El jueves por la mañana me pidieron que difundiese en Twitter la foto de uno de los pasajeros del tren siniestrado, para facilitar su localización. Lo hice, me duché, me vestí, desayuné y me marché a Portugal por cuestiones de trabajo. Cuando regresé, 15 horas después, supe que el chico había muerto.
No lo conocía de nada, pero me afectó. Había visto su cara, leído un par de cosas sobre él… No era un nombre más entre los desaparecidos. Era ese chaval de apenas 20 años que sonreía al otro lado de la foto. Tenía la esperanza de recibir buenas noticias y su muerte me entristeció mucho. A mí, que un día antes ni siquiera había oído hablar de él. No alcanzo a imaginar la desolación de sus seres queridos.
Estos días, en Galicia, todo el mundo comenta las veces que ha viajado en ese mismo tren. A cuántos de los fallecidos o amigos de los fallecidos conocen. Con cuántas de las personas que aquel día podrían haber subido a ese tren han hablado. Todo el mundo necesita expresar la cercanía de la tragedia. A todo el mundo le duele.
Y precisamente por ese motivo, a todo el mundo le han molestado los ejemplos de humor negro que han poblado las redes sociales desde apenas unos minutos después del accidente. Sobre todo aquellos que son simples barbaridades sin sentido con escasa o ninguna vocación cómica —algunos olvidan que para ser humor negro, primero ha de ser humor.
En mi opinión, el chiste macabro es una opción válida siempre y cuando no haya posibilidad de herir a los afectados. Cuando estos no vayan a escucharlo o haya transcurrido ya una cantidad razonable de tiempo. No es una cuestión de límites sino de respeto, por la sencilla razón de que a mí tampoco me gusta sentirme ofendido. Pero eso sí, allá cada cual con su sentido del humor. Porque es cierto que este no debe tener más límites que los consustanciales a la libertad de expresión. Ahora bien, no lo es menos que el personal se ofenderá cada vez que le salga de las narices hacerlo.
Y por eso sucedió lo que sucedió. Un tipo escribió en Twitter: «No sabía que había cincuenta muertos en el accidente de tren, aunque si son gallegos tampoco importa mucho». Tal necedad comenzó a propagarse de indignado en indignado y a las pocas horas media Galicia había montado en cólera.
Desconozco qué sucedió más allá del Bierzo, pero en el Facebook de los gallegos comenzaron a multiplicarse los mensajes incluyendo el nombre y apellidos del fulano, su número de teléfono, la facultad en la que estudia y la calle y el portal en el que reside, así como una explícita invitación a darle una lección en las costillas. Para que aprenda.
Una respuesta absolutamente desproporcionada, por violenta e incoherente. El suyo no fue un ejercicio de humor negro. Fue la provocación de un idiota que pretendía llamar la atención. Una estupidez desafortunada y fuera de lugar, pero que en ningún caso justifica la reacción generada. Nos molesta la ruindad de quien escribe algo así pero nos parece civilizado hacer públicos sus datos personales para que sea acosado o apaleado. Claro que sí. Y si aparece el lunes en un hospital, aplaudimos satisfechos y nos vamos todos de paseo. Como Dios manda.
Nos importa una mierda lo que es justo. La respuesta justa. Nos da igual. Lo único que nos interesa es la venganza. Que quien se haya pasado de la raya lo pase mal, aunque ni siquiera esté muy claro si lo ha hecho o no. ¿Que un desconocido parece un desalmado? A por él. ¿Que un exministro se reunió con un empresario en una gasolinera? A por él. ¿Que unos papeles dicen que un político ha cobrado sobresueldos? A por él. ¿Que no parece profesar la misma religión que las gentes de bien? Es una bruja. A por ella. Si el hombre dice justicia, venganza es lo que se escucha.
Reflexionaba Manuel Jabois en un excelente artículo publicado el pasado jueves 25 de julio sobre cómo había manejado el periodismo patrio algunas frases rescatadas del Facebook del maquinista y, mientras lo leía, me preguntaba cómo reaccionaría la gente ante semejante descontextualización. Y la verdad es que da igual. Da igual el pasado de ese tipo. Da igual si ha sido culpa suya o no. Da igual la investigación o lo que tenga que decir el juez. Ese hombre conducía un tren que descarriló llevándose por delante la vida de docenas de personas. A por él.
Directamente relacionado con lo que apuntaba Jabois, dos días después del accidente un conocido diario colocaba en su portada el siguiente titular: «El maquinista alardeaba de su gusto por la velocidad». O lo que es lo mismo, «ya podéis colgar a este cabrón del palo más alto». Yolanda Gándara escribía al respecto: «Por mucho que pataleéis, hoy se ha acercado gente al quiosco, ha comprado ABC y se ha sentido satisfecha». Y no se puede dar más en el clavo. De eso se trata exactamente. De satisfacción. De una sed de venganza que comenzaba por fin a saciarse. El tipo «alardeaba de su gusto por su velocidad». A por él, cojones.
Linchemos a cualquiera que sea sospechoso de ser un hijo de puta. Castiguemos la mezquindad a hostia limpia y sin hacer preguntas, que para eso somos gente civilizada. Publiquemos información personal de todo aquel que sea cruel, para que reciba su merecido. Eso es lo correcto. Porque hacer caso omiso de sus barbaridades, que es a lo que efectivamente se expuso el imbécil que se rió de los gallegos muertos, no es suficiente. Porque bombardearlo con razones para que retire el comentario, que también es a lo que se expuso, no es suficiente. Porque insultarlo y ponerlo a caldo, que es a lo peor que se expuso en realidad, no es suficiente. Lo que hay que hacer es localizarlo y pegarle tal paliza que jamás vuelva a bromear con las desgracias ajenas.
Estos días he hablado de todo esto con algunos amigos y casi todos han terminado contestándome que también se exponía a algo así. Que soltando esa salvajada en Twitter se exponía a que la masa lo buscase y lo linchase. Pues bien, eso es precisamente lo que más miedo me da. Precisamente eso.
no se toma lo suficientemente en serio su trabajo, del que depende la vida de muchas personas, publicando comentarios jocosos en una red social… y encima pobrecito… así nos va…
Yo soy gallega, y al igual que muchos leí el desafortunado comentario de dicha persona y me dolió en el alma. Reconozco que mi primer impulso fue pensar «ojalá lo pillara un gallego y le diera su merecido»,, pero cuando al rato vi otro mensaje en el que se daban todos sus datos pensé «pobre, espero que no le pase nada» y lo siento de corazón. Porque ya bastante desgracia ha ocasionado este accidente para que se sume la de otra familia o amigos más. En fin creo que en estos casos lo mejor es no hacer caso a este tipo de comentarios. Obviarlos es lo mejor. Como siempre dice mi marido «no hay mayor castigo que la indiferencia»
Si lo dices por lo que sacó ABC del maquinista, iba a una velocidad normal para un tren de alta velocidad y él mismo reconocía que no podía ir más rápido (no olvides que sólo se veía el velocímetro, no sabemos si iba en una recta de 100 kilómetros o en una curva cerrada, pero se ha dado por hecho que iba demasiado rápido). Luego hacía un chiste (a comentarios de sus amigos) sobre saltar el radar de la GC.
Yo no veo dónde está el problema en esa foto y esos comentarios, salvo que se saquen de contexto y se cambien los comentarios al gusto, como hizo el ABC, para proceder al linchamiento.
Sobre el tema de los juicios paralelos de la prensa hay varios ejemplos en la ficción que, seguramente, acaban por llamar más a la cordura que la misma realidad, en la que la inercia empuja a la gente.
Recordé dos casos: Katharina Blum y el hombre del quiosco en Broadchurch > http://cestadepatos.wordpress.com/2013/07/15/broadchurch-cap-5-katharina-blum/
Me ha gustado…. MUCHO.
De acuerdo. Pero me dirás que hay cosas que merecen un par de hostias y otras que no.
Hay gente que las merece, creo que todos en algun momento tenemos momentos en que nos hacemos dignos de una buena paliza.
El problema es que si todo el mundo tuviese lo que merece llevariamos dentadura postiza, tu, yo y rita.
La sociedad no debe juzgar a nadie, digo debe porque evidentemente lo hace. ¿Y si no es culpable? Daños colaterales. El problema para mí, y digo para mí, es de volumen, la cantidad de gente a la que le afecte. Si afecta a muchos es una tragedia, que lo es, pero si afecta a pocos…… ya parece que importa menos. A continuación, un ejemplo de juicio social. ¿Quién pide disculpas luego?
http://www.lasexta.com/noticias/sociedad/confunden-dermatitis-malos-tratos-quitan-custodia-padres_2013052000189.html
Muy buen post! Me ha gustado mucho!
Citando a Ferlosio (sin duda te gustará):
» El caso es que cada vez se manifiesta más frecuentemente la exigencia de respeto, tampoco sé con qué ínfulas o con qué convicción, salvo que excluyo desde luego que se deba a un aumento de la delicadeza de las almas y de la sensibilidad, pues lo que es las almas cada día se me antojan más groseras y bellacas; creo más bien que en la idea del respeto muchos podrían haber visto una nueva fuente de rentabilidad moral. Lo digo sobre todo porque el mercado del respeto, a poco que se escarbe, acaba por no ser más que la apariencia pública y ostensible del vicio verdadero: la insaciable demanda -esta vez secreta pero generalizada y consabida como la de las drogas- de la ofensa. Nunca se había visto un mundo en el que todo el mundo ande como loco deseando ser ofendido, con las orejas como las de una liebre atentas a no perderse la menor palabrilla que se diga, por si ofrece algún sesgo que permita, siquiera sea amañadamente, habilitarla para ofensa.»
Y, en lo referido a cosas como lo del ABC y los linchamientos:
«Sería una grave injusticia despojar a las víctimas de su derecho a contemplar el retorcerse de los cuerpos y oír los alaridos de sus verdugos abrasándose en el fuego eterno.»
Gran artículo. A ver si se bajan un poco los humos de este desquicie colectivo en que estamos inmersos.
Me ha convencido usted, Sr. de Lorenzo y le agradecería me facilitara las direcciones del maquinista y del gracioso, para envíarles sendas cestas navideñas en el próximo diciembre. ¿Cree que será suficiente con eso o habrá que hacerles también un pulimentado con la lengua?
«Castiguemos la mezquindad a hostia limpia y sin hacer preguntas, que para eso somos gente civilizada.»
Este tipo de doble rasero es por desgracia harto común en nuestra sociedad mediterránea, excesivamente gregaria y visceral. Es más, yo diría que, normalmente, se da con más virulencia en aquellas personas que quieren pasar por «buenas», sociables, políticamente correctas, que se otorgan a sí mismas el papel de guardianes de la moral, y deciden que se pueden permitir el lujo de tratar a los demás con un desprecio y agresividad que hacia ellos jamás consienten y que además les parecería enormemente ofensivo e injustificado.
Estas personas tienen una ceguera hacia las consecuencias que se derivan de sus propios actos que , en mi opinión, a veces bordea lo que clínicamente debería de definirse como un auténtico trastorno de la personalidad cercano a la esquizofrenia o el delirio. Lo más grave es que este tipo de perversiones se sustentan en la existencia de una connivencia social, un apoyo grupal, que da carta blanca y justifica actitudes irracionales, injustas y hasta éticamente obscenas.
A veces pienso que estas personas, o grupos de personas, no son más que las herramientas más visibles de las que nos valemos, como sociedad, para guardar un cierto orden y para hacer imperar los comportamientos que son positivos para nuestra supervivencia como especie o perpetuación. Y esto lo pienso porque normalmente se ataca con virulencia a quien representa la némesis, los valores antifamiliares, antisociales, la independencia, la soltería, el no sentar cabeza.
No sé, quizá estoy divagando…
Ayer, al poco de producirse un incendio en Vallirana (Barcelona), ya había gente en Twitter proponiendo empalar a la persona que produjo el incendio, mucha de esa gente más preocupada de saciar la sed de violencia (venganza) que de ir a echar una mano como tantos otros estaban solicitando,
Totalmente de acuerdo con el artículo, en especial con la parte que hace referencia a la desproporcionada respuesta a un tweet de una persona.
Muy bueno como siempre. Muy sensato en todo lo que dices.
Se ha olvidado mencionar en el artículo que la gente, en su gran sed de venganza, creyó sacar los datos del twittero, pero se equivocaron y resultó ser un señor de 62 años con el mismo nombre, el cual recibió innumerables amenazas y un acoso inhumano, a los cuales acabó denunciando a la policía y ahora se encuentran bajo investigación. Viva el karma.
Hay algo que cabría preguntarse, ¿quiénes son todos esos que se indignaron y ahora pretenden lincharlo (tanto al maquinista como al bromista)? A saber. Gente con muchas ganas de linchar y pocas de pensar. Comprendo que el familiar de un fallecido pueda tomar ese tipo de represalias contra el bromista, por ejemplo (dar sus datos o incluso acudir a pedirle explicaciones), en un arrebato tras encontrarse el comentario. No lo apoyo, pero lo comprendo, y si termina sucediendo que el agresor asuma las consecuencias penales que eso pueda acarrearle. Pero que unos cuantos catetos y otros pocos borregos se sientan superofendidos y busquen ese tipo de venganza me parece patético e hilarante. Los mismos borregos que salen en las puertas de los juzgados insultando a algún presunto criminal, del que apenas está clara su culpabilidad, que podría quemar vivir a un inocente y eso les importa un bledo (Esto siempre me recuerda a Furia, la película de Fritz Lang). Individuos miserables que tratan de justificar su violencia y salvajismo del modo más conveniente y demagogo posible. Necesitan darle salida a sus pasiones y no hay mejor manera ni otra que esté mejor vista. Además incluso se sienten personas empáticas y comprometidas.
Por lo demás, estoy de acuerdo con lo concerniente al humor negro: primero debe ser humor, segundo no está justificado que hiera a ninguna víctima, eso es cruel, por mucho que se disfrace o se justifique como se quiera. Pero no son pocos los que en redes sociales confunden el humor negro con el acoso y la humillación. La mayoría, mediocres quinceañeros mimados, pero también hay casos preocupantes de adultos que continúan esas prácticas sin ser capaces de empatía.
No se puede equiparar a un tweetero descerebrado con un político mafioso. No son comparables Bárcenas, la Gurtel, Pepiño Blanco y sus amigos empresarios de la «Cosa Nostra» a un imbécil con ínfulas de provocador. Si los mezclas a todos en el mismo párrafo – lo has hecho- y añades en la comparación a la manipulación de los ABCses, Mundos, y LasRazones acabas jodiendo lo que podría ser un buen artículo.
Creo que más que comparar los hechos, compara las reacciones. En ese sentido a mí me parece acertado.
Debe estar Vd. equivocado Sr. de Lorenzo. Lo digo porque todo eso que ha escrito lo llevo yo pensando desde el primer momento, incluido lo del imbécil del Twit.
No sé si el artículo es bueno o malo, pero que lo suscribo en su totalidad, sin dudarlo.
Y lo penoso que es, que de una situación de esta índole, se acabe hablando de estos idiotas…
Muy oportuno y bien traído.
Javier C, por favor, ¿podrías poner el enlace de donde sacaste la cita de Ferlosio para leerlo al completo?¿O el título del libro, si de eso se trata?
Me ha encantado, y me gustaría tener acceso al texto íntegro.
Perdón por el retraso, espero que llegue a leerlo:
http://elpais.com/diario/2006/02/25/opinion/1140822005_850215.html
La otra cita, la pequeña, es de otro lado:
http://elpais.com/diario/2009/01/22/opinion/1232578812_850215.html
¡Que lo disfrute!
También lo disfruto yo, Javier.
Gracias. Saludos.
Se le ha olvidado mencionar que, una vez ajusticiado el twittero en cuestión, llegaría el momento de hacer chistes sobre la paliza, en un último giro hipócrita de la masa.
«Gente con muchas ganas de linchar y pocas de pensar», como ha escrito Marqués de padel. Ese es el problema. La proliferación de «justicieros» que descargan su natural barbarie con el primer presunto culpable que se les ponga a tiro. Aquí se trata del fenómeno, a propósito de la condena Oscar Wilde:
http://antoniopriante.wordpress.com/2013/04/04/oscar-wilde-y-la-indignacion-de-los-justos/
Casualmente:
http://www.20minutos.es/noticia/1883878/0/despedida/tuit-desfortunado/accidente-santiago/
Las cosas no adquieren importancia por sí mismas, sino por nuestra sensibilidad. Y hay que tomarlas de quién vienen. Y se sabe perfectamente de quién vienen, porque las palabras no engañan, expresan perfectamente la personalidad de quien las pronuncia; tal vez un inadaptado o un correveidile. En cualquiera de ambas posibilidades no merece ni dos líneas porque atacándolo caeremos en aquello que repudiamos.
Pero Javier lo expresa bien con cierta sorna; algunos necesitan una galleta y otros no.
Pero hombre, César, un inadaptado no lo veo yo como algo peyorativo teniendo en cuenta lo que hay que hacer para «adaptarse» a todo el tinglado. Otra cosa es que sea viable el poder vivir sin adaptarse, pero es que hay que hacerlo a todo lo que hay, nos guste o no. Así que…
Hace mucho aprendí a que las palabras no son importantes cuándo el dolor está presente. No nos sintamos ofendidos por unos pocos, sintámonos satisfechos de la respuesta de unos muchos porque la ayuda es mayor que los impedimentos y a esas piedras del camino, ni se les separa ni se les machaca, simplemente no se les tiene en cuenta porque el camino es más importante.
Tristemente, en dos semanas nadie más que la familia tendrá presente estos días y todos nosotros habremos olvidado ese momento de dolor y seguiremos riendo con nuestra vida porque en ese accidente nada se nos corto. Las familias son las únicas que el día fatídico se han anclado en un dolor que siempre llevarán presente en sus días y en sus vidas. La noticia pasará, los descerebrados pasaran y los héroes pararán pero el dolor para muchos, se quedará como recuerdo, a esos yo les digo que seguir adelante no es olvidar y que aprender a vivir con ese dolor no es querer menos. Que Dios les colme de paz en sus corazones y les de el entendimiento para seguir un día a la vez.
Aún siendo sensible a tu razonamiento, no puedo por menos de acordarme de un montón de sabios que opinan que «adaptarse al medio» es inteligente. Luego lo contrario parece ser lo contrario. Pero no me hagas mucho caso…
Deduzco que me contestabas a mí, aunque accidentalmente lo has hecho a Alberto. Sí, en efecto, lo más «inteligente» y lo más práctico, fuera adaptarse siempre a lo que hay; aunque en ese caso, más valdría olvidarse ya de utopías como la moral y la vana presunción de que tenemos elección y posibilidad de cambiar las cosas. Seguramente dejaríamos de sufrir mucho de lo que padecemos. El problema, al menos para mí, es que no sé por dónde empezar…
En esta vida todo es circunstancial y estoy seguro que el sentimiento de venganza es común y generalizado en las personas ante este tipo de conductas (comentario «incorrecto y ofensivo en redes sociales») de ahí que «el que esté libre de pecado que tire la primera piedra».
Lo que sí puedo afirmar por experiencia personal es que la venganza y el rencor no son saludables ni para nuestro corazón ni para nuestro espíritu como seres humanos:
Rencor
En exasperación y en decepciones
borda las frías sábanas del lecho;
y como única joya, sobre el pecho
cuelga collar de absurdas maldiciones.
Amó, fue amada, soslayó razones,
siempre ajena al olvido, que al acecho,
la rastreó, dejando al fin deshecho
su castillo de arena de ilusiones.
Y aquel fuego voraz que consumía
lento y suave su entraña, día a día,
se transformó en arrebatada hoguera.
No sabe del perdón ni de la calma,
sólo una fuerza hostil agita su alma,
la del rencor y la venganza fiera.
Francisco Álvarez Hidalgo
Hay mucha gente que anda chuleando a los demás por la vida sin temor a las consecuencias. A mi, y es una cuestión muy subjetiva, no me importa lo más mínimo que le den cuatro hostias al autor de un comentario más que insultante. Siempre puede hacer lo contrario, humillarse un poco y pedir perdón por ser un imbécil. Eso calmaría las cosas.
El verdadero peligro es pensar que todo lo que se comenta es verdad… ¿y si la dirección no es la correcta?
Es muy fácil hablar de la mediocridad de aquellos que piden venganza o tratan de tomarla por su mano, pero es lo normal en un país donde la justicia no es nada justa.
Habría que ver la actitud que tomaríamos, entre los que me incluyo, ante alguien que se riera o hiciera bromas de nuestros recientes fallecidos, ya que es muy fácil hablar desde el desconocimiento.
Sin más he de decir que al «bromista» no me gustaría que le pasara nada grave, pero de todos es bien sabido que una hostia a tiempo quita la tontería.
Muy buena nota, sí señor.
Yo, que considero que tengo dos dedos frente, me he dejado llevar en ocasiones por la efusividad del momento y he deseado esa «sed de venganza». No me quiero imaginar pues, de lo que puede ser capaz la masa que se limita a hacer lo que le dicen los medios de comunicación (por ejemplo).
Sólo en la oscuridad: aún siendo sensible a tu razonamiento, no puedo por menos recordar a un montón de sabios que opinan que «adaptarse al medio» es de sabios y asegura la supervivencia. Lo de la caña (de bambú) vamos. Ergo si no te adaptas, será lo contrario. Pero no me hagas mucho caso..