Rudyard Kipling escribió en un curioso poema que la hembra de cualquier especie, incluyendo la humana, es siempre más letal que el macho. Históricamente la guerra ha sido cosa de hombres y se ha excluido a las mujeres de la vanguardia de los ejércitos; sin embargo, la imagen de la mujer armada y peligrosa, blandiendo una espada o abatiendo enemigos con arco y flechas, abunda en muchas mitologías. Atenea era la diosa griega de la guerra, oponiendo estrategia y sabiduría a la caótica fuerza bruta del dios guerrero masculino, Ares. Las sociedad matriarcal y guerrera de las amazonas defendía su modo de vida con uñas y dientes…
No está claro hasta qué punto las amazonas de la mitología tienen una base histórica, aunque algunas crónicas, en particular de Heródoto, las identifican con guerreras sármatas o escitas. En cualquier caso, el arquetipo de las amazonas, y en general el de las mujeres guerreras, se ha movido entre los extremos del sueño erótico masculino y la utopía feminista. En Amazonas, de Mainon y Ursini, se hace referencia a un experimento de la profesora Batya Weinbaum. Hizo comparar a sus alumnos dos textos antiguos en que aparecían amazonas: Sergas de Esplandián de Montalvo (1510) y La ciudad de las damas de Cristina de Pizán (1405). Estas fueron sus conclusiones: «Las amazonas de Montalvo eran tontas, banales, vestidas con una elegancia excesiva, sensuales, incapaces, crueles e ineptas. Las de Pizán eran inteligentes, ingeniosas, cooperativas, amistosas, fuertes, valientes, valerosas, vestidas de forma práctica y creativas».
Pues bien, ¿cómo eran en realidad las mujeres guerreras? ¿Crueles o amistosas? ¿Sensuales o prácticas? Ambas cosas y ninguna, como veremos: si en el anterior artículo hablé de cuatro mujeres del salvaje oeste, hoy me remontaré a la Antigüedad en busca de cuatro féminas de armas tomar.
1. La venganza de la reina Boudica
Año 60 d.C. Midlands, Britania. Un ejército de 70.000 guerreros observa con reverencia a una mujer altísima de mirada fiera, con una melena pelirroja que le llega hasta la cintura. Su voz resuena, atronadora: «¡Mostremos a los romanos que no son más que liebres y zorros tratando de gobernar sobre lobos y perros!». Apenas acaba de hablar, abre su colorida túnica y deja escapar de ella una liebre que huye aterrorizada hacia la izquierda, señal de buena fortuna. Los soldados aúllan mientras la mujer blande su lanza y continúa su discurso: «Te doy las gracias, diosa Andraste, Gran Madre, y te invoco de mujer a mujer… ¡Suplico por la victoria y la libertad!».
Quien así grita entre vítores de su pueblo es Boudica (latinizado en Boadicea), reina guerrera de los icenos y aliada de los trinovantes. Tiene sobrados motivos para estar cabreada. Tras invadir las islas británicas, los romanos habían llegado a una tregua con la tribu de los icenos, gobernada por el rey Prasutagus, más interesado en los banquetes que en la guerra. Al morir, Prasutagus legó el reino a su orgullosa esposa Boudica, pero los romanos se rieron ante la idea de que una mujer gobernara. Cuando Boudica acudió con sus hijas ante el prefecto para quejarse, fue azotada cruelmente, y sus hijas violadas con desprecio ante sus ojos. Aún no lo sabían, pero todos los hombres presentes acababan de firmar su sentencia de muerte.
En paralelo, según cuenta Dión Casio, varios inoportunos prestamistas romanos (entre ellos, Séneca el Joven) eligieron ese momento para exigir el retorno de sus inversiones en la isla. Para ello, aplicaron remedios muy parecidos a los que sugiere hoy en día la troika: saquear aldeas y vender a sus habitantes como esclavos. Con este caldo de cultivo, a la furiosa Boudica no le costó demasiado encender el fuego de la rebelión.
Aprovechando que las tropas del gobernador Suetonio estaban entretenidas exterminando druidas galeses, los rebeldes arrasaron la colonia de Camulodunum (Colchester), pasando a todos sus habitantes a cuchillo, demoliendo metódicamente los edificios y aniquilando a la Novena Legión Hispana (ejem), que trató de acudir al rescate. Poco después, la mismísima Londinum (Londres), fue incendiada hasta los cimientos dejando un fino estrato geológico de cerámica quemada, monedas fundidas y rabia. Verulanium (St Albans) corrió la misma suerte… 80.000 cadáveres romanos, tres ciudades arrasadas, Roma planteándose abandonar Britania… No se le tocan los ovarios a una reina guerrera britona.
Suetonio reunió un ejército de 10.000 legionarios con el que plantar cara a los 70.000 guerreros de Boudica. Para que la inferioridad numérica no jugara en su contra, presentó batalla en un estrecho desfiladero. Y aquí volvemos al momento crítico con el que abría este relato: la liebre adivinatoria que suelta Boudica sale corriendo hacia la izquierda, señal de buen augurio. Envalentonados, los icenos atacan aunque las condiciones del terreno no les favorezcan, y tras una lucha encarnizada, no solo pierden sino que son prácticamente exterminados. Si tan solo esa liebre hubiera huido hacia la derecha…
No está claro qué le ocurrió a Boudica tras la derrota. Tácito cuenta que se suicidó usando veneno, pero otras historias afirman que murió de enfermedad o asesinada en la vanguardia del ejército. En su maravillosa novela gráfica From Hell, Alan Moore convierte la derrota de Boadicea en el entierro de la última esperanza femenina de recuperar las sociedades matriarcales primigenias… La muerte de la reina marcaría un punto clave en el paso de la adoración de una diosa madre lunar a un dios padre solar y apolíneo. Pero como la vida tiene extrañas ironías, durante la época victoriana se vivió un cierto revival de la historia de Boudica, probablemente porque la traducción de su nombre es… Victoria. Sí, como la reina. Así pues, en el siglo XIX se construyeron estatuas en su honor en Westminster, Tennyson le dedicó un poema, nacieron a su alrededor leyendas y rumores… Si vais a la estación de King’s Cross de Londres, echad un vistazo al espacio entre los andenes nueve y diez. No se esconde ahí una entrada secreta a Hogwarts, sino (de hacer caso a la leyenda) el cadáver de la reina Boudica, que volverá a la vida cuando menos lo esperemos para vengarse de los invasores de Roma. Tiembla, Berlusconi.
2. Zenobia de Palmira apuesta en el juego de tronos
La segunda mujer de mi lista de guerreras es una presunta descendiente de Cleopatra llamada Julia Aurelia Zenobia. Historiadores de la época (siglo III d.C) la describen como inteligente, hábil y hermosa, destacando sus ojos negros y siempre brillantes. Hablaba griego, aramaico, egipcio y latín, y frecuentaba a escritores y filósofos. Trebelio Polión comenta que, sin perder una elegante femineidad, solía comportarse «como un hombre», bebiendo junto a los soldados de la guardia, cabalgando y cazando con su propio arco.
Zenobia se casó con Odenato, rey de Palmira, rica ciudad siria sometida al Imperio romano. No tardó en tener con él un hijo, al que bautizó con el magnífico nombre de Lucio Julio Aurelio Septimio Vabalato Atenodoro, o simplemente Vabalato, derivado del aramaico Wahb Allat, «regalo de la Diosa». Vuelve a asomar un aspecto de la Madre primigenia. En cualquier caso, el heredero de Palmira era Hairam, hijo de Odenato de un anterior matrimonio.
Pero hete aquí que entra en escena el sobrino de Odenato, un camorrista con el desafortunado nombre de Meonio. Tras una estúpida disputa por una falta de respeto, Meonio saca su puñal en medio de una boda y lo clava repetidas veces en Odenato y el pequeño Hairam, matándolos a ambos. En ese momento trata de tomar el poder para sí mismo y nombrarse emperador, pero muere a manos de la viuda Zenobia, a quien no había tomado en serio. Ya se sabe: en el juego de tronos, o ganas o mueres… Según la Historia Augusta, probablemente parcial y manipulada, Zenobia habría sido la instigadora del crimen de Meonio, con el objetivo de asegurar el trono para ella misma y su hijo. Zenobia sostuvo siempre, en cambio, que Meonio trabajaba para los romanos. La verdad no la conocen ni mis queridos conspiranoicos.
Sea por casualidad o en un arranque de viudanegrismo, Zenobia emerge victoriosa de esta Boda Roja y asume el trono de Palmira como regente, hasta que su hijo Vabalato llegue a la mayoría de edad. Inmediatamente se rebela contra Roma, conquista Egipto y responde a las tímidas protestas del prefecto romano de Alejandría decapitándolo. Invade territorios de Siria, Líbano y Palestina, ganándose el sobrenombre de «la reina guerrera» al acumular un triunfo tras otro. En pocos años crea un próspero imperio aprovechando las rutas comerciales, y Palmira («la Roma del desierto») vive un intenso florecimiento económico, cultural y artístico.
Pero el fuego de Zenobia-Daenerys no tarda en chocar con el hielo del emperador Aureliano-Stannis, un líder militar romano frío e implacable más temido por sus propias tropas que por el enemigo. Peleaba en primera línea, y se supone que en una sola campaña mató 1000 bárbaros con su espada (mille, mille, mille occidit, cantaban sus legiones). El contraataque romano empieza reconquistando Egipto, con tanta furia que parte de la biblioteca de Alejandría queda destruida. A las tropas de Aureliano les cuesta atravesar el desierto, pero acaban sitiando Palmira y poniendo en fuga a Zenobia, que trata de escapar sin éxito, con Vabalato en brazos, sobre un veloz dromedario.
Aureliano se la lleva a Roma como trofeo, encadenada con grilletes de oro: así la representa Herbert Schmalz en La última mirada a Palmira de la reina Zenobia. El viaje resulta demasiado duro para el pobre Vabalato, todavía un crío, y al cabo de poco el «regalo de la Diosa» muere de agotamiento. En cuanto al destino de Zenobia tras su llegada a Roma: se cree que fue decapitada, cayó víctima de la enfermedad, se suicidó dejándose morir de hambre… O fue indultada por un compasivo Aureliano, que la casó con un anónimo senador romano. No sé qué me parece más improbable: si el gélido Aureliano mostrando calidez humana o la ardiente Zenobia aceptando un frío matrimonio de compromiso.
3. La astucia letal de la comandante Artemisia
Septiembre del 480 a.C. Tras aniquilar a los 300 espartanos que protegían el desfiladero de las Termópilas y saquear Atenas, el ejército persa de Jerjes I planea derrotar definitivamente a los griegos con una batalla naval en el estrecho de Salamina. En un consejo de guerra celebrado en el mayor barco de la flota persa, los generales aconsejan uno tras otro a Jerjes que ataque inmediatamente.
Le llega el turno para hablar a Artemisia de Caria, gobernante de Halicarnaso, experta marinera y única mujer comandante en el ejército de Jerjes. En lugar del peloteo habitual, la capitana avisa de que los griegos, acorralados, son más peligrosos de lo que parece, y aconseja no presentar batalla de frente. El resto de comandantes contienen el aliento, pero Jerjes no se toma a mal el consejo, sino que aplaude la sinceridad de Artemisia… pero hace caso omiso y decide atacar igualmente.
Gran error. Los griegos, gracias a los trucos de desinformación y contraespionaje del ateniense Temístocles, cobran ventaja en la batalla naval. Artemisia lucha con valor al mando de sus cinco navíos, pero queda aislada del contingente principal, perseguida por un veloz barco ateniense. Solo podemos especular sobre lo que le pasó en ese momento por la cabeza a la capitana, pero el resultado es una estratagema un tanto cabrona pero brillante. El velero de Artemisia se abalanza sobre un trirreme persa aliado, el perteneciente a Damasatimo, rey de Calinda, y lo hunde, matando a todos sus tripulantes. Artemisia había tenido encontronazos previos con Damasatimo, y quiso matar dos pájaros de un tiro consiguiendo a la vez vengarse y salvar la vida. El navío ateniense ceja en su persecución, suponiendo que el barco de Artemisia pertenecía a desertores. Y allá en la lejanía, Jerjes piensa exactamente lo contrario: al divisar el velero de Artemisia (reconocible por peculiaridades de su construcción) hundiendo un barco que no identifica a simple vista, presupone que la víctima era un barco enemigo. En ese momento el rey persa murmura: «Mis hombres se comportan como mujeres, y la única mujer de mi ejército se comporta como un hombre».
Toda esta historia la cuenta Heródoto con cierta retranca, sin disimular las simpatías que le inspira la astuta Artemisia. A quien quiera leer una versión novelada de la batalla, le remito a Salamina, de Javier Negrete, una maravilla en que Artemisia es uno de los personajes principales. Y en la segunda parte de 300, prevista para marzo de 2014, se ha anunciado que Eva Green interpretará a la capitana de rápidos reflejos.
4. Tomoe Gozen y las temibles onna-bugeisha
Me permito apartarme de la Antigüedad clásica para terminar este recorrido en el Japón del período Heian, entre los siglos VIII y XII, donde podemos encontrar más mujeres guerreras de lo que podría imaginarse. Y es que estamos acostumbrados a la imagen de la cortesana lánguida y pasiva enfundada en un kimono en la corte imperial, pero la realidad femenina en el Japón antiguo era más compleja. A menudo las mujeres defendían los territorios familiares cuando los hombres iban a la guerra, así que se entrenaban duramente con el arco y la naginata, arma similar a una alabarda. El largo alcance de la naginata la convertía en letal contra asaltantes y bandoleros a caballo, sin que hiciera falta demasiada fuerza física para manejarla.
La presencia de mujeres guerreras (onna-bugeisha) en el campo de batalla fue escasa pero significativa. La legendaria emperatriz Jingu lideró sus propias tropas durante la invasión japonesa de Corea allá por el siglo II, y se la representa a menudoarmada y peligrosa. Varios siglos más tarde la versátil Hōjō Masako fue monja budista, guerrera y regente todo en uno: se la llegó a conocer como «La Monja Shogun» (es decir, la Monja Comandante).
Pero la heroína militar más conocida de la historia japonesa se llamó Tomoe Gozen (Gozen es un término honorífico, no un apellido), guerrera que aparece en el famoso Heike Monogatari. Allí se la describecon mucho entusiasmo: «Era muy hermosa, con piel blanca, largo cabello y rasgos encantadores. También era una arquera notablemente fuerte, y como espadachina valía por mil. Siempre estaba lista para enfrentarse a un demonio o un dios, a pie o a caballo. Manejaba potros sin domar con habilidad soberbia, cabalgaba sin hacerse un rasguño a través de peligrosos senderos. Cuando la batalla era inminente, Yoshinaka la enviaba como su primera capitana, equipada con una resistente armadura, una espada de enorme tamaño y un poderoso arco. Tomoe cumplía mayores hazañas que cualquiera de sus otros guerreros».
Los historiadores dudan que Tomoe Gozen fuera una figura histórica, ya que el Heike Monogatari mezcla generosamente realidad y ficción. Sin embargo, su imagen mítica encendió la imaginación popular y generó muchas historias, estas sí verificadas, sobre valentía guerrera femenina. Mi favorita ocurrió durante el Sengoku Jidai (siglos XV-XVI). Durante el largo asedio del castillo del señor Mimura Kotoku, en un momento de desesperación se produjo un suicidio en masa de mujeres y niños. Asqueada y rabiosa, la señora Kotoku se puso al frente de 83 soldados y cabalgó hacia el enemigo, aullando y «blandiendo su naginata como un molino de agua». Desafió en combate singular al general enemigo Ura Hyobu, que en lugar de pelear se escondió tras sus soldados mientras rezongaba «¡Esa mujer es un demonio!».
Y ya que se acaba el artículo, me permito dar un último salto hasta el siglo XIX, durante la guerra de Boshin, que enfrentó a los samurais del shogunato Tokugawa con el cada vez más occidentalizado poder imperial. Dos mujeres guerreras lucharon en la región de Aizu (en Fukushima) contra las tropas favorables al emperador. La primera, Nakano Takeko, era una joven habilísima con la naginata. A pesar de que no se le permitió formar parte oficialmente del ejército, esta onna-bugeisha reunió una tropa de mujeres (Jōshitai), que resultaría enormememente efectiva. Durante una carga contra el ejército imperial Nakano recibió un disparo en el pecho, y al verse moribunda le pidió a su hermana que le cortara limpiamente la cabeza. Otra defensora de Aizu fue una excelente tiradora con rifle: Yamamoto Yaeko, más occidentalizada pero igualmente luchando por los samurais. La imaginación popular japonesa ha juntado a estas dos guerreras en varias obras de ficción: es muy tentador imaginar unos caracteres tan opuestos chocando como en una buddy movie. Cada año la televisión japonesa NHK emite una serie histórica o Taiga drama… En este 2013 le ha tocado a Yaeko y la guerra de Boshin.
Y así, con un golpe de naginata, despido el artículo por ahora. Porque el siguiente paso me llevaría a hablar de mujeres armadas y peligrosas que lideraron revoluciones. Pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión.
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¿Aramaico? Que yo sepa esa antigua lengua se la conoce en castellano como «arameo».
Pues muy cierto, gracias por la corrección. :)
Aramaico y arameo es lo mismo. Se usan como sinónimos.
Me encantó el articulo. Algunas historias me recordaron mucho a La Cacica Gaitana, una heroína indígena del siglo XVI y un excelente personaje por cierto para abordar el tema de revoluciones lideradas por mujeres :)
Boadicea:
La que quedó retratada no fue tanto la Novena como la Segunda, que tendría que haberla apoyado y cuya ausencia cimentó la derrota, pero su prefecto pasó a la historia por silbar con las manos a la espalda mientras paseaba mirando las golondrinas.
Roma la desmanteló, por haber sido deshonrada.
Por lo demás: no se juega con las pelirrojas.
¿Quién es la moza de la primera foto? Bien podría ser la hermana secreta de O-Ren Ishii, alias ‘Mocasín, del Escuadrón Asesino Víbora Letal, experta en el uso de la katana, entre otras armas letales.
Estas mujeres…
Y qué decir de las mujeres soldado israelíes de la guerra de los seis días, combatieron cincuenta contra uno y ganaron. Sus compañeros hombres se decían entre ellos: Sera mejor que las desarmemos mientras podamos, si no cuando acaben con los árabes vendrán a por nosotros.
Sería estupendo que otra entrega tratase sobre espadachinas ilustres como Julie d’Aubigny «la Maupin», cantante de ópera y duelista, o Ella Hattan «la Jaguarina», amazona y sablista experta. También son interesantes los ejemplos de crossdressing durante las Guerras Napoleónicas (como el caso de Eleonore Prochaska), y para acabar en casa, Catalina de Erauso «la Monja Alférez» (que si no era de armas tomar, que baje Dios y lo vea).
Enhorabuena por el artículo, como practicante de esgrima antigua e histórica para mí es muy grato conocer más cosas acerca de nuestras abuelitas guerreras.
He de decirlo. Estoy enganchado a esta serie de mujeres guerreras. Pide una tercera entrega, por favor, titulada Armada y Peligrosa: Mujeres Piratas. Anne Bonny tendría mucho que descerrajar ahí.
Muy buen artículo. Me encanta ver que se habla de las mujeres también como personas capaces de valerse por sí mismas… En series y películas solemos estar muy infravaloradas.
Estoy deseando que salga el artículo de las mujeres revolucionarias…
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me encanto estas reseñas,gracias por compartirla,he leido que la historia de Mulan es cierta,y que estuvo en el ejercito varios años,podrias dar mas informes sobre ella?,y gracias nuevamente
En español se dice arameo. Al principio pensé que sería una mala traducción del inglés, pero no, al parecer aramaico es como se dice arameo en portugués. Pero en español es, en efecto, arameo.
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