Todos lo hemos oído alguna vez. Ya sea apoyados en la barra de un bar, mientras vemos un partido de fútbol y nuestras ideas, ya bastante sedadas por el tedio del neojuego, derivan hacia la relación que se da entre la decadencia de Occidente y el incesante deterioro de la calidad de las tapas que acompañan a una caña; ya sea repantigados en el sofá del salón de algún amigo forofo —de un amigo de verdad— que sin embargo ha invitado también a su pareja habitual de partidos de pádel1. Este sujeto, que se suele esconder en el rincón más oscuro de la estancia aprovechando sombras que nadie más sabe detectar, y que además siempre pregunta por la añada del vino que le sirven2, será quien suelte la conocida frase. Una sentencia que, cómo no, también escucharemos encogidos de frío o ahogados de calor en nuestra localidad de abono, cuando estamos concentrados en abuchear al jugador del equipo que sea; al camillero, al presidente, al fotógrafo, al abad de San Francisco de Silos. Abuchead, hombre, esto es fútbol. No falla; en cuanto un jugador se retuerce de dolor sobre el césped, alguien considerará oportuno resaltar los valores de hombría y caballerosidad que se dan en el rugby. Y lo rematará con la famosa definición que si no se debe a Ayn Rand o a Carlos Marx, no será porque no lo merezca: “El fútbol es un deporte de caballeros jugado por truhanes; el rugby es un deporte de truhanes jugado por caballeros”. Entonces las cabezas se vuelven hacia quien haya señalado semejante agudeza. Se sueltan risas que intentan denotar reconocimiento a su ingenio, ganar tiempo mientras se lucha por deshilvanar el sentido de la frase o, en aquellos casos más afectados por la escucha continuada de música indie española, desentrañar el significado de la palabra truhanes. Si se tiene mala suerte, habrá algún exjugador de rugby lo suficientemente cerca como para que no sea posible evitar una charla eterna sobre nobles principios, sentimientos de honor y alguna que otra cursilada que nadie, salvo aquellos que hayan alcanzado un estado de liberación muy cercano al nirvana, sería capaz de soportar sin desarrollar una adicción patológica a las drogas duras. Y aunque algo de eso hay, resulta absurda esa manía de comparar los comportamientos que se dan en ambos deportes. Porque, además, en aquellas ocasiones durante un partido de fútbol en las que se observan algunos de los códigos que suelen regir en uno de rugby, los aficionados, la prensa y hasta los espíritus más neutrales estallan de indignación. Se podrían escribir varios tratados teorizando sobre el tema3. El origen social del juego, el principio de autoridad y la sumisión inducida, la melé como metáfora de la lucha de clases. Esas cosas. Pero lo mejor será partir de un ejemplo.
Poco antes del descanso del partido final de la liga inglesa de rugby correspondiente a la temporada 2012-13, el árbitro expulsó al talonador y capitán de uno de los dos equipos (Northampton Saints) por llamarle “puto tramposo”4 después de ser sancionado su equipo con una falta en contra que probablemente les iba a costar tres puntos.
Las circunstancias de la expulsión son complejas para los profanos en el juego y no resultan sencillas de explicar. Aun así, lo intentaremos. Cada una de las dos partes de un partido de rugby finaliza cuando después de cumplidos los 40 minutos reglamentarios, el juego se interrumpe por cualquier motivo. El balón sale fuera, se marca un ensayo o un penal, se produce una de esas aglomeraciones de kilos de carne y sudor que se conocen como rucks o mauls, de los que, además del árbitro, cualquiera con dos dedos de frente sabe que el balón no va a salir jamás, etcétera. Lo normal es que si te encuentras en una posición defensiva (al llegar al descanso), o vas ganando el partido (al final del mismo) mandes el balón fuera de una patada y no sigas jugando; de este modo evitas darle al contrario la oportunidad de recuperar el balón y marcar puntos. Balón fuera y todos a la caseta a pensar en el segundo tiempo, o a celebrar la victoria siguiendo esos rituales —cada equipo tiene uno— en los que algunos ven un homenaje al canibalismo y otros un mero retorno a la infancia. En este caso el equipo vestido de un azul claro nada viril, de un tono de azul nada propicio para la práctica del rugby, debía poner en juego el balón desde su campo con los primeros 40 minutos ya cumplidos; sin embargo el árbitro les advierte con claridad que no les permite lanzarlo directamente fuera. Un árbitro de rugby, aparte de juzgar los lances más dudosos del juego, que son casi todos, es una especie de preceptor o de au pair. Como la capacidad de raciocinio del jugador medio de rugby está tradicionalmente limitada al mínimo imprescindible, e incluso muchas veces esa limitación es aplaudida como una virtud impagable en la primera línea de la melé, se da por supuesto que ni siquiera el 1% de los jugadores conocen el 10% del reglamento. Esto es así en Orcasitas y en Nueva Zelanda. Un árbitro aconseja permanentemente a los jugadores sobre circunstancias del juego; desde corregir posiciones de offside hasta advertir sobre comportamientos que incluso en un juego de truhanes podríamos considerar mezquinos. Es un padre severo, no siempre justo y muchas veces destila una superioridad que sin duda procede de los tiempos en los que para arbitrar un partido de rugby se debía certificar algún grado de parentesco con la reina Victoria. En el caso que nos ocupa, ya sea por una capacidad auditiva limitada o por alguna otra traba cognitiva que desconocemos, el jugador encargado de reanudar el partido hizo caso omiso de la advertencia del árbitro y lanzó el balón fuera con la esperanza de poner fin a una disputada primera parte. La consecuencia de esta desobediencia intolerable, aparte de una reprimenda por parte del árbitro5, es una melé a favor del equipo contrario: una oportunidad realmente buena de añadir puntos al marcador.
Una melé es un infierno en miniatura. Desde fuera no lo parece; aparentemente consiste en una disputada lucha entre los ocho jugadores más pesados de cada equipo6, que empujan hasta quedarse literalmente sin aliento con el objetivo de lograr una salida clara del balón (el equipo que ataca) o de desestabilizar al equipo en posesión del mismo para que no pueda desarrollar su juego con tranquilidad y, si es posible, recuperar el balón (esta es la misión del equipo que defiende). Pero dentro de una melé pasan muchas más cosas, no todas justificables, ni siquiera aludiendo al lícito objetivo de desgastar a la delantera rival. Se introducen dedos en ojo ajeno (la práctica conocida como eye gouging, una de las más deleznables que se puedan ver sobre un terreno de juego de cualquier deporte). Se muerde cualquier trozo de carne que esté a la vista, sin importar mucho que pertenezca a un jugador rival o a un compañero. Se arrancan pelos de los sobacos en suficiente cantidad como para montar una industria de brochas de afeitar que cualquier analista de mercados consideraría muy próspera. Se dan patadas, se pellizcan pezones7. Aquello es un pozo de vicio y perversión en el que el árbitro, la verdad, puede pitar lo que le venga en gana. En este caso, un golpe de castigo en contra de Northampton. Esta es la decisión que dio pie a que Dylan Hartley murmurara las dos palabras que le costaron la tarjeta roja, una suspensión de 11 semanas que además le excluye de la gira de los British Lions por Australia, y el partido y la liga para su equipo. Pues si la inferioridad numérica en cualquier deporte es determinante, en rugby es decisiva. Dos palabras. Dos palabras pronunciadas en un lance del juego de máxima tensión y todo el esfuerzo de un año, los 22 partidos de la temporada regular y la posterior semifinal, se va por la alcantarilla de Twickenham. No hay protestas desmesuradas. Los jugadores no rodean al árbitro con aspavientos grotescos. Los entrenadores no gesticulan como plañideras. El público, a pesar de presentar unos asombrosos niveles de alcohol en sangre —en los estadios de rugby se sirve cerveza de varias clases, en vasos de pinta y botellas de medio litro— no se exalta en exceso. A la calle, ya mismo, fuera. Por maleducado.
Minutos antes, Toby Flood, jugador internacional inglés y la estrella del otro equipo, Leicester Tigers, se tuvo que retirar del partido después de ser brutalmente placado por el jugador rival Courtney Lawes, un angelito de 2,01 metros de altura y 118 kilos de peso. El placaje, aunque es legal en su ejecución, es tardío. Toby Flood es el medio de apertura de Leicester y de la selección inglesa. Esta posición, fácilmente distinguible pues los jugadores que la ocupan lleva el número 10 en la camiseta, es el puesto clave de un equipo. Cuando le llega el balón, debe decidir la jugada a realizar: básicamente correr él mismo agarrando la pelota como si no hubiera un mañana8, patear el balón o pasarla a sus compañeros de la línea, que a su vez correrán como liebres lo que les permita la defensa rival y su capacidad pulmonar. Una táctica bastante primitiva para luchar contra un medio de apertura competente consiste en meterle miedo, y este es un caso de libro. Flood quedó inconsciente sobre el césped y cuando recuperó el sentido tuvo que ser sustituido. El árbitro señaló un golpe de castigo y advirtió de palabra al placador, sin más (“Just a penalty, but be very careful from now on”, le dice el árbitro a Lawes con una parsimonia típicamente británica).
Cualquier espectador, sea aficionado al rugby o simple observador ocasional, admirará la calma con la que los jugadores acatan las decisiones más polémicas; unas decisiones que no solamente influyen en los resultados deportivos, sino muchas veces en su futuro profesional. Todos mostrarán envidia sana y desearán que semejante muestras de respeto sean el pan de cada día de nuestros campos de fútbol. Hagamos, sin embargo, un ejercicio que aunque resulte vano puede ser revelador. Supongamos que durante el partido decisivo de la liga española, un jugador del Real Madrid hace una durísima entrada a Messi, mientras disputan un balón. Una entrada dura, aunque noble9, que lesiona al jugador argentino mediada la primera parte y que al jugador madridista ni siquiera le cuesta una tarjeta amarilla. Y supongamos también que al cumplirse el tiempo reglamentario de la primera parte, el árbitro expulsa a, digamos, Cristiano Ronaldo10 por espetarle “puto tramposo” en medio de una trifulca después de pitarles una falta dudosa en contra. No habría medio que no cargara tintas contra el árbitro. Y con razón.
El ejercicio es vano porque son deportes muy distintos. El fútbol es un espectáculo; no paramos de escucharlo. Ganar y dar espectáculo. El árbitro se ha cargado el espectáculo. Queremos ver un buen espectáculo. Y el rugby sigue siendo un deporte. Un espectador que va a ver un partido de fútbol de máximo nivel quiere ver ese espectáculo, que ya resulta ser casi una función. Cada vez admiramos más la sutileza, el toque, que corra el balón y no el jugador. Los pases a la red. Un espectador de un partido de rugby sigue disfrutando al ver a 30 hombres haciendo deporte y disputando un juego11; luchando, pegándose, mordiendo si hace falta, pero respetando las reglas y a quien las administra. Son dos cosas mucho más distintas de lo que parecen, incluso cuando ya se han borrado los distintos orígenes sociales de ambos juegos. Cada uno con sus virtudes y sus defectos. Y aunque el rugby está tomando una deriva peligrosa, una deriva que podemos adivinar hacia dónde se dirige con solo darnos cuenta de lo ridículos que resultan todos esos disfraces representando estrafalarias mascotas, esas celebraciones extemporáneas de los ensayos, las posturas absurdas a la hora de ejecutar golpes de castigo, las bicicletas estáticas en la banda, incluso la ya desmesurada haka neozelandesa; a pesar de estos signos que nos hacen temer lo peor, todavía mantiene unos valores en los que los más obsesionados con la política verán una metáfora del feudalismo, pero que simplemente representa un amor sincero al juego, al honor, al valor, a la solidaridad. A todas esas cosas de las que yo mismo hacía burdas chanzas hace unos párrafos, y que sin embargo no puedo dejar de echar de menos en cualquier otro escenario de la vida.
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1 Las parejas de pádel alcanzan un nivel de compenetración y fidelidad solo comparable al que se observa entre compañeros de celda que cumplen condenas cuya duración se debe medir al menos en décadas. Por supuesto, se puede apreciar aquí una pulsión sexual que nos impediría volver a agarrar el mango de una raqueta sin estremecernos, así que de momento la obviaremos.
2 Hay gente esencialmente rara que bebe vino mientras ve fútbol. Por otro lado, la primera vez que alguien que haya tenido una infancia normal escucha la palabra “añada”, salta algún mecanismo defensivo dentro de su psique. Sin embargo, los jugadores de pádel suelen carecer de estas barreras y no pocos terminan siendo auténticos ejemplares vivientes de la Guía Peñín.
3 Alguno hay. Lean, por ejemplo A Social History of English Rugby Union; Collins, T; Routledge, 2009. Échenle valor, pues es un libro que hace gala de un estilo literario claramente deudor de los escritos legales redactados por los notarios más aplicados.
4 Fucking cheat. Algún filólogo tenderá a traducir la expresión como “jodido tramposo”, pero no le hagan caso.
5 Escuchen el “I just told you you couldn’t...” a los 0:34s y comprenderán la analogía entre un árbitro y una niñera.
6 En principio, pesados en un sentido fisiológico; finalmente suelen ser los jugadores más aficionados a rememorar durante los terceros tiempos golpes y otros lances del juego, y resultan además ser los más pesados en sentido figurado. Esos ocho jugadores están numerados del 1 al 8 y constituyen la delantera de un equipo de rugby. Hay estudios que demuestran que el volumen cerebral del más simple de los dinosaurios conocidos supera al de un delantero de rugby en varios hectómetros cúbicos.
7 Unos pellizcos nada eróticos, ni siquiera para los amantes del cuero y las chinchetas. Se lo digo yo.
8 A veces no lo hay, como estamos viendo en este caso.
9 Muchos ven una contradicción entre la nobleza y el madridista; una contradicción similar a la que se daría, por ejemplo, entre la sobriedad y el dublinés o entre la elegancia y Miami. Pero no es mi caso.
10 Dylan Hartley es el capitán y mejor jugador de Northampton.
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¿No cree Sr. Olalquiaga que, cada vez más, y sobre todo las competiciones del hemisferio norte, los árbitros buscan protagonismo en exceso?
Mmmmmh, Wayne Barnes (el árbitro de la final a la que hago mención) es famoso por ser especialmente tiquismiquis.
Sin embargo, para mí un referee que se gusta mucho a sí mismo es Steve Walsh, que es neozelandés.
He puesto en conocimiento de mis asesores legales la existencia de este artículo. Espero y deseo que me confirmen que hay causa suficiente para presentar una demanda multimillonaria por daños morales contra el autor y la revista por la gratuita difamación que aparece en la nota número seis (6).
Tendrán noticias mías, caballeros.
En este país lo de hablar de lo que no se sabe sí es un auténtico deporte. Lástima algunos comentarios y errores garrafales sobre el rugby. No sé si el autor practicó este deporte, pero si lo hizo está claro que pertenece a ese porcentaje del que habla que no conoce el reglamento. «Piensa el ladrón que…» Y si no, consultar con cualquier persona que hubiera practicado este deporte tampoco hubiera sobrado. Informarse, documentarse… «periodismo», creo que lo llaman. La nota número seis es simplemente un ejercicio de insulto gratuíto que, aún estando yo en su obetivo de insulto, no voy a molestarme en comentar. Supongo que Sostres estará entre sus periodistas mejor valorados.
No es fácil encontrar un delantero con sentido del humor…
Soy un segunda línea, cabezón, torpón y del clan del Avant en activa. La guerra entre 3/4 y gordos sigue a flor de piel en los vestuarios y es un tema de conversación que procura grandes risotadas en los vestuarios. No sé quién no ha jugado a que… pero vamos, ofenderse por un comentario así a estas alturas del partido.
hombre, me parece que el articulo completo destila un sutil humor.. no hay mas que leer la, tambien sutil y elegante, respuesta del señor Lynchwood, no?
Rigor y HUMOR.
No hay que ser un practicante de Rugby desde los 6 años (yo no lo soy, es más, he visto un melón de esos siempre desde lejos) para saber que el autor quiere dar su visión desde un punto de vista crítico y distendido. No montemos jaleos por estas tonterías, por favor.
Si alguien quiere ofenderse por insultos gratuitos, que se acerque al congreso, que cada día nos deleitan con varios para apuntar a la lista.
Ahora vendrán los del fútbol a decir que porqué hay tanta fijación con lesionar a Messi o expulsar a Cristiano Ronaldo.
Y nos volveremos todos locos.
Macho, de rugby sabes lo justito, o menos. El rugby es un deporte de inteligentes, como se nota que no has jugado en tu vida, anda que no se nota diferencia en una mele si tienes enfrente a un orangután lleno de músculos o a un abuelo medio calvo y con barriguita. Al orangután lo machacas como quieres, el abuelo se pega todo el partido dándote de hostias y no sabes ni por dónde te vienen. Y por cierto, la norma nº 1 del rugby y que todos los jugadores (incluso los orangutanes) conocen perfectamente es «al árbitro, ni mu». Decir «si no ha sido golpe» te puede costar 10 metros, por gilipollas. Y si le insultas, pues a la puta calle de cabeza.
Anda compañero, se ve que llevas poco tiempo jugando a esto y el humor inteligente no va contigo.
Este artículo no es capaz de escribirlo alguien que no sepa lo que hay dentro. Es una autocrítica divertida si eres capaz de reírte de ti mismo.
Y si, llevo 10 años jugando, delantero siempre.
Hombre, yo creo que es un artículo, muy bueno por cierto, para tomarselo con sentido del humor. Lo que dicen los delanteros sobre las preferencias sexuales de algunos compañeros de los 3/4 tambien puede considerarse ofensivo (respecto del zaguero directamente irreproducibles)
Siguiendo ambos deportes, siempre he pensado que el rugby tiene la ventaja en la etapa de formación donde se inculcan, llamemoslos valores, uno de los más importantes es el respeto, tanto al rival como a la figura del arbitro.
Y si no, como dice Victor, 10 metros y una más que posible colleja de tu capitan
Gran artículo, Olalquiaga!
Y no se me molesten, caballeros, por esas irónicas notas. Al igual que yo, adivino que mis múltiples excompañeros de melé estarán esbozando rumiantes sonrisas al leer esa nota 6.
No conoceras a ningun jugador de Rugby que no quiera que sus hijos… lo mas sagrado para cualquier persona… no juegue al Rugby….sin embargo, hay muchos jugadores de futbol que no quieren lo mismo para sus hijos.
Pues después de 26 años jugando por una parte no quiero que mi hijo juege,los golpes me van a dejar una vejez …..pero se que si juega va ser buena persona fijo
Excelente articulo aunque con matices…. lo de los pilieres que no conocen el 10% del reglamento es aplicable al 80% de los jugadores…. y aunque no se lo crean hay mas entrenadores entre los ex-delanteros que entre los demas lo cual rebate el punto numero 6. Supongo que sea ironia pero yo jugue de 1 y fastidia
Por fin un jugador (y delantero) que se toma el artículo con humor, que es de lo que trata…
Creo que antes de realizar semejante artículo es necesario informarse correctamente. Creo que si se preguntara a todos los jugadores de rugby y a los jugadores de fútbol los estudios que tienen se podría saber algo con certeza.
Aunque el artículo tiene algo cómico, he de decir que con la nota 6 me he sentido ofendido. Se sorprendería usted del grado de inteligencia de muchos de los delanteros de rugby.
Puede que algunos sean inteligentes, pero sin duda, brutales, faltos de sensibilidad, PRIMITIVOS. Niños grandes, que aún encuentran diversión en meter las cabezas en una melé como si estuvieran en el patio del colegio en primaria. Afrontádlo ya, gañanes.
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Después de 26 años jugando leo un artículo como este de alguien indocumentado y me da pena
Que el futbol se ha vuelto un espectaculo? y que todos queremos ver pases a la red? Donde se ha dado esto? En el mundo mundial? Que se sepa hay gente a la que le encanta el futbol ingles a secas, la rudeza que se practica en la copa africana de naciones o las asperezas del catenaccio. De hecho los mas celebres personajes futboleros parecen sacados de una mele de rugby. Y si, el futbol como la vida: pilleria, fingimiento, acoso, farsa, chabacaneria, iniquidad y, a veces, belleza. Pretender que todo futbolero es un afrancesado en potencia, bueno, es para hacerse ver… «pases a la red»… ja!
Fernando Olalquiaga? por lo que se lee en el articulo este muchacho esta desesperado por hacerse notar, y escribe artículos pedantes como este directamente para causar polémica y que hablen de el. Parece que ha jugado mucho a rugby, el pájaro… Pero claro, con tal de que hablen de uno…
Después de jugar de 2 durante doce años, estoy de acuerdo con la nota 6. Si hubiese tenido algo más de raciocinio, al segundo partido me hubiera puesto a adelgazar y a buscar un número mayor de 8. Claro que el estigma de ser un truchón no se quita en la vida :-)
Absorbedor, mas de 8 truchón? ay, ay. Que sepas que hay equipos de rugby donde todos son truchones como dices tu :) busca en google gay rugby y veras la de torneos y equipos que hay. P ej uno de ellos juega en la tercera regional B de Bélgica..
ya sabes, la eterna lucha, que si gordos, que si vagos, que si siempre llegáis tarde, que si manos de mantequilla…por cierto, aunque soy pesimista con el futuro del rugby, el último partido del VI entre Gales e Inglaterra me emocionó…
Tal vez debas preguntarte por qué no hay tantos jugadores de fútbol como de rugby que puedan decir tranquilamente que son gays.
Es curioso la de detalle y matices que aportas en tu artículo cuando sin embargo no aciertas ni de chiripa al describir los más básicos fundamentos del rugby. Sensacionalista. Seguramente esos dinosaurios que mencionan sepan más de física núclear que tú de este deporte o al menos, no serán tan atrevidos al dar su opinión. Creo que te gustas bastante más a ti mismo que el Sr Walsh, el cual, estoy seguro, sólo conoces por él polémico partido Gales – Inglaterra del VI Naciones 2013. Dedícate a ese espectáculo llamado fútbol, al que seguramente puedas aportar más que al rugby.
Un tema como ese, que tantas posibilidades ofrece para escribir y leer (desde la vertiente jocosa y divertida hasta la ensayística), lo ha convertido el autor en una propia exorcización de internos odios o demonios del cual sólo él (y me atrevo a aseverar que tampoco él) sabe sus orígenes, motivaciones, diagnóstico, evolución y cura, si es que la tiene en el caso de aceptarlos y querer superarlos. Eso en cuanto al fondo que uno se atreve a adivinar, porque en lo que a forma se refiere el artículo se oscurece aún más con tamaña sucesión de sesudos (pero aparentemente recién elucubrados, – porque–como–escritor–desenfadado–que– soy–tengo–mente–muy–rápida–y–chispeante -) y arbitrarios e inconexos silogismos, muy engolados, pero aspirando al mismo tiempo a la escritura ágil, perpetrando un resultado que no puede ser más indigesto desde la tercera línea y hasta la última nota al pie (gracias por ponerlas, toditas, las once, ¡¡menudo inédito y afilado recurso estilístico!!, y además ¡¡útiles!!, sin ellas no podía comprender esos once acertijos y pasar de renglón).
Claramente el autor se estaba regodeando en su escritura mientras buscaba la más endiablada metáfora, aspirando sin duda al oohhh!! del lector, o ensayando la alegoría más efectista acribillando el texto de adjetivos y adverbios, seguro que salivando mentalmente mientras fabulaba con la conclusión de los, para entonces, ya entusiasmados lectores: ‘jolines!!!!–qué–incisivo,–arriesgado–y–contracorrientero–el–literato–este–,–no–se–casa–con–nadie–el–sinvergonzón–y–está–visto–que–no–va–con–el–rebaño–al–que–puede–que–yo–sí–pertenezca–por–plano–y–perezoso–mental’.
Ni divertido, ni ingenioso, ni ágil de lectura y destrozando un asunto que da para no parar de reír y teorizar. Una pena, porque baja el nivel de la revista, y mucho.
¿Podrías decirme a qué letra de la RAE te parece que estás aspirando?
Nunca entendí el Rugby. Ya de por si, un deporte en el que se avanza retrocediendo supone un reto infranqueable para mi agotado cerebro.
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Sin perjuicio de las falacias y el fino sentido del humor que tiene el texto, está claro que ambos deportes son comparables y el ejercicio comparativo no es vano, es necesario. El texto es eso. Extrapolando, a algunos países le haría mejor ver el rugby los domingos que otros espectáculos circenses con más «poesía». Este deporte (que practico y admiro) «todavía mantiene unos valores en los que los más obsesionados con la política verán una metáfora del feudalismo, pero que simplemente representa un amor sincero al juego, al honor, al valor, a la solidaridad», tal como dice Olalquiaga.
soy pilier, 1 o 3, con alguna aventura a cualquiera de las demás posiciones de la melè. Y si, somos un poco burros, pero nos lo pasamos en grande También somos un poco pesados en los terceros tiempos, pero normalmente damos la tabarra a otros primeras, a los q teníamos delante en el partido.
Lo del futbol y el rugby, lo de caballeros y villanos, lo dicen normalmente gente q no juega al rugby, es una forma fácil de entender la diferencia, el respeto hacia el árbitro. Pero la verdad es q en el rugby hay de todo y es el entorno el q nos condiciona, la tradición y el castigo. Sabemos q si protestamos nos va a salir caro, una amarilla y golpe en contra como mínimo además de la reprimenda de nuestros compañeros. El respeto se aprende, en las escuelas, en los entrenamientos, en los terceros tiempos, en un bar después de entrenar y cuando un árbitro canvia un golpe a favor de tú equipo pq no te has sabido callar.
Recomiendo leer este artículo al autor:
http://www.jotdown.es/2013/06/jordi-perez-colome-el-desprecio-por-la-lengua-espanola/
Definitivamente, el pecado o defecto nacional no es la envidia, es la falta absoluta de sentido del humor.
Te has cebado gratuitamente con los delanteros, así que como miembro de dicha excelente y selecta hermandad, te reto a que juegues un partido, y me expliques cómo es posible aplicar fuerza al máximo de tu capacidad sin un mínimo de inteligencia y no morir en el empeño. Ni por otra parte, como se explica que sus más recalcitrantes miembros sean mayoritariamente universitarios. Lo dejo a tu criterio.
No entiendo nada de rugby, pero el placaje del segundo vídeo va a matar, por mucho que sea legal.
Excelente artículo, humor fino y silencioso con la clase que dan los años. Se nota que ha jugado al rugby, los comentarios que hace son propios de alguien «de la familia» (como lo es el de Lynchwood). Es más, juraría que hasta habrá jugado de delantero, porque lo más elegante es reírse de sí mismo. Lo que sí me parece preocupante – y comparto- es la relación de indicios de una cierta decadencia del deporte: no en tácticas, ni técnica,…sí en «alma» y elegancia, una virtud ésta esencial para un pilier.
Pasen y lean: https://es.wikipedia.org/wiki/Estereotipo y luego http://es.wikipedia.org/wiki/Humor
– Un futbolista-
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Demasiados errores en este artículo y un desconocimiento del reglamento bastante importante.
Como gusta en España hablar sin saber
Joé…¡Que es broma, poma! fdo: UnA diplodocus segunda línea!!!!!!
No se porqué os quejáis. Sabéis de sobra que los pilieres sois lo puto peor https://rugbyalcala.wordpress.com/2008/11/18/hasta-los-huevos-de-los-pilieres/
Podía haber escrito una gran comparación y diferenciación de los deportes, pero lo tuvo que ensuciar con insultos y descalificaciones hacia los jugadores de rugby. Que pena…
Viendo el comentario 6 creo que tras sacarme el doctorado me asciendan de 2 a medio de melé
Más allá de si el autor del artículo es un veterano jugador del deporte en cuestión o si se limita a ver el seis naciones en su irlandés favorito, no creo que nadie se alarme al oír las calificaciones que aquí se citan.
Todos hemos tenido una discusión entre risas sobre lo limpitos que salen en la foto los tres cuartos o lo idiotas que son (somos) los gordos.
Efectivamente, quien tiene masa saca partido de su impacto (y de ahí el parecer hipopótamos en línea recta), mientras que los que no disfrutan de esa capacidad tienen que hacer alarde de otras y ser más escurridizos.
Al mismo tiempo los gordos tienen que ser «listos» y rápidos de reflejos, mientras que los tres cuartos tienen mayor distancia para recorrer y por ende tiempo para pensar (e incluso elaborar un plan).
Señores, es así. Quien se sienta insultado que se apunte a algún tercer tiempo más y quizá cogerá la costumbre:
Los gordos, idiotas. Los tres cuartos, maricones.
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Aquí una segunda, retirada. Me ha encantado el artículo, de una sutileza tal que tan sólo se entiende si has pasado más de una tarde de domingo en el sofá con fiebre y llen@ de golpes después de un partido que ni el más simple de los dinosaurios conocidos se hubiera dignado ni a plantearse :-D.
Gracias Almudena. Los segundas siempre fuimos el pulmón de la melé.
Muy interesante, el rugby sigue siendo un deporte que respeta los códigos con los que fue fundado. Por si queréis seguir aprendiendo sobre el rugby, aquí tenéis un práctico y ameno diccionario http://deporadictos.com/el-diccionario-del-rugby-historia-reglas-y-vocabulario-imprescindible-i/
Aqui en Mexico, los arbitros de rugby y la federación (FMRU), se amparan en ese codigo de etica que debe tener el jugador de rugby hacia con el arbitro, para regalar juegos o hasta campeonatos y para ayudar a mantener el prestigio de equipos de tradición ante equipos emergentes.
No todo es miel sobre hojuelas, en algunos países como Mexico, es un secreto a voces que el rugby es un deporte de caballeros, arbitrado por truhanes.
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