Como ya hizo en Historia de España en 70 minutos, cuyo parentesco con esta obra es evidente, el autor, Ernesto Filardi, se propone la tarea nada despreciable de resumir en tiempo récord miles de años de historia —en este caso del arte universal—, de forma entretenida y equilibrando los componentes cómico y didáctico del asunto. No parece empresa fácil, hasta que se apagan las luces y la obra echa a rodar sola. Y con qué ritmo… trepidante, en muchos casos, pero claro, ¿cómo se pasa, si no, de las pinturas rupestres a la Bauhaus en poco más de una hora? Y sin perder la sonrisa, excepto a favor de la carcajada.
Ernesto Filardi es hombre de letras y tablas, profesor, dramaturgo y actor; esta combinación se acompaña de una humildad sin trampa y, por suerte para el público, de sentido del humor. Y de todas sus facetas se refleja algo en esta nueva obra, Historia del arte en 70 minutos, que se estrenó hace unas semanas en el Teatro Arenal.
Y es que, por supuesto, el protagonista es el humor, que mitiga el didactismo y convierte la representación en algo muy distinto a una aburrida clase de Bachillerato. De hecho, se diría que es el ingrediente fundamental, aunque a primera vista lo “serio” del tema escogido no parezca alentar la risa. Aquí la parodia —que no burla— de personajes históricos o mitológicos se convierte en recurso estrella; a veces, previsible, por los rasgos con que han pasado tales figuras a la historia; otras, más sorprendente e imaginativa, incluso inmotivada en apariencia. Pero cuando solo tres actores —y aquí entroncamos con la puesta en escena— representan a unos… ¿50? ¿60? personajes sin apenas tiempo de cambiar de vestuario (en ocasiones ante nuestros ojos), hay que exagerar los rasgos, enfatizar acentos extranjeros o subrayar la chulería, la timidez, el mal humor, la ambición, la curiosidad o cualquier otra faceta que pudo caracterizar las personalidades de Fidias, Miguel Ángel, Bernini, Goya, Constable, Gaudí o Mondrian, por citar a algunos de los grandes del arte que desfilan ante nosotros en estos 70 minutos. El buen trabajo de los actores es en este punto la garantía de que se consigue el efecto buscado: hacer reír un rato al público, descubriéndole (o recordándole) hitos y movimientos de la pintura, la escultura o la arquitectura. De vis cómica, tablas y variedad de registros hacen gala los tres actores Javi Rodenas, el propio autor e Iria Márquez; un buen trabajo colectivo que en el caso de Iria se torna notable… es difícil no admirar cómo esta actriz pasa de la fragilidad seductora al derroche de energía en el escenario.
Una de las cosas que se agradecen al texto es que lo de “universal” no sea un adjetivo accesorio; ¿que no se glosa con la misma profundidad el arte africano o asiático que el occidental? por supuesto, por razones evidentes, pero la sola mención de la pintura, la escultura o la arquitectura de estos otros lugares, que tan ajenas resultan a nuestros manuales de la materia, aleja el texto del pretencioso eurocentrismo habitual y tiene aún más mérito dada la duración de la obra. El hecho de que Filardi haya pasado una larga temporada en Vietnam como profesor sin duda está detrás de este intento de mirar más allá de las canónicas fronteras que suelen delimitar la historia del arte que se estudia y se conoce por estos pagos.
Si hubiera que poner alguna pega, no será aquello de que quien mucho abarca poco aprieta; aquí se quiere abarcar mucho, y esto exime de profundidades. Quizá se echa de menos que algunas figuras no tengan más protagonismo, en detrimento de otros artistas que no han sido tan significativos para el devenir del arte, pero la obra lleva poco en cartel y el mismo autor confiesa que está puliendo el texto para reequilibrar alguna pequeña descompensación en este aspecto, que, en cualquier caso, no merma el buen rato que el espectador pasa viendo Historia del arte en 70 minutos.
Hacer reír enseñando, decíamos; docere et delectare, una vez más. Y el efecto se consigue, porque aunque la obra (como su antecesora Historia de España en 70 minutos) se enmarca en un proyecto didáctico, dirigido en parte a alumnos de secundaria, el amante y conocedor del arte captará guiños y alusiones “solo para iniciados”, que la hacen entretenida y apetecible para otro tipo de público.
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