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Victoria Garriga: «La arquitectura contribuye a la felicidad o infelicidad de las personas»

Victoria Garriga para Jot Down 1

La arquitecta Victoria Garriga (Barcelona, 1969) constituye con Toño Foraster el corazón fundacional del despacho de arquitectos Av62, desde donde defienden un modelo de crecimiento material orientado al reequilibrio y a la sostenibilidad energética, ambiental, social, cultural y económica. Trabajando en cooperación con un nutrido equipo de profesionales de diversas disciplinas, han ganado varios concursos internacionales para obras de reconstrucción, de gran envergadura, entre otros países en Afganistán y sobre todo en Irak. Hablamos con ella sobre la aplicación de su ideario como profesional de la arquitectura y sobre las implicaciones, condiciones de trabajo y experiencia en países tan convulsos.

¿Hasta qué punto la arquitectura influye en el comportamiento social de quienes están expuestos a ella?

El entorno material influye directamente sobre muchas cosas. Entre otras, en el bienestar o malestar de muchas acciones cotidianas, y eso es importante.

Pero no está tan claro que influya sobre la estructura moral o social del vecindario ¿verdad?

Reflexionar, abiertamente, sobre cuáles son las formas de la arquitectura que condicionan un tipo de comportamiento u otro quizás sea un tema pendiente. Pero a mí me parece que es irresponsable, por lo menos irresponsable, entender la arquitectura como una disciplina ensimismada y autorreferencial, desvinculada de la vida. Los principios sobre los que se generan ciertas formas de arquitectura están antes que la propia arquitectura. Esa ideología, esa voluntad, dicta las formas que pueden inducir, propiciar o negar, ciertos comportamientos sociales y actitudes frente a la vida. Muchas veces parece que los arquitectos no hayamos tenido conciencia de ello, y esa falta de conciencia nos convierte en marionetas. Cuando la tenemos, para bien o para mal somos cómplices. La arquitectura o el urbanismo materializan las ideas políticas, sociales, económicas… es ideología construida. La forma es vinculante.

Si la buena arquitectura contribuye al bienestar, lógicamente la mala arquitectura contribuye negativamente. Es decir, el mal arquitecto es responsable, no solo de hacer un edificio feo o incómodo, sino de causar un daño moral.

Creo firmemente que sí, así es.

En consecuencia, ese profesional debería responder de su mal trabajo.

Pero para poder exigir verdadera responsabilidad a los arquitectos, deberíamos haber insistido mucho más, desde la formación, desde la crítica, en la estrecha vinculación entre ética y estética… y no creo que la tendencia pedagógica vaya en absoluto en ese sentido. Los arquitectos nos hemos limitado, en muchos casos, a ser los formalizadores inconscientes de ideas, buenas o malas, de otros. Meros ejecutores. Pero no se puede ser otra cosa si no se tiene una perspectiva amplia. Yo creo que el concepto de “especialización”, tan indiscutible en algunos contextos, ha sido destructivo para nosotros.

Valverde un día dijo en clase lo siguiente: que la humanidad no tiene remedio porque se le ofreció una arquitectura humanista, a la medida de las necesidades de la gente, y la rechazó. Lo dijo de pasada, un poco distraídamente, pero la frase se me quedó grabada y siempre me he preguntado a qué se refería. ¿Quizá al racionalismo? ¿Usted qué cree?

Gio Ponti decía de sí mismo que era el último arquitecto humanista, que se comprometía… ¿con qué? yo creo que con la vida en todas sus facetas… más allá de la arquitectura. Esa ostentosa eficiencia del racionalismo lo convierte en algo prácticamente incuestionable en una historia de penuria y escasez. La arquitectura también fue seducida por ese ideal mecanicista: máquinas de habitar… en un momento en que la vivienda o un mínimo confort era una necesidad perentoria para la gran mayoría de la gente. Pero esa manera de mirar tan parcial, justificable en un contexto de urgencia, pero tan desvinculada de la realidad más puramente física, emocional y espiritual, ha sido muy útil para ciertos intereses. El racionalismo-funcionalismo-“eficientismo”, mal utilizado, malversado, ha acabado siendo una apisonadora para la vida.

¿Y cree también que Ponti era el último comprometido?

Él se consideraba el último, basándose en su formación e intereses, comprometido con el mundo, o con capacidad para interiorizarlo íntegramente, a la manera “humanista”… A día de hoy no creo que lo fuese. Lian Bo Bardi, los Smithson, Miralles… siguieron con esa mirada más global, más “impura”, menos jerarquizada y más desprejuiciada respecto a los límites de la disciplina. Una mirada más libre, igualmente rigurosa, pero mucho más ambiciosa y consciente de su compromiso con el mundo. Pensaban, como él que, un arquitecto, un urbanista, debería ser capaz de trabajar con las capas de la complejidad, sin separarlas, sin diseccionarlas. Y a todas las escalas.

Para ello debería aprender a trabajar con todas sus capacidades, tanto intelectuales como sensoriales. Yo creo que, como en María Zambrano, subyace la idea de poner la intuición al mismo nivel que la razón para avanzar en el proceso creativo.

Cuándo habla de “las capas de la complejidad” y de “todas las escalas” ¿a qué se refiere?

Lina Bo Bardi decía que el arquitecto debe trabajar con criterios de urbanista, y el urbanista con cabeza de arquitecto. La complejidad no reside en la escala, sino en la cantidad y calidad de las relaciones que el proyecto ha de gestionar. La arquitectura se ha convertido en una disciplina muy reduccionista, tanto en escala como en términos disciplinares. Se ha desentendido del mundo para preocuparse solo por los edificios, entendidos como objetos. Esto ha transformado el mundo en un conjunto de piezas autónomas, autogestionables, descontextualizadas y desvinculadas de la vida y de las personas. En el fondo, un mundo de objetos muy fácilmente mercantilizables.

No ha incorporado, como pretendía Gio Ponti, las disciplinas de escala menor (diseño, moda). Así se ha convertido en una disciplina menor, mientras las otras iban ganando dimensión y consciencia de su capacidad interpretativa y transformadora. Y se ha desentendido de todo aquel pensamiento que no trata del universo estrictamente material, considerando que la filosofía, la política, la sociología, la literatura, no eran de su ámbito de competencia. Esto nos ha llevado a una formación cada más especializada, que nos hace menos capaces para interpretar nuestro mundo y por tanto comprometernos con él a “la manera despierta en la que deben hacerlo los hombres”. Y no entendemos un mundo sobre el que, inevitablemente con el ejercicio de nuestra profesión, vamos a ejercer una acción transformadora, queramos reconocerlo o no.

En ese sentido, esa práctica de Mies van der Rohe, el gran arquitecto del movimiento moderno que edificaba sus edificios sobre una peana de manera que los separaba del entorno, práctica que también se ha hecho en España, ¿es equivocada?

Cuando hablamos de Mies van der Rohe es difícil hacer una crítica. Es difícil ver más allá de su “perfección formal”. La única manera es cerrar un rato los ojos y analizar el proceso desde un poco más atrás: ¿dónde se colocan estas “obras maestras”, y con qué fin? ¿Dónde se ubica y en qué momento un proyecto como el de La Fayette Park en Detroit? ¿Encima de qué se construye esa arquitectura impecable? En ese caso, el proyecto se construye tras demoler un barrio y desplazar a sus habitantes. Una realidad social y económica preexistente, incómoda, es borrada, y eso es un hecho trascendente que forma parte del proyecto. Con esto solo quiero decir que quizás analizar la arquitectura como un objeto que empieza y acaba en sí mismo, sin ponerlo en un contexto más amplio, tanto temporal como de intenciones y resultados económicos y sociales, hace que nuestro juicio quede sumamente limitado. El edificio, más o menos acertado formalmente, debe ser analizado con una mirada más amplia, desde su concepción, y por las consecuencias que derivan de él. El edificio construido es un eslabón de una cadena más larga de la que los arquitectos nos podemos hacer responsables, hasta cierto punto. Para volver a lo que usted me preguntaba al principio: creo que la arquitectura, encargada de definir materialmente nuestro entorno, contribuye considerablemente a la felicidad o infelicidad de las personas. Sin embargo, tal como la hemos entendido aquí en los últimos tiempos, es una disciplina muy restringida que se limita a dar respuesta a las preguntas formuladas desde mucho más atrás por no sabemos quién. A veces creo que asumimos más responsabilidad de la que nos corresponde, responsabilidad que asumimos a partir del diseño del objeto… lo hacemos porque somos un poco ególatras y prepotentes o quizás un poco ingenuos. En el mejor de los casos somos “formalizadores brillantes” de conceptos/intereses ajenos.

En el contexto de lo que está comentando, ¿puede opinar sobre los edificios de Calatrava en Valencia, la torre de Nouvel en Barcelona o el Guggenheim de Bilbao, por poner tres ejemplos significativos de los tiempos recientes?

A toro pasado es muy fácil decir las cosas, pero yo ya había dicho hace tiempo, cuando parecía que no se podía decir —porque todo era maravilloso y todo el que lo criticase era un Pepito Grillo que estaba yendo en contra del crecimiento—, que, por ejemplo, el edificio de Nouvel es muy… sorprendente en esta ciudad, en Barcelona. En una ciudad que se había definido como una ciudad que entendía el urbanismo como estructurador previo a la arquitectura. Era una ciudad que decía querer ser inclusiva e integradora, que priorizaba el espacio público, y que entendía que había unos flujos humanos y cierta sensibilidad social que eran prioritarios… y de repente aparece este edificio icónico que no tiene ningún tipo de relación con el lugar en el que se implanta, que no aspira a generar ningún tipo de sinergias urbanas, que no tolera bien la llegada de la gente. Sin embargo, el edificio es una muy buena respuesta a lo que se le plantea. En ese sentido de eficiencia y capacidad de responder al encargo, Nouvel ha sido muy buen arquitecto. Ha hecho un edificio bastante bonito y con una forma sorprendente, pero que a la ciudad, en su vertiente urbana, física, no le aporta nada. Es un icono, un monumento conmemorativo de una fiesta en la que la ciudad no ha participado.

Victoria Garriga para Jot Down 2

Sí, es un edificio “festivo”, por decirlo así.

Que se celebra a sí mismo. Luces de una fiesta privada a la que los ciudadanos no estuvieron invitados. El Guggenheim, en cambio, siendo incluso “más festivo” en su forma, es un edificio muchísimo más implicado con la ciudad, que la interpreta y ha contribuido a su transformación. Yo creo que el Guggenheim hacía falta. Y el proyecto, con su forma ha sabido responder a un encargo muy complicado. Bilbao necesitaba algo fuerte que le hiciese removerse. Y ese edificio lo consiguió con su forma, su emplazamiento y su programa. Es un acierto justamente porque su forma es la adecuada. Pero se entendió que la forma-firma, no la forma adecuada, constituía el valor del edificio. Ahí empieza el “devastador efecto Guggenheim”. Ejemplo de ello es el Gehry de La Rioja. Una forma inadecuada que responde a un encargo hecho desde un departamento de marketing, pero que interpreta mal el lugar en el que se implanta.

Las bodegas Marqués de Riscal.

Unas bodegas, más bien una follie, lo cual no es nada malo en sí mismo, cuando se tiene dinero para ello. Pero la arquitectura, como todo, debe ser sostenible en un sentido muy amplio: energético, económico, social y también visual. Este edificio está fuera de escala, en muchos sentidos. Establece una relación muy desequilibrada con el pueblo de Laguardia, que está al lado, la interpretación del territorio me parece muy inmediata. Con esto solo quiero insistir en una obviedad: un objeto relativamente parecido, en un sitio está muy bien y en el otro es totalmente prescindible. El edificio de Bilbao funcionó como una eficiente y sensible máquina de transformación de la ciudad. Entender que esto se consigue solo por la “genialidad de las formas” de Gehry ha sido un error que ha derivado en una manera nefasta de entender en la España de los últimos años la relación entre arquitectura y ciudad.

Se ha optado sistemáticamente por una política de edificios icónicos (cosa que no es el Guggenheim), que, aunque en ciertos momentos pueden ser útiles para poner en movimiento ciertos flujos y ciertas dinámicas, han hecho olvidar que la ciudad es algo muchísimo más complejo y más rico que una suma de objetos, por brillantes que sean. Preservar y hacer posible la vida en esa complejidad es el objeto y el reto de la gestión urbana.

Cada nuevo edificio de Bilbao tenía que ser un nuevo Guggenheim. Bueno, se deseaba replicar su éxito.

Pero es que en toda España, en cada sitio que se hacía un edificio, tenía que ser un nuevo Guggenheim. Esto no tiene sentido. El museo sí es un edificio pertinente, que luego se ha leído y se ha difundido de una manera muy simplista. Creo también que en este caso la arquitectura mejora las expectativas del encargo. Que no sé hasta qué punto incorporaba esa sensibilidad urbana que el proyecto aporta. Tampoco estoy segura de que las personas que lo promovieron tuviesen claro quién era Gehry, si era la persona adecuada para ese proyecto o cuál podía ser su aportación. No creo que a priori fuese el objeto de deseo del conservadorcísimo Bilbao. En cualquier caso, funcionó.

El tercer caso que te he comentado es, quizá, el más controvertido. El nombre de Calatrava suele asociarse a la ostentación, especulación, presupuestos que se disparan. Pero me gustaría saber si usted lo valora como autor, por lo menos, de edificios singulares, así como critica la torre de Nouvel pero valora positivamente al autor.

Así como a veces, de una manera reduccionista, digo que los edificios no deben ser monumentos, a veces, en las ciudades necesitas que haya unos monumentos de emergencia que consigan aglutinar ciertas ilusiones o energías. Ese tipo de edificios hacen falta para que las cosas se muevan, para acelerar la transformación y conjurar inercias de inmovilidad. Otra cosa son los monumentos que conmemoran cierta parálisis, se hacen en honor y gloria de cierto poder o petrifican el pasado para petrificarnos a nosotros. Lo de Calatrava en Valencia, bajo mi punto de vista, tiene un poco de todo eso: no era un edificio necesario para movilizar esos flujos humanos o urbanos, es un monumento conmemorativo y sobredimensionado de un momento de esplendor especulativo, vacío y grosero… la carcasa de la nada… y es feísimo.

Le parece feo. ¿También esos puentes como arpas, blancos, tan estilizados, que están en todas las ciudades?

Al principio de la historia de Calatrava intenté pensar que me gustaba, pero ha ido pasando el tiempo… justificar a Calatrava porque estaba bien el diseño de los semáforos de la Diagonal es un poco exagerado. A día de hoy simplemente me parece muy feo: formalmente sobreactuado, simplista en la interpretación, sobredimensionado, antieconómico y antifuncional. No, hacer crítica de Calatrava desde la forma sería muy ingenuo. A los políticos sí les gusta mucho. Es un fenómeno de marketing neoliberal de lo más burdo. Además tiene unas formas que se entienden muy fácilmente. Haces un aeropuerto y es como un pájaro, haces un rascacielos y es como un torso humano que gira intentando alcanzar el cielo… esto a los políticos-compradores les ha encantado. No compraban edificios requetecaros, compraban símbolos de su megalomanía.

Hablemos ahora de su trabajo fuera de España, en Afganistán e Irak. ¿Cuántos años hace que está involucrada en estos proyectos?

Desde 2009

¿Tiene interlocución con arquitectos locales?

Sí. A distintos niveles. Iraquíes y extranjeros vinculados a Irak.

En 2010 el Ayuntamiento y la Universidad de Bagdad organizaron una gran conferencia internacional para hablar sobre los distintos modelos de revitalización urbana y reflexionar sobre la complejísima situación en Irak. Esta conferencia nos sirvió para hacernos un primer mapa bastante claro sobre la situación de las ciudades iraquíes y las enormes dificultades a las que se enfrenta el país para hacer frente a los procesos de reconstrucción. Desde entonces tenemos relación con profesionales e instituciones. Creemos que nuestra experiencia de transformación urbana reciente, sobre la base de una cultura urbana compartida, puede ser de utilidad para ellos en este momento. También ellos lo creen así y por ello seguimos trabajando.

¿Hay un determinado partido vinculado a esta remodelación de la ciudad?

No lo detecto.

¿Son proyectos municipales o estatales?

Depende de cada caso. Los proyectos de Bagdad son municipales. En el caso de Mosul, era un proyecto del Governorate. Los planes territoriales son estatales…

¿Se deja sentir muy intensamente la influencia del conflicto religioso?

La situación política es de enorme inestabilidad, pero a pesar de las noticias que nos llegan, a mí, tras hablar con las personas de allí, me cuesta creer que esa inestabilidad sea resultado directo de un conflicto puramente religioso vinculado a un tema de “credo”. Es un conflicto de poder muy complejo, interno y externo, y la religión ayuda a aglutinar desencantos y a justificar posiciones.

¿Entiendo que la rehabilitación de Bagdad va ligada a un fuerte crecimiento económico?

El crecimiento económico de Irak es colosal. Piense que se va a convertir en el primer productor de petróleo por encima de Arabia Saudita. Quiere ser una democracia y, en el fondo, era el país más laico del entorno. Muchos países circundantes no quieren eso. Según muchos iraquíes, esta es una de las mayores causas de desestabilización: agentes externos que no quieren permitir que el país despegue y se afirme como una democracia laica. Aunque laica no es, porque en Irak todos son creyentes, sean o no musulmanes.

Un Estado no confesional.

Un Estado no confesional —con dificultades para serlo— de ciudadanos mayoritariamente creyentes, mayoritariamente musulmanes, mayoritariamente chiitas, cuyas clases más acomodadas y formadas eran sunitas… un lío.

¿Ustedes se han ido presentando a estos concursos para buscar una alternativa a la parálisis que la crisis económica ha producido en los estudios como el de ustedes?

No aterrizamos en Irak porque el despacho busque una expansión económica y nuevos mercados. En aquel momento de posguerra y total desorganización, era impensable ver Irak como un mercado. Es un país destrozado, desestructurado, que está saliendo de la guerra y hay muy pocas expectativas de que eso tenga visos de convertirse en un paraíso económico. Cuando fui a Irak por primera vez es porque nos invitaron a un concurso para la rehabilitación del barrio de Khadamiyah, uno de los barrios históricos de Bagdad, de la época de Al-Mansur, y cuya última etapa es un trazado otomano de típica ciudad árabe: calles estrechas y sinuosas y un tejido residencial muy denso de maravillosas y abandonadas casas-patio bagdadíes. Es un barrio muy degradado, entre otros factores porque la población autóctona se ha ido yendo. La población actual no tiene en su mayoría una sensación de pertenencia. El barrio creció en torno al santuario chiita de Khadamiya, que es uno de los grandes centros de peregrinación chiita del mundo islámico y esto hace que el barrio, con su estructura urbana compleja, densa y degradada, tenga que acoger unas peregrinaciones masivas periódicas. El concurso planteaba la necesidad de dar respuesta a un problema arquitectónico y urbanístico muy interesante.

¿Es la ciudad la que convocaba el concurso?

Sí, el Ayuntamiento de Bagdad, pero la autoridad religiosa chiita de Khadimiya tiene muchísima influencia en la toma de decisiones. Nos presentamos con una propuesta muy continuista y quizás demasiado conservadora para una ciudad que necesita visualizar un cambio rápido que mejore sus difíciles condiciones de vida.

Ah, entiendo, hay urgencia histórica de que la reconstrucción sea visible…

La propuesta ganadora pone de manifiesto el peligro que acosa a los centros históricos iraquíes… Un proyecto que, en contra de las bases del concurso, derriba todo el tejido urbano para levantar un barrio nuevo con hoteles, tiendas… a la manera que se ha hecho en La Meca, y con el modelo de imagen-felicidad que se proyecta desde los países del Golfo. De momento, está paralizado.

¿Porque arrasaría con todo?

Con todo. El proyecto está impugnado por la UNESCO, hay muchos problemas con la gente del barrio… El caso es que este fue nuestro primer aterrizaje en Irak. A partir de ahí ha sido una larga serie de apuestas hasta que finalmente hemos ganado el concurso para la revitalización del barrio de Adhamiyah (al otro lado del río). Es otro barrio de esta ciudad meándrica que es Bagdad. Adhamiyah (como Khadamiyah) es también un barrio fundacional, sunita, de la época de Al-Mansur. Para este barrio hemos ganado el concurso de ideas. Estamos trabajando con ellos para ver cómo avanzar en el proceso que deberá culminar la transformación efectiva de un barrio de 300.000 habitantes. Y, en fin, ahora nos presentamos a otros dos concursos para la reconversión y reurbanización del río Tigris al paso por Bagdad, diez kilómetros arriba y diez kilómetros debajo de la ciudad.

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Es un proyecto colosal, supongo que a largo plazo.

El proyecto del Tigris es equiparable al de Madrid Río, o Bilbao Ría 2000. Se trata de recuperar el río para la ciudad. Es un proyecto de dimensiones colosales porque es la operación de fachada urbana y de recuperación de la posibilidad de relación de los barrios a través del río.

Ellos consideran que el proyecto del Tigris está, en cierta forma, desvinculado de la ciudad. Un proyecto de paisaje. Pero la reordenación del Tigris en Bagdad es un proyecto estructural, porque el río es lo que dibuja, y construye, la ciudad y el país. El Tigris y el Éufrates definen la parcelación y la manera de hacer las ciudades. Creemos que tenemos muchas posibilidades, hemos dado una buena respuesta al enunciado del concurso. Esto nos permitiría seguir avanzando con ellos en el trabajo conjunto de fijar unas bases sobre las que plantear los procesos para la revitalización de estos barrios densamente poblados, con grandes problemas de infraestructuras y relación entre comunidades. Nuestro objetivo es seguir trabajando en el desarrollo de unas metodologías de gestión orientadas a la preservación de la vida, el patrimonio y la complejidad de las ciudades iraquíes. Es algo que requiere recursos, tiempo y perseverancia.

Sobre el barrio Adhamiyah decía que ahora viene la siguiente fase. ¿Cuál es el problema de esa siguiente fase?

Mire, cuando Saddam Hussein fue derrocado los americanos dictaron una ley según la cual todos los miembros de las clases profesionales y medias-altas cualificadas que estuvieran relacionados de alguna manera con el partido Baas de Sadam, aunque fuesen burócratas, se van. Y además, en la guerra Irán-Irak habían muerto muchos jóvenes. Es un país con una generación prácticamente perdida. El país se queda, prácticamente, sin profesionales que sepan cómo gestionar una enorme máquina burocrática obsoleta: un caos. La gente que ahora está intentando sacar adelante las instituciones tiene enormes dificultades para hacer funcionar esa máquina. Se encuentran con una burocracia gigante y anquilosada, y mover cualquier cosa presenta una dificultad terrible. Nos dijeron que habíamos ganado este concurso porque, a diferencia del de Khadamiyah, el jurado de este era mucho más profesional y despolitizado. Pero es un proyecto de ideas, y de ahí no se puede pasar a la construcción. Ni siquiera sabemos cuánta gente vive en el barrio, porque al principio nos decían que había 300.000 vecinos, luego 200.000, luego 60.000… En realidad no sabemos cuánta gente vive allí. Falta mucho trabajo por hacer y necesitaríamos que ahora ellos contrataran una siguiente fase de proyecto, que fuese el que permitiera desarrollar técnica y metodológicamente este primer concurso de ideas antes de pensar en pasar a poner un ladrillo encima del otro o hacer las infraestructuras. Se necesita un tiempo de desarrollo, crítica, verificación de datos, revisión de los proyectos… y eso como mínimo lleva un año. Además, lo que tenemos que hacer no debería ser solamente entendido en términos materiales de arquitectura y urbanismo, hay que hacer unos programas paralelos de políticas sociales y participación, un programa financiero que permita empezar a tantear qué empresas y con qué tecnologías podemos contar… En fin, es un proyecto enorme. Se han de reconstruir las ciudades, pero también las metodologías y los equipos de gestión que pueden hacer posible el desarrollo sostenible de dichos procesos. Esto no es una tarea fácil, requiere tiempo de reflexión, pero la urgencia de la situación, y el hecho de disponer de dinero, es una mezcla que no favorece el sosiego reflexivo.

Tendrá que viajar a Bagdad asiduamente.

Yo voy siempre que puedo, y el tema de los visados todavía es un poco engorroso… Más que ir, habrá que estar allí continuamente. De hecho sentimos que ya estamos. Las nuevas tecnologías permiten establecer una comunicación en tiempo real realmente eficiente. Estos años de trabajo han sido sumamente útiles en ese sentido. Mire, AV62 Arquitectos era un clásico despacho de Barcelona. Para abordar los proyectos de Irak nos convertimos en AV62 Arquitectos Asociados. Estos somos nosotros, arquitectos de Barcelona que hacen edificios, interiorismo y exposiciones; se nos han sumado Pedro García del Barrio, que ha sido durante años el gestor de urbanismo de Córdoba, así que tiene esa dimensión política e institucional que nos permite comunicarnos de una manera que nosotros no podríamos, y además tiene una visión más de escala urbana y metropolitana que nosotros no teníamos, y Pedro Azara, muy amigo nuestro, que fue nuestro profesor de Estética en la escuela y con quien desde entonces hemos trabajado juntos y colaborado. Es una persona que desde la reflexión teórica ha tenido una relación intensa con Oriente Medio antiguo y su arquitectura, y que aporta una mirada sobre la historia, el territorio y la ciudad que va mucho más allá de lo estrictamente contemporáneo. Un paso más en ese intento de dar respuesta a la compleja demanda de Irak nos lleva a crear una nueva empresa de perfil más amplio: AV62 Development & Consulting. O sea: una empresa española con delegación en Irak, con un socio iraquí, con una sensibilidad afín a la nuestra, pero con un conocimiento y unas relaciones que nos permiten seguir profundizando en esa relación de comunicación con un país que sentimos muy cercano y muy lejano a la vez.

En su caso particular, ¿el hecho de ser mujer es un hándicap profesional?

La interlocución es la misma que si fuera un hombre. Yo me siento muy cómoda y respetada profesionalmente. Ningún problema. Aunque no hemos de olvidar que nuestros interlocutores son gente muy formada y de una extracción socioeconómica privilegiada.

¿Tiene que vestir burka?

En Irak no se usa el burka, los más integristas se ponen la abaia. Yo solo para visitar las ciudades santas chiitas como Khadamiyah o Kerbala me he tenido que poner la abaia. Es una túnica negra que deja al descubierto solo los ojos. El efecto de llevarla es muy incómodo y angustioso. Como los ojos se convierten en lo único del cuerpo que no está velado, toda tu percepción de la realidad se reduce y concentra en la mirada. Inevitablemente te sientes incómoda contigo misma, pensando “¿qué le pasa a mi cuerpo para tener que ocultarlo de esta manera?». Todo esto parte del principio de que el deseo masculino es incontrolable, o sea que cualquier parte del cuerpo lo provoca. El resultado lógico de esto es que si los ojos son lo único visible, también son una provocación. Pero yo, como cristiana, en Irak, no estoy obligada a ponerme pañuelo ni nada, salvo en las ciudades santas. Es como cuando para entrar en las iglesias te hacían poner la mantilla. Otro tema es el de la seguridad. Pero, por ejemplo, en Mosul, que es la segunda ciudad de Irak, muy conflictiva y con fuerte presencia de Al-Qaeda, el no cubrirte te identifica como extranjera, así que me convenía ponerme el jihab (el pañuelo suní) para poder moverme.

¿En Kabul esa interlocución que mencionaba es igual de fluida?

Allí no tengo una perspectiva del país. En Irak estoy con iraquíes, almuerzo con ellos, estoy en casa del padre de nuestro socio, conozco a mucha gente… En Afganistán, en cambio, la sensación es más de que vas como extranjero vinculado a los americanos, y te mueves en ese círculo de diplomacia, en una esfera aparte. De momento no siento haber tocado la realidad del país. No puedo decir que conozco Irak, pero salgo a la calle y me comunico mucho con bastante gente. El caso de Afganistán es muy distinto.

¿A los concursos en Irak no se presentan arquitectos locales?

Sí, pero necesitan tener socios extranjeros que les den apoyo técnico, o bien estar ellos mismos afincados en otros países: Emiratos, Dubái, Londres o Berlín. Otros son iraquíes, pero formados en el extranjero. Tengo constancia de que han querido darle a arquitectos iraquíes alguno de los grandes proyectos de revitalización urbana, pero ha sido un fracaso. No es, obviamente, un tema de inteligencia. Tras años de dictadura, inmovilismo y ostracismo, con los recursos propios de una disciplina de los años 70, nadie puede afrontar un proyecto de semejante complejidad y dificultad. Déjeme puntualizar que nosotros no somos “nosotros”: somos un colectivo amplio y ampliable de profesionales muy cualificados con una experiencia compartida muy intensa y valiosa. Eso es lo que nosotros transmitimos. Afrontar proyectos como estos supone pensar en términos colectivos, de equipo, estratégicos, ideológicos y de gestión, superando las inercias personalistas que se han instalado en nuestra profesión, que la verdad son bastante estériles.

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Es decir, que ustedes aportan procesos para pensar la ciudad antes de construirla.

Por eso le he dicho antes que en el primer concurso al que nos presentamos, el del barrio chiita de Kadhimiyah, nuestro proyecto era muy ingenuo y voluntarista. No se pueden abordar proyectos de esta complejidad y dimensión sin una mirada disciplinar mucho más amplia. Los arquitectos en general, y creo que los de Barcelona en particular, tenemos la debilidad de enamorarnos de las cosas. En Kadhimiyah, yo, que fui la que visité el barrio, me quedé atrapada por esa materialidad: las calles estrechas, las casas patio, las galerías de madera, el claroscuro de las celosías… En fin, una continua evocación de un pasado que no existe pero que no puedes dejar de ver. Esa imagen de seducción no te deja pensar con la suficiente distancia. La formación en Barcelona también ha contribuido a que desarrollemos esa sensibilidad de cercanía y de escala pequeña, que creo que a veces nos hace difícil abordar los proyectos en términos más abstractos y conceptuales. Y esto aquí es imprescindible. Ahora pienso, a modo de reflexión constructiva, que nuestro proyecto era demasiado conservador. Un proyecto bonito, respetuoso, articulado, contemporáneo, pero que no hace visible la imagen de transformación que el barrio solicita. Lo que hemos aprendido es que el proyecto debe ser capaz de aglutinar las energías de la gente, sin olvidar su voluntad de preservar lo existente. El proyecto debe encontrar la manera de preservar la complejidad urbana y la vitalidad del lugar. Debe encontrar la manera de comunicar que es importante preservar aquello que el lugar tiene de único y que es mejor que cualquier cosa que podamos hacer, por brillante que esta sea, si hemos borrado la huella del tiempo, la huella de la vida. No es que dudemos de los principios, de la idea de ciudad, que regían nuestra primera propuesta… pero aprendimos que hay que encontrar la manera de que esta idea aparentemente poco “estimulante” y aparentemente poco lucrativa, pueda competir con aquellas que ofrecen una imagen rápida y brillante de paraíso terrenal neoliberal-confesional, donde todo el mundo es feliz y unos pocos se lucran mucho.

¿En Adhamiyah, el barrio sunita, ya habían perdido la “ingenuidad”?

Gracias sin duda a la aportación de Pedro García del Barrio, es un proyecto quizá no tan bonito, entre comillas, pero sí más inteligente. En este caso hemos presentado una imagen del barrio y una metodología. No es, aunque lo parezca, una imagen con voluntad finalista. Trata de evocar un ambiente, una manera de estar, una escala urbana, unos criterios de uso o unas dinámicas de movilidad. También se enuncian unos proyectos simbólicos… esas operaciones puntuales sobre algunos puntos sensibles del barrio cuya forma se definirá más adelante. Es importante detectar esos puntos donde hacer esas intervenciones simbólicas que hacen visible el proceso de transformación, que deben generar el entusiasmo y el consenso que le permitirá a la ciudad dedicar el tiempo y los recursos necesarios a los proyectos, infraestructuras, transporte, urbanización, rehabilitación, etc. Está todo por hacer, y dado el ingente trabajo que la ciudad y los ciudadanos tienen por delante, parece necesario generar esa imagen-objetivo que permita poner en marcha todas las metodologías de largo plazo, aburridas y costosas, que te van a permitir transformar en verdad la ciudad. Empezar a trabajar en esos puntos clave nos permitiría ir formando a los equipos técnicos iraquíes en nuestras metodologías para que sean ellos los que progresivamente vayan avanzando en la reconstrucción de su ciudad.

¿Hay algo de conexión cultural entre ustedes y ellos, una proximidad que quizá no se daría si no fueran un equipo español?

Emocionalmente, seguro. Ellos ven conservado en España lo mejor de su patrimonio. Visitar con ellos Granada o Córdoba te da la dimensión de la nostalgia que sienten al enfrentarse físicamente a la memoria de un tiempo perdido en el que fueron capaces de generar belleza.

Ellos ven que nosotros conservamos lo que ellos han perdido.

Yo me hago un dibujo de España con una línea fluctuante que separa el norte y el sur. Les digo que gracias a lo que nos vino por el sur ellos y nosotros compartimos el qué, y gracias a formar parte de este mundo más racionalista y metodológico del norte sabemos el cómo.

El “qué” viene de los países árabes, y el “cómo” de los europeos.

La mezquita de Córdoba o la Alhambra no la conservamos por propia iniciativa, sino porque en su momento vino un inglés o un francés que con su mirada alejada, romántica e idealizada, nos obligó a que le diésemos valor a lo que teníamos. La idea de la conservación del patrimonio no es natural, como podríamos pensar ahora, es un invento cultural. En ese sentido los iraquíes ven en nosotros que hemos conservado aquello que nos vino y que a ellos se les ha destruido.

Nos gustaría contribuir a que respetasen su propio legado, mirándose a sí mismos con ojos renovados. El próximo mes de julio viene a España una delegación del Ayuntamiento de Bagdad, compuesta por el diputado del alcalde, el jefe de urbanismo del Ayuntamiento de Bagdad y dos asesores del Ayuntamiento. Vienen para ver que en esas ciudades de las que les hablamos se vive como les decimos que se vive. A estos señores, que viven en una ciudad imposible como Bagdad, donde el día a día es infernal por el tráfico, la escala de la ciudad, las infraestructuras, la inseguridad, el maltrato del espacio público… dar un paseo por l’Eixample o Ciutat Vella les parece, porque lo es, el mayor de los lujos. El placer de vivir y convivir en un tipo de ciudad que en cierta forma ellos inventaron. En Andalucía, además, reconocen su patrimonio y las formas de su imaginario. Ese es nuestro potencial. Junto a la capacidad de haber podido conservar y mejorar las condiciones de vida material y haber alcanzado altos valores de integración y tolerancia. Barcelona, como Córdoba, con todos sus defectos son ciudades en las que se puede vivir y convivir, por su escala, por su forma, por el tratamiento del espacio público… aunque nosotros mismos hayamos minusvalorado ese legado “habitacional” en pos de modelos especulativos estériles y desertizantes con los que hemos alfombrado el territorio y nos hemos arruinado la vida.

De manera que ese pasado común y cierta pervivencia del mismo les facilita el entendimiento…

Y además si lo piensas bien nosotros hace 30 años no estábamos mucho mejor que ellos ahora, y ese es otro factor de cercanía. Al final de la dictadura los centros históricos de muchas de las ciudades españolas estaban abandonados a su suerte y las condiciones de vida eran deplorables. El caso de Ciutat Vella (de Barcelona) y su saneamiento para nosotros es una experiencia cercana, reciente, y un modelo de gestión que a ellos les puede ser muy útil. Hemos aprendido, con aciertos, y creo que también de los errores hemos aprendido algo. Por otra parte nuestra condición de “no-ser anglosajón” nos brinda facilidades para la comunicación y contribuye a que no resultemos humillantes. Yo creo que nosotros tenemos cierta familiaridad con la ineficiencia. Creo que tenemos la capacidad de valorar otras cosas. Esto hace que no juzguemos el fracaso en los procesos con la dureza con que los juzgan otras sociedades que han hecho de la lógica de resultados su única filosofía de vida.

Está hablando de profesionales anglosajones, franceses o alemanes que trabajan allí.

Sí, arquitectos, historiadores que tienen interés cultural e incluso filantrópico por el país.

Victoria Garriga para Jot Down 5

¿Esta maqueta que tiene sobre la mesa es la del futuro museo de Kabul?

Sí. Hemos ganado un concurso que convocaba el Departamento de Cooperación americano y el Ministerio de Cultura afgano. Es el edificio que tiene que sustituir al actual Museo Nacional. Un edificio colonial inglés de los años 20 que fue bombardeado y destruido, y ahora está reconstruido, pero de muy mala calidad, y que no reúne las condiciones para albergar las colecciones que tiene Afganistán. Esas colecciones ahora están algo desperdigadas, pero se están reuniendo.

Lo primero que llama la atención es el muro que circundará el edificio…

Bueno, el muro era una preexistencia, vinculado a un tema de seguridad, pero a nosotros nos gusta pensar que de no estar lo habríamos puesto. Ese muro te delimita un claro espacio interior habitable en oposición a un espacio abierto que se percibe como inhóspito o peligroso. Definido este espacio de protección, la vida se hace más fácil… la vegetal, la animal o la humana. El siguiente paso es cubrir parcialmente ese espacio.

¿Por qué han optado por las bóvedas de cañón?

No son un mero capricho formal, es que las capacidades técnicas y constructivas con las que contaremos en Afganistán no serán muy distintas de las que tenían a su alcance, por ejemplo, los obreros de Almanzor cuando hicieron la mezquita de Córdoba. Creemos que el valor de nuestra propuesta no está tanto en la “novedad” de la propuesta formal, sino en su “pertinencia”. Ser capaces de insertar un edificio tranquilo y eficaz, proporcionado y armónico, de escasa visibilidad y que permita reinstalar las colecciones con toda su fuerza en un contexto culturalmente tan convulso y violento, ha sido nuestro más claro objetivo. El edificio se plantea más como un concepto programático que como una apuesta formal. Esto no implica una renuncia a “la arquitectura”. Para nosotros la mejor arquitectura es la que afirma su “belleza” con autoridad, pero que además permite que suceda lo que ha de suceder. En este caso lo que ha de suceder es que en Afganistán se pueda reanudar, desde la seguridad y la amabilidad, la relación con el arte y la cultura, con la memoria. Una relación truncada con violencia en los últimos tiempos. Una cosa que me gustaría apuntar, sin profundizar, es que tengo la sensación de que trabajar en Irak o Afganistán nos pone de nuevo frente al problema de la imagen en términos de “conflicto iconoclasta bizantino”. Volver a pensar en el poder, el temor y la indefensión frente a la imagen analógica, en serio, es un tema que me parece de gran interés para entender el triunfo de los modelos de ciudades-renderizadas que están colonizando Oriente.

Aparte de Barcelona, ¿tienen otros modelos de reconstrucción de ciudad con los que trabajar para Bagdad?

En los proyectos de centro histórico nosotros siempre estamos revisando criterios como los que ha utilizado GIZ, que es la empresa alemana de cooperación en Alepo. Además estamos asociados con Rehabimed, una empresa de Barcelona que ha trabajado en rehabilitación de centros históricos en ciudades del Mediterráneo. Y como modelos de ciudad, cuando hablamos del río Tigris, el Proyecto Madrid Río, Berlín, Lyon… Manejamos las mejores referencias occidentales que podemos porque Bagdad es una megalópolis, una ciudad de diez millones de habitantes.

¿Y el modelo llamado Solidare, el que se ha seguido en Beirut?

Es justamente un modelo que queremos rehuir. Es un modelo con un elemento conceptual muy fácil de vender con marketing, que son esas utopías neoliberales que se han implantado en China, en todo Oriente y en los países de Golfo; en realidad no es más que un modelo de negocio cuyo producto es la ciudad. En el caso de Beirut es congelar el centro histórico y hacer una operación casi puramente especulativa en otro sitio. Nosotros creemos que la ciudad se tiene que revitalizar desde dentro, y el objetivo fundamental es mejorar la vida de las personas que viven ahí, sin desplazarlas ni cambiar las estructuras comunitarias desde proyectos puramente financieros. Este peligro es obvio en un país como Irak, con mucho dinero y todo por hacer. Hay modelos más obvios que el de Beirut, como son las nuevas ciudades del Golfo o asiáticas, que crecen de la nada y se publicitan apoyándose en valores añadidos como la tecnología, el lujo, o la felicidad de la vida en la ciudad jardín. Son ciudades producidas con el mismo criterio que un objeto de consumo. Son productos industriales perecederos, que por lo que yo sé se suelen asentar sobre terrenos donde no hay preexistencias excesivamente conflictivas. Es una operación económica y financiera, en la que la materialidad, la construcción, es una pervivencia anacrónica del pasado. Yo creo que sería más coherente que esas ciudades se construyesen y se vendiesen exclusivamente en el espacio virtual… El modelo de Beirut es más engañoso, porque la voluntad especulativa se inserta con disimulo en el corazón de una ciudad “real”. Hace un ejercicio que formalmente parece respetuoso, y que en realidad no lo es. Respeta las formas, pero las vacía de vitalidad. El proyecto se plantea desde el desplazamiento de la población local y la sustitución de las estructuras económicas existentes. La ciudad es entendida en sí misma como un objeto de negocio y sus habitantes son esos inquilinos molestos que entorpecen la operación.

Dentro de dos semanas voy a dar una conferencia a Erbil, otra ciudad de gran crecimiento especulativo. Una ciudad provinciana capital del Kurdistán, con un régimen financiero parece ser que muy atractivo para los inversores. Se están desplazando hacia allí los inversores que estaban en Dubai. Se están construyendo pueblos llamados “Spanish village”, “Italian village”, etc. que en lo único que se diferencian es en el color de la pintura de la fachada y en el tratamiento de la reja. Y rascacielos en medio de descampados. Desde nuestra concepción, experiencia y formación, es un modelo de crecimiento desastroso.

¿Le molesta el elemento kitsch del lujo y la ostentación?

El kitsch es la condición para la venta… no deja de ser un estilo, un tema de gusto o de mal gusto. No es eso lo que me inquieta. Ni siquiera el modelo urbano. Ese modelo extenso, descentralizado, insostenible en el que se replican unidades de vivienda con un catálogo de tendencias estilísticas variadas. Lo que me inquieta es la total transformación del ciudadano en consumidor. Un consumidor, además, acrítico y poco exigente al que se le da sistemáticamente gato por liebre. Si en los países teóricamente con más tradición democrática el poder público, el de representación ciudadana, no ha sido capaz de defender el interés colectivo frente a la codicia privada, ¿qué podemos esperar en países con democracias muy jóvenes o impostadas?

Yo entiendo que una ciudad es el resultado de un precioso y raro equilibrio entre colectivos e individuos distintos, con intereses y visiones del mundo muy diferentes, que conviven entre la tolerancia y el conflicto que se deriva de la cercanía. Cuando uno de esos grupos se hace con el poder absoluto, y los ciudadanos ni se consideran ni son considerados tal cosa, quizás no tenga sentido seguir hablando de ciudad. Hablemos directamente de negocios y de consumidores, y nos quedaremos todos más tranquilos. Unos enriqueciéndose, otros trabajando para los que se enriquecen y el resto siendo utilizados para tal fin. Pero si no nos conformamos con este panorama vale la pena intentar buscar una alternativa… Y yo creo que la ciudad sigue siendo un modelo válido en el que la vida puede protegerse de esa desoladora intemperie. En Irak estamos intentando defender la ciudad en ese sentido complejo y rico que nosotros no hemos sabido preservar. Nos gustaría que se planteasen la posibilidad de preservar unas ciudades que ya existen, construidas capa sobre capa, y que resisten con enorme vitalidad incluso frente a la destrucción física y moral. En un momento crítico y urgente como en el que están en Irak hemos de competir con esos modelos especulativos y tan eficientes en términos de propaganda. Insistimos —ingenuamente— en que los procesos de renovación urbana sostenibles generan muchos y lucrativos negocios, para muchos, pero que la ciudad no debe ser entendida exclusivamente como un negocio, para unos pocos. Y que la felicidad que prometen los catálogos de Real State no es nada comparable a la que podemos obtener viviendo en una ciudad construida por el tiempo, la memoria y la creatividad acumulada por generaciones de inteligencia y vitalidad.

¿Desde el año 2009, cuando empezó a relacionarse con Irak, ha cambiado mucho su visión de la arquitectura?

Totalmente. Irak nos plantea hacer arquitectura en un lugar en el que esta es una primera necesidad. Y nos obliga a vincularnos a los procesos desde unos estadios muy anteriores al propio proyecto.

¿Y mientras, su trabajo aquí, en Barcelona?

Es que aquí se ha producido un fenómeno…

Un poquito esquizofrénico, ¿no?

Las verdad es que sí, porque es una perversión decir que las crisis tienen su parte buena cuando hay gente que está sufriendo tanto. Sin embargo ya en los últimos años de “bonanza”, yo tenía la sensación de estar en un camino muy estrecho y muy corto. Haciendo un ejercicio casi lingüístico en un contexto absolutamente predeterminado desde no se sabía dónde. Sin embargo me parecía una pijada manifestar ese desencanto en un momento en el que parecía que aquí económicamente las cosas funcionaban y todo el mundo estaba tan contento. Esa intuición se precipita cuando llego a un sitio en el que percibo la arquitectura como algo realmente necesario. Eso cambia y amplía el alcance de una profesión que en el ejercicio cotidiano se podía acabar convirtiendo, para mí, en un ir mejorando tus habilidades para llegar a la forma perfecta, pero sin mucha más trascendencia. Lo que lo hace todavía más esquizofrénico es el hecho de que mientras tenemos la mirada dirigida hacia ese lugar para nosotros nuevo, que requiere toda nuestra atención para intentar descifrarlo, a nuestras espaldas, la estructura que creíamos sólida se va disolviendo a una velocidad increíble. Cuando vuelves, aunque sea mentalmente, el sitio que te encuentras no se parece en nada al que dejaste atrás hace muy poco tiempo.

¿Qué ha cambiado tanto?

Creíamos, a pesar de ciertos signos inquietantes, que nuestra estructura pública era sólida, solvente y seria. Creíamos que los gobiernos que nos representaban, de izquierdas, de derechas o nacionalistas, eran sólidos a pesar de sus diferencias, y que teníamos cierta estabilidad frente a las turbulencias del mundo exterior.

Estamos estupefactos al vernos barridos por el vendaval global, y ver que nuestros políticos son tan vulnerables como nosotros y que han sido utilizados en la medida que nos han querido utilizar.

Creo que estamos secuestrados como sociedad y que solo desde la reestructuración del poder civil podemos tener alguna esperanza. Necesitamos tiempo y recursos. Y mientras tanto hemos de seguir viviendo. En un momento pensaba que nosotros en Irak podíamos ayudar, y ahora sé que ellos pueden ser de gran ayuda para nosotros. Si alguna vez pensé que el intercambio era unidireccional, ahora esta relación cooperativa se ha convertido en una transacción, de momento, equilibrada.

Victoria Garriga para Jot Down 6

Fotografía: Alberto Gamazo

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18 Comentarios

  1. Una entrevista muy interesante y esclarecedora al final pero ante la pregunta infantil:
    «Esa práctica de Mies van der Rohe, el gran arquitecto del movimiento moderno que edificaba sus edificios sobre una peana de manera que los separaba del entorno, práctica que también se ha hecho en España, ¿es equivocada?»
    Me esperaba una respuesta más cabal y profesional que:
    «Cuando hablamos de Mies van der Rohe es difícil hacer una crítica. Es difícil ver más allá de su “perfección formal”.»
    ¿Es difícil ver más allá de su gusto formal exquisito? ¿Es difícil ver la gran calidad de sus obras tanto a nivel urbano como arquitectónico o de diseño? ¿En serio a estas alturas aún no se entiende el significado de esa peana? Esa peana no separa, ni escinde el edificio de su entorno más próximo, su función es justo la contraria, es un balcón desde la calle hacia la arquitectura y desde la arquitectura hacia la calle, es un elemento de unión con la ciudad al mismo tiempo que singulariza la edificación. Si no hubiese tenido esas consideraciones frente al conjunto, Van der Rohe no hubiese organizado el espacio con una plataforma, hubiese hecho, como hacen hoy en día muchos arquitectos, un edificio llamativo o con cualquier elemento de significación inmediato y vulgar. Por supuesto que no se equivocaba.

    • Bueno tío, relaja la vena y disfruta un poco.
      Veo que es muy común lo de saltar a la yugular a la mínima ocasión y sinceramente creo que ese comportamiento sobra.
      Como tu dices, interesante entrevista, donde además se deja ver el aire fresco que desprenden algunos profesionales de la arquitectura en sus prácticas y sus ideas. Y que así sigan.

    • Bueno, a mí me parece más bien una entrevista aburrida y muy cautelosa. Doña Victoria tiene unas ganas muy comprensibles de quedar bien con clientes y colegas, normal, tiene la mayor parte su carrera por delante. Seguro que dentro de 20 años, próxima a jubilarse, tendrá muchas cosas interesantes que contar.

  2. En su caso particular, ¿el hecho de ser mujer es un hándicap profesional?
    La interlocución es la misma que si fuera un hombre. Yo me siento muy cómoda y respetada profesionalmente. Ningún problema. Aunque no hemos de olvidar que nuestros interlocutores son gente muy formada y de una extracción socioeconómica privilegiada.

    lo que era una pregunta-florero, se acaba convirtiendo en una respuesta enigmática, que como mínimo requiere una profundización que no se acaba produciendo… “nuestros interlocutores son gente muy formada y de una extracción socioeconómica privilegiada”… vamos, está usted relacionándose con un estrato social, alguien pudiera llamarle casta, de la que poco se nos informa acerca de sus raíces y la naturaleza de su implicación con los presuntos destinatarios de esa “arquitectura social”, que tan bien nos traza en sus inteligentes respuestas… Sra Garriga, me da la impresión de que en su quehacer profesional pisa usted poco la obra, porque posiblemente si lo hiciera, su respuesta hubiera sido otra… no me cabe duda de que «la obra», no va a suponer un «handicap profesional» para usted

  3. Al-Tibajo

    Querida Viruela, no creo que sea tan enigmática la respuesta, hay un tema importante que te olvidas, en los países «árabes» de momento no se ha producido una «Revolución Francesa». Tiene lógica pensar que muchos iraquies en posiciones relevantes procedan de un estrato social minoritario. Sería muy ingenuo demandar que en un país tan complejo como Iraq pueda haber una democracia idílica, cuando ni siquiera en nuestro contexto socio-político existe.
    Está claro que para hacer ciudad se tiene que implicar a la ciudadanía, pero tiempo al tiempo!!, los procesos urbanos son muy largos y en países donde son tan incipientes, se necesita una visión mucho más conceptualizadora y poliédrica para poder empezar con su desarrollo. No hay que estancarse en los detalles, lo importante es que el modelo nefasto de ciudad neoliberal que se está implantando en muchos países, no sea el escogido por Iraq. Y espero que la Sra. Garriga y su equipo luchen por ello.
    Y en ese sentido, creo que el pisar la obra no garantizaría para nada el buen hacer urbanístico, te lo dice un arquitecto que tiene las botas llenas de polvisco.

    • gracias por el amable tono de su discrepancia, Al-Tibajo… coincido bastante con usted en su reflexión y es más, coincido en casi todo con la inteligente (redundo) exposición de la arquitecta, a la que desconociendo su obra solo puedo valorar por su retórica arquitectónica, cualidad recurrente en determinados profesionales que se lustran de lo mediático… respecto a lo que califico de “respuesta enigmática”, quede en el debe del entrevistador la responsabilidad de cierta falta de reflejos, para haber tirado de un hilo que nos hubiera mostrado otra perspectiva (a contrapicado) del trabajo de campo necesario (si no “a pie de obra”, a pie de calle), más allá de lo que la arquitecta haya podido vislumbrar amparada en una abaia protectora… salud!

    • rayvictory

      ¿qué es la ciudad neoliberal?.

  4. Una entrevista poco informativa.

    Si queréis una buena crítica de la arquitectura moderna, leed esto (las 4 partes):
    http://vicisitudysordidez.blogspot.com.es/2009/11/satan-es-mi-senor-parte-i-tu-vida-va.html

  5. Pepe Ramírez

    Interesante.

  6. Pingback: Victoria Garriga: “La arquitectura contribuye a la felicidad o infelicidad de las personas” | Texto casi Diario

  7. Yo no sé qué es una ciudad neoliberal, pero me imagino que no sólo es una ciudad construida bajo planteamientos neoliberales, sino también una construida gracias a políticas neoliberales de acción exterior y control de recursos como las llevadas a cabo por Estados Unidos; es decir, entrar a destrozar un país para luego reconstruirlo, por mucho que los contratos de reconstrucción los ganen proyectos muy sostenibles y respetuosos.
    Me parece que a la señora Garriga no se le escapa esto.

  8. Entrevista interesante en la que, para variar, se habla seriamente de la profesión de arquitecto y urbanista y de las consecuencias (a veces dramáticas) de sus decisiones técnicas. Evidentemente el tema de la ciudad, su diseño, destrucción o conservación es imposible de abarcar en una entrevista por mucha buena voluntad que se ponga. Pero se agradecen algunas reflexiones como, por ejemplo, sobre los técnicos que viajamos a imponer nuestros dogmas, convencidos de la verdad, y regresamos mucho más enriquecidos al descubrir que la tal verdad no existe. O no existe tal y como la veíamos desde nuestro cómodo llamado primer mundo.

    Tan solo una pequeña queja: Calatrava no es el demonio. Mal arquitecto si; símbolo de una época también. Pero este amouriñamiento de convertirle en la encarnación de todos los males me parece darle más méritos de los que realmente posee. Lo comento porque no hay una entrevista relacionada con el tema en la que no se le mencione y, francamente, al final van a acabar consiguiendo que le tenga un poco de lástima (!!). Lo pido como un favor, no le den más publicidad. Hay vida fuera de Calatrava.

  9. Pingback: Diseña tu felicidad | bumbolleta

  10. Cómo me gustaría tener la habilidad necesaria para estudiar esta hermosa carrera. Mi pasión es el urbanismo, pero mi falta de predisposición hacia el dibujo me ha empujado a conformarme con encarar la disciplina desde la economía urbana. Una pena, realmente.

  11. Muy interesante y esclarecedora. Es la primera información que tengo de un estudio de arquitectura que sale fuera pero no a los típicos destinos, Dubai, Qatar, Brasil… Reflexiones muy bien argumentadas.
    En cuanto a la respuesta «enigmática», me parece la más clara y sincera de la entrevista, le pregunta por como ha vivido la problemática de ser mujer en un pais musulman y reponde que no la ha sentido pero porque se está relacionando con gente con una formación superior a la media del pais. En cuanto a que esto significa que no conoce la realidad «a pie de calle» del pais, creo que queda evidente a lo largo de la entrevista que son coscientes de ello, y que queda un larguísimo trayecto antes de materializar cualquier idea, y que además, lo ven deseable.

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