John Belushi conoció a la que sería su futura esposa, Judith, en una jornada escolar en la que todos los alumnos disfrutaron de un día en barca. John utilizó un remo (un remo) para golpear a Judith, un modo poco romántico de demostrar su interés pero que resultó ser plenamente efectivo. Durante las siguientes semanas aquel tipo de cejas prominentes y ojos de galán de los años 50 se dedicó a llamar noche tras noche a la chica a la que había golpeado, maniobra que culminó con una invitación al baile de graduación, donde John fue nombrado rey. Era capitán del equipo de fútbol americano, estudiante regular y showman de impresión. Él y Judith decidieron, tras dejar la universidad, que lo mejor para John era proseguir una carrera en el mundo del deporte, como si aquello fuera la perfecta traslación a la vida real del manido sueño americano.
Sin embargo a John Belushi, hijo de una ama de casa y de un señor albanés propietario de un restaurante, lo del deporte no le llenaba lo suficiente. La interpretación se apareció como una epifanía algo distorsionada y el plan cambió: John combinaría deporte y actuación, uno le daría de comer (planeaba ser entrenador) y el otro aire. Pero una vez probadas las tablas lo de ser entrenador empezó a parecerle una mamarrachada. Su mujer, quién sabe si aún bajo los efectos del golpe de remo, le apoyó y John Adam Belushi, nacido en Chicago en 1949, empezó una carrera que acabaría llevándole de cabeza al otro barrio, quizás porque el mismo monstruo que le llevó a convertirse en uno de los mejores actores de comedia de la historia, se empeñó en que pudieran recordarle por otros motivos.
Belushi empezó a la inglesa, haciendo teatro, mucho teatro. De ahí pasó a otras tablas, las de los clubes de improvisación, donde se hizo famoso por su estilo: crudo y salvaje. Algunos lo llamaron gonzo, otros simplemente recordaron a Lenny Bruce o a su coetáneo Andy Kauffman. El actor se granjeó fama de bestia dentro y fuera de los escenarios. A veces —a lo Larry David— no se presentaba o, si lo hacía, echaba un vistazo al público y se largaba sin abrir la boca. Su escenario habitual, el Second City de Chicago, se convirtió en el club de moda y Belushi ponía el local a reventar seis veces por semana. Algunos dicen que fue allí donde John Landis lo vio por primera vez, otros que fue en un especial de Richard Prior (otro genio) y otros (los más) que fue el Saturday Night Live (SNL) el motor de aquella jugada. También los hay que afirman que fue Harold Ramis el que insistió para que Landis (que ya había dirigido Made in USA) le echara un ojo a aquel tipo al que la vida iba pequeña: Landis hizo caso y Belushi se hizo con el papel de Bluto en Desmadre a la americana.
Cualquiera que haya visto la película recordará al actor, enfundado en una toga, bebiéndose los jarrones, robando cada maldito plano. Es verdad: Tim Matheson, Karen Allen y especialmente Tom Hulce estaban magníficos, pero nada podía competir con la fuerza sobrehumana de aquel chiflado de Chicago. Ese mismo año, ya en todas las quinielas para convertirse en el nuevo gurú de la comedia estadounidense, trabajó con su colega Jack Nicholson y asomó la cabeza en shows por todo el país. En 1979 se reuniría con Spielberg (por recomendación de Landis) para unirse al reparto de 1941, la pantagruélica superproducción humorística sobre la Segunda Guerra Mundial que —aún a día de hoy— sigue siendo el mayor fracaso de la carrera del realizador. Las cosas como sean, 1941 es endemoniadamente larga, pero negar que es disfrutable es una simple cuestión de mal gusto. Ya sea por las apariciones de Belushi como aviador pasado de vueltas (todas y cada una de ellas —incluyendo ese lanzamiento en paracaídas a medio metro del suelo— son historia viva del género) o por ese explícito homenaje a El hombre tranquilo con la música de Victor Young. De hecho, la apertura del filme, un sentido auto-homenaje a Tiburón que culmina con uno de los mejores gags de la película, ya señala que aquello va a ser un despiporre. Belushi dejaba otra vez claro que era un caníbal escénico, no había actor (o actriz) capaz de soportar la sombra de su cuerpo. En él se juntaban los vicios y virtudes del ciudadano medio, una vena histriónica que conducía al desparrame más glorioso y un talento interpretativo que actuaba como catalizador. Belushi no era solo un actor: era un gran actor.
La película —lo hemos dicho— fue un fracaso sin paliativos y a punto estuvo de hundir la incipiente carrera de Spielberg pero es indudable que para el de Chicago fue una reválida memorable: su personaje se convirtió en otro icono de la desencantada juventud estadounidense.
Pero aun así, lo mejor aún estaba por llegar y ni siquiera Belushi (que empezaba ya a dar rienda suelta a sus instintos de autodestrucción, cocaína mediante) podía verlo venir. En una visita junto a su mejor amigo, Dan Aykroyd, asistieron a un memorable concierto de blues en el Holland Tunnel, un garito frecuentado por toda la maraña de cómicos que poblaban el SNL. Aykroyd era un gran fan de aquel estilo musical ligado a la población negra, pero Belushi era un neófito de tomo y lomo. En el trayecto de vuelta los dos fantasearon con la posibilidad de fundar una banda de blues junto a su amigo Howard Shore (a la postre compositor de la mayor parte de la filmografía de David Cronenberg), asesor musical del SNL.
El Saturday Night Live es un capítulo aparte en la historia de John Belushi. En aquella cantera inagotable de cómicos, comediantes y bufones el humorista picó piedra hasta convertirse en el líder absoluto de un programa que arrasaba entre los chavales de la costa Este y Oeste de los Estados Unidos. Hay muchos personajes memorables pero por una cuestión puramente emotiva me quedaría con el Samurai, una creación tan absolutamente desquiciada que los ataques de risa no son solo preceptivos sino obligatorios. En Nueva York Belushi empezó su viaje al estrellato absoluto y otro, en sentido inverso, hacia su finiquito.
En 1980, y después de practicar en un buen número de jams en clubes y en el propio SNL, los hermanos Blues, Joliet Jake y Elwood, debutaban en la gran pantalla, por obra y gracia de Landis. En clave de comedia y con la presencia de Cab Calloway, Aretha Franklin, Ray Charles o James Brown en el lado musical y de John Candy, Henry Gibson y la grandiosa Kathleen Freeman en el lado actoral, Granujas a todo ritmo se convirtió en un exitazo tan descomunal que Aykroyd y Belushi iniciaron una carrera paralela como músicos y dispararon las ventas del blues hasta límites insospechados. En aquellos tiempos, y según contaba Andy Summers (guitarra de The Police) en sus memorias, el actor dilapidaba los gramos de cocaína a un ritmo infernal y empezaba a coquetear con la heroína.
Granujas a todo ritmo acabaría convirtiéndose en su gran testamento fílmico. Cierto es que protagonizó dos películas más, muy menores (aunque Mis locos vecinos tenga algún gag apreciable) pero su reprise, la fuerza que le había hecho célebre, reposaba entre algodones. Su último vicio, la mezcla de heroína y cocaína (que llamaban speedball por el tremendo subidón que provocaba en el consumidor) acabó llevándoselo por delante. El cinco de marzo de 1982 encontraban su cadáver en un bungaló del célebre Chateau Marmont: tenía 33 años. Pocos días después detenían a su proveedor habitual, que más tarde sería condenado a tres años de cárcel. Un año después, por causas totalmente distintas, moría Andy Kaufman, cerrando una de las etapas más gloriosas que jamás haya vivido el humor al otro lado del Atlántico.
Belushi era un agitador, una locomotora humana capaz de empujar cualquier línea de guión hasta convertirla en un martillo. Su energía, unida a una impresionante capacidad de improvisación (forjada en sus inicios, en sótanos llenos de humo, ante públicos belicosos) le convirtieron en un tipo capaz de sacar la cabeza ante cualquier audiencia. El actor era además el hombre capaz de encarnar al amigo perfecto: cervecero, cachondo, futbolero y leal. Alguien a quien confiarías el cuidado de tu casa pero con el que también te pegarías la fiesta de tu vida. Su descomunal carisma sigue persiguiéndonos 30 años después y el que —a día de hoy— no sonría con los Blues Brothers, Bluto, Wild Bill Kelso, Futaba o esa maravillosa representación de Kissinger es que tiene un grave problema de acidez.
A mediados de los 90 algunos quisieron ver en Chris Farley al heredero de John Belushi. Farley era también conocido por su performance desacomplejada, sacando ventaja de un aspecto alejado de los cánones de belleza convencional (que él no tenía inconveniente en explotar pero que intentó remediar con innumerables curas de adelgazamiento) y con el mismo punto esquizofrénico que lucía Belushi.
El destino (o la causalidad, que cada uno escoja lo que crea conveniente) quiso que Farley falleciera a consecuencia de una sobredosis, una combinación letal de cocaína y heroína, directa en vena. Su hermano encontró su cuerpo en un hotel de Chicago en diciembre de 1997. Tenía 33 años de edad.
Siempre me ha llamado la atención que el repertorio de los Blues Brothers fuera en su mayor parte Soul y siempre me jodió que nunca nadie mencionase a Otis Redding cuando uno de sus temas se usó y se convirtió en la imagen de los Blues Brothers, por no hablar de que parte de la banda que solía tocar con Otis estuvo en la primera película, el gran Steve Crooper y Donald «Duck» Dunn. Los Blues Brothers debería haber dormido con una foto de Otis Redding en la mesita.
Belushi como bien dices era una fuerza de la naturaleza, la imitación que hace de Joe Cocker es sencillamente impresionante, tenía un talento espectacular para cantar, casi tanto como para hacer humor te diría. Sus personajes eran desternillantes.
Ya era hora de que se hiciera un homenaje al gran, querido y abrazable John Beslushi en este magazin. Probablemente un hombre superado por las circunstancias que le tocaron vivir… Un gran tipo, la clase de amigo chalado que todos deseamos tener. Que el espíritu de J. Belushi perdure en nosotros en forma de alocado, despreocupado y sembrador del caos, juerguista.
A mí siempre me cayó gordo. No me gusta que mis amigos estén chalados, se pinchen heroína, esnifen cocaína y vayan tocando los cojones al personal. Hablando de personal, hay que ver el que corre por aquí. ¡Cómo está el mundo!
Por lo que respecta a Otis Redding, totalmente de acuerdo.
Pues tu te lo pierdes chato.
¡Pero venga ya, hombre! Si tenía toda la pinta de ser en la vida real, de esos a los que les pegas esquinazo en cuanto se distraen con el vuelo de una mosca. El clásico coñazo para las esposas de los colegas, el tío que no se come un rosco de forma relajada y natural y tiene que ir pegando golpes de remo a las mujeres para que reparen en su abultado chásis. Hay que estar muy arrastrad@ para concebir un mito con esa materia prima. Tú mismo…
No sé si habrás visto los episodios del SNL de Belushi, ni sus películas, ni si has leído su biografía… Ni si tienes ni idea de algo más de lo que has leído en este artículo la verdad. No le conocí (por desgracia) pero la gente que le rodeaba apuntaba que era eso, el clásico gordote cachondo, fortachon y colega de sus colegas. Que luego fuese un junkie y se le fuera de las manos (siendo hijo de un inmigrante albanés, pasar de 0 a 100 económica y socialmente hablando no creo que sea fácil de controlar) no me hace cambiar su imagen sobre él.
Belushi está bien, pero al otro lado de la cámara.
Spielberg dijo de él que la primera vez que lo vió comer como un cerdo en un restaurante «finolis» se partió de risa. La segunda vez pasó vergüenza ajena. Y la tercera se fue asqueado sin llegar a los postres.
Jack Black, Galifianakis y Will Ferrell le deben un monumento.
Álvaro Garde es el autor de este artículo.
Y no, por desgracia también, no soy el autor de este artículo.
Echo de menos links a vídeos, del SNL o lo que sea que se menciona. O en su defecto, una explicación a su ausencia.
«uno de los mejores actores de comedia de la historia»
Joer, vaya exageración.
Blues Brothers, vaya truño.
Tu no la has visto en la gran pantalla?, verdad. A mi me cogió entrando en la adolescencia, en plena salida del mundo gris y monotono del Franquismo, con el incio de la Movida, la llegada de nuevos aires, como te diria, fue una explosión de algo nuevo, diferente, que nos abrió a muchos el mundo de la musica negra,,, en una epoca que lo que triunfaba era los ritmos prefabricados de Travolta (eso si, iban de coña para ligar con las nenas). Esto era irreverente, gamberro, como las películas de Landis de la época,,
Me acuerdo que la sala vibraba, se movía con el ritmo que marcaba la música, da igual que fueras punk, rocker o mod, la película te enganchaba y te daban ganas de bailar al ritmo que marcaba Otis,,,
Hay peliculas que hay que ver en pantalla grande y Dolby Surround,,, ganan la tira
Siempre que sea en buena compañia, con palomitas, bebida en sala grande, no en las cajas de zapatos que ahora nos han acostubrado, sino salas para mas de 300 personas, imaginar como es ver esta pelicula en una sala llena, toda una fiesta,,,,,
Pues si,estoy con Alvaro,Belushi era uno de los mas grandes por no decir el que mas,tuvo,desgraciadamente una carrera muy corta pero genial,por que es lo que era, un genio,su hermano James no le llega a la suela del zapato,y lo sabe.Mis locos vecinos es una obra maestra del humor negro,de los Blues Brothers ni voy a hablar por que es obvio,Desmadre a la Americana fue el inicio de las comedias estudiantiles yankies,y sus actuaciones,histrionicas todas,no dejaban indiferente a nadie…en fin un GIGANTE.
Granujas a todo ritmo fue un fracaso bastante estrepitoso, otra cosa es que ahora la hayamos ensalzado.
La peli costó 27 millones de dólares y recaudó más de 115 a nivel mundial. Además vendió millones de copias de la banda sonora. ¿De dónde sacas que fue un «fracaso estrepitoso»?
Belushi me encantaba. No puede perder brillo en comparación con nadie, ni gana absolutamente nada con su desgarradora ruta final. Era espectacular, y su muerte, eso, lo que signifique, fue cosa sólo suya, para su desgracia, por lo que significó para él y para los que lo querían de verdad, los que lo amaban y se quedaron hechos polvo. Para mí, que estoy de más en este asunto, fue un tipo acojonante.
La fecha de su muerte es errónea. Murió el 5 de marzo de 1982.
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