y el español son casi lo mismo y se entiende muy bien que yo lo sé que cuando estuve en Roma me entendía muy bien el tío de las pizzas. Y es que, gracias a la amplia tradición española en el aprendizaje de lenguas extranjeras, nos gusta creer que todos hablamos italiano. No le faltaba razón a Borges cuando afirmó aquello de «Que otros se jacten de las páginas que han escrito. Yo me enorgullezco de haber berreado Volare al amanecer sin saber muy bien qué demonios estaba diciendo». Es muy probable que ustedes conozcan la mayoría de estas canciones. Pero quizás no se hayan dado cuenta de que una atenta lectura de la letra revela que el romanticismo está impregnado de otros sentimientos que precisarían la ayuda de un especialista. La mayoría de ellas han sido cantadas en español por sus mismos intérpretes, pero, y esto es en serio, las traducciones cambian tanto la letra original que parecen canciones distintas. Hoy les ofrecemos un artículo que incluye traducciones más literales y fidedignas de esta pasión enfermiza italiana de la canzone romantica.

Eduardo de Crescenzo: Ancora

Una de las más famosas canciones de amor de los años 80 que fue incluso destrozada versionada por Ana Belén. En el festival de Sanremo de 1981 muchos imaginarían que aquel sujeto parecía más un opositor a notarías admirador de Boney M que un cantante apasionado. Pero llegó, se arrancó y les dejó a todos con la boca abierta. No ganó, es cierto. Pero la canción se convirtió en un éxito absoluto con imágenes tan románticas como «Aunque encontrase un ángel diría que no me hace volar tan alto como ella». Fue tal el éxito que a nadie le pareció mal que, en un alarde de pasión, nuestro notario en ciernes amenazara con ir a casa de la ex «a tirar piedras a la ventana encendida y a liarme a patadas con tu puerta cerrada».

Adriano Celentano: Una carezza in un pugno

Debió llegar un momento en el que Adriano Celentano se cansó de escuchar que parecía un boxeador y decidió escribir una canción sobre sus puños. Pero una canción romántica, atención. Un tema pegadizo en el que, tras algunos tópicos cursis como «estés donde estés, eres mía» o «abrazaré el cojín buscando tu mirada», deja muy claras las normas de la relación: «Pero no quisiera que a las doce y tres de la noche ya estés pensando en otro. Me siento desorientado, perdido; y mi mano, en la que antes brillabas, se convierte en un puño cerrado, ¿sabes?» Qué chico este Adriano, ¿eh? Y eso que ella solo está pensando en otro. A saber en qué se convertiría la mano si ella se hubiera liado con el Orfeón Donostiarra al completo. Con todo, el simpaticote de Celentano (hagan el favor de leer ese simpaticote con ironía) explica que no sucederá nada si ella se porta bien: «Cuando llegue la medianoche, si de verdad me amas, piensa en mí por lo menos media hora; y del puño cerrado nacerá una caricia». Lo bueno de los cantantes italianos es que suelen avisar previamente. Y ya se sabe que el que avisa no es traidor. Machista y violento, sí. Pero traidor no. Todo un alivio. Por cierto, ¿en qué estarían pensando las chicas que hacen los coros? ¿Les pagan bien o es que acaso no saben italiano?

Nek: Laura non c’è

Otro italiano que avisa. Pero en este caso no tenemos una canción violenta, sino cortarrollos. Nek es el seudónimo de Filippo Neviani, aunque el que mejor le podría definir es Bromuro. No porque el chico sea feo, que no lo es; pero no parece de buena educación estar en mitad de la faena e interrumpir continuamente hablando de tu ex. Que sí, que Laura no está, pero pobre chica la que tenga que aguantar el ahora sí que sí ay no espera que a lo mejor está con otro no perdona venga dale me gusta esto oye pero es que Laura me gusta más o no quién sabe mejor date la vuelta zorrita pero qué ojos tan lindos tenía. En la versión española esto se atenuó un tanto, pero en la original él repite insistentemente «Si quieres ahora nos amamos. Si quieres. Pero no es lo mismo entre nosotros. Yo solo no me basto, quédate. Pero es muy extraño que en su lugar estés tú».

Mia Martini: Gli uomini non cambiano

Una lista como esta podría estar integrada exclusivamente por cantantes masculinos, cuya vehemencia amorosa suele rozar la enfermedad tanto en Italia como en el resto del planeta: una hipotética lista de tangos argentinos filoviolentos superaría la veintena de temas. Pero consideramos oportuno romper una lanza a favor de las canciones femeninas con personalidad. Con personalidad esquizoide, para ser más exactos. Y la de Mia Martini entra con fuerza en nuestro ranking al afirmar que «La paciencia de las mujeres comienza a aquella edad en la que nacen en la familia aquellas pequeñas hostilidades, y te pierdes en el cine a soñar que te largas con el primero que aparezca o te diga una mentira». Mucha atención a la generalización, porque la canción no puntualiza que sea la historia de una mujer concreta, sino que a todas las mujeres les sucede eso. Y, por tanto, todos los hombres son unos delincuentes. Todos. Y no en potencia, sino delincuentes de los que delinquen y todo. Al menos eso es lo que parecen decir frases como «Los hombres te matan y se van con los amigos a reírse de ti» o la no menos intensa «Los hombres no cambian, ganan dinero para comprarte y después te venden». Si a esto le añadimos que «Yo de niña también estaba enamorada de mi padre (…) Intenté conquistarle y nunca tuve éxito; luché por cambiarle pero haría falta otro vida más», podríamos diagnosticar un complejo de Edipo-Pigmalión con trastorno paranoide de personalidad.

Verdi: La donna è Mobile

Aquí es donde los puristas dicen que esto es trampa, porque esto no es una canción sino un aria de ópera. Es cierto. Pero como la RAE define canción como «composición en verso, que se canta, o hecha a propósito para que se pueda poner en música», pues continuamos sin darle más vueltas. Perdonen si sobre La donna è mobile nos extendemos más. No es favoritismo, sino que pertenece a una ópera de tres horas y es posible que alguno de los lectores necesite ayuda para situar el aria dentro del contexto de la ópera. Último acto de Rigoletto, de Verdi. El mayor pichabrava de Mantua, el duque de ídem, está a punto de cepillarse a una tal Maddalena. Es necesario destacar que esto sí es un verdadero duque empalmado y que lo demás son simples imitaciones. Y es que, amén de ventilarse todo lo ventilable, en el acto anterior ha raptado a Gilda (hija de Rigoletto, bufón personal del duque) para hacer con ella unas cosas que no se llegan a explicar del todo pero que podemos imaginar porque somos así de intuitivos.

La tal Maddalena es, ojocuidao, la hermana de un sicario contratado por Rigoletto para matar al duque. Y el bufón, que no es que le haya jorobado lo del rapto de su hija sino que ya tenía joroba desde el principio de la ópera, la ha llamado (a la hija, no a la joroba) para que sea testigo de que el duque es un tal y un cual y que mucho amor eterno y mucha leche, pero que luego es de los de carretera y Mantua. Y es que la pobre Gilda, ay, está enamorada del duque desde hace mucho y lo del rapto le ha parecido una nadería tipo cómo son los hombres qué le vamos a hacer si el amor es así laralá. El pichabrava, que no se ha enterado de todo el complot porque está a lo suyo, aprovecha que está solo (o eso cree, porque Rigoletto y Gilda le escuchan desde el otro lado de una tapia convenientemente colocada en escena para no ser vistos) para cantar el aria que nos ocupa: una visión subjetiva sobre las mujeres que lleva el sugerente título de «La mujer es voluble». Una delicia de letra en la que encontramos joyas del tipo «Su rostro amable y encantador, tanto en la risa como en el llanto, es siempre mentiroso» o «Pobre del que confía en ellas». A fin de cuentas, en ese momento piensa que está solo; y en una situación así, las cosas como son, siempre es más elegante cantarse un aria con (casi un) do de pecho final que, digamos, sacarse un moco y pegarlo debajo de la mesa.

Maddalena termina sintiendo que las partes nobles se le hacen bebida refrescante con extracto de cola y convence a su sicario hermano para matar a alguien para que el jorobado crea que es el duque y así este pueda quedar impune como duque que es. Dicho y hecho. Matan al primero que se encuentran, que no casualmente es la propia Gilda: la muy buenitonta ha escuchado la conversación tras la famosa y susodicha tapia, y enamorada aún del duque (que sigue sin enterarse de la misa la media), se presenta en casa del sicario para que la maten y ocupar el puesto de fiambre en lugar de quien ustedes (espero que se hayan enterado) ya saben. Dicho y hecho: Gilda muere para salvar a su amor mientras el duque continúa sus andanzas y, sobre todo, sus correrías.

De entre las mil versiones disponibles no tenemos duda en mostrarles esta de Pavarotti, musicalmente impecable. Actoralmente hablando, ya tal.

Sandro Giacobbe: Il giardino proibito

El amigo Sandro Giaccobe llegó con esta canción al número uno de ventas y aún más arriba en cotas de desfachatez. Con su cara de niño bueno (24 añitos tenía por aquel entonces) se acerca a su novia para decirle «A tu mejor amiga —¿quién lo habría dicho? le brillaba en el fondo de sus ojos una expresión extraña». ¿Y qué puede hacer un joven inexperto ante una mejor amiga con una mirada así? Pues zumbársela, claro. A fin de cuentas, «La vida es así, no la he inventado yo. Si el deseo te mira a los ojos o te coge de la mano después no te das cuenta de haberte pasado de la raya». Por argumentar que no quede. Aunque, ya que le habla a su chica, quizás sería más educado disimular esa sonrisita al recordar, a partir del minuto 0.40, cómo «En aquel jardín prohibido caía el vestido y se levantaba nuestra inconsciencia». Pero que a la novia no se le ocurra quejarse, ¿eh? Que esta canción es, ante todo, una lección de sinceridad de las buenas. «No me digas ahora que este amorío mancha mi transparencia», añade él en un contragolpe pasivo-agresivo excepcional. No dirán que como coartada no es brillante. Porque funcionar, funciona. Y si no lo creen, pasen a la siguiente canción.

Sandro Giacobbe: Gli occhi di tua madre

El mismo título nos lo dice todo: los ojos de tu madre. También podría haberse llamado «Sandrito se lía y la lía, segunda parte», pero debió parecerles que para el festival de Sanremo no encajaba del todo. En el fondo es muy posible que Giacobbe solo quisiera librarse de su novia (a la que no consiguió espantar con su anterior canción), así que ideó un plan maligno para encamarse con todas las mujeres de su entorno: la amiga, la madre, la abuela o quien se cruzara por delante. La otra posibilidad, más factible, es que sea un jeta de mucho cuidao: si en Il giardino proibito ya intentaba justificar lo injustificable, aquí se supera a sí mismo diciendo «La lluvia sigue cayendo y tú sigues sin hablar. Pareces un cisne muriendo, sabes hacerte la víctima». Qué falta de sensibilidad tiene este chico. Y de habilidades sociales, claro. Porque no es que la chica calle para hacerse la víctima, sino que es difícil saber qué decir cuando tu novio te dice: «No es culpa mía que me guste todo lo que se parece a ti. Ahora ya sabes por qué me han enamorado los ojos verdes de tu madre». Es cierto que la canción no dice abiertamente si consumaron o no, pero eso no impide que Sandro Giaccobe haya quedado para toda la vida como el yerno más cariñoso de Italia.

Fiorella Mannoia y Memo Foresi: Ma quale sentimento

Una pareja peculiar que no deja claro el juego que se traen. Quizás hablan de ir a una fiesta haciendo creer a los invitados que están juntos, o quizás ella está dentro de una red de trata de blancas y él la compra como esposa. Quién sabe. Lo único que sabemos es que ella le deja las cosas claras (claras entre ellos, por supuesto) desde el principio: «Sí, de acuerdo, tendrás este cuerpo, pero más de esto no daré; sí, de acuerdo, seré tu mujer pero más de esto no seré». Él, como quien oye llover y le da por rascarse un ojo, le responde «Sí, pero yo sé que con el tiempo nacerá un sentimiento». Y entonces comienza una frenética pelea en la que ella le grita «¿Pero qué sentimiento?» como diciendo «¿Pero es que no me estás escuchando, hostias?». Como parece que él, en efecto, no escucha, ella sigue poniéndole ejemplos de todo aquello que ella nunca sentirá por él. Que si quieres arroz, Catalina: un día nacerá un sentimiento, insiste él. Y tiene razón: el sentimiento nuestro de querer mandarles a hacer terapia de pareja.

Mina Mazzini: Grande, grande, grande

Atención aquí, que vamos a hablar de la más grande cantante de música ligera que ha dado Italia. Así como lo oyen. La crítica internacional siempre ha destacado su técnica perfecta, su elegancia innata y su marcada personalidad. Nada que objetar, señoría. Pero sería necesario añadir que, en ocasiones, a Mina le daba por cantar maravillas tan bipolares como este tema: «Tienes tantos defectos que ni siquiera los conoces (…) Eres el hombre más egoísta y prepotente que he conocido en mi vida. Pero (…) al momento eres grande, grande, grande y ya no consigo acordarme de mis penas». No vayan a creerse que se trata de una denuncia de la violencia doméstica, no: la sonrisa maléfica de Mina deja muy claro que le gusta el rollo peleón, llegando a decir que «Estando en guerra todo el día me siento viva». Por si acaso les queda alguna duda, no se pierdan este gran momento: «Yo veo a mis amigas que están más tranquilas que yo; no tienen que discutir cada cosa como me pasa a mí contigo. Reciben por su cumpleaños regalos y rosas rojas. Dicen siempre , no tienen problemas, y están convencidas que la vida radica en eso. Pero no es verdad, no es verdad: la vida es lo que tú me das a mí». En resumen: una gran canción para escuchar en pareja, una vez apartados los objetos punzantes de la habitación.

Marco Masini: Bella stronza

Llegamos, por fin, al caso clínico más grave de nuestra lista. Traducida en España como «Bella idiota», literalmente sería «Bella cabrona». No está mal, ¿eh? Pues de ahí para arriba: desde el arranque, el narrador culpa a la supuesta cabrona de todo. «Has destruido todos los sueños de la mujer que he traicionado y me has hecho liarme a puñetazos con mi mejor amigo». Tal como lo cuenta, parece que ella le hubiera obligado a ponerle los cuernos a su esposa. Pero seamos justos, que él también reconoce haber cometido errores: «Quizás te he dado demasiado amor», afirma sin pudor alguno. No queda claro si por amor se refiere a pensar que ella es «bella como un ramo de cerezo» o llamarla puta con todas las letras por meter «el culo en el Ferrari de un imbécil arrogante» que «a sus sentimientos pone un precio: el desprecio». Así es Marco: intenso. Y víctima, claro. Una pobre víctima en manos del ser despreciable pero bello «que llamaste a la policía aquella noche y querías que me esposaran solo porque había perdido la paciencia». Sí, amigos. Masini consigue que un eufemismo parezca constituyente de delito: la pasión con que ruge su perder la paciencia nos hace pensar que el subtexto verdadero era «chica, cómo te pones solo porque quise rajarte la cara con un azucarillo previamente empapado en coñac» o algo similar. Bella, cabrona y sin sentido del humor. Lo que hay que aguantar. Normal que lo único que se le ocurra para hacer con semejante pieza sea «arrancarte esa ropa de puta y tenerte abierta de piernas toda la noche». Natural. Y romántico, eh. Que el chico también tiene su corazoncito. Un corazoncito algo psicópata, sí, porque inmediatamente después de decirle lo anterior añade «pero de nuestro amor tan tierno y limpio solo quedaría un larguísimo minuto de violencia. Así que me despido, bella cabrona». Y se da la vuelta y se marcha. No queda claro si cierra la puerta o si quema la casa con ella dentro, pero el caso es que él se marcha como el perfecto caballero que es. Con dos cojones, un palito y un brote psicótico más grande que el Coliseo.

Bonus Track

Marcella Bella: Violentami

Canciones de mujeres que disfrutan siendo pegadas hay unas cuantas. Sí, es algo raro. Qué le vamos a hacer. También es rara la autonepiofilia y ahí está. El caso es que Marcella Bella coquetea entre el soft sado («Por favor, recuerda que no soy un hombre») y la ironía, como una Catwoman de tercera división. «Pégame, pégame, pégame, pégame, ¡miau! O si no déjame, piérdete, márchate rápido, ¡chao!» es un estribillo que merecería por sí mismo un artículo entero. Pero no se preocupen, que no tenemos la más mínima intención de llevar a cabo esa amenaza.

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20 Comentarios

  1. ¿Y Tony Pagoda? Imperdonable. El mejor cantante napolitano de todos los tiempos y ni una simple mención.

    • Miquel Àngel

      Qué pesados podéis llegar a ser.

      • Tony Pagoda es un personaje literario y mi comentario es una coña amistosa al artículo. A ver si antes de hablar te informas un poco.

        Que responder a tanto ignorante también se hace pesado.

  2. Pingback: Diez canciones románticas italianas cuyos protagonistas deberían hacérselo mirar

  3. jose ortiz

    Genial artículo. Muy divertido e irónico. Ha habido momentos de pura carcajada.

  4. Muy buen artículo. Habría añadido una canción que escuché por primera vez cuando estaba estudiando italiano en la EOI y que al traducirla me dejó directamente sin palabras: «Teorema» de Marco Ferradini. http://www.youtube.com/watch?v=qppT_yFJB_A

    Básicamente la letra dice que si tratas bien a una mujer está te dejará, pero si la tratas mal y le haces sentir que es poco importante te amará.

  5. Interesante selección que amenizará alguna tarde tanto de legos como instruidos en la escena musical italiana.

    Respecto a la prosa utilizada en el artículo (acertadamente descacharrante) solo me queda la duda de si el autor hubiera querido rematar el mismo con cierta fórmula que, por tono, se me hace ya insoslayable. Bueno un beso.

  6. Solo digo una cosa: requeson… digo regueton.

    • Ya, pero el reguetón lo ves venir de lejos. A saber la de mujeres hispánicas que se han emocionado con estas canciones pensando que sólo decían cosas bonitas y empalagosas…

  7. La primera nomas ya me dejó K.O. Ese Giacobbe – jejejeje – era todo un caso. Pero Masini ese sí que es electricidad pura.

  8. Il ragazzo Sandro Giaccobe è molto pericoloso… ¡Una de bromuro para el caballero!…

  9. Pimpinela

    a ver si alguna femina, proclibe a los desamorios, se entera una mijilla de lo que va la cosa….. :D. Me he reido coincido tanto en algunos comentarios, merci vraiment, merci

    • Pimpinela

      perdón corrijan uds, no lo hice antes de mandar, proclive, porfaplis ;),— esto que -V /B, estén juntas a veces te hace malas pasadas :D

  10. Pingback: Diez canciones románticas italianas cuyos protagonistas deberían hacérselo mirar

  11. Si tradujésemos canciones en inglés que fueron muy exitosas mundialmente, también nos encontraríamos con frases muy extrañas para nuestro idioma.
    Buen artículo, felicitaciones.

  12. Ésta es genial. Utilizada en «Rocky Horror Picture Show» y cantada por Susan Sarandon:

    http://www.youtube.com/watch?v=pPnldKikO0k

  13. Sé que no la habéis dejado de la lista a propósito :*

    http://www.youtube.com/watch?v=SEN_-q2fGZI

  14. Sandro ya te vale

    Nunca he entendido como Sandro Giacobbe no ha sido juzgado y condenado por esta canción. Se me inflama el hígado cada vez que la escucho. La parte de «mi mente lloraba tu ausencia» y «mi alma volaba a tu lado» me parece el colmo de la poca vergüenza. Gran artículo.

  15. Bella stronza es bella mierda!! Cabrona es cornuta en italiano!

  16. VonLettow

    Naturalmente, faltan un montón: Fabrizio de Andrè, Paolo Conte, Lucio Battisti, Patti Pravo… Pero, no obstante, el artículo es notable. Gracias!

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