La noticia es la siguiente: en la pasada temporada, el Rayo Vallecano ha sido el tercer equipo de Europa en posesión de balón con un 58,13% de media. Solo por detrás del FC Barcelona, 69,13%, campeón de España, y el Bayern de Munich, 63,62%, campeón de Europa. También ha sido el segundo equipo de Primera División que más ha tirado a puerta, 567, junto con el Valencia. El primero ha sido el Real Madrid con 709. En la tabla han quedado octavos con 55 goles a favor y 66 en contra, la mejor clasificación de toda su historia. Todo esto con el presupuesto más bajo de su categoría, 7,5 millones de euros. El siguiente, el del Granada, ya es de 22. Por arriba, el Madrid tiene 517, el Barcelona 470 y el Atlético 130.
Paco Jémez, que ya ofició milagros con presupuestos low cost cuando estuvo en el Córdoba, ha desafiado la lógica elemental del fútbol, eso de que un equipo pobre y pequeño tenga que encerrarse atrás para soñar con rascar algo. Él lo ha logrado jugando como le gusta a uno de sus mejores amigos en este deporte, Pep Guardiola. Su gesta ha pasado relativamente inadvertida en un panorama mediático obsesionado con el Madrid y el Barcelona, pero eso no es óbice para que queramos saber qué hay dentro de su coco.
Nos cita en Vallecas, a cinco minutos del estadio. Acaba de dirigir uno de los primeros entrenamientos del verano. Vamos al restaurante de su amigo Antonio Cosmen, la Cruz Blanca, donde está acreditado con diversos premios que se come uno de los mejores cocidos de la ciudad. Nos zampamos uno con 40º de temperatura en la calle, «con dos cojones», dice Paco. Le acompañan Jesús Muñoz «Chuti», su segundo entrenador y antiguo compañero en el Real Zaragoza, y Alfonso, un amigo del míster, vallecano, ex interior derecho del Congosto y erudito del balompié. Aprovechamos el encuentro no solo para averiguar la forma de pensar de Paco Jémez. También, con su trayectoria de diez años en primera división, internacional con participación en una Eurocopa, intentamos retratar el fútbol de una época, los 90, cuando este deporte experimentó una gran transformación. Pero no queremos filosofar, con echarnos unas risas va que chuta, que hace mucho calor.
Paco, ¿te sientes identificado con el pueblo de Vallecas?
Cuando estaba en el Real Murcia, año 90, no había oído hablar del barrio en mi vida. Luego me fichó el Rayo y tenía situado al equipo porque lo entrenaba Camacho. Pero sí, me gusta Vallecas. Date cuenta de que cuando las cosas van mal económicamente en un país, donde peor van es en los sitios desfavorecidos porque se nota más el desempleo. Si nosotros podemos ayudar a dar una alegría a la gente con el fútbol, pues mira. Por cierto, antes de irme de vacaciones fui a la cárcel de Aranjuez a dar una charla y asistieron unos 100 presos. Hablé de fútbol, de cómo entrenamos, y al final pregunté: «¿Quiénes de aquí son de Vallecas?». Y de repente un clamor, levantaron la mano la mayoría (risas). Creo que se debería usar más a los equipos de fútbol para temas solidarios. Como reclamo de estas causas. Jugar más partidos en zonas difíciles, ser más participativos. Si se va una vez al año al hospital, podríamos ir 15 veces. La Real Sociedad este año celebró la cena de final de temporada en un hogar de acogida. Creo que para estas cosas el fútbol se utiliza bastante poco.
Vienes de una familia humilde, tu padre era cantaor.
Mi padre siempre se ha ganado la vida como cantaor flamenco, era de Écija, como mi madre, de hecho el nombre artístico de mi padre era Lucas de Écija. Mi hermana es de Málaga y yo soy de Las Palmas criado en Córdoba. Ya ves, vaya familia. Nací en Las Palmas porque ficharon a mis padres para trabajar en un hotel, pero estuve solo durante un año o un año y medio. En realidad me críe en Córdoba. Como digo, mi padre era cantaor profesional, pero no de los que existen ahora, que los tiempos han cambiado. Antes la vida del cantaor flamenco era muy complicada, muy perra. No había conciertos ni festivales, si un cantaor llegaba a grabar un disco era la leche. Mi padre sacó dos, pero la vida se la ganaba en un barrio muy conocido de Córdoba. Cuando existían los famosos señoritos, los que tenían fincas y dinero, lo que hacían por la noche era ir a un bar donde se reunían los cantaores y decían: «fulano, tráete a un guitarrista y dos bailaoras». Entraban todos en el bar a las diez de la noche y salían cuando el señorito tumbaba, a las tres o cuatro de la tarde del día siguiente. Esto conllevaba que el cantaor tenía que beber, tenía que fumar, alternar, y en ese aspecto mi padre tuvo una vida muy perra. Yo le he visto hacer cosas que de otra manera él no hubiera hecho, como coger borracheras como camiones. Y no porque le gustase beber, fuera del trabajo no pedía una sola copa, pero si no bebías con el señorito, te preguntaba si es que acaso no estabas a gusto, te echaba fuera y traía a otro. Se tenía que emborrachar con ellos, reírles las gracias y cantar. Llegaba a casa arrastrado. Eso sí, llegaba borracho pero con ocho o diez mil pesetas en el bolsillo que lo primero que hacía era dárselas a mi madre para que fuese a comprar. Eso no se me olvidará en mi vida. Después, con el paso de los años, me he dado cuenta de que llevaba esa clase de vida porque no le quedaban más cojones, entonces no lo comprendía. Y mi madre aguantó lo que no está en los escritos. Se sacrificó mucho por nosotros. Le tengo mucho cariño y admiración por eso. Estoy yo más orgulloso de él que lo que pueda estarlo él de mí. Porque lo que yo he hecho por ellos comparado con lo que han hecho ellos por mí no tiene nada que ver.
Mi padre ha cantado muy bien, ahora tiene ochenta y tantos años. Ha dominado casi todos los palos de cante y ha estudiado a los demás cantaores, eso concretamente le gustaba muchísimo. A la generación de todos los cantaores que ahora han llegado lejos los recuerdo en mi casa, en el salón, ellos ensayando. Recuerdo haber visto mucho a Vicente Amigo, al Pele, mi padre también conocía a Paco de Lucía. Pero en ese mundillo se conocen todos, en mi casa era raro el día en que no venía alguien, se ponían a ensayar, comían allí y luego se iban a las tantas, pero al final lo que estaban haciendo era su trabajo.
No sé cómo a mí, con esta familia, me picó el gusanillo del balón. Lo cierto es que antes solo había eso, fútbol. Ahora hay tantos deportes que volvemos locos a los niños. Cuando quería jugar a algo solo había un balón, y todo el mundo tenía su balón. En esa época, la generación del 70, hemos salido muchos jugadores y buenos, porque todos jugábamos a lo mismo de niños. Cuando salía a la calle siempre encontraba un balón rodando.
Por otro lado, mis padres me dijeron que si quería jugar a fútbol antes tenía que estudiar. Por eso he sido muy buen estudiante. Acabé FP, hice COU para sacar la selectividad y me matriculé en Ingeniería Técnica. Hice el primer año. Estaba en Córdoba, podía compaginar los estudios con el fútbol, pero el segundo año ya no pude asistir a clase y estaba en una carrera que si no vas, estás muerto. Siempre me ha gustado estudiar, la verdad.
Como futbolista, te pateaste todas las categorías. Tercera, Segunda B, Segunda…
Antes había menos equipos. Por este hecho, había mucho más nivel. Los equipos de Segunda B de antes eran equipos de Segunda de ahora buenos, buenos, buenos. Estuve en Córdoba dos años antes de salir al Real Murcia y había un presupuesto y gente importante, venían jugadores y plantillas espectaculares. Esas plantillas no las hay ya en Segunda B, y lo mismo en Tercera. De hecho, antes en Tercera y Segunda B te podías dedicar solo al fútbol. En Segunda B se ganaba buen dinero. Ahora el futbolista de esas categorías o tiene otro trabajo o no tiene sentido ninguno que se dedique al fútbol. En ese aspecto creo que el nivel ha bajado. Quizá lo único bueno es que, actualmente, al haber más equipos sí hay más posibilidades de jugar. Pero estamos en un momento jodido, se está ganando menos dinero que nunca. En Segunda y en Primera también están bajando los contratos. Yo recuerdo de Segunda B, en la 89-90, a jugadores cobrando 30 millones de pesetas al año. Eso no es que sea dinero, es que era una barbaridad. Hay muchos ahora de Primera que no ganan el equivalente a lo que era eso ni de coña.
En tu temporada de debut en Primera jugaste todos los partidos.
Solo lo logramos Voro y yo, que casualmente luego fuimos al Deportivo. Al final de la temporada nos tocó ir a Barcelona. Íbamos perdiendo 4-1 y en los últimos minutos me noté algo raro en una pierna. Me vio Camacho estirar y me preguntó qué tal estaba. Teníamos todavía un partido complicado contra el Albacete por la permanencia. Recuerdo que puso uno a calentar y, en cuanto lo vi, me eché una carrera bestial con Stoichkov, de treinta y tantos metros, y no me cambiaron pensando que estaba bien. Luego se enfadó. Me echó en cara que me había equivocado, que el partido que nos interesaba era el de la semana siguiente, pero yo iba a lo mío, a mis números. Ahora esa visión de equipo, de conjunto, la tengo como entrenador y me doy cuenta de lo egoístas que son los jugadores a veces.
Háblanos de aquel Rayo. Estaban… Pizo Gómez.
Llegó en enero. Muy cachondo, muy buen tío, muy echado para delante. Muy navarro. Hizo una temporada muy buena.
¿Comentaba algo sobre los incidentes que tuvo con Míchel y Gordillo, que se reían de cómo jugaba y le decían que su mujer estaba con Ruggeri?
Sí, lo comentaba mucho, pero conociendo a Gordillo y a Míchel que son dos cachondos mentales, no hay que darle más importancia de la que realmente tiene. El problema fue que aquello trascendió, fue una tomadura de pelo…
Él lloró.
Pero porque trascendió. Pizo era un tío muy válido, muy inteligente, y en la polémica quedó como que se cachondearon de él. Todo aquello no tenía que haber ocurrido, vale, pero tampoco se hizo con esa mala leche como se vendió. Conociendo a Gordillo y a Míchel que se ríen hasta de su propia sombra, no creo que le quisieran menospreciar, solo gastar una broma. Se le dio un bombo de la leche.
Un histórico de aquel Rayo: Anton Polster.
Anton cuando llegó me sorprendió mucho. Cuando vino del Sevilla se fue a vivir cerca de mi casa, en Las Rozas, y tuvimos mucha relación porque cada día bajábamos a entrenar en el coche de uno, nos turnábamos. Era un tío especialmente cercano con la gente joven, se preocupaba muchísimo de nosotros. El cabrón se fumaba dos paquetes de tabaco al día. Cuando vino estaba tan fuera de forma que Camacho le puso a entrenar un mes a él solo con Jesús Paredes. Vino muy gordo porque en el Sevilla no habían contado con él ese año, le tuvieron apartado. Eso sí, después del plan que le puso Camacho, cuando se encontró bien, no veas qué futbolista. Era fuerte, grande, lo veías y decías «madre mía de mi vida».
Yo le llevaba a entrenar con mi Super 5 turbo, que Anton casi no cabía, tenía que echar el asiento a tope hacia atrás. Un día se compró un Mercedes rojo. Se lo trajo de Alemania, con todo automático, unas llantas que tenía…. Cuando vi esa cosa tan bonita me quedé… olí todo, lo toqué todo y me dijo: «¿Te gusta, eh? No te preocupes que algún día tendrás uno como este». Se me pusieron los pelos de punta. Se me quedó clavado. Pero bueno, ahora llevo un Smart (risas) ¡pero es chulísimo!
[Anton Polster llegó al Rayo procedente del Logroñés. NdR]
Tal vez el más recordado de aquella plantilla sea Wilfred, por carismático.
Qué buen tipo. Hablaba medio en nigeriano, medio en español, pero era un tío muy salao. Se apuntaba a todo, a todas las cenas, siempre estaba con nosotros. Y era duro. Le hemos visto darse hostias con los palos… las espinillas las tenía… Le decías ¡ponte espinilleras por dios! Era duro como un peñasco, no he visto nunca a nadie más duro que él. También le gustaba mucho el vino. Cuando le empezaba a echar el camarero en la copa él se quedaba fijamente mirando y no decía que parase hasta que estaba a rebosar, pero que se salía el vino, entonces decía algo, una palabra en nigeriano (risas) y ya estaba. Y aunque tenía muy buen talante, cuando se enfadaba, cuidado, que era un armario de dos metros. No sé cuántos hijos tenía. Sus mujeres siempre llevaban esos vestidos africanos característicos, con muchos colores. La verdad es que me gustaría volver a verlo. Era un porterazo Wilfred ¿eh? Piensa que cuando le traen también habían fichado a Toni, que venía de ganar el oro de titular en la Olimpiada de Barcelona, y Wilfred lo sentó en el banquillo.
Ese año marcaste a Futre, dijo la prensa que lo «secaste».
Era el último año de Futre en España. No he visto una cosa más rápida que él en mi vida. Aparte de que era listo como él solo. Les ganamos. Recuerdo que Juanma López me dio la enhorabuena por aquel partido.
Contra el Sevilla: «Paco no dejó a Maradona ni a sol ni a sombra».
De aquel partido me acuerdo del calentamiento de Maradona. La gente le tiraba pelotas de papel albal, de tenis, él les daba toques y ese era su calentamiento. Recuerdo que iba con los cordones por fuera, las medias caídas y estaba gordito. Pero le tiraban las pelotas, naranjas o peras, él daba sus cuarenta y pico toques y las devolvía. No me acuerdo del partido, solo de eso. Estaban Suker y él arriba, pero me he quedado con ese detalle. Me decía Camacho: «¡Paco, calienta ya! Y yo: «Pero gachó, ¿has visto eso?». Tengo una foto puesta en mi casa en la que estoy marcándole. Haber marcado a Maradona aunque haya sido al final de su época, pues oye, está bien.
Al Madrid le ganasteis. Era una Quinta del Buitre crepuscular.
Les ganamos en la ida, en Vallecas. Yo marqué a Butragueño, que era el típico jugador que nunca sabías cuándo aparecía. No estaba los 90 minutos, pero como se plantara en el área dos veces acababa contigo. Había que tener mucho cuidado y mucha tensión con él.
En aquel entonces el Bernabéu se quejaba de que jugaba andando y parece que, al menos se escribió en los medios, se hizo con él un trabajo físico deficiente.
Él, aparte de su talento, de cintura para abajo era fortísimo. Eso que decían de que era un mindundi, los cojones. Necesitaba medio metro para desequilibrarte y hacerte gol. Marcarle requería sobre todo atención. Marcar a Zamorano era más físico, pero con Butragueño era mucho más cansino porque no podías despistarte ni un minuto.
[Jesús y Alfonso discuten sobre el jugador, interviene Alfonso] A Butragueño lo que le pasa es que empieza muy tarde, con 15 o 16 años. El padre le ponía por delante los estudios, como a Pedro Riesco. Ese trabajo de alevines, benjamines y demás, donde se va adquiriendo el nivel físico, no lo tenía. No tenía el trabajo de base.
[Sigue Paco] Luego en el Bernabéu empatamos a uno. Le hice a Iván Zamorano un marcaje al hombre de los mejores que he hecho en mi vida. De estos de no dejar en paz al tío, de perseguirlo, y bueno, con Iván, de ser un pesao con un tío que también era un pesao, se revolvía siempre. El caso es que hice un partidazo. Habían venido mis padres, mi familia, y al terminar fuimos a cenar. Estábamos más contentos que la leche y después nos fuimos a la mítica Joy Eslava, donde acababan todos los futbolistas. Estábamos allí y en un momento, me fijo y veo que en mitad de la pista está Iván Zamorano. Iba con una camisa, digamos, discretita (risas). Me acercó allí y le digo «¡Iván!» se gira y responde: «¡Hostia! ¡Aquí también, cojones! ¡¿Aquí también me vas a estar tocando los huevos!? (risas). Luego me dio un abrazo, era muy buen tío.
También jugaba en ese Madrid el pobre Prosinecki, que es una pena, porque era un jugador muy bueno y pilló esa mala racha con las lesiones. No se me olvidan los costurones que tenía en la pierna. En aquella época te podían operar por una lesión de rodilla, pero era raro que te lo hicieran por una lesión muscular. Qué cicatrices tenía, pero era de los que, con el balón en los pies, la llevaba cosida. Tenía además mucha personalidad. En el Estrella Roja que fue campeón de Europa era el que mandaba.
Con el Barça del Dream Team, en Vallecas empatasteis a tres. Camacho os puso una multa por dejaros remontar.
Íbamos ganando 3-1 y nos costó una pasta, sí, que nos empataran. Marcó Polster los tres goles y fue la risa. Aquel día habíamos ido al campo cada uno en su coche y, cuando le vi llegar, Polster, que no cabía por las puertas, que era un armario, venía con un abrigo rojo que no veas. Era… ¿tú te acuerdas la ropa que llevaban los de Locomía? Pues era un abrigo con unas hombreras así de grandes y largo hasta los tobillos, que le rozaba en el suelo, y por detrás tenía una raja que lo abría hasta el culo. Dios. Joder, dolía verlo. Nada más encontrarnos con él, Vijsnic, que era un tipo calladito pero muy buena gente, y yo empezamos: ¡Qué haces, pero qué llevas puesto! Con la planta que tenía, que era espectacular, con ese abrigo encima parecía el doble de lo que ya era. Y cuando lo vieron los del Barça entrar con el abrigo se quedaron también… Y nosotros riéndonos, descojonándonos de él: ¡Qué elegante vas, macho, joder qué estilazo! Claro que luego por la noche metió él los tres goles y en el vestuario todo el equipo le terminó diciendo: «Anton ¡todos los días con el abrigo, eh! No lo pierdas».
Pero nos habían remontado. 50.000 pelas de multa a cada uno nos puso Camacho por dejarnos empatar en el último minuto. Yo tuve algo que ver. Robamos un balón, me lo dieron en banda contraria, hice lo que buenamente pude y la perdí. Volví corriendo, pero en la contra nos hicieron gol. Multa.
Otro marcaje: Lubo Penev.
Otro armario, otro percherón que no veas. Fue mi debut en Primera División. De los mejores delanteros que he visto en un campo. Tenía yo 19 o 20 años y aquel día la sangre se me salía por los ojos, no veía si era Penev o qué era lo que tenía delante, yo metía. Anda y que no di yo hostias aquel día. Al acabar el partido me dijo Camacho: «¡Espectacular, espectacular!» Y yo: «pero si no he tocado el balón» —«¡Espectacular!». Penev incluso cuando llegó al Compostela mucho tiempo después metía el culo que no había forma de meterle mano. Muy, muy bueno; muy buen jugador.
Paquete Higuera.
Todo el mundo habla de él en Zaragoza, le recuerdan como a un jugador espectacular. Lo veías y físicamente no era gran cosa, tampoco era rápido, pero era muy vivo, muy listo. Hay muy buenos recuerdos en Zaragoza de todos aquellos, lógicamente porque ganaron la Recopa, de Paquete, Belsué, Nayim o Pardeza.
[Alfonso] Pardeza al principio era el bueno de la Quinta, era el que sonaba en todas las conversaciones: el Madrid tiene a un chaval que se llama Pardeza que…
[Paco] Sí, eso me lo ha contado Martín Vázquez, que Pardeza era el bueno de la Quinta. El que tenía más proyección y luego, sin embargo, el tiempo puso a cada uno en su sitio y él se tuvo que ir, pero fue el cabeza visible de esa generación muchos años.
Los rumanos Gavril Balint y Marius Lacatus.
A Balint no sé si lo llegué a marcar, pero Lacatus… menudo pájaro. Más malo que el veneno. De los futbolistas más peligrosos que me he encontrado en un campo. Él fue el que se cargó a Camacho en un partido de selecciones, le dio un viaje, le jodió la rodilla y lo tuvieron que operar. Y no lo digo solo yo, fuimos a un partido a Oviedo y, unas horas antes, estábamos charlando los jugadores de los dos equipos en el centro del campo. Yo tenía amistad con Carlos, un tío muy bueno, que luego se fue a México, y me dijo: «Paco, ten cuidado con el rumano que es más hijo de puta que la madre que lo parió». Fíjate, su compañero me lo dijo cuando se enteró de que yo lo iba a marcar. Iba fuerte, pero con mala leche, te metía para hacer daño. Había que tener un cuidado con él. Era muy peligroso.
Antes de ser tu compañero: Bebeto.
A Bebeto le hice en casa uno de los mejores marcajes que he hecho en mi vida, pero me despisté en el minuto 89 y marcó el empate. Le hice un marcaje espectacular y con un segundo que me despisté, un balón cayó rebotado al área y gol. Ser defensa es así, puedes hacer un partido cojonudo que con un despiste lo echas por la borda. Se me quedó grabado ese fallo. En la vuelta en Coruña, que fue el último partido de la temporada, tenían en una fiesta montada de la hostia porque se habían clasificado para UEFA. Nosotros íbamos que no nos jugábamos nada, pero yo traía un rebote de la ida que no veas y dije: «de fiesta, nada». Salimos, creo que empatamos, y me pasé todo el partido encima de él. Me decía: «tranquilo, que no nos jugamos nada, que estamos de fiesta». Yo no entendía ni de fiesta ni de hostias. Pues a las dos semanas o tres me firma el Dépor y no se me olvidará en la vida el primer entrenamiento con ellos cuando llego y me dice Bebeto: «nunca me he alegrado tanto de que fichen a un central». Le dije: «luego me tendrás que aguantar en los entrenamientos». «Ya te pondré en el otro equipo, no te preocupes», me contestó riéndose. Nunca he visto a nadie definir como él. Se quedaba solo y echaba el balón al palo que no se iba fuera ni aunque lo empujaras con toda tu alma.
Fichaste por el Dépor sin que te quisiera Arsenio.
Es que ya tenía a Voro, Djukic y Serna. Ir al Dépor fue una apuesta fuerte por mi parte. Camacho se iba al Español y quería que me fuese con él, pero yo no estaba por irme a Segunda aunque me pagara Lara mucho más que en el Deportivo. Jugar en Galicia era seguir en Primera y debutar en Europa. Dani Castillo, que quería que me fuese al Español, llamó a Arsenio delante de mí y puso el manos libres. Le preguntó a Arsenio y, efectivamente, dijo delante de mí que no me quería, que yo era bueno pero que no necesitaba a otro central más. Aun así me fui al Dépor. Me convenció Daniel Muñoz, me dijo que era joven y que tendría tiempo de firmar mejores contratos después. Arsenio el primer año no me dio bola, siete partidos o por ahí jugué, y el segundo año igual. Fueron muy jodidos para mí, que no estaba acostumbrado a no jugar, pero aprendí mucho porque los compañeros tenían mucha calidad. Hasta que no llegó Toshack no empecé a jugar todo. Pero sabía dónde me metía, no me engaña nadie, confiaba en mí.
El Superdepor sabía muy bien lo que hacía cuando fichaba esos primeros años.
A la gente de allí no se le olvida ese equipo. Luego ganaron títulos importantes, pero la que les quedó grabada fue esa etapa. Con tíos como Makaay fue algo más esperado y lo otro fue una sorpresa. Date cuenta de que cuando Bebeto llega a Coruña no lo conocía ni el Tato. Mauro Silva estaba por explotar. A los dos se los conoce mundialmente después del año que hicieron en Coruña. Y el resto eran todos gente que no querían en otros equipos. Aldana, rebotado del Madrid. Nando, del Valencia. Rekarte, del Barça. A Claudio no lo conocía ni dios y se marcó una temporada tan de la leche que luego fue internacional. A Fran tampoco lo conocía ni dios, ni a Mariano. Luego llegamos Riesco y yo, Elduayen, Voro, Alfredo Santaelena, Manjarín. Gente con mucho futuro, joven, porque no podían fichar nada más allá, que no había dinero. Y siguieron con la dinámica, luego llegaron Martín Vázquez, Beguiristain. Su filosofía era coger un poco de aquí, un descartado, otro lesionado, y así compitieron una liga hasta el último minuto del último partido.
El penalti.
Djukic y yo éramos vecinos, vivíamos a 200 metros de Riazor, y lo pasó fatal. Pero la gente se portó muy bien con él. Cuando acabó el partido y nos íbamos los dos juntos para casa había tal cantidad de gente rodeando el estadio que no se podía ni andar. Había una marea humana en aquella avenida increíble. La gente le fue agarrando y lo perdí, despareció.
¿Tu versión de lo que pasó aquella tarde?
Si ganábamos éramos campeones. Al equipo lo vi tranquilo, no tuvimos nervios aquel día. Como sabes, creamos ocasiones y no marcamos, de modo que al final nos lo tuvimos que jugar todo en un penalti, no creo que sea algo que haya pasado mucho en la historia del fútbol, pero desgraciadamente nos pasó a nosotros. Se dieron tantas circunstancias para que ocurriera la desgracia. Mira, Bebeto venía de pasarse el año sin tirar penaltis porque había fallado en la anterior un par y dijo que no volvía a tirar. Donato era el encargado de hacerlo, no había fallado ninguno ese año. Era muy bueno. El partido se atravesó, no marcamos, el Valencia estaba encerrado. Y la clave fue que faltando ocho o diez minutos, Arsenio cambió a Donato. No sé quién salió. Pues nada, mira tú por dónde, faltando un minuto, meten por banda un balón, Nando medio de verdad medio que se tira, y penalti. Empezamos todos a mirarnos y, coño, no está Donato… ¿Quién tira? Fíjate que era un tío que los metía todos, todos, todos. No había dudas, era penalti, Donato y gol. Aunque yo, particularmente, pienso que si yo hubiera sido Bebeto en ese momento habría cogido el balón, lo habría tirado y si lo fallo, lo fallo. Pero Donato los tiraba tan bien que los demás ni siquiera los ensayábamos. Djuckic cuando vio que nadie tomaba la responsabilidad, cogió y lo tiró. Y ahí está la historia. Se quedo muy jodido. Por más que pasen los años siempre se recuerda. Es muy raro que se pueda dar otra vez un caso así. Menos mal que luego el Deportivo pudo ganar una liga.
Bebeto se mareó en el vestuario.
Me mareé hasta yo. Tener la liga tan cerca y que se te vaya así, de pronto. Imagina qué caras en el vestuario. Teníamos la fiesta preparada ya y todo, de hecho, fuimos a cenar a ese sitio. Se te caía el mundo encima. En aquel momento no tenías ganas de nada y estaban todos tus familiares, con todo preparado. Djukic no quería ir. Tuvimos que ir a buscarle a casa y sacarle de ahí a rastras. Aquello era un lagrimal. Lloraban las mujeres, hacían llorar al padre, los niños cuando veían llorar a los mayores también lloraban. Yo cogí una borrachera más gorda que nunca. Fíjate que había una banda de música, nos subimos, les quitamos los instrumentos y nos pusimos a tocar nosotros. Era un desasosiego tan grande el que tenías dentro que nos tuvimos que animar unos a otros de cualquier forma. Y al final, con todo perdido, sin nada que hacer, intentamos pasar la noche de la forma más agradable, pero en fin.
El Barça se lo pasó pipa esos tres años.
Se habla mucho del penalti, pero perdimos la liga antes. El Barça en la segunda vuelta, y antes valían dos puntos las victorias, de 38 puntos creo que hace 36. Y nosotros fuimos a Logroño, que si hubiéramos ganado nos habría valido el empate en la última jornada, y solo empatamos. Con el Rayo en casa empatamos también, que hizo Wilfred un partido espectacular. Fueron esos puntos los que nos dejaron fuera.
[Paco se debe referir al empate en el campo del Lleida, jornada 35. El 0-0 en casa con el Rayo fue la jornada 36. NdR]
Más marcajes: Juanele.
Fue también compañero mío en el Zaragoza. No he visto tanto talento en un jugador, de verdad. Escuchimizado como estaba, qué fiera era para pegarle. Lo veías y pesaba 40 kilos, no tenía cuádriceps, pero luego con el balón te llevaba por donde él quería y salía por donde le daba la gana. Era increíble. Le he tenido en contra y como compañero y era un superclase. Hizo unos años espectaculares. Nunca se arrepintió de ir a Tenerife en lugar de al Barça. Allí lo tienen como un dios.
Su carrera como internacional se fue al traste por una borrachera en el Mundial de E. UU.
No fue una borrachera. Venía de fiesta y él iba sin camiseta. Así los pilló Clemente y a partir de ahí no lo volvió a llevar más.
Al Dépor llegó Kostadinov, nos dijo Stoichkov que era muy tímido, que no hablaba nunca.
Sí que era muy introvertido. En los entrenamientos se veía que tenía mucha clase, que era superior. Lo gracioso es que llegó y se compró un M5 azul. De un azul muy azul, con la tapicería en blanco, en blanco muy blanco. Y luego lo tuvo allí para venderlo… (risas). Aprendió a hablar español rapidísimo también. Los del Este para esto son… se adaptan muy rápido.
Y Julito Salinas.
Julio es… hay que conocerlo. Es distinto. Era un escándalo por los goles que metía y por los que fallaba. Metía lo más complicado y difícil y fallaba lo más fácil. Pero metía goles fuera donde fuera. Los metió en Bilbao, en el Atlético, en Barcelona, con nosotros, luego en el Sporting, en Japón, en Vitoria…. Le he visto marcar goles espectaculares, con la espinilla, que si pega en un defensa, sube por encima del portero y es gol, pero coño, es gol y gol, y gol y ponte a sumar. También jugaba muy bien de espaldas. Igual es que entró en el Dream Team y su juego no era muy vistoso para los compañeros que tenía. Con nosotros no era titular, pero siempre que salía raro era que no la enchufara. Y como persona es para conocerlo. Es una puta calculadora. Lleva la cabeza llena de números, pero a todas partes. Llegaba a un campo y empezaba: «siete por ocho cincuenta y tantos, tal, aquí caben unas treinta y dos mil cincuenta y dos personas». Y lo clavaba (risas). Luego también era coqueto. Recuerdo, yo que por aquel entonces tenía pelo, no me echaba ni cremas ni nada. Y él llegó el primer día al vestuario y se echó una cremita en los dedos y empezó a frotarse despacito los pómulos delante del espejo. Le dije: «menuda mariconada, Julio». Y él: «Yo ya tengo una edad, Paco, me tengo que cuidar que me van saliendo arrugas» (risas). Y, bueno, también, no me he reído más en mi vida, le vi sacar un peine eléctrico que te lo acercabas a la cabeza y daba una estimulación electromagnética, vamos, que salían rayos del peine. Tenías que verlo con el peine echándole rayos en la cabeza. Pero oye, ahora mira, yo estoy calvo y él no (risas). Siempre iba impoluto.
Jugáis contra el Borussia de Chapuisat, Andreas Möller, Riedle y Mattias Sammer…
Qué bonito fue aquel partido, menudo equipazo el Borussia. Nos levantaron la eliminatoria al final. Fuimos a la prórroga. Lo mejor era cómo estaba el campo, era espectacular. Lo llamaban el muro amarillo y era verdad. Si había 50.000 personas, la sensación era que 49.999 llevaban la camiseta amarilla. Recuerdo que entré al campo corriendo y apareció por ahí Chapuisat con el balón. Me dije, pues ya como voy, voy con todo, sin freno, toma (risas) y acabamos los dos tirados fuera del campo detrás de la valla del viaje que le di.
Ganáis la Copa del Rey en el Bernabéu.
Fue nuestra primera Copa del Rey. Cayeron unos granizos como pelotas de tenis. Cayó uno en el banquillo y pensábamos que habían tirado algo de la grada. Cayó otra y luego, pom, pom, pom, eran como puños. Tuvimos que salir corriendo con las manos en la cabeza porque daba la impresión de que si te caía una te mataba, con el túnel de vestuarios entrando agua como en un río. Luego jugamos unos días después, Alfredo Santaelena marcó en ese ratito y bien, primer título. La gente se olvidó de lo de Djukic. El aeropuerto de Coruña estaba a reventar. Por la calle, un trayecto de cinco minutos lo hicimos en tres horas. La Plaza de María Pita estaba a reventar, pero a reventar. En una celebración así pierdes hasta la noción del tiempo, llega un momento en el que tienes que ir a tantos sitios, la diputación, el campo, el ayuntamiento, que no sabes ni dónde estás ni qué hora es. La gente cariñosa, espectacular. Igual este título es el que más ilusión les hizo, más que la liga de después.
Otro compañero ilustre: Martín Vázquez.
Entablamos una gran amistad y nuestras mujeres también. Ellos se compraron un piso en Coruña, igual que nosotros. Como futbolista, yo no he visto a nadie golpear el balón como lo hacía él, hasta sonaba bonito cuando le daba, era agradable hasta el sonido del chut. Aparte, con las piernas que tenía, que era un bicho. Lo veías y era un tanque. Ha sido de los futbolistas más elegantes que he visto. Lo que él hacía lo podían hacer otros jugadores, pero lo hacía Rafa y parecía una cosa mucho más bonita. Por cómo se movía, la elegancia que tenía, su coordinación. Se te caía la baba viéndolo jugar. Tuvo sus lesiones, pero pudo recuperarse y jugar con nosotros. De Rafa hablas en Coruña y también la gente le quiere, esa cercanía que tiene, que se para a hablar con cualquiera, eso luego se le queda a la gente. Aunque la que es graciosa es su mujer, Patricia. Rafa parece un tío muy reservado y su mujer es todo lo contrario, muy extrovertida. A Rafa si no lo conoces te parece una persona muy seria, pero a ella le encantan las bromas, es muy dicharachera. Se complementan muy bien, la verdad. Tienes que escucharla a ella contando cuando estaban en Alemania que vivían en una casa muy bonita, encima de una montaña, pero cuando él viajaba se quedaba sola y empezaban a aullar los lobos en el bosque y ella: «¡nos vamos de aquí ya!».
Os habéis quedado todos a vivir en Coruña.
Nos quedamos a vivir un montón de gente. Elduayen se quedó allí. Manjarín se casó con una gallega, Nando se casó con otra y se quedó allí. Yo también me casé con una gallega y lo mismo. Donato se quedó a vivir allí, no se casó con una gallega porque la traía ya puesta (risas). Jaime, el del Madrid, igual. Víctor estuvo a esto de quedarse si no le llega a llamar Míchel. Los gallegos es que son muy buenos anfitriones. Hasta Radchenko se quedó a vivir allí. Qué futbolista, tenía una zancada espectacular. Con el ruso hablas ahora y no pierde el acento, pero tiene una hija allí que ya es gallega, gallega.
John Benjamin Toshack.
Fue quien me sacó de esos dos primeros años en los que no jugué mucho. Con él jugué prácticamente todo. Pero ese año no nos metimos en Europa, quedamos en mitad de la tabla. En cualquier caso, este hombre era de anécdota diaria. A mí me chocaba, por ejemplo, que sin ir el equipo todo lo bien que debería ir, cogía y después de un partido el domingo ponía el siguiente entrenamiento un miércoles. Era un tío con el que si las cosas iban bien, se vivía muy bien, pero si no, todo era muy raro.
Al final le echaron, la situación llegó a un momento en que la relación con los jugadores no era buena y los resultados no acompañaban, no había salida. Pero antes, cuando la cosa estaba llegando al límite, nos reunió a todos en el campo, empezó a hablar y dijo: «Decidme qué pasa, que alguien me hable, quiero saber qué pensáis». Como éramos conscientes de cuál era su carácter nos miramos unos a otros y nadie se atrevía a abrir la boca. Entonces cogió Donato y dijo con su acento brasileño: «Míster, yo voy a hablar, yo voy a decir, creo que en defensa estamos un poco perdidos, no sabemos cuándo recular o salir, creamos mucha incertidumbre». Donato dio su punto de vista para mejorar y tal. Y Toshack contestó: «Esto es a lo que me refiero, toda esta información es buena, ya sé qué es lo que tenemos que trabajar». Bueno, pues Donato estuvo sin ir convocado tres meses. No uno, tres. Luego preguntaba Toshack si alguien tenía algo que decir y todos: «Sí, Donato» (risas). Y el: «No, no, no».
Era un tipo que no tenía medida, la verdad. Era como era, pero era muy gracioso. Recuerdo también un entrenamiento que yo tenía una molestia en el tobillo, que te lo vendabas como podías y tirabas, pero me dolía de verdad y no podía. Estábamos chutando a puerta y yo le estaba dando fatal. Entonces se me quedó mirando: «¿Qué te pasa?», preguntó. «Pues que cuando le pego al balón me duele». Y contestó con su acento galés: «Sí, ya, ya, ya, a todos también nos duele cuando le pegas al balón». Era un tío gracioso pero había que aguantarlo
Y la de Bebeto, joder. Salimos a jugar la primera parte contra el Albacete, el brasileño tuvo dos de esas que nunca fallaba y no las metió. Bebeto decía: «me cago en el puto sol». Es cierto que el sol se ponía por la portería de Marathon y él es cierto que no era de buscar excusas. Pues en el descanso, una vez en el vestuario, Toshack no le dijo nada especial, pero le dejó caer que había fallado dos. Ellos ya tenían muy mala relación y entonces hubo un momento en el que Bebeto se vio agredido, acosado, parecía que el otro le estaba culpando, y dijo, me acuerdo como si fuera hoy: «¿Crees que yo tengo la culpa? Muy bien, vamos cero a cero. No hay ningún problema, me voy a mi casa». Se quitó la camiseta, las botas y se fue a la ducha. Tuvimos que ir detrás Mauro, Donato y yo, los que llevábamos tiempo allí, y él: «No, no, no juego más en este equipo». Lo tuvimos que sacar de la ducha entre todos, decirle que no le diese importancia, secarlo, volverlo a vestir y, cuando salió al campo… cuatro. Metió cuatro. En nada, en diez minutos. Si le ves volver al vestuario buscando a Toschack como una fiera. Y el galés nada, ya no estaba, se había ido al hotel (risas).
También te tocó marcar por aquel entonces a un Raúl jovencísimo, un día que con él salieron Sandro y Amavisca. Antes jugaste también contra Morales y Dubovsky. Un nivel años luz del Madrid actual.
El Madrid nos ganó una vez en el Bernabéu con gol de Morales medio tirándose para atrás, le tenía que estar marcando yo, así que no veas si me acuerdo. Fíjate, son épocas en las que había menos diferencia con los grandes. Ahora es imposible que un Deportivo o un Valencia le pueda discutir una liga al Madrid o al Barça. Antes había mucha menos diferencia tanto con estos dos como los equipos de abajo y los de arriba. Al final en el fútbol, como en todos los espectáculos, la esencia y lo bonito del deporte es no saber qué va a ocurrir. Si vas a un campo sabiendo que va a ganar el Rayo, si te cuentan el final, pierde todo el encanto. Si en salvo dos o tres partidos como mucho que van a perder Madrid o Barça ya te sabes el final de la película, en los demás la gente se aburre, es normal. Pierde la gracia y esto es lo que está pasando. Hay dos grandes, un paquete de seis que meten mucha diferencia con respecto al resto y luego el pelotón. Sigue siendo una de las ligas más competitivas que hay, pero podría serlo más y esto no sucede porque no está bien montada ahora mismo.
El Atlético del doblete.
Muy buenos. Kiko en su mejor versión, Caminero espectacular. Pantic, que cada falta era medio gol. O Simeone, que era muy duro, que repartía mucho, vale, pero un tío así lo quieres siempre en tu equipo. Haciendo este tipo de equipos podías competirle al Madrid y al Barça, pero ahora el Atleti no está para una Liga contra el Madrid o el Barcelona.
¿Quién fue tu rival más difícil cuando llega la liga de las estrellas?
Ronaldo, es mejor jugador que he visto nunca sobre el campo. A nosotros nos metió gol desde el suelo. Cayéndose. Estaba Flavio, Donato y Elder. Se cayó y desde el suelo se levantó, empezó a correr y les sacó seis metros a los tres. Estaba delgado, fibroso, fue el año del gol al Compostela. Era una bestia. Muy potente.
El Dépor se reforzó bien: Naybet, Rivaldo, Flavio, Songo’o, Martins…
Naybet era muy divertido. Tenía muchas cosas graciosas que, desgraciadamente, la mayoría no se pueden contar (risas). Es de los pocos jugadores al que he visto hacer un corte de mangas a la afición de Riazor. Sí, perdió un balón que terminó en gol y empezó la grada a quejarse, a pitar. Él cogió, se calló, pero pilló otro balón, con la calidad espectacular que tenía, salió en defensa, pegó un pase impresionante y cuando se puso la gente a aplaudir, él fue y les hizo un corte de mangas (risas). No tenía término medio, o lo amabas o lo odiabas. Hubiera sido un fichaje perfecto para el Madrid, que lo quiso, porque lo hacía todo bien. Era rápido, bueno, con mala hostia. Jugaba con mucha facilidad porque él se veía superior. Era una delicia estar a su lado en el campo. Aunque era muy pesado, nunca se callaba, era una mosca cojonera, macho.
Y con Rivaldo sigo teniendo una gran amistad. Nos hizo mucho daño que se fuera, nos dieron 4000 millones, pero ya no podíamos fichar nada porque fue al final del plazo. Él nos daba la vida. Su perfil humano también era excepcional, era muy buena gente, muy familiar. Y la persona que más Coca-Cola he visto beber en mi vida. Se levantaba y desayunaba Coca-Cola. Igual se tomaba siete, no te exagero, en un rato que estabas con él. Para merendar, para cenar, tenía que tener el estómago… Era un futbolista muy completo, le pegaba, con una zancada… es de los mejores que ha pasado también por el Barcelona.
Oye, ¿y Renaldo?
No era mal futbolista, eh. El problema fueron sus declaraciones cuando llegó. Le preguntaron en el periódico que cómo se describía como jugador y dijo: «tengo la definición de Bebeto, la potencia de Ronaldo y la no sé qué de Rivaldo». Yo dije: «madre mía de mi vida, que fichaje hemos hecho». Y claro, cuando lo vimos aparecer hacía lo que podía y bueno… También Luizao vino con mucha fama y no cuajó, pero eran todos buena gente. Esas expectativas tan grandes los mataron. Pensabas que eran cañones y…
Es que en aquella época recuerdo pretemporadas con 35 tíos, era un cachondeo. Luego venían, se iban… ¡Ay! Y Abreu. Con ese sí que me lo he pasado bien. Llegó y se compró un M3 amarillo y descapotable, en Coruña, con dos cojones. Le dijimos: «le vas a quitar la capota entre tres y cuatro horas al año». (risas) Ahí iba, todos los días con Los Fatales, un grupo argentino, en el casete. Estaba muy loco. Era muy singular, pero muy positivo, se reía de su propia sombra. Cuando todo el mundo estaba serio él se estaba descojonando. Un día (risas) en Pamplona, íbamos ganando y en una jugada le dan una patada, que no le alcanza, pero se tira. Le empezaron a caer de la grada botellas de agua, almohadillas, y él no se inmutaba. No se movía. Y la gente se encabronaba más y tiraban cosas más gordas. Hasta que tuvo los huevos, cuando le iban a sacar en camilla, de antes de que le levantaran coger una botella de agua que había caído y echarle un traguito. Y la gente ya: ¡¡¡Groaaarrhhhh!!! Así era él.
Otro día fallo un gol en la portería de Marathon, en Coruña, un gol fácil. Se fue a una pancarta de esas de lata y se lió a patadas con ella hasta que la echó abajo. Luego tuvo un dedo morado no sé cuánto tiempo. Era excéntrico para todo.
Otro día jugábamos contra el Madrid en casa y preguntó dónde se podía rapar la cabeza. Él se rapaba y se dejaba barba, así como Piqué. Necesitaba un peluquero porque quería saltar al campo afeitado. En el hotel le señalaron una peluquería, fue por la mañana antes del paseo y no sé con qué le afeitaron pero le dejaron la cabeza irritada, toda colorada. Le ardía que estaba alucinando. Cuando lo vi le dije: «Joder, ¿no traes la cabeza muy colorada?». Y él: «¡¡La concha de su madre!!». El tío tenía la cabeza destrozada y no se podía ni rascar ni tocar. Después, estábamos todo comiendo y al final nos quedamos cuatro o cinco. Le decíamos que se echase algo, que a ver cómo iba a darle luego en el campo. Decidió que se iba a aplicar una crema. Entonces, en esas estábamos, cuando vino Scaloni por detrás con un palillo en los dientes, se lo sacó de la boca y le hizo en la cabeza ¡PUM! Un picotazo… Mira, en medio segundo salió corriendo detrás de él para estamparle una silla en la cabeza. Scaloni corriendo descojonado porque era un crío. Las sillas volando… Yo no sabía si llorar o descojonarme. Me lo pasé muy bien con ellos. Y también con el Manteca.
Luego el Zaragoza de Txetxu Rojo, teníais a Savo Milosevic.
Hicimos una de las mejores temporadas de la historia del Zaragoza, disputando la liga hasta el último partido. La pena fue que a Milosevic le pilló la guerra con su familia en la zona jodida. El tío un día salió del entrenamiento, cogió el coche y se fue a buscarles a Serbia para sacarlos del país. Se trajo a los que buenamente pudo traerse, padres y hermanos, pero dejó atrás a tíos y demás. Lo pasó muy mal con el bombardeo de su país. Como futbolista, era otro grandote. De los que ha jugado bien en todas partes donde ha estado. Recuerdo que vino con nosotros el primer día hablando italiano. Se apañaba para hacerse entender, era un tío listo. Y al terminar de comer, baja a la cafetería y se pide una Coca-Cola, un café y se saca un cigarrito. Y nosotros descojonados: «como te vea el vasco verás». Pero era su costumbre. «Vaya siesta te vas a echar, ni a tiros vas a dormir», le decíamos. Pero tenía distintas costumbres.
Metisteis un 1-5 en el Bernabéu.
Pocos pueden decirlo. A mi me cambiaron aquel día, pero disfruté como un enano. Cosas que te pasan una vez en la vida. Luego ellos, ese año, al ganar la Champions, nos dejaron fuera de Europa, pero tuvo su mérito meterle cinco.
En la etapa de Luis Costa, Pier le dijo a mitad de un partido que le cambiase, que no quería seguir jugando al fútbol porque no metía una.
Era un tipo muy sensato, pero le entró una neura de que no le entraba y sí, dijo que lo dejaba, que no volvía a jugar al fútbol. Es que no sabía lo que hacer, al final se le pasó un poco, pero estaba convencido que se iba, que a tomar por culo y que se iba, que no volvía a pisar el campo.
Con la selección jugaste amistosos contra Argentina, Brasil e Italia.
Brasil en Vigo, Argentina en Sevilla e Italia en Barcelona. Fue jugar contra lo mejorcito del momento, a Camacho no le gustaban los amistosos contra cualquiera, quería ir fuerte, sobre todo antes de los campeonatos.
Te llevó a la Eurocopa de 2000.
Camacho siempre ha confiado en mí, siempre ha estado muy preocupado por mí y siempre le he estado muy agradecido. Cuando empezamos a jugar, de críos, siempre soñamos con la selección y él me dio esta posibilidad. Y la Eurocopa… yo creo que los penaltis me persiguen. Si hubiéramos marcado ese penalti de Raúl hubiéramos ganado porque Francia estaba reventada.
Empecemos desde el primer día.
Con Noruega perdimos. Marqué a Flo y Carew, nada, dos pequeñitos (risas) y nos ganaron después de que hubiéramos jugado muy bien. Molina se quedó mal, ese gol le cuesta el puesto. Luego vino Eslovenia, creo que en el Ámsterdam Arena, yo me caí del 11. Había muchos para jugar en ese puesto, Hierro, Abelardo. Y luego nos lo jugamos con Yugoslavia con aquel marcador agónico. Ahí, antes de empezar el partido le dije a Sergi que si pasábamos me rapaba la cabeza. Y nada. Después del partido me estaba esperando en el vestuario con la máquina.
Siempre partíamos como favoritos en aquella época y con razón, porque ojo: Mendieta, Hierro, Guardiola, Raúl, Etxeberria, Alfonso, era una selección con lo mejorcito, era favorita por el equipo que teníamos. En cuartos, la verdad es que aquella Francia era intratable. Pero salimos de inicio muy presionados. En el día a día no lo notabas, entrenábamos bien, pero luego a la hora de jugar veías a la gente que estaba distinta, tíos como Hierro sabían aguantar la presión, pero la selección es distinta a todo. Y nos dejó fuera un penalti. Ellos metieron dos pepinazos, pero no hubo una gran diferencia sobre el campo. Al final, notamos que Francia estaba muy cansada y estoy convencido de que en la prórroga podíamos haberles ganado, pero… otro penalti.
Raúl en aquella Eurocopa, en la misma concentración, renovó por el Madrid y fue el primer jugador al que le pagaron 1000 millones de pesetas. Era un tipo que siempre ha demostrado mucha más madurez que la edad que tenía. Pensaba como un viejo. Estaba adelantado a su juventud. Y todavía sigue por ahí dando guerra y metiendo goles. Poca gente hay más competitiva que esa. Nunca estaba satisfecho con nada. Si había jugado 500 partidos con el Madrid habría querido jugar 600.
Cuando falló estuvo una hora llorando en la ducha, lloraba como una magdalena. Fíjate todo lo que se le venía encima, por mucho Raúl que fuese. Fallas un penalti y te cae la culpa de que la selección se tenga que venir para España.
Ahora fallas un penalti decisivo en la selección y te arropan.
Campeones del mundo, dos veces de Europa… Antes no se pasaba de cuartos, las críticas eran más fáciles.
¿Hierro era tan duro también en la distancia corta?
Nunca le he tenido como un jugador sucio. Además, cuando le conoces cambia mucho. Es un tipo de lo más normal, muy abierto. Yo le tengo en gran estima y tengo mucha amistad con él. Es verdad que en el campo era duro, es verdad. Se le ha permitido demasiado, había cosas que se le permitían porque era Fernando Hierro y jugaba en el Madrid e igual en otro sitio no le hubiesen dejado. Lo cierto es que en el campo era un tío que no gastaba bromas. Él tenía la percepción de que podía ir un poquito más allá que el resto, pero como él ha habido mucha gente que daba todo lo que podía y más. Pero era un jugador muy bueno, de lo mejor que ha tenido el Madrid en defensa. En la selección él tenía mucha amistad con Camacho y no la malinterpretó, jamás. Antes del partido contra Yugoslavia tenía unas molestias y él mismo fue a Camacho a decirle que no podía jugar, que entrase otro, que solo iba a poder jugar un rato y no iba a estar pendiente de lo que tenía que estar. El trato que yo he tenido con él siempre ha sido exquisito. Nunca me ha dado nada para pensar que fuera el típico egoísta ni nada de eso.
Y tu amigo Guardiola.
Hicimos amistad en la selección, nos unía el golf. En cuanto veíamos que Camacho no se iba a dar cuenta nos escapábamos a jugar juntos. Aunque siempre se terminaba enterando, porque con la selección la Guardia Civil esta de élite te sigue a todos los lados. Empezamos a tener mucha más relación a partir del golf, pero yo en la selección siempre he tenido más afinidad con los del Barça que con los del Madrid, siempre andaba con Luis Enrique, Sergi, Nadal.
¿Consideras una influencia determinante el Barça de Cruyff?
Sí, Cruyff ha sido influencia en todo. Más para Pep, que ha estado ahí, lo ha mamado y es lo que predica con sus equipos. Guardiola era un jugador que sin ser rápido, sin ser más fuerte, lo hacia todo más rápido y mejor que el resto. ¿Por qué? Porque su cabeza iba muy por delante. Xavi tampoco es excesivamente rápido, pero hace jugar al equipo más rápido que nadie. A todos nos ha gustado esa forma de entender el fútbol del Barcelona.
En una cámara oculta sobre miserias del fútbol apareció Marcos Alonso diciendo que los jugadores del Zaragoza no queríais primas por no descender porque ya teníais hechos contratos buenos si el equipo bajaba.
Lo que ocurrió fue que Marcos nos llegó a los capitanes y nos ofreció unas primas por no descender. Yo llevaba cuatro años en Zaragoza y conocía muy bien cómo es Zaragoza, así que me parecía una idea cojonuda, si el presidente quería darnos primas por salvar la categoría era estupendo, pero yo no las quería. Porque para mí era nuestra obligación salvar al equipo. ¿Crees que porque nos ofrezcan dinero vamos a tener más ganas de no descender, que yo no me voy a dejar los huevos me dé el presidente dinero o no? Sabía como funcionaba eso. Nos iban a dar el dinero, nos íbamos a salvar e iban a decir que era por las primas porque éramos unos peseteros. Eso es lo que yo no quería. La idea era buena, pero yo pasaba de meterme en ese charco. Marcos, que venía de fuera, no lo entendía, decía que nos ofrecían dinero y no lo queríamos. No era así exactamente.
Te retiras por culpa de Ruiz Mateos y dices que su familia era «gentuza».
Es que se portaron muy mal conmigo. Cuando llegué al equipo, en enero, estaba muy abajo y terminamos bajando a Segunda B por culpa de los jugadores, entre los cuales yo me incluyo. Me pasó algo parecido a lo de Zaragoza. Tras el descenso, me salieron muchas ofertas, pero fui gilipollas en ambos casos. En Zaragoza decidí quedarme para subirlo y con el Rayo, también. A los Ruiz Mateos les comenté que me quedaba, que podían hasta bajarme la ficha si era necesario. Ellos dijeron que estaban encantados de que me quedase. Entonces me fui de vacaciones y, nada más llegar, a Zambrano, a Xavi Roca y a mí nos pusieron a entrenar aparte. Aquello se veía que estaba envenenado y les dije que, si querían que me fuese, que me iba encantado. Pero no. Me dieron la carta de despido faltando un día para cerrarse el plazo. Tenía que esperar a enero para fichar por alguien y no llegó nada que me convenciera. Así que me tuve que retirar. No me quedó otra. Eso no se lo voy a perdonar. Para mí son una gentuza. Y luego, con lo que le han hecho a más gente, se han ganado totalmente ese calificativo. Se portaron conmigo como perros. No me merecía eso. Y no quiero ni que me lo expliquen, porque seguro que tienen cosas mucho más graves que explicar. Como futbolista, nunca he dado ningún problema en ningún sitio. He trabajado en todas partes, me he cuidado, me he comprometido y vine al Rayo y me encontré con eso. Hay aficionados que dicen que aquel año les salió caro, ¡a mí me costó la carrera!
Paradojas de la vida, como entrenador del Rayo has llevado al club a su mejor clasificación histórica y habéis obtenido unos registros increíbles. Como el de tercer club de Europa en posesión de balón.
O los cacharros con los que miden eso están rotos, o a mí no me cuadra (risas). La verdad es que no tenía la más minima información al respecto. No sé quién hará esas estadísticas. Nosotros desde luego no trabajamos con los datos de la posesión de todos los equipos de Europa, pero se ve que hay gente que le interesa y lo calcula. Para Jesús y para mí, como entrenadores, por la filosofía que queremos imponer, estamos muy satisfechos. Tener el balón no es fácil. Esa estadística nos sorprendió, como la de que somos el segundo equipo que más tira a puerta después del Madrid, que igual luego tiene mayor efectividad, pero dice mucho a las claras lo que ha sido el equipo este año. Para conseguir algo hemos tenido que intentarlo mucho. Si en lugar del segundo en tiros a puerta hubiéramos sido los décimos, significaría que no hubiéramos estado ahí.
Me dicen que este año no habéis repetido ni un solo entrenamiento igual.
Como jugador he tenido muchos entrenadores, unos por desgracia y otros por suerte. Pero de todos se aprende, de los buenos se aprende lo que hay que hacer y de los malos lo que no. Lo que tengo grabado es que, como jugador, siempre he odiado la rutina de ir a trabajar y saber todos los días lo que iba a hacer. Eso cuesta en cada trabajo, pero más en el fútbol. Por el contrario, ir a entrenar sin saber lo que vas a hacer te mantiene vivo, te mantiene más despierto. Con respecto a la época en que jugábamos, el fútbol ha evolucionado muchísimo. Ahora te metes en internet y puedes sacar entrenamientos prácticamente de cualquier entrenador del mundo. Nosotros tenemos ejercicios que vamos recordando porque son muy importantes, pero la concepción que tenemos de cada entrenamiento es casi siempre distinta. Este año, de 300 sesiones, todas han sido diferentes. Una de las cosas que tiene que tener claras el entrenador es que su trabajo radica en que todos los jugadores sepan lo que tienen que hacer en el campo y a la vez contemplen el máximo de posibilidades para ejecutarlo.
Tengo aquí la lista de presupuestos de Primera División.
Quita, que me mareo. El otro día fui a dar una charla a Valencia y estaba también hablando Rainer Bonhof, un alemán que jugó allí. Decía ahí, en medio español con mucho acento alemán, era muy gracioso, que había muchas diferencias entre los presupuestos del fútbol alemán y el español. Poniendo cara de acomplejado, decía que en su equipo solo tenían 110 millones de euros. Cuando me tocó subir a mí y dije que eso no era para estar tan triste, que nosotros este año tenemos otra vez 7,5, se le puso una cara ¡un ojo para arriba y otro para abajo!
Cuando nos metimos en esto y vimos que teníamos que competir en inferioridad de condiciones, había que ser muy optimistas para pensar que iba a salir bien. Pero sabíamos dónde nos metíamos, no nos engañaron. Las dudas con respecto al proyecto eran grandes, con ese presupuesto nadie podía competir en Primera. Es la primera vez en el fútbol moderno que alguien ha tenido un presupuesto tan bajo como el nuestro, pero mira. El pensamiento que le metimos en la cabeza a la plantilla era que no se creyeran nada de lo que venía de fuera. Si decían que éramos los que teníamos más papeletas para descender y nos lo hubiéramos creído, habríamos bajado. El gran acierto ha sido marcarnos nosotros mismos los objetivos y ver hasta dónde éramos capaces de llegar. Por eso la gente dio el nivel, por no creerse que éramos el presupuesto más bajo.
¿El campo del Rayo no es demasiado pequeño para hacer planteamientos ofensivos, de posesión de balón?
Yo he jugado en todas las categorías del fútbol español. Tercera, Segunda B, Segunda y Primera. He jugado en todos los campos habidos y por haber. Como entrenador, también. He jugado en campos buenos, campos malos, campos de tierra, campos de césped artificial, campos de césped natural, campos pequeños, campos grandes, campos estrechos, campos largos, campos con un viento que no te puedes ni imaginar, lloviendo, helando. Me he encontrado de todo y en todas partes he intentado jugar al fútbol. Cuando las condiciones son favorables es más fácil, cuando son desfavorables, pues menos. Pero cuando llegué a Vallecas y me dijeron que el campo era pequeño, tuve que saltar al césped para refrescar la memoria. A ver si iba a ser verdad que era una caja de cerillas. Pero lo vi y me quedé estupefacto: «¿quién cojones dice que aquí no se puede jugar bien al fútbol?,» pensé.
Un defensa como tú es raro que tenga tanta devoción por el fútbol ofensivo.
Es que he sido un reprimido toda mi vida. Antes yo recuerdo que los entrenadores nos cogían a los centrales, fuéramos malos o buenos, les daba igual, y no nos dejaban jugar mejor. Te decían: «tú corta y dásela al que tengas más cerca». Y tú te preguntabas: «¿Por qué se la tengo que dar al que tenga al lado si lo que va a hacer ese a lo mejor puedo hacerlo yo?». Y como el entrenador manda y si quieres jugar tienes que obedecer, pues en el partido cortabas y se la dabas al de al lado. Luego esto fue cambiando, se fue dando más libertad hasta llegar al día de hoy que no solo es que no le decimos a los centrales que no jueguen, sino que les obligamos a que lo hagan. Yo la verdad es que no era un prodigio de cualidades técnicas, tampoco era malo, ningún jugador que llega a Primera División es malo, pero muchos entrenadores te hacían parecer más malo de lo que eras. Era o jugar todo en largo, o cortar y dársela al de al lado. Un día retransmití un partido y se lo dije al locutor, si antes cortabas y la mandabas para arriba eras un tronco, ahora resulta que eres expeditivo. Muy bien.
Nosotros hacemos mucho hincapié en la defensa, pero hay muchas formas de hacerlo. Puedes defender en tu área o en el medio del campo, que conlleva unos riesgos. Cuando en su momento nos sentamos a decidir qué hacíamos con el Rayo, pensamos que si éramos unos cagaos es como no íbamos a tener opciones. Si hubiéramos jugado cerraditos, esperando un córner o una faltita, nos hubiéramos ido a Segunda. Eso pienso yo. Entonces las diferencias sí que hubieran sido muy grandes. Pero decidimos ir a pegarnos con todo el mundo y pegar fuerte para que el rival no se levante.
Pero una apuesta así era muy arriesgada, ¿no temiste que podías haber arruinado tu carrera como entrenador?
Pero es mía, es mi carrera. Si no me arriesgo yo…
Si haces una temporada con un equipo pobre, juegas al ataque, te golean y te conviertes en el hazmerreír. Igual no vuelves a entrenar en Primera en la vida.
Todo funciona así, qué le vamos a hacer. La evolución de un entrenador y de cualquier otro trabajador parte de una idea, luego se evoluciona, pero hay que ser fiel a esa idea. Yo no quiero ver a mi equipo echado atrás. Si es que yo lo paso mal. Como entrenador quiero ver disfrutar a mi equipo, bastante mal lo paso en el banquillo como para encima ver que no jugamos el balón. Y me gusta que la gente disfrute. Jugar mal, ganar de penalti, no lo quiero. No quiero ganar a cualquier precio. Es cierto que es una forma arriesgada de ver de las cosas.
Solamente lo que me llama la atención es que hayáis corrido semejantes riesgos.
[Jesús] Todo esto lo hacemos, estos riesgos, con una mentalidad de equilibrio. Son riesgos controlados.
[Paco] El orden es importantísimo en el fútbol y en la vida. En el fútbol, la locura y la desorganización, a primera vista, cuando nuestros laterales están arriba, los interiores por dentro o de delanteros centro, esas dosis de locura nos han dado el ser distintos y ganar partidos. Aunque luego no sean locuras, que cuando uno cambia su posición otro la cubre. Pero hemos sorprendido de una manera espectacular. Y esa aparente locura a mí me encanta, la he disfrutado. Los equipos encorsetados es que no me gustan. El partido del Nou Camp, joder, ha sido el más bonito y cuando mejor me lo he pasado en mi vida. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y pensaba ojalá pudiera salir y jugar un rato con ellos. Le competimos la posesión al Barça. Fue un 51-49% y nos ganaron porque son mucho mejores. Al finalizar el partido, vino Mascherano antes de que me fuera al vestuario a darme la enhorabuena porque decía que ningún equipo había jugado tan bien como nosotros allí. Si te dice esto Mascherano, que ha visto pasar por ahí a los mejores, ganar o perder es lo de menos. A ver, bueno, es importante, pero estamos mucho más orgullosos de cómo nos lo pasamos el año pasado, cómo hemos apretado, que de quedar octavos. Eso qué más da. De todas formas, también planteo así la estrategia porque estoy convencido de que jugando de esta manera podemos ser octavos, sino aplicaría otra cosa.
[Jesús] Yo tengo relación con Iniesta porque los dos somos de Albacete y en ese partido en el Nou Camp vino y dijo, no solo de ese día, sino de todo lo que había visto durante toda la temporada del Rayo, que le estaba sorprendiendo. Especialmente por nuestras características, por el nivel económico. Que con una plantilla de jugadores cedidos, aun así, jugáramos de esa forma tan descarada. Villa me dijo que nunca había corrido tanto hacia atrás como contra nosotros.
Igual en un grande es más difícil aplicar esa filosofía porque son más ingobernables.
Para que un equipo se entregue te lo tienes que ganar. Un jugador no te da siempre su implicación total, esa que no se paga. Mucha gente cree que eso va en relación con su contrato. Y no, un jugador por mucho compromiso que le quieras pedir no te lo va a dar porque sí. Para que un equipo se entregue a una idea lo tienes que convencer. El jugador cuando se lo cuentas te dice que es muy bonito, pero los tienes que convencer y ganártelos, da igual si es en el Rayo, el Zaragoza o el Madrid. Aunque lo digo, no todos los entrenadores que valen para el Rayo valen para el Madrid. Creo que hay que tener algo distinto para gobernar una de esas plantillas.
¿Has visto el detalle de Antonio [el cocinero de la Cruz Blanca]? Este no tendría por qué venir a explicarnos el motivo por el que el cocido se come en tres partes. Pero nos lo ha contado y, coño, ya sabes algo más, ya te lo comes distinto. En Córdoba se come todo junto y mira, aquí no. A la gente hay que explicarle el porqué de las cosas. No hay que explicar todo porque si no sería un Cristo, pero hay que convencerla.
Pero en los grandes parece que es muy habitual eso de que un jugador imponga a otros jugadores como titulares, o que si esa estrellita no juega se convierta en una manazana podrida.
Yo jamás consentiría que un jugador me dijera a quién hay que poner, ese no es su trabajo. Consiento que me hablen, me digan lo que piensan, pero otra cosa es que me impongan quién juega. Como jugador, jamás le he dicho a un entrenador quién tiene que salir. Ni he visto a un jugador hacerlo. Pero si a mí algún día se me da el caso, lo tengo clarísimo: ni lo escucho. El jugador es jugador y el entrenador es entrenador. Hay jugadores, es verdad, que en algunos equipos tienen demasiado peso, pero no hasta ese punto. El futbolista, por sí solo, es muy egoísta y el entrenador mira siempre para el equipo. Esa es la gran diferencia que notas cuando pasas de jugador a entrenador. Luego hay gente con mucho peso, con muy buenas relaciones. Un camino que hay que cortar siempre es la relación directa del jugador con el presidente y la relación directa del jugador con la prensa. No la relación laboral normal, sino la que va por detrás, estos dos caminos son los que acaban con un entrenador. Cuando tienes un jugador que tiene amigos en la prensa y que filtra y que saca, eso es igual a palmar. Y cuando tienes jugadores que cuando quieren ir a conseguir algo se van al presidente en lugar de a ti, estás jodido.
Paco, a mí es que la Eurocopa que ganó Grecia me emocionó mucho, todos atrás, con el cuchillo entre los dientes, fue tan bonito. Ese catenaccio me pareció todo un espectáculo.
Bueno, es que fue un sorpresón de la leche. Los buenos resultados se pueden obtener de muchas formas. Esa es la grandeza del fútbol, que nadie tiene la fórmula mágica para decir que haciendo equis todos los equipos van ganar. Ni nosotros tenemos la certeza de que este año vaya a salir tan bien como el año pasado haciendo lo mismo y entrenando exactamente lo mismo. Grecia fue capaz de una manera poco vistosa, o muy poco vistosa, de ganar una Eurocopa, que eso es la leche. Pero sí que es verdad, cuidado, que en contra de lo que la gente se creía, ellos tenían muy buen equipo. Tenían jugadores espectaculares. Y lo que hacía lo hacían muy bien, tenían muy bien trabajado en cada momento qué tenían que hacer ¿Que podía jugar más? Bueno, haciendo eso les dio para ganar. Que probablemente no volverán a ganar nada en su vida jugando así, pues también.
El catenaccio lo asimilaron los italianos y lo hicieron cojonudo. Pero el fútbol de hace diez años ya no tiene nada que ver con el de ahora. Mira cómo han jugado la Confederaciones. Y si Italia, que siempre ha hecho lo mismo, está empezando a cambiar, o Inglaterra, que era coger el balón y pum pelotazo y todos detrás, es porque todos los equipos están empezando a atender a algo que la sociedad demanda. Esto funciona así. Si la gente no se divierte, no se hace socia de Canal Plus o no va al estadio. Si te digo que no vayas a ver una película porque es mala, no vas. Si salgo resoplando del campo, cada vez hay menos abonados. Los clubes y las directivas lo están empezando a entender. A la gente no le vale solo con ganar, la gente no quiere estar 90 minutos para al final solo ganar, está empezando a demandar otra cosa. Lo esencial es que a la gente hay que darle espectáculo, algo que la reconforte. Esto pasa en el teatro, en la ópera y en el fútbol. Lo que ocurre es que en este deporte como hay un marcador parece que ya no importa cómo juegues. Y lo que parece mentira es que diga esto un entrenador, como yo, que vivo de lo que diga el resultado, que si no va bien me quedo sin trabajo. Pero creo que hay que potenciar que el jugador esté para lo que está, que es para jugar bien.
Este discurso recuerda al de los entrenadores sudamericanos que llegaron en los 90 filosofando.
Yo me incluyo en el club de Lillo. Pero no me he inventado nada, ni lo ha hecho Guardiola. Nosotros hemos podido introducir ciertas peculiaridades, pero sigue siendo exactamente lo mismo. Nos llamaban románticos. Luego mi mujer me dice: «Coño, Paco, qué poco romántico eres». Y no, joder, soy muy romántico, pero para el fútbol.
Fotografía: Guadalupe de la Vallina
Makaay, no Mckay
Muy buena entrevista. Mis felicitaciones.
Personalmente habría indagado en algunos temas sin cortar en seco. Aunque claro, es posible en el audio se haya quedado algo más. Pero como he dicho, enhorabuena por tan magnífico trabajo. Me lo he leído del tirón.
Jémez fue un buen jugador, privilegiado como seleccionado para España en una época en la que Camacho alcanzó el record de número de convocados como ningún otro entrenador lo ha hecho antes, lo que evidenciaba sus permanentes dudas y angustias y que no creía en la idea del bloque, tan necesaria para preparar una Eurocopa o Mundial. La entrevista es excelente, sobre todo por las interioridades que cuenta del mundillo del fútbol
Muy buena entrevista aunque el titular no sea lo mejor de ella, en mi opinión. Da gusto leer a gente normal del futbol
Maravillosa entrevista futbolera. Me ha sorprendido gratamente no su idea del fútbol, que la hemos disfrutado esta pasada temporada, sino su memoria para recordar aspectos tan triviales, y a la vez tan entretenidos de leer, sobre el día a día de un vestuario. Muchas veces nos olvidamos a la hora de hablar de fútbol que los equipos son grupos humanos, que conviven, que pasan buenos ratos, malos… Como aquello que Paco Jémez recuerda del penalti fallado por Raúl en la Euro 2000, una hora llorando en la ducha a sabiendas de lo que significaba ese error.
El factor humano muchas veces está quedando en el olvido de los aficionados y los periodistas como si el jugador fuera un ser autómata y sin ningún apego a su club o a su profesión. Enhorabuena por la entrevista.
No tengo nada nuevo que decir, pero ha sido un placer pasar un rato leyendo esta entrevista. Tanto que no me he dado cuenta de lo larga que era. Maravillosa
Muy bueno, aunque en algunas cosas le falla la memoria. Por poner un ejemplo, dice que empatamos en Logroño en la penúltima jornada y que si ganábamos luego nos valdría el empate. En Logroño ganamos cero a dos, y no nos llegó porque el Barça ganó en el Bernabeu y hubo que dejarlo para la última jornada.
Ah! y Bebeto le hizo cinco al Albacete, no cuatro.
Gracias Xabi. He añadido unos corchetes. En el caso del Albacete fueron cinco, pero a lo que se refiere Paco es a la segunda parte.
Y gracias también a los demás por los comentarios.
Me quito el sombrero. Qué buen rato recordando esa época.
Magistrales las anécdotas y vivencias.
Gran entrevista!!!
«la Eurocopa que ganó Grecia me emocionó mucho» y las ultimas 5-6 pregutnas sobran bastante. Muy buena entrevista pero con comentarios como ese el entrevistador vuelve a ser superado por el entrevistado
Una pena que el otro periodismo, el que no lo es realmente, el pseudodeportivo, se empecine tanto en entrevistar a futbolistas emblema que no tienen nada que decir habiendo tantos y tan sensatos que darían muchísimo juego en una entrevista. Pienso en Mauro Silva, Kily González, Hierro, McManaman, Nadal, y otros buenos jugadores de aquella época
Está claro que se puede hacer buen periodismo deportivo, didáctico y divertido, sólo hay que querer (y saber).
Muy buena la entrevista, enhorabuena. Como uruguayo (somos así cuando nos confunden con los argentinos, muy insufribles) matizo a Paco que el grupo Los Fatales es uruguayo, no argentino. Aunque ahora que lo pienso tampoco es que sea para fardar.
En fin, insisto: me encantó la entrevista.
Entre tanta bazofia diaria y sin sentido, da gusto leer cosas que salen de dentro y más, cuando el que las cuanta es un gran profesional del fútbol.
Espectacular etrevista! Felicitaciones
Felicidades por la entrevista, a los dos, al periodista y al entrevistado. Una gozada. A guardarla en pdf.
Paco Jémez grande, aún me acuerdo cuando llegó a Coruña con su R5. El ya sabe que es un vecino más de aquí. Cuanto lo echamos de menos en Riazor. Forza Dépor¡¡¡¡
Fantástica entrevista. Grande Paco Jémez.
Por fin se leen entrevistas interesantes en el mundo del fútbol. Gracias por hacer un jogo bonito.
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Buena entrevista, aunque no entiendo que se destaque la referencia a Cruyff…
Me leo un poco tarde esta entrevista a Paco. Muy buena. Llena de batallitas, como nos gusta a los futboleros.
Le voy a matizar una al propio Paco, aunque suene pretencioso. Tiene que ver con el Loco Abreu en Pamplona. Yo estaba en el campo aquel día. Resulta que el público la había tomado con él y le estaban insultando y demás, pero es que el episodio del botellín fue después de meter un gol. Le empezaron a tirar de todo le cayó un botellín de la grada lo cogió y le echó un traguito. ¡Qué fiera!
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Buena entrevista pero el titular tiene poco que ver con la entrevista. Habría sido más propio algo tipo «El futbolista, por sí solo, es muy egoísta y el entrenador mira siempre para el equipo»
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