Cine y TV

Cuando la música significaba algo o la nostalgia de David Chase

Not Fade Away 1

Comencemos por el final. Porque tratándose de la opera prima de David Chase en la gran pantalla y el poso que nos dejó en Los Soprano, parece lo más adecuado. Todo el sentido de Not Fade Away (2012), primera película como director de Chase (dirigió una TV Movie en 1996, pero vamos a obviarla) parece resumida en una pregunta: «América ―dice la hermana del protagonista de la cinta, convertida en una especie de narradora―, ha legado dos grandes inventos a la humanidad: el rock and roll y la Bomba. ¿Cuál de las dos acabará por ganar?».

David Chase ha elegido el caballo ganador de la nostalgia para acercarse a las pantallas después de haber impartido doctrina durante ocho años en HBO contándonos las desventuras de una familia de mafiosos en el New Jersey de su infancia. Allí ha vuelto ahora para traernos Not Fade Away, la historia de Douglas Damiano (un correcto y de aires dylanianos John Magaro), un chico de barrio, hijo de emigrantes italianos de primera generación con veleidades de artista. Corren los convulsos años 60, una época en la que el mundo se encuentra en constante movimiento y las sacudidas se suceden en EE. UU. al son de los disparos que mataron a JFK y Martin Luther King y a miles de chicos en Vietnam. También a los acordes del desembarco británico con The Beatles y los Rolling Stones a la cabeza. Chase sigue un manual y pese a ser quien es, con la excepción de James Gandolfini, ha preferido rodearse en su estreno de actores semidesconocidos fuera de la pequeña pantalla, ese universo donde ha dejado la que sigue siendo su mayor obra.

Damiano, un cero a la izquierda en el instituto, pronto comprenderá que la única manera de salir del ostracismo es la música. Por la misma razón que todos los que una vez dieron el paso con mayor o peor suerte de agarrar una guitarra: conseguir a la chica. Será después, claro, cuando se dé cuenta de que la música, la nueva que no es tan nueva como él creía, es una forma de arte, quizá la más pura del momento. El único arte válido para decir algo cuando hay mucho que decir pero se carece del lenguaje apropiado. Ese único lenguaje es el rock and roll. Claro, cuando este aún significaba algo. Es, de hecho, el I don’t want you interpretado por los Rolling Stones en el escenario del The Hollywood Palace que presentaba Dean Martin lo que lo cambia todo para los personajes de la película, comenzando por Douglas. ¿También para Chase? Y eso pese al canalla Martin, portavoz de la vieja generación, que demuestra su incomprensión ante el nuevo mensaje con un irónico y escéptico «¿a que son buenos?». Pero ya nada será igual. Mientras Jagger se contonea sobre el escenario, todo se para. Incluso Pat, padre del protagonista, sufre la que será su primera pérdida de contacto con la realidad.

Es la historia de Damiano una cualquiera, nada especial. La de un joven que sueña con ser una estrella, monta una banda con los amigos y por todo tipo de razones pero ninguna en particular el viaje acaba en fracaso. Pero eso es lo de menos. La propia narradora del filme, Evelyn (Meg Guzulescu), lo advierte desde casi el primer fotograma: «como la mayoría de las bandas, nunca has oído nada de ellos». Y es escuchar esta frase y que al espectador le venga a la cabeza el recuerdo de Rodríguez, ese poeta del Detroit de los 70 rescatado ahora vía documental y en los miles de Rodríguez que quedan todavía por descubrir. Hay en Not Fade Away un cierto resquicio de esperanza y más bien poca gloria. Sí la constatación de que la música, si no murió el tres de febrero de 1959 al estrellarse el avión en el que viajaban Buddy Holly (autor, cómo no, de la canción que da título al filme), Ritchie Valens y The Big Bopper, solo consiguió sobrevivir una década más. 15 años quizás. Como mucho.

En su juego nostálgico, Chase propone a Douglas un descubrimiento. Esa música que ahora cree perdida, desde siempre estuvo allí a la espera de ser descubierta por unos ingleses. Así lo reconoce el propio protagonista en una de las escenas más reveladoras del filme: «¿cómo podían los ingleses saberlo todo del blues y nosotros no, incluso estando bajo nuestras narices todo el tiempo?». Y la respuesta, esta sí, es sencilla. Solo hay que observar el comportamiento de la generación que está a punto de morir, la del padre de Douglas, Pat (James Gandolfini) cuando habla de «negros» en lugar del novísimo «afroamericano» y faggot (maricón) en lugar del políticamente correcto gay. Una lucha de resistencia cuando el mundo comienza a moverse bajo sus pies, incluso para los recién llegados al país como los Damiano. Pat recrimina a su hijo el pelo largo, o las botas de gamuza y tacón. Es, según el orden establecido, un maricón o, peor, un recién llegado a Ellis Island, el islote de la costa neoyorquina que entre 1892 y 1954 fue la principal aduana de entrada a los EE. UU. La confirmación a la suposición inicial sobre el desconocimiento del blues se la aporta a Douglas precisamente un negro. Veterano de la Segunda Guerra, ante las demandas del protagonista, le confiesa preferir a Tony Bennett y Duke Ellington antes que a Robert Johnson. El hombre quien, según la leyenda, vendió su alma al mismísimo diablo para ser el mejor guitarrista de blues. Y a fe que lo consiguió.

Porque más allá de la historia inacabada de una familia New Jersey, Not Fade Away es un homenaje a la música perdida. No en vano el productor de la cinta y responsable de su banda sonora es Steven Van Zandt, inmortal Silvio Dante en Los Soprano, eterno guitarrista del pañuelo en la cabeza en la E-Street Band de Springsteen y arqueólogo del rock en su programa de radio Little Steve’s Underground Garage. Como los protagonistas de la cinta, aunque nacido en Boston, Van Zandt es otro producto de New Jersey, salvado, esta vez sí, por la música. En recorrido sonoro comienza con el inocente Peppermint Twist de Joey Dee & The Starliters y finaliza con el tétrico Road Runner de Sex Pistols. Y al espectador no se le va de la cabeza la sensación de haber visto pasar un pájaro de mal agüero. En medio, la misma gloria que yo encontré un día al abrir la caja de zapatos llena de cintas que, siendo todavía un crío, me regaló mi tío. Lo de menos, no vamos a engañarnos, es la película y esto es el principal defecto de la obra de Chase.

La nostalgia se desprende de todos lados. La música, también la televisión con constantes referencias a The Twilight Zone (En los límites de la realidad en España) pero sobre todo de los protagonistas. Porque caso aparte es Gandolfini, excepcional más por sus silencios y miradas que por sus palabras. Imposible no ver en el personaje de Pat reminiscencias del Tony Soprano deprimido, ensimismado por el dolor de la pérdida. De la infancia, de la juventud, de los amores pasados o de los patos del jardín. Tanto que hacia el final de Not Fade Away es imposible no haberse enamorado de él.

Es cierto que tira Chase de todos y cada uno de los tópicos que suelen acompañar a las cintas sobre un pasado idealizado. La pérdida de la inocencia que conlleva el paso de la juventud a la edad adulta, el conflicto generacional ―que solo al final quedará saldado cuando el progenitor ve en su hijo su última oportunidad de redimirse―, la chica. También, claro, la chica: Grace Deitz (Bella Heathcote), una niña bien aparentemente lejos del alcance del hijo de emigrantes italianos pero que como todas las de su especie siente debilidad por lo diferente.

Finalmente, la huida. Del núcleo familiar, de la universidad y también de las raíces cuando Douglas deja New Jersey con destino a la soleada California siguiendo el mismo camino que la música omnipresente durante el llamado Verano del Amor. De la bohemia del Greenwich Village neoyorquino a las playas bañadas por el ácido en la Costa Oeste. Donde concluye el viaje de Chase para dar dejarnos la incógnita sobre el futuro de Damiano. Y aquí, también, la traca final: la muerte anunciada de la música a través de fiestas con celebrities donde los nombres de Mick Jagger y Charlie Watts se mueven como susurros en las bocas de los invitados ciegos de alcohol y drogas. Antes de que la orgía de sangre provocada por la locura de la familia de Manson (cuidado con los coches que paran a los autoestopistas), y los Ángeles del Infierno metidos a seguratas en un concierto de los Stones, pusieran fin al sueño.

Es en suma Not Fade Away un filme agradable aunque más interesante por lo que no cuenta que por lo que sí. No ofrece nada nuevo que no hayamos visto en otras películas cortadas por el mismo patrón. Desde la indigesta The Wonders (1996) a los ejercicios azucarados filmados por Cameron Crowe. De hecho, hace aguas cuando la banda toca la supuesta canción que los sacará del ostracismo. ¿Un grupo ad hoc que pretende sonar como lo haría uno en 1964, 68, 69…? Un ejercicio condenado al fracaso.

A estas alturas solo hay una cosa clara. Si quiere ver rock and roll elija un documental. O mejor, no lo vea: ponga un disco. De cuando la música significaba algo. Puede que consiga responder a la pregunta inicial de este artículo.

**Not Fade Away se estrenó en EE. UU. el pasado 21 de diciembre. No tiene fecha de estreno en España.

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9 Comentarios

  1. Algun dia tendre que ver los Soprano… Muy bueno el articulo, por cierto

  2. Una película bastante ligera y contada con amor. Se nota que el bueno de Chase vuelca su juventud en la cinta, al igual que hizo en Los Soprano.

    No es un peliculón, pero da gusto verla. El mundo de los antihéroes rockeros siempre es atractivo.

  3. El garrulo atómico

    ….»no tiene fecha de estreno». Y luego se quejaran de la piratería.

  4. PRESIDENT MAO

    ‘Casi famosos’, de Cameron Crowe es el ejercicio de egotrip más descarado que se ha visto desde ‘Mein Kampf’, y sólo está un peldaño por debajo de ‘Come, Reza, Ama’ en mi lista de películas que borraría de la memoria colectiva de la humanidad si tuviera el neuralizador de los Men in Black…

    • A mi «casi famosos» me parece una película bastante decente. Que sea Cameron Crowe no significa que la película no merezca la pena.

      No tengo el gusto de haber visto la de Comer..

  5. Me parece inapropiado el comienzo de la nota, jode el final. Por lo demás, todo barbaro, muy recomendable:

    http://acanaya.blogspot.com.es/2013/04/not-fade-away.html

  6. El dadrock cansa.

  7. Pus muy bien que pongan un amplificador contemporáneo en la banda, el Fender Supersonic si no me equivoco. Que aunque tenga pinta de retro, no lo es.

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