Perdió la cabeza por James Dean. Cuando el 30 de septiembre de 1955 el actor se quebraba el cuello en un accidente de tráfico —estampó su Porsche “Little Bastard” contra otro automóvil que se le cruzó en el camino—, ella no pudo procesar su muerte, de la misma manera en que tampoco había podido procesar su rechazo. Empezó a decir cosas muy extrañas acerca de supuestas apariciones fantasmales del recién fallecido y a ganarse fama de demente; su prestigio profesional quedó pendiendo de un fino hilo que no tardaría en romperse. Hay que sumar a ello los distintos incidentes truculentos que sufrió en el periodo de apenas unos pocos años: fue secuestrada por un psicópata y una fan enloquecida de James Dean la atacó en una peluquería prendiéndole fuego a su cabello: la actriz tuvo que raparse la cabeza, lo cual permitió que posara para algunas de las fotografías más impactantes que hayan quedado de una starlett de aquellos años. Pero no cejó en sus delirios. La obsesión por Dean acabó con su carrera y muy poco después de haber sido una estrella de la televisión tuvo que empezar a ganarse la vida instalando suelos de linóleo, no sin antes haber tenido una surrealista y humillante experiencia cinematográfica trabajando para el chapucero director Ed Wood en la que —opinan algunos— es una de las peores películas de todos los tiempos, Plan 9 from outer space. Estaba acabada y su insensato amor por James Dean tenía la culpa.
Maila Nurmi nació en Finlandia en 1922, pero su familia abandonó Europa cuando ella apenas había cumplido los dos años así que creció en Estados Unidos como americana. Más concretamente en Ashtabula, ciudad costera de Ohio cuyo puerto lacustre atraía a numerosos inmigrantes finlandeses. Desde muy joven se hizo notar por su gélida belleza y no tardó en empezar a posar para fotógrafos de Hollywood especializados en retratar “pin-ups”. Sus ojos eran de un azul celeste deslumbrante y pese a la imagen clásica con que después pasó la posteridad —el cabello teñido de color negro intenso— era rubia natural, como buena nórdica. Y precisamente como rubia posó en sus primeras sesiones de fotos promocionales, ya fuese con un peinado a lo Jean Harlow, muy de moda en Hollywood por aquel entonces, o imitando la media melena de Greta Garbo como para hacer hincapié en su común origen escandinavo. Maila hizo sus pinitos en el teatro, donde según parece solía eclipsar a sus compañeros de reparto con su heterodoxa expresividad; se cuenta que la mismísima Mae West —a quien no le gustaba nada que le quitasen protagonismo— la despidió de una de sus obras cuando notó que Maila amenazaba con robar sus momentos de lucimiento. Sin embargo estas anécdotas teatrales no pasaron de ser precisamente eso, anécdotas, porque la carrera como actriz de Maila Nurmi no parecía dirigirse a ninguna parte y no llegó a triunfar en el cine como pretendía. Si algo abundaba en Los Angeles era precisamente chicas guapas y rubias que andaban en busca de una oportunidad, así que la competencia resultaba interminable. Más a partir de 1952, cuando una de aquellas chicas —que se hacía llamar Marilyn Monroe— se convirtió en una estrella y provocó un nuevo aluvión de rubias aspirantes a actriz. La ciudad, en consecuencia, estaba repleta de jóvenes atractivas que trabajaban en los oficios más diversos mientras soñaban con triunfar en la pantalla. Como dijo alguien: “Los Angeles tiene las camareras más guapas del mundo”.
Pasados ya los treinta años, por entonces una edad demasiado tardía como para hacerse ilusiones en Hollywood, Maila se ganaba la vida trabajando como encargada de guardarropía en un club de la ciudad. Pese a las esperanzas que pudiese albergar en torno a su carrera como actriz, parecía definitivamente destinada al anonimato.
Pero aún quedaba un golpe de suerte. Un buen día acudió a un gran baile de disfraces caracterizada como mujer vampiro. Aficionada al terror y los asuntos esotéricos había elegido un look inspirado en cómics del género y muy especialmente en el personaje de Morticia Addams. Maila se presentó en el baile con el cabello teñido de negro, las cejas arqueadas y un ajustado vestido… y llamando considerablemente la atención. Aunque su estatura estaba en el promedio —1’69—, lucía una imposible cintura de avispa y sobre todo un rostro muy característico: pómulos muy marcados, mejillas ligeramente hundidas que acentuaban unos rasgos afilados. Era realmente la perfecta imagen de la vampiresa y aquella noche se convirtió fácilmente en la reina del baile; de hecho, ganó el premio a mejor disfraz de la velada. Para Maila aquello era poco más que una fiesta como cualquier otra, pero la fortuna quiso que un productor de televisión quedase deslumbrado por su imagen. Le hizo una proposición: ¿qué tal vestirse de vampiresa para presentar un programa de TV dedicado a emitir películas de terror? Aquella era una ocasión caída del cielo, así que Maila naturalmente aceptó. A su marido se le ocurrió un nombre sonoro con el que presentarse: “Vampira”. Ella quiso sexualizar e incluso vulgarizar un tanto el personaje, ya fuese usando un sujetador puntiagudo o dotándolo de un aura de erotismo y humor sarcástico que hiciesen de Vampira un producto atrevido en su tiempo. Todo estaba preparado para lanzar The Vampira Show.
Lo que los espectadores pudieron ver al principio de aquella primera emisión era considerablemente impactante, especialmente si tenemos en cuenta que hablamos del año 1954. Bajo los acordes de una música siniestra, la peculiar silueta de Vampira se acercaba contoneándose hacia la cámara hasta que los espectadores podían ver con todo detalle su inquietante rostro. Entonces, sin dejar de mirar fijamente al objetivo, lanzaba un grito de terror. Justo después cambiaba de actitud, exhalando un gemidito de placer y dando las buenas noches con tono abiertamente insinuante. Algo verdaderamente llamativo para los espectadores de los años cincuenta:
El show se convirtió en un éxito inmediato. Había nacido una estrella. El carisma de Vampira y su actitud burlona a la hora de presentar la película de terror que se proyectaba cada noche calaron entre el público. Sin embargo, las cosas en su vida se torcieron casi al mismo tiempo en que consiguió el éxito.
Pese a la repercusión de The Vampira Show entre un creciente número de fervientes seguidores, el programa tuvo una vida breve porque Maila —que se había preocupado de asegurarse los derechos sobre Vampira— se negó a vender el personaje a ninguna gran emisora. No quería correr el riesgo de que alguna otra actriz fuese contratada para suplantarla. Cuando el programa fue retirado de antena como consecuencia de su negativa a desprenderse de los derechos, Maila lo vio como algo momentáneo (y en otras circunstancias tal vez hubiera tenido razón), porque siempre cabía la posibilidad de reanudar el show en algún otro canal que no quisiera poner como condición apropiarse del personaje. Así que, pese al repentino parón, podía decirse que a sus treinta y dos años la carrera de Maila Nurmi acababa de despegar definitivamente y que el futuro ofrecía buenas posibilidades. Pero la mala fortuna y la mala cabeza se iban a interponer en su camino. Eso, y un amor irracional que se empeñó en ir más allá de la muerte.
Desde hacía tiempo Maila se había hecho amiga de un joven intérprete llamado James Dean. Ambos salieron juntos durante una temporada y para cuando ella obtuvo su programa televisivo, Dean ya se había convertido en uno de los más grandes nombres de Hollywood. Maila estaba casada, pero se sentía enormemente atraída por la personalidad compleja y rebelde del actor y a medida que se enamoraba perdidamente de Dean, su matrimonio fue lógicamente cayendo en picado.
Se sentía plenamente identificada con él; pensaba que ambos compartían similares problemas emocionales y que eran almas gemelas. Él quizá sentía algo parecido; al menos sabemos que hasta varios meses antes de su muerte estuvo muy pendiente de ella. De hecho llegó a interrumpir el rodaje de Rebelde sin causa para sentarse a ver The vampira show, algo que ponía frenéticos a todos los miembros del equipo del filmación, repentinamente obligados a posponer la jornada en función del capricho de la nueva estrella. También la grabó con su cámara casera, de lo que han quedado curiosos fragmentos de metraje:
Pero el asunto empezó a no funcionar. Por un lado, parece que el enamoramiento de Maila llegaba por momentos a agobiar al actor. Por otro, el nuevo estatus de superestrella de Dean desaconsejaba que se lo viese con una mujer ocho años mayor que él, casada y que para colmo encarnaba un estrafalario personaje cómico-terrorífico. Dean quería quitarse un problema de en medio ahora que había empezado a salir con una jovencísima Ursula Andress de diecinueve años. Él tenía veintitrés y era el ídolo de las adolescentes americanas, así que la pulcra Ursula era una pareja más “presentable” y adecuada para la imagen que pretendía vender. James Dean desmintió los rumores sobre un supuesto romance con Vampira. De hecho empezó a mostrarse despectivo hacia ella en público y no tuvo demasiada consideración cuando despachó a Maila en una conversación con Hedda Hopper —“periodista” del corazón y la mayor cotilla oficial de Hollywood—, en la que tildaba a Vampira de vacía y superficial, ridiculizando su afición por asuntos esotéricos y transmitiendo la idea de que Maila Nurmi era poco menos que una loca estrafalaria. Negaba categóricamente que hubiese habido nada romántico entre ellos y parecía incluso repudiar su reciente amistad. James Dean sabía bien que una historia con Vampira no encajaba con su imagen y podía resultar perjudicial para su carrera. Así pues, Maila se vio rechaza e incluso denigrada en los medios por el nuevo actor de moda (su matrimonio, ni que decir tiene, ya se había hecho pedazos por entonces).
Todo en su vida iba apuntando al naufragio. Los problemas para continuar con The Vampira Show y el humillante rechazo de James Dean no fueron los únicos quebraderos de cabeza que sufrió durante aquellos meses. Hubo incidentes incluso peores. En la primavera de 1955, un individuo trastornado entró en su casa y la retuvo allí con intenciones no demasiado benévolas; completamente aterrorizada, la actriz permaneció más de cuatro horas en poder del asaltante y tuvo que resistirse ante un intento de violación, sufriendo diversas heridas. Finalmente, en un descuido del criminal, pudo pedir ayuda y la policía acudió para liberrarla antes de que el asunto terminase en tragedia, ya que al parecer el sujeto tenía intenciones de asesinarla después de haberla forzado sexualmente.
Con todos estos sucesos concentrados en un breve periodo de meses, cabe imaginar su estado de ánimo cuando le llegó la noticia: James Dean —del que aún seguía completamente enamorada— se había matado en la carretera. al principio no pudo creerlo. Lo comprobó llamando por teléfono al entorno del actor: notó dudas al otro lado de la línea, como si le estuviesen ocultando algo y no supiesen si resultaba apropiado comunicarle información íntima directamente a ella. Finalmente alguien le dijo con tono fúnebre “Jimmy no está disponible”. Ella respondió: “entonces ¿es cierto?”. “Sí”.
Su mundo se vino abajo. En apenas unos meses había perdido su programa, había sufrido un intento de violación y su gran amor, después de repudiarla en público, acababa de morir de manera trágica a los veinticuatro años.
Perdió el norte y su reacción no pudo ser más propia del personaje que había encarnado en televisión. Su desesperación era tal que se puso a realizar ritos esotéricos para intentar comunicarse con el difunto actor. Completamente convencida de que el fantasma de James Dean la visitaba en su domicilio a diario, no tuvo reparos en declararlo públicamente a los medios.
Por descontado, la gente empezó a pensar que se había vuelto loca. Teniendo en cuenta que estaba casada, que no era la pareja de Dean en el momento de su muerte y que el actor había desmentido en público cualquier romance, aquella fijación enfermiza por el todavía reciente cadáver parecía más propia de una novela truculenta. Su prestigio profesional se vino abajo y cualquier posibilidad de retornar a la pantalla como Vampira se esfumó en un instante. Es más, se convirtió en objeto de mofa. De estrella de la pantalla pasó a ser un personaje de vodevil: los medios acudían a ella para entrevistarla no ya en calidad de actriz, sino en busca de alguna historia absurda con la que rellenar las páginas de curiosidades. Ella siguió en sus trece, defendiendo la idea de que su amor por Dean había triunfado sobre la muerte.
Sus extravagancias necrofílicas no sentaban bien a muchas de las fans histéricas que Dean había dejado tras de sí. Eso se materializó de manera desagradable cuando una de ellas se abalanzó sobre Maila en un salón de belleza, prendiéndole fuego a su cabello. Maila se vio obligada a raparse la cabeza casi por completo, aunque lejos de ocultarlo posó para diversas fotografías con el cráneo afeitado para adelantarse en varias décadas a Sinead O’Connor. Además del furibundo ataque de las fans, tampoco la mala suerte quiso abandonarla y volvió a salir en las noticias cuando se produjo un incendio que casi termina con su vida. Su casa empezó a arder mientras ella dormía y sufrió quemaduras en ambos brazos; al parecer fue su gato el que la salvó al despertarla justo a tiempo de evitar su muerte. Maila apareció nuevamente en los medios posando con el heroico gato entre sus brazos vendados y completamente desmaquillada (algo muy inusual por entonces en una actriz), lo cual contribuía a acentuar la idea de que Vampira había perdido ya todo el glamour de las estrellas y que iba en una imparable cuesta abajo de tableros ouija, incidentes violentos y accidentes extraños. La prensa, como decimos, solamente le prestaba atención para reflejar aquellas informaciones estrambóticas de las que ciertamente era una mina y los periodistas parecían recrearse en su caída del pedestal. Algunos de los últimos reportajes de la época relacionados con ella hablaban sobre su nueva vida vinculada a una empresa de instalación de suelos, que ella mostraba sin reparo y con casi candorosa inocencia.
Porque Maila había intentado seguir ligada al cine, pero no lo había conseguido. Eso sí, al director Ed Wood —quien estaba reuniendo un reparto de antiguas estrellas en horas bajas para una película cuasi amateur llamada Plan 9 from outer space— no le habían importado estas cosas, no en vano el reparto de su film estaba encabezado nada menos que por un Bela Lugosi en el momento más bajo de su existencia como drogadicto. Wood se las arregló para hacerse también con los servicios de Vampira, pero aquella película —lejos de contribuir a la buena marcha de su carrera— no hizo más que terminar de hundir los clavos en la tapa de su ataúd profesional. Durante los siguientes cuatro años, Maila apareció en un pequeño puñado de películas igualmente malas (aunque menos entrañables), contrajo dos nuevos matrimonios en un corto periodo de tiempo y finalmente dejó por completo de ejercer como actriz. Vio impotente cómo los años sesenta y setenta servían de sepultura a su leyenda. Maila Nurmi y su personaje de Vampira quedaron olvidados, excepto para cierto sector de público nostálgico. Ni siquiera se la asociaba con la creciente —y si se me permite, un tanto exagerada— leyenda mitómana elaborada en torno a James Dean. De repente era como si ella no hubiese existido.
Pero a principios de los años ochenta, cuando era ya sexagenaria, se produjo una ola de veneración a la antigua serie B gracias al “boom” del video y a algunos shows televisivos que recuperaban material de los cincuenta. De repente se volvía a hablar de personajes como Vampira. Surgió una oportunidad en el horizonte: la de revivir al personaje para la televisión, cuando la cadena que había emitido The Vampira Show en los años cincuenta se mostraba muy interesada en recuperar el formato. Maila, todavía propietaria de los derechos sobre Vampira, quería tener control artístico sobre el proyecto. A sus sesenta años era ya demasiado mayor para meterse de nuevo en el papel pero tenía una candidata predilecta: la actriz y cantante Lola Falana, que había debutado en el cine italiano (como Clint Eastwood) y que había retornado a los EE. UU. para proseguir su carrera. Maila Nurmi veía a Falana como Vampira, pero cuando la emisora no quiso aceptarlo (tal vez porque Falana era negra), Maila se separó del proyecto. Sabía que sin su aprobación no habría Vampira y pensó que la cadena terminaría rectificando.
Pero entonces llegó el golpe bajo. La emisora no estaba dispuesta a ceder más de la cuenta ante una mujer que llevaba dos décadas alejada del negocio y que básicamente no era nadie, más allá de poseer los derechos intelectuales sobre un antiguo personaje cubierto de polvo. Ficharon a una despampanante pelirroja llamada Cassandra Peterson —actriz y antigua modelo de Playboy— para recuperar el formato con otro título. Citaron a Maila para firmar el contrato del nuevo programa y ella se quedó atónita cuando entró en el despacho y vio allí a Peterson, de cuya existencia no había tenido noticia. Como quiera que la cadena no quería a Lola Falana y Maila no quería a Cassandra Peterson, Maila se negó a firmar y volvió a marcharse por donde había venido sin ceder los derechos. Pero aquello no detuvo a los ejecutivos de la emisora: dado que no podían utilizar el nombre de Vampira sin la aprobación de Maila Nurmi, se limitaron a rebautizar el personaje como Elvira. Dotada de todavía mayor carga sexual —baste ver aquel imponente escote que causó el lógico furor entre el público adolescente masculino— y también encarnada por una actriz carismática, Elvira se convirtió en una estrella, llegando a tener su propia película (Elvira, mistress of the dark) y colándose en el imaginario colectivo de toda una generación.
Enfurecida, Maila demandó a Cassandra Peterson por haber suplantado su personaje con otro nombre, pero el juez dictó en favor de Cassandra, considerando que el parecido entre Vampira y Elvira era lo bastante superficial como para considerarlos —en esencia— personajes distintos. Se le recordó a Nurmi que Vampira había nacido de un disfraz inspirado en Morticia Addams pero que tampoco había sido considerado un plagio, ya que Vampira —más allá del atuendo— tenía bastante poco que ver con el personaje de cómic que había inspirado su imagen. Cassandra Peterson alegó lo mismo: más allá del “look”, los parecidos entre Vampira y Elvira eran más bien pocos. La jugada de la cadena había salido bien.
Maila, pues, se quedó compuesta y sin show. Su oportunidad de retornar al candelero como productora asociada se desvaneció, algo que debió de dolerle muy especialmente cuando contempló el gran éxito del que disfrutó Elvira, la nueva Vampira.
Maila Nurmi falleció en enero del año 2008. Para entonces había vuelto a aparecer en algunas películas de poca monta y sobre todo en cualquier documental imaginable que versara sobre el cine de terror de los años 50. El nuevo auge del género y los homenajes a Ed Wood por parte de gente como Tim Burton reavivaron tímidamente el interés por la figura de Vampira. Consciente ya de su condición de figura nostálgica, Maila se dedicó a ejercer de gran dama ante los fans más entregados. Algunos la llamaban incluso “la reina de las góticas”, en referencia al nuevo estilo juvenil —mezcla de look terrorífico y carga sexual— que hacía furor en determinados ámbitos y del que ella, en realidad, había sido la gran pionera. Alejada ya de las estrafalarias actitudes de su juventud y mostrándose como una mujer de tremenda clase, hizo olvidar los lejanos tiempos en que se puso en evidencia con sus pretensiones de ser la amante del fantasma de James Dean y al menos contó con el homenaje de quienes eran más adictos al género.
Nos queda saber si existe un Más Allá y si Maila Nurmi está ahora allí, pidiendo explicaciones a su antiguo amante. De ser así, hay algo bien seguro: no me gustaría estar en el pellejo del fantasma de James Dean. No se me ocurre nada más aterrador que tener detrás a Vampira enfadada por toda la eternidad.
Haberlo pensado mejor, Jimmy.
¡Me encanta! Gracias por el artículo.
Excelente art’iculo. Siempre he sido una fan de Vampira :)
Pingback: Vampira y el fantasma de James Dean: un amor de ultratumba
Siempre preferí a Vampirella…
Pingback: Vampira y el fantasma de James Dean: un amor de ultratumbaPublicado por E.J. Rodríguez | E.T. Gafapasta (@etgafapasta)
Excelente artículo. Desconocía la relación de Vampira con James Dean. Muy interesante!
como bien dice este artículo si existe el mas allá al menos espero que hayan arreglado cuentas entre james y maila
En varias paginas, dicen que Elvira perdio el juicio y aunque pudo seguir con su personaje, tuvo que pagar 10 millones de dolares.