“Mi hijo tiene qué sé yo la de libros en formato digital. Te hablo del que vive ahora en Utah, Estados Unidos. Va de vez en cuando a la Antártida; es guía polar. Pues bien, lo que más ilusión puede hacerle es que le enviemos un libro. Cuesta 35 euros mandarle dos kilos de libros. Y jamón, envasado al vacío, que le entusiasma. Si sabe que le hemos enviado un paquete de estos va 80 veces a correos para ver si ha llegado”. Es así como Rocío Cela, la librera de la Librería Modesta, ilustra y resume por qué está convencida de que el libro en papel no va a desaparecer. No echa mano de ningún otro estudio o estadística. A veces, todo es mucho más simple. O más sentimental.
Cada librería es un mundo. El de la Librería Modesta comenzó a construirse en torno a los libros que les gustaban. “Porque me encanta leer, porque me encantan los libros; y tuve la suerte de que a él (señala a Coco, su pareja) también le gusta. Y a este hijo mío que te digo, también. Además, a ninguno de los tres nos gustaba lo mismo”. A su hijo los viajes, a él la fotografía y el ensayo, a Rocío la narrativa. Fue así, de una forma intuitiva, “sin tener absolutamente idea de nada”, cómo, casi de un día para otro, abrió sus puertas la modesta. “Me preguntó (otra vez Coco) qué negocio me gustaría montar y le dije, sin pensarlo mucho, sabía la respuesta, que una librería; al día siguiente vio el local, el de ahí al lado, ahora una peluquería, y me dijo ahí lo tienes. Esto fue en agosto. Abrimos en noviembre. No teníamos idea de nada, no conocíamos a las editoriales, a los distribuidores”. El fondo lo fueron creando con lo que a cada uno más le interesaba. Reconoce, haciendo así honor al nombre que le dieron, que fue la clientela la que les hizo espabilar, aprender. “Eran exigentes, muy eruditos. Conocían autores de los que yo no había oído hablar en mi vida. Nos obligaron a ponernos las pilas. Recuerdo que yo antes era más tranquila, leía lo que me iba apeteciendo…”.
Atendiendo al público y ―de verdad― dando un trato muy cercano, amable, encantadora, está Helena. A medida que voy conociendo librerías me doy cuenta de lo importante que es, de lo que supone contar con alguien que disfruta y sabe hacer este trabajo, crear ese ambiente al que somos adictos los que gustamos de leer libros y comentarlos. “Lo hablábamos el otro día, viendo esta edición de Poeta en Nueva York, que es una delicia”. ¿Es trasladable algo así? Por supuesto que no. Un libro puede ser algo más que su texto; cuando lo consigue, no se puede trasladar.
Al comentar lo fácil que es no encontrarles si uno se guía por la dirección que aparece en su web, (es el edificio el que está en Ríos Rosas, la entrada a la librería es por Modesto Lafuente y, aparte, no hay tampoco un rótulo en la fachada que identifique y anuncie el sitio) nos dicen que no hay peligro ninguno, la señora portera rauda indica al que pregunta dónde se encuentra. Y da la pincelada: “La mayoría de las pruebas que nos regalan se las damos a ella, que nos orienta, este está superinteresante”. Todo en torno a esta librería tiene un tinte entre divertido y entrañable, nada común, muy acogedor. Mientras hablamos pasan viandantes por la calle, los que vemos a través del gran escaparate, “es el marido de esta mujer”, los va presentando conforme pasan, “también es verdad que como vivo aquí al lado…”.
Rocío es una de esas personas que, sencillamente, sabe disfrutar de la gente. «Me gustan demasiadas cosas», dice. «Ayer estábamos aquí tan campantes y apareció un chaval del psiquiátrico que venía a verme». (Le tenemos que preguntar, claro) «Ya hace tiempo, estando de visita —fui a ver a mi profesora de piano—, me preguntaron que si era voluntaria, me enteré de cómo funcionaba y ya va para diez años que voy, cada sábado por la tarde. Me están esperando como agua de mayo». No lo dice jactándose, lo cuenta divertida. Es solo otra de sus aficiones.
Conoce los libros, tiene anécdotas sobre ellos, sobre las editoriales, los otros libreros. «Tenemos, sobre todo, libros que nos gustan». Se levanta y escoge alguno: Hambre, de Knut Hansom; Claus y Lucas, «un libro tremendo, muy diferente. Luego tienes que tener cuidado con la gente, claro. Por ejemplo, a mí me encanta Carson McCullers, la autora de El corazón es un cazador solitario. Es un libro que a mí me parece precioso, pero no se lo puedes dar a todo el mundo». Le extraña un poco la cantidad de cómics que venden, «porque yo no entiendo nada». Como es aficionada a las labores hay un espacio en la librería reservado a este tipo de libros. «Esto funciona muy bien, pero es que a mí me gusta mucho».
Nos va a contar de dónde le viene este gusto por trabajar con las manos. A cada uno de nosotros nos delatan las anécdotas que elegimos para contar cuando se nos da pie o cuando nos encontramos con alguien dispuesto a escuchar. Vamos entonces a ponerle el broche a esta historia sobre la Librería Modesta con la que sigue. «En mi familia era obligatorio saber de algo. Mi abuelo era librepensador, fue médico en el siglo XIX, imagínate. Y a todas sus hijos —tuvo 13— les hacía aprender un oficio y una carrera. El oficio no por tener con qué ganarse la vida. Él decía que la mente y el cuerpo había que cultivarlos a la par. Así, la mayor era farmacéutica y sombrerera, otro era ingeniero de telecomunicaciones y carpintero… Son enseñanzas que se quedan, que perduran».
Es muy sencillo entrar por esta puerta y dejarse llevar por todas las historias que va hilando la librera, su sentido común, su buen humor. Lo difícil es salir. No digamos ya salir sin un libro. Eso ya es toda una proeza. Les invito a que lo intenten.
Fotografía: Rocío Lara
Interesante.
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Olvidense de formatos electronitos ( que no libros ). Los autenticos libros de papel, viviran siempre. ( Aúnque haya compañias digitales que eso no les interese ).
Prometo visitar vuestra libreria en mi proximo viaje a Madrid. Suerte amigos.
Viendo estos articulos me da la impresión de qué:
-La cantidad de librerías con un mínimo de encanto en Madrid es muy superior a la de cualquier otra ciudad del territorio español.
-Esta página tiene una tendencia sesgada claramente en dirección a Madrid, al igual que los informativos de televisión, y considera que fuera de la capital existen pocas cosas dignas de mención.
La primera opción me resulta muy difícil de creer, sinceramente. La segunda me resulta triste, dado que los lectores de la revista somos de toda España, y no solo de Madrid.
Un saludo.
Buenos días, Salem;
1. ¿Cuántos habitantes tiene Madrid?
2. ¿Y librerías?
Ahora le invito a que ‘eche esa misma cuenta’ en el resto de ciudades españolas.
Raquel: http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Comunidades_aut%C3%B3nomas_de_Espa%C3%B1a_por_poblaci%C3%B3n
Tanto Andalucía como Cataluña tienen más habitantes que Madrid. No he encontrado ningún informe con la cantidad de librerías por ciudad, o comunidad autónoma. Sin embargo, es de esperar que la proporción de librerías por habitante sea similar a la de Madrid (salvo que exista algún estudio que demuestre que la población madrileña lee más libros que la de otras regiones españolas).
Suponiendo que la proporción de ‘librerías con encanto’ respecto a librerías normales fuera similar en cualquier región (una hipótesis bastante sensata), seria de esperar que la comunidad Madrileña tuviera un aumento de 2.5 veces la cantidad de librerías que hay en toda Andalucía y Cataluña. ¡Y esto sería en caso que hubiera la misma cantidad de artículos sobre librerías andaluzas y catalanas, que sobre librerías madrileñas! Con la proporción actual que podemos encontrar en Jot Down, el sesgo es más que evidente.
Te recuerdo que la población de Madrid no llega al 14% del total del territorio español.
Pues ya le digo yo que no es así, que la proporción de librerías en Andalucía y Cataluña respecto al número de habitantes no es proporcional a lo que pasa en Madrid, incluso en la Comunidad (lo de la ciudad, aun no siendo tan llamativo como lo que pasa en Lisboa, por ejemplo, pues también: Madrid es una ciudad genial, entre otras, por la cantidad de librerías interesantes que tiene). Como mi estadista es mi intuición, o lo que me he andado estos últimos meses para conocer librerías – sabiendo, entonces, entiéndaseme, lo poco ‘científico’ de mi método- me voy a bajar aquí, con su permiso.
En efecto, hay informes que recogen cuánto se lee en las distintas CC.AA. y en Madrid se lee muy por encima de la media. Búscalos y compruébalo por ti mism@.
Además, la presencia de Madrid en esta lista no es desproporcionada. Hay muchas librerías barcelonesas, y no me parece mal ni raro. En Andalucía además, podrás comprobar en los informes que te dije (si los buscas), que se lee sensiblemente menos. De todos modos, nunca llueve a gusto de todos. Quizá tengan una redacción en Madrid y en Cataluña y no tengan medios para recorrer tantas regiones.
Adoro las librerías (aunque las bibliotecas las adoro todavía más), pero no soy un ingenuo sentimental: el libro en papel y las librerías sobrevivirán sin duda alguna al ebook… pero como el caballo y la calesa han sobrevivido al automóvil, convertidos en un mero capricho para pudientes. Tal vez no en esta generación, pero sí en dos o tres generaciones más, como mucho.
Salem, a mí me parece mucho más preocupante el sesgo manifiestamente zaragozano de esta publicación. ¿Acaso no clama al cielo que el 13% de los artículos de esta serie estén dedicados a librerías de Zaragoza cuando en ella solo vive el 1,3% de la población nacional?
Mis disculpas entonces, Raquel. No tenía ni idea de que la proporción de librerías en la capital fuera tan anormalmente alta (en ninguna de mis visitas había percibido esta diferencia respecto a otras ciudades).
En mi primer comentario ya comentaba esto como opción, pese a que rápidamente la he descartado después.
Supongo que, simplemente, a todos nos apetece que salgan reseñados nuevos rinconcitos (librerías, en este caso) de nuestra ciudad de cara a descubrirla mejor. O de otras ciudades a las que nos gusta visitar. Y la lista de librerías a las que me gustaría echar un vistazo, en caso de tener la oportunidad, la próxima vez que visite Madrid es muy superior a la lista que tengo para Granada, Sevilla, San Sebastián, Salamanca… cuando sé de buena tinta que en todas estas ciudades también hay algunas que son realmente encantadoras.
Un saludo, y gracias por la discusión.
En Granada estuve esta Semanasanta pasando mis (aguadas, por la lluvia) vacaciones y recomiendo efusivamente la librería Babel. Mencantó, tienen dos librerías, dos, en la misma calle. Compré «Donde la eternidad envejece» de César Antonio Molina.
Jesús. Si querer desviarme mucho del tema principal que son las librerias, si algún dia el libro queda con un mero capricho ( los de papel digo ) y todo el mundo lee a través de Internet con su aparatito puede pasar algo muy malo. Si no que se lo digan a los amigos que espian las comunicaciones:
http://www.losandes.com.ar/notas/2013/6/8/eeuu-hace-espionaje-traves-redes-sociales-719373.asp
¿Os imaginais algúien espiando lo que lees? ¿Decidiendo lo que puedes leer o no?
Ufff, que miedo.
Me gustan mucho los artículos de esta sección, pero creo que debería aparecer la dirección y/o la web de la librería en un lugar más claro (ya sé que está en el texto). Al principio o al final, por ejemplo…
Un saludo
Fenomenal el articulo, pero es que la duena vale mucho….
Yo, la noche de los libros de este año he descubierto una librería estupenda, con unas libreras de las que saben y muy amables, se llama Naos y está en una perpendicular de Princesa. Compré «Las piedras de Venecia» de Ruskin y «Enciclopedia del crepúsculo» de Argullol. Y sí, estos descubrimientos sólo los tiene Madrid. Por poner un ejemplo, desde esta Naos se puede ir andando fácil a: Gaztambide, Altaïr y Rafael Alberti, que yo me sepa.
El reportaje me encanta, y la libreria, también.
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