[Con un Librero de lo que hay que hablar es de libros, aprovechar esa oportunidad. Esta nota previa es para contar que, aún cuando no va a darse aquí detalle ―la extensión de los textos de esta serie no lo permite―, quien esto escribe fue incapaz de encontrar una novedad editorial que no hubiera leído o conociera Conxita Guixà; lo cual, se sabe, a poco que se conozca lo que se edita en este país, a qué ritmo, o cuáles son las artes que utiliza servidora de todos ustedes para conocer a un librero, tiene la categoría, cuando menos, de proeza digna de ser reseñada. De ahí estas líneas]
“Son muchos años de estar al pie de cañón. Y no se puede correr”. Es así como Conxa Guixà, socia fundadora de Laie, explica el éxito de la empresa, el cómo se ha ido consolidando a lo largo de los años como una librería de referencia en Barcelona, cómo ha ido creciendo sin perder por ello el espíritu de la idea original, lo que pretendían cuando se encontraron las personas ―todas ellas mujeres― que se embarcaron e implicaron en el proyecto desde su inicio. “Éramos un grupo de amigas, dos de ellas acabaron dirigiendo su carrera hacia otros lugares. Continuamos Montse Moragas, ella en la dirección general, y yo.” Aún perdura la amistad con el resto, “seguimos siendo grandes amigas”. Querían quelcom més que una llibreria, un lugar de encuentro e intercambio. “A los 10 años de abrir Laie se abrió el café. Cuando se marchó la señora que vivía en el piso de arriba”. La inauguración de este nuevo espacio también supuso el comienzo de una segunda andadura: Laie ya será desde entonces y hasta ahora algo más que una librería convencional, no siendo por aquellos días —principios de los noventa en España— tan evidente como ahora el que una propuesta de ese tipo fuera a funcionar. Ni de lejos. Así y todo, esa fue prácticamente desde sus inicios su apuesta, el hacia donde querían ir.
Conxa es “el guardián de la idea de qué ha de ser una librería Laie”, nos dirá cuando le preguntamos por cuál es su labor dentro de todo lo que es el engranaje de la mítica librería. Se ocupa de cuidar el fondo, “salvaguardar la esencia”. Cuando abre una nueva Laie cuida de que sea fiel al sello, aun cuando luego cada una de ellas sea distinta y se cuide y mime su singularidad (la cual vendrá marcada, de manera impepinable, por el sitio donde está ubicada).
Hablamos de la difícil situación por la que atraviesan la mayoría, si no todas, las librerías, que han visto cómo sus ventas se reducen de forma incesante y estrepitosa, año tras año, desde hace ya unos cuantos; y el análisis es claro: “La crisis económica, de un lado; de otro, lo que está haciendo Amazon: hace unas semanas anunció un descuento del 20% en un determinado tipo de libros. Nosotros no podemos hacerlo, sencillamente. Los gastos de envío, etc. Y aún aquí, en Laie, es diferente, tenemos un volumen que nos permite negociar hasta cierto punto. Pero piensa en los libreros más pequeños, las librerías que manejan un volumen menor. Es imposible competir con Amazon. Está haciendo mucho daño al sector”. Sí tiene claro por dónde hay que ir: “La diferencia entre nosotros y estas cadenas sin alma es que ellos venden, y venden mucho, pero son incapaces de recomendarte un libro. Esa es nuestra ventaja; somos prescriptores —Damià, gerente de la Laie del CCCB, dirá que prefiere el término mediador—, podemos seleccionar, y seleccionar además para ese determinado cliente, al que en muchos casos ya conocemos”. Otra cuestión a la que da mucha importancia es el estar al día, “es fundamental, no se puede uno dormir. Hay dos personas en Laie, Damià y Jose, que están muy pendientes, muy al tanto de todo lo que ocurre, de las novedades”. Además, no perder nunca de vista, esto también lo tienen siempre en mente, que no hay que parar de organizar actividades, de intentar atraer a la gente a la librería. “Con esta intención ideamos, entre otras, el club de lectura. El primer libro fue Stoner, todo un éxito. Luego hemos tenido alguno con menos predicamento, también es cierto. Pero, en general, está teniendo un seguimiento más que aceptable, se están animando bastantes personas, y de manera constante, además”.
Será Damià el que nos enseñe dos de las librerías: la Laie del CCCB, de cuya dirección se ocupa, y la principal, el origen de todo, la Laie de Pau Claris: “Sobre cuándo abrió Laie hay discrepancias… si fue en octubre del 79 o si ya se da como fecha de inauguración 1980. Es desde el principio una librería de humanidades, muy internacional. De fondo. Tenemos una sección de filosofía que es excepcional; historia, la parte de estudios literarios ―aún hay gente que se interesa por los estudios literarios (se ríe), después del boom de hace unos años―”. Nos presenta a Enric, otra de las personas que trabajan en Pau Claris, quien nos da su particular visión sobre qué es ser librero, intentando ―sin éxito: lo que conseguiste en su lugar fue hacernos reír, ya te adelanto― arrebatar al oficio todo el lirismo del que nos gusta rodearlo en esta serie: “Ser librero no es nada romántico. Hace años, cuando hacía entrevistas de trabajo me lo pasaba muy bien, era muy divertido (se pone teatral; representa la escena):
―Es que a mí me gusta mucho leer –pone voz de adolescente lleno de sueños, tal vez con no demasiado seso.
―No te vamos a pagar para leer. Leerás en tu casa.
―Bueno, pero es que me gustan mucho los libros –otra vez la voz del adolescente, positivo, incombustible, tú a mí no me hundes.
―Los libros, de uno en uno, son muy bonitos; en cajas… Pesan, están sucios, cortan.
(Y lo explica:) «La gente tiene una idea de lo que es ser librero muy romántica y tal, como si te fueras a pasar todo el día leyendo, charlando de literatura con gente interesantísima que acude a por joyas literarias a diario. Y no. Esto es la guerra. Evidentemente, estamos aquí porque nos gusta, de otro modo estaríamos reponiendo tomates, pero es duro. No es romántico. Y tienes que tener de todo, incluso libros que no te gustan: no te puedes permitir el lujo de que alguien llegue y no te compre porque no tienes lo que busca”.
Nos vamos así ―sonriendo― a conocer la Laie del CCCB, donde vamos a encontrarnos con Andrea y Lucía, ambas muy preocupadas por la poca visibilidad de la mujer en Jot Down. «Es que no es representativo. Eso no es lo que ocurre. No es reflejo de la realidad» (No solo tomamos cumplida nota: lo vamos a trasladar a la dirección de esta publicación, tal cual, con este guiño, a ver qué ocurre).
Y nos despedimos agradecidos; todo el tiempo que nos han dedicado todos, el placer de charlar largo y tendido, ese saber disfrutar del tiempo que se comparte, la generosidad a la hora de contestar, de esperar a que te pregunten, qué quieres que te cuente, qué es lo que quieres saber sobre todos nosotros.
Os estoy, en fin, repito y así acabo, tan agradecida como parece.
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Fotografías de las fachadas: Manu Cabañas
Fotografías de los interiores: Jorge Quiñoa
Amazon si que te recomienda libros. Tienes opiniones de clientes, valoraciones…
Adoro los lugares con olor a libros raros…
Amazon es el demonio
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