[Este artículo NO contiene spoilers]
.
.
“Quince años son mucho tiempo para estar trabajando en un proyecto, para contar una historia. En ese tiempo he vivido en cuatro ciudades distintas, en ocho casas distintas, y he tenido siete trabajos distintos. He estado comprometido, dos veces, casado una, divorciado y sufrido la erosión de una muerte. También he publicado varios libros, jugando con varias formas distintas de afrontar el cómic. Pero a pesar de todo eso, y de una manera muy real, siento que es ahora —al fin— cuando estoy a punto de terminar el primero.” (Anders Nilsen. Marzo, 2011).
.
Vaya por delante que no soy lectora habitual de cómics. De niña miraba cómo otros niños disfrutaban como locos con los tebeos de Mortadelo y Filemón; me preguntaba de qué se reían, despistadísima, dónde estaría toda esa gracia que parecían tener aquellas historietas. Como en la casa donde crecí había solo medio libro ―una Biblia rota― no fue hasta mucho más tarde que pude darme cuenta —cuando cayó en mis manos, ya no recuerdo a santo de qué, un Calvin y Hobbes— de que no todo el monte era Ibáñez, quien sigue pareciéndome tan sin sal como cuando iba al colegio, dicho sea de paso y para que vayan conociendo mis gustos, digamos. Antes de Bill Watterson, entonces, yo no sabía nada de nada (y ya existía Google, o sea).
Se lo cuento ―lo de que no soy ni de lejos una experta en la materia, no cuál fue el primer cómic que leí o de qué limitaciones puedo hacer gala, entiéndaseme― porque si por fin me he decidido a hacer esta reseña yo misma no es porque crea, ni de lejos, que voy a poder contar bien qué es este libro, dar cumplida cuenta de la sensación que se te queda en el cuerpo tras haberlo leído, tras haber escrutado sus más de seiscientas páginas. No, no es eso; para hablar de según qué hay que conocer a los clásicos, y no es el caso, decía. Es porque si un libro de la calidad del que voy a hablarles aquí cae en esta redacción, por descontado hay que dar puntual noticia del hallazgo, no queda otra: leemos un buen libro, tenemos la oportunidad de darlo a conocer, lo hacemos. Es así como funciona. De manera que tendrán que multiplicar lo que aquí diga por una cantidad múltiplo de 10 ―sean generosos― para hacerse una idea cabal de lo bueno que es; un libro de una belleza sorprendente, aplastante por momentos, conmovedor, emotivo, de una sutileza sobrecogedora. Un ejemplar que ya se ha instalado para siempre jamás en esta casa y en el estante de los libros que no se prestan.
El caso es que el comienzo de esta novela gráfica no anticipa en modo alguno cómo irá a desarrollarse la historia. La simplicidad de los trazos de estos primeros dibujos, el cariz de las primeras conversaciones:
—Dime algún chiste.
—No me sé ningún chiste.
—¿Cómo que no? El otro día todo el mundo se partía de risa junto al pino del río.
—¿Te refieres a lo del lince rojo? No era un chiste. Me pasó a mí de verdad.
—¿Sí?
—Ajá.
—Entonces no es gracioso.
—A mí tampoco me lo pareció.
Tal parece que anuncian algo completamente diferente, que a uno no le va a pasar nada durante la lectura de esta magnífica obra. Entiendo, tras haberla leído ya un par de veces, que es algo premeditado, medido.
No será hasta que aparezcan los personajes humanos ―no van a tardar mucho en hacerlo― cuando empiece a atisbarse que vamos a asistir a una narración dura en ocasiones, espeluznante en otras. Recuerdo ahora ―creo que ilustra bien esto que digo― cuando uno de los protagonistas se acerca a el piloto esgrimiendo un miembro mutilado que ha recogido de entre unos escombros. Estremecedor. El hombre sale de allí despavorido, “coño mierda joder hostia joder”, completamente alucinado, al borde mismo de la locura, si no ya inmerso completamente en ella.
Pájaros y hombres y una serpiente y un búho confluyen en un paraje donde de pronto va a ocurrir algo insólito, extraordinario. Charlotte lo sabe. Por eso “hay que vivir cada día como si fuera el último” (esta es de Morris, también conocido como el filósofo).
Leyendo sobre el autor ―no le conocía de nada, tenía luego de acabar la lectura que indagar sobre él― alguien señalaba una de las páginas, una en la que se ve a la sombra amenazante, omnipotente, de el avión sobrevolar la escena, para hablar de cómo son utilizados ciertos recursos a lo largo de la obra. El propio autor le dedica a este dibujo unas líneas al final. Pues bien, justo en la página anterior a la de la imagen que digo hay otra donde se ve a la abuela y el idiota caminando hacia el horizonte a través de una amplia pradera en mitad de ninguna parte, sin más atrezo que la figura abandonada de la modesta edificación donde viven. La sensación de desesperanza y soledad que transmite ese solo dibujo da buena cuenta de lo que se puede esperar del resto. O cuando, y de una forma especialmente emotiva ―o así me lo parece a mí―, se ve cómo le sobreviene la muerte a uno de los personajes principales,»tan callando». O cómo se va anticipando que se va a morir en las viñetas previas.
Anders Nilsen cuenta en el epílogo que la semilla de la que partirá lo que acabará siendo esta obra aparece en un taller al que asiste en 1996. Tenían que dibujar en unas cuartillas un modelo una y otra vez hasta que no les quedara más remedio que idear nuevas maneras de dibujar. Al tener que dibujar el mismo motivo de tantas maneras diferentes tenían que aparecer formas nuevas, formas que no habían utilizado hasta entonces. Ahí fue donde empezó a dibujar los pájaros. Grandes preguntas se ha hecho con dibujos que han ido conformando una historia que ha ido creciendo a medida que pasaban los años. “Los pájaros reaparecieron y empezaron a hablar entre sí”, cuenta. Y el resto igual. Fueron presentándose los distintos caracteres, los humanos, los conflictos, las alimañas, más preguntas. Cientos de cuartillas donde el autor iba dibujando, aprendiendo, averiguando cómo hacer, qué era lo que quería dibujar, qué podía y quería contar y cómo. Sobre todo cómo. Un trabajo arduo, muy elaborado. Diría que magnífico; no lo digo: la palabras grandilocuentes las carga el diablo, y es por eso por lo que no se sabe reír. Bromas que nadie entiende salvo yo aparte, comprádselo a un librero o robadlo en una gran superficie: de veras que es un libro que es un gustazo tener.
«Por encima de todo, este libro está dedicado a las personas que me leían historias cuando era niño: mi madre, mi padre, Dick y Lila»..
.
.
Grandes preguntas, de Anders Nilsen.
Título original: Big questions
Editores de esta edición en castellano: Sinsentido y Fulgencio Pimentel.
Premio Ignatz a la Mejor Novela Gráfica 2012.
Nominado a Mejor Álbum en el Festival de Angoulême 2013.
Traducción: Alberto García Marcos.
Encuadernación: Rústica con solapas
Interior: Blanco y negro
Páginas: 602
Muy bueno. Lástima los 42 eurazos de libro, siendo indie y en los tiempos que corren. Tengo que dejarlo pasar.
Y para colmo, en tapa blanda. Hay gente en las editoriales que no sé en lo que piensa, la verdad.
Yo creo que lo que tienen que pensar las editoriales es que hagan lo que hagan van a tener que escuchar alguna chorrada. Como que es ‘indi’, y como es ‘indi’ ya no puede costar cuarenta euracos, o que cuarenta euracos es poco y por eso es mejor hacerlo en tapa dura para que cueste un poquito más.
La pregunta no es esa en realidad. La pregunta es por qué en un país con un coste de la vida inferior y unos salarios infinitamente más bajos tengo que llegar a pagar el doble que en el Reino Unido y EE.UU en los productos culturales? ¿Por qué un CD con las nueve sinfonías de Bruckner me cuesta 50€ más en la FNAC de mi ciudad que traídas de Nueva Zelanda? ¿Por qué una ópera en DVD fabricada en Alemania cuesta el doble aquí que en Francia? ¿Por qué las cinco temporadas de «The Wire» me costaron exactamente la mitad en EE.UU? ¿Por qué por el precio de un libro en España compro dos o tres en el Reino? He comprado libros de la editorial Aguilar mucho más baratos en EE.UU que aquí. Pero cuando se habla de la piratería en España, este tema es convenientemente obviado. Otro «elefante en la habitación».
Yo compro muchos libros, muy pocos en España, y así seguirá siendo mientras me sigan considerando gilipollas.
Ooops, quería decir «Reino Unido». Entre los libros comprados en España está «Memorias líquidas», un libro caro, con un precio sobradamente justificado por la edición y todo lo que ofrecéis a través de Jot Down.
muerte a la tapa dura!
Amigo Galahat, ignoro por qué las sinfonías de Bruckner o los dvd de The Wire te cuestan más caras aquí que en Nueva Zelanda, pero puedo decirte por qué el precio del libro de Nilsen es el que es. La tirada de este libro en España es de 1200 ejemplares y la del original en inglés supera los 3000, lo que, sumado a un significativo abaratamiento del coste por ejemplar, permite imprimir el libro en Asia. Sin embargo, puedes comprobar que el pvp de la edición en tapa blanda para Norteamérica fue muy similar US$44,95. http://www.drawnandquarterly.com/shopCatalogLong.php?st=art&art=a412a2ff93b8e2
Con toda probabilidad, esto no impedirá que el libro resulte deficitario para nosotros, mientras la edición original en inglés se reimprimirá en breve.
Con todo, no te quito razón en cuanto a que el pvp es intimidatorio para los tiempos que corren, pero al final había dos opciones: editarlo a este precio o no editarlo.
Por último debes tener en cuenta el modelo que impera en España en el mercado del libro, copiado del modelo francés, que orientado a proteger el tejido de pequeñas librerías, impide que librerías o editoriales marquen descuentos por debajo del 5%.
Gracias y un saludo. César Sánchez (fp)
Estimado César, soy amiga. Antes de nada, me gustaría aclarar que mi planteamiento se refería a la cuestión del precio de los productos culturales (aunque se podría hablar de otros también) en general. Esta novela gráfica, que tiene una pinta estupenda, la desconocía y no he tanteado el precio en otros mercados. He puesto esos ejemplos, pero podría poner muchísimos más. Llevo años comprando productos culturales fuera de España y cuando digo que cuestan el doble o el triple que en países con salarios y coste de la vida mucho más elevados, lo digo con absoluto conocimiento de causa.
En realidad, el precio de estos productos ya era intimidatorio antes de la crisis; esta, simplemente lo ha agravado. Está relacionado con el concepto que tenemos de la cultura como privilegio. El mercado cultural español se dirige a quienes tienen dinero o a quienes compran cuatro cositas al año. Al resto nos toca buscarnos la vida vía otros mercados o bibliotecas públicas. Podría poner cientos de ejemplos, algunos verdaderamente surrealistas; libros en español por los que aquí me pedían 30€ y he conseguido traídos de Argentina por 7€; ebooks que comprados en la misma plataforma, pero en su versión española salían 3€ más caros, aun cuando el autor era español. Incluso en Francia he conseguido libros de editoriales españolas más baratos.
En un país donde 1000€ se han convertido en un salario decente para muchos, se paga por una temporada de una serie lo que en otros equivale a la serie entera. El Reino Unido está empezando a vender libros de editoriales españolas más baratos que aquí con los gastos de envío incluidos. Y, sin embargo, entre las causas de la piratería, todo queda despachado con que «somos así», piratas de nacimiento; la carestía de los productos culturales parece no tener nada que ver. Cualquier debate sobre esta cuestión que obvie el tema me parece una auténtica tomadura de pelo y, así vamos, cada uno a lo suyo. Yo, comprando en otros países y el gobierno subiendo los ya impuestos de lujo a ver si, con un poco de suerte, acaba de rematar el mercado.
Un saludo
Pingback: 27/05/13 – Grandes preguntas, de Anders Nilsen | La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real