Mientras el panorama de la investigación científica se torna cada vez más negro en nuestro país con los tijeretazos en I+D y el Plan Nacional de Investigación paralizado, hay científicos que logran mantener el paso, no sin tropiezos, en el camino hacia el diseño de un método para erradicar una de las enfermedades más devastadoras de las últimas décadas: el sida. Es posible gracias a la financiación privada y la colaboración con grupos de otros países.
La comunidad científica internacional sabe que el grupo de Poxvirus y Vacunas del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) está desarrollando vacunas experimentales muy prometedoras. La Fundación Bill y Melinda Gates tampoco lo ha pasado por alto: «Llevamos siete años con ellos y nos han extendido la financiación de otro proyecto durante tres años más», asegura con orgullo por el reconocimiento Mariano Esteban, jefe del grupo de investigación, uno de los mayores expertos en vacunas del mundo.
El escollo es que dependen del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), institución al borde del «cataclismo», en palabras de su presidente Emilio Lora-Tamayo. El organismo necesita antes de octubre una inyección de 100 millones de euros. El Gobierno se queda corto y se ha comprometido a gastar tan solo 75. Mientras, para salir al paso, el dinero que han logrado ahorrar algunos equipos de investigación, como el de Esteban, en su mayoría procedente de convocatorias europeas y ayudas concedidas por empresas privadas, dinero ganado a pulso tras un proceso severo de evaluación, está paralizado. El CSIC lo usará para cubrir los gastos más inmediatos de toda la plantilla. Se socializa, dictaba la carta que el secretario general remitía a los directores de los más de 100 centros que componen el organismo.
«Nosotros aún estamos a flote», respira Mariano. Estamos en su despacho. Es pequeño y muy sencillo. Una cristalera recorre una de las paredes de la estancia. Fuera, los árboles y extenso césped del campus de la Universidad Autónoma de Madrid. Dentro, un escritorio con el ordenador y una mesa. Todas las superficies al alcance de la vista están cubiertas de estudios científicos e informes apilados. Los estantes están plagados de libros, cuadernos, archivadores y algún que otro gran recuerdo, como una foto de Esteban, con una sonrisa espléndida sentado en el suelo rodeado de sus amigos y grandes científicos, como Joan Massagué —uno de los investigadores más influyentes en el estudio de la metástasis—, Carlos Cordón y Ángel Pellicer —también dedicados a la oncología— y Mariano Barbacid —muchos años antes de su polémica salida de la dirección del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.
Eran otros tiempos y el barco de la investigación científica en España estaba tomando buen rumbo con las velas infladas. Era 1992 y estaban celebrando que Esteban regresaba de Estados Unidos para dirigir el recién nacido CNB, un centro pionero en el país para impulsar la biotecnología, una disciplina que no estaba extendida.
«Estábamos creciendo de forma exponencial y ahora estamos al borde del precipicio. En los últimos 20 años España ha hecho un progreso enorme, hemos conseguido colocarnos en primera línea en investigación. Ahora lo estamos destruyendo. Los recortes están decapitando la ciencia española. Si no cambian las cosas España no conseguirá estar de nuevo con los grupos líderes mundiales hasta dentro de un par de décadas», vaticina este investigador, con más de 40 años de carrera a sus espaldas.
La puerta de su despacho da a las entrañas del laboratorio principal donde trabaja gran parte del equipo de 14 personas, entre postdoctorales, técnicos y predoctorales. «Los ánimos de la gente joven está por los suelos. Ellos son el futuro y si no les entusiasmamos estamos perdidos», asegura. «Ahora mismo se están destruyendo los grupos de investigación a una velocidad tremenda. Aquí en el centro hemos perdido 100 personas en un año y cuando acabe este año seguramente perderemos otros 100», añade.
En dos años, el Gobierno ha recortado la financiación de la I+D casi un 30%, unos 2600 millones de euros. «Yo creo que la clase política no es consciente del peligro enorme que supone. El I+D es el aspecto fundamental para cualquier sociedad que se quiera llamar avanzada. Sin este pilar lo único que podemos ofertar son servicios. Eso quizá nos da para vivir pero no para estar en la primera línea y tener credibilidad. La mejor carta de presentación de un país es tener un tejido investigador importante. Porque eso es conocimiento, y eso es la riqueza que luego impacta en la sociedad», explica asombrado.
La riqueza que generan en este laboratorio tiene que ver con la salud de un enorme número de personas en todo el planeta. Estudian vacunas para enfermedades muy prevalentes a nivel mundial. No solo el VIH, que ha matado a más de 27 millones de personas y que hoy en día infecta a 34 millones, también la malaria con un millón de muertes anuales, la leishmaniasis —enfermedad parasitaria que cuenta con unos 12 millones de infectados—, o la hepatitis C, que padece un 3% de la población mundial.
Uno de los mayores éxitos del grupo es la vacuna experimental MVA-B, hecha para controlar el tipo de virus del sida más prevalente en Europa, América y Australia.
Hace dos años el equipo, en colaboración con el Hospital Clínic de Barcelona y con el Gregorio Marañón de Madrid, concluyó un ensayo clínico en fase I con 30 individuos con rotundo éxito: «Casi todas las personas, el 90%, respondían a la vacuna de una forma muy positiva y el 85% mantenían los parámetros inmunológicos frente al VIH durante más de un año», explica el científico. El invento ya está patentado por el CSIC.
La vacuna trata de activar las defensas del sistema inmunológico, de entrenar al sistema para que sepa cómo destruir adecuadamente al VIH. En concreto modula el comportamiento de dos poblaciones de células, las B (los linfocitos que producen los anticuerpos necesarios para unirse al virus invasor y neutralizarlo) y los linfocitos T CD8+ (detectan la célula infectada, la perforan y la destruyen).
Con esta misma vacuna han realizado otro ensayo con individuos seropositivos, para comprobar su eficacia como tratamiento terapéutico. Han vacunado a 30 individuos infectados, 20 que estaban tomando terapia con antirretrovirales y 10 el placebo. «El objetivo es averiguar la seguridad de la vacuna y su capacidad para inmunizar, es decir, si una vez retirada la terapia antirretroviral la carga viral ha disminuido y la vacuna ha ayudado a controlar mejor la infección», explica. Los resultados se harán públicos a principios de octubre en el Congreso Mundial de Vacunas de VIH que se celebrará en Barcelona. Hasta entonces silencio total.
Este científico vio nacer la epidemia de sida en el mundo cuando estaba trabajando en la Facultad de Medicina en la Universidad del Estado de Nueva York, en el departamento de Bioquímica, investigando con malaria y leishmaniasis. Era 1981 y aparecían los primeros casos de una enfermedad complemente desconocida para la ciencia, aterradora, muy mortífera y que se extendía con suma rapidez.
«Aparecieron muchísimos casos. En mi propio departamento dos personas que trabajaban con nosotros murieron», recuerda. «No sabíamos absolutamente nada de la enfermedad. La primera vez que oí algo sobre ella fue por un clínico que trabajaba conmigo y que estaba viendo a pacientes homosexuales en Nueva York que tenían síntomas de inmunodeficiencia adquirida», rememora.
En 1983 un equipo de científicos del Instituto Pasteur de París demostró que la enfermedad estaba causada por un retrovirus, descubrimiento que les hizo merecedores del Premio Nobel de Medicina. El grupo de Esteban se lanzó a la carga: «Enseguida iniciamos la búsqueda de un prototipo vacunal, que hicimos realidad cuando vinimos a España. Me traje gente de mi equipo en Estados Unidos y arrancamos de cero en el CNB», explica.
¿Por qué una vacuna para acabar con la epidemia? Porque es el mejor método para erradicar completamente la enfermedad. Con una vacuna eficaz y un plan de vacunación en todos los países se podrían evitar las nuevas infecciones por VIH y con el tiempo terminar con la patología.
Tres décadas después del descubrimiento del virus ha nacido la terapia antirretroviral y ha mejorado a una velocidad de vértigo. Gracias a la investigación científica, hoy en día la infección por VIH se considera una enfermedad crónica. La supervivencia es altísima y los efectos secundarios de los fármacos son cada vez menores.
Un enfermo se puede beneficiar de estos medicamentos si los toma de manera estricta y controlada, algo muy difícil de lograr en los países en desarrollo, aunque no imposible. El último informe al respecto del organismo de la ONU que lucha contra el sida (ONUSIDA) señala que 15 millones de personas no tienen acceso al tratamiento. Tiene como firme objetivo lograr el acceso universal a los fármacos, es decir, que un 80% de los enfermos reciban terapia. Con el objetivo cumplido la enfermedad estaría tocada de muerte. La vacuna sería el golpe de gracia.
Por el momento todos los ensayos a gran escala de las vacunas experimentales preventivas han sido un fiasco. Tan solo hay una que ha tenido resultados medianamente positivos en un ensayo fase 3 con 16.000 voluntarios. Fue la RV144, de Tailandia, que demostró por primera vez ser capaz de prevenir la infección en un 31% de los casos.
El grupo del CNB continúa su camino hacia una vacuna que dé mejores resultados que la tailandesa. «Están ya en marcha la gestión de las autorizaciones correspondientes de nuevos ensayos clínicos fuera de España con otras vacunas experimentales generadas en nuestro grupo», explica Esteban. Como el del prototipo de vacuna para prevenir el subtipo C del VIH, que es el prevalente en África y Asia, que están diseñando en colaboración con Estados Unidos y el Reino Unido. «Probablemente en 2016 llevemos a cabo el ensayo fase 2B con miles de individuos en Sudáfrica», señala. Allí la incidencia es muy alta, el 10% de la población está infectada y tiene acceso a los fármacos. Es el escenario perfecto para determinar la eficacia de la vacuna.
Otros cinco prototipos, tres de ellos generados por el grupo del CNB y otros dos por colegas de Estados Unidos, van a ensayarse todos a la vez. Se hará un cóctel con ellos. «El VIH es brillante para escapar de la respuesta inmune. Introduce mutaciones y variantes en su material genético que evitan que los anticuerpos neutralizantes los bloqueen», explica. Para que el sistema inmunológico detecte y destruya el virus aunque cambie de disfraz «mediante ingeniería molecular hemos averiguado todas las combinaciones posibles en la proteína de la envoltura viral y diseñado prototipos que enseñan a las células a reconocerlos. Esperamos que así el virus no tenga escapatoria».
Ojalá no la tenga. Pero nunca lo sabremos si la investigación se corta en seco. Como sentencia Esteban: «Digan lo que digan, sin investigación no hay futuro».
Fotografía: Rai Robledo
Es imposible no relacionar esto con el artículo de Miguel Iribar, y el monólogo de Chris Rock.
¿Curar el SIDA? Mucho, mejor. Te vamos a vender algo que te lo hará llevadero (o mejor dicho, impedirá que te mate). Que la segunda opción (hacerlo cronico),sea para nosotros mucho más rentable que la segunda (curarlo) es un detallito sin importancia. Tan rentable que nos hará multimillonarios, es otro detallito de nada.
Mencionar que una enfermedad que en origen tenía como grupos de riesgo principales yonkis y homosexuales, es un pelín sospechosa de haber salido de un laboratorio,…. Bueno, no nos pongamos paranoicos.